Iconica No. 5

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DOSSIER

Ojocentrismo La concepción del cine como un medio expresivo visual, ojocentrista, según el autor, no sólo le da un lugar muy específico en el canon occidental –ha entrado muy naturalmente en las facultades de Historia del Arte, por ejemplo– sino que, también, excluye la mitad de su naturaleza: el sonido. por Samuel Larson Guerra

S

i se nos pide hacer una valorización jerárquica de nuestros cinco sentidos de percepción sensorial, la inmensa mayoría colocamos inmediatamente a la vista como el más importante, del que pensamos que menos podríamos prescindir. Sin embargo, en muchos sentidos –valga la redundancia– se puede decir que un ciego está mucho más en el mundo que un sordo. El sonido nos transmite la vibración interna de los elementos y los seres vivos, sus movimientos, aunque estén fuera de nuestro rango de visión: un ciego puede percibir el espacio y el mundo vibrante que lo rodea y desarrolla el lenguaje oral al mismo tiempo o antes que un vidente, por lo que puede tener una interacción social relativamente normal. Esto le es negado en mayor o menor grado a las personas con sordera, quienes suelen adquirir el lenguaje de manera más lenta, a menos que sean adecuadamente asistidos desde muy pequeños, y quienes no perciben mucho de lo que ocurre a su alrededor y suelen tardar más en comunicarse plenamente, lo que suele dificultar sus procesos de socialización. Y curiosamente es otro sentido, el tacto, cuyo órgano sensible es la piel, el que permite un cierto grado de percepción de la música para los sordos, transmitiéndoles información acerca de las vibraciones circundantes, y también cierto grado de percepción de lo visual para los ciegos, quienes pueden tocar las superficies y así percibir texturas, contornos y dimensiones. Sin embargo, la inmensa mayoría de los “normales”, de manera acrítica e irreflexiva, solemos aceptar esta superioridad de lo visual, que no es más que una construcción ideológica del modelo civilizatorio dominante, que promueve una visión superficial del mundo, pues a final de cuentas eso es lo que nos da la vista: el reflejo de la luz en las distintas superficies que nos rodean. Y no se trata aquí de demeritar la importancia de lo visual, que es evidente, sino de señalar la estrechez de miras de una cultura que nos enajena del mundo y de nosotros mismos, quizás no tanto por sobrevalorar lo visual, sino por subvaluar a los demás sentidos.

El fundamento técnico del cine yace en esta capacidad de capturar los reflejos de la luz en la superficie de la cosas y proyectarlos en una nueva superficie donde el espectador momentáneamente “olvida” que lo que ve es una ilusión. Y una de las características esenciales de lo que podríamos llamar buen cine, es que la imagen sea la que narre, y gracias a esto es que pudo desarrollarse el cine en sus inicios hasta ser una industria mundial en tan sólo unos veinte años, y durante casi cuarenta, sin necesidad de la palabra (sonora, pues estuvo presente como texto desde muy temprano), aunque siempre sustentado por la música, sin la cual el cine como lo conocemos no existiría. Sin embargo esta relación entre el cine y la música ha sido una historia de amor y odio, de abuso y conveniencia, pues desde un principio los exhibidores fueron, principalmente, quienes decidían con qué música iba y de qué manera reproducirla o interpretarla para acompañar la exhibición de sus programas. Por eso suele suceder, en una inmensa mayoría de casos, que se repitan, sin pena ni gloria, recursos manidos y excesos innecesarios, que, sin embargo, no dejan de seguir funcionando, en lo general, para el público masivo, atrapado en los condicionamientos de un poderoso y hegemónico modelo de pensamiento que cuenta entre sus características principales el de ser ojocentrista1. Lo cual facilita la penetración del modelo mismo, pues de nuestros cinco sentidos, probablemente el 1

Por ojocentrismo me refiero al modelo de pensamiento dominante en la

cultura urbana moderna de corte occidental que ubica, en una valoración jerárquica, a lo visual por encima de los demás sentidos. Por banda sonora me refiero a todo lo que suena en una película (diálogos, música, ruidos incidentales, efectos, ambientes, silencios) y por institucional me refiero al conjunto de códigos explícitos e implícitos que dan forma a una serie de convenciones estilísticas en el uso y tratamiento de los distintos elementos sonoros que acompañan a la imagen en cualquier producto audiovisual narrativo más o menos estandarizado.

El ojocentrismo occidental nos ha acostumbrado como espectadores a un código visual definido que, de no existir donde uno lo espera, resulta cuando menos incómodo...

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