"La pintura en Temuco 1900 - 1960. Un libro de estampas". Proyecto Activarte 2021, de la Corporación

La Pintura en Temuco

1900 - 1960

Un libro de estampas Daniel Lagos Ramírez

Corporación Cultural de Temuco 2021

“Pintora al atardecer”

Dedicado a Alfonso Álvarez. Mi amigo y gran maestro grabador de Bogotá

Palabras del autor

E

s un honor para mi, exponer algunas palabras respecto de este libro sobre la pintura en Temuco. Antes de introducirnos al tema, deseo agradecer el compromiso y entusiasmo de los prologuistas Pablo Cayuqueo y Samuel Quiroga, su visión sobre mi trabajo valoriza en gran manera esta publicación.

Recuerdo que a principios de los años 90 cuando daba mis primeros pasos como estudiante de arte en la ABAT, divisé una obra de gran formato que colgaba al fondo de la sala. Aquella obra descuidada, algo rota y craquelada, era una reproducción de la obra de Rubens “Diana la cazadora”. Algunas de las señoras artistas como Yolanda Urbina, quienes asistían a pintar entonces, me hicieron ver que esta pintura era de una importante artista que había fundado la misma academia hacía muchos años atrás, y que seguramente la dejó por su propia voluntad en aquel espacio. Se referían a la maestra Celia Leyton, un lucero de nuestro arte local, acerca de la cual, por aquellos días, no tenía idea ni conocimiento alguno. Ahora que lo pienso, a muchos años de esta anécdota, aquella obra en cuestión podría ser fácilmente una metáfora del estado de la pintura local de aquellos años, un patrimonio olvidado y fragmentado, puesto que en realidad, no existe una memoria colectiva que la tenga presente. Reflexionando sobre esta problemática es que surge este libro. Se trata de aproximar al lector a la figura de los antiguos maestros de la pintura temuquense. En este empeño, verán los nombres de Juan Sepúlveda Ranquileo, Astenia Cid, Leonor Barnert, Manuel Quevedo, Celia Leyton y Héctor Robles Acuña, cada uno con su propia vida y circunstancias. Debo aclarar que esta no es una obra historiográfica en estricto rigor, si bien parte de fuentes bibliográficas y hemerográficas, es más bien una tentativa que surge desde el arte, que por momentos se acerca a la estética de las obras y también a algunas anécdotas de estos creadores; es lo que por ahora me han permitido las pesquisas entre bibliotecas y entrevistas, ya que en general no existen registros exhaustivos de nuestro arte local en la primera mitad del siglo XX. Aparentemente nadie se aplicó a ello y tampoco existían los medios tecnológicos suficientes para hacerlo.

La motivación por visibilizar estos pintores y la experiencia en la producción de series gráficas que he realizado estos años, me instó a plantear una obra desde el formato de libro de artista, con imágenes de grabados originales. Esta cualidad, más el uso de tipos móviles de la antigua imprenta, hace de esta publicación un objeto gráfico singular y de gran valor artístico.

Espero de corazón motivarlos a entrar en un tiempo sin redes digitales, cuando nuestra ciudad contaba con escasos años y entre adoquines, los primeros pintores se veían seducidos a representar nuestro Temuco y los notables paisajes de nuestra Araucanía.

Daniel Lagos Ramírez

“Cerro Ñielol y el río”

Prólogo

L

os profundos niveles de la experiencia humana que las imágenes nos revelan no surgen de la nada, surgen de la vida misma. Las representaciones son expresiones repletas de sustancia humana que significan la realidad de quienes lidian con las circunstancias que les toca vivir. Creadas por personas que tienen que trabajar con los materiales disponibles, las imágenes están conectadas de múltiples formas a las inquietudes y actividades de quienes las producen y de quienes las consumen, y al igual que otras expresiones culturales tienen la virtud de transformar la experiencia individual en memoria colectiva. Es decir, al materializar las preocupaciones cotidianas del colectivo las representaciones van generando cohesión entre aquellos que enfrentan las mismas dificultades o alegrías.

Daniel Lagos territorializa aquella frontera que se da entre la xilografía y la pintura. Históricamente, mientras la primera se inscribe en las artes mecánicas la segunda es la expresión canónica de las bellas artes, y por largo tiempo hubo entre ambas la distancia que se daba entre lo plebeyo y lo aristocrático, o entre lo subalterno y lo hegemónico. Hoy, cuando esa forma aristocratizante de observar la cultura y las prácticas sociales está muriendo, las fronteras pierden sentido y se vuelven cada vez más porosas y dialogantes. Los datos nos indican que en Chile la xilografía se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, cuando los pliegos de la Lira Popular extendían la comunidad hasta cada nueva estación de trenes que se inauguraba. Rememorando esta histórica complicidad que se da entre la xilografía y los grupos subalternizados, en este libro de artista Daniel Lagos rescata la memoria de maestras y maestros de la pintura de la primera parte del siglo XX en Temuco.

Este delicado trabajo de Lagos es una alegoría sinecdótica que a partir de imágenes del cerro Ñielol, del río Cautín, de la construcción del Fuerte Recabarren o de la antigua estación de trenes, nos remonta a la poética visual de pintorxs pioneros como Juan Sepúlveda Ranquileo, Astenia Cid, Leonor Barnert, Manuel Quevedo, Celia Leyton y Héctor Robles Acuña. Como se sabe, desde el principio lxs artistas han asumido la noble tarea de grabar la memoria para las futuras generaciones. Las memorias son como pliegos a la espera de que alguien seleccione algunos para construir un relato que nos devele una región de nuestra historia. Así, este libro de artista, en su repliegue, reúne historias que juntas nos permiten mirar una parte del paisaje cultural de Temuco, que lxs lectores rememoran cada vez que desplieguen este libro.

Samuel Quiroga y Pablo Cayuqueo

“Construcción Fuerte Recabarren, Temuco”

Temuco. Emplazamiento entre el Ñielol y el río Cautín

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lantear una aproximación a los primeros atisbos de la pintura en Temuco no es tarea fácil. Simplemente porque pasaron muchos años desde la fundación de la ciudad (1881) y más allá de algunas crónicas aisladas, nunca hubo un relato articulado sobre el arte temuquense. Más aún, las escasas revisiones sobre la producción artística local surgidas posterior al año 2000, han puesto su acento en una escena post ochenta, que ha abordado sobre todo el discurso del arte actual y el encuentro o convivencia de propuestas pictóricas tradicionales con aquellas que discurren desde la fotografía a ciertos planteamientos conceptuales1. Por lo anterior, las fuentes son muy escasas y a veces inexistentes, hasta constituirse en un hallazgo. Este es el caso del artista que inaugura la práctica pictórica en Temuco. Nuestro pequeño libro apunta a hacer visible su nombre y el de otras figuras importantes que cimentaron el desarrollo de la pintura en la ciudad.

La fundación de Temuco está ligada directamente a la expansión del territorio Nacional al sur del Bío Bío, la cual se propuso el Estado mediante la ocupación de la Araucanía, acaecida tras una línea en sucesión de fuertes impuestos en el territorio, acompañados de sangrientos enfrentamientos con los mapuches, quienes hicieron todo lo posible por frenar este avance. Finalmente el ministro Manuel Recabarren, fundó el fuerte – ciudad Temuco, entre los bosques y humedales, al borde del río Cautín. En este contexto beligerante dado por la imposición de poder (del régimen oficial) sobre nuestro pueblo originario, que rodeó la instalación de la ciudad, a los pocos años, surgió en el incipiente Temuco la trascendente Sociedad Caupolicán. Su emergencia se constituyó en una necesidad debido a las malas condiciones manifestadas por las comunidades indígenas, sumado a la inoperancia de los organismos de Estado en la resolución de sus problemas. De esta manera se sumaron docentes e intelectuales quienes fundaron esta sociedad y apoyaron tempranamente la causa mapuche. Entre estos hombres se encontraba el joven pintor, llamado Juan Sepúlveda Ranquileo, docente de arte del Liceo de Temuco, retratista y paisajista. El nombre de este olvidado artista surge de textos antropológicos, no desde el campo de la escritura artística. Sabemos que la práctica de la antropología ha generado importantes trabajos etnográficos en el territorio de la Araucanía, y la misión educativa e integradora de la Sociedad Caupolicán ocupó tempranamente un lugar de interés en dichos investigadores.

“Juan Sepúlveda Ranquileo pintando con Ernesto Molina”

“Juan Sepúlveda Ranquileo, pintando junto a Eulogio Robles”

Un pintor entre los bosques

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uan Sepúlveda Ranquileo Nació en las cercanías de Temuco ya avanzado el siglo XIX, y de algún modo, se las arregló para viajar y acceder a cierta formación académica con el reconocido maestro Ernesto Molina, a su vez discípulo de Juan Mochi.

Según ciertos escritos este joven pintor tuvo una carrera prolífica en términos de su producción artística. Una de las fuentes que señalan su presencia lo constituye una carta de Eulogio Robles, juez de asuntos indígenas de aquella época, quien escribe al antropólogo Rodolfo Lenz, expresando gran admiración por el artista mapuche: ”Hay aquí un joven Sepúlveda, pintor, que fue discípulo de Ernesto Molina a quién Ud. Debió conocer. Molina decía que Sepúlveda tenía gran talento. Este joven que se dedica a pintar indígenas, paisajes araucanos, etc. Y que tiene el ojo perfectamente educado para esto, me va a ilustrar el libro que publicaré. Salgo con él los días festivos a acompañarlo a pintar y me pinta lo que yo le indico. Me ha hecho algunos cuadros que han llamado la atención de los entendidos” 2.

La citada carta data de 1910 y según consta, pese a la bella idea del juez, el libro al que alude finalmente se publicó sin estas ilustraciones. Sin embargo, le solicitaba permanentes encargos a J. Sepúlveda y sus salidas dominicales conjuntas, develan la pintura del paisaje in situ que el joven artista gustaba realizar en las cercanías de Temuco. La práctica de plein air de paisaje (o pintura de caballete), fue desde ahí en adelante, una de las temáticas más usuales en la región, la cual cultivan hasta hoy numerosos pintores de la Araucanía, generalmente con un imaginario nostálgico.

Para 1911, primer aniversario de la Sociedad Caupolicán, esta ensalzó su día con un encuentro al cual acudieron distintas personalidades. Al respecto citamos: “...El Diario Austral describió así la celebración; El gran salón alemán presenta un hermoso golpe de vista, los comedores en forma de T y los hermosos cuadros... del distinguido artista Juan A. Sepúlveda adornaban la sala del banquete” 3. Según esta nota periodística podemos deducir que Sepúlveda Ranquileo contaba ya con un cierto reconocimiento, y una activa producción artística, aportando obras a ciertas instituciones con las cuales tenía vinculación oficial.

Don Manuel Neculmán, primer preceptor mapuche en el país y director de aquella Sociedad, sugería que el pintor, miembro de su institución conocía bien la idiosincrasia mapuche, su cosmovisión, y que desde pequeño se interesó en saber más acerca de su pueblo, dibujando a quienes le servían de modelo. Ya formado como artista J. Sepúlveda realizó varios retratos, como el de don Juan Toribio Quidel, cacique de Truf-truf y otros honorables mapuches. Esta producción pictórica, cimentada en la figuración modernista de los géneros académicos, que otorgaba prioridad a la representación, data en su mayor parte de antes de 1910, dando cuenta de su carrera temprana, cuando el área urbana de Temuco constaba de una superficie bastante reducida, siendo posiblemente el único artista radicado en la ciudad por aquellos años. Unos años después, emigró a Europa, viaje en el cual se pierde todo rastro de su persona, sin retornar jamás a su amada Araucanía.

“Juan S. R. se marcha de Temuco. Antigua estación”

La mirada femenina en Temuco

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a ciudad que muy tempranamente estableció su foco económico en materias productivas como la ganadería, silvicultura y otras, de énfasis extractivo, fue notoriamente pasiva y despreocupada en términos de su institución estatal, en proveer canales de divulgación cultural o potenciar las disciplinas artísticas locales. Los jóvenes con sensibilidad por las artes, las cultivaban desde las nociones básicas otorgadas por la enseñanza colegial, o por medio de su entorno familiar, en forma privada. Esta última vía formativa sería el caso de las artistas Astenia Cid y Leonor Barnert.

Ambas figuras con obra pendiente por estudiar y catalogar. Astenia Cid Baeza (1887 - 1932), nació en Rere, un villorrio cercano a Yumbel y llegó a Temuco pasados sus 20 años. En cuanto a su producción artística, la literatura fue a la par de la pintura un oficio relevante en su carrera, publicando una novela en 1917 4,además de otros libros con poemas. Su obra plástica, está regida por una mancha expresiva, con la que representó temas de flores, bodegones y paisajes costumbristas de Temuco y la región. La artista indagó en la exploración del soporte pictórico, trabajando con pigmentos al óleo sobre latón, lo que sería uno de los aspectos distintivos de su producción.

Posiblemente esta artista haya sido pionera en establecer un espacio dedicado a la enseñanza de la pintura en la ciudad. Lo anterior se puede constatar por una invitación a exponer con sus alumnos en Santiago, siendo una iniciativa del maestro Pedro Lira, quien entonces le convocó a mostrar su obra. Expuso individualmente en Antofagasta, Chillán, Concepción, Temuco, etc. Sin poder acceder a su obra en directo, las descripciones planteadas sobre su pintura provienen de testimonios de otros artistas 5. Lamentablemente esta creadora falleció a los 45 años de edad y su obra, al igual que la de J. Sepúlveda no tiene paradero conocido.

El caso de Leonor Barnert Ythal (1901 - 1985) es algo más asible, por cuanto el Museo Regional de la Araucanía dispone de algunas obras suyas, facilitando así la observación de sus creaciones de primera fuente. Barnert, que también tuvo afición por ciertos instrumentos musicales, como el piano y la flauta dulce, desarrolló su formación en base a las lecciones de su padre, que había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de Hamburgo. Desde su primera exposición en 1935 en Temuco, realizó muestras regularmente por varias ciudades del país. Su obra tomó como referencia a la mujer mapuche y su cotidianidad en el campo, tratando los modelos con cierto realismo, integrando lo anecdótico con una mancha descriptiva. Sería igualmente de gran aporte conocer más de su obra para abordarla con mayor propiedad, y determinar si en su desarrollo tuvo giros temáticos o técnicos.

“La pintora Astenia Cid, trabajando en su taller”

“Leonor Barnert pintando en el campo”

Manuel Quevedo. Un pintor de terreno

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al como lo hemos visto, el paisaje fue desde principios del siglo XX, la temática predilecta por los artistas de Temuco, si bien cada cual lo representó según su propia sensibilidad y planteamiento estético.

Un pintor paisajista relevante, que hizo presencia en la Araucanía y del cual tampoco se ha hecho suficiente mención en investigaciones precedentes, es el pintor Manuel Quevedo (1897–1965). Para algunos especialistas, Quevedo formó parte de la generación del 13 junto a Exequiel Plaza, Pedro Luna, Arturo Gordon y otros. Con el pintor Albino Quevedo (1890-1944) constituyó una de las duplas de hermanos reconocidos del arte nacional. Sus estudios formales transcurrieron en la Escuela de Bellas Artes y se graduó en el Instituto Pedagógico como profesor de dibujo. El paisaje fue una constante en la obra de este maestro. Son pequeños formatos donde a menudo la figura humana aparece dando tintes de calidez a sus composiciones; nos muestra conjuntos de mujeres mapuches que avanzan en mutua compañía por los caminos de su comunidad. Su factura pictórica, cargada de materia por el diestro trabajo de la espátula, presenta gran gestualidad y colorido en ricos empastes.

El prestigioso crítico Antonio Romera se expresó así de su obra, en el catálogo de la exposición póstuma retrospectiva que le organizó el Museo Nacional de Bellas Artes, en 1967: “Manuel Quevedo, con un oficio correcto, se dedicó especialmente al paisaje en formatos pequeños, con mucho sabor de boceto.

Lo he preferido siempre en los paisajes de tamaño reducido, en sus notaciones fugaces, limpias, trazadas con una escritura dinámica, vivaz y jugosa… Quevedo es refinado, mancha con energía, pero sin perder nunca la delicadeza y el gusto por los tonos armónicos y el buen acorde. La desviación de Manuel Quevedo hacia el espíritu de la plasticidad pura, le da esa modernidad que tienen algunas de sus telas”.

Las palabras de Romera en el catálogo, precisan de modo adecuado las cualidades plásticas de Quevedo. Muchas de las obras expuestas en aquella exposición son temas que bordean el río Cautín, Temuco y sus alrededores, las que probablemente fueron realizadas in situ por el artista. Una labor pendiente y necesaria es determinar el periodo que Manuel Quevedo se radicó en Temuco, e igualmente pesquisar posibles obras de su autoría, no catalogadas 6, con el fin de construir un corpus más completo de su producción.

“Manuel Quevedo pintando en el Cautìn”

“Manuel Quevedo pintando Pueblo Nuevo, Temuco”

“Celia Leyton en las comunidades”

Una pintora amante de la cultura mapuche

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or los años 30, llegó a Temuco, desde Concepción, la maestra Celia Leyton Vidal 7 (1895-1975). Una artista y profesora de vocación que practicó docencia en el Liceo de Niñas de Temuco, donde alentó a sus alumnas en la permanente creación plástica y el respeto por el pueblo mapuche. Igualmente fue muy prolífica en su producción pictórica, tanto en la pintura de caballete como en el muralismo. Su operatividad como artista se desplegó en general con salidas a terreno, pero no necesariamente en busca del paisaje, sino de sus habitantes, retratándolos en su obra. Visitó las comunidades mapuches como etnógrafo artista, amó su cultura, cosmología e imaginarios.

La maestra estudió en la Escuela de Bellas Artes en Santiago, donde fue alumna de Juan Francisco Gonzalez y Pedro Rezka, entre otros importantes docentes. Su obra que aportó a legitimar el rol femenino en el arte, brilló además por su papel como mediadora con las comunidades indígenas, poniendo en valor a través de su pintura, la gran riqueza cultural y forma de ser de este pueblo originario. De este modo, su obra alcanzó gran resonancia incluso a nivel internacional, llegando a ser valorada por el mexicano David Alafaro Siqueiros y otros referentes trascendentales del arte de esos años. Recorrió el país con una veintena de exposiciones individuales y fue bien acogida por la crítica y admirada por sus colegas.

Recién entrada la década de 1940, la artista y docente Celia Leyton Vidal propuso a otros pintores, instalar un espacio de formación artística en la capital regional, para así contrarrestar la precariedad (institucional) de la enseñanza del arte en la ciudad. Entre los maestros que apoyaron tal iniciativa destacó Manuel Quevedo, quien posiblemente conocía a Leyton desde sus tiempos de estudiante en la Escuela de Bellas Artes en Santiago, también se unieron otros maestros como Rene Recabal, Miguel Ortíz y posteriormente Arturo Peña. De este modo la ABAT – Academia de Bellas Artes de Temuco, fue fundada el 7 de Agosto de 1942, lo cual constituyó un gran paso en la difusión de nuestras artes, facilitando el estudio de numerosos jóvenes en el campo disciplinar de la pintura y la cerámica. La tarea ejemplar de Celia Leyton tuvo conexiones con varios artistas, sumando fuerzas en una ciudad, hasta entonces desprovista de instituciones que velaran por el conocimiento y valor de las artes.

Por último, destacamos el ímpetu de la maestra como gestora y promotora de su propia obra plástica, habiendo publicado varios libros en torno a sus series pictóricas con el ánimo de difundirla, como por ejemplo: “Araucanía: rostro de una raza altiva” publicado en 1945 y “Raza araucana” publicado en 1945. Afortunadamente, aún contamos con su obra mural en espacios públicos, como la de nuestro correo, que nos habla de su versatilidad en las técnicas pictóricas y su personalidad para llevar adelante grandes proyectos de obra y educación, dejando un legado trascendental en nuestra Araucanía.

“Celia Leyton pintando Murales”

U

Las luces en juego. El Pintor de marineros

n artista insigne de Temuco, que gozó de gran prestigio en las décadas de los años 50 y 60, fue Héctor Robles Acuña (1919 - 2007). Como artista, tuvo una presencia importante en el círculo de arte local, siendo incluso profesor de la ABAT. Desde la infancia en el barrio de Pueblo Nuevo, tuvo la influencia de su padre, que pintaba en los ratos libres, cuando no se dedicaba a sus labores de ferroviario. Ya desde los 14 años fue un reconocido viajero, que recorrió el país relacionándose con personas de diversos oficios, mientras practicaba su pintura de modo autodidacta. Posteriormente, en 1950 estudió Pintura con el destacado artista nacional Benito Rebolledo Correa, contagiándose, con el amor por la luz y sus modulaciones pictóricas. En la década del 50, viajó a Europa con motivos de estudio, para conocer los museos de París, Roma, Lisboa, Londres y por sobre todo el Museo El Prado donde fue un eximio copista. En su estancia en España, recibió lecciones de Fernando Álvarez de Sotomayor, el cual ya había retornado a su país hacía unos años.

Posteriormente, en 1957 recorrió Marruecos y Argelia para captar el color y exotismo de aquellas latitudes.

Una particularidad poco conocida, radica en su permanente búsqueda temática, siendo probablemente el primer pintor chileno en ir de viaje a la Antártica (1964), con el fin de retratar la geografía, sus animales y sus navegantes. En aquella ocasión el maestro llevó una filmadora e hizo registros de su viaje austral, lamentablemente no conocemos el paradero de esta cinta. De este modo, se apartó de aquella tradición canónica de representar nuestro Chile central, para explorar otras dimensiones del territorio nacional.

En su pintura, trató con énfasis el retrato de obreros y marineros, al respecto, el maestro Carlos Isamitt (Premio Nacional de Arte) escribió: “...Una visión sana, objetiva, dominante, de un hombre que mira con fervor apasionado el medio humano que le rodea y trata de expresar su visión con sencillez. Ve la forma y el color. Tiende a caracterizar psicológicamente los tipos populares por los que siente preferencia, sus dones dibujísticos le permiten conseguirlo con fuerza y espontánea ejecución” 8. Las palabras del maestro Isamitt ilustran claramente el correcto oficio de Robles como pintor y la sensibilidad por tales temas populares que le hicieron tan conocido en el medio nacional.

Entre sus obras más destacadas están: “Fundación de Temuco”, una obra historicista de mediados de los 50 y “Sangento 2º Cantinera Candelaria Pérez” de 1984.

Para 1958, el maestro Robles Acuña inauguró con su muestra, una nueva sala de exposiciones ubicada en el conocido Hotel Central, iniciativa de su dueño Eduardo Orellana. Este nuevo espacio activó la circulación de las obras de artistas locales, posibilitando un mayor acceso a las artes por parte de la comunidad. Hace unos pocos años fue publicada una monografía del maestro que da más luces de su relevante producción pictórica 9.

“Robles Acuña pintando la fundación de Temuco”

Palabras de cierre

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ediante esta obra pretendo haber aportado a nuestro patrimonio artístico y su memoria local. Aun cuando existan vacíos, me satisface traer a este libro, aquellos artistas que dedicaron su vida al arte y que de alguna manera resonaron en nuestra ciudad, educaron la sensibilidad de sus coteaneos y llenaron de color nuestra lluviosa urbe. Como en toda historia, quedan deudas, nombres faltantes, como Carlos Gauthier, Tuty Barnert, Arturo Gómez, o Cesar Gibert, maestros que podrían ser abordados en una extensión de este libro. Lo importante es plasmar sus nombres, marcarlos, como en una matriz de grabado, para replicarlos luego.

Está pendiente por conocer, la obra de Juan Sepúlveda, su gestualidad, cromatismo, soportes, etc., ya que hasta ahora parece ser el primer antecedente de la pintura en Temuco. Ciertos factores incidieron en que su obra, quedase en total olvido. La circulación de su trabajo se dió sólo en el precario contexto local, entonces carente de espacios de exhibición y crítica.

De los maestros tratados, hemos visto que la temática relevante en estas décadas se centró en el paisaje y el retrato, con una orientación realista y una iconografía mayormente vinculada a la topografía rural y al pueblo mapuche, tema que abordaron sobre todo Celia Leyton y Manuel Quevedo.

Luego de los años 60, seguirán los Salones del sur, que son igualmente un tema pendiente, que algún investigador podrá tratar como es debido. Siguiendo el hilo del paisaje, aparecerán en escena, Sebastián Ellena, Jaime Fierro, Arsenio Herrera y Alfredo Castillo. ¡Gracias y a proseguir la historia!

NOTAS 1. El texto más relevante que aborda el arte temuquense desde el prisma de la producción contemporánea es “Ampliación del fuerte Recabarren”. Alvarado, Barría. Patricio. Ediciones Alquimia, 2013. En este se hace énfasis en la ciudad y sus múltiples lecturas a través de propuestas actuales de jóvenes artistas locales. Abordando parte de la historia del arte regional, a partir de 1942, cuando se instala la Academia de Bellas Artes en Temuco.

2. Pavez Ojeda, Jorge. “Los archivos de la antropología en Chile. 1880 – 1980”. Ediciones Universidad Alberto Hurtado. Santiago de Chile.

3. Foerster, Roth - Montencinos, Sonia. “Organizaciones, Líderes y contiendas mapuches (1900-1970). CEM Ediciones, 1988, Santiago de Chile. Pág. 16.

4. La novela publicada por la escritora fue “Lucrecia Durney”. Imprenta Universitaria, 1917, Santiago de Chile. Años antes fue publicada en Chillán, en el diario La Discusión.

5. En febrero de 2020, entrevisté al artista Alfredo Castillo, el cual recordaba las obras de Astenia Cid y sus particularidades, en la exposición organizada por la Sociedad de Artistas de Temuco en 1991 - Sala Municipal Aníbal Pinto. La muestra se pensó justamente para poner en valor la memoria y obra de antiguos artistas de Temuco.

6. El Museo Regional de la Araucanía conserva una docena de obras del maestro Manuel Quevedo. Por sus títulos se deduce que varias de estas, fueron expuestas en la retrospectiva del MNBA en 1967, o quizás se trate de otras piezas con el mismo tema. El MRA ha catalogado y tiene a buen resguardo las obras, constituyendo una excelente fuente para estudiar parte de su producción pictórica.

7. La artista Celia Leyton es una figura fundamental en el desarrollo de las artes visuales en Temuco. De nuestro relato, es el único caso estudiado y citado en otras publicaciones locales. La publicación más completa sobre la artista es el texto publicado recientemente: ”Celia Leyton Vidal. Caminos de Millaküyen”. De los investigadores Lorena Villegas, Renzo Vaccaro y Alex Mellado, editado por la Universidad Católica de Temuco, año 2021.

8. Diario Austral. Cita, publicación del 26 de febrero de 1982.

9. León Troncoso, B. J. (2015). El mar y su gente en la pintura de Robles Acuña. Chillán, Chile: León Troncoso, Bessie Julieta.

Índice Grabados Grabado 1 Grabado 2 Grabado 3 Grabado 4 Grabado 5 Grabado 6 Grabado 7 Grabado 8 Grabado 9 Grabado 10 Grabado 11 Grabado 12 Grabado 13

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Pintora en el atardecer / Página 1 Cerro Ñielol y el río / Página 3 Construcción Fuerte Recabarren, Temuco / Página 5 Juan Sepúlveda Ranquileo pintando junto a Ernesto Molina / Página 7 Juan Sepúlveda R. pintando pintando junto a Eulogio Robles / Página 8 Juan Sepúlveda R, se marcha de Temuco. Antigua estación / Página 10 La pintora Astenia Cid trabajando en su taller / Página 12 Leonor Barnert pintando en el campo / Página 13 Manuel Quevedo pintando en el Cautín / Página 15 Manuel Quevedo pintando en Pueblo Nuevo, Temuco / Página 16 Celia Leyton en las comunidades / página 17 Celia Leyton pintando murales / Página 19 Robles Acuña pintando la Fundación de Temuco / Página 21

Colofón

os 13 grabados en linóleo de este libro artista fueron impresos por el autor y por su ayudante Francisca Barrios en Taller Cherkán Color de Temuco, siendo finalizadas en Taller de Galería Tarquinia en Concón. Su encuadernación fue realizada por Paulina Rodríguez Joui en el Taller Perro Sur de Valparaíso. En la diagramación e impresión y textos estuvo a cargo Daniel Solís. Armado de publicación digital Cristian Yañez Ilabaca.

Se ha realizado un tiraje: 10 ejemplares de lujo. Impresos en papel Hahnemühle Bamboo técnicas mixtas 265 grs. Tinta Relief Ink Gamblin Prussian blue / tipográfica negra.

Ejemplar Número 1/10

Firma Artista Temuco - Chile Octubre 2021 Proyecto Financiado por la Corporación Cultural de Temuco

Derechos de edición reservados por el autor.

Prohibida su reproducción total o parcial.