El peregrino frente a la tormenta: Una conversación y tres aproximaciones al pensamiento de Chomsky

La mal-educación de las universidades: nuestra razón de resistir Por: Teresita Higashi Villalvazo Julio 2019 En este capítulo se reflexionará sobre algunas de las ideas que Noam Chomsky ha expresado acerca de la educación. O la “mal-educación”, como la llama en algún momento. Se inicia revisando lo que piensa sobre los objetivos de la educación, para entrar en el rol que tiene la universidad como institución en los conflictos humanos de hoy, y se concluye dando un vistazo general a lo que ha dicho sobre los maestros, quienes, desde una perspectiva idónea deberían estar trabajando en la formación de los jóvenes, para lograr la transformación de la sociedad en una más justa.

El propósito de la educación En una entrevista realizada en enero de 2012 para la conferencia Learning Without Frontiers (LWF) que se publicó y ha sido muy popular en YouTube, Chomsky habla de los propósitos de la educación. Considera que hay dos tipos: el primero, el tradicional, es el que tiene como objetivo “ilustrar” al aprendiz, promover en él la creatividad y animarlo a cuestionar las estructuras presentes, a dudar, a entender el mundo de manera personal, y finalmente a aprender a aprender por sí mismo, ejerciendo su individualidad y su libertad, para producir algo que sea bueno para todos. El segundo tipo es el adoctrinamiento, y se da, según dice, porque la gente piensa que es necesario insertar a los niños desde temprana edad en lugares en los que se les enseñe a obedecer sin preguntar, a seguir y respetar las estructuras como están diseñadas, sin preguntar ni dudar de su eficiencia. Las escuelas, las iglesias, y otras instituciones similares han sido designadas para ser las portadoras de este particular objetivo de la educación. A ellas

corresponde “educar” a los jóvenes y niños en la obediencia y el respeto a las estructuras que “funcionan”.

Al margen del pensamiento de Chomsky, cabe reflexionar aquí lo difícil que resultaría para las escuelas, bajo el paradigma existente, lidiar con niños y adolescentes que cuestionaran constantemente su entorno. Esto implicaría la necesidad de tener maestros con una gran capacidad de reflexión y análisis, que pudieran acompañar a sus estudiantes por el camino del pensamiento crítico. No se trataría de responder sus preguntas, sino de permitirles formularlas, y hacerles ver que ellos mismos son capaces de responderlas.

La realidad de esta contradicción entre ambos tipos de propósitos de la educación, es que al no poderse conciliar, surgen conflictos dentro de las aulas. Un joven que cuestiona y busca crear cosas nuevas no puede ser el mismo que respeta lo existente y lo acepta sin dudar. El ilustrado no puede ser el mismo que el adoctrinado. Y el adoctrinado se sentirá amenazado por el constante cuestionamiento del ilustrado. Y el ilustrado se sentirá ofendido por la resistencia al cambio del adoctrinado. En este escenario, el ilustrado será siempre el perdedor, el que debe “disciplinarse”, y “entender” que el cambio es un fenómeno no deseable, mientras que el adoctrinado será premiado por los maestros quienes sin duda elogiarán su capacidad de obediencia y su falta de cuestionamiento.

Sin embargo, dice Chomsky en la misma entrevista, que la ciencia no podría progresar sin esa pulsión al cuestionamiento y al cambio. Es por eso que las instituciones educativas dedicadas a la investigación y al aumento del bagaje científico requieren de estudiantes que pregunten, que estén inconformes, que reconozcan problemas en las estructuras existentes, y busquen soluciones

alternas. Y así es como, según Chomsky, debería de ser el sistema educativo en un mundo democrático desde el nivel pre-escolar.

Por otro lado, la visión de Chomsky sobre la educación se encuentra fuertemente influida por la perspectiva de dos pensadores que contribuyeron profundamente en su formación: Bertrand Russell y John Dewey.

Bertrand Russell, según la interpretación de Chomsky, propuso una visión humanista de la educación, en donde su propósito es “suscitar y alentar cualquier impulso creativo que posea el ser humano”. (Chomsky, 2006a, p.225) En otras palabras, las escuelas deberían convertirse en espacios protegidos en los que el niño pueda explorar y alimentar en libertad sus impulsos creativos, sin ser dirigido intencionalmente hacia objetivos predeterminados o considerados como benéficos por terceras personas, llámense éstos padres, maestros o sociedad. Dice Chomsky, refiriéndose a la visión de Russell: “el propósito de la educación debe consistir en permitir que el principio que hace crecer la vida tome su propio curso individual, y en facilitar este proceso por medio de la empatía, el estímulo y el desafío, a la vez que a través del desarrollo de un contexto y un ambiente ricos y diferenciados” (Chomsky, 2006a, p.226) Una visión naturalista de la educación, en la que el ser humano debe ser respetado como individuo aún desde la niñez, y no “adoctrinado” , obligado a seguir lineamientos contrarios a su naturaleza.

Una educación basada en el respeto hacia la vida y la individualidad.

Por otro lado, Chomsky considera que Dewey no se aparta mucho de esta misma concepción humanista de la educación, al decir que el último objetivo de la producción no es la producción de bienes, sino la producción de seres humanos libres, asociados unos con otros en términos de igualdad. (Chomsky, 2000) Dewey, al igual que Russell, tenía esta visión de la

educación basada en la ilustración, en las ideas de igualdad y libertad, y creía que si se implementara, este tipo de educación produciría seres humanos que no tuvieran como valores principales la dominación y la acumulación de bienes, sino que practicaran la asociación libre como iguales, que pudieran usar la cooperación y participación activa para alcanzar metas democráticamente establecidas. No obstante, la idea humanista de la educación sale sobrando en una sociedad que lejos de educar, adoctrina y sirve a los intereses de la clase dominante, los que tienen riqueza y poder.

Ahora bien, si el propósito de la educación fuera el lograr estudiantes con pensamiento crítico y creativo, los exámenes estandarizados no tendrían cabida en ningún nivel educativo. La postura de Chomsky con respecto a este tema es también interesante, por llamarla de alguna manera. Considera que son “un asalto a la humanidad y al pensamiento crítico en la educación” (Chomsky y Robichaud, 2014), pues están basados en la idea de que fenómenos tan variados y características tan personales como la inteligencia y la capacidad de razonamiento pueden ser enseñados y evaluados de la misma manera para todos los seres humanos, según lo que especialistas, mayormente influidos por intereses económicos, determinan como la respuesta adecuada para un niño de esa edad. Las organizaciones que se dedican a la elaboración de estos exámenes claman que están libres de la subjetividad y la variación asociadas al nivel socioeconómico o raza, pero la realidad nos ha mostrado algo diferente.

Esta tendencia de las escuelas a dar mucha importancia a los exámenes estandarizados ha traído como consecuencia la práctica de “enseñar para el examen” (Chomsky y Robichaud, 2014). Algunas escuelas privadas en México usan los resultados de estas pruebas como publicidad para convencer a su público que su nivel académico es de los más altos. Los directivos y patronatos de las escuelas que no obtienen un puntaje sobresaliente, hacen al

profesor directamente responsable de que el nivel académico sea “insuficiente”, y le exigen “mejores” resultados de sus alumnos. Bonos y reconocimiento para el maestro están asociados a los resultados de sus alumnos en estas pruebas, por lo que el aprendizaje de un tema se convierte en una práctica de pregunta y respuesta, muy similares a las que vendrán en el examen. El sentido real del tópico y el desarrollo del pensamiento crítico pasan a un segundo término. A un momento quizá cuando el docente no esté tan presionado por los puntajes y pueda dedicarse a realmente enseñar.

El estudiar para un examen en lugar de perseguir los intereses creativos y personales del estudiante es irreconciliable con el concepto de educación humanista (Chomsky y Robichaud, 2014). Por lo tanto, esta tendencia a compararse y competir entre escuelas, estados, y países según un puntaje obtenido en pruebas estandarizadas, es una forma más de desvirtuar el sentido humanista de la educación, para promover el adoctrinamiento, y obligar a maestros y alumnos a “encajar” en el molde prefabricado. Y aquellos que tienen éxito y logran “educarse” en los valores del sistema dominante, sin incomodar y sin cuestionar, son recompensados y pueden volverse parte de la clase especializada, de los que toman las decisiones.

La universidad en una sociedad sana debe usar los exámenes –estandarizados o nosolamente como herramienta para entender mejor el proceso educativo, para tomar decisiones en cuanto a lo que funciona para los instructores y para los alumnos, y lo que debe cambiarse o mejorarse (LWF, 2012), no como un arma para castigar a los disidentes y premiar a los obedientes. Ni el prestigio ni el éxito de un estudiante, y menos de un maestro, deben depender de un examen estandarizado, elaborado bajo supuestos de lo que “se espera” o de lo que es “deseable”.

El papel de la Universidad en la sociedad Las universidades son el centro del desarrollo del conocimiento en el mundo. Son espacios de investigación, de aprendizaje, de experimentación, de cuestionamiento, pero también de soluciones. Al respecto dice Chomsky (2005): “De un modo ideal, deberían intentar desarrollar el pensamiento, las ideas, las explicaciones de la ciencia y de la vida humana, el conocimiento y la amplia comprensión que podrían ayudarnos a encontrar un camino hacia un futuro más humano”. (Chomsky, 2005, p.131) La sociedad actual se encuentra envuelta en un momento en el que la información es el motor principal de la economía. Se vende y se compra información diariamente, y a un precio muy alto. Conceptos y profesiones inexistentes en el siglo pasado como data mining, desarrollador de aplicaciones, administrador de redes sociales, etc., se han insertado en la vida diaria, guiando el rumbo de corporaciones. La información lleva al conocimiento, y el conocimiento es la nueva fuerza motriz que ofrece elementos para que los directores de las instituciones tomen las mejores decisiones. Cabe mencionar aquí la distinción que Chomsky hace entre conocimiento y comprensión. Dice que el conocimiento no es lo mismo que la comprensión, pues ésta incluye el entender el propio lugar en el mundo, y la comprensión de cómo debe vivirse una vida decente. Por consiguiente, una persona que toma decisiones basadas en la comprensión lo hará buscando siempre el bien común, mientras que aquellos que solamente usan el conocimiento, tratarán de obtener un beneficio económico personal sin entender las consecuencias que esta decisión traerá al resto del mundo. El que comprende es capaz de ver su lugar en el equilibrio del universo. El que solamente conoce, podrá ver una imagen parcial del tiempo y el espacio, sin entender lo que fue antes y lo que seguirá después. El pensador crítico

debe preguntar siempre para qué y para quién es el conocimiento, aunque las respuestas con frecuencia no sean atractivas (Chomsky, 2005).

Chomsky considera que debido a este fenómeno, en el que el mundo se mueve hacia la sociedad del conocimiento, la universidad como institución cobra una mayor relevancia. Dice: “A medida que el mundo se mueve hacia un orden intelectual y social basado en el conocimiento —o como esperaríamos, basado en la comprensión—, las responsabilidades de las universidades incrementan y sus dilemas también”. (Chomsky, 2005, p. 131) Realmente las universidades enfrentan serios dilemas en la actualidad. El ingreso de colegiaturas, por más altas que sean, parece ser siempre insuficiente para subvencionar las necesidades que se desprenden de la gran variedad de proyectos y programas que tienen, por lo que requieren apoyo económico externo, ya sea del gobierno, de patronatos, o de corporaciones donadoras, y al recibirlo, comprometen su capacidad de educar en la ilustración, y se convierten en un agente más de adoctrinamiento. Las corporaciones no hacen donativos porque estén dedicadas a la beneficencia pública, sino porque tienen intereses económicos en el desarrollo de determinados productos. En la medida en que las universidades cumplan con lo que se espera de ellas por parte de las corporaciones multimillonarias, recibirán fondos para seguir funcionando.

Esto implica que no tienen libertad para destinar sus recursos económicos dado que la mayoría de los donativos se otorgan para fondos específicos seleccionados por los donadores. Tal vez no hay manera de evitar eso, pero las universidades deben estar atentas y resistir estos intentos de ser manejadas por las corporaciones. (Chomsky & Pupescou, 2013) Lo anterior permite tocar otro punto importante con respecto al rol de las universidades en la sociedad actual: la investigación. La investigación universitaria ha sido una de las fuentes

principales de desarrollo económico en Estados Unidos, y en varios países. La transferencia de tecnología y las aplicaciones comerciales de los productos ideados en las universidades constituyen una importante forma de hacer dinero para muchas corporaciones. Es por eso que una buena cantidad de fondos se destinan a donativos para laboratorios de investigación de las universidades, aunque es obvio suponer que estos donativos privilegian la investigación que produce dinero por encima de la investigación que produce bienestar, por lo que el florecimiento económico no necesariamente se convierte en mejoras para todos.

Al respecto dice Chomsky: “A lo largo de la historia ha habido una distinción entre dos líneas de investigación: la investigación de qué es el mundo y cómo funciona, y la investigación de cómo debe vivirse una vida humana decente” (Chomsky, 2005, p. 131) Es visible y lógico, como se explicó antes, que en el contexto económico actual, el primer tipo de investigación haya recibido por lo tanto más recursos que el segundo, y es también de suponer que los investigadores que contribuyen con las grandes corporaciones a hacer dinero sean más prestigiosos y tengan mayor reconocimiento público que aquellos que hacen propuestas de mejora para la calidad de vida de los “pobres”.

Las universidades, dice Chomsky1 deberían estarse ocupando de los grandes temas que afectan a la humanidad, como el calentamiento global, la sexta extinción, o el armamento nuclear, pero eso no está en la agenda de las universidades corporativas. Hay personas dentro de las universidades que hacen lo posible por trabajar estos temas, pero en general se tiende a

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Esta cita fue expresada por Chomsky durante la entrevista que se le hizo en el mes de septiembre del 2018 en la Universidad de Tucson, Arizona, donde actualmente labora. La entrevista forma parte del presente libro

ignorarlos y a dedicar los esfuerzos a temas que si bien son interesantes, no son ni de cerca tan trascendentales.

En suma, Chomsky considera que la universidad debe ser un lugar de apertura hacia nuevas ideas, en dónde la búsqueda del bien común sea el objetivo principal, y la investigación, el currículo, el claustro de maestros y la administración trabajen al unísono para lograr este objetivo. Un lugar en el que sea posible cuestionar la realidad existente y proponer mejores opciones: “La universidad será capaz de hacer sus aportaciones a una sociedad libre sólo en la medida en que se sobreponga a la tentación de conformarse sin reflexión con la ideología prevaleciente y con los patrones existentes de poder y de privilegio”. (Chomsky,2006a. p. 250) La universidad debe premiar el desacuerdo pues es solamente desde ahí como puede lograrse un cambio profundo que permita mejorar la calidad de vida de todos y cada uno de los integrantes de la sociedad, no solamente de las clases privilegiadas. Chomsky habla de una función liberadora de la universidad, de un rol “subversivo” en la sociedad, de cimbrar las estructuras establecidas por medio del cuestionamiento continuo y de propuestas originales, basadas en la necesidad de mejorar la comunidad en la que se encuentra inserta. “La vida universitaria no sólo debería ser liberadora para todos sus participantes sino que también debería tener un impacto en la sociedad en general. En un sentido profundo, el papel social e intelectual de la universidad debería ser subversivo en una sociedad sana”. (Chomsky, 2005) No obstante lo anterior, la educación superior se encuentra atravesando una metamorfosis que la aleja todavía más de su rol como espacio protegido de discordancia y cuestionamiento, y la acerca a convertirse en un instrumento más de adoctrinamiento y control. Se trata de uno de los fenómenos que más preocupa a Chomsky: el concepto de empresarialización de las universidades (Chomsky, 2015). Las universidades se están convirtiendo en empresas: están

siendo manejadas por administradores, y son ellos quienes toman las decisiones importantes, dejando en segundo término a los académicos. Las universidades deciden que programas o carreras abrir, más en base a qué tan costeables son, y no en función de la necesidad que tiene la sociedad de ese tipo de profesionistas.

De la misma forma, el número de estudiantes por clase, el tipo de material que se usa para practicar, las aulas, son decisiones que deberían corresponder a la academia, pero que en la actualidad están siendo tomadas por los administradores quienes están más interesados en la rentabilidad de las carreras, y menos en la calidad de sus egresados, calidad que, por otra parte se mide en función de los exámenes estandarizados, encaminados a “medir” el conocimiento en un área determinada, sin prestar atención a la capacidad de pensamiento crítico o a la creatividad y originalidad. Más aún, dice Chomsky, (2015), el incremento de las colegiaturas en países como Estados Unidos tiene como fin el control de los egresados a través del endeudamiento. En países como México, en los que la educación pública es todavía asequible, las formas de control se dan a través de becas y reconocimientos a quienes obtienen calificaciones sobresalientes en las áreas y formas que son más económicamente requeridas.

Bajo esta estrategia, un investigador –estudiante o maestro- que se interesa por mejorar la calidad de vida de los ancianos, por ejemplo, a través de redes sociales y participación comunitaria, al no encontrar fondos para trabajar en esa área, terminará por inventar productos comercializables que permitan a las personas de la tercera edad comunicarse con su familia. El objetivo es el mismo, mejorar la calidad de vida de los mayores, pero el primero implica un cambio en la estructura social, mientras que el segundo refuerza las estructuras de poder y consumismo existentes.

La educación superior es un espacio potencialmente democrático en una sociedad no democrática. Es de esperarse que sea por lo tanto, blanco de ataques e intentos de control.

(Chomsky, 2015) La participación social democrática y la cooperación para alcanzar un bien común deben ser principios básicos que se practiquen y promuevan en las universidades, en contraposición a la constante competitividad que se fomenta a través de diferentes medios (Chomsky, 2206a, p. 247) Un científico que mantiene en secreto sus hallazgos, entorpece el avance de la ciencia al no permitir que otros usen lo que él aprendió para mejorar. Sería absurdo pretender llegar a una meta, digamos la cura del cáncer, sin compartir conocimiento, y sin cooperar para alcanzar una mejor comprensión del fenómeno.

La responsabilidad de los intelectuales…

Chomsky escribió en 1967 en el pleno debate sobre la guerra de Vietnam y sus implicaciones éticas y morales, su famoso ensayo “La responsabilidad de los intelectuales”, en el que manifiesta enfáticamente que esta responsabilidad “consiste en decir la verdad y revelar el engaño”. (Chomsky, 1967) Frase que en principio no debiera presentar mucho material para discusión, pues pareciera obvio que no sólo los intelectuales, sino cualquier persona con un poco de conciencia social debería decir la verdad en todo momento, y evidenciar los engaños que descubrieran a su alrededor. Especialmente los maestros, intelectuales o no, ya que representan el modelo a seguir de niños y jóvenes, deberían ser los primeros en cumplir con esta responsabilidad.

Y no es que no lo intenten. Pero los maestros son disciplinados. El sistema se ha encargado de convencerlos que la mejor manera de lograr algo es a través de la obediencia. Las escuelas, dice Chomsky (2007) tienden a premiar la disciplina y a castigar la independencia de espíritu. “Una de las tareas capitales de un sistema educativo de éxito es dotar a sus víctimas de

la capacidad de observar sin ver, capacidad que es el sello distintivo del <<intelectual responsable>>”. (Chomsky, 2006b, p281) Tanto los maestros en las escuelas primarias, como los profesores de educación superior, desean ser intelectuales responsables. Cumplen con esta condición tan bien aprendida, de observar sin ver. El profundo nivel de adoctrinamiento que permea las escuelas como guardianes del status quo hacen que una persona altamente educada no pueda ver lo que para un niño de doce años es obvio. (Chomsky, 2000) Los maestros están dando un servicio a la sociedad para lo cual fueron preparados. Las escuelas esperan contratar maestros que sepan comportarse dentro de los límites de lo “correcto”, que “enseñen” a los niños a comportarse también de la misma forma. (Chomsky & Orelus, 2011) Y tal vez de manera inconsciente, tal vez porque no son capaces de ver el engaño, lo perpetúan.

Un maestro se siente orgulloso de sus logros dentro del sistema en el cual fue formado: sus calificaciones en los exámenes estandarizados, sus reconocimientos por responder lo memorizado, sus premios por hacer lo que se espera de él o ella. Y la mayor parte de las veces, enseñan de la forma como ellos fueron enseñados: regurgitando materiales que memorizaron.

Las escuelas no enseñan la verdad, pero es la obligación moral de los maestros, o de cualquier persona honesta, buscar la verdad, y decirla. Encontrar la verdad sobre cosas que son importantes, y decirla a la audiencia adecuada. En el caso de los maestros, la audiencia adecuada son los estudiantes. Para Chomsky (2000), los estudiantes no son solamente oyentes pasivos, sino que forman parte de una comunidad que se interesa por cuestiones colectivas. El objetivo es que todos participen de manera constructiva. Los maestros no deberían de hablar a los estudiantes, sino con los estudiantes, pues la mejor manera de ayudar a un estudiante a aprender, es permitirle encontrar la verdad por sí mismo. Eso, dice Chomsky (2000) es la segunda naturaleza de cualquier buen maestro, y debería ser también la de los escritores e intelectuales.

Y va todavía más allá: es la obligación de los maestros no esconder ni tergiversar la información y reflexiones que le expongan a sus estudiantes, aunque éstos sean causa de bochorno para los poderosos que crean, diseñan y refuerzan las políticas en las escuelas.

En los programas en los que realmente se intenta educar, como en los posgrados de investigación en ciencias, se promueve que los estudiantes participen, que desafíen a los maestros y a sí mismos; se supone que cuestionen. No repiten conferencias y exámenes. Eso es lo que se debe buscar en todos los niveles, desde el jardín de niños (Chomsky & Orelus, 2011) Descubrir la verdad de la mentira no es tan fácil ni tan obvio como parece, sobre todo para personas que han sido “bien educadas”. Dice Chomsky (1994) que en cuestiones importantes no existe evidencia de que la población normal, ordinaria, en general sea más estúpida e ignorante que las élites educadas. De hecho considera que hay una gran cantidad de cuestiones importantes en las que es todo lo contrario. En Harvard, por ejemplo, no solamente se enseñan leyes o matemáticas. Un egresado de Harvard también aprende lo que se espera de él en términos de conducta, de vestimenta, de etiqueta, y de lo que no se debe ver ni preguntar, a tal grado, que después, al insertarse en el aparato social como parte de las estructuras de poder, es incapaz de ver lo que una persona no educada ve sin mayor esfuerzo.

Chomsky (2006b) considera que el claustro de maestros y los estudiantes son quienes deberían gestionar la universidad. Aun cuando con mucha frecuencia los profesores consideran que los administradores están tomando las decisiones correctas, en una institución democrática, deben ser los participantes directos quienes toman todas las decisiones importantes, mientras que los administrativos se encargan de llevarlas a buen término. …me parece deplorable y un error que los comités sean designados por los funcionarios administrativos, [ …] puesto que a fin de cuentas no representan a

nadie, y a ellos mismos los nombraron desde arriba personas ajenas a la institución, no pertenecientes a ella. (Chomsky, 2003, p118)

Algunas normas y reglas de las universidades, establecidas por los cuerpos administrativos, están encaminadas, consciente o inconscientemente, a fomentar la mediocridad.

Los límites de tiempo y de forma para la presentación de la disertación doctoral, por ejemplo, no permite al doctorando expandir ni desviar su interés del objetivo originalmente aprobado por la institución, lo que considera Chomsky (2006a, p. 247) sería absurdo si la idea fuera efectivamente promover la investigación y el descubrimiento de nuevas propuestas en cualquier ámbito. Pero es muy efectivo si la intención es el control.

Con respecto a las humanidades dentro de las universidades, Chomsky (2006b, p.119) dice: “las humanidades no son el área donde se infunde a los estudiantes cierta conciencia social; son el área donde se lleva a cabo el estudio de la historia, la literatura y las artes” Sin embargo, el hecho de que al estudiar estos temas se promueva el pensamiento crítico en algunos estudiantes, los convierte en un peligro. Hacen muchas preguntas, y perturban el orden establecido. Además, las humanidades y las ciencias sociales no son económicamente rentables, razón por la que las universidades corporativas están dedicadas a socavar esta área. Chomsky2 cita a Stefan Collini diciendo que el gobierno conservador quiere convertir a universidades de primera en negocios de tercera.

Lo anterior se puede observar en el gran apoyo que las universidades tienen cuando se trata de programas de entrenamiento o innovación, que ayudarán a las empresas multimillonarias 2

Esta cita fue expresada por Chomsky durante la entrevista que se le hizo en el mes de septiembre del 2018 en la Universidad de Tucson, Arizona, donde actualmente labora. La entrevista forma parte del presente libro.

a hacer todavía más dinero. Nadie cuestiona la importancia de que los médicos reciban la mejor capacitación, o que los ingenieros reciban fondos para desarrollar sus ideas. Pero destinar fondos para una investigación que mejore las prácticas educativas en primarias es altamente discutible.

En este contexto, se hace necesario repensar las universidades, preguntando si “socavan los derechos y necesidades humanas fundamentales” en cuyo caso deben ser “modificadas o completamente sustituidas, tal como ha ocurrido a lo largo de la historia” (Chomsky, 2005, p.

129) Sin embargo, es difícil ser el que señale la desnudez del emperador. Los maestros de escuela y los profesores universitarios tienen esta responsabilidad: descubrir el engaño y decir la verdad a la audiencia que importe. En su área de conocimiento, a sus alumnos. Fomentando el pensamiento crítico y ayudando a las nuevas generaciones a entender que el bienestar de una sociedad no se define por los estándares fijados por unos pocos; a visualizar una comunidad en la que todos y cada uno de sus miembros sea cuidado y respetado por igual. “Si aspiramos a crear un mundo del mañana que sea más justo y humano, debemos empezar comprendiendo el mundo de hoy” (Chomsky 2005) Referencias.

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