Nexos 3031 - 2014

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EL NUEVO HECHO ESTÉTICO EN LA ERA DE LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN. MARCELA RIVA

La actual “ciber-reproducción” de las imágenes artísticas, en su simultaneidad e inmediatez, impone la necesidad de repensar la concepción misma del hecho artístico, el rol de mediación de la Crítica del Arte y el papel que asume el espectador dado que, permanentemente, las TIC generan un “nuevo lector incansable” que asiste al espectáculo cotidiano de las artes en los medios. Como un nuevo individuo plural y con un sentido comunicacional amplio, éste establece relaciones significativas “novedosas” con el mundo a partir de la percepción. La creciente socialización y divulgación de espacios institucionales y relacionados con la producción artística en las redes sociales o los websites, y la generalización del uso de diferentes dispositivos como teléfonos celulares, tablets, smartphones, hace posible recorrer un museo o presenciar alguna intervención artística urbana, entre otras cosas, cotidianizando y automatizando la lectura de imágenes y la experiencia estética desde la virtualidad. El aluvión de información visual y el proceso ininterrumpido de instancias comunicacionales mediatizadas van modelando la percepción y apelan al desarrollo de nuevas capacidades. Más aún si se considera a la ascendente población de “nativos digitales”1. Los disparadores de la sensibilidad se han multiplicado. Todos aquellos que pueden acceder a las TIC, en alguna medida, tienen la posibilidad de vivenciar tanto obras clásicas como nuevas tendencias, dejando de ser simples receptores para convertirse en espectadores asiduos, en “lectores”2 de hechos estéticos. Por ende cabe preguntarse, ¿resultaría legítimo sostener que estos incansables lectores requieren de alguna nueva forma de albabetización visual para obtener claves de acceso al gran dinamismo artístico actual?. ¿Cuál sería pues el papel de la Crítica del Arte hoy?. Comprender al hecho estético como un texto más, dentro de los discursos mediáticos implica al menos algunas consideraciones. Todo texto es una construcción, una producción de sentido con una intención racional o irracional que desata un mecanismo, en la mayoría de veces, cuasi automático de elecciones permanentes y cotidianas. Se trata también de un texto polisémico construído valiéndose de sistemas semióticos de códigos débiles, diferenciándose, así, del resto de las imágenes en un sentido habitual (Marchán Fiz, 1997), que se combinan con las convenciones sociales originadas en el concepto de espacialidad y temporalidad propio de los nuevos medios. Es decir que se habla de un fenómeno cultural complejo. De un “nuevo hecho estético” que reproduce “el hecho estético original”, lo que hace posible una genuina interacción hecho estético-lector dado que hay un manejo de un género discursivo en común (Bajtin, 1982), en este caso, el que imprimen las TIC. De una representación, por un lado, con un sentido discursivo cuya interpretación se resiste al anclaje, en tanto exalta su dimensión connotativa. Por el otro, por su soporte material, tiene la particularidad de ingresar perceptivamente en el ámbito de lo íntimo, por ejemplo en el living de la casa, propiciando que se “normalice” como una convención más establecida socio-históricamente. Su consecuencia media-

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