Desde el Margen - Número 10

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ahí afuera existen otras voces

cessex Centro de Estudios Superiores en Sexualidad

NÚMERO 10 - MARZO, 2019


Carta editorial:

Estimada lectora o lector: Desde hace algunos años, hemos estado viviendo cambios sociales increíbles en lo que respecta a temas de género, sexualidad y violencia. Justo mientras escribo esto se emitió por mayoría el dictamen para derogar en la Constitución Estatal lo referente a que el matrimonio sea solo entre hombre y mujer, abriendo paso a la discusión del Matrimonio Igualitario en el pleno del Congreso del Estado de Yucatán. Este es un gran paso que ha sido posible gracias a las movilizaciones y la organización social. Tras mucha reflexión personal llegué a la conclusión de que la sociedad actual premia el pensamiento y el actuar individual, mientras que rechaza e incluso castiga lo colectivo, sin embargo movilizaciones y logros como este sólo refuerzan mi convicción de que los cambios significativos se encuentran en la colectividad, la diversidad y en la relación con las demás personas. Para ello, es necesario que estemos en contacto con nuevas visiones de los fenómenos sociales, de la vida que nos rodea, bajo una visión ecológica, intercultural, multifactorial y, por supuesto, relacional. Obviamente esto no es tan fácil, en especial porque hemos crecido y nos hemos forjado bajo visiones rígidas, dicotómicas y violentas que son consideradas como la norma, y que mantenemos sin darnos cuenta en nuestro día a día (desde lo más mundano hasta en nuestro quehacer profesional). Sin embargo una nueva visión es posible. Sólo es cuestión de darnos el permiso y el espacio para flexibilizarnos, deconstruir y aprender nuevas

NÚMERO 10 - MARZO, 2019 Mtra. Rossana de Gpe. Achach Cervera Directora general Mtro. Frederick A. Santana Nuñez Director Académico y comité de selección

explicaciones, visiones y narrativas. El bienestar integral sólo es verdaderamente integral cuando es social. Como dicen por ahí: “la relación es lo que cura”. Permitámonos sentipensar estas nuevas formas de ver la vida y de relacionarnos con ella y con nuestro entorno. Permitámonos experimentar y reconocer todas estas diversas maneras en las que podemos expresarnos,

Mtro. Raúl H. Lara Quevedo Asesor editorial, cultural y de vinculación Mtra. Yessica A. Quintal Ruz Columnista y correctora de estilo. Arq. Andy R. Palomo Mena Diseño editorial y maquetación

relacionarnos y comunicarnos. Creo que el reconocer nuestra propia diversidad y reconocernos en relación con las otras personas abrirá las puertas para comenzar a representar y visibilizar, con miras de normalizar lo no-normativo. Finalmente, no me queda más que agradecerte por dedicar un pequeño espacio de tu cotidianidad a leer las páginas escritas por quienes colaboran en CESSEX. Los temas que leerás a continuación son una pizca de estas nuevas maneras de explicar y entender lo que nos rodea. Creo que el crearnos estos espacios son pequeños actos de rebelión ante aquellas imposiciones rígidas y normativas que socavan nuestro bienestar. Espero que disfrutes este, nuestro décimo número, así como conozcas y reconozcas nuevas cosas en ti y en lo que nos rodea.

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Psic. Faride Eugenia Candiani Azcoitia. Colaboradora del CESSEX

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Contenido: ¿Es la teoría de género una teoría científica?. Pag.

4 Masculinidad-Es: Entre el Poder y la Opresión. Pag.

6 En defensa de la Bisexualidad o por qué la visibilización importa.

Pag.

9 El contagio de las ideas, reproducción de la violencia social. Pag.

16 Libro: Rey y Rey. Pag.

18 Serie: Sex Education. Pag.

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MPC María de Lourdes Paredes Buenfil.

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umerosos autores han discutido sobre la ideología y la política de las propuestas hechas por las denominadas epistemologías feministas, dudando de la operacionalidad en sus paradigmas epistémicos. Sin embargo continúa sin satisfacer los criterios que la ciencia espera dentro de la tradicionalidad, mencionando que la mayoría de lo que hasta ahora se ha hablado carece de categorías, supuestos y axiomas, que son el sustento con lo que se construyen las teorías científicas. En 1990 Judith Butler, filósofa y feminista, saca a la luz el libro llamado El género en disputa, un libro del feminismo contemporáneo. En él, la autora presenta una teoría performativa, en la cual menciona que más que ser una teoría expresionista, es una forma de explicar como los seres humanos llevan a lo largo de su vida ciertas conductas basadas en ciertos estereotipos, pero que éstas no los determinan sexualmente, sino que es la única manera en la cual se intentan reconocer e identificarse en la sociedad. En el año 2000, la misma autora intenta definir sobre lo que significa la palabra “feminismo”, que la menciona como la transformación social de las relaciones de género. En esta afirmación Butler apoya no sólo al movimiento de mujeres sino comienza a conducir también al feminismo académico, lo que compromete al análisis y al seguimiento de algún tipo de cambio social respecto al orden de género, para conocer y reflexionar sobre el feminismo como agente social y de estructura política, con una visión a la transformación social, transformándolo en una teoría dentro de las diferentes ciencias. A partir de ello, se ha intentado elaborar una clasificación de las teorías feministas o teorías de Género para dar cuenta de su heterogeneidad y poder situarlas en un contexto histórico particular, que se extiende desde la década de los sesentas por medio de los múltiples movimientos políticos visibilizando las desigualdades que existían hacia las mujeres, hasta la actualidad. Ideas como el problema de la mujer y la inequidad, la opresión, el andocentrismo entre otros, impacta de forma positiva desde las diferentes disciplinas, iniciando un cambio social a favor no sólo de las mujeres, sino quienes son impactados por el fenómeno llamado patriarcado, y definirla conceptual y científicamente ayudará a que se entienda desde su propia epistemología para desarrollarla y reconocer su importancia dentro de todas las ciencias. Si bien los estudios feministas se han desarrollado durante décadas denunciando múltiples y variadas formas que existen en la que las inequidades entre hombres y mujeres, no se encuentran completamente clarificados como parte de un sistema teórico debido en ocasiones, a que su discurso es a favor de diferentes causas sociales, pero no científicas. Actualmente, la teoría de Género y la teoría Feminista se pueden hablar como una sola, pero sin una definición científica, se le desacredita y se siguen viendo como reacciones de diversas manifestaciones, pero no la causa. Es por ello necesario descubrir, analizar y organizar los diferentes efectos que suceden alrededor de los estudios de Género, para lograr una metateorización y con ésta, la clarificación de términos que eviten pensar que la Teoría de Género excluye diferentes categorizaciones, como puede ser

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el feminismo y/o la violencia de género y pueda ser visto con la categoría de ciencia social. La relevancia de que la teoría de Género pueda ser visualizado desde la ciencia impulsaría a estudios, investigaciones y publicaciones que podrían darle la relevancia que durante muchas décadas han intentado demostrar que la teoría feminista, es mucho más que hablar simplemente de mujeres activistas, sino el entramado social que conlleva el ser humano de forma integral. REFERENCIAS Butler, J. (1990) El género en disputa. Paidós. España. Guzmán, M., & Pérez, A. (2007). La teoría de género y su principio de demarcación científica. Cinta de Moebio, (30), 283-295. Ladevito, P. (2014). Teorías de género y cine. Un aporte a los estudios de la representación. Universitas Humanística, (78), 211-237. Lagarde, M., Valcárcel, A. (2011) Feminismo, género e igualdad. Madrid. Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Lamas, M. (1995) Usos, dificultades y posibilidades de la categoría Género. Solana, M. (2013). Pornografía y subversión: una aproximación desde la teoría de género de Judith Butler. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, 20 (62), 159-179.

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a masculinidad se define por su relación, en primera instancia, con las mujeres. Las variaciones de la masculinidad entre contextos socioculturales hacen en ocasiones difíciles, e incluso inútiles cualquier intento de establecer criterios universales sobre ella; sin embargo, un rasgo recurrente, en la construcción de la identidad de género masculina, si no es que universal, es rehuir o negar determinadas características consideradas femeninas como la pasividad, la dependencia o la necesidad del otro, además de la asociación con el ejercicio del poder sobre las mujeres. Es un proceso complejo en el cual se combinan el poder, el dolor y el gozo en el marco no sólo de la socialización, la exigencia social y los estereotipos dominantes sobre la masculinidad, sino también de la propia construcción de las subjetividades acordes con las representaciones hegemónicas de lo que implica ser varón, es decir, “hombre de verdad”, “hombre con letras mayúsculas”. En una sociedad en donde se menosprecian los atributos femeninos y se enaltecen los masculinos, es necesario que los hombres, para ser reconocidos y valorizados, demuestren de manera permanente, incluso obsesiva, que, en contraposición con las mujeres, son racionales, agresivos, valientes, activos, fuertes, atrevidos, aguantadores, independientes; pero sobre todo, tienen que demostrar control sobre sus emociones y afectos, lo que supuestamente les permite protegerse y ejercer dominio sobre las mujeres. Es importante recordar que la configuración de las identidades y roles más tradicionales de género se pone en marcha a través de una serie de tecnologías e intervenciones sobre el sujeto/cuerpo, que moldean las formas aceptadas de ser hombre y mujer. Los estudios feministas han evidenciado las estrategias de sometimiento y dominación que han configurado una identidad pasiva, sufriente, débil y confinada al ámbito de lo doméstico como ideal del ser mujer. Pero en el caso de los hombres, ocurre otro tanto. Aunque la posición que les corresponde en el sistema de género resulta privilegiada, muchos de ellos también son oprimidos por un ideal de masculinidad hegemónica que no necesariamente responde a sus posibilidades y expectativas de ser en el mundo, además para aquellos varones pertenecientes a grupos sociales subordinados el ejercicio del poder de otros hombres sobre ellos, se convierte en fuente de humillación, sufrimiento y dolor.

Las características, socialmente valorizadas y que definen lo masculino, repercuten en sus prácticas sexuales que de principio son vistas como un ejercicio de poder, a través de las cuales deben mostrar y afirmar, para sí mismos y para los demás, su virilidad, su capacidad de penetración, dominio y control. Al mismo tiempo, la sexualidad masculina es vivida de manera contradictoria, confusa y tensa ya que la genitalidad y la heterosexualidad son consideradas como norma, lo que en muchas ocasiones genera actitudes homofóbicas, que resultan del temor que provoca la posibilidad de un encuentro amoroso y/o erótico con personas de su mismo sexo. La paternidad es símbolo inequívoco de la adquisición de la hombría adulta puesto que; significa fundar una familia de la cual el varón es responsable y constituye una prueba irrefutable de virilidad ya que se es capaz de fertilizar y procrear, al tiempo que se debe ser responsable y comprometido con la manutención de la descendencia, no así con su cuidado y alimentación. Con el propósito de asumir formas de acción más equitativas e incluyentes, he de reconocer que muchos hombres han sufrido también el proceso que los convierte en “cierta versión de hombre”. La idea dominante de masculinidad, en el seno de una sociedad machista y con resonancias patriarcales, resulta castrante y opresiva para las diversas posibilidades de esos seres humanos que se designan como hombres; de hecho, en muchos casos, esta visión de masculinidad hegemónica no corresponde a sus vivencias y sentires, transformándolos en alguna medida, en prisioneros de un modelo que les resulta ajeno. Es imperativo hacer visible que, en contravía de lo que reza el dicho popular, no todos los hombres son iguales, que bajo esa idea de masculinidad opresiva que domina el ordenamiento social, hay otras experiencias que se han invisibilizado y silenciado, Me refiero a esas voces que nos dan cuenta de una trayectoria compleja y ambigua por la sociedad machista, una sensibilidad disonante, concepciones alternativas de ser hombre, se constituyen en, por y a pesar del dolor que implica atentar contra la idea imperante de la masculinidad hegemónica. Por eso es preferible hablar de masculinidades, para así incluir las diversidades que existen en la forma de ser hombre. Algo así como un mismo molde en una diversidad de condiciones. Diversidad por clase social, etnia, nivel educativo, orientación o preferencia sexual, estado civil, grupo de edad, región de

Masculinidad-Es: Entre el Poder y la Opresión Psic. Wendy Irasema Pérez Rivero.

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procedencia, afiliación religiosa, migración. Así, cada hombre se encuentra enclavado en un continuum donde comparte en grados distintos lo común y lo diverso con otros hombres. Es importante reflexionar que no hay una sola manera de ser hombre, una manera natural. En todo caso, lo natural sería hablar de diversidad, de la existencia de una multiplicidad y pluralidad de expresiones masculinas, hombre no es una esencia, ni un significante con significado transparente, sino una manera de entender algo, una manera de construir la realidad, una serie de significados atribuidos y definidos socialmente en el marco de una red de significaciones. Lo importante no es encontrar la verdad sino formas de tratar con una multiplicidad de verdades, descartando la moralidad basada en valores absolutos, reconociendo la necesidad de una ética moderna en donde la diversidad sea la norma de nuestra cultura y un espacio para repensar el género, la sexualidad y las identidades.

REFERENCIAS Cabrera Ayala, N. (2017). La Herida Masculina. Universidad Central, Bogotá Colombia. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105152132012 Instituto Nacional de Salud Pública, (2015). Estudio sobre la Prevención del Embarazo en Adolescentes desde las Masculinidades, pp. 12-37, 50 López, R. Ángela; Fernández, B. (2015) A Fuego Lento: Cocinando ideas para una intervención grupal con hombres desde una perspectiva de género. Recuperado de: http://cepaim.org/wp-content/uploads/2016/09/Gu%C3%ADaNuevas-Masculinidades-Cepaim-2015.pdf Ponce, P. (2004). Masculinidades Diversas. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social México. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13901601

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Psic. Faride E. Candiani Azcoitia y Psic. Leticia E. Duarte Coello.

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s un hecho poco reconocido por profesionistas que la conceptualización de las orientaciones sexuales no es clara ni precisa (Álvarez Gayou, 2002). Ya en 1996, Bohan señalaba la ambigüedad de la terminología de las aparentes categorías estables que conforman a las orientaciones sexuales, las cuales en realidad conllevan una dimensionalidad compleja y fluida. Se sabe muy poco acerca de qué hace que dos personas se sientan atraídas entre sí, o qué determina hacia qué sexo-género se sentirá atraída una persona, y dentro de esto, la bisexualidad ha sido la orientación menos estudiada (Riesenfeld, 2014). Históricamente, desde que comenzaron a ser estudiadas por Kinsey, Pomeroy y Martin en 1948, las orientaciones sexuales fueron definidas con base en las conductas manifiestas de las personas, sin embargo estas definiciones no suelen contemplar otros factores, lo que ha repe rcutido en la falta de cohesión de las distintas conceptualizaciones (Álvarez Gayou, 2002). Las orientaciones sexuales a grandes rasgos son consideradas como la inclinación de una persona hacia determinado o determinados géneros. Las estudiadas tradicionalmente a lo largo de la investigación científica han sido la homosexualidad y la heterosexualidad (esta última en el ámbito de la pareja principalmente), sin embargo en últimos años han surgido estudios enfocados en la bisexualidad con el fin de entender cómo surge y en qué consiste, partiendo desde la óptica de que aquello es alejado de lo normativo, lo heterosexual. De acuerdo a Riesenfeld (2014) la orientación sexual es la atracción amorosa, afectiva, física y sexual por una persona según su sexo. La gente no elige su orientación sexual y es independiente de las relaciones sexuales que se tengan, ya que, por un lado, la orientación sexual va más allá de una conducta, y por otro lado, muchas veces las conductas no coinciden con los sentimientos reales de las personas. La definición de Álvarez Gayou (2002) parece ser más elaborada. Él hace hincapié en la importancia de la desgenitalización de la sexualidad y del reconocimiento de las diversas orientaciones sexuales, trascendiendo de las dimensiones exclusivamente eróticas. Así, dentro de su definición de atracción para determinar una orientación sexual, refiere a la atracción no solo erótica, sino igual a la atención visual y la atracción sexual hacia aspectos fenotípicos y externos, y no necesariamente genitales, definiendo de esta manera a la orientación sexual con base en la expresión de género y no en el sexo, a diferencia de conceptualizaciones anteriores. También contempla dentro de la atracción aspectos como el cariño, el amor, la fantasía y el enamoramiento, por mencionar algunos.

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La conceptualización de la bisexualidad ha variado a lo largo del tiempo. Al principio el término de bisexualidad en investigación hacía referencia a la cuestión biológica de un organismo que poseía dos órganos reproductores diferentes en un mismo cuerpo, lo que en la actualidad se conoce como intersexualidad (González de Alba, 2003). Sin embargo, con los primeros estudios sexológicos se comenzó a abordar las distintas orientaciones sexuales, integrando posteriormente a la bisexualidad como parte de la Escala desarrollada por Kinsey et al. (1948) a raíz de sus primeros estudios en una población masculina estadounidense.

También es importante mencionar los estudios de Masters y Johnson, quienes no estudiaron la bisexualidad como tal, sino a la ambisexualidad, definiéndola como “un varón o una mujer que, sin reservas, goza, solicita o responde a la oportunidad sexual manifiesta con facilidad e interés cualquiera que sea el sexo del compañero y que, como individuo sexualmente maduro, nunca demostró inclinación por mantener una relación sexual permanente” (Masters y Johnson, 1979, p. 117). La bisexualidad, por otra parte, la precisaron como “tener una experiencia sexual significativa con compañeros de ambos sexos, pero que no cumplen los criterios que definen la ambisexualidad” (Masters y Johnson, 1979, p. 117). Muchas de las conceptualizaciones actuales van por definiciones basadas en conductas manifiestas, sin embargo, muchas otras contemplan variables como el deseo y las fantasías, ocasionando una falta de cohesión entre las distintas definiciones. Actualmente, la palabra “bisexual” ha tenido una connotación negativa por los mitos y prejuicios que la rodean, provenientes tanto de heterosexuales como de homosexuales, lo que muchas veces ocasiona incomodidad con el término cuando una persona se descubre bisexual. Entre las causas por las que muchas personas bisexuales no se definen como tal son los mitos heredados, el temor al rechazo y la bifobia externa e internalizada (Riesenfeld, 2014). Se ha llegado incluso a considerar a la bisexualidad como una fase en donde se descubre y se experimenta la propia sexualidad, ocasionando así prejuicios respecto a la expresión de la bisexualidad, ya que existen posturas que la consideran como una justificación para “ser infiel” o de la propia “promiscuidad” o libertad sexual, esto generalmente en mujeres, en especial en cuestión de cosificación y objetivización; por otro lado, las personas bisexuales, en especial los hombres son vistos ante el imaginario social como homosexuales “de clóset” (Rust, 1996; Scherrer, 2006; Miller, 2007; Riesenfeld, 2014). También se presenta discriminación desde la comunidad LGBT+ al acusarles de “pasar por heterosexuales” y por ello “contar con sus privilegios” (Weinberg, Williams, y Pryor, 1994; Ochs, 2005; Miller, 2006; Riesenfeld, 2014) o por su “capacidad de serles infieles con alguien del género contrario” (Weinberg et al. 1994). La sociedad dicotómica es una de las fuentes de mayor sufrimiento para las personas bisexuales, puesto que ocasiona rechazo tanto por las personas homosexuales como por las heterosexuales, considerándoles

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La heteronormativididad, o heterosexismo según Bohan (1996), es la creencia de que la identidad y comportamiento heterosexuales son normales y legítimos. De ésta surge la creencia que todas las personas son o deberían ser heterosexuales, manifestándose así en normas culturales e institucionales que retratan la heterosexualidad como la única posibilidad en las interacciones cotidianas, donde se asume que un determinado individuo es heterosexual y se perpetúan en las expectativas de vida que tenemos hacia la propia vida y la vida de las demás personas al crecer. Aunado a ello, el heterosexismo institucionalizado se da cuando instituciones sociales asumen la legitimidad de la heterosexualidad respaldándola con políticas públicas, rituales y recursos mientras ignoran, menosprecian, o incluso castigan otras orientaciones sexuales. Un ejemplo de este heterosexismo institucionalizado se encuentra en la imagen predominante del amor en nuestra sociedad mexicana, la cual se resume en que el amor debe ser entre una mujer y un hombre, ocasionando que muchas personas consideren que el vínculo entre personas del mismo sexo-género sea únicamente sexual y no amoroso. Sin embargo, al no ser este el caso, la bisexualidad rompe con estas categorías absolutas y dicotómicas, abriendo espacios menos determinantes (Riesenfeld, 2014). Socialmente se ha aprendido a ver sólo los extremos en las orientaciones sexuales, olvidando la existencia de orientaciones intermedias entre ellos (Álvarez Gayou, 1996). A causa de las rígidas categorías sociales binarias muchas personas bisexuales no se asumen como tal pues imaginan que hay que ubicarse en alguno de los dos extremos, lo cual incomoda y termina por hacerles reprimir una parte de su sexualidad (Riesenfeld, 2014). La heteronormatividad excluye a cualquier persona que no entre dentro de los estándares de género “femeninos” y “masculinos” heterosexuales, por lo que el término de género hegemónico resulta ser una categoría inválida que no es inclusiva con aspectos diversos que no necesariamente entran dentro de la dicotomía preestablecida de sexogénero, incluyendo aquellos relacionados con la orientación sexual. Todo esto conlleva a la creencia dicotómica y heteronormada de que se debe pertenecer a alguna de las orientaciones sexuales tradicionales (Mérida Jiménez, 2002; Wilchins, 2004; Fonseca Hernández y Quintero Soto, 2009; Erickson-Schroth y Mitchell, 2009; Riesenfeld, 2014). Debido a lo anterior es posible afirmar que hablar de bisexualidad causa incomodidad, ya que desafía las etiquetas preestablecidas y trasgrede los fundamentos dicotómicos en los que se sustenta la sociedad. Por ello el declararse como bisexual suele resultar en discriminación, hostilidad e invalidación. Una manifestación primaria de esta bifobia es la negación de la existencia de la Desde el margen

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como “seres indefinidos”. Esto repercute en una necesidad de “definirse” dentro de esta polaridad, llegando al consultorio clínico sexológico (Álvarez Gayou, 1996). Para las personas bisexuales no es fácil encajar cuando sus amistades heterosexuales les consideran “demasiado homosexual” y sus amistades homosexuales “demasiado heterosexual”, lo cual conlleva a conflictos en el sentido de pertenencia (Riesenfeld, 2014). Algunas personas no creen que la bisexualidad exista, y tachan a estas personas de “homosexuales de clóset” que se esconden tras la fachada heterosexual cuando la situación lo amerita, pero esto no podría ser más falso. De la misma manera se ve a las personas bisexuales como amorales, hedonistas, trasmisoras de enfermedades e infecciones de transmisión sexual, y como menos comprometidas en una relación. Por ello es que Riesenfeld (2014) habla de un “doble clóset” en la bisexualidad: en el mundo heterosexual, si alguien manifiesta atracción bisexual se le considera un “homosexual reprimido” o que sus sentimientos son producto de una confusión, y a la inversa en el mundo homosexual. De esta manera l a pers ona bi sexu al es s ometida a rech azos y cuestionamientos en ambos mundos, siendo juzgada y poco comprendida, dando como resultado que a muchas personas bisexuales les sea difícil encontrar un ambiente donde puedan mostrarse como son. Esta visión dicotómica segrega a la comunidad bisexual, ya que termina por exigir a estas personas que se “definan” por ser homosexuales o heterosexuales; por ello, se considera que las personas bisexuales sufren rechazo, discriminación y bifobia tanto por las personas heterosexuales como por las homosexuales (Weinberg et al. 1994; Álvarez Gayou Jürgenson, 1996; Rust, 1996; Ochs, 2005; Miller, 2006, 2007; Riesenfeld, 2014). Por otra parte la bifobia internalizada también puede ser una gran limitante. Dado a la falta de visibilidad muchas personas bisexuales terminan por mantener sus identidades bisexuales ocultas (Ochs, 2005), desarrollando estrategias para sobrellevar el estigma y las consecuencias negativas de esta etiqueta. Estas técnicas consumen energía equivalente al grado en el que es visto el estigma o qué tanto el mismo es percibido como un aspecto desviado de la identidad de la persona, afectando considerablemente su bienestar (Bohan, 1996). La sociedad y la educación se conducen como si la heterosexualidad fuese la única forma válida de ejercer una relación. La manera dicotómica en la que la sociedad maneja a los géneros hace pensar que en un mundo de polos opuestos, donde cada polo tiene un estatus y uno obtiene un nivel más alto que el otro, la atracción sólo puede ser polarizada: en un sistema social donde todo se ve blanco o negro, el gris no tiene cabida (Riesenfeld, 2014; Ochs, 2005).

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bisexualidad y la invisibilización. De acuerdo a Ochs (2005) la invisibilización de la comunidad es uno de los factores determinantes de la opresión a esta población; así, al mantenerse invisible, la bisexualidad termina por promover diferencias exageradas entre polaridades en vez de aceptar la existencia de la sexualidad como un continuo lleno de diversidad. Gracias al discurso de la teoría queer es posible es posible afirmar que las identidades son constructos, por lo que son producidos para y por efectos materiales, pero arbitrarios, contingentes y motivados ideológicamente. Tomando en cuenta todo este contexto no es arriesgado considerar que la perspectiva desde el foco de la teoría queer, al presentarse como una forma distinta de entender y expresar la propia sexualidad fuera de la heteronormatividad, podría ser una herramienta útil para presentar una visión nueva del constructo de bisexualidad, y la diversidad sexual en general. Aunque en la actualidad y desde los años 50 la bisexualidad es aceptada como una orientación sexual válida por la comunidad científica, es muy poco abordada y estudiada, en especial en comparación con los estudios sobre homosexualidad (gay y lesbianas) y sobre personas heterosexuales. Muchos de los estudios realizados se abordan desde una visión heterosexual y dicotómica, sin contemplar ni considerar las experiencias, vivencias y representaciones de las personas bisexuales. Desde esta óptica, la construcción simbólica de la bisexualidad a través del lenguaje termina por invisibilizar su existencia como una orientación sexual real y válida, lo que también afecta en el ámbito científico ya que el mismo lenguaje es el que construye las definiciones sociales, entre ellas los constructos científicos que se usan. Esto se ve claramente reflejado no sólo en la reducida cantidad de investigaciones dedicadas al tema de la bisexualidad, sino también en la forma en la que se abordan (bajo prejuicios, mitos) y el poco consenso que hay sobre la conceptualización de la misma. De este modo, consideramos que antes de hablar de bisexualidad es necesario que sean las y los expertos en el tema quienes la conceptualicen: las mismas personas bisexuales. La visibilización da pie a hablar de aquello que se calla por considerarse social y culturalmente prohibido, por lo que el dar voz a aquellas personas que no suelen tenerla no sólo es una necesidad para el avance científico, sino que es un acto político. Se necesitan abordar las diversidades sexuales desde la voz y la vivencia de las propias personas con el fin de romper con estos esquemas dicotómicos que afectan personal, social y comunitariamente. En la medida en la que comencemos a reflexionar, participar y hacernos notar, se podrán ir rompiendo esquemas sociales

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opresivos que afectan la salud, la identidad, y el bienestar integral de las personas. Referencias Álvarez Gayou, J. L. (1996). Sexualidad en la Pareja. México: El Manual Moderno. Álvarez Gayou, J. L. (2002). Homosexualidad: Derrumbe de Mitos y Falacias. México: Dirección General de Fomento de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Bohan, J. S. (1996). Psychology and Sexual Orientation: Coming to Terms. New York: Routledge. Erickson-Schroth, L., y Mitchell, J. (2009). Queering Queer Theory, or why Bisexuality Matters. Journal of Bisexuality, 297-315. doi:10.1080/15299710903316596 Fonseca Hernández, C., y Quintero Soto, M. L. (2009). La Teoría Queer: La de-construcción de las sexualidades periféricas. Sociológica, (69), 43-60. González de Alba, L. (2003). La Orientación Sexual: Reflexiones sobre la Bisexualidad Originaria y la Homosexualidad. México: Ed. Paidós. Kinsey, A. C., Pomeroy, W. B., & Martin, C. E. (1948). Sexual Behaviour in the Human Male. Philadelphia and London: W. B. Saunders Company. Masters, W. H., y Johnson, V. E. (1979). Homosexualidad en Perspectiva. (D. Perriard, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Intermédica. Mérida Jiménez, R. (2002). Sexualidades transgresoras: Una antología de estudios queer. Barcelona, España: Icaria. Miller, A. (2006). Anything but Straight: Bisexual Voices on "Passing". Conference Papers American Sociological Association. Miller, A. (2007). (BI)Identity Maneuvers: Revealing, Concealing and Resisting. Conference Papers - American Sociological Association. Ochs, R. (2005). Biphobia. En R. Ochs, & S. E. Rowley, Getting Bi: Voices Around the Wold (pp. 201-205). Bisexual Resource Center. Riesenfeld, R. (2014). Bisexualidades: Entre la homosexualidad y la heterosexualidad (5a reimpresión). México: Paidós. Rust, P. (1996). Sexual Identity and Bisexual Identities: The Struggle for Self-Description in a Changing Sexual Landscape. En Beemyn, & Eliason, Queer Studies: A Lesbian, Gay, Bisexual and Transgender Anthology (pp. 65-86). New York: University Press. Scherrer, K. (2006). Bisexual Identity: Can it be both Fluid and Stable? Conference Papers American Sociological Association. Weinberg, M. S., Williams, C. J., y Pryor, D. W. (1994). Dual Attraction: Understanding Bisexuality. New York: Oxford University Press. Wilchins, R. (2004). Queer Theory, Gender Theory. An Instant Primer. Los Ángeles: Alyson Publications.

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MIV Raúl H. Lara Quevedo.

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a violencia es imperecedera, es una experiencia que se mantiene en el individuo a lo largo de su trayectoria de vida, latente, quieta, paciente a ser reproducida si no se encuentra en los contextos adecuados para evitarla, es importante hablar de los ambientes de la violencia y los daños inherentes que se convierten en etiquetas estigmatizadas para el individuo, pues aquel que ha experimentado violencia cargará inherentemente con la etiqueta de afectado, de diferente, ocasionado un fenómeno de auto-señalamiento y de consideración negativa que repercute en el desarrollo de los individuos, orillándolos a regresar y reproducir espacios reconocidos por los ellos/as: la marginalidad . La violencia es aprendida, la violencia es entendida, la violencia es contagiada en los ambientes colectivos, respecto a ello Foucault ve en el contagio un factor relevante de proliferación de un comportamiento lacerante para la colectividad, “desde los inicios de la historia la palabra contagio es un sinónimo de traspasar el mal, combinar, o sencillamente compartir características de otro, este término tuvo un auge en las etapas medievales donde la enfermedad y la muerte se repetían de forma constante: la fiebre amarrilla, la tuberculosis, la peste bubónica eran solo algunas de las razones por las cuales el contagio como tal surge como un concepto temido y señalado” (Foucault: 1995,68). El término contagio puede ser aplicado a las actitudes comportamentales y actitudinales de los individuos que tengan la experiencia de la violencia misma, ya sean receptores o generadores; los individuos al reconocer los patrones identifican el discurso y se posicionan donde se ejerza el poder en el otro y no en un mismo, no olvidemos que la sociabilización es una experiencia mediada por circunstancias subjetivas, que tienden a variar, pues está tiene un carácter mutable, que varía según las circunstancias, por lo tanto la sociabilización es un fenómeno variable según el contexto, época y procesos sociales, el producto de este contagio de comportamientos según Michel F. Es la exclusión que generaliza y discrimina, dotando al excluido de valores culturales negativos, como pobreza, ignorancia, enfermedad que se incluyen en la rutina de los espacios sociales así como en la de sus habitantes. El convivir en ambientes violentos impide ver el panorama, el nivel de auto-afectación así como las consecuencias del mismo ocasionan que se favorezca la proliferación de estos ambientes; la costumbre de entablar

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El convivir en ambientes violentos impide ver el panorama, el nivel de auto-afectación así como las consecuencias del mismo ocasionan que se favorezca la proliferación de estos ambientes; la costumbre de entablar estrategias de supervivencia para tolerar los ambientes o situaciones hostiles, a adaptar el discurso para que la violencia no afecte son estrategias de mimetización y supervivencia, que más que traer aspectos favorables generan individuos familiarizados a estos procesos conductuales como ejemplo el acoso escolar o laboral; para que un individuo naturalice e invisibilice los ambientes violentos, es necesario privarlos de sus respuestas emocionales, dominarlos ideológicamente para que la respuesta sea afirmativa hacia los mecanismos que articulan los espacios violentos: el aislamiento, la descalificación, la des confirmación y la exclusión, todos estos mecanismos impulsados desde los usos y armajes del poder. “El poder es un moneda de cambio, en donde los individuos son acostumbrados a subsistir en medio de espacios configurados y dominados por las posiciones de poder, para el actuar de las sociedades es necesaria la existencia de opuestos, del hombre a la mujer o del adulto al niño relaciones de dominación bien específicas que tienen su configuración propia y su relativa autonomía” (Foucault: 2012). Dentro de la cita se hace explícita la condición de los ambientes favorables, la arbitrariedad del poder y de cómo estos requieren las posiciones desde los roles sociales, en donde cada uno de ellos cumple un papel importante para el sostenimiento de la sociedad, la violencia surge como un mecanismo de control que atiende y corrige a todo individuo transgresor del orden propuesto, por lo tanto los espacios de la violencia no son sólo lugares, sino también son cuerpos, que experimentan carencia, miedo y mimetización, la violencia se adapta a todo ambiente, los individuos nos adaptamos a todo ambiente, observamos pendientes los climas de nuestro entorno, tomamos las herramientas necesarias para subsistir, pese a que estas herramientas sean ajenas a los individuos como lo es la misma violencia. La reproducción de la violencia depende de los ambientes configurados a través de situaciones que obligan a aceptarla, acostumbrando involuntariamente a ella. Desde el estudio de la violencia se permite realizar un recorrido por los rincones más íntimos de las estructuras sociales así como de sus mecanismos que permiten articularla, se permite reconocer como el silencio, el poder, la subalternización, la exclusión transgreden al individuo vulnerabilizándolo y

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arrojándolo ante los escenarios de la agresión colectiva, el individuo inmerso en estos contextos perderá paulatinamente sus respuestas emocionales, normalizará e invizibilizará estas acciones, ocasionado su aceptación, adaptación y reproducción del comportamiento. El estudio de las consecuencias demuestra que la violencia no es exclusiva de un género, edad o condición, la violencia es de quien la quiera y la ejerza, la violencia es un producto que nuestras sociedades producen y exportan desde los inicios de nuestra historia, una tan ajena como nuestra. arrojándolo ante los escenarios de la agresión colectiva, el individuo inmerso en estos contextos perderá paulatinamente sus respuestas emocionales, normalizará e invizibilizará estas acciones, ocasionado su aceptación, adaptación y reproducción del comportamiento. El estudio de las consecuencias demuestra que la violencia no es exclusiva de un género, edad o condición, la violencia es de quien la quiera y la ejerza, la violencia es un producto que nuestras sociedades producen y exportan desde los inicios de nuestra historia, una tan ajena como nuestra.

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REFERENCIAS Michel, Foucault. (2012) Vigilar y castigar 7ma Edición, Siglo XIX, Barcelona, España. Lamas, Martha (1996) “El Género, la construcción cultural de la diferencia sexual“ en Programa Universitario de estudios de Género. México D.F. UNAM

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Reflexiones: Mtra. Yessica A. Quintal Ruz. “Preferiría no hacerlo” Autor: Linda de Haan y Stern Nijland. Año de publicación: 2000 País: Holanda Género: Cuento Infantil Idioma: Español (original en Holandes)

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n esta ocasión, decidí que la recomendación fuera sobre un libro infantil que abordara temáticas LGBT; cabe mencionar que es complicado encontrarlos en las librerías, así que la mejor opción es pedirlos en línea. Existen diversos títulos como “I'm Jazz” sobre un niña transgénero, cuya lectura podemos encontrarla en youtube, narrada por la propia autora. Otros títulos con los que me tope en la investigación son: “Las tres Sofías”, “El día de la rana roja” y “Familias”. Finalmente decidí centrarme en el libro que logré conseguir físicamente, llamado “Rey y Rey”, el cual narra la búsqueda de un príncipe y su madre la reina por una princesa, quien cansada de estar en el trono, decide que es tiempo de que su hijo se case y tome su lugar. Sin embargo este príncipe no siente atracción por nadie más, que otro príncipe al que conoce en esa búsqueda, el cual le corresponde y como suele suceder en los cuentos de príncipes y princesas, estos dos enamorados tienen su final feliz. Es importante señalar que es un libro sencillo y muy corto con el formato ideal para leerle a las niñas y niños, que narra una historia de amor entre dos hombres con la naturalidad de cualquier cuento de hadas, aunque sin ningún personaje que se interponga, juzgue o sea enemig@ de la pareja. Si bien se ha procurado desmitificar la facilidad con la que surge el amor en los cuentos y debemos seguir enseñando que las relaciones afectivas, requieren más que un simple “flechazo”, lo considero adecuado para la edad a la que esa dirigido y cumple una función tan importante como lo es dejar a un lado la heteronormatividad en el amor. Sin duda es una gran noticia saber que hay una variedad de libros dirigidos la infancia que permiten abordar los temas de diversidad sexual, aunque espero que un día la demanda aumente de tal forma, que al llegar a la librería los podamos encontrar con mayor facilidad y sin caras de asombro y extrañeza por parte de sus empleados y empleadas.

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Reseña: Mtra. Yessica A. Quintal Ruz. Creadora: Laurie Nunn. Producida: Netflix. Estreno: 2019. País: Reino Unido. Reparto: Gillian Anderson, Asa Butterfield, Emma Mackey, Ncuti Gatwa, Connor Swindells y Kedar Williams-Stirlin

“Sex education”, es parte de las ya varias aportaciones de Netflix, que buscan abordar las problemáticas actuales de la vida adolescente, sin embargo al mirar la serie podemos encontrar un contenido con mucha mayor sustancia, que lo que pareciera ser solo un drama adolescente más o una comedia al estilo “American pie”. En esta serie el personaje principal llamado Otis, vive con su madre Jean, quien es una terapeuta sexual. Jean tiene una comunicación muy abierta con su hijo, incluyendo su vida sexual activa, a la con la cual él puede llegar a sentirse incomodo a veces. Otis por su parte no tiene experiencia en las relaciones sexo-afectivas de propia cuenta, pero tiene una habilidad para dar lo que sería similar a una consejería, derivada de todo lo que ha observado en su madre, por lo que una compañera de la escuela llamada Maeve lo convence de brindar sus servicios y armar una especie de clínica de terapia sexual clandestina, que ofrezca servicios a los y las estudiantes de su preparatoria, lo cual lleva a Otis a enfrentar su propia sexualidad. Al mismo tiempo podemos ir observando las historias y luchas de otros personajes como de su mejor amigo Eric, quien intenta descubrir su identidad y enfrentará retos personales relacionados con la homosexualidad y la expresión de género. Tocando temas como el aborto, diversidad sexual, perdida de la virginidad entre otros, esta serie nos brinda un panorama sobre la vivencia de estas situaciones, desde un punto de vista del y la adolescente, pero también desde la perspectiva de los padres y madres, influenciado por estilos de crianza e historias de vida muy diferentes; sin dejar a un lado un toque cómico que estará presente en toda la narrativa. Si bien como en muchas series y películas, hay ciertos estereotipos de los que no solemos librarnos, esta serie merece una oportunidad y sin duda alguna nos hará tocar emociones con su vasta variedad de temáticas que enfrentamos en nuestra adolescencia y que nos siguen tocando varios años después.

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cessex Centro de Estudios Superiores en Sexualidad

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