La dimensión misionera de la Beata Caridad Brader

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Con ayuda de Monseñor Schumacher y bajo la dirección de la Madre Bernarda, las hermanas mantuvieron las normas de estricta clausura de María Hilf, al tiempo que daban inicio a su acción pedagógica. Un hermoso testimonio de la Madre Caridad muestra hasta qué punto han logrado acomodarse a las difíciles circunstancias de Chone, tan distintas a las que tenían en Suiza: “Hasta ahora ninguna de las religiosas ha tenido nostalgia de Suiza, nos sentimos en nuestra casa, lo que nos parece una señal segura de que el llamamiento que nos trajo a América vino de Dios” (PSV 24). No podemos hablar de inculturación porque no la ha habido, al menos al interior del convento; lo que han hecho las hermanas es trasladar las costumbres del monasterio a la misión. Pero para el trabajo con la gente, la hermana Caridad ha tenido siempre la preocupación de dominar bien el castellano y de hacer que las hermanas extranjeras lo aprendieran bien. Igualmente se preocupaba de conocer las costumbres locales y de recolectar objetos culturales y especies animales y vegetales para el museo, lo que indica su afecto y respeto por la tierra en que ha venido a vivir. “A un joven que la trataba como extranjera, le dijo: Oiga, joven, yo soy más colombiana que usted: hace cuarenta años que vivo trabajando en Colombia, y usted no los tiene” (PSV 88). Otro punto muy importante de resaltar es la imagen que producen en la gente con su estilo de vida, sobre todo con su forma de vivir la pobreza: “el pueblo admira su espíritu de sacrificio, desconocido hasta ahora en Manabí, y envía gustoso sus niños a la escuela”, dice Monseñor Schumacher (PSV 24). La acción misionera no supone solo la predicación, lo más importante es el testimonio de vida y la coherencia, cosas que el pueblo capta inmediatamente. Testimonio y coherencia de este grupo de religiosas que, al pasar al tiempo, dará a la Iglesia dos prósperas congregaciones religiosas. Los peligros que entrañaba el hecho de que el liberalismo y la masonería fueran avanzando progresivamente en el Ecuador, movieron a las hermanas Bernarda y Caridad a fundar una nueva estación misionera en otro país y así fue como las hermanas llegaron a Túquerres, en el sur de Colombia, en el año de 1893. Túquerres era entonces un pueblo pequeño, sin embargo, recibió con los brazos abiertos a las religiosas. Pronto abrieron una escuela pública para las niñas del pueblo y de los alrededores. Si bien las primeras fundaciones estuvieron unidas a la labor educativa, las que la Madre proyectó para Panamá y para el entonces extensísimo territorio del Caquetá y el Putumayo, tuvieron un carácter marcadamente misionero.


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