Trenzando una historia en curso: Arte dominicano contemporáneo en el contexto del Caribe

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a la vecina haitianidad, que era portadora de una carga amenazante y de menosprecio instalada en el imaginario colectivo nacional, mientras que lo hispano era reclamado como pertenencia por el sector dominante. Esa polaridad quedó sellada por el contraste del color de la piel: el negro identificado como haitiano y el blanco como de origen español.

Celeste Woss y Gil (Santo Domingo, 1890-1985). Desnudo. 1945. Óleo sobre tela. 67.3 x 49.5 cm. Colección Dirección General de Aduanas.

A propósito de este tema, el propio Veloz Maggiolo menciona otras zonas de conflicto, que precisa así: “De repente se quiso (en aras de una hispanidad que era sinónimo del pueblo para crear sus propias creencias y valores culturales, de un racismo rampante y trasnochado) borrar todo un largo proceso y unificar a los dominicanos en torno a unos ideales de grandeza histórica española que la gran mayoría del pueblo ni conocía”.3 La indagación en el pasado, “que buscaba raíces en una toma de conciencia histórica”,4 ha dicho Danilo De los Santos, hizo nacer también un indigenismo que tuvo fuerte arraigo en la literatura y en las artes. De este modo, lo que se pretendía noción integradora, lo mestizo, revelaba nuevas confrontaciones en las esferas del pensamiento social y cultural de la República Dominicana. Alcanzar la visualidad de ese mestizaje se presentó como una zona de tensiones culturales que debía ser explorada a partir de los múltiples prejuicios imperantes y para distinguir una sensibilidad colectiva, fundamentada en lo popular, como sustento de las fuentes nutricias de la dominicanidad desde el universo criollo, que paulatinamente indagaba su imagen para construir las versiones de lo nacional. Se trató de un proceso cultural que abarcó otras esferas del pensamiento y la creación. De manera general, en las artes plásticas durante el siglo xix y los primeros años del xx se produjo la asunción del modelo paradigmático europeo, con un interesante aspecto en el caso dominicano: el de un academicismo sin Academia. Pocos artistas se formaron en países de Europa y mayormente fueron autodidactas. La primera escuela de pintura y dibujo en el país fue fundada por el artista español José Fernández Corredor sin los rígidos y exigentes criterios de las academias de arte, según el referente europeo. Algunos dominicanos crearon sus propias escuelas con similar carácter. Actuaron como maestros y formaron talleres artísticos. Y si bien en las obras de algunos se revelan ciertas características que aluden a otros estilos o tendencias del arte europeo –como las insinuaciones impresionistas en la obra de Luis Desangles, por ejemplo–, según palabras de Danilo De los Santos, fue “por evolución profesional más que por el influjo de la escuela francesa”.5 3 Marcio Veloz Maggiolo: Sobre cultura y política cultural en la República Dominicana. República Dominicana, Editora Alfa y Omega, 1980, p. 28. 4 Danilo De los Santos: La pintura en la sociedad dominicana. Santiago de los Caballeros, Universidad Católica Madre y Maestra, 1978, p. 36. 5 Ibid., p. 48.

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