Placer personal, que incluye la apreciación por la belleza y el orgullo de posesión. Interacción social con colegas coleccionistas y otras personas. Reto competitivo. Ganar el reconocimiento de otros coleccionistas y de los no coleccionistas. Altruismo. En ese sentido, muchas de las grandes colecciones al final son donadas a museos o instituciones. Deseo de control. Nostalgia y/o conexión con la historia. Acumulación y diversificación de la riqueza, que proveerán, a largo plazo, un mayor nivel de seguridad y de libertad económica. Todas estas consideraciones deben ser analizadas y comprendidas por los coleccionistas. Entre los coleccionistas experimentados hay un dicho: “Compra primero el libro de referencia y después el objeto”. Es de suma importancia saber qué se compra, no se puede uno llevar porque los colores pegan con los muebles de la sala, ni porque me gusta un detalle. El buen coleccionista tiene que saber dónde gasta su dinero. De joven, en Cuba, traté de incursionar en la filatelia. Luego, por muchos años, el trabajo me mantuvo alejado de las actividades del coleccionismo. Un día, visitando a un amigo, este me mostró un grupo de monedas haitianas antiguas que había adquirido, y en ese instante se reactivó en mí el coleccionista que durante mucho tiempo estuvo dormido. Siempre me ha gustado la historia y la íntima relación que
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