Fundamentalismo religioso como enemigo de la laicidad: Un enfoque al choque de civilizaciones.

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Introducción: El choque de civilizaciones marcado por el fanatismo. En el mundo moderno, hablar de laicidad parecería sumamente sencillo si se aceptara la neutralidad como principio de la libertad de conciencia y como exigencia para el desarrollo de un verdadero pluralismo democrático dentro de las sociedades humanas. Empero, el concepto de guerra ha cambiado y con él cambiará el curso de la historia. Si antes las guerras eran entre Estados que luchaban por grandes pedazos de tierra (propiedad territorial), o de bienes tangibles; ahora, la lucha ya no es de carácter material sino que enfrenta una batalla ideologizada, donde el pensamiento parece estar en pugna y el fanatismo se impone sobre la multiculturalidad de creencias, religiones, costumbres, mitos, leyendas e incluso civilizaciones. Quien ilustra mejor lo que se ha acabado de decir, es el profesor de la universidad de Harvard, Samuel P. Huntington, quien en su magistral obra intitulada “El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial” hubo de señalar lo siguiente: “[…] el mundo será moldeado en gran parte por la interacción entre las siete u ocho principales civilizaciones. Éstas incluyen la occidental, la confuciana, la japonesa, la islámica, la hindú, la eslava-ortodoxa, la latinoamericana y posiblemente la africana. Los más importantes conflictos del futuro ocurrirán a lo largo de las líneas de demarcación cultural que poseen estas civilizaciones”1.

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HUNTINGTON, Samuel P.; El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial,

Es evidente, por tanto, que la confrontación cultural está vapuleando con más fuerza en todos los rincones del mundo, pues como señala Rodrigo Borja Cevallos en su “Enciclopedia de la Política”: “[…] vivimos una época esquizoide y contradictoria en la que, a pesar de la intensificación de la migración, el intercambio de ideas y la libertad científica, el concepto de “choque cultural” resuena con mayor fuerza y de manera inquietante porque no han podido encontrarse respuestas válidas a la antigua pregunta de cómo manejar y atenuar los conflictos en torno a las pugnas culturales, religiosas y étnicas que han proliferado en el mundo”2.

Si se establece la pregunta entonces de: ¿cuál es la influencia o el principal factor determinante para que en la actualidad confluya un choque de civilizaciones?, se podrá observar que es –a todas luces– el fanatismo el óbice que marca la herida entre pueblos de Oriente y Occidente y que basa su capacidad de reacción en cuatro principios distintivos que son, a saber: 1) principio de inerrancia o falta de error; 2) principio de ahistoricidad; 3) principio de la superioridad; y, 4) principio de la supremacía del mito de la fundación. 1. El fanatismo y los fundamentalismos religiosos como enemigos de la laicidad. Principios negativos. En cuanto al primer principio en que se desarrolla el fanatismo, el profesor Antonio Pele

trad. de José Pedro Tosaus Abadía, Barcelona, Grupo Planeta, 2014, p. 45. 2 BORJA CEVALLOS, Rodrigo; Enciclopedia de la Política. Tomo A-G, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 151.


Rida (1865 – 1935). La reforma prevista fue definida generalmente para incorporar una revitalización de la cultura, la sociedad y la religión utilizando la ciencia y los métodos europeos a la par de los lineamientos de la moral y cultural del Islam tradicional de los ancestros. (al –salaf, DC 610 -855). Por lo tanto, la revitalización del Islam y la sociedad islámica, y por ende su defensa, dominaron esa tendencia”4.

de la Pontificia Universidade Católica do Río de Janeiro, menciona que: “[la innerrancia o falta de error] es relativa al contenido de un libro sagrado, considerado íntegramente como una totalidad de sentidos y de significados que no pueden ser descompuestos, y sobre todo que no pueden ser interpretados libremente con la razón humana sin tergiversar la verdad que el libro encierra. En este sentido, el fundamentalismo pretende (supuestamente) aplicar e interpretar literalmente los textos religiosos sin prestar atención a los contextos que han condicionado la elaboración de los mismos” 3.

Si se realiza un paralelismo con el fundamentalismo islámico que empieza a impregnarse con mayor velocidad en Europa y en otros continentes, se podrá ver con toda certeza que el principio de inerrancia o falta de error se encuentra en la aplicación de la Sharia (Ley Islámica) por parte de grupos islámicos o movimientos con lineamientos culturales de revitalización del Islam que buscan imponer –a cualquier precio y sin importar el método– el estricto cumplimiento de las enseñanzas del Corán. De esa manera, por ejemplo, los profesores de la Universidad de Oxford, Ian McLean, y Allistar Mc Millan, mencionan que: “El Islamismo surge del proyecto de reforma (islah) del siglo XIX y el siglo XX presentado por Jamal al Din al – Afghani (1837 -1897), Muhammad Abduh (1849 – 1905), y Rashid

Sin embargo, si tal reforma islámica incluyó métodos europeos, se ha de sostener que dicho proceso significó un choque de civilizaciones que marcaría la gran confrontación cultural del siglo XXI a futuro. Surge allí –y de manera eminente– la siguiente cuestión: ¿por qué la confrontación entre los pueblos de Oriente y Occidente parece ser un tema irremediable en que la conciliación civilizatoria se vuelve una simple quimera? Y es que las diferencias se originan en la historia, puesto que los pueblos de Oriente no compartieron –en lo absoluto– los procesos históricos por los que atravesaron los pueblos de Occidente; esto es: el feudalismo, el monarquismo, el despotismo ilustrado, la reforma protestante, la Ilustración, la Revolución Francesa, la revolución industrial, el socialismo, el fascismo, las dos guerras mundiales, la revolución electrónica y la sociedad del conocimiento. El itinerario histórico en Oriente fue evidentemente otro y toma como referencia la hégira, o sea la huida del profeta Mahoma hacia la ciudad de La Meca en el año 622 de la era

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PELE, Antonio; “La laicidad y sus enemigos”. Artículo publicado en: Revista Derechos y Libertades, Dykinson, Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas, Universidad Carlos III de Madrid, No. 29, Época II, junio 2013, pp. 155-182, 161.

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MCLEAN, Ian; MC MILLAN, Allistar; Concise dictionary of politics, 3ª ed., Oxford, Oxford University Press, 2009, p. 59. Traducción del texto original al español.


cristiana. Esta tesis de la ahistoricidad entre Oriente y Occidente es compartida por otros analistas como Roberto Marín Guzmán de la Universidad de Costa Rica, quien en su obra “El fundamentalismo islámico en el Medio Oriente contemporáneo”, sostiene lo siguiente: “[…] Las ideas occidentales sobre individualismo, liberalismo, constitucionalismo, derechos humanos, igualdad, libertad, imperio del derecho, democracia, mercados libres y separación de iglesia y Estado han tenido poca resonancia en las culturas orientales, como la islámica, la confuciana, la japonesa, la hindú, la budista o la ortodoxa. Y no es fácil, como pretenden hoy los líderes occidentales de la globalización, cambiar identidades culturales y tradiciones hondamente arraigadas en pueblos en los que la religión y las supersticiones no cesan de aumentar su influencia social, política, familiar e individual. La globalización de las ideas y los principios de Occidente tiene ese límite. Si bien el mundo se ha “achicado” a partir de las comunicaciones por satélite, los pueblos de Oriente no parecen dispuestos a aceptar los valores culturales que les vienen de fuera. Los propios conceptos de “globalización” y “universalización” son netamente occidentales. En consecuencia, la interdependencia no se presenta ante los ojos de las civilizaciones orientales como una fuente de cooperación sino de conflicto porque saben o intuyen que, en el fondo, es dependencia”5.

entre la política y la religión; es decir, los valores religiosos de creyentes devotos y piadosos deben guiar siempre la organización política y social de una determinada sociedad, sin opción a reformas, cambios estructurales o adaptaciones generacionales. La significancia por tanto, de la ahistoricidad, está basada en que “la posibilidad de considerar el mensaje religioso desde una perspectiva histórica, o de adaptarlo a las cambiantes condiciones de la sociedad humana, está cerrada a la razón humana”6. En ese sentido, surge en Oriente un sentimiento panislámico con una alta dosis de confrontación en la que “invocando su identidad cultural y religiosa, los países árabes, portadores de un complejo y, en muchos aspectos, primitivo programa político-religioso de lucha contra los “infieles” y de rescate de la cultura islámica, herida por la penetración occidental, han impulsado movimientos de resistencia de los musulmanes unidos contra las acechanzas occidentales”7. Esto obviamente trae aparejado el efecto contestatario de los pueblos de Occidente “que han alimentado la confrontación con su indisimulable animadversión hacia la manera de ser de los pueblos islámicos y su rechazo a la inmigración árabe y musulmana en sus territorios” 8.

Esto nos lleva de manera casi inmediata al segundo principio en que se desarrolla el fanatismo, y es justamente la ahistoricidad. Este elemento dentro del fundamentalismo religioso genera una patología en que no hay separación

El ejemplo más claro de esa ruptura entre Oriente y Occidente por efecto de la ahistoricidad como piedra angular del fanatismo religioso, se lo encuentra en los anales de la historia. Si nos remontamos al 22 de marzo de 1945, fecha en que se concretó la fundación de la Liga Árabe, se podrá observar que la constitución de dicha

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MARÍN GUZMÁN, Roberto; El fundamentalismo islámico en el Medio Oriente contemporáneo, 1ª ed., 2ª reimpr., San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2005, p. 202.

PELE, Antonio; “La laicidad…”, op.cit., p. 161. BORJA CEVALLOS, Rodrigo; Enciclopedia…, op.cit., p. 152. 8 Ibídem. 7


organización sirvió en principio como instrumento del panislamismo en la confrontación contra Occidente. Sus Estados miembros: Egipto, Irak, Jordania, Líbano, Arabia Saudita, Siria, Yemen del Norte, Libia, Sudán, Marruecos, Túnez, Kuwait, Argelia, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Qatar, Omán, Mauritania, Somalia, Palestina, Yibuti y Comoras, concordaron establecer dicha organización bajo los principios y propósitos de servir al bien común y mejorar las condiciones de todos los países árabes, aunque para ese entonces el verdadero empuje de crear esa alineación árabe era otra y estaba precisamente en la esquina contraria a la paz: el flagelo de la guerra. Lo que se quería –en aquella época– era evitar que en el protectorado británico de Palestina se creara el Estado de Israel. En efecto, resultó bastante curiosa la suspensión en 1977 de la membresía de Egipto dentro de la Liga Árabe a raíz de la suscripción por parte del presidente Anwar al-Sadat, de los acuerdos de paz de Camp David con Israel y el establecimiento de relaciones diplomáticas con el Estado judío. La ahistoricidad se impuso ante el deseo progresista de generar un cese al conflicto árabe-israelí y al fundamentalismo religioso, y con ello la Yihad (Guerra Santa) marcó la imposibilidad de sanación de una herida que sigue desangrándose en medio de la humanidad. Un tercer principio, el de superioridad, implica que “de las palabras inscritas en el libro sagrado brota un modelo integral de sociedad perfecta, superior a cualquier forma de sociedad inventada y configurada por los seres humanos”9. Por consiguiente, la ley divina 9

PELE, Antonio; “La laicidad…”, op.cit., p. 161.

considerada ley natural está por encima de las leyes sociales o humanas. Trasladando este principio a las actuaciones del Estado Islámico, hay una fuerte tensión entre que de manera creciente se ha capitalizado en Oriente Próximo, por diferendos culturales y sociales entre la minoría sunita de Irak y el gobierno liderado por los chiítas al tomar el control de la ciudad predominantemente sunita de Faluya, en la provincia occidental de Anbar. También invadió grandes sectores de la capital provincial, Ramadi, y tiene presencia en varias ciudades cerca de las fronteras de Turquía y Siria. El grupo ha ganado una reputación por las reglas brutales que aplica en las zonas que controla, sin embargo, fue su conquista de Mosul en junio de 2014 que envió las señales de su poder al mundo. De esa manera, el Estado Islámico (más conocido como Estado Islámico de Irak y Siria, ISIS por sus siglas en inglés) busca consolidar un califato mundial que imponga la “superioridad” de las leyes islámicas y el contenido del Corán sobre cualquier otra condición –o aparente condición social o cultural– que pretenda aparecer como teología en el ámbito global. Para ISIS no existe la interculturalidad y la globalización occidental, sino únicamente la superioridad de leyes naturales islámicas que brotan de las raíces yihadistas de sumisión a las enseñanzas de Mahoma. Finalmente, el cuarto principio del fanatismo religioso, el de supremacía del mito de fundación, tiene que ver con la idea de que existe “un mito verdadero de los orígenes que tiene la función de señalar la absolutidad del sistema de creencias al cual cada uno de los fieles es llamado a adherirse y el sentido profundo de la cohesión que reúne a todos los que hacen


referencia a esas creencias”10. Esto es lo que se llama ética de la fraternidad, que aparece como un sistema descrito por los tratadistas Enzo Pace y Renzo Guolo, consistente en dos corolarios principales (que al parecer son los que aplica ISIS en la actualidad): “[…] el primero consistente en la forma de movilización de los militantes; pues, en efecto, quien está convencido de que existe una verdad absoluta y que esa verdad tiene que valer en todos los casos y en todas las esferas de la vida, incluidas las sociales y políticas, se esforzará por crear acciones de protesta y formas de lucha política que siempre dejan entrever las referencias simbólicas religiosas a las cuales se remiten. El segundo, tiene que ver con la idea del síndrome del enemigo, en que los movimientos fundamentalistas a menudo interpretan un deseo social emergente: el de no perder las propias raíces, la identidad colectiva amenazada por una sociedad cada vez más individualista y más acomodada en relación con el permisivismo y el relativismo morales. En el fundamentalismo, se tiende a imputar la responsabilidad de esta deriva a un sujeto preciso que, según el caso, asume diversos rostros: el pluralismo democrático, el laicismo, el comunismo, el Occidente capitalista, el Estado moderno éticamente neutro, etcétera. El objetivo consiste en destacar en el imaginario colectivo de los fundamentalistas la idea de que cualquier maniobra para arrancar las raíces de un grupo o de un pueblo entero intenta cortar los hilos de la memoria que unen grupos humanos y pueblos a un origen antiguo y

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Ibídem., pp. 161-162.

superior: el pacto de alianza particular con una palabra divina o con una ley sagrada”11.

2. La laicidad como contrapeso del fanatismo religioso. El flagelo de Isis en el contexto europeo del multiculturalismo. Para combatir estos presupuestos en que se fundamenta el fanatismo religioso y que genera el choque de culturas, está lo que desde el tránsito a la modernidad se ha dado por denominar laicidad. Ésta actúa como contrapeso al choque de culturas marcado por el fanatismo, porque representa “un principio importante para la consolidación de un Estado de derecho y la ilustración de la ciudadanía. No obstante, a pesar y debido a su importancia, sufre constante ataques por parte de distintas fuerzas sociales y políticas”12. Consecuentemente, y como señala el profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, Oscar Celador Angón: “[…] La laicidad no se configura como límite al derecho de libertad de conciencia, sino al poder de actuación de los poderes públicos, ya que ordena al Estado garantizar el ejercicio del derecho fundamental, pero al mismo tiempo le impide promocionar unas concretas creencias o convicciones”13.

Siguiendo esa misma línea de pensamiento del profesor Celador Angón, Dionisio Llamazares Fernández define a la laicidad como: “[…] un principio constitucional inherente a la naturaleza del Estado democrático, que 11

PACE, Enzo; GUOLO, Renzo; Los fundamentalismos, trad. de Mariano Dupont, México D.F., Siglo XXI, 2006, pp. 13-14. 12 PELE, Antonio; “La laicidad…”, op.cit., p. 156. 13 CELADOR ANGÓN, Óscar; Libertad de conciencia y Europa. Un estudio sobre las tradiciones constitucionales comunes y el Convenio Europeo de Derechos Humanos, Madrid, Dykinson, 2010, p. 25.


garantiza el derecho de los ciudadanos a ser iguales en el ejercicio y titularidad del derecho de libertad de conciencia”14.

De allí que para superar el problema del fanatismo religioso y los fundamentalismos culturales y sociales, se debe propender a la práctica de la laicidad bajo la inclusión de dos elementos dentro del ámbito de la seguridad y paz internacionales: la neutralidad y la separación entre el Estado y las confesiones religiosas. Pero, las preguntas serían: ¿el Estado Islámico estará dispuesto a renunciar a sus prácticas fundamentalistas e incorporar la laicidad como elemento de diálogo e interacción con Occidente? ¿Para Occidente el multiculturalismo es la solución a la confrontación y cohesión social entre culturas, o solamente es una quimera? Considerando entonces que el Estado islámico está ahora compitiendo con Al-Qaeda para el liderazgo del movimiento yihadista global, hay dos factores que separan a los dos grupos. El liderazgo de Al-Qaeda expulsa el Estado Islámico por negarse públicamente a enviar comandos para volver a Irak y porque es “demasiado radical”. El liderazgo Estado Islámico a su vez replica las acusaciones de que la lucha de Al-Qaeda se ha estancado y los líderes se han olvidado de la visión de Osama Bin Laden.

más no los objetivos. Ambos creen que se están moviendo a lo largo del camino hacia la consecución de un califato mundial, y continuarán persiguiendo este objetivo. El éxito en cualquier parte es visto como un presagio de que la imposición de los fundamentos del Islam es una posibilidad real. La existencia persistente del Estado Islámico impulsa el movimiento yihadista. La ola migratoria de árabes, musulmanes, hindúes hacia Europa marca, asimismo, la composición de sociedades heterogéneas y multiculturales. Estas sociedades, movidas por el efecto de la globalización de Occidente, traen aparejadas las costumbres e ideales provistos por un mercado mundial y un avance tecnológico e industrial que avanza a pasos agigantados. La inmigración que llega a Europa, por tanto, supone la existencia de nuevas formas o dimensiones asociadas a la idea de multiculturalismo y de pluralismo social. Empero, lo que sucede en el contexto europeo – especialmente con los inmigrantes árabes y musulmanes– es que se pregona por parte de los valores occidentales, lo que el profesor Óscar Pérez de la Fuente sintetiza como paradoja de la asimilación imposible, sosteniendo que: “[…] Una de las perspectivas que suele dominar el discurso de las sociedades receptoras en el ámbito del reconocimiento es la que considera que la mejor integración de los inmigrantes se consigue con la pérdida de su identidad original y su asimilación a la identidad dominante”15.

Sin embargo, la enemistad entre el Estado islámico y Al-Qaeda es la táctica y la estrategia 14

LLAMAZARES FERNÁNDEZ, Dionisio; Derecho a la libertad de conciencia. Tomo I Libertad de Conciencia y Laicidad, Madrid, Civitas, 1997, p. 169. Vid., además, NAVARRO-VALLS, Rafael; “Los Estados ante la Iglesia”. Artículo publicado en: Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado, vol. IX, 1993, p. 34.

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PÉREZ DE LA FUENTE, Óscar; Inclusión, redistribución y reconocimiento: Algunas paradojas sobre los inmigrantes. Texto publicado en versión digital, en:


Esta interpretación asimilacionista por parte de los Estados europeos y de todo el bloque occidental constituye un craso error que no da lugar a la aceptación del multiculturalismo o la coexistencia de diferentes culturas en una misma sociedad. Esto ha generado malestar en ciertos sectores o grupos culturales islámicos, incluyendo ISIS, que más bien lo que intentan es desmitificar la postura o concepción liberal igualitaria de Occidente marcada por, como diría Brian Barry: “[…] en un tratamiento en que es una verdad necesaria que las personas, que son indistinguibles unas de otras, no pueden ser tratadas de manera diferente de una forma sistemática”16. En ese intento de desmitificación, tratan de imponer los postulados del Islam pero desde una concepción fundamentalista que termina por afectar la laicidad. La imposición del temor, el miedo y las prácticas terroristas como métodos para luchar por un califato universal en medio de la declaratoria de “guerra santa” (Yihad) han venido siendo el motor de ISIS para realizar atentados terroristas como los acaecidos últimamente en París, Beirut, Niza, Múnich y en parte del territorio sirio. Esa actuación por parte de ISIS marca otra paradoja, la del pluralismo. El Estado Islámico pretende interpretar el pluralismo desde una crítica al multiculturalismo asimilado por Occidente, queriendo instaurar en Europa y en otras demarcaciones geográficas la homogeneidad de los valores culturales propios del Islam. Pero esta práctica, constituye “[…] un pluralismo débil, que solo acepta las opciones http://earchivo.uc3m.es/bitstream/handle/10016/9703/inclusi on_perez_2009.pdf?sequence=1 (Última consulta: 04/08/16 16:21). 16 BARRY, Brian; Culture & Equality, Cambridge, Polity Press, 2001, p. 76.

incluidas en un particulares”17.

consenso

de

valores

Para combatir esa cohesión social y el flagelo de la denominada guerra santa, la laicidad debe imponerse como fundamento social y ejercitable del derecho a la libertad de conciencia y del pluralismo democrático. Para ello es importante la neutralidad con que los poderes públicos actúan en la no discriminación entre grupos religiosos. En ese sentido, los Estados de Occidente, deben actuar con neutralidad, lo que implica en palabras del profesor Gustavo SuárezPertierra: “[…] no considerar relevantes las ideas religiosas para ordenar su funcionamiento ni conseguir los fines que como organización pública pretende. Neutralidad supone, desde esta perspectiva, una ausencia de valoración de lo religioso que, por tanto, propone una categoría que se aparta del núcleo duro que define las posiciones favorables o contrarias. El Estado no realiza un juicio de valor ni positivo ni negativo; es neutral […] el sitio de las creencias y las convicciones no es lo público, el dominio estatal, el campo de actuación del Estado en sentido técnico”18.

Por su parte, el Estado Islámico –en especial el de Irak y Siria, ISIS– debe separar el Estado de las confesiones religiosas y no pretender armar un califato universal que no va a dar paso a la garantía de neutralidad que el Estado iraquí y el Estado sirio necesitan con los grupos religiosos e ideológicos (yihadistas, talibanes, chiitas y suniitas) que se encuentran en sus territoritos. La 17

PÉREZ DE LA FUENTE, Óscar; Inclusión…, op.cit., en línea. 18 SUÁREZ-PERTIERRA, Gustavo; “La laicidad en la Constitución española”, en: Estado y religión en la Constitución Española y en la Constitución Europea, Granada, Comares, 2005, p. 12.


autonomía en sus respectivos campos de actuación es lo que debe primar y no la imposición de un Estado que promueve el fanatismo y corta libertades. ¿Se podrá asumir el reto en beneficio de la Paz? Sólo el tiempo y la historia lo dirán…

Las opiniones expresadas en este documento son responsabilidad exclusiva del autor y no reflejan necesariamente la posición del Centro de Estudios en Seguridad y Paz.


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