Revista de Arte & Cultura Vol. I / N° 1 (2014)

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profanas diversiones a granel; unos juegan la ruleta; otros bailan, saltan con febril temblor, son las danzas nuevas, congas y mambos señor. Chiquillos al carrousel; los mozos beben cerveza; las chicas comen pastel; el viejo toma su ponche y la señora su tamal. A la rueda de Chicago, al partido de fútbol, a las carrozas bien formadas, a la sala de exposición. Y si no basta todo esto, hay otras cosas que ver, tardes como en Madrid, con música Sevillana, en la gran plaza de toros; a gritar a un Manolete, que está presto a lidiar; hay también concursos de aficionados, en los estudios radiales; o torneos para prosistas y de poetas al final; así pasa los de la Feria Patronal, todo en orden, todo en bulla, en confusión y alegría, hasta que por fin se llega, a la Natividad de Jesús…” (Comité de Festejos de la Feria de Concepción, 1953, p. 40). En esta descripción se observa constantes flujos de relaciones sociales y culturales, circulación de bienes tangibles y manifestaciones culturales, como la música, la gastronomía y la danza. El parque La Libertad y la Calle Real eran los lugares donde se desarrollaban dichas actividades. Don Jubal Valerio, habitante de Comayagüela y la Calle Real por más de seis décadas, recuerda la feria en su juventud (1950-1960), señalando que: “…para la Feria de Concepción, el área de la celebración era desde el Obelisco hasta el Parque La Libertad… en el parque había un quiosco, se usaba para presentar conjuntos musicales, especialmente la Banda de los Supremos Poderes y había conciertos de marimba… se instalaban los famosos chinamos, que son unas pequeñas champas, ahí se realizaban juegos de azar, dados, cartas de póker, convirtiéndose en una especie de tradición...” (Valerio, 2014). Estas experiencias humanas, asociadas a los lugares, tejen las relaciones entre la memoria individual y la memoria colectiva (Jodelet, 2010, p. 87). La Calle Real y el parque La Libertad destacan como los espacios destinados al uso, a la preservación y transmisión de esta tradición, es decir, a la materialización de las prácticas sociales, de los saberes y del hacer tradicional. Un ejemplo de estas prácticas sociales lo describe Dino Fanconi, artista plástico y exdirector de la Escuela Nacional de Bellas Artes, quien se refirió al uso de la Calle Real, en las décadas de 1950 y 1960, como un lugar de paseo y tránsito:

“…en la noche era muy visitado, la gente caminaba desde el Obelisco hasta el Puente Mallol, por la Calle Real, en ese tiempo era un paseo, los padres de familia sacaban a los niños y tú ibas a ver que a las cinco, cinco y media de la tarde, las familias completas por en medio de la Calle Real, la cual era empedrada, no era así como está ahora; caminaban desde donde está el monumento El Obelisco y regresaban en ambos lados. Había varios negocios, cafeterías; estaba la famosa heladería Oso Polar, la Delta, que vendía conos muy baratos, uno de niño compraba ahí; estaba la Magnolia, que era un restaurante muy famoso y venían los señores a tomar sus cervezas ahí, lo mismo que los jóvenes, tomaban refrescos…” (Fanconi, 2014). Vemos cómo las diferentes memorias están presentes en el tejido urbano, transformando espacios en lugares únicos, con un fuerte apego por parte de quienes vivían o viven allí, o quienes los visitaban. Estos lugares no sólo tienen memoria, sino que también se transforman en verdaderos lugares de memoria para grupos significativos de la sociedad (Carvalho, 2010, p. 871). Estos lugares de memoria, con un significado simbólico y social para la comunidad, establecen intercambios culturales y manifiestan vínculos identitarios. Para Castells (2003, p. 23), la identidad es un proceso social y la define como la fuente de significados y experiencias construidas. La feria de la Inmaculada Concepción contribuyó a aportar esos rasgos identitarios, como señala don Jubal Valerio: “…la feria de la Concepción era como el símbolo de Comayagüela, era un orgullo para los ciudadanos y era una oportunidad de poder entretenerse sanamente, aparte que tenía sus contenidos religiosos…” (Valerio, 2014). En conclusión, la Feria de la Inmaculada Concepción de Comayagüela es un lugar portador de referencias materiales y simbólicas, que está directamente relacionado con el uso cotidiano de la comunidad local a través del trabajo, lo religioso, lo recreativo y lo cotidiano. La Calle Real se convierte así en un lugar con memoria, que propicia el desarrollo de estas experiencias y actividades cotidianas capaces de producir las prácticas sociales, los saberes y el hacer tradicional de una ciudad.

Patrimonio cultural

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