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De dios a golosina...

pasando por medicina y mercancía; producción y circulación del cacao centroamericano 1520-1850

Por Rodolfo Pastor Fasquelle, Doctor en Historia, columnista, ensayista y catedrático universitario del Colegio de México, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Universidad de Pennsylvania, Haverford College. Fue Ministro de Cultura, Artes y Deportes de la República de Honduras en 1995-1998 y 2006-2009.

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Resumen

Partimos del concepto mágico antiguo y distintos tipos de cultivos y usos precolombinos del cacao para el tributo, intercambio y consumo y, luego de la conquista, para cumplimiento de la exacción de la encomienda. Seguimos con M. MaCleod los ritmos del primer ciclo mercantil del cacao centroamericano en el cual se exportó principalmente el fruto del litoral Pacífico al expansivo mercado mexicano, lo que le dio -de 1535 a 1615- un auge a la economía del Reino, lo integró en una dinámica mas amplia y fundamentó a una nueva elite encomendera. Esta élite prevaleció hasta la decadencia de esa producción en los albores del s. XVII, principalmente por despoblamiento y rechazo indígena de la explotación y por la competencia, en México, del cacao cultivado en Guayaquil y luego Venezuela, cuando su demanda se ampliaba por los usos e ideas sublimadas de criollos y europeos. Vemos luego el surgimiento de nuevas plantaciones de cacao en el Atlántico de Costa Rica para el contrabando con el inglés y el holandés y después, en el s. XVIII, el surgimiento de haciendas cacaoteras en el Pacifico de Nicaragua, para el mercado interno. Le seguimos la pista al cacao cultivado por los indígenas en el Valle de Sula hasta el s. XVIII, valiéndonos del trabajo de R. Sheptak sobre Masca y el uso el cacao en el ritual lenca. Concluyo que, aunque el nativo lo siguió ritualizando (en Tabasco, Guatemala y Honduras), el cacao dejó de ser indio y mágico en el s. XVIII y se destinó mayormente al consumo cotidiano, volviéndose (antes que lo fuera el café) la bebida social por excelencia, secularizada y compartida por todos; un producto del comercio centroamericano interior aunque estaba cada vez más claro el prospecto de su exportación.

El cacao precolombino en Mesoamérica

Hace medio siglo que el gran teórico Paul Kirchhoff diagnosticó el cultivo del cacao y sus usos suntuarios, ceremoniales y económicos como uno de los elementos que definen lo mesoamericano. Es difícil exagerar la importancia que tuvo en la antigua Mesoamérica y es bien conocido que las almendras servían también como medio de intercambio a larga distancia pues tenían, para ese fin, las ventajas de ser duraderas, de bajo peso, aceptación general y siempre útil en tanto que se podían consumir. Desde unos tres mil años antes de nuestra era (el llamado horizonte formativo) en vez de una bebida, el cacao, sus semillas y también su pulpa servían para preparar una gran variedad de bebidas, fermentos, atoles, pozoles, salsas y pastas, que se han documentado arqueológicamente (>1). Esos preparados del cacao se celebraron en el arte y se usaron principalmente en la vida ceremonial y estaban llenos de significados mitológicos que condicionaban su consumo, exclusivo de los grupos dominantes.

Después del maíz, el cacao es el fruto mas celebrado en el arte clásico maya y era una sustancia mítica. Aunque no conocemos un mito que explicara su origen, como tantos que hay del maíz, se dice que el cacao es el primer fruto del árbol del maíz y se ha tratado de reconstruir un mito maya, a partir de narrativas artísticas sueltas (Simon, 2006) (>2).

Mucho nos dicen de todas formas las variadas representaciones de los dioses y diosas del cacao, de las damas que lo preparan y sirven en los palacios, de los reyes que lo comparten entre ellos y lo brindan a sus visitantes en ocasiones que participan de la diplomacia, pero también de la comunión de los valientes con la sangre de vencidos y cautivos, simbolizada por el chocolate teñido de achiote y de la presunción de alimentarse con lo que fuera la comida de los dioses. Alguno de los reyes de Tikal -rica por el cacao petenero tambiénse llamó Ah Cacao.

El continuo consumo suntuario de este fruto era una ostentación de poder y riqueza que los reyes llevaban más allá de la muerte. Conocemos muchos utensilios que servían para preparar y servir esos alimentos en los banquetes reales. Muchas veces a los señores se los entierra con su ukib kakaw, “tazón (de él) para beber cacao”, personalizado e inscrito con ese nombre y el de su dueño, provisto para una inmediata necesidad en el inframundo (>3).

Por analogía, del mismo modo en que los hombres eran de maíz, porque el maíz era su alimento por excelencia, el cacao era en la creencia maya la sustancia de la divinidad. El cacao, reza el Códice Dresde, es su alimento (de los dioses) y los dioses son de cacao (>4). Los divinos señores que son casi dioses, pueden tomar cacao y sólo ellos y sin duda por eso también resucitan divinizados en forma de árboles de cacao (>5).

>1 Una primera recopilación bibliográfica fue la de Thompson (1969) quien cita a Motolinía, a Torquemada y a Vasquez de Espinoza sobre las preparaciones. Para actualizarse, véase a Joyce & Henderson (2009). Otro análisis se encuentra en McNeil (2007) y su artículo sobre las ofrendas en las tumbas copanecas. También se puede consultar a Sharer & Martin (2006, pp. 84 85).

>2 Marta Nájera Coronado (2012), resume muy bien esta dificultad y hace un esfuerzo heroico y muy meritorio para reconstruir el mito.

>3 El consumo ostentoso de distintos tipos de bebidas y comidas hechas con cacao era parte consustancial del banquete en la vida palaciega en el Periodo Clásico. Véase al respecto el trabajo de Michael Coe (2006, pp. 202,203). También a Henderson y Joyce, op cit infra.

>4 En su trabajo, M. Coe (2006) sugiere que de algún modo el maíz y el cacao son la misma cosa y que el dios del cacao es el dios del maíz. Es interesante ver cómo a través de las fuentes coloniales tempranas el concepto del cacao como alimento de los dioses pasa latinizado al conocimiento botánico occidental como theobroma.

>5 Ver figuras de vasijas del Petén e Incensarios de Copán. El consumo exclusivo es parte de la sacralización. A veces el arte funerario maya representa a un rey que resucita en forma de árbol de cacao. Véase la vasija trípode confeccionada en El Petén, Guatemala, entre el 400 y el 450 que hoy está depositada en el Museo Miho, Shigaraki Japón (M. Fields, Reents-Budet, & Agurcia Fasquelle, 2005, pp. 239,240 y 241).

Los dioses del cacao y sus simbolismos

En aquel mundo encantado, el cacao en efecto era un dios y una diosa o como es frecuente en Mesoamérica, varios dioses (>6). En el arte mesoamericano antiguo, en el maya más, abundan las representaciones femeninas y masculinas de esa divinidad. Más tarde cuando -hacia 1535- los encomenderos guatemaltecos le exigieron a los indios cacaoteros que justificaran la disminución de la cosecha, éstos respondieron que los frailes les habían agraviado a este dios de cacao (Tous Mata, 2011).

> Diosa del cacao, de la colección del Museo Popol Vuh de la Universidad Francisco Marroquín. Fuente: http://www.mayasautenticos.com /Pacific_low _lands_ceramic_galle.htm

> Diosa del cacao, de la colección del Museo Popol Vuh de la Universidad Francisco Marroquín. Fuente: http://www.mayasautenticos.com /Pacific_low _lands_ceramic_galle.htm

Hay figuras que parecen personificaciones del árbol a las que les cuelgan bellotas de cacao. Véase como ejemplo Infra (>7), o la figura esgrafiada en un guacal de piedra caliza yucateca, con la imagen por un lado del antropomorfo Dios del cacao, ataviado como rey, brotado de bellotas, sentado en un trono, señalando a una vasija de bebida espumeante bajo una inscripción jeroglífica con su nombre, Ixim te, Árbol del Maíz, mientras que al dorso, ese mismo dios nada en el inframundo mientras tiene una visión (>8).

La tapadera de un incensario proveniente de la Zona cacaotera de Suchitepequez representa un busto joven, bello y desnudo de la diosa, incrustado con almendras y emergiendo de un manto y una falda de almendras de cacao (>9). Hay un vínculo poco claro del cacao con el dios Itzamnaaj Kawil, dios del trueno, uno de los más importantes con cuya máscara se representa al señor presumiblemente petenero que, según el relieve de esta otra vasija negra, muere, es amortajado y enmascarado, enterrado en la montaña florida del Grano de Maíz de los mantenimientos y de cuya superficie brota, resucitados después, él como árbol de cacao, su padre como árbol de calabazas y su bella madre como un árbol de serpientes que pudieran ser bejucos (¿de frijol?). Quizás la asociación con el dios del Trueno estaba vinculada a la de la fertilidad y de la lluvia. El cacao necesita mucha agua y simboliza la fertilidad.

Otra representación masculina del dios del cacao se exhibe en la sala maya del Museo Nacional de Antropología de México. Es una vasija policroma originaria de Mayapan, capital de la Ruta del Cacao, de alrededor de un metro de alto, figura pintada casi toda de verde, que es el color del agua y del jade, salvo por su cuerpo rojo. Representa al dios del cacao como un hierofante con atributos, otra vez, de Itzamnaaj quien, al igual que la diosa, es el dador, extiende sus brazos para presentar una media bellota de cacao mientras que de su tocado decorado con flor de cacao cuelga un manto que debe ser de plumas verdes preciosas; un elegante dios de la riqueza, de la cual era símbolo el grano dorado y ostentosos dueños, sus mercaderes.

Al igual que otros dioses agrícolas como el del maíz, con el cual llega en muchos momentos a confundirse, el cacao muere y renace. El más profundo y complejo simbolismo del fruto gira en torno a esa capacidad de resucitar y de este concepto mágico del fruto, se derivan un profundo simbolismo y un uso ritual complejo. El cacao es vida y es muerte.

>6 Como el maíz, el frijol, los hongos, el chile y la ceiba todos eran dioses y era antiguo y especialmente querido, el dios que daba el cacao.

>7 Museo del Popol Vuh. También los incensarios de los reyes copanecos representan a esos ancestros divinizados resucitados como arboles de cacao. Véase a Wright (2011, p. 283).

>8 Mercedes de la Garza discute y enriquece la iconografía en Nájera C. op cit supra. El texto glífico frente al personaje confirma la identidad de este dios como ixim te (árbol de maíz) parecido al ixim tél kakaw (árbol de maíz como cacao) y muchas veces cuando los reyes resucitan como árbol de cacao. Véase (M. Fields, Reents-Budet, & Agurcia Fasquelle, 2005, pp. 206- 207, y también 239, 240 y 241).

>9 Museo Nacional de Arqueología y Etnología en Guatemala, Guatemala, N° de Inventario 15598, es identificada solo como dama que sostiene cacao, es una tapadera que mide 32 por 42 cms, pero ella no sólo sostiene un plato con bellotas de cacao como todos los dioses del género, si no que también su cuerpo y vestido están hechos de cacao, su torso desnudo esta incrustado de semillas y su cabeza y torso están formados como el cono de una bellota.

> Museo del Chocolate, Yucatán, México. Fuente: http://www.eluniversal.com.mx /destinos-viajes/2014/paraembarrarse-de-chocolate-yucatan-destinos-91353.html

> Museo del Chocolate, Yucatán, México. Fuente: http://www.eluniversal.com.mx /destinos-viajes/2014/paraembarrarse-de-chocolate-yucatan-destinos-91353.html

Sus bellotas son símbolos femeninos, del vientre fértil henchido, de la muerte (que es el estado anterior a y posterior a la vida), de la regeneración y de la dirección sur, del Tlalocan. Pequeñas vasijas zapateras en forma de bellotas de cacao, encontradas en entierros en Nicaragua, evocan ese simbolismo uterino del fruto, en cuyo interior -incluso intactomuchas veces germinan las semillas. Se han encontrado semillas de cacao y piedritas rodadas junto con dientes de infantes muertos al nacer dentro de esas vasijas funerarias del antiguo nicarao, como ofrendas y símbolos de regeneración, e igualmente entre los Lacandones y los choles. De esos simbolismos emana el uso del cacao en ceremonias de matrimonio y nacimiento, práctica que persistió en la colonia y Michael Coe asegura sigue siendo prevalente en el área maya (>10). De esos simbolismos de género deriva la preparación misma que mezcla el cacao, que es hembra, con el maíz que es macho y lo equilibra en el pinolillo o el tiste (>11). Se analogan también las bellotas con el corazón y el chocolate con la sangre, que son todas sustancias preciosas de la vida.

En la otra cara de esa naturaleza, el cacao simboliza la muerte y el sacrificio. Al chocolate, que simboliza la sangre, se le agrega achiote para reforzar el color que muchas veces citan las fuentes coloniales cuando aseguran que es colorado, aunque en alguna ocasión antiguamente se usó cinabrio para ese fin. Esa bebida de cacao perfumada y coloreada servía para una comunión ritual y para preparar a las víctimas de sacrificio. Diego García de Palacio (más tarde en 1570 Oidor de La Audiencia) asegura que los pipiles y nicaraos cultivadores del cacao nicaragüense, les ponían a los cautivos que estaban por sacrificar collares de semillas de cacao. Así decoran todavía a los santos en sus altares los indígenas en La Chontalpa, Chiapas.

Una investigación etnohistórica sugiere que el cacao era una de varias especies utilizadas para confeccionar esas bebidas, cargadas de simbolismo y de cualidades diversas (>12). Diego Duran menciona la flor aromática que se recogía como tributo por parte de los aztecas, que servía para preparar el chocolate y era muy valiosa como artículo de intercambio porque era necesaria para ciertos tipos de preparativos del cacao. Hay repetidas menciones de varias sustancias vegetales con que comúnmente condimentaban o aumentaban los antiguos la tan apreciada espuma sobre la superficie del chocolate. Alfredo López Austin (1974) cita a Sahagún, cuyos informantes le referían el acompañamiento del chocolate con sustancias extrañas que servían también para anestesiar a las víctimas de sacrificio.

No se ha perdido por completo el sentido mágico y aun la ritualidad en torno a esa planta y fruto que, como tantas otras cosas de la religión antigua, sobrevivió en el sincretismo del nativo, se introdujo en el mundo del criollo como veremos y finalmente aún en las obsesiones europeas.

>10 Debe ser maya yucateco y o guatemalteco. M. Coe (2006), (Fernández, 1881, pp. 1-52). En una conversación personal, la escritora Helen Umaña me relató que cuando era niña en su casa en el Oriente de Guatemala se celebraban los nacimientos con chocolate.

>11 Ambos nombres coloniales (McCafferty & McCafferty, 2013). Se ha encontrado en vasijas papagayo y en otras que representan guacales una mezcla de una especie inferior de cacao el pataxte (theobroma bicolor) con maíz o en su defecto malanga para espesarlo y miel de abeja y otras especies. Hay que notar que en la antigua clasificación maya los criterios son de género. Poco después en la Europa serán de frío o calor, pero se hará la transición fácil porque a alguien le resultó evidente que la hembra era fría y el macho, calor.

>12 Esto a pesar de que mucho del territorio entre el Soconusco y Tenochtitlán seguía estando sin conquistas. El Códice Mendocino es la matrícula de Tributos azteca que los españoles usaron para su propia fiscalización de lo conquistado. J. Bergman cita la lámina del Mendocino correspondiente a Soconusco, aunque no otras. Según el cálculo de ese autor, el emperador azteca recibía anualmente unas 72 mil libras de cacao. Lo computado para El Soconusco era 23 mil. Bernal Díaz del Castillo (1904, p. 280) menciona repetidamente esos repositorios y el consumo de cacao en la corte del Tlatoani Moctezuma, a quien bellas doncellas servían chocolate varias veces durante su comida como al joven dios del maíz.

Producción del cacao en la antigüedad

El cacao mesoamericano se cultivaba a lo largo de las costas que tienen condiciones para cobijarlo, entre los 10 y los 15 grados de latitud, desde Guerrero hasta los lagos de Nicaragua en el Pacifico y desde Veracruz en el Atlántico bajando al sur, hasta el Valle de Sixaloa en Costa Rica pasando por La Chontalpa, Izabal, Sula y La Mosquitia (Bergman, 1969). Freidel asegura que, si bien hay evidencia de sistemas de cultivo intensivo incluso con riego en el Pacifico, también hay indicios de sistemas de cultivo rudimentario semi silvestres (semejantes a los agro silvícolas de los nativos de Norteamérica) en los que solo se raleaba la selva en los sotos, se sembraba y cuidaba un par de años la planta y luego se abandonaba a su suerte (Freidel, 1983). Siempre hubo cacao en las huertas domésticas y parece haber habido siempre pataxte silvestre, un tipo de cacao mucho menos apreciado que el cultivado en las mismas áreas cacaoteras.

Sospecho -aunque no puedo probarlo-, que algunos cacaos que hoy son semi silvestres o que se han asilvestrado eran preferidos en la antigüedad por su vigor y resistencia y ese quizás era el caso del cacao mico del Valle de Sula. El cacao era cultivado en la zona Maya, con notable abundancia en los sotos de los ríos que confluían en el Golfo tierras que, además de ser especialmente feraces, colindaban con las vías de comunicación idóneas y los ríos que confluían en los puertos, muy convenientemente, para una sociedad que no tenía bestias de tiro, ni la rueda, ni podía construir caminos en la selva húmeda y los pantanos que habitaba. Los mayas tropicales eran gente del pantano.

También sabemos por los cronistas y archivos administrativos del s. XVI, que los antiguos cultivaban cacao para uso propio, en las comunidades y para pagar tributo. Lo cultivaban -como otros granos- para tributar, en parcelas consideradas propiedad del altepetl y otras de los caciques.

El ahau o tlatoani (jefe hereditario del altepetl) reparte la tierra y la obligación de pagar tributo entre los jefes del calpulli y a su vez, estos reparten la obligación del cultivo y producción entre los miembros de estos clanes (MacLeod, 1973). En su Historia General y Natural de las Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo (1855), explica que por eso a los caciques y señores “…que alcanzan estos árboles en sus heredamientos tienenlos por muy ricos cacachunis y príncipes… y estos usanlo [lo consumen] porque lo pueden hacerlo… y les dan de tributo de estas monedas, demás de tener de su cosecha y heredamientos…”.

La exclusividad social en el consumo me parece relativa. Díaz del Castillo (1904) asegura que había cacao en el mercado de Texcoco y se vendía ahí chocolate y no creo que sólo la nobleza asistiera al tianguis. Cabe anotar que, como bebida energizante, se suministraba a los guerreros probados que salían a batalla. Lo esencial aquí para nuestro fin es que el cacao no era una mercancía común sino un producto sacralizado de exacción tributaria y de uso restringido.

En la cúspide de ese sistema tributario piramidal estaba, en 1520, el Huey Tlatoani de México. Tenochtitlan debió recibir cacao de otras provincias pero el estudioso John Bergman asegura que lo recibía principalmente del Soconusco y de la Chontalpa (Bergman, 1969, p. 85). Recién sometida por los aztecas, Soconusco, estaba obligada a llevar a México Tenochtitlán, según el Códice Mendocino, 200 cargas dos veces al año siendo en total 400 cargas de 60 libras que era un tercio del total del tributo en cacao que recibía el Huey Tlatoani. Ello surtía las grandes bodegas de cacao de que disponía el emperador (>13).

A diferencia del de Soconusco, el cacao del Atlántico no viaja como tributo, es fruto de un intercambio sistemático con productos tributados en Yucatán (manta, sal y esclavos), intercambio que llevan a cabo los pochtecas procurando la recolección en el Golfo a lo largo de lo que P. Gerhard ha llamado rutas militares y comerciales (>14), para llevarlo a Acalan Tichel, desde donde se lo remontaba a las cabeceras de los ríos para que al final lo cargaran los tamemes a Tenochtitlan. Todavía no se sabe con certeza cómo se conectaban los comerciantes mayas yucatecos que recolectaban el cacao en las costas del Caribe del istmo, con los comerciantes mexicas que realizaban la entrega final. Es posible que en 1519 se produjera más cacao que el tributado a México en el mismo Soconusco y los pochtecas usufructuaban el remanente para su intercambio, como sin duda hacían con el cacao del Golfo. No se pueden entender aún esos remanentes como mercancías porque no había precios sino solo equivalencias entre productos intercambiados, pero era lo que más se parecía a una mercancía y eso llamó la atención del español.

>13 En la antigua Nicaragua la decoración esgrafiada sobre las vasijas estriadas zapateras, frecuentemente encontradas en los entierros con residuos de cacao, representan a la receta del chocolate. Figuran en esa decoración la vainilla y otras especies que se agregarían al cacao (McCafferty & McCafferty, 2013). También véase a López Austin (1974, p. 65), así como los trabajos de Jan Elferink (1988, p. 1999).

>14 Peter Gerhard (1979, p. 213), sugiere que los nahuas controlaban los enclaves productores de cacao de pipiles y nicaraos en el Pacífico, chontales en Tabasco y nahuas en Papayeca, pero nada indica que estos enclaves nahuas tributaran a México Tenochtitlán fuera del Soconusco.

El cacao a la hora de la conquista

Del cacao del Caribe centroamericano tuvieron primicia noticiosa Colón y sus acompañantes luego de capturar una canoa mercante en Guanaja, aunque sin saber bien que fuera. Fue más bien Hernando Colón, el hijo del Almirante, quien años después rememoró que en una canoa capturada por su padre en Guanaja, en 1502, había muchas de estas almendras, que eran moneda en la Nueva España. También menciona que su padre había reparado en el valor que tenían para los ocupantes de la nave, que se afanaban por rescatarlas cuando se desparramaban de manos de los españoles, pero evidentemente sin entender de qué se trataba.

En su tesis doctoral, aún inédita, Russell Sheptak (2013, p.33), asegura que los pochtecas consideraban la región que va desde Golfo Dulce hasta el Valle del Ulúa Balahama, la mayor zona productora de cacao (>15). Al momento de la invasión española, esa región era controlada por Cocumba, Cocamba o Cicumba (“el que llueve”) a quien Sheptak identifica como cacique lenca y a quien Diego García de Celiz llama “…el más principal cacique que ay en toda esta gobernación y (a quien) los yndios llaman el gran mercader de cacao…”.

Explica García de Celiz que, tanto Naco como los pueblos que están sobre el río dan tributo de cacao a Cocamba (>16) y procede a describir su sede, Ticamaya, como “…un sitio de mucho trabajo por el mucho cacao que se coge (en su comarca) que es el guadalcana de los indios…”.

Hernán Cortés fue el primer español que conoció, propiamente hablando, el Atlántico cacaotero en su desventurado viaje a Honduras o Higüeras en 1524. En su Carta Relación al Rey describe como, después de tomar nota del cacao de La Chontalpa en Tabasco, cruzó los ríos y pantanos del Petén y cuando llega a la región de Izabal observa que tanto las riveras del Río Sartoon como del Río Chabon están sembradas con huertas de cacao, de modo que, desde la región del Lago hasta la costa hay un activo tráfico de canoas que llevan por esos ríos el grano seco a los puertos, particularmente al de Nito, en donde se lo cambia por mantas de algodón, esclavos y sal, todos ellos producto s y medios de cambio yucatecos. Más tarde su hijo, Martín Cortés, quiso hacer un viaje semejante para el cual pidió la colaboración de un rey chontal de la dinastía Paxbolon. Según este registro Martín dijo:

…Rey Paxbolon, aquí he venido a tus tierras, que soy enviado por el señor del mundo, emperador, que está en su trono en Castilla, que me envía a ver la tierra y de que gente esta poblada; que no vengo a guerras, que solo te pido me despaches para Ulúa, que es México, y la tierra donde se coge la plata y la plumería y el cacao, que eso quiero ir a ver… (>17)

Ocho años después de la expedición de Hernán Cortés a Honduras, Alonso de Ávila informó en 1533 que “…desde el pueblo de Campeche y la provincia de Guayamil y Tutuxio y Cochua… todo el comercio de cacao y de otra mercadería esta en el dicho Río Ulúa…” (>18) Oviedo registra este tráfico cacaotero del Atlántico todavía más tarde y sabemos que estaba activo doce años después, en tiempos de las guerras de conquista de Montejo en Honduras hacia 1537 (Fernández de Oviedo y Valdés, 1855, p. 254). Quizás fue el oficial Protector de los Indios y su azote a toda vista, el primer obispo de Honduras, Cristóbal de Pedraza, quien originó el reporte de Oviedo de que las márgenes del Río Ulúa Balahama por más de 30 leguas estaban pobladas de hermosas huertas de cacao (>19). Las áreas principales de cultivo en el Atlántico eran Izabal y Sula, pero Igual, López de Velasco y Cortes reportan cacaotales en el Valle del Aguán, que el mismo Bergman intuye que estaba poblado por grupos nahua de repente llevados ahí para poblar (y cultivar) por el pochteca (>20).

Se trataba de una red muy compleja y un circuito bien establecido de intercambios, una ruta análoga, dice en cierto momento M. MaCleod, a la Ruta del Ámbar. Chamberlain señala que el Obispo Diego Landa consigna en su Relación de las cosas de Yucatán que los señores mercaderes yucatecos tenían enclaves (premises traduce Sheptak) para venir a comprar cacao y en particular, las familias de comerciantes tenían agentes que residían en la región del Ulúa para comprar cacao. Ralph Roys en 1957 relata otro documento que cuenta como, en medio de una rebelión de los Xiu, otra familia rival de pochtecas exterminó a todos los Cocom en Yucatán, salvo a un miembro de la familia que se salvó porque andaba comprando cacao en el Ulúa. Sheptak documenta la presencia de los apellidos nobles Chi, Cocom y Chan, de origen Yucateco (de Chetumal) en los pueblos ribereños del valle de Sula, Masca en particular dice, “…único poblado de Honduras en donde hay registro de una familia apellidada Chi...”, y sugiere con fundamento y autoridad que estos apellidos eran de personas que residían permanentemente en el Valle, quienes quizás habían emparentado con las familias dominantes de los toqueguas, grupo de origen lenca y multilingüe que -según piensa y convencedominaba el valle y el cacao (>21).

Robert Chamberlain (1953) en sus libros sobre la conquista de Yucatán y de Honduras, registró por primera vez el curioso dato de un acercamiento de estas familias nobles yucatecas con Francisco de Montejo, después que este había sido expulsando de Yucatán (1535) y cuando estaba en proceso de pacificar, en 1537, a Honduras, abandonada por Pedro de Alvarado (>22). Aún en medio de esa guerra los comerciantes maya le proponen a Montejo una asociación e incluso algún tipo de subordinación o reconocimiento con tal que proteja su tráfico y comercio entre Yucatán y Honduras. Esto es interesante porque, en medio de las guerras, permaneció la continuidad de la demanda de cacao posiblemente por un consumo ampliado doce años después de la conquista de México Tenochtitlán, cuando ya era notable el efecto de las guerras, el esclavismo y las epidemias sobre la población en el centro de México. Habla también -este dato- de la falta de compromiso de estos comerciantes con el viejo orden político local. Aunque había sido su aliado, los tiene sin cuidado si Cocamba u otro controla Sula, con tal que ellos consigan el cacao. Finalmente, el acercamiento con Montejo expresa la duda de los nobles mercaderes respecto a la posibilidad de desentenderse del conquistador a quien acababan de sacar de la Península, pero que se les había ido a meter a su guadalcana del cacao que era el Golfo, entre Izabal y Sula. De repente había llegado para quedarse.

Del cacao de Soconusco tuvo inmediata noticia Hernán Cortes después de caer Tenochtitlan en sus manos, al estudiar “El Mendocino” y manda a Pedro de Alvarado a conquistar el Istmo y Guatemala luego de escuchar reportes acerca de su riqueza. En la Segunda Carta que le escribe Pedro de Alvarado reportándose desde esa misión, le menciona las muchas huertas de cacao que encuentra en Suchitepéquez cuando esta por subir al altiplano, conoce el árbol y entiende que fructifica en dinero. Bergman presenta un mapa que muestra cómo, en tiempos precolombinos, los quichés y cachiqueles se disputaban las tierras cacaoteras de la costa, guerreando entre ellos por ellas (>23).

Las tasaciones de tributos mostraron poco después como a los Estados indígenas de los altos de Guatemala que no podían cultivar directamente el cacao, se les podía cobrar dicho tributo porque poseían o controlaban terrenos cacaoteros en la vertiente del Pacifico, quizás en un esquema semejante al que conocemos en Perú (>24). De modo que las huertas de cacao ya eran territorios de los reinos mayas de los altos y deben haber sido vitales para su economía. Igual a las encomiendas del Oriente de Guatemala se podía cobrar el cacao que habrían conseguido en Zacapa e Izabal.

Domingo Juarros recuerda, al narrar la conquista de El Salvador por Pedro de Alvarado, que aún con trescientos españoles, cien de ellos a caballo y unos seis mil aliados indígenas (tlaxcaltecas y guatemaltecos), avanzaba lentamente. Era un terreno desconocido por sus guías al que llegó después de la tercera noche de su campaña a Ezquintepeque, la que encontró abandonada e incendió. Aún así no podía vencer la resistencia hasta que amenazó al cacique con destruir las huertas circundantes de cacao, y con eso obtuvo sumisión (Juarros, 1857).

Más al Sur, Oviedo asegura “…Estos árboles hay… en la provincia de Nicaragua… se trata -explica- de un medio de cambio dúctil (en Nicaragua) porque se puede comprar con él cosas de poco o mucho valor… todo se compra con cacao… oro, esclavos, telas, viandas… y hay mujeres públicas que se entregan a quien quieren por tres almendras de cacao… su moneda…” (Fernández de Oviedo y Valdés, 1855, vol. IV:36-37; vol. I:315).

Los primeros encomenderos reconocieron desde un inicio el potencial del cacao. Se dieron cuenta de que el producto se podía convertir en mercancía por lo que muy pronto exigieron más cacao como tributo y empezaron a traficarlo.

>15 El trabajo de Sheptak es una tesis doctoral de la Universidad de Leiden. En este caso cita un documento de AGI 1534 Guatemala 49 N. 9.

>16 Ibídem cita a 1535 AGI Guatemala 49 N. 11, Guadalcanal es valle o tierra fértil en árabe. CP, CP

>17 Ibídem, capítulo 6, p. 15 o 147. Sheptak cita un documento manuscrito recopilado por Scholes y Roys, 1948, pp. 372 y 391 atribuido sin más detalle nombre o fecha “a un escribano chontal del siglo XVI”. Se trata de un testimonio particularmente valioso porque es un maya relatando lo que declara el español.

>18 Ibídem cita a Scholes and Roys 1948, p.130, nota al pie de página # 15.

>19 (Fernández de Oviedo y Valdés, 1855, vol. III: 254). Es un dato que tendríamos que consultar en el original. Bergman lo cita y Sheptak también (C.P.) pero parece estar citando a una fuerte del Cronista Real que registra más bien 80 leguas del río pobladas de huertas. Con respecto a los grupos nahua hablantes vinculados a la producción de cacao en Centroamérica es interesante la tesis de MaCleod de que se trataba de un esfuerzo sistemático por extender el alcance de la Ruta, pero el vínculo del cacao con el maya y el lenca es imborrable.

>20 Bergman, op cit p 94. cita a López de Velasco, p. 312, quien es de la opinión que el cacao del Atlántico era mucho menos que el del Pacífico, primero porque las huertas del Atlántico desaparecieron tempranamente,después porque no hay registro de tributo precolombino y finalmente porque tampoco encuentra tasaciones coloniales. pero cita la opinión contraria de Millon, (1955, p. 703). En lo personal pienso que son distintos sistemas de producción y de circulación o intercambio.

>21 Que hablaban náhuatl (refiere topónimos y nombres calendáricos) y sin duda también yucateco, la lengua de sus socios principales, pero subraya Sheptak que la mayoría de los topónimos son lencas. Sheptak lo afirma en el final del segundo capítulo. Sobre la estructura social y la condición de nobleza, este autor consigna que los documentos más tempranos del Valle de Sula refieren la existencia de tlatoques (es decir gobernantes mesoamericanos, de un altepetl autónomo) y una distinción social entre indios principales y los demás,sin que quede claro si esa es una simplificación de la fuente hispana o refleja una estructura social simple en la antigua Sula.

>22 Quien había llegado a tiempo de salvar a Santa María de la Buena Esperanza, como se llamaba con voz piadosa el real esclavista fundado en la vecindad de Naco y a tiempo también de embarcarse en Honduras, antes que lo capturara Maldonado, el Juez Oidor enviado a procesarlo sobre todo por abuso de autoridad. Sheptak dice que los nativos del valle asediaron el campo español porque este asentamiento retaba a la autoridad y control de Cocumba. En realidad los nativos de Hibueras y Honduras estaban alzados desde 1532, no sólo en el valle de Sula, si no en un amplio territorio desde los valles de Olancho, que habían sufrido las depredaciones de Pedrarias Dávila desde León y Trujillo,asentamiento que había servido largamente como puerto esclavista hasta las montañas de Cerquín, pasando por Sula. Véase a Chamberlain (1953).

>23 J Bergman, op cit. Es el primer mapa del trabajo que muestra los territorios étnicos como extensiones contiguas hasta la costa. No estoy seguro que ese concepto interpreta bien los datos. MaCleod (1973, p.37) infiere a partir de las guerras étnicas (que eran universales en Mesoamérica) que la riqueza del cacao atraía la violencia.

>24 Discutido por J. Murra, como nichos (¿ecológicos?). Es el caso de casi todos los estados étnicos de Los Altos. (Bergman, 1969, p.91).

Primer ciclo del Cacao en el Reino de Guatemala 1535-1620

Fue Murdo MaCleod quien por primera vez en su obra Spanish Central America armó el rompecabezas e identificó con claridad la temprana importancia del cacao en la primera colonia española centroamericana. MaCleod describió el primer Ciclo del Cacao, como un periodo de auge en la economía del Reino de Guatemala, que arranca en 1536 luego del agotamiento legal y material del ciclo anterior, caracterizado por la exportación violenta de cautivos de guerra a las islas del Caribe -despobladas ya en 1520- y a Sudamérica para las expediciones a Ecuador y Perú, de 1529 a 1534 y por la explotación de oro de placer que extraían cuadrillas de esclavos, encomendados y mineros, en el norte y occidente de Honduras y en Olancho. Al establecerse la primera Audiencia y el régimen de encomienda en los 1530’s, ocurre un par de cosas pertinentes: Bartolomé de Las Casas está confrontando en ese momento a los reyes con sus conciencias y exige la abolición de la esclavitud indígena, convenciendo a la Reina para ese fin. Sin esclavos indígenas era demasiado difícil conseguir oro, así, los españoles descubren el potencial del tributo en cacao.

En ese mismo momento llega a Guatemala en persecución de Alvarado, el Presidente Alonso Maldonado. Entre 1536 y 1544 Maldonado reparte entre sus acompañantes, amigos y parientes, viejos y nuevos (por matrimonio de sus hijas con la casta de conquistadores) las encomiendas cacaoteras más ricas, desde Soconusco hasta Izalco y otras aledañas que se podían convertir en cacaoteras (>25). El cacao entra así a un mercado con limitaciones porque se lo sigue obteniendo como producto de una dominación, pero ya es –en cierto sentido de la palabra- una mercancía porque va a tener un precio a la hora de venderlo y como tal, impactará las formas de propiedad y estará sujeto a ciclos de oferta y demanda, de productividad y competencia, mientras sigue siendo el medio de cambio por excelencia sujeto cada vez más a la adulteración y falsificación (>26).

Ciertamente una gran fortuna se reparte por medio de la encomienda entre poco más de una veintena de individuos afortunados que se conservaron como grupo por medio de prácticas incluso endogámicas (>27). Así se conformó hacia 1544 lo que algunos han llamado la aristocracia cacaotera, avecindada en Santiago un grupo de dinámicos proto empresarios. No fueron estos los únicos en beneficiarse del cacao en la colonia temprana; el visitador Juan de Pineda, más tarde oidor y luego encomendero y fundador de Sonsonate, informa al Rey circa 1550 que muchos indios están ricos y ellos y sus familias muy bien vestidos porque después de la muerte de sus vecinos cosechan sus propias huertas de cacao y las de los muertos (>28). El rápido surgimiento de un grupo de comerciantes independientes supone otras formas de circulación y aún una cierta herencia y continuidad de la clase de los pochtecas.

Algunos estudios han querido establecer que los caciques indígenas conservaron una parte importante del producto (Tous Mata, 2011) (>29). Ciertamente circulaba mucho más cacao del que captaban los veinte grandes encomenderos. Bergman hace ver que el Obispo García Peláez que residía en Guatemala estimaba que se producían ahí, en la cúspide del auge, unas cien mil cargas o sea seis millones de libras de cacao. Añade que los datos de Vásquez de Espinoza parecieran corroborar esas magnitudes. Y concluye que puesto que la exigencia del tributo solo llegaba a unas 5,250 cargas tasadas, eso no habría representado mucho más que el 5% del total (>30). Esta información permite entender la prosperidad del grupo de comerciantes del cacao, españoles e indígenas que de hecho habrían canalizado entre todos que eran muchos la mayor parte de la producción. Sin duda, por los abusos abundantemente documentados, también porque manejaban mejor el mercado y porque no necesitaban un capital inicial, los encomenderos fueron quienes más notoriamente se lucraron y consiguieron consolidar un poderío a partir de su control del producto (>31). M. MaCleod hace ver que estos encomenderos se empeñan en llevar el cacao al que era su mercado por excelencia, México, al extremo que uno de ellos en pocos años arma una flotilla para navegar a Huatulco.

Si bien sujetos a la autoridad real, los encomenderos constituyeron el grupo hegemónico de la colonia temprana. De 1535 en adelante prevalecieron en el Cabildo de Santiago y asimismo, por sus conexiones ante la Audiencia, formaron un grupo económico, social y político hegemónico que perduró en el poder mucho después de las reformas que intentó hacer la Corona circa 1544 con las Leyes Nuevas.

El monto del tributo del cacao del Soconusco bajó un lustro después circa 1550, cuando aún no había madurado la plantación nueva extendida por presión de los encomenderos en lo que hoy es El Salvador. MaCleod cree ver en esa coyuntura un ciclo bajo de la economía, puesto que ya estamos hablando de una mercancía propiamente. La escasez del fruto catalizó en un aumento de los precios. Poco después la producción llegó a su máximo nivel (al madurar la plantación de Izalco) en los 1560’s. El mejor precio y la demanda ampliada permiten cosechar una bonanza sin precedentes. De modo que cuando, instruido para combatir los excesos de la encomienda, presidió la Audiencia el Lic. Cerrato, pareciera que -al final- más bien se incorporó o fue asimilado por el grupo al que tenía que reformar como había sucedido antes con otros (>32).

Según las tasaciones de los 1550’s, todavía unos pocos pueblos de Chiquimula (¿e Izabal?), pudieron haber aportado unos 1,500 xiquipiles, poco más de 28 mil libras. Esa carga se incrementó hasta que en 1570 los pueblos cacaoteros de esa región pagaban a sus encomenderos 15,709 xiquipiles de cacao (Bergman, 1969, p. 92), diez veces el nivel original los que, según los cálculos de conversión, pesarían unas 314 mil libras que serían poco más de cinco mil cargas de sesenta libras. En el Pacífico se producían otras tantas según Diego García del Palacio:

…cógese tanto que lo que sale a la Nueva España y lo que dan de tributo y lo que gastan en sus casas debe ser solo en cuatro lugares de Izalcos más de cincuenta mil cargas que a su precio común (in situ) valen unos quinientos mil pesos de oro yo los conté y yo repartí el tributo… (Fernández, 1881, pp. 1-52).

Sin exculpar sus abusos por su riqueza, los encomenderos fueron además, como hace ver Murdo MaCleod, un grupo importante para el Reino. Resistieron la disolución de la Audiencia en 1564 y mediante sus procuradores en la Corte, consiguieron su restauración en 1567. Más tarde, desde el Ayuntamiento de Santiago que estaba bajo su control, los encomenderos del cacao se enfrentaron mancomunadamente a los cobros onerosos nuevos que impuso el Virrey Luis de Velasco en el crucial mercado novohispano (>33).

Tenemos que investigar mucho más a este grupo de encomenderos llamados también “los salamanqueños” (MacLeod, 1973) que fue, desde ese momento del reparto, el grupo dominante en el reino. Se insinúa que se beneficiaron grandemente también por el aumento del precio del cacao guatemalteco en México que, entre 1526 y 1540, oscilaba al alza de 5 a 10 pesos de oro de minas por carga (de 60 lbs.) pero aumenta después, en los 1550’s, a un nivel sostenido de entre 17 y 25 pesos por carga; cuatro veces el primer precio europeo registrado. Ese incremento responde claramente a la nueva demanda, aunque esta dista de ser pura y no genera de inmediato una verdadera producción mercantil, de este fenómeno económico se beneficiaron otros muchos.

Todos los datos que tenemos de precios coinciden. MaCleod (1973, p. 249), hace una compilación que muestra el incremento de los precios en Guatemala sostenidos hasta el final del ciclo. En México los precios siguen la misma tendencia aunque da la impresión de que eran más estables, quizás porque llegaba cada vez más cacao de otras regiones productoras. Al menos entre 1550 y 1580 no pareciera haber un diferencial entre los precios registrados en Guatemala y en México, como si el costo de transporte y algún impuesto no incidiera sobre el precio en la plaza final ¿o bien, fuera este último el único que contaba? (>34)

El cacao se continuó usando como moneda masivamente hasta fines del s. XVI. También se amplió la base de la población originaria que lo podía consumir libremente. Pareciera -y lo concluyen varios colegas- que, con la conquista, el uso del cacao se democratizó. Tal vez lo empezaron a consumir pronto no solo los colonos españoles sino también los sobrevivientes indígenas, que se beneficiaban con la producción de su propio cacao y de otras mercancías europeas (el ganado menor, la seda, varios productos textiles, los primeros trabajos pagados en las minas) así como de artículos que tenían una nueva demanda y cuyo beneficio les permitía comprar entre otras cosas y consumir cacao sin restricción (>35). Quizás desde ese mismo momento empezó a secularizarse su uso como artículo de consumo. Los indios trabajaban las huertas antaño comunitarias y presumiblemente las de los antiguos caciques para entregarles el producto a los encomenderos, quienes enviaban el cacao a México en donde se generó un mercado genuino que a veces se comporta de manera especulativa. Poco a poco éste tuvo una entrada lenta a España y casi inexorable a las cortes europeas a fines del s. XVI. Será una princesa española quien lleva el chocolate a la Corte de Luis XIV, rey de Francia.

Desde los 1550’s se ha estimado que la flotilla de don Juan de Guzmán (quien tenía cuatro embarcaciones), era en total de 15 barcos; hacía dos viajes al año desde el Soconusco hacia Huatulco y Acajutla en México. Esta flotilla acarreaba $250 mil pesos de cacao declarados, lo que nos da una idea general de la riqueza que movían los encomenderos del cacao porque además se enviaba algún cacao a Guatemala y aún a España, por el Caribe (MacLeod, 1973: fig. 26 y p. 249). Ese mismo cacaotero, armero y naviero don Juan de Guzmán habría obtenido su encomienda casándose con la viuda de un rico encomendero y es el mismo que MaCleod reporta que regresa a España y compra dos mayorazgos. Lo toral es que aún en la actividad mercantil de la encomienda hay un precio del producto sujeto a regulación y límite, a especulación pero convertible a oro y plata aún y cuando el cacao era todavía un producto indígena.

El aumento del precio y del valor y esa novel convertibilidad anhelada amplificaron las exigencias de los encomenderos que incrementaron grandemente la presión sobre los indígenas. Exigieron mucho más de lo que antiguamente exigía en Soconusco el Huey Tlatoani. Se obligó a muchas encomiendas en tierras altas a obtener cacao vía intercambio para tributarlo. “…En el Pacifico la producción de cacao incluso se expandió de 1555 a 1580 con todo y los problemas de población y mano de obra que ya se habían pronunciado, con las supuestas reformas y las nuevas epidemias. Se extendió el cultivo a algunas áreas que no eran idóneas por su régimen de precipitación, como el área de Nonualco en El Salvador…” (Bergman, 1969, p. 93).

Por entonces, escribe Diego Garcia de Palacio al Rey:

…La cosa mas rica y gruesa que su Majestad tiene en estas tierras comienza en el Río Aguachapa y termina en Gueymoco y Costa de Tonala y… tiene las cualidades del cielo y suelo que las (tierras) de Guazacapam y abundancia de cacao pesca y frutos… (Tous Mata, 2011, pp. 1-12).

El Visitador Francisco Morales escribe por esos mismos años 1560’s al Rey, “…en más de veinte leguas a la redonda de Izalcos, no hay nada de mayor beneficio y menor costo que el cacao, que los españoles llaman el oro de la tierra…” (MacLeod, 1973). Por entonces observa Torquemada, “…Los pueblos de Ezalcos es (sic) la mayor huerta y rica de cacao…” (Tous Mata, 2011) (>36). En otras áreas se incrementó desproporcionadamente la exacción. Hay en el AGCA infinidad de quejas sobre los abusos de los encomenderos del cacao en este periodo.

Sabemos asimismo que el grupo de los encomenderos se expandió y obligó a los indígenas de zonas aledañas, por ejemplo en Izalco, a expandir su cultivo del cacao al punto incluso de obligar a algunas comunidades -en el núcleo de esa zona- a dejar de cultivar granos alimenticios (los que presumiblemente se podrían comprar en otras regiones) para dedicar toda su tierra al cultivo del cacao y quizás a su cultivo más intensivo, (¿incluso con un laborioso riego?). Más tarde se dirá que la restricción del mercado disminuyó el valor reconocido en el intercambio a los nativos de modo que no podían comprar sus alimentos, forzando a los habitantes de estos pueblos a migrar (>37). Los indígenas seguían siendo los propietarios de los árboles.

El auge de la encomienda cacaotera nunca fue una apropiación de tierras o el cultivo ni generó una producción directa de cacao por parte de los conquistadores o encomenderos. Esa era una economía que no les interesaba aún a fines del s. XVI, pues el cultivo y la post cosecha del grano dorado siempre ha sido una actividad engorrosa e intensiva en su demanda de mano de obra y eso era precisamente lo que originalmente proveía la encomienda en abundancia.

La actividad de los encomenderos era meramente extractiva y coercitiva. Exigían el tributo en cacao, sin compensar y por lo mismo desincentivaron la producción; quizás en eso radicaba su debilidad frente al novel mercado. MaCleod subraya la paradoja de que en un período de bonanza de los precios y auge de la producción, el control de los encomenderos y sus abusos impidieron que los propietarios de las huertas se beneficiaran del todo.

>25 Bergman (1969, p. 90), usa las tasaciones de tributos posteriores de 1550 para confeccionar un estimado conservador y un mapa de la producción del cacao en el Pacifico Sur, en el momento en que despega el auge. Cita las Tasaciones de los naturales de las provincias de Guatemala y Nicaragua y Yucatán y pueblos de la villa de Comayagua que se sacaron por orden de la Audiencia de los Confines, 1548 a 1551, documento del Archivo General de Indias, Audiencia de Guatemala, Legajo 128, 401 folios.

>26 Hay múltiples referencias a la falsificación de almendras de cacao en la documentación colonial.

>27 Maritxell Tous (2011) insinúa incluso que Maldonado que era el jefe de la clica obligaba a esos matrimonios

>28 Bergman, p 92. Tambien M Tous insiste en que todavía en los 1570s los indígenas controlaba su producción de cacao.

>29 No estoy seguro de si la autora confunde la condición étnica de los personajes. Sí pienso que los indígenas mantuvieron el control por cierto tiempo. Serán los criollos de mediados del siglo XVII los que se interesarán en adquirir propiedad y organizar una producción en los siguientes ciclos en que prevalecerá el añil.

>30 Es decir que si eso es cierto los indígenas se quedaban con casi el 95% de su producto (Bergman, 1969, p. 90). Aun sumando datos dispersos se llegaría a unas 650 mil libras, que serían sólo un 10% del total. Por supuesto que ese autor subestima la famosa capacidad de abuso del encomendero, en un tiempo en que prácticamente no hay un Estado aun formado.

>31 (MacLeod, 1973) recuerda que López de Velasco escribe que nadie se atrevía a visitar las encomiendas de los poderosos encomenderos del cacao, como don Juan de Guzmán. Y es importante esto porque además es justo lo contrario de lo que pasará después con el añil, cuando los comerciantes controlarán a los cosecheros.

>32 Ibídem, pp. 71 a 84. Este autor asegura que los encomenderos del cacao no tenían una progenie o una fortuna previa pero que rápidamente conformaron una clica, el mote de “salamanqueños” sugiere que había una conexión familiar. Para la ineficiencia de las reformas de Cerrato véase también la página 114 Y Maritxell Tous Mata (2011). Es justo del gobierno de Cerrato que datan las tasaciones de los tributos de cacao de 1551, según las cuales Izalco produce más de tres mil xiquipiles.

>33 MacLeod (1973, pp. 85-88) y Jesús Hernández Jaimes (2008, p. 12). Varios autores comparten la impresión casi incomprobable hoy de que ese aumento del precio obedeció más a una expansión del consumo y de la capacidad de pago que a una escasez. Jesús Hernández cita la tesis de Andrade Torres (1992).

>34 Eso indican los datos de Jesús Hernández (1993), quien a su vez cita el trabajo del Sr Andrade Torres (1992).

>35 Como también comprar seda y lana y otros artículos novedosos. El primero que observó la apropiación indígena de la producción mercantil de materias primas fueron Woodrow Borah en sus trabajos sobre la seda en La Mixteca, pero después muchas investigaciones sobre la economía versan sobre el sector indígena y la circulación interna y en particular los del Carlos Sempat Assadourian y de Manuel Miño en México. Véase Ficker (2010).

>36 Esos pueblos producían ya entonces más de 3 mil xiquipiles de cacao de tributo según las tasaciones que estudian tanto J. Bergman como Maritxell Tous.

>37 (Tous Mata, 2011, p.37) atestigua que los pueblos hacia 1570 ya dejaban de cultivar sus granos. Una de las razones por las que después se explica su abandono. Cita a Francisco de Paula García Peláez (1943: vol. III, p. 43) y a Francisco Antonio Fuentes y Guzmán (1932: vol. II p. 74) quien detalla la desaparición de 21 pueblos de Escuintla que habían sido cacaoteros.

La decadencia de la encomienda cacaotera en Guatemala

No está claro cuando se desploma la producción cacaotera de Izabal y Chiquimula pero pareciera ser a partir de las epidemias de los 1580’s (>38). Hacia 1600 la flotilla mercante que navegaba anualmente todavía la costa desde Trujillo hacia Puerto Caballos mercadeando vino, aceite, hierro y manufacturas europeas en los puertos, cargaba a cambio cueros añil, plata, zarzaparrilla y algún cacao (MacLeod, 1973, p.156), pero muy poco se enviaba a España. El cacao guatemalteco exportado desde el Pacifico a México también tuvo un primer declive luego de 1580 aunque siguió siendo el producto más importante de la economía del istmo hasta 1615 o quizás, 1620. Pudo haber también un problema fitosanitario. Más tarde la Sociedad Económica de Guatemala, se preocuparía por las enfermedades del cacao, un problema que se hubiera complicado por la falta de mano de obra, puesto que el control de las enfermedades -generalmente fungosas- del cultivo es principalmente cultural, es decir requiere sobretodo mano de obra, que no alcanza para sostener esa producción (>39).

La decadencia de la zona productora del Pacifico a fines del siglo XVI se atribuye igual principalmente a su irreversible despoblamiento. Aunque no está clara la relación causa y efecto, ni cual viene primero si la despoblación o la caída de la producción. MaCleod ve como un problema adicional los abusos de la explotación española, de los encomenderos pero también de funcionarios responsables y de los comerciantes, que sin embargo pudieron haber provocado la fuga o despoblación. Todos estaban conscientes del problema.

De nuevo fue MaCleod quien descubrió en el archivo cómo los encomenderos suplicaban de cien maneras al Rey para que trasladara población tributaria desde otros sitios (en donde no había algo valioso que exigirles) a la zonas cacaoteras (>40). Eso contrariaba la política de protección de las comunidades por parte de la Corona, que en general se rehusó a complacerlos incluso cuando alegaron que se podía llevar ahí desde zonas semejantes en clima. No desapareció del todo el cacao del Pacifico, pues finalmente se importó a esclavos negros para explotar huertas cacaoteras de las que se apropiaron clérigos y mestizos españoles (>41).

Lo anterior ya suponía el fin del régimen de producción y explotación tributaria y el advenimiento de otro cuasi mercantil. La encomienda cacaotera depredadora y obsoleta había pasado a mejor vida como el principal instrumento de extracción de valor, al menos en lo que se refería al cacao. Varios autores registran indicios de una pérdida gradual de las tierras cacaoteras y asi mismo de una ladinización de los indígenas propietarios. El cultivo se pierde al igual que los arboles del paisaje (Tous Mata, 2011).

Siguió tributándose algún cacao desde el Río Suchiate e Izalco en El Pacífico, desde las Verapaces e Izabal, pero en cantidades insignificantes que no podían sustentar a nadie. En el Pacífico centroamericano muchas áreas, antiguamente cacaoteras, se llenan de ganado que pace los campos dejando en pie al xiquilite que se va a empezar a explotar entrado el siglo XVII para producir añil. En otras áreas el cacao solo sobrevive asilvestrado (MacLeod, 1973, pp. 184-193).

Habían destruido el emporio de la encomienda cacaotera la codicia, la explotación extrema y la corrupción. Según Sidney D. Markman, Fuentes y Guzmán pensaba, medio siglo después, que una restricción al cacao guatemalteco favoreció al de Guayaquil en el mercado mexicano. Mientras que otros estudios más bien subrayan que la autoridad novohispana por mucho tiempo protegió al cacao de Guatemala contra el llamado fruto prohibido de Ecuador, al que se le imputaban maliciosamente defectos inexistentes (Markman, 1987). Indiscutiblemente, el cacao guatemalteco sucumbe mientras que aumentan las cantidades de cacao que llega a México desde Guayaquil, al que simplemente se da acceso cuando está claro que Guatemala no puede suplir ya la demanda.

Sin proponérselo, hacia 1615, la demanda ampliada del cacao y la decadencia de la producción en las áreas de cultivo tradicional en Centroamérica, habían fomentado un sistema de producción mercantil propiamente dicho, si bien remoto. Un sistema de haciendas en que los propietarios españoles de Guayaquil, Ecuador, cultivaban cacao con mano de obra libre en las riberas de los ríos de su provincia y lo exportaban a México, al Perú y a Panamá por medio de la relativamente barata navegación costanera (Estrella, 1988, p.263) 42 . De hecho, los precios se sostuvieron de manera continuada hasta el siglo XIX, sufriendo solamente algún desgaste por la devaluación. Ese fenómeno supone un comportamiento del mercado criollo ampliado porque la población indígena cruzaba su peor momento. Es decir que también había cambiado el patrón de consumo, que era ya mayormente criollo. Ambas cosas sugieren la existencia de una integración de circuitos económicos hispanoamericana muy amplia que coincide con el desarrollo de mercados internos dentro de cada uno de los reinos americanos 43 . Hacia 1620 se interrumpía además la navegación por el Atlántico, de modo que el Caribe centroamericano quedaba aislado en manos de los piratas y el ámbito del Pacifico se ampliaba de espaldas a España.

>38 La conducción del cacao de Izabal y la Chontalpa a México debió ser muy costosa porque había desparecido la navegación costanera por Yucatán y Acalan y no había todavía en 1580 un mercado español.

>39 Como todo cultivo del trópico, el cacao es muy vulnerable a las enfermedades provocadas por hongos parasitarios. Más tarde La Sociedad Económica y J. C del Valle se referirán a esas enfermedades, explicando que cuando se concentra el cultivo en un área específica se vuelve más susceptible.

>40 En sus representaciones los encomenderos hacia 1600 hacen ver al Rey que hay más de 20 mil tributarios en Chiapas y solo 2 mil en Soconusco (MacLeod, 1973, pp. 145-148).

>41 En eso coinciden casi todos los estudiosos de fines del siglo XVI (MacLeod, 1973, pp. 228-235) y Maritxell Tous Mata (2011).

>42 Este autor consigna el hecho de que el consumo se había popularizado y el cacao caracterizó una etapa de la historia económica del Ecuador en el siglo XIX. El cacao que va a Panamá viaja a España.

>43 Un fenómeno que creo que primero identifico Carlos Sempat Assadourian. Véase Ficker (2010).

El Chocolate como medicina y veneno o propaganda

Antes de estudiar la evolución de nuevos sistemas de producción en otras geografías en la propia Centroamérica, es preciso explicar mejor esa demanda criolla ampliada y la continuidad y el cambio en la conceptualización del producto. A mí me parece claro que las ideas mágicas indígenas sobre el cacao y sus variados efectos no desaparecen nunca, se acriollan desde el primer momento y mestizan en una cultura diferente. Bernal Díaz toma nota de que al Huey Tlatoani en su banquete le dan abundantemente una bebida de cacao -quizás la de la de pulpa- “para que tenga acceso a mujeres” (Díaz del Castillo, 1991, p. 250). El antiguo uso ritual igual suponía un valladar y un atractivo.

Si los indígenas comulgaban con el chocolate que simulaba la sangre, algo tendría de satánico para los cristianos, aunque se podría morigerar quitando el achiote que, en efecto, pareciera que se dejó de usar en la fórmula. Se introduce tempranamente una ambivalencia moral frente a la bebida que se transmuta en ambivalencia médica.

Sahagún asienta que si es nuevo, el cacao emborracha (acaso se refiere específicamente a la bebida de cerveza de pulpa), y si se bebe templadamente, refrigeraba. Todos los cronistas registran la importancia de cacao al igual que los muchos libros que divulgan y propagandizan los descubrimientos españoles en Europa. Girolamo Benzoni, registra la importancia y la cualidad del cacao en su Historia del Mundo Nuevo de 1565. El tiempo de la difusión aún es lento, pero las ideas y los datos están en el aire y en el mar, circulan. El cacao como el tabaco o la piña, es un fruto emblemático de la extraña naturaleza del Nuevo Mundo; es un gusto aprendido.

Pese a las menciones tempranas y a la importancia económica del ‘boom’ cacaotero de mediados del s. XVI en México y Guatemala, el cacao no habría llegado a España sino como un producto exótico hasta el reinado de Felipe II; según un documento sobre la visita a la Corte de unos principales kekchies provenientes de La Verapaz llevados por los dominicos a visitar al Rey, a quien le sirven chocolate como prueba viva de su conquista y sumisión pacífica. El chocolate tardaría todavía un siglo más en despertar la pasión de los europeos escépticos. Antes tenía que pasar la prueba de un prejuicio en su contra y luego, como dice M. Coe, la del dictamen de los sabios médicos de la época, imbuidos de una complicada teoría galénica sobre la salud como función de un equilibrio entre el frío y el calor corporal. Las teorías médicas fueron inicialmente un valladar para el consumo del conquistador y por idéntica razón, al final fueron -pienso- un recurso de popularización del cacao entre los criollos.

En los albores del siglo XVII se había difundido ya ampliamente una serie de noticias sobre supuestos efectos fisiológicos del fruto y se ampliaba rápidamente un novel consumo medicinal. Todavía las noticias son confusas. El Dr. José Acosta en Historia Natural y Moral de Las Indias (impresa en Sevilla en 1590) recomendaba tempranamente “… la pasta de cacao como pectoral [?] para el estomago y para el catarro…”.

En Problemas y Secretos maravillosos de las Indias, impreso en 1591 con dedicatoria para el Virrey Velasco, el doctor Juan de Cárdenas, español peninsular, trata en sus propias palabras copiosamente del chocolate. Afirma que está “… compuesto de partes contrarias…” y por lo mismo tiene no pocos notables efectos pero contrarios sobre el cuerpo. Asegura haberlo experimentado y que por sí solo y comiéndose crudo tiene las cualidades de “…restreñir el vientre, detener de todo punto la regla, cerrarle las vías de la orina, opilar el hígado y mucho mas el bazo… (y por eso lo compara)… con la víbora, que ella de por si es veneno mortífero…” pero que, tostado e incorporado con especias calientes, como se mezcla en el chocolate, “…hace grandísimo provecho en todo…” (De Cárdenas, 1988, pp. 105-107;120).

Sigue esa misma pauta el médico Fray Francisco Ximenez, en su De la naturaleza y virtudes de las plantas y animales de uso medicinal de la Nueva España, impreso en 1615 en México, luego de reflexionar largamente sobre el continuado valor del cacao como moneda, consigna que el cacao (que llaman cacahuaquahuitl) “…nace en regiones fragosas, medianamente calientes y húmedas pero es frío…” (Ximenez, 1888) (>44). La manteca tiene propiedades curativas sobre las ulceraciones (los fuegos que aparecen en la boca y otras partes) y asimismo es útil para el masaje refrescante. Recomienda que se lo den puro “…a quienes padecen enfermedades agudas… ”, porque es “… muy útil para atemperar el calor y encendimiento…”, y para aquellos a quienes “…aflige alguna destemplanza caliente…”, mezclando cuatro granos de cacao con una onza de hule y en pinole (mezclado con maíz), “…puede ser en extremo útil para atemperar fiebres héticas…” y “…para los consumidos, como mantenimiento…” (Ibíd.). Esas ya son apreciaciones que se prestan a la comercialización del cacao como medicamento. A la mercancía hay que promoverla y el mercado es cada día más amplio. Se recomienda por lo mismo como alimento especial tomarlo todos los días para restaurarle a las recién paridas la fuerza (calor) perdida en el parto y a los resfriados y enfermos del pecho (Pinelo, 1994) (>45). Eso sí, con las especies convenientes para balancearle la condición térmica porque si no es peligroso.

Asegura Ximenez que el chocolate se conocía ya (en 1615) “…en todo el mundo, así en Inglaterra como en Alemania y hasta Constantinopla…” y se le atribuían muchas virtudes, siempre ambivalentes. Porque si se usa bien, engorda, pero si mucho, “enflaquece” y provoca “…en demasía…” otros supuestos daños y “mil achaques y enfermedades… y “opilaciones” (congestionamientos) en los órganos interiores. También “…estraga y destruye el color de las personas…” -y dice este sabio de su época- “… suele traer el mal hábito (>46) y cachichimia y otras enfermedades gravísimas…” (De Cárdenas, 1988, p. 120) (>47).

Otro componente importante de la polémica concernía al problema que no ha quedado dilucidado de si el consumo del chocolate rompía o no el ayuno obligado de los viernes y de la cuaresma (Pinelo, 1994). Se alegaba que no era una comida sino una bebida y por tanto se podía consumir sin romper el ayuno (>48). M. Coe asegura que un obispo defensor de esa excusa se ganó con ella el capelo cardenalicio (>49). Thomas Gage dice también que se había prohibido su consumo a las religiosas carmelitas porque condimentándoselo era caliente e incitaba a la lujuria (S. Thompson, 1981, p.145).

Además el cacao era peligroso, tanto como lo fuera antiguamente si le agregaban sustancias alucinógenas como vehículo y disfraz para envenenar incautos. Era, ¡tan sabroso que se podía disimular con cualquier veneno!

Según Gage, en Chiapas, “…las damas sabían vengarse de quien las agraviara con una taza de chocolate condimentado…”. En chocolate le podían dar a uno “camotillo” (>50). Gage menciona a un Obispo que prohíbe la costumbre impropia y poco piadosa de las señoras feligresas de hacerse servir chocolate dentro del templo por sus sirvientas a media misa, cuando el sermón era muy largo y asegura que en venganza, una de las agraviadas que tenía una relación impropia con el paje del prelado, consigue que este lo envenene con una taza de chocolate (De Cárdenas, 1988).

Para la historia social y económica colonial que estamos contando lo importante es que, en manos de la Iglesia -principal contralora ideológica de aquel tiempo- esos conceptos mágico-científicos del cacao terminaban por ser propaganda a su favor. Entonces como ahora lo prohibido tiene un atractivo intrínseco y lo afrodisíaco mayor consumo que su contrario. Esas creencias y doctrinas pudieron ayudar a difundir y popularizar más el uso criollo del chocolate. Adrede o sin proponérselo, la mitología colonial del cacao y las teorías sobre sus supuestas cualidades médicas, impulsadas por la polémica misma en los libros, en las universidades, en los claustros y las contribuciones de la imaginación barroca a la discusión académica, debieron impulsar el consumo y la demanda del fruto prohibido. Por un momento la bellota del cacao se mitifica en el fruto del conocimiento del bien y el mal, por cuyo medio podríamos volver a caer.

La polémica dizque científica sobre la sustancia a mano se enmarcaba en lo que Antonello Gerbi llama la Disputa del Nuevo Mundo, en la cual, muchos letrados europeos sostenían que la naturaleza americana no solo era inferior si no dañina, decadente y putrefacta. Mientras que con algunos aliados escépticos (jesuitas principalmente) los criollos del siglo XVII defendieron con sus propios libros las maravillas del nuevo mundo, sus bellezas únicas y las virtudes de un Edén con una nueva historia o mejor sin ella. Como un fruto que no tenía su equivalente en el viejo mundo, más que raro el cacao era sospechoso. En esa polémica, el patriotismo del criollo defiende al chocolate de las acusaciones de ser peligroso como una serpiente venenosa y dañino como un veneno pérfido (¿puesto que está podrido, provoca opilaciones?) (>51). El europeo quería defenderse de una fascinación, invocando la superioridad moral y física de su fruto y denostando al extraño cacao. El criollo lo defendía como emblemático de su nueva patria y lo bebe por orgullo, como reto. Mediado el siglo XVII, el gusto criollo por el cacao incitó a las mujeres criollas a inventar nuevas formas de consumo, atribuyéndose a las guatemaltecas el origen del chocolate en tabletas (Estrella, 1988, pp. 262-263).

Como era de esperar, el cacao triunfa en la disputa y no sólo en el Nuevo Mundo. Cuando el mismo Gage asegura que el chocolate se usaba “…no solo en las Indias sino que también en España, Italia y Holanda, con aprobación general…” (S.Thompson, 1981, p. 151), nos está diciendo que aquella disputa había sido resuelta y “…a favor del chocolate…” mundialmente. Gradualmente, se preocuparon cada vez menos sus fanáticos por el origen y las cualidades atribuidas tradicionalmente porque estaban más interesadas en complacer el paladar barroco y los conventos van a ser los grandes fabricantes de un nuevo invento que será la golosina del cacao en tableta endulzada, de la que no hay memoria anterior al XVII. Nacía, así, la chocolatería.

Otra cosa que debió contribuir a la popularización y hasta universalización del chocolate tiene que haber sido la adecuación al gusto europeo sobre todo por lo dulce. Quizás se acentuó cuando se empezó a producir azúcar y panela en gran escala y a cada vez menor precio en Guatemala y Nueva España mediado el siglo XVII en adelante en el Caribe, para el mercado criollo y europeo. Por entonces empezó a prevalecer en el mercado el cacao amargo de Venezuela, el llamado forastero que, según Bernabé Cobo, ya era el más crecido, aunque el de Soconusco siguiera siendo el más preciado (Cobo, 1964: cap. LVII) y que necesitaba mucha azúcar para hacerlo palatable (>52). Una vez popularizado el uso del cacao dulce, incorporada la demanda de los españoles criollos en el Nuevo Mundo e introducido su deleite en Europa, la gente muy rica lo demanda, le adiciona leche, cambia drásticamente la composición del mercado y evolucionan concomitantemente los sistemas de producción. Hay un tiempo paralelo que conviene recordar. Las comunidades indígenas viven otro tiempo histórico, con otro ritmo y conservan tenazmente sus propias concepciones antiguas.

>44 Hay mucha confusión en los nombres todavía. Contiene también diversas recetas. Están en las páginas 56 a 59.

>45 Las teorías médicas trataban de dilucidar cómo deben tomar chocolate de acuerdo a su condición y humores los flemáticos, los sanguíneos y melancólicos, qué efectos benéficos o maléficos les podía causar y con qué sustancias debían acompañarlo.

>46 Que entiendo es la masturbación.

>47 Este autor extrae la explicación de que el cacao estaba compuesto por tres sustancias distintas, dos de ellas calientes y una fría. Por lo tanto era mayormente caliente y podría provocar un desequilibrio.

>48 Se escribieron enjundiosos tratados teológicos sobre la materia. Fabricar chocolate para comer a fines del XVIII en efecto ya violaba los preceptos de la Iglesia, pero fue el punto de partida de una demanda ampliada que otra vez cambiaba drásticamente el mercado.

>49 Al obispo molesto las damas pudieron haberle respondido con un dicho guatemalteco que recopila T. Campos y que reza con picardía: “es tan santo el chocolate que de rodillas se muele, alabando a Dios se bate y viendo al cielo se bebe”.

>50 Vulgarismo hondureño asociado a darle muerte a alguien.

>51 Antonio Rubial García señala esta dimensión de la polémica en una buena reseña al libro de Antonio de León Pinello, citado supra en la nota 58, reseña publicada en la Revista de Estudios Novohispanos, de UNAM, México.

>52 El autor registra que la generalidad de las recetas para el chocolate llevaban achiote, vainilla, canela y azúcar.

> Tomada de: Chocolate II. Artes de México N° 105. Pág. 10. México, 2011.

> Tomada de: Chocolate II. Artes de México N° 105. Pág. 10. México, 2011.

Persistencia del cultivo indígena del cacao

No creo que haya desaparecido el cacao en Izabal, pero se deja de mencionar ese fruto en la documentación del siglo XVII, quizás porque desaparecen el tráfico y la población en aquella región. Algo semejante pasó en Sula. Después de dieciséis años de contactos -que empezaron en 1520- con enfermedades europeas y africanas, depredaciones y guerras esclavistas, para 1536, cuando lo conquistó por segunda vez Pedro de Alvarado, en el valle de Sula quedaban poco más de cuarenta poblados (Gerhard, 1979). Aún entonces la guerra no había acabado. También ese valle se quedó tempranamente sin suficiente población para seguir cultivando y cosechando cacao en gran escala (>53), pero no dejo por eso de producirlo.

Hasseman y Lara ya habían consignado que aún a fines del siglo XVI, varias encomiendas del valle de Sula y concretamente las de los pueblos del valle de Naco seguían pagando tributo en cacao (Lara Pinto & Haseman, 1991, p. 198). Linda Newson se sorprendió encontrando documentos de tasación de tributo en cacao para el siglo XVII porque suponía -igual que la mayoría de los historiadores- que no quedaba nada después de las epidemias de los 1580’s (Newson, 1986, p. 147). Es a R. Sheptak -otra vez- a quien debemos la documentación pormenorizada de lo que ocurrió en el valle de Sula después de que decayó la producción por la despoblación. Él registra que para 1582 quedaban veintinueve de una cincuentena de los topónimos de 1536 (una reducción de 31% en medio siglo) y para los cuales teníamos cifras de población. Para 1582 la población -ya raleada desde 1530- había sido diezmada de nuevo (>54). Aún esos veintinueve asentamientos se verán reducidos a nueve, para todo propósito de fiscalización, a fines del siglo XVII. Sheptack registra los datos de archivo en Guatemala y España que le permiten aseverar que el tributo en cacao se deslizó de manera continua con la despoblación a lo largo del siglo XVI, al tiempo que la corona reformó el régimen fiscal para favorecer a los suplicantes indígenas.

…In 1548 the cacique of Despoloncal, speaking through an interpreter…, stated that his town had 35 laborers, and could pay tribute in cacao and chickens (1591 AGCA A3.16.1 Legajo 236 Expediente 2421). The actual tribute ordered was much more than offered by the cacique, but the justice also include passages that suggest the people of Despoloncal had a degree of autonomy: “...given the said tribute, they will be free to do what they will with their persons...”, he wrote, warning the Spanish recipient of tribute in cacao not to take “any other thing” from the people of the town. In 1571, tribute burdens were reduced. Again in 1583, the colonial government reduced tribute obligations, stating that “...the living do not have to pay tribute for the dead, nor those present for those absent, and when some die or absent themselves, the community may ask for… a reduction in tribute… (Sheptak, 2013, p.26).

El autor cita documentos de tasación de tributo de encomienda que establecen que aún así se seguía tasando en cacao el tributo de Despoloncal (1591), Masca (1627, 1662), Timohol (1627, 1662), Quelequele (1627) y Lemoa (1662) Ticamaya y Tibombo en 1660, Santiago Çocamba en 1662. Todos continuaban pagando tributo en cacao a lo largo del siglo XVII. Claramente a pesar de la despoblación, el indígena de la región persistió en el cultivo del fruto, aunque las cantidades tributadas son pequeñas, de a los sumo dos cargas que valían efectivamente 20 pesos (>55).

El original San Pedro de Masca que (acaso para que no hubiera confusión con San Pedro Sula) pasa a llamarse Santa María de la Candelaria de Masca, pidió y fue reubicado por ataques de piratas circa 1688 primero a Rio Bijao y después, hacia 1701, a la margen de la Quebrada en el sitio o estancia de San Agustín, que alimentaba la laguna de Jucutuma y sembró cacao esa comunidad en cada sitio que habitó (>56). Poco después de la reubicación de Masca, también Jetegua (que igual había sido afectada por ataques piráticos a fines del s. XVII) exigió ser reubicado después de ataque feroz de los miskitu en 1701-1704. Jetegua fue reubicada bien adentro, en Yojoa, en donde ya no iban a poder servir de vigías, que había sido su función, porque era un buen lugar (como es) con buenos suelos bien drenados y lluvia abundante, para sembrar huertas de cacao. Se registra que los indios trasladados a estos nuevos sitios más seguros, continuaban regresando a cosechar las huertas en los sitios abandonados, al menos mientras las nuevas plantaciones pudieran cosecharse. Cuando a fines de esa década los pueblos entraron en un largo conflicto con los vecinos españoles fue porque estos últimos pastoreaban bovinos en sus terrenos vecinos que les hacían daño a los cacaotales (Sheptak, 2013: cap. 6, pp. 4-9). (>57)

Sheptak muestra que los pocos pero tenaces seis poblados indígenas que quedaban en el valle de Sula seguían cultivando huertas de cacao a lo largo del s. XVIII, principalmente para su propio consumo, quizás también para el de San Pedro y del puerto. Sheptak asegura que algún cacao les vendían los indígenas del valle a los comerciantes en Omoa, después que dejó de funcionar el sistema de encomienda en los 1690’s y los sambo miskitu y los piratas que asolaron el litoral a principios de ese siglo, (en medio de las guerras inglesas) se llevaban el cacao almacenado junto con la gente que conseguían apresar.

Pero este autor destaca que, en el concepto de los indígenas del valle, el cacao y su cultivo del cacaotal eran partes integrales de su identidad étnica, comunitaria y de su vinculación con los nativos del interior de Honduras. Cada vez que defienden su territorio comunitario los nativos ante la autoridad declaran y subrayan que tienen su milpa y su cacao, sus casas y su iglesia. En vez de un título, esas eran las posesiones que los justificaban, que les daban derecho al entorno. Sugiere Sheptak que mayormente los excedentes se destinaban a la demanda de otros lencas del interior de Honduras. Se había estado cultivando cacao en el valle desde el primer horizonte de las primeras aldeas (como demostraron Joyce y Henderson) y se continuaba el cultivo para fines sociales y culturales porque ese cultivo perpetuaba una red de relaciones entre los productores y los consumidores locales (>58), ya que se consideraba que aunque el cacao lo necesitaban todos, era en las tierras de Sula en donde se podía producir.

Sheptak observa que en las peticiones para ser reubicados los nativos hablan del cacao como “…el fruto que dios nos ha dado…” y aseguran que con el cultivo de ese fruto “…asisten a toda la tierra…”. Procede a relacionar la persistencia del cultivo con el uso ritual continuado del cacao en un área geográfica mucho más amplia que el valle de Sula. Reproduce una serie de narrativas lencas recopiladas por Anne Chapman en la montaña de La Flor en Yoro, según las cuales, el cacao habría sido otra vez “…un regalo de Dios…” para el Adán lenca al momento de la expulsión del Paraíso. Chapman cita relatos mitológicos derivados y pertinentes que acompañan las ceremonias lenca -en que se ofrenda el cacaollamadas compostura, cuyo principal fin es propiciar la buena cosecha del maíz (>59).

>53 Todos los estudios indican que la despoblación fue mayor en tierras bajas calientes, del orden del 90%.

>54 Sheptak, Segundo Capitulo, Masca in motion, op cit.

>55 Cuarenta tostones, Ibídem, Capítulo 5, p 18, da los nombres propios de algunos de estos encomenderos, Alonso de Oseguera, María Lazo de San Ramón, en 1662, a los que valdría la pena investigar más.

>56 E invocan esos sembradíos como cumplimiento de una función social importante (Sheptak, 2013). Quizás el incremento de los ataques ingleses y miskitu se derivaban de las guerras de sucesión española, en que los ingleses habían tomado partido por los carlistas.

>57 Y los indígenas de Masca por medio de su representante Simon Cuculi (quien consigue primero el amparo y luego la anuencia del Gobernador E. Logman para contratar a un Procurador, el Capitán Miguel de Uria) se presentan a La Audiencia de Santiago que los ampara en su pleito contra Juan Ferrera y el párroco de San Pedro, el Padre López, que los hostiga y amenaza con excomunión si no pagan una promesa considerada ilegal. Sheptak cita a AGCA A. 1.45.6 Leg. 368 exp. 3413 y A 1.24 Leg. 1581 exp. 10225. Vea asimismo el Capítulo 9, p. 4.

>58 Y yo más bien diría entre indígenas identificados con una tradición. Sheptak, R, op. Cit., Capítulo 5 p. 18 y Capítulo 6, p 14, equivalente a 146. Ese había sido el caso cuando la red se extendía hasta México.

>59 La idea del cacao como regalo de dios, como vimos en la primera pagina de este trabajo, es absolutamente mesoamericana precolombina. El antiguo dios del cacao era el dador del fruto. Sheptak cita a Anne Chapman (Mexico, 1985, pp. 15-20), quien relata que, según un rezador informante, Dios le dice a Adan en ese momento “...Te doy ahora otros nueve granos de maiz muerto y allá van a aparecer nueve copitas y un cántaro grande. En cada copita vas a echar un granito muerto (que se convertirá en chicha) y...los echas en el cántaro….ahora vas a buscar un pavo y dos palomas…busca por allá …una mata de palma. Vas echando una gotita del jugo de palma en cada copita y otra en el cántaro…en el regreso por donde vas a ir, hallarás unas bellotas, las cortas allá mismo. En las bellotas vas a ver unos granitos, estos son el cacao...”. Los textos relatan y acompañan a la Compostura, un ritual preparatorio de la siembra del maiz, propiciatorio de su fertilidad.

> Cacaoaquéahuitl. Tomada de: Chocolate II. Artes de México N° 105. Pág. 37. México, 2011.

> Cacaoaquéahuitl. Tomada de: Chocolate II. Artes de México N° 105. Pág. 37. México, 2011.

Los nativos del valle, que se seguían identificando como lencas tiempo después de que dejaron de tributar cacao, lo siguieron produciendo para proveer a otros lencas y tribus aledañas del cacao que requería su ceremonial. Según Sheptak el Informe de Visita Pastoral del Obispo Cadiñanos (1791) y, doce años después, otro Informe a la Corona del gobernador Anguiano de 1804, relatan la abundancia del cacao silvestre y cultivado en el valle del Ulúa que los indígenas utilizan cotidianamente y en su vida religiosa (Sheptak, 2013, Cap. 6, pp. 149-150; cap. 9, p. 3) (>60). Este mismo autor asegura que aún hoy se sigue llevando cacao de las montañas de Omoa hacia la sierra lenca. También nos da noticia de doña Casilda, residente de La Arada, quien es una rica comerciante mulata que rescataba la zarzaparrilla y el cacao que le llevaban los indios a sus tiendas en San Manuel y en Omoa para la exportación, vía ese puerto, al Caribe y a España.

Los lencas del istmo no fueron los únicos nativos que siguieron utilizando el cacao para fines rituales. En todas partes de Mesoamérica y especialmente de la zona Maya las comunidades conservaron el cultivo del cacao cuyo fruto ha formado parte integral de su ritual religioso local hasta nuestros días. Charles Wisdom asegura que hacia 1880, los chortis todavía usaban como medio de cambio las semillas secas del cacao en los mercados de Jocotán y Olopa y que lo utilizaban todavía cuando los visitó en los 1930’s para preparar una bebida espumosa de consumo ceremonial. Insinúa que por entonces, el cacao de Zacapa y Chiquimula también se había asilvestrado porque dice, que este fruto se recolecta. Kufer, Grube y Heinrich, documentan esa misma práctica de ritual con libación de cacao a fines del siglo XX en las selvas del Petén y aseguran que el cacao sirve principalmente entre los Chortí para una ceremonia propiciatoria de la lluvia, que por lo demás, desde hace milenios se celebra a fines de Abril (>61). Ese rito es exactamente igual -aunque no había comunicación entre ellos ni compartían lengua o etnia- entre los lencas como acabamos de ver en Honduras y El Salvador. De modo que los Chortí (maya) y los lencas le atribuyen al fruto del cacao el mismo significado propiciatorio de la fertilidad. Reitero, hablamos del s. XX.

En La Chontalpa de Tabasco existe hoy un renovado cultivo indígena de cacao, tanto de los chontales como de los choles, quienes inmigraron y repoblaron esa vertiente (quizás su territorio ancestral) desde fines del siglo XVI, a instancias de un fraile misionero que, con indudable presunción, se hacia apellidar “de la Nada” y protegidos por orden del Rey. La Chontalpa había sido zona cacaotera precolombina, la que cruzó Cortes en su viaje a las Hibueras. Aún después de sobrevivir a las imposiciones religiosas de los desfanatizadores de la reforma agraria revolucionaria, los nativos dan culto hoy a vírgenes y a Cristos, uno en especial llamado San Ramón (>62) que se exhiben colgados con largos sartales de almendras de cacao secas. Al igual que la referencia dada a inicio de este texto, en tiempos antiguos las víctimas de sacrificio que vimos de Diego García en Nicaragua, cuya imagen recuerda a la diosa de Suchitepequez.

Conzemius y Von Houwald atestiguan independientemente el continuado uso ritual del cacao por los sumos y miskitu en el s. XX. Es decir que los indígenas Mesoamericanos y sus vecinos de Centroamérica siguieron conservando patrones de producción, consumo y uso de cacao basados en creencias precolombinas y para fines rituales compartidos por cinco siglos después de su conquista. Todo es relativo, ya lo dijimos, el tiempo histórico también.

>60 “...Cacao from the mountains behind Omoa …is still used today for agricultural ritual in central Honduran lenca communities...”, citando a Chapman (1985, p.77). Sheptak, op cit, Capitulo 6, pp 149 y 150 y Capitulo 9, p 3.

>61 O acaso a principios de Mayo, en el Dia de la Cruz…J. Kufer, N. Grube y M. Heinrich, Cacao in Eastern Guatemala, a sacred tree with ecological significance, Environ Development, August 2006.

>62 Los adoratorios y las figuras de culto al Cristo crucificado llamado San Ramón y a una virgen dolorosa que recuerda a las oaxaqueñas, están reconstruidos o replicados en el salón correspondiente, en el segundo piso de la exhibición del Museo Nacional de Antropología e Historia de México.

El Cacao a fines de la colonia

Para mediados del s. XVIII incontrovertiblemente, el cacao había dejado de ser de tiempo atrás principalmente un artículo nativo para consumo de los indígenas mesoamericanos. Lo consumían los indígenas y también las castas y los españoles, ricos y pobres, a lo largo y ancho del continente y ciertamente en el Virreinato de Nueva España, el Reino de Guatemala y los Virreinatos del Perú y de Nueva Granada. Todos se habían aficionado al cacao y, cada vez más, los europeos del Norte, del Mediterráneo y los turcos en Constantinopla, sin atribuirle ya mayor virtud o imputarle peligro (Alden, 1976) (>63). En Europa se habían incorporado al consumo mundial algunas de las ideas indígenas originales (especialmente las relativas a su calidad afrodisiaca), la cual era solo una ornamentación de mercadeo y de algunos fanáticos. El Marqués de Sade se lo hacía servir en las orgías que organizaba antes y después lo exigía en la cárcel en que murió como reo de privilegio.

De sustancia mágica en la antigüedad, había pasado a ser mayormente mercancía exótica de un temprano ciclo colonial y para el mercado novohispano en el s. XVI. Más tarde en el siglo XVII, el fruto prohibido cuyo mercado se disputaban distintos productores, se había vuelto rigurosamente un commodity de moda, extendido primero a cada esquina del mundo criollo y después en el siglo XVIII, aunque menos que el azúcar, era ya el cacao un artículo de la globalización. Como artículo del comercio internacional esta nueva especie propicia otra vez una serie de desarrollos noveles en la circulación y los sistemas productivos. El problema es como producirlo en forma rentable para su comercio a larga distancia.

Lo más importante de esta explicación es que el cacao se incorporó al comercio triangular por medio del cual las colonias enviaban cacao y azúcar a Europa que se volvió instantáneamente adicta a ambas cosas. Con ellas desarrolló nuevas tecnologías alimenticias y, a su vez, mandaba armas, ropa y otras manufacturas al África, de donde se llevaban esclavos al Caribe, al Brasil y a Venezuela en particular, para con ellos producir el azúcar y el cacao que demandaban los europeos.

Centroamérica quedó casi fuera de ese circuito, quizás porque había quedado fuera de las rutas mercantiles seguras o también porque para producirlo en gran escala (exportable) se precisaban esclavos y no había capital para comprarlos. De repente porque nuestro cacao también era mas fino y vulnerable que los forasteros que se cultivaron en Brasil y Venezuela, acaso un poco menos costosos. Digo que quedó casi por fuera porque hay una importante excepción.

Desde el principio de esta nueva etapa circa 1670, prosperó el cacao del valle de Matina, en Costa Rica, destinado en parte al mercado interno nicaragüense (al que siguió surtiendo hasta las primeras décadas del XVIII) y al panameño que lo reenviaba a España, pero quizás primordialmente para el mercado externo, inglés y holandés contrabandista, que se expandían al mismo ritmo de la producción azucarera del Caribe. Sabemos que mucho del comercio del cacao del valle de Matina era ilegal, pero al mismo tiempo que era muy floreciente y había generado una década más tarde a un grupo próspero de propietarios y una convivencia clandestina con la autoridad.

Aunque no pareciera asimilarlo (como un dato local que condiciona la teoría de los ciclos económicos centroamericanos) M. MaCleod documenta que, en las ultimas tres décadas del siglo XVII (1670-1700) principalmente, los capitanes de las naves que circunnavegaban esa costa (Jerónimo Valeriano es un líder entre ellos) plantaron supuestamente unos 140 mil árboles, unas 200 hectáreas de cacao en el Valle costeño de Matina. Era fácil transportar y comerciar ese fruto, desde la costa, frecuentada cada vez más extranjeros, principalmente los ingleses provenientes de la nuevamente ocupada Jamaica. Aunque se llevaba algún fruto también a Panamá, que era la excusa. También excepcional e ilegalmente, para cultivar esas plantaciones estos plantadores importaban esclavos negros, que traían los buques ingleses y holandeses así como esclavos indígenas, de diversas etnias caribeñas asoladas por los miskitu. Varios gobernadores de la provincia fueron acusados y condenados por condonar esos múltiples tráficos ilegales, sin mayor efecto hasta que el ciclo en si decayó a mediados del siglo XVIII. Se pretextaba para amparar ese contrabando ataques de los piratas. Pero supuestamente tambien por el incremento de esos ataques las plantaciones de Matina decayeron en los 1720’s y 30’s (>64) .

En realidad, como bien señala M. MaCleod, la producción en gran escala de cacao con esclavos africanos y un mercado organizado con transporte de la Compañía establecida para ese fin y con la venia del rey en Venezuela a inicios de la era Borbónica deja fuera de toda competencia al cacao costarricense para la exportación y aún al ecuatoriano, no digamos al guatemalteco casi extinto. Aunque se expande el mercado para el producto en el Norte de Europa adonde también lo llevan los holandeses, sin duda era mucho más eficiente en términos de costo la producción esclavista en gran escala en Venezuela, probablemente apoyada por la Compañía.

Al tiempo que el cacao costarricense decae, comienza en Nicaragua un nuevo ciclo de producción de cacao mercantil, menos estudiado en sus inicios y otra vez orientado al mercado interior. Sobra recordar el detalle de la arqueología de las Zapateras o las noticias de Oviedo (supra) sobre el cacao en la antigua Nicaragua. Sabemos que siempre hubo ahí cacao rústico y silvestre, el pataxte que se disfrazaba bien en el tiste que era la bebida favorita, como en la Honduras colonial. Para los 1720’s tendremos referencia al cultivo mercantil de cacao de calidad en tierras nuevas cuyos propietarios tuvieron que componer sus propiedades con el Rey (Romero Vargas, 1988; ). Conste que además de las grandes propiedades cacaoteras prósperas, el Gobernador de la Provincia observaba que había también muchas huertas pequeñas, cuyos propietarios vivían en gran pobreza. En gran parte, de la escala de la plantación dependía su prosperidad. El mercado interno del istmo, especialmente concentrado en el Pacífico, soportaba otra clase de producción. No reinstaura la esclavitud sino el peonaje.

En la región de Rivas se establecieron en los albores del siglo XVIII estas plantaciones de cacao en propiedades formales, cuya producción estaba principalmente destinada para el consumo interno y quizás también para la demanda de Honduras, cuya economía en ese entonces estaba más integrada a la nicaragüense que a la del norte u occidente de su gobernación (Sheptak, 2013). Quizás también un poco (es difícil estar seguro) para contrabandear con el inglés que estaba a punto de establecerse definitivamente en la Mosquitia, sin que lo pudiera detener el gobierno colonial y que, poco a poco, se convertiría en el principal socio comercial.

Precisamente por entonces se estaba estableciendo el enclave inglés en el Atlántico. Los ingleses establecieron su enclave en la Mosquitia -entre otras razones- porque tenía cacao, seguramente asilvestrado. En particular se dice que a William Pitt, el fundador de la colonia, circa 1740 le agradó la abundancia de cacao silvestre del Rio Sico y del Rio Anner. En una descripción elogiosa de las tierras reclamadas por sus nuevos colonos, el Memorial on the Mosquito Shore, preparado para el Consejo de Estado de Jamaica y enviado a Inglaterra al Board of trade and plantations en 1773 asegura: “… the cottton tree, cacao and vanilla flourish spontaneously all over the country…” (>65).

En la Centroamérica española la producción de cacao siguió siendo una producción para los mercados regionales. En su Compendio de la Historia del Reino de Guatemala, Domingo Juarros confirma que, aunque muy venido a menos por la competencia de la Provincia de Caracas, el cacao del Soconusco y Suchitepequez seguía sumando, se atreve a estimar unas 4 a 6 mil cargas, ciertamente una cantidad reducida (Juarros, 1857) (>66). Asegura que el de Soconusco es el mejor y que después se estiman el de Suchitepequez y el de Escuintla. Afirma que el cacao es aún el principal comercio de esta Costa Sur y que los indios lo consumen, especialmente los pobres, mezclado con zapuyul (tascalate) con el cual condimento (semilla de cierto zapote), también se comercializaba extensamente. Aporta asimismo

Juarros que “…su consumo como chocolate está generalizado en todo este país, como ha llegado a ser común en toda Europa…” y reitera que la grasa del cacao tiene importantes propiedades medicinales, tomada y untada (Juarros, 1857, pp. 242-243).

A esas alturas, el uso médico y el uso ritualizado del indígena claramente han sido rebasados por un consumo generalizado de una mercancía de alto valor y bajo peso para el transporte. Cada vez destaca más el potencial del mercado externo, de exportación, que despierta el interés de los señores cónsules del comercio de Guatemala, de la Real Sociedad Económica y miembros del Cabildo de Santiago. El añil ya estaba en decadencia y estos ilustrados mercaderes buscan alternativas, reclaman con vehemencia que se necesita una política de fomento así como investigación y agronomía técnica para restaurar el cultivo del cacao que podría traer riqueza al Reino. Aunque prescindían de esas protecciones y beneficios las florecientes plantaciones nicaragüenses, la exportación necesitaba otras condiciones. El mercado estaba ahí.

>63 En ese momento se establecían plantaciones nuevas de cacao en la Amazonia brasileña bajo dominio portugués y con mano de obra esclava.

>64 Casi cincuenta años después de alcanzar su auge, es curioso ese ciclo, como si en cada una de estas regiones el ciclo de auge del cacao durase poco más de medio siglo, lo que de repente estuvo correlacionado con enfermedades (¿?)

>65 El documento (Memorial) lo ubicó Ephraim Squier (1855:306). También indica ese documento que la colonización de La Mosquitia no fue como muchas veces quiso representarse y a veces se representa todavía en la historiografía: un proceso informal azaroso, sino un esfuerzo deliberado con apoyo oficial. Véase también Troy S. Floyd (1990: 60).

>66 Ciertamente una cantidad reducida. Se mencionan en Juarros (1857:26) cargas de 60 lbs., unas 30 toneladas, por mucho unas cuarenta manzanas de producción actual y mucho menos de la mitad del cacao registrado a mediados del s. XVI, por lo que valga tal comparación.

El XIX, los viajeros como testigos del cacao en la cotidianeidad

En los albores de la era de la Independencia, los nuevos intentos por colonizar la Mosquitia por parte de ingleses y escoceses tenían por principal móvil la búsqueda de la producción de especies tropicales de exportación, entre ellas notoriamente el cacao. En particular el intento -de trágico desenlace- del aventurero Gregor MacGregor hacia 1823 muestra esa intención. En Sketch of the Mosquito Shore, including the territory of the Poyais, publicado en Londres en 1822, Thomas Strangeways (seudónimo de MacGregor), describe con detalle el territorio y las plantas que los colonos prospectivos podrían cultivar para exportar a la Gran Bretaña.

En primer lugar describe el cultivo del cacao, con sombra temporal de plátano y pito. Entre los detalles llama la atención su propuesta para resolver el problema crucial de la producción: el de la mano de obra. Asegura Strangeways sin embargo que un solo esclavo basta para cultivar un millar de árboles de cacao (>67). El autor habla también del rendimiento de la plantación que, según dice, es la más redituable de todas porque las cien libras de grano valen 20 libras esterlinas (>68). No obstante estos cálculos dudosos, el prospecto de riqueza está a la vista pues de todo el mundo.

Pero a mediados del siglo XIX -todavía cuando aún se exportaba muy poco- el cacao de las huertas del istmo servía prevalentemente para la confección de una bebida que era el refresco en sentido genérico de los centroamericanos de todas las provincias. Ese consumo exento de impuestos, que no necesitaba de publicidad y propaganda, era tan habitual y cotidiano que difícilmente se le podría documentar, si no fuera porque lo atestigua en la amplia literatura de los viajeros, el ojo del extranjero. En la recopilación de Ricardo Fernández Guardia titulada Costa Rica, en el Siglo XIX, Antología de Viajeros encontramos las repetidas menciones que estos visitantes hacen a ese consumo en aquella provincia y del cacao que quedaba, sobre todo en las tierras bajas del valle de Matina, en donde no competía su cultivo con el mejor suelo y clima apropiado para el más rentable café, puesto que en ese país ya era el café en los 1820’s el prospecto de exportación más claro (Fernández Guardia, 2002).

En toda Centroamérica, dice el viajero ingles J. Hale que la recorre en los años de la Independencia, abunda y se consume el cacao. El rico comerciante de origen español Francisco Solano Astaburuaga asegura que el cacao está llamado a ser un producto de exportación, o sea que no lo era en los 1820’s, aunque lo menciona ya como el tercer rubro en importancia de producción después del café y distintas clases de maderas preciosas e incluso cita el precio de 50 pesos por quintal métrico de cacao en el muelle. El café dice es la primera producción a que se aplica el país (Costa Rica) con preferencia. (Ibíd. pp.246- 250).

Ephraim G. Squier (1855) asegura circa 1850 que el cacao se produce todavía (junto con la vainilla y el banano) en las “tierras calientes” del Atlántico de Nicaragua y Costa Rica, aunque ese producto no figura en su catálogo de exportación anual costarricense, que en cambio incluye ya 70 mil quintales de café, azúcar, cueros, concha de carey y zarzaparrilla. Se produce pues el cacao, ¿pero no se exporta? ¿Por qué se consume in situ, todo el que hay? aunque interesa mucho a estos prospectores del comercio.

Varios viajeros decimonónicos visitan plantaciones de cacao, en medio de la selva del Atlántico de Costa Rica y del Pacifico en Nicaragua (Fernández Guardia, 2002, p. 431) y mencionan a otros extranjeros con quienes se topan y entrevistan, interesados en invertir para cultivar cacao -igual que café- para la exportación, aunque expresan en todas las provincias dudas con respecto al ambiente político volátil y la falta de institucionalidad y de garantías o seguridad jurídica para su inversión (Ibíd. p.385). Atestiguan además esos viajeros que todavía se usaban (¡a principios del XIX!) los granos de cacao como medios de cambio en el comercio popular de todos los países, lo cual siguió sucediendo hasta fines del siglo cuando nuestros países no tenían aun su propia moneda.

En Incidents of Travel in Central America, redactado en 1844 y publicado en Londres en 1854, por uno de los primeros viajeros al Norte del istmo J. Lloyd Stephens, menciona el cacao que le proporcionan como alimento para las jornadas que emprende a lomo de mula, desde Costa Rica hasta Guatemala, que toda la tierra tiene el cacao pues en el camino sus amables anfitriones le llenan las alganillas con biscocho, cacao, chorizo y panela.

Un lustro después de la visita de Stephens en Notes on Central America, Particularly the States of Honduras and San Salvador, New York Harper/Bros. 1855, George Squier habla también del cacao de El Salvador. Observa que en otro tiempo se produjo en grandes cantidades en Sonsonate y San Vicente pero hoy día su cultivo es insignificante (Squier, 1855, p. 306). En el gran valle del Sula de Honduras asegura es indígena (autóctona) una variedad de cacao llamado cacao mico (>69), reputado como mejor que el cacao del Soconusco y el de Nicaragua, de hecho es el mejor de todos asilvestrado en la selva llena de caobas, de donde lo recogen los nativos para su uso y comercio. Y anticipa otra vez la mercantilización:

…In the future… this plain will attract the first attention, not less on account of its valuable natural products, than its easy access through good ports, navigable rivers, and it’s rich and easily cultivated soil, adapted to the production of cotton, rice, sugar, cacao and other staples of the tropics… (Squier, 1855, pp.149-150).

También asegura Squier que se podía cultivar cacao en la Isla de Guanaja y en la comarca del Río Patuca, aunque no estoy seguro de que estuviera alguna vez ahí, ni confirma haberlo visto, como sí, en Sula (>70).

Pocos años después, en 1855 -y previo a un período largo de estudio- William Wells, incasable y prolífico escritor de calidad viaja por el istmo. Racista, promotor y propagandista del filibusterismo, Wells es un agente desenfadado del capitalismo estadounidense y anda en el negocio de averiguar sobre los recursos mineros y agronómicos que podría proveerle a su país la región, en el momento justo en que los Estados Unidos de Norteamerica empieza a desplazar a Inglaterra del comercio centroamericano.

Wells viaja e investiga sobre el oro y la plata, sobre las posibilidades del canal seco, sobre las condiciones en general para emprender negocios y publica un año después, Explorations and Adventures in Honduras, 1857 (Wells, 1978). Atestigua que encuentra chocolate puro y tiste, de cacao con maíz, están en todos los países. Es un producto ubicuo. En Nicaragua asegura “…es un artículo universal en la alimentación en la forma de una bebida espesa pero sumamente agradable llamada tiste…” (Wells, 1978, p.21)

Una y otra vez Wells (1978, p.131) relata que al despertar por la mañana y a la hora de su descanso al mediodía cuando viaja largas jornadas por el interior de Honduras, su sirviente nativo le prepara una tasa de tiste. Explica que el tiste es (con la carne seca, el queso y el aguardiente) la provisión de boca que se puede encontrar en el camino, en las aldeas y haciendas por las que cruza (Ibíd. p. 150). Es la bebida que le proporcionan en las pensiones y en las casas en que se hospeda.

Distingue ese tiste del chocolate puro. Porque

…el chocolate que se prepara en América Central es parecido al que se importa desde México… (a EUA) pero mejor. …después de un día caluroso de viaje nada es más confortable y al mismo tiempo deliciosamente agradable que una tasa de chocolate de Honduras, la cual se prepara disolviendo una tableta sólida en agua caliente y que la mezcla se cubre con una espuma perfumada…

Agrega el egregio prospector que, tanto el café como el chocolate se cotizan a precios elevados. De hecho cita un precio de $20 por bulto, que se parece, aunque es difícil saber si es igual al de 20 pesos de oro por carga en el siglo XVI o el de L.20 libras esterlinas que cita Hale supr. porque no están claros los pesos del bulto ni las equivalencias de las monedas (>71). Importa el detalle de precios considerados elevados porque eso explica el surgimiento y la persistencia de las haciendas cacaoteras principalmente nicaragüenses, las cuales luego de visitar, describe Wells con algo más que entusiasmo y consigna que pertenecen a las familias más ricas del país, los Lacayo y los Argüello. Wells brinda una cariñosa y casi risueña descripción de la finca Santa Ursula a la que dedica la exclamación “…pasarán muchos años antes de que tu solemne belleza pueda borrarse de mi recuerdo...” (Wells, 1978, p.24-25)

No había exportación de cacao a mediados del siglo ni para el caso de café, desde Nicaragua, ni de Honduras, y lo dice explícitamente. En Nicaragua, asegura Wells, “…la mayor parte del cacao se aprovecha en el país […] el cacao poco se exporta...”. Wells se hace fabricar una caja especial para llevar consigo una provisión de chocolate hondureño a su retorno (Ibíd. pp. 165-166). Un año después cuando regresa y está a punto de imprimir su libro, en 1857, observa que “…últimamente los vapores que viajan ya de San Juan del Sur a San Francisco han traído excelente calidad de chocolate de Nicaragua…” (Ibíd. pp. 504-505)

La imagen de este autor ilustrado espe-rando el cacao nicaragüense en los muelles de San Francisco conjuraba un prospecto. Una nueva industria de exportación extra continental estaba a las puertas… Aunque el café iba a prevalecer de inmediato. Ninguno de estos visitantes -casi todos puritanos, y quiero terminar con esta observaciónalude en ningún momento a la noción de que el cacao pudiera tener propiedades psicotrópicas o afrodisíacas, mucho menos una cualidad sobrenatural. Sólo era una bebida que les refrescaba, confortaba su paladar, les provocaba placer, deleite, una golosina. Aquella noción, fuera del mundo indígena, se había disipado en el tiempo (>72).

>67 Sin explicar que mil árboles apenas darían una tonelada del almendra seca. El libro de Strangeways (1822) es un trabajo propagandístico para la colonización del Reino de los Poyais que supuestamente MacGregor le había comprado al Rey Miskitu Charles Frederick, con un cargamento de armas y wisky. La expedición intentó llevar a varios centenares de escoceses -que pagaron para eso- al interior de la Mosquitia, en donde muchos murieron de enfermedades tropicales y sólo unos cuantos se salvaron.

>68 ¿Doscientas libras esterlinas bastaban entonces para sustentar a un esclavo con su dueño?

>69 Respecto del “cacao mico” o “cacao del mico” -que es frase expresiva-, se menciona en las fuentes que es un cacao asilvestrado y, aunque en el Valle de Sula y en Honduras se ha perdido memoria de el, se le menciona en otros sitios del subcontinente. En M. M. Grandtner y Julien Chevrette (2013, p. 663), en la entrada # 16442, se consigna un theobroma similarum, como se conoce en Colombia y también en Costa Rica, en donde le dicen cacao del monte. Se dice que en Perú hay uno llamado cacao del macaco y además, en la entrada # 7031, se anota que un theobroma purpureum (al que también llama herranea purpurea) es conocido en Nicaragua y Costa Rica como cacao del mico y cacao de la ardilla y en Panamá como cimarrón.

>70 Sobre el cacao mico, que es la variedad Silvestre, dice que se caracterizaba y distinguía de los demás porque sus almendras eran más grandes, y un sabor más fino (Squier, 1855:183). También asegura en el mismo texto haber encontrado cacao en el departamento de Gracias.

>71 Es un poco confusa la descripción de Wells de los tamaños de las plantaciones, porque en algún momento dice que la finca tiene 2 mil árboles, muy pequeña y en otro que parece más exacto que tiene 1 kilómetro cuadrado, media legua…

>72 Wells registra las exportaciones de una empresa naviera que viaja desde Trujillo y Omoa a Boston, EUA, entre 1854 y 1855 y, además, de buenas cantidades que continuamente se exportan de caoba. Observa muchas materias exóticas, por su orden de importancia cueros de res y pieles de venado, zarzaparrilla y palo de Brasil, oro en polvo, plata, zurrones de añil, hule y concha de carey. Del cacao no hay mención, aunque lo había presumiblemente asilvestrado en Omoa. Tampoco para el caso se registra exportación de café, del que admisiblemente había poco aún en Honduras y el autor menciona específicamente que no se exporta café desde Nicaragua porque no hay transporte. La anotación sobre las recientes exportaciones de chocolate nicaragüense, están en la página 166. Hay un artículo de R.A. Naylor (1960).

Epílogo más que conclusión

Toda historia que no llega hasta nuestros días debe, aunque sea, especular o imaginar una conexión entre su final y el comienzo de la era que vivimos. Mucho más hay que buscar y explicar. El cacao centroamericano ya no formó parte del auge del cultivo a mediados del s. XIX que acarreó la industrialización estadounidense y europea, que fomentó el cultivo en el gran Caribe y en África, colonias o virtuales colonias. Hershey prefirió la escala de la producción establecida en la Amazonía brasileña. No está claro por qué no participamos.

Otro asunto a explorar es la forma en que el café -que también se exportaba poco aun en 1850- desplazó al cacao del paladar mestizo y se convirtió en la bebida social por excelencia, al tiempo que se empezaba a exportar. William Wells consigna que casi siempre el chocolate y el tiste se bebía en las mañanas y al medio día y por la noche se tomaba café. Todavía cuando despide su libro, Wells se complace en recordar su tazón de chocolate. Pocos años después se bebía casi solo café al menos en Honduras. ¿Cómo? ¿Por qué llego a ser así? ¿Acaso el fraccionamiento fiscal del mercado? ¿Una política de la Reforma? ¿Qué paso con el cacao mico? El mejor del mundo. Y hay un tercer asunto en que profundizar.

No sé bien como ocurrió en Nicaragua, Guatemala (Izabal) o Matina en Costa Rica. En el valle de Sula en Honduras estoy casi seguro que el cultivo del cacao decayó mucho con el desarrollo de la ganadería (que era su principal enemiga y destructora a mediados del siglo XVIII) y desapareció a principios del siglo XX porque las tierras a las márgenes del Ulúa y Chamelecón en que estaban asentadas las comunidades originarias sin títulos formales, pasaron a ser parte de las concesiones bananeras. Se tumbó a los cacaotales como a todo lo demás y se sembró la banana Cavendish.

< Tapa de incensario período clásico. Fotografía de Michel Zabé. Tomada de Los Mayas primera edición en italiano y en inglés, septiembre 1998.

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