Fe y Divinidad Christina Hanus, M.A.
En todas las épocas del Antiguo Egipto la fe y las prácticas religiosas formaron parte integral de la vida cotidiana. Religión y Estado estaban ligados en forma indisoluble, y la religiosidad radicaba en la idea de que todo el ciclo de vida del ser humano, la naturaleza y las mareas dependían directamente de sus dioses y las acciones de éstos. La religión del Antiguo Egipto está basada en el siempre adaptable politeismo cuyas raíces ya se encuentran en forma rudimentaria en la época pre-dinástica. De allí que jugaran un rol importante los astros –el sol y la luna– como también el Nilo, considerado fuente de vida, o elementos de la naturaleza que se atribuían a diversos dioses como formas de manifestación o ámbitos de influencia. A lo largo de los siglos, el multifacético panteón de los dioses egipcios incorporó constantemente nuevas deidades– también de origen foráneo. Para explicar el origen del mundo y los procesos cósmicos, los egipcios sostenían varias teorías y mitos de creación que en parte incluso coexistieron en el tiempo. Las diferentes interpretaciones de la creación del mundo conforman un sistema complejo que en si mismo no es contradictorio. Todos los mitos comparten la idea de la creación del mundo y de todas las formas de vida por un dios primordial a partir de un estado original de caos al que también se le denomina aguas primigenias (en egipcio antiguo: Nun). Siempre se pone en marcha un proceso que conduce a un creciente ordenamiento del mundo. De acuerdo con la concepción del Antiguo Egipto, solo es posible garantizar la continuidad del mundo, si se mantienen bajo control las fuerzas caóticas y destructivas que siempre existen, una función que es asumida por el faraón como parte de sus obligaciones de culto. Entre los modelos explicativos del origen del mundo más conocidos, las llamadas cosmogonías, se encuentran las cosmogonías hermopolitana y heliopolitana, en las que además se evidencia claramente la equivalencia de las fuerzas femeninas. COSMOGONÍA HERMOPOLITANA
Según la teoría hermopolitana, al principio del proceso de la creación se encuentra la ogdóada de divinidades alegóricas que tiene su origen en las aguas primigenias. Esta ogdóada se compone de cuatro parejas de divinidades, con una divinidad femenina y otra masculina. Se trata de dioses que representan los elementos fundamentales de la creación: Nun y Naunet (las aguas primigenias), Heh y Hehet (el espacio infinito), Kuk y Kuket (las tinieblas) y Tenemu y Tenemet (la desaparición). Esta última pareja fue sustituida posteriormente también por Amón (lo oculto) y Amonet. La ogdóada está constituida por fuerzas del caos a las que el dios Sol deberá enfrentar cuando nace. En este contexto se produce entonces la victoria de los dioses sobre las fuerzas primigenias.
P.Izquierda: Detalle, Muerte de los enemigos, Relieve del Templo de Karnak. © Anke Weber, 2014
El dios Atum surgido del agua primigenia se asentó en la colina primigenia y creó las divinidades Shu (el aire) y Tefnut (la humedad). Luego estas últimas engendraron a Geb (dios de la tierra) y Nut (diosa de los cuerpos celestes), cuyos hijos fueron los dioses Osiris, Isis, Seth, Neftis y Horus el Mayor (Haroeris). Estas nueve divinidades forman la llamada Enéada de Heliópolis de las que hablan los Textos de las Pirámides y los textos funerarios. Isis, Osiris, Neftis y Seth son quienes establecen el nexo entre el mundo mítico y el mundo real.
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