Maximilià Thous : el carnestoltes, 1 de març de 1933

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Maximilià Thous a la ràdio Audició de l’1 de març de 1933 «El carnestoltes»


4.10. Fondo Maximiliano Thous / 4.10.3. Discursos 1932‐1933 AETNO CA 254.5

MUSEO DE ETNOGRAFÍA Y FOLKLORE LVI audición por radio.‐ Miércoles 1 de Marzo de 1.933 (HABLA EL SR. LOCUTOR)

Señores radio‐oyentes: He aquí, a nuestro lado, al per naz propagandista del Museo de Etnogra a y Folklore, Maximiliano Thous. Casi agotados los medios de presentación le dejamos encarado, frente al micrófono, para que vierta su charla co‐ rrespondiente al miércoles actual. Aquí le enen ustedes:


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(1 Marzo 1.933) CARNESTOLTES

_ ¿Me conoces?. Esta era la frase fingida y machacona de las mascaritas de antaño. Digo de antaño porque hogaño, en Valencia capital, apenas si hemos visto la muestra. Yo he sen do la tentación de derivar mi charla de esta noche por esa vereda del folklore, vecina a los Carnavales; preguntar, fingiendo la voz: ‐ ¿Me conocéis?... Y, a sabiendas de que algunos me conocen, decir unas cuantas cosas con la desenvoltura que se puede tener cuando el micrófono sirve de careta. Esto, o cosa parecida, era lo que, en el folklore del carnaval, cons tuía la diversión de “dar un mate”. Dar el mate era aprovecharse del anónimo del disfraz para soltarle al prójimo una rociada de bromas que segura‐ mente nadie se atrevería a verter de no ir escudado tras la careta.


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En esto, como en todo, la gracia consis a en la medida; en el fuero del anonimato carnavalesco. Si el máscara de‐ cía cosas ingeniosas, correctas, con las go tas del excitante necesarias, ‐ y con mucho cuidado de que no se le fuera la mano, ‐ se producía una escena de fino humorismo que preocupaba tal vez dulcemente, al víc ma del embroma‐ miento. Pero cuando el que daba el mate abusaba del fuero y publicaba secretos comprometedores u ofendía en cualquier forma hablada al blanco de su venganza, el mate se conver a en arma grosera y canalla. ¿De dónde proviene esta frase de dar mate?. Tal vez del juego de los escaques, modernamente conocido por AJEDREZ. ¿Y por qué no se le llamó dar jaque?. Esta es la verdadera acepción. El máscara ponía en jaque al desenmas‐ carado. En jaque nada más. No se llegaba al mate, afortunadamente. Y si se llegaba, dependía más de la debilidad del atacado que de la fuerza del asediador. Burla burlando, ya estamos dentro del tema folklórico del Carnaval. El Carnaval fue la fiesta profana más del gusto de nuestros antecesores ‐ y aun de muchos de los que me escuchan – en el úl mo cuarto del siglo pasado. “Carnistoltes, moltes voltes”, reza una copla popular que aun es muy citada y que acaba diciendo: “Cuaresma, no tornes mes”.


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Carnistoltes, versión valenciana de Carnestolendas, del castellano; y ambas de procedencia la na. Caro, carnis, carne y el verbo tollere, quitar. Bonita manera de anunciar el próximo ayuno. Del 1.885 al 95, año más, año menos, el disfraz de labrador valenciano alcanzó la máxima difusión. Pequeños y mayores, pobres y ricos demostraron su preferencia por la clásica ves menta huertana. Y con esto se creó un po que hoy llamaríamos standard, que ha sobrevivido y que se aparta muchísimo de la realidad. Los roperos o sastres de teatros, manufacturando en serie estos trajes de labrador de camalets y la inicia va par‐ cular añadiéndoles detalles de su personal gusto para darles novedad, crearon ultraje que solo ene reminiscencias del an guo; yo me atrevo a asegurar que jamás un labrador de la huerta valenciana vis ó como ahora es costumbre presentar el po valenciano a par r de los citados disfraces carnavalescos. Recordemos la traza. Alpargata de suela de cáñamo con cintas negras; liga con moña de colores rojo y amarillo y cin‐ tas con cascabeles; medias de algodón con calados y milanos; zaragüelles blancos muy almidonados y plisados, plan‐ chados en forma que parecía iban a quebrarse al primer estrujón; faja de seda y a veces pañuelo de pita en sus tu‐ ción de la faja; chaleco o xopeơ de tela rameada; camisa blanca con pechera bordada y cuello vuelto; el cuello abro‐ chado con mançanetes de plata y pañuelo de seda en la cabeza.


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“Mançanetes” eran los broches que se pasaban por los ojales del cuello y que adornaban, en dos filas, los costa‐ dos del xopeơ. Es popularísima, en nuestro folklore, la frase que se dice, humorís camente a los prontos de genio: “No’t sofoques, xopeơ qu’et cauran les mançanetes”. Observarán ustedes que esta palabra es un castellanismo. Las llamadas mançanetes por su forma, eran parecidas a pequeñas manzanas. Pometes debieron llamarse en valenciano y no mançanetes. ¿Por qué se llamaron así?. No lo sé. De la misma traza son los botones de filigrana que llevan los charros salamanquinos. Tal vez de allí vino el objeto y el nombre. Algún día podremos averiguarlo. Estas “mançanetes” eran un mo vo de los más aprovechados por los máscaras para poner en evidencia su inge‐ nio. Se les sus tuía por pequeños orinalitos de obra de Manises, por castañas pilongas, por guindillas, etc. etc. Los llauradors, es decir, los ciudadanos que adoptaban este disfraz, no acostumbraban a ir solos. Se reunían en tropeles muchas veces más temidos que bandas de forajidos. Cada uno había de llevar un fruto del campo: el pimentó, la tomata, la safanòria, el nap para dar ocasión a dichos y hechos de la más lamentable grosería. Como modelo de finura y elegancia, era costumbre llevar una plan lla recortada en madera y sujeta a un regle en tamaño tan reducido como el de una muñeca. Con esta plan lla se intentaba medir el pie a toda muchacha que pasa‐ ra cercana. Y no hay que decir a los incidentes que se prestaba la imprudente operación.


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Cuando al final de una calle se reunía la pandilla de falsos labradores, entre los que no faltaba quien tocara la cor‐ neta o el caragol, y a los sones de los bélicos instrumentos, desbordaban por la esquina de una vía concurrida en tar‐ de de Carnaval, el pánico era mayúsculo. Parece que les estoy viendo y oyendo: “Espanta burres. Tararó”. Duró algunos años el predominio de este disfraz. Ha hecho mucho daño. Por fortuna, de algún empo a esta parte, gracias a los buenos oficios de estudiosos ar stas pintores y a lo que de nuestra parte ponemos los aficionados a estas inves gaciones, el traje pico valenciano va con‐ cretándose tal como fue, limpio de añadidos que lo mis fican. Y con o que hasta las lentejuelas, que tanto se resis‐ ten a desaparecer de las pañoletas femeninas, dejarán pronto a su vulgarote rebrillar de bisutería barata. En lo que se lucieron siempre los valencianos es en la fabricación de caracetes. Caraceta, igual a careta, en caste‐ llano, pero con acepción más adecuada en nuestro idioma. Careta, como carita, en castellano, son diminu vos de cara. Pero caraceta no es diminu vo de cara, sino de caraça. Y la palabra caraça, valenciana, no es un aumenta vo de cara solamente; es sinónimo de mueca, en castellano. Una caraça, una mueca. Y una caraceta es la nota caricaturesca de una cara.


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Ar stas de requetemuchísima gracia modelaron pos que movían a risa. Y el cartón mojado, sobre los moldes de alabastro, reprodujo aquellas cómicas concepciones. Valdría un tesoro la colección completa de las más graciosas ca‐ retas producidas por el ingenio valenciano. Yo estoy procurando, para nuestro Museo, una que espero sea mo vo de regocijo para propios y extraños. Culminó el Carnaval, en el primer cuarto de este siglo, perfilándose la fiesta con ar s cas líneas que la limpiaron de las ruralidades y groserías que antes apuntaba. Los más inquietos ar stas del Círculo de Bellas Artes y, en alguna ocasión los socios de Lo Rat Penat rivalizaron en la organización de magníficas mascaradas. Se buscaba un tema boni‐ to, de ambiente regional o de destacado perfil ar s co. Muchos recordarán Un bateig en l’horta, otra mascarada de la Albufera, muy vistosa y otra muy notable que presentaron los vecinos de la calle de Sagunto, figurando una cabal‐ gata de guerreros simulando las armaduras con pleita. Es decir que viseras, ventalles, ristres, corazas, manoplas, co‐ dales, mallas, canilleras y escarpes, estaban estupendísimamente imitados con tejido de estera. Producían un efecto sorprendente y de gran comicidad.


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Los grupos de máscaras y las máscaras individuales afinaron también el gusto. Si me oye Cirilo Amorós, el hijo del patricio valenciano que da tulo a su calle y padre del futbolista de igual apellido, recordará con emoción su presen‐ tación en la Alameda como máscara a caballo, simulando un clown que hacía una pirueta sobre una bola colocada en la silla, sin que nadie en el público pudiera darse cuenta de la forma en que gobernaba el jinete la cabalgadura. Aquello pasó. Yo agradeceré mucho que quien tenga fotogra as de la época a que me refiero se digne facilitarlas para la sección correspondiente de nuestro Museo. El desarrollo excepcional, ‐ quien sabe si excesivo‐ que han tomado la fiesta de las “fallas” es, sin duda, causa del decaimiento del Carnaval valenciano. Nuestros ar stas, hogaño, han marchado a Madrid donde todavía Momo ene adeptos que le vitoreen. Creo que Cor n, Canet, Ramil, Moreno y no sé qué otros han hecho las carrozas que desfila‐ ron en los pasados días por el Paseo de la Castellana. Yo no siento mucho que el carnaval palidezca. Si siguiera la ruta ar s ca emprendida “ ra que te vas”. Pero vol‐ ver a lo de “Espanta burres… Tararó”. No, no en mis días. Porque aquello era mucho folklore. Pero tenía de grosería y mal gusto una can dad muchísimo más considera‐ ble.


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(1 marzo 1.933) NOTICIARIO

Nota de los objetos recibidos en nuestra oficina de organización durante la pasada semana: Don José Morales.‐Cuba, 25, 3º. Una ra de “mistos de cartó”. Don Rafael V. Oltra Olmos.‐ Almirante Cadarso 40 entresuelo. Dos faroles, con sus correspondientes brazos para iluminación supletoria en los balcones durante las fes vidades populares. Don Luis Ronda.‐ Sagunto, 64, bajo.‐ Chaleco gris bordado. Damos las gracias a los generosos donantes en nombre del Sr. Alcalde de Valencia y del Presidente de la Comisión de Monumentos Don Enrique Durán y Tortajada.


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FI DE FESTA Dos facecies menudes. Molt menudes i que tal vegada coneixeran alguns de vostés, però que hui escauen molt bé per acabar d’ixir de Carnistoltes. Una. Este es un xiquet tan xiquet qu’apenes si alça tres pams de terra. Sa mare l’ha enviat a la carneceria a que com‐ pre el avio per a un perolet d’arrós en fesols i naps. La mare no s’atrevix a anar donada la insignificància de les can ‐ tats. El xiquet, inocent, a tot s’atrevix. I alçant‐se de puntetes per que no arriba al taulell, a on el carnicer, apoiantse en la punta del gabinete pareix qu’espere a que parle per a tallarlo a trosos, el xiquet va dient, no molt segur en la veu: Ma mare que me done una aguileta de morro i … una aguileta d’orella i una aguileta de galta i… El carnicer no’l deixa acabar: Xiquet: digues‐li a ta mare qu’en una aguileta te compre una caraceta i tens de tot! Atra facecia. Desponc de l’auten citat: (Farol de Carmelo Navarro Reverter)



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