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1 Presentación

Ser fuerte en las dificultades

Y este año fue uno de esos “momentos” de especial dificultad.

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A la amenaza exterior, la ejecución inmediata de la antigua y millonaria deuda hipotecaria, se unió la perdida de ilusión de tres miembros del equipo gestor, que culminó con su dimisión en cadena de sus responsabilidades o causando baja definitiva en la CEMU, y nos colocó frente al precipicio: abocados a perder, al menos, nuestras propias fuentes de financiación, las dos franquicias.

Especialmente preocupante cuando las otras fuentes de financiación, las subvenciones oficiales, empezaron a no estar aseguradas por el incremento masivo de las entidades solicitantes de subvenciones y la limitación de los fondos públicos disponibles en Madrid. Adicionalmente, la campaña de desinstitucionalización en el sector de la acogida residencial en favor de la acogida familiar o en hogares muy pequeños está poniendo en jaque a nuestra principal línea de intervención social. Una ciudad de muchachos para niños y niñas en situación vulnerable. Además, nuestra oferta laboral para educadores sociales dentro de los límites económicos del Acuerdo Marco actual no resulta tan atractiva como la de otros programas sociales y esto también está generando presión en nuestro equipo educativo.

No cabe duda de que, en muchos casos, especialmente para los niños y niñas de pocos años, que no tienen los progenitores adecuados o carecen de ellos, los hogares de acogida más reducidos serían recomendables, aunque ello supondría un mayor coste a las arcas del estado si se financia adecuadamente.

Pero hay que tener en cuenta a ese porcentaje de niños y adolescentes especialmente resistentes a las normas y con- vivencia nucleares, que prefieren residir en grupos más amplios, con diferentes ejemplos “paterno-maternales” a seguir. De hecho, esa es una de las razones por las que intervienen los servicios sociales, buscando para ellos recursos residenciales de mayor ratio con praxis educativas, atención y condiciones adecuadas, similares a los núcleos familiares.

Afortunadamente, con la actual Junta Directiva y el Equipo Directivo y, por supuesto, la incondicional ayuda de los patronos y expertos amigos que nunca nos fallaron, se empiezan a dar las condiciones para creer en que podremos, una vez más, superar el obstáculo económico. Y tiene mucho que ver con el hecho de que el nuevo equipo gestor, tenga, en primer lugar, la condición necesaria y suficiente que había perdido el equipo cesante: la ilusión (el motor de cualquier actividad sobre todo pedagógica) y ha cambiado el enfrentamiento personal, por el trabajo en común, respetando, como siempre, democráticamente, por mayoría, la toma de decisiones.

De cualquier forma, hay que juzgar en términos de balances, no solo monetarios, ingresos y egresos, aciertos y fallos, y la CiudadEscuela y yo personalmente siempre estaremos agradecidos por los años entregados de entusiasmo y cariño a Pepe Pasamar, secretario general desde niño, a Mar Martín, también ciudadana niña comprometida, y al adelantado colaborador Salvador Cañete, ambas bajas definitivas…

Veo luces, pues, de esperanza; y me remito a las pruebas de lo conseguido, y que se expondrán pormenorizadamente en su sección “Memoria de Gestión”, la primera vez que no la escribe Pepe Pasamar. Esta Memoria también le echará de menos en sus páginas…

La praxis de la CiudadEscuela, -ciudad enseñante, hogar y complemento formativo-, se sintetiza en su máxima: Diálogo constante versus acción individual.

Para una acción común, difícil y continua, el primer paso del ciudadano CEMUnero es la fidelidad personal a la teoría -que no dogma-, plasmada en su Libro Verde. Tarea difícil, ya que la unidad teórica no es algo abstracto, sino una acción concreta que actúa sobre los acontecimientos cambiantes y sus respuestas no pueden ser herméticas ni inmutables.

Para seguir en común esta teoría en constante matización, contrastación y revisión de información y opiniones, es necesario un planteamiento de disciplina y de educación en los instrumentos organizados de diálogo constante, de compromisos básicos.

Y para que el diálogo sea eficaz es preciso:

Creer en él como algo imprescindible para mantener la unidad en la acción común. Lograr una educación y exigir una disciplina para que el diálogo no se vea saboteado en ningún momento por la falta de interés de cualquier miembro del grupo. Crear un ambiente, en el cual ni la mentira o la media verdad puedan utilizarse para justificar situaciones y donde nadie pueda sentirse cohibido o miembro de un auditorio sin posibilidad ni obligación de intervenir. Crear un clima de auténtica cordialidad que rompa la frialdad de las relaciones puramente mecánicas, burocráticas, despersonalizadas. Propiciar una verdadera información de cada paso, de cada decisión, de cada problema, de forma que la responsabilidad total no se cierre en los órganos que acumulan toda la información y, por lo tanto, toda la capacidad de decisión, sino que sean distribuidas a todos los niveles. Hacer que cada uno sienta el deber del compromiso personal con los asuntos que se traten, y cada reunión termine con unos compromisos concretos de acción de forma que el diálogo no sea un parloteo ineficaz donde nadie se dé por aludido.

La CEMU trata de eliminar las sutiles barreras con las que se ha encerrado a la gente joven, haciendo crecer en ellas el sentimiento de soledad, de individualismo, atomizando así las fuerzas más nobles que de estar unidas constituirían un serio peligro para algunos valores establecidos.

La urgencia, la prisa de los compromisos que no pueden esperar porque cualquier retraso puede ocasionar lo irreparable, aconseja prescindir de la acción individual (más propia de educadores magistrales o paternales con educandos normalizados, sin prisa y con tiempo) y trabajar en una acción común. Esta urgencia hace que cada uno sienta la necesidad de otras manos junto a las suyas, porque la responsabilidad que ha asumido es mayor que sus fuerzas.

Como hemos dicho, la CEMU, tanto en su funcionamiento como en su dinámica interna, se autogestiona; son los propios niños y jóvenes acompañados, orientados por adultos, los que realizan y participan del Juego Ciudadano. Ello implica que la comunicación sea un factor necesario y determinante para el buen funcionamiento del centro y su puesta en marcha; de ahí que toda la información y comunicación pase por diversos órganos hasta llegar a todos y cada uno de los ciudadanos para poder así conocer, discutir y decidir todo aquello que les afecte directamente.

Cada barrio se reúne con su educador responsable para discutir el asunto en cuestión. Los delegados de barrio llevan la información a la Corporación Municipal. La corporación la lleva a la Asamblea Semanal y allí se informa a todos los ciudadanos y se discute el tema a debate.

Si las decisiones tomadas en la Asamblea Semanal tienen un carácter excesivamente importante (según criterio de la propia Asamblea) deberán pasar al Equipo Directivo para su aprobación. La Asamblea demuestra que no estamos equivocados al confiar en la capacidad de los muchachos para mandar. Y damos fe de ello: hasta el momento la Junta Directiva no se ha visto obligada a censurar o prohibir ninguna norma escrita y votada por ellos. Los niños son como los políticos de la oposición de cualquier signo. Como ellos, fuera del poder (en su caso, paterno) incordian, protestan por todo, critican lo hagan bien o lo hagan mal: exigen imposibles. Pero cuando toman las riendas obran con el Buen Juicio al uso y asumen como nadie -e incluso mejor que nadie- la difícil Tarea de Mandar.

Ojalá que algún día -voy a soñar-, todos los niños, en todos los centros, tengan la oportunidad de contar con una Asamblea parecida. Ya han conseguido algo que creemos todavía insuficiente: el estar representados en el llamado Consejo Escolar en número de dos niños como pírrica representa- ción de muchos cientos. Y encima sin derecho a votar, es decir sin derecho a resolver.

Esperemos que algún día las autoridades docentes del Estado, que, aunque en nuestros comienzos se mostró reticente al proyecto (crítico, incluso, en los aspectos que consideraban inconciliables con el sistema docente y laboral establecido), y que, con el tiempo, y a la vista de los resultados positivos, evolucionó de la comprensión a la valoración de hoy, se acerque a nosotros en esto de que el niño tenga auténtica representación en los órganos de gestión y decisión de sus centros de acogida. Ya en algunos de ellos se están siguiendo algunas de nuestras pautas pedagógicas, y en ciertos colegios los maestros organizan las aulas como pequeñas comunidades CEMUneras: sus alumnos eligen a la “corporación” municipal que va a tutelar, junto al maestro, la vida social de la clase.

No tenemos más remedio que poner Orden y Estrella en el carro de los Niños que han perdido su Norte; y, precisamente por ese injusto tratamiento adulto que solo les permite ser poco más que simples receptores de conocimientos, a los niños les cuesta tanto trabajo intervenir con atonía en el juego escolar y ciudadano, y si lo hacen es para constituirse en poder paralelo o arrebatar el papel de la au- toridad a la fuerza, haciendo así que la “dictadura” pase a sus manos. Las consecuencias son fáciles de corregir… Algo está pasando en estos momentos, merced al nuevo bandazo educativo: De “la letra con sangre entra” al todo vale en los hogares y las aulas…

Si queremos evitar esos males mayores anunciados, debemos hacer que los centros de educación y residencias sean, como en la CiudadEscuela, lugares agradables y participativos.

Es un aviso a navegantes…