Presentación de Rafael Folonier

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Presentación de Rafael Follonier, Secretario de la Unidad Presidenta de la República Argentina.

“Fortalecer la democracia es fortalecer la integración” Para comenzar, mi agradecimiento a todas y todos los compatriotas peruanos por su recibimiento y la solidaridad siempre fuerte y renovada con la causa de nuestras Islas Malvinas. Al Presidente Ollanta Humala y a mi tocayo, el compañero Canciller Roncagliolo, gracias por honrarme con la invitación a participar en este acto patriótico de integración regional. Y la alegría de estar con ustedes y especialmente con Antonio Navarro Wolff y Marco Aurelio García, veteranos compañeros de luchas suramericanas. A la Cancillería peruana, a la CAF, felicitarlos por esta iniciativa.A Rafael, también gracias por la exagerada y generosa mención de hacernos representantes de las tradiciones sanmartinianas y bolivarianas. Nosotros, los suramericanos, debido a nuestra historia, somos particularmente sensibles a los ideales y prácticas democráticos de nuestra vida política. No podría ser de otra manera si vemos hacia atrás y encontramos una sucesión pocas veces interrumpida de dictaduras militares caracterizadas por la suspensión de las libertades individuales y la eliminación de los derechos sociales. Es por eso que el concepto de democracia nos es tan caro. No únicamente en el sentido formal basado en el respeto del Estado de derecho, la institucionalidad y las garantías constitucionales, sino también y, fundamentalmente, porque estamos convencidos de que es la democracia el sistema con mayor potencialidad para resolver la vida material y espiritual de los pueblos. La democracia es la única vía para alcanzar un horizonte de justicia social. Allí radica su razón de ser y la necesidad de su defensa. Nuestro pasado reciente, traumático en casi toda la región, nos obliga a estar alertas y creativos en la resolución de los conflictos que tienen las democracias suramericanas del siglo XXI. Sin embargo, no podríamos estar en un contexto mejor. La creación del CEDEM es más que oportuna: la necesidad de estudiar y analizar nuestras democracias se abre en el marco de la UNASUR, reflejo institucional más acabado de este cambio de época. Estos tiempos, signados por la crisis del modelo unipolar de hegemonía mundial, atravesados por profundas incertidumbres sistémicas sobre el rumbo del capitalismo e inexorables transformaciones en las relaciones económicas y culturales entre pueblos, regiones y países, a pesar de los interrogantes que abren de cara al futuro, nos dan algunas certezas que, como suramericanos, no podemos dejar de observar:


La geopolítica del mundo está en un proceso acelerado de modificación. El poder militar, económico y energético se está fracturando y reordenando de otras formas.

Esta fractura es nuestra oportunidad, es tiempo de refrendar el multilateralismo como camino seguro y única garantía de la paz mundial. Como región, debemos pregonar y defender el multilateralismo y el diálogo como instrumento interno para resolver conflictos.

Nuestra región, en este sentido, se constituye como bloque capaz de enseñarle a este mundo en crisis un modelo de paz y esperanza cubierto por un manto de soberanía popular y democrática.

La cohesión interna, que hacia dentro de la región se enriquece gracias a la heterogeneidad y diversidad de nuestras culturas, debe servir para que se pueda vivir mejor. Parte de los esfuerzos del CEDEM tienen que estar apuntados a consolidar los avances de la democracia en la consecución del fin último de todo sistema político: la justicia social, es decir, que día a día se reduzca la desigualdad.

Las transformaciones en el escenario mundial y, particularmente, en nuestro continente, acompañaron la aparición de nuevos actores en la vida pública de nuestros pueblos. Los pueblos originarios, los jóvenes, los trabajadores, los sin tierra, las religiosidades diversas y una larga lista de fenómenos dinámicos y heterogéneos, han tomado roles protagónicos en las transformaciones que vivimos. Nuestras democracias tendrán que encontrar las formas institucionales de abarcar todo esto en sus formas jurídicas y políticas. Tendremos que trabajar en la construcción de nuevas nociones de ciudadanía acordes a los nuevos andamiajes institucionales con que buscamos consolidar nuestros Estados en este siglo que comienza. Debemos trabajar en ampliar las bases representativas de nuestras democracias, pero también ampliar las bases de participación social y ciudadana. Ese será el mejor camino para imprimirle una estatalidad más participativa a nuestras democracias.

No tenemos duda alguna en este sentido. La riqueza y plasticidad del sistema democrático, siempre abierto a la ampliación de derechos y a la inclusión y resolución de nuevas problemáticas, son acordes a lo que sucede en nuestra región. Los pueblos de Suramérica hacen de sus democracias experiencias dinámicas y explosivas, se podría decir hasta tumultuosas. Y ese es el camino correcto: el de la interpelación de un sistema hacia el pueblo que quiere representar. No hay que asustarse: las democracias suramericanas son novedosas y esencialmente populares.

Es por eso que no hay que ser ingenuos. El fortalecimiento de nuestras democracias no tiene que limitarse a respetar los ciclos electorales. Debemos evitar caer en los pozos ciegos a los que conducen los excesos de formalismo. La consolidación de la democracia se verifica en el trabajo cotidiano de los Estados y en la riqueza política de nuestras comunidades. Allí donde se cruzan los intereses nacionales y regionales con políticas de Estado es donde podemos encontrar generadores de soberanía. Estos generadores de soberanía, asociados a los intereses


tácticos y estratégicos de la región, son, en definitiva, las herramientas que tenemos para hacer de nuestra democracia un sistema insustituible. Fortalecer la democracia es fortalecer la integración: se hace imprescindible profundizar el camino iniciado por la UNASUR y sus Consejos. Es necesario imprimir un sesgo suramericano en algunos temas o asuntos de carácter prioritario para la integración de Suramérica. A nivel político, académico y comunicacional parece haber consenso sobre una cosa que nos atañe profundamente: en términos de biodiversidad, recursos hídricos, alimentos y energía somos la región más rica y con mayor potencialidad del mundo. Esto implica una gran oportunidad y una mayor responsabilidad. Algunos de los interrogantes que se abren antes este panorama: ¿cómo conjugamos democracia y soberanía en la protección de nuestros recursos naturales? ¿Cómo volcamos estas ventajas culturales y materiales a favor de la distribución de la renta en nuestro continente? ¿Qué rol jugarán nuestros Estados en esto? Las respuestas las dará con el tiempo el CEDEM, seguramente. Pero podemos ir avanzando en algunos aspectos. Es impensable, por ejemplo, que no tengamos un censo propio de nuestros recursos naturales. Obtenemos información fragmentada de empresas extranjeras o de estados extrarregionales. Si vamos camino a consolidar nuestra soberanía es imperioso generar nuestra información. Así podremos tener un diagnóstico y la posibilidad de actuar prospectivamente. Podremos proponer, en una iniciativa de carácter estratégico, que los países de la UNASUR declaren de interés regional una nómina de recursos naturales. La nómina, confeccionada por los Consejos Suramericanos de Infraestructura y Planeamiento, de Energia, de Economia y Finanzas y de Educacion, Cultura, Ciencia, Tecnologia e Innovacion, sería una de las vías para generar un gran consenso regional sobre recursos naturales, su exploración, su aprovechamiento y explotación. Tambien, su cuidado, su protección y su defensa. Sería una forma de avanzar con paso firme hacia la consolidación de alianzas estratégicas entre empresas públicas y, ¿por qué no privadas o mixtas?, vinculadas con el fin de garantizar la exploración, explotación y provisión de nuestros recursos energéticos, esencialmente necesarios para poder ampliar la base material de nuestro crecimiento productivo. En esta relación reside nuestra principal paradoja: ¿cómo siendo el principal reservorio mundial de recursos naturales somos, a la vez, una región tan desigual? La llave para responder esta pregunta está en la reconversión del sistema productivo regional, una tarea titánica pero estratégica. Debemos generar empresas mixtas con capitales estatales y privados, tenemos que insistir en industrializar conjuntamente los recursos naturales según las prioridades de cada uno de nuestros países. En un planeta sediento de recursos naturales, no podemos, siendo la mayor reserva mundial, quedarnos de brazos cruzados. Luego de las conclusiones de Río+20, debemos ser muy


cuidadosos respecto de las posturas de los países centrales y el doble standard ambiental. La problemática ambiental debe ser estudiada y resuelta, centralmente porque somos nosotros los que albergamos la mayor biodiversidad del mundo. Pero tampoco puede ser utilizada como ariete para impedir el desarrollo económico de nuestras naciones. Menos aun cuando estamos luchando por desprimarizar nuestras economías para agregarle a nuestra producción mayor valor agregado. Debemos dejar de lado el modelo agroexportador extractivo que nos vincula al mercado mundial con un pobre desarrollo endógeno, para pasar a un desarrollo que genere renta y trabajo genuino. Suramérica debe ser el Continente del trabajo y de la paz. Nuestras democracias serán mucho más robustas y fuertes cuando nuestras economías generen valor y trabajo, es decir, cuando avancen en su industrialización. En esta falsa dicotomía: desarrollo-medio ambiente se asientan en los últimos años la mayor cantidad de conflictos sociales de nuestra región. El CEDEM debe jugar un rol importante en este sentido. La resolución de conflictos y controversias pone a prueba nuestra capacidad de conjugar desarrollo económico y medio ambiente, ambos aspectos importantes de nuestra vida como generadores de soberanía. Por otra parte, como el conflicto siempre va a existir en mayor o menor grado, es hora de que empecemos a pensar en nuestros propios mecanismos de resolución. No debería hacer falta ir a La Haya o al CIADI para resolver un problema intrarregional. Otro aspecto fundamental en relación a nuestros recursos naturales es el tratamiento central que tiene dentro del Consejo Suramericano de Defensa. Es algo verdaderamente grato ver que tanto el Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa de la UNASUR como las mismas Fuerzas Armadas de la los países de la región ven en la defensa de los recursos naturales un generador de políticas civiles y militares para la defensa del continente. Con el aumento de la cooperación y el intercambio, con niveles de confianza cada vez mayores y con una mirada regional de la geopolítica del mundo, vemos cómo las fuerzas armadas fueron virando sus hipótesis de conflicto. Basta recordar cómo, pergeñadas desde el exterior, las hipótesis de conflicto hacían pensar los sistemas de defensa en relación a los países limítrofes. Hoy la realidad es otra. Hasta aquí hemos hablado de la protección de nuestros recursos naturales en términos de diagnóstico (censo), jurídicos (declaración de interés regional), de conflictividad social (choque de intereses económicos con ambientales) y de defensa (aprestamiento operativo y doctrinario en términos civiles y militares para defender mejor nuestros recursos). Pero no hemos hablado de algo central: cómo generar cohesión en términos de pertenencia e identificación con la región. Me refiero a niveles culturales. En el caso de los recursos naturales es algo que necesitamos pensar. Debemos articular las soberanías populares y democráticas con la defensa de lo nuestro.


En estos tiempos, tiempos suramericanos, profundamente nuestros por los avances en la toma decisiones sobre lo que a nosotros nos conviene, estamos obligados a ejercer nuestra soberanía y expandirla hacia niveles insospechados de la acción y el pensamiento. Como dice Cristina Fernández de Kirchner, mi Presidenta, nuestros gobiernos, en estos tiempos suramericanos que moldeamos día a día, se parecen cada vez más a nuestros pueblos. ¿Qué es eso sino mayor y mejor democracia? La exigencia de la hora es conjugarnos en la creación un Nuevo Pensamiento Suramericano: entre todos debemos debatir y elaborar un Consenso del Sur, para nosotros y para el mundo. Aquí es donde debemos volver a nuestros Libertadores. A la creatividad que nos pertenece como suramericanos y a la novedad que somos como bloque regional. Si hace doscientos años la Independencia de nuestros pueblos vino de la mano de un puñado de temerarios imbuidos por ideales democráticos (los del siglo XIX, por supuesto, que no son los mismos que ahora), es hora de que pensemos nosotros, que no somos ya un puñado sino pueblos enteros, cómo culminamos la independencia para alcanzar la emancipación. Como decía Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, “o inventamos o erramos”. Justamente, si pensamos que la emancipación tiene aspectos materiales y económicos, por un lado, y culturales y espirituales, por otro, es momento de pensar cómo hacer de Suramérica un nosotros cultural. Corremos con la ventaja de que no tenemos conflictos religiosos ni étnicos y somos pueblos jóvenes sin nacionalismos excluyentes y profundamente democráticos. ¿Cómo fortalecemos, a instancias de los vientos políticos que soplan en la región, esa identidad a la vez democrática y suramericana? Confeccionemos, por ejemplo, con ayuda del Consejo Suramericano de Educacion, Cultura, Ciencia, Tecnologia e Innovacion, una materia común sobre integración regional que se incluya en todos los programas de estudio a nivel medio y/o universitario. Que se instale desde los Estados de la UNASUR una direccionalidad cultural acerca de los caminos de la integración. Pensemos todos juntos cómo articular un pasado de fragmentación con un presente de esperanza y un futuro de unidad. En la formación de nuestros pueblos está la llave para darle forma a esto que estamos viendo nacer. Ya existen, a este respecto, iniciativas exitosas. Por ejemplo, a nivel comunicacional, la experiencia de Telesur resulta hoy día casi imprescindible para sentar posición en la pugna regional de los medios de comunicación. Fomentemos, en esta dirección, el intercambio universitario intrarregional. Fortalezcamos las redes que ya existen y creemos redes nuevas para aumentar el flujo de nuestra educación superior. Esto es central: nuestra América debe aspirar a ser una sociedad de pleno acceso al conocimiento y para eso hay que conjugar los nuevos tiempos con nuevas institucionalidades. ¿Por qué no cear en el corto plazo una Cátedra UNASUR que itinere por nuestro continente


abriendo camino a las voces de la integración? Y, en el mediano plazo, profundizando esa experiencia, avancemos en ese sentido y que desde este Centro de Estudios se proponga la creación de una Universidad del Sur, de la UNASUR, un centro de formación de excelencia para nuestros jóvenes que prestigie la integración también desde lo académico. Y, ¿por qué no ir aún un poco más allá? ¿Por qué no podemos proponer desde la UNASUR y desde este flamante Centro un Instituto Cultural multidisciplinario que lleve al mundo los valores de la cultura suramericana? Estamos en condiciones de enseñar la riqueza de nuestra historia y la potencialidad de nuestro futuro, abriéndole a la región otro protagonismo y nuevas y ricas dimensiones en la geopolítica mundial. Para ir cerrando, y sin caer en Vasconcelos que hablaba de los americanos del Sur como “raza cósmica”, me atrevo a decir que como región estamos ante un momento decisivo, un tiempo en nuestra historia que sí es definitorio. Somos las generaciones del Bicentenario de nuestros pueblos las que estamos cumpliendo con los mandatos de la independencia, encaminándonos hacia la verdadera emancipación. En ese camino hemos alcanzado, con esfuerzos arduos y dolorosos, algo invaluable: la democracia y el consenso de que no se puede gobernar por fuera de ella. Nuestra responsabilidad es terminar de democratizar la democracia, es decir, darle a este sistema su mayor potencialidad y alcanzar aquello que nos tiene que desvelar: la conjunción de la democracia política con la democracia económica. Por suerte tenemos el orgullo de decir que venimos haciendo las cosas bien. Otra es Suramérica hoy en día respecto de años anteriores. Por eso podemos decir, parafraseando a Galeano que, si históricamente la utopía se alejaba como el horizonte a medida que avanzábamos, hoy la realidad es otra: vamos, a paso de vencedores, hacia aquella utopía que nos espera en un horizonte suramericano: nuestra Patria Grande. Muchas Gracias


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