aprobación de ella por parte de representantes de los ayllus incásicos, nos relata que cuanto el inca Túpac Yupanqui anduvo por las costas de Manabí, la isla de Puná y Túmbez, vinieron unos comerciantes navegando en sus balsas a vela. Esos comerciantes sabían contar de unas islas desconocidas por el Inca, hacia el oeste, y el Inca resolvió armar una flotilla de balsas y hacerse al mar, con nada menos de 20.000 soldados. Su viaje duró nueve meses, según unos, y doce según otros, terminados los cuales volvió y procedió a Tumibamba, o sea a Cuenca. La leyenda nos relata también de los objetos que el Inca trajo como pruebas de su larga ausencia. En la investigación estamos enseñados a tomar la leyenda, cualquiera que sea, como una información interesante, pero siempre con el cuidado de que, en sus detalles, es tan inexacta como suele ser exacta en su sustancia. En este caso la sustancia sería que el Inca, para conocer una balsa a vela, tuvo que venir a la costa donde existía la Cultura Manteño-Huancavilca. Los detalles de 20.000 acompañantes, nueve o doce meses de ausencia, etc., son los aumentos inevitables que se agregan a través de los años, cuando el relato pasa de boca en boca. El Inca instituyó el culto al mar, llamándolo Mamacocha-madre de la laguna. Este detalle adicional confirma lo novedoso que fue para el Inca. En la vida espiritual de los incas nos encontramos con su héroe cultural, Ticci Viracocha, quien predicó a ellos, dio leyes morales, enseñó conocimientos materiales, en fin, como todo héroe cultural, trajo bienestar, pero en el momento dado se disgustó con la reacción de su pueblo y después de sus últimas amonestaciones y profecías Ticci Viracocha llegó a las comarcas de 36 l
Portoviejo y Manta, según el mismo Sarmiento, y …”se metió con sus dos criados por la mar, e iban caminando sobre las aguas, como por la tierra, sin hundirse”. Los que han querido ver una influencia poscolombina en este hecho, caminar sobre las aguas, están gravemente equivocados, lo cual pueden atestiguar los que han visto un pescador de las playas ecuatorianas, alejarse de la costa con las primeras brisas de la madrugada, irse a sus faenas en el mar, parado sobre su pequeña balsa de tres palos; a unos cien metros de distancia se lo ve claramente “caminando sobre las aguas, como por la tierra, sin hundirse”. Lo sustancial en esta leyenda es que el héroe cultural del Incario tuvo que venirse hasta Manta para poder embarcarse en una balsa. En algo más superficial encontramos que el Inca hizo llevar balsa, sobre tierra, para hacerse una embarcación de recreo en la laguna de Bonbon. Obviamente no hay como asociar la navegación en balsa con la cultura incásica, y resulta, por consiguiente, bastante extraño oír que Heyerdahl habla del sistema de los guaras o guarés, como un arte de navegación de los incas que él ha redescubierto. Igualmente extraño, para decir lo mismo, resulta cuando el mismo explorador, para comprobar la teoría de un poblamiento de la Polinesia por parte de las culturas peruanas, hace a ellas navegar en balsas, hasta la Oceanía. Creemos que sería el único caso en los estudios prehistóricos que una cultura para emigrar hacia un territorio desconocido, tiene que recurrir al uso de las embarcaciones de otra cultura. Cuando Heyerdahl para hacer su famosa balsa Kon-Tiki optó por comprar la madera de balsa en el Ecuador y transportarla por un vapor al Callao, y des-