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El arte como resistencia, pasión y vida entera

Con una voz pausada, reflexiva y cargada de pasión, Héctor Silva abre las puertas de su mundo: un universo atravesado por el arte, la memoria y la resistencia. Uruguayo de nacimiento y paraguayo por elección desde hace 44 años, este actor, director, locutor y docente ha convertido el escenario en su trinchera y la actuación en su forma de vida. En esta entrevista repasa sus comienzos en los carnavales montevideanos, comparte anécdotas de su extensa trayectoria y adelanta los proyectos que lo mantienen vigente y activo.

¿Cómo nació tu pasión por la actuación?

Nació en mi infancia, durante los carnavales en Uruguay. En mi barrio ensayaba una murga, y todas las noches me iba a ver los ensayos. Me aprendía los textos, las canciones, y observaba cómo el hombre común —el zapatero, el de la despensa, el taxista— se transformaba por un mes en astronauta, pirata, payaso, arlequín. Creo que esa fue mi primera escuela.

¿Cuál fue tu primera participación en teatro y en una producción de ficción?

Mi primera obra de teatro fue a los 17 años, una versión del Romancero Gitano de Federico García Lorca. Era plena dictadura en Uruguay, y representar a un autor “rojo y marica” nos costó varios sustos. En cuanto a la ficción, fue por 1991, en Sombras en la noche, otra quijotada.

¿Cómo es un día típico en la vida de Héctor Silva?

No hay dos días iguales, como le pasa a muchos que se dedican al arte. Trato de vender funciones de El loco de Cervantes, postulo a proyectos, busco sponsors, doy clases, cocino, lavo la ropa… todo un amo de casa. Vivo con mi hija, y nos repartimos las tareas. Ah, y voy al Mercado 4, donde tengo 2 o 3 cuates a quienes les pido un mazo de albahaca y me dan tres, dos de regalo.

Llevás muchos años en Paraguay, ¿extrañás Uruguay?

Llevo 44 años acá. Y sí, siempre se extraña. Aunque las pocas veces que volví me sentía extranjero, porque digo “lluvia” y no “shuvia”. Y acá siempre hay alguien que me recuerda que no soy de aquí. A esta altura, ya ni sé de dónde soy.

Héctor Silva Cómo seguirle por las redes.

Facebook: Héctor Silva

Instagram: hectorsilva2546 miento en el Salazar, hasta el 2 de septiembre, auspiciado por fondos municipales. En agosto, rodaje de un cortometraje con alumnos de la Universidad del Pacífico. En octubre, estreno de Dos hombres junto al río, basada en una novela de Andrés Colmán Gutiérrez. Y El loco de Cervantes fue seleccionado para dos festivales en Uruguay, también en octubre. Para 2026, espero el estreno de tres películas y el rodaje de un largometraje con Wolfgang Bellaire.

¿Hay alguna experiencia en escena que te haya marcado especialmente?

El loco de Cervantes, sin dudas. Lleva 250 funciones en 10 años. La vida y obra de ese tipo me calaron hondo. Más aún, al comprobar en cada función que muy pocos conocen las dificultades que enfrentó el creador de la novela. Un capo, el Miguel.

¿Qué rol creés que juegan hoy las redes sociales?

Tienen varios roles. Por un lado, fantástico: investigación, información, formación, acceso a materiales audiovisuales y escritos. Por otro, nefasto: alienación, distracción. Basta ver a quienes manejan o están en el colectivo, todos pendientes del celular. Imaginate un cerebro 8 o 10 horas por día recibiendo chismes, morbo, desgracias… ¿en qué termina todo esto? Ni idea.

Además de actuar, también hacés locución y docencia. ¿Con cuál te quedás?

Actuar. No hay nada como el escenario.

El 9 de julio arranco un taller gratuito de entrenaEn agosto rodará un cortometraje con alumnos de la Universidad del Pacífico.

¿Qué proyectos tenés para 2025 y qué esperás para 2026?

¿Cuál ha sido tu momento más desafiante y cómo lo enfrentaste?

Cuando me enteré de que estaba enfermo. Aún no lo resolví del todo, pero me obligó a seguir adelante sin tiempo para la depresión: ocupándome, trabajando, amando la vida como nunca. Como dice la película: “La vida es bella”.

¿A qué país te gustaría ir a actuar y por qué?

México. Es un país increíble, con historia y una gente maravillosa. Estuve una vez con una obra de Paola Irún, pero me encantaría volver con El loco, a Guanajuato, una ciudad culta si las hay. Y de paso, visito a mi hija, que vive allá desde hace un año.

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