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PEREGRINAR, PROPÓSITO DE AÑO NUEVO

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EDITORIAL

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Por Pbro. Cango. Trinidad Antonio Márquez Guerrero.

El Año Nuevo comienza y, como católicos y hombres de fe, hemos de tener buenas expectativas, la esperanza nos mueve y dispone para aprovechar el tiempo como regalo de Dios y oportunidad. En este sentido el amor misericordioso de Dios, capaz de sanar nuestro pasado con su perdón, se nos presenta como proyecto de vida nueva.

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Como hijos de Dios somos personas en camino, en constante hechura, no estamos acabados. Por tanto, iniciar este año 2023 con un proyecto personal de vida es un buen elemento para cualquier vocación y un buen cimiento. Un plan, como mapa de ruta, al mismo tiempo que ayuda a no equivocar el camino, genera procesos; en tanto que dinamiza, genera tensión hacia el futuro, alienta la esperanza y con ello hace crecer la fe y la caridad.

Fotografía por: Medios de Comunicación Catedral Basílica de San Juan

Caminar puede ser muy bien un símbolo expresivo de nuestra fe: indica disponibilidad, decisión, búsqueda. Puede ser la imagen de un cristiano o mejor de una comunidad que “peregrina”, que avanza hacia una meta importante de su fe, que “sale” de una situación y quiere llegar a otra... Para elegir hay que discernir, es importante hacernos preguntas; no es posible la vida sin revisión, sin examen; “una vida sin examen no merece la pena ser vivida”, dice la Apología de Sócrates escrita por Platón (427 a.C. - 347 a.C.).

Desde este Santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, les propongo que tengamos entre nuestros planes el caminar o peregrinar. Una de las modalidades religiosas del caminar es el emprender —a ser posible, con otros— una peregrinación. El mes de enero es el mes de las múltiples peregrinaciones que conforman la “Caravana de la Fe”.

Peregrinar es algo más que caminar o viajar. Es trasladarse a una meta religiosa —un santuario, un lugar “santo”— con una intención religiosa y simbólica. Abraham se traslada desde su patria hacia Canaán, Elías camina por el desierto al monte del encuentro con Yahvé y luego de vuelta a su misión, el pueblo de Israel emprende la gran marcha desde la esclavitud hasta la Tierra Prometida y luego realiza cada año su peregrinación al Templo de Jerusalén, acompañando sus pasos con los salmos procesionales: “qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor” (Sal 121 [122]).

El mismo Jesús aparece como un caminante incansable. Sobre todo, en el evangelio de Lucas, todo su programa parece reflejado en clave de peregrinación: su marcha, su “subida a Jerusalén” (Lc 9, 51; 19, 28). Mucho antes había peregrinado a Jerusalén al cumplir los doce años, con sus padres, que a su vez habían conocido la fatiga de sus caminatas a Belén y Egipto... “El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza” (Mt 8,20).

Peregrinar es expresión de un pueblo en marcha, de metas soñadas, de propósitos decididos. Peregrinar es salir de un lugar —o de una situación— y recomponer esquemas mentales. La meta es más religiosa que geográfica.

De entre las expresiones de espiritualidad popular, Aparecida destaca “las peregrinaciones”, “donde se puede reconocer al Pueblo de Dios en camino. Allí el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera. Cristo mismo se hace peregrino, y camina resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza, y la llegada es un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual” (Aparecida No. 259).

El Papa San Juan Pablo II, —peregrino en este Santuario— dijo en Santiago de Compostela: “el estilo peregrinante es algo profundamente enraizado en la visión cristiana de la vida y de la Iglesia”.

En verdad el peregrino experimenta con frecuencia una evolución interior: sale de su ritmo habitual, se toma tiempo, sufre no pocas veces las incomodidades del camino, rompe con algo, se abre a horizontes nuevos, se reencuentra consigo mismo —a ser posible ayudado por celebraciones de oración, penitencia y Eucaristía— y orienta su vida cara a los valores que busca en la meta propuesta. No es huida, sino búsqueda, con ida y vuelta. Un tiempo hasta psicológicamente enriquecedor y liberante, que permite tantas veces reorientar la propia vida...

Bibliografía:

Aldazabal, J., Gestos y Símbolos, Dossiers CPL, Barcelona 1994, pp. 206-213.

V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento Conclusivo, Fotografía: Aparecida 2007, 3ª San Pablo 2008, p. 149.Mensajero DiocesanoJuan Pablo II, Viaje Apostólico a España, Misa del Peregrino, 9 de noviembre de 1982.

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