

CUMANDÁ
Relatos de vida y aprendizaje
CRÉDITOS
Pabel Muñoz López
Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito
Jorge Cisneros
Secretario de Cultura MDMQ (E)
Mayra Estévez
Coordinadora de Red Metropolitana de Cultura
PARQUE URBANO CUMANDÁ
Tania Quevedo Coordinadora General
Diana Narváez
Responsable Administrativa Financiera
Diana Duchi Responsable de Programación
Miguel Fuenmayor Gestor Cultural, Comunitario y Deportiva
Guissela García Área Administrativa
Alejandro Laica, Camilo Castillo
Carol Cazares, Cristian Lara, Diana Boada
Edgar Navarrete, Edwin Segura, Fabián Burbano
Frank Tapia, Mabel Espinoza, Ismael Montesdeoca
Marlon Parra, Juan Diego Nieto, Mónica Hernández
Renato Chima, Sandra Utreras, Santiago Simbaña
Steve Zambrano, Valeria Piedra. Mediación
Patricio Ortiz Museografía y Montaje
Nelson Ortiz Técnico de Producción
Javier Velasco, Darwin Toapanta Mantenimiento
Paola Mejía, Homero Arboleda Comunicación y Diseño
Carmen Gualoto Diseño
Carmen Gualoto Edición
Andrés Andrade
Erika Enríquez Fotografías
Andrés Andrade
Erika Enríquez Redacción

Parque Urbano Cumandá es un proyecto de la Secretaría de Cultura de la Alcaldía del Distrito Metropolitano de Quito que propone un espacio híbrido para disfrutar el encuentro entre cultura, deporte y comunidad a través de la educación no formal.
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Entre Pesas y Pasión
El Crossfit, un cambio metal y físico
Sincronía con el corazón
Twerk: Movimiento de Libertad y Empoderamiento
Cecilia Yerovi, una mujer resiliente
Voces de Vida

Entre Patinetas y libros
Más que un Deporte
Paso a paso en el Step
Cuerdas del Cumandá
El Hip Hop como Fuerza Transformadora: La Vibrante Comunidad del Parque Urbano Cumandá
El propósito de un relato de experiencia de vida
es documentar y reflexionar sobre las experiencias del autor de una manera que sea significativa y atractiva para el lector. Puede ser una forma de procesar y dar sentido a experiencias difíciles, celebrar triunfos personales o ofrecer guía e inspiración a los demás. Los relatos de experiencias de vida también pueden ser una herramienta valiosa para promover la empatía y la comprensión entre personas de diferentes orígenes.
Bajo el Compás del Cumandá

Dos Caminos, una Pasión
Alejandro y Adariel, dos jóvenes con diferentes motivaciones, pero un amor compartido por la batería, encontraron en el Cumandá un espacio para explorar su pasión musical. A través de desafíos y logros, han forjado una conexión especial con este instrumento que les ha cambiado la vida de formas sorprendentes.
Alejandro, de 13 años, llegó al mundo de la batería impulsado por la sugerencia de su padre. Aunque inicialmente no estaba seguro, descubrió que la batería le permitía expresarse libremente y canalizar sus emociones de una manera única. A lo largo de sus dos años en el Cumandá, ha experimentado un progreso notable, superando desafíos como dominar el hi-hat y los rudimentos. Inspirado por músicos como Taylor Hawkins y Dave Grohl, encuentra en el rock su género favorito para tocar, disfrutando de la oportunidad de golpear los tambores con fuerza y pasión.

Adariel, de 16 años, fue atraída hacia la batería por la influencia de su padre y su hermana, quienes también asisten a las clases en el Cumandá. Durante su año y medio de aprendizaje, ha experimentado una mejora significativa en su capacidad para tocar una variedad de ritmos, desde el rock hasta el reggaeton. Para ella, la batería es una forma de crear ritmos que se adaptan a diferentes estilos musicales, y encuentra inspiración en su familia y en el desafío constante de mejorar su técnica.
A pesar de sus diferencias, Alejandro y Adariel comparten un profundo aprecio por las oportunidades que el Cumandá les ha brindado. Gracias a la accesibilidad de las clases gratuitas y los horarios flexibles, han podido seguir su pasión por la música sin obstáculos. Además, valoran la calidad de la enseñanza y el ambiente acogedor que ofrece el lugar. Para aquellos que están comenzando en el mundo de la batería, Alejandro y Adariel tienen consejos simples

pero importantes: no tengan miedo de cometer errores y mantengan la constancia. Reconocen que el proceso de aprendizaje puede ser desafiante, pero también gratificante, y alientan a otros a seguir adelante con determinación y pasión.
En resumen, la historia de Alejandro y Adariel en el Cumandá es un testimonio del poder transformador de la música y del valor de las oportunidades accesibles para todos. A través de la batería, han encontrado una forma de expresar su creatividad, conectar con su familia y comunidad, y superar desafíos personales con confianza y determinación.

Entre Pesas y Pasión

La Transformación de Andrea en el CrossFit del Cumandá
Andrea ha encontrado en el Cumandá un espacio que no solo ha transformado su cuerpo sino también su espíritu. Hace dos años, decidió cambiar los gimnasios particulares por el aire libre y la comunidad que encontró en este parque, un lugar donde el ejercicio se convierte en una experiencia compartida, guiada por instructores que no solo enseñan sino que inspiran. Su dedicación al CrossFit, de martes a viernes desde las 8:30 de la mañana, es una prueba de su compromiso con un estilo de vida que desafía sus propios límites. Antes de llegar al Cumandá, Andrea ya practicaba CrossFit, pero fue la atmósfera de este

lugar la que realmente la cautivó. La oportunidad de entrenar al aire libre, junto con la atención personalizada de un “profe” que se preocupa genuinamente por el progreso de sus alumnos, marcó un antes y un después en su vida. La Andrea de hoy, capaz de completar 50 abdominales sin desfallecer y correr más rápido que nunca, es casi irreconocible para quien no pudo superar la barrera de los cinco abdominales en sus inicios.
Este cambio no solo se refleja en su capacidad física. Andrea encuentra en el CrossFit una terapia para el alma, una vía de escape a los días malos, un recordatorio de que, dentro del Cumandá, puede dejar atrás sus problemas y concentrarse en superar sus propios desafíos.
La comunidad de CrossFit en el Cumandá es variada, fluctuando entre 10 y 30 compañeros en el horario de Andrea. Esta diversidad enriquece la experiencia, creando un ambiente de apoyo mutuo donde todos, independien-
temente del horario o el nivel de habilidad, se tratan con respeto y camaradería. Andrea, en particular, se esfuerza por mantener una buena relación con todos, adaptando sus horarios cuando es necesario para no perderse esta interacción comunitaria.
El uniforme que Andrea luce con orgullo simboliza más que la pertenencia a este grupo; es un trofeo de sus logros y del reconocimiento a su esfuerzo, ganado en uno de los concursos organizados por el Cumandá durante su aniversario. Este detalle refleja la forma en que el parque y sus programas van más allá del mero ejercicio físico, fomentando la excelencia y el compromiso. Su ejercicio favorito, alzar pesas, es más que una preferencia; es un objetivo. Inspirada por figuras como Neisi Dajomes, Andrea ve en cada kilo levantado no solo un paso más hacia su meta personal, sino también hacia una representación de fuerza y determinación
femenina en el deporte.
Las competencias son, quizás, el aspecto más emocionante de su trayectoria en el CrossFit. Participando en eventos organizados cada dos o tres meses dentro del mismo Cumandá, Andrea ha escalado posiciones, de un noveno lugar en su primera competencia
a un cuarto puesto en la última. Estos eventos son mucho más que competiciones; son oportunidades para autoevaluarse, para medir el progreso personal y colectivo, y para establecer nuevas metas.
Andrea ofrece un consejo a quienes se inician en el CrossFit o consideran hacerlo: la importancia de una buena alimentación, el valor del esfuerzo y la necesidad de un calentamiento adecuado. Pero, sobre todo, recalca el cambio profundo que este deporte puede generar en la vida de una persona, tal como lo ha hecho en la suya.
La historia de Andrea en el Cumandá es un testimonio de crecimiento, superación y comunidad. En este espacio, ha encontrado no solo un lugar para entrenar su cuerpo sino también para fortalecer su mente y espíritu, rodeada de personas que comparten su pasión y dedicación. Es una historia de cómo el deporte, en el contexto adecuado, puede transformar vidas.


El CrossFit
Un cambio
metal y físico
A sus 51 años, Germán Toapanta descubrió una pasión que transformaría su vida de una manera que nunca había imaginado. No era solo un deporte nuevo lo que encontró, sino una comunidad, un propósito y una forma de superación personal que rebasaba cualquier expectativa previa.
Cuando Germán llegó al parque Cumandá, hace 7 años, el crossfit aún no estaba en el radar. Su rutina incluía actividades como la bailoterapia y, eventualmente, step y samurai, explorando diferentes formas de mantenerse activo y saludable. Sin embargo, fue la novedad y la curiosidad lo que lo llevó a investigar sobre el crossfit, un término entonces desconocido para él y para muchos en su país. Impul-
sado por el ejercicio y una comunidad de apoyo, Germán se sumergió en este mundo, encontrando en él mucho más que una simple actividad física.
Lo que más capturó el corazón de Germán del crossfit fue su espíritu: el compañerismo, la competencia amistosa y el apoyo mutuo. En el crossfit, cada miembro se convierte en parte de un todo, animándose unos a otros, corrigiendo posturas, técnicas, y, sobre todo, superar juntos los límites personales. Para Germán, el ambiente que brinda el parque Cumandá es esencial porque es abierto y sin espejos simboliza la esencia de este deporte: es un lugar donde lo importante no es cómo te ves, sino cómo te superas y ayudas a los demás a hacerlo.
El impacto del crossfit en la vida de Germán va más allá de lo físico, incursionando profundamente en lo mental. La resistencia y la fuerza adquiridas son solo el comienzo; lo verdaderamente transformador ha



sido la capacidad de superar barreras mentales, de romper con la idea de “no puedo” y reemplazarla por “sí puedo y seguiré superándome”. Para Germán, las experiencias más significativas en su viaje crossfit
han sido, por un lado, la amistad inquebrantable con compañeros de entrenamiento, y por otro, el asombroso desarrollo de nuevas destrezas y habilidades. Aunque algunos amigos han dejado de asistir por diversas razones, los lazos forjados en el esfuerzo compartido perduran. Germán tiene un consejo claro para quienes se inician en el crossfit: “evalúen su compromiso y su disposición al esfuerzo y la disciplina. El crossfit es para aquellos que decidan dar el paso deben saber que encontrarán una comunidad dispuesta a acogerlos, animarlos y crecer juntos. Si no han practicado antes, es algo nuevo vengan, curioseen, practiquen, si no les gusta no hay ningún problema, pero si les gusto vamos a seguir para largo”.
Sincronía con el corazón

Tatiana Alcívar siempre tuvo un espíritu apasionante, uno que buscaba expresarse de maneras que las palabras nunca podrían capturar completamente. Su viaje hacia el mundo del K-pop comenzó de una manera tan inesperada como significativa, marcada por la curiosidad y un impulso atractivo hacia la música.
Alguien que le inspira en este universo es su artista favorita Jungkook, de la banda BTS.
Es una pregunta que Tatiana ha
escuchado innumerables veces, y su respuesta siempre lleva consigo un brillo de emoción: “Fue gracias a las canciones. Transmiten tanta energía y pasión que simplemente me atraparon. No es solo lo que escuchas; es lo que sientes.”
Tatiana se sumergió en un mundo donde la música, el baile, y una comunidad apasionada se entrelazaban. En el parque Cumandá se puede tener un espacio donde puede ser ella misma, alguien que con sus amigos de baile.
El grupo de Tatiana practican 6 horas y la mayoría del tiempo se dedican a ensayar las coreografías, pero también existe un entretiempo en donde los integrantes pueden inventarse los pasos de baile. La danza se convirtió en su pasión, llevándola a participar en todo evento y concurso que pudiera.
Su grupo, compuesto por diez miembros tan dedicados como ella, se convirtió en su segunda familia. Juntos, se sumergieron en la rigurosa tarea de aprender y perfeccionar coreografías, a menudo creando las suyas en entretiempos de baile, mezclando el arte de la imitación con la innovación. Cuando participan en los concursos la vestimenta, es crucial, se convirtió en un símbolo de su compromiso y creatividad, invirtiendo tiempo, dinero, y esfuerzo en asegurar que cada detalle reflejara la esencia de las canciones que interpretaban. Este nivel de dedicación los llevó a ganar el primer lugar en uno de los concursos, un momento de orgullo y validación para Tatiana y su grupo.
Pero más allá de los premios y el reco-
nocimiento, lo que Tatiana valora profundamente es el cambio personal que experimentó. Antes de sumergirse en el mundo del K-pop, la idea de bailar le parecía ajena, casi imposible. Ahora, no solo ha superado esas inseguridades, sino que también ha encontrado en el baile una forma de expresión poderosa y liberadora. Como líder, Tatiana se esfuerza por fomentar un ambiente de apoyo y motivación, consciente de que las palabras y actitudes dentro del grupo pueden impactar profundamente en cada miembro. Su objetivo es claro: construir una comunidad donde cada uno pueda explorar y desarrollar sus habilidades, enfrentar desafíos juntos, y celebrar cada victoria como una familia. Para aquellos que se sienten atraídos por el llamativo mundo de las coreografías del K-pop, Tatiana ofrece un consejo sencillo pero podero-

so: “Sean constantes y no se rindan. Las coreografías pueden ser difíciles, pero con paciencia y dedicación, encontrarán en este arte
una fuente inagotable de alegría y satisfacción.” La historia de Tatiana es un testimonio de cómo la pasión, el compromiso, y el trabajo
en equipo pueden ransformar vidas, uniendo a las personas a través del lenguaje universal de la música y el baile. En el corazón de su viaje, yace una verdad simple pero profunda: el arte nos conecta, nos desafía, y finalmente, nos revela lo mejor de nosotros mismos.

Twerk:
Movimiento de Libertad y Empoderamiento

Dayana Nantip, es la profesora de Twerk en el Parque Urbano Cumandá.
Descubrió el mundo del twerk después de muchos años de practicar pesas y ejercicio, una rutina que le resultaba exigente y tóxica debido a las restricciones alimentarias y su historial de anorexia y bulimia. A pesar de estar físicamente bien, no se sentía feliz. Siempre le atrajeron los bailes sensuales y decidió intentar el pole dance, pero no fue para ella: fue entonces cuando descubrí a Lexy Pantera y Geri Hoops en YouTube y me intrigó el twerk.
Empezó a tomar clases con Andrea Ortiz “La Fresa”, aunque al principio su cuerpo, adaptado al ejercicio con pesas, no se movía con la fluidez que ella deseaba. Con el tiempo, y a través de mucha práctica y persistencia, fue ganando confianza. Después de seis meses, quiso compartir su pasión y pidió un espacio para enseñar twerk en el Cumandá, a pesar de las restricciones y los prejuicios iniciales.
Con el apoyo de Adriana Tamariz, coordinadora general del parque en ese momento, logró establecer un espacio donde mujeres podían bailar twerk libremente. No fue fácil:
enfrentamos críticas, estereotipos y la necesidad constante de defender nuestro espacio. Sin embargo, la perseverancia y el amor por el baile nos permitieron crear una comunidad segura y acogedora. El twerk me ha ayudado a aceptar y amar mi cuerpo tal como es, y a superar la vergüenza y la inseguridad. Hoy, sigo enseñando y compartiendo esta pasión, segura de que el twerk es una forma poderosa de empoderamiento y autoaceptación. Jessica Conterón (30 años) descubrió el twerk en un momento difícil de su vida, después de una separación que la dejó devastada. Solía ir al Cumandá para hacer ejercicio y bailar, y fue allí donde vio una promoción de clases de twerk. Decidió probar y desde entonces, no ha mirado atrás.
El twerk me salvó, literalmente. Daya, mi profesora, me enseñó a amarme tal como soy, a aceptar mi cuerpo con sus estrías y su gordura. En las clases, aprendí a mirarme al espejo y a abrazar mi propia realidad. Participar en una presentación por primera vez fue una experiencia emocionante y aterradora a la vez. A pesar del nerviosismo, la adrenalina y la emoción de la actuación me reafirmaron en mi decisión de seguir bailando. Lo más difícil fue las críticas y comentarios morbosos en redes sociales porque no fue fácil manejarlos, pero aprendió a poner límites y a educar a quienes no entendían el arte del twerk. Este baile le ha dado la confianza para amarse y expresarse libremente, y ahora disfruta de su cuerpo y de la comunidad que han creado. Maryorie Mosquera de 39 años llegó al mundo del twerk a través de su interés en la danza y la música. Practicaba dancehall y reggae, y una amiga
le habló de este grupo de twerk en el Cumandá. Le sorprendió la calidad y la estructura de las clases de Dayana. No había encontrado nada similar en otras escuelas de danza. El twerk para mí es más que un baile; es una forma de rebelión y autoafirmación. Mover las nalgas es una expresión de nuestra libertad y nuestra sensualidad, y nadie tiene el derecho de juzgarnos por ello. En nuestra comunidad hay mujeres de todas las profesiones y edades, y todas compartimos el mismo deseo de ser libres y auténticas. Las experiencias en el grupo (se conforma de 33 chicas) han sido mayormente positivas, aunque también hemos enfrentado críticas y comentarios desagradables. Sin
embargo, el apoyo y la conexión que encontramos entre nosotras hacen que todo valga la pena. El twerk me ha permitido reafirmarme como mujer y sentirme poderosa en su propia piel.
Las historias de Dayana, Jessica y Maryorie reflejan la transformación y el empoderamiento que han encontrado a través del twerk. Cada una, desde sus experiencias y desafíos personales, ha encontrado en este baile una forma de expresión, autoaceptación y comunidad. A pesar de las críticas y los estereotipos, estas mujeres continúan bailando y enseñando, demostrando que el twerk es mucho más que un baile; es una celebración de la libertad y la identidad.
Cecilia Yerovi
una mujer resiliente
A sus 73 años, su rostro lleva las marcas de una vida dura, pero en sus ojos brilla una luz de inquebrantable esperanza y fuerza. Cecilia, Es la tercera de 7 siete hermanos, una mujer tenaz desde pequeña. Su niñez fue dentro de las betlemitas en la magdalena, ese era su hogar porque su
mamá trabajaba y no había quien cuide de ella y de sus hermanos, pero esto no la detuvo para salir adelante. En la juventud, se fueron sumando más desafíos. En la época de vacaciones solía ir a una hacienda que era de su mamá en Alluriquín, donde por falta de experiencia se quedó embarazada
y tuvo una hija a los 15 años. Con el pasar del tiempo, regreso con su hija (ya de 4 añitos) a Quito donde conoció a su marido que prometió amarla, con el cual tuvo 3 hijos más. Pero este hombre solo le mostró el lado más amargo de la palabra cariño, la sumergió en un mundo de oscuridad y soledad.

Pero Cecilia, con la fuerza que solo el corazón más resiliente puede tener, se aferró a la vida con una determinación firme. Cecilia realizo el curso de auxiliarles en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, que duro 6 meses donde se graduó como auxiliar, después trabajo por un año como enfermera en la clínica Mosquera, donde aprendió a saturar y el ser partera, pero los celos de su esposo no la dejaron
continuar. Él le tenía desconfianza por todo hasta pensaba que sus propios hermanos le querían quitar a su mujer. Además de este problema tuvo que salir por no dejar a sus hijos solos en casa, se sacrificó para cuidar a sus hijos y sacar a su familia adelante.
Sus hijos llenaron de luz sus días. A pesar de las dificultades, encontró en ellos la razón para seguir adelante, para luchar contra
las adversidades que parecían no tener fin. Pero la realidad, siempre incierta, le puso otras pruebas: el ver morir a su madre y a dos de sus hermanos.
Sin embargo, Cecilia no se dejó vencer. Con la misma fuerza que había caracterizado su vida, se levantó de las cenizas, comenzó a sanar, no solo en cuerpo, sino también en espíritu. Decidió que era momento de vivir para sí misma, para encontrar la felicidad que le había sido negada durante tantos años.
Una de sus mejores experiencias fue con la danza. Se fue a Cuenca, al pase del niño, con sus amigas y fue todo pagado, todo lindo. Pero había que desfilar 1 km disfrazadas de cayambes y bailaban con la banda, tomaba agüita y seguía bailando. Uno de sus mejore viajes. Se ha ido a la playa, se subió en el tren para ir al pailón del diablo a Ipiales, Colombia, a todas partes. Cecilia nunca ha faltado a ninguno de los paseos. Gracias a la motivación de sus

hijos decide ir al Parque Cumandá, un lugar donde puede ser ella misma sin miedo ni reservas, donde se encuentra en paz y se entretiene con sus amigas, allí tiene su todo. Para Cecilia, este lugar es como su casa; algunas de sus mejores experiencias las vive en este espacio. La música y el baile son su pasión. Participa en todo evento que el parque ofrece, incluyendo clases de canto y baile para la tercera edad. Cecilia se convirtió en un ejemplo viviente de resiliencia y fortaleza.
Su historia, lejos de ser un relato de sufrimiento es un himno a la vida, una demostración de que, incluso en las noches más oscuras, el amanecer está siempre al alcance de quienes se atreven a soñar. Hoy, mientras danza y canta bajo el sol del Cumandá, es una mujer que vive, que ama, y sobre todo, que nunca dejó de creer en la posibilidad de un mañana mejor.
Cumandá-Relatos de vida y aprendizaje

Voces de Vida:
Eugenia
y Teresa en el
Corazón
del Parque Urbano Cumandá
En las vibrantes calles de Quito, donde la historia y la modernidad se entrelazan, el Parque Urbano Cumandá
emerge no solo como un espacio de encuentro, sino como un refugio, un hogar para aquellos que la sociedad a
menudo relega al margen. Dentro de sus muros llenos de vida y esperanza, Eugenia Unda y Teresa Benavides, dos mujeres forjadas por historias de amor, desafío y perseverancia, han encontrado un lugar donde su avanzada edad se convierte en sinónimo de vitalidad y comunidad. Eugenia, la menor de seis hermanos, lleva consigo los recuerdos de una infancia envuelta en el amor y el mimo de su familia. A pesar de las adversidades enfrentadas en su juventud, incluida la interrupción de su educación universitaria en Sociología, su espíritu indomable la llevó al Cumandá hace cuatro años, buscando una comunidad que pudiera ofrecerle apoyo y compañerismo después de un derrame cerebral que amenazaba con mermar su independencia.
La historia de Teresa comienza con una infancia marcada por la ausencia paterna y la fortaleza de una madre que fue pilar y refugio. Su vida dio un
giro temprano al casarse a los dieciséis años, encontrando en su esposo una fuente de amor y estabilidad que le permitió criar a sus once hijos. Viuda y a sus 81 años, Teresa encontró en el Cumandá no solo un escape de la soledad, sino un espacio donde su pasión por el canto y la danza folclórica podría seguir floreciendo a pesar de las limitaciones físicas.
Ambas mujeres, unidas por las circunstancias y fortalecidas por su mutua compañía, han tejido en el Cumandá una red de amistades y experiencias que desafían las expectativas de lo que significa ser adulto mayor. Con días llenos de actividades como la bailoterapia, cerámica,
clases de memoria y el coro, Eugenia y Teresa viven cada jornada con un entusiasmo contagioso, desmintiendo cualquier noción de que la vejez es un tiempo de declive.
No son solo las actividades las que hacen del Cumandá un lugar especial para ellas, sino también la comunidad que han encontrado. A pesar de las bromas entre compañeras sobre ser “las chicas malas” por sus limitaciones físicas, hay un profundo respeto y cariño entre ellas y los demás miembros del centro. Este sentido de pertenencia se ve reforzado por instructores y personal que no solo reconocen sus necesidades únicas, sino que también celebran su
presencia y contribuciones. Mirando hacia el futuro, tanto Eugenia como Teresa ven al Cumandá continuando su expansión y enriquecimiento de las vidas de las personas mayores. Con una mayor oferta de actividades y programas diseñados para involucrar, educar y energizar, el Cumandá representa un faro de esperanza y un modelo a seguir en el trato y la inclusión del adulto mayor, pues el objetivo del proyecto de la tercera edad es que ellos sean independientes hasta el último día de su vida.
La historia de Eugenia y Teresa dentro del Cumandá es un testimonio poderoso del impacto que un espacio

comunitario puede tener en la vida de las personas. No solo ofrece una alternativa a la soledad y el aislamiento, sino que también celebra la riqueza de experiencias, sabiduría y vitalidad que las personas mayores aportan a la sociedad, demostrando que a pesar de sus experiencias pasadas, ellos pueden continuar con su vida. En el corazón de Quito, el Parque Urbano Cumandá brilla como un testimonio de lo que es posible cuando se ofrece a cada individuo, sin importar su edad, el respeto, el amor y la oportunidad de seguir creciendo.


Entre Patinetas y Libros
Karol , una joven estudiante, parte de la Comunidad de personas en movilidad humana, nos relata su experiencia enriquecedora y transformadora en el Cumandá, un espacio comunitario que ha sido su segundo hogar durante más de un año. A sus 14 años, Karol ha encontrado en este lugar no solo un refugio para sus tareas y aprendizaje sino también un lugar para el crecimiento personal y la exploración de nuevas pasiones. Desde el primer día, los profesores de Cumandá y las diversas actividades ofrecidas captaron su interés, su verdadera pasión se revela los miércoles y sábados, días dedicados al skate, una actividad que le ha permitido desarrollar una nueva faceta de sí misma y forjar amistades significativas. El baile, es otra de sus aficiones tanto que llego a dar un taller de Salsa Choque para la gente del parque.
Karol, quien se desplaza desde la 24 de mayo acompañada a veces por su hermana o primas, habla con cariño de sus nuevos amigos, pero conoció Cumandá gracias a su mejor amiga, Sofía,

que le hablo en la escuela sobre este lugar y de cómo ha sido un lugar de descubrimiento mutuo y apoyo. Para las tareas dirigidas, le dan todos los materiales necesarios y para Karol es de gran ayuda porque la materia más difícil es matemáticas entonces le gusta tener esta clase de apoyo. Aunque importantes, se ven complementadas por una variedad de actividades que van desde el fútbol hasta visitas a museos, siendo una exposición de máquinas antiguas una de las experiencias que más la marcó. Este espacio es un lugar
para el aprendizaje académico y el desarrollo de habilidades en el skate, y un entorno donde Karol ha superado la timidez inicial, invitando a otros a unirse y disfrutar de las numerosas oportunidades que ofrece.
El parque Cumandá se ha convertido en un lugar de alegría, amistad y crecimiento, donde Karol y muchos otros chicos como ella pueden explorar sus intereses, enfrentar sus miedos y, sobre todo, sentirse parte de una comunidad acogedora y estimulante.
A través de su historia, Karol inspira a otros jóvenes a dar el paso, a unirse a espacios como el Cumandá donde pueden descubrir nuevas pasiones, hacer amigos y, en última instancia, aprender más sobre sí mismos. Es un recordatorio emocionante de que los lugares de aprendizaje y crecimiento van más allá de las aulas tradicionales, encontrándose a menudo en los rincones más inesperados de nuestras comunidades.

Más que un Deporte:
La Familia Skate de Rainer en el Cumandá
Rainer Rojas, a sus 14 años, ha encontrado un segundo hogar en el Cumandá, un espacio donde la adrenalina del skate y la camaradería se entrelazan creando un entorno único para él y sus amigos. La historia de cómo llegó a este punto es tan singular como su nombre, un indicativo de la singularidad de su trayectoria en el mundo del skateboarding. Cabe destacar que la comunidad de skate es un espacio que surgió hace una década como una iniciativa de recreación y transformación social. Aunque comenzó con solo dos rampas de metal, ha crecido hasta convertirse en una escuela comunitaria que ofrece clases regulares de martes a sábado, proporcionando patinetas y equipos de seguridad a los participantes, especialmente a niños y niñas que antes
estaban involucrados en trabajo infantil. Los objetivos de la escuela van más allá de enseñar a patinar; utilizan el skate como herramienta para empoderar a los jóvenes y cambiar su realidad, fomentando la autonomía y la gestión comunitaria.
En esta comunidad, el cuidado mutuo y la solidaridad son fundamentales. Aunque la práctica del skate es individual, existe una red de apoyo donde los miembros están atentos a cualquier riesgo o amenaza, ya sea dentro o fuera del espacio. Además, se enfrentan a estigmas sociales que los estigmatizan como vagos o problemáticos, pero buscan cambiar esta percepción promoviendo la práctica del skate como un deporte legítimo y profesional, vinculándose con la sociedad para generar una conviven-

cia positiva y eliminar prejuicios. La comunidad incluso ha tomado medidas concretas, como la creación de identificaciones para protegerse y ser reconocidos como un grupo legítimo dentro de la sociedad.
Todo comenzó hace seis meses, cuando una visita al Cumandá cambió el rumbo de su vida juvenil. La vista de otros jóvenes deslizándose con habilidad despertó su curiosidad por el skate, un deporte que hasta entonces no había contemplado. La facilidad de acceso al lugar, donde no se necesitaba más que la voluntad de aprender y su cédula de identidad para obtener una tabla, lo animó a dar sus primeros pasos en el skate. Desde ese momento, cada día ha sido una oportunidad para Rainer de superarse y aprender algo nuevo, demostrando que la perseverancia es clave en este deporte.
Rainer recuerda con cariño sus inicios, cuando mantener el equilibrio era su principal desafío. Sin embargo, su determinación lo llevó a dominar el Ollie en solo dos meses, un logro que marcó el inicio de su pasión por los trucos
más complejos, como saltar gradas y descender rampas, aunque aún trabaja en perfeccionar el boardslide. A pesar de las dificultades y las caídas, que ya suman más de 200 según sus propias estimaciones, su amor por el skate solo ha crecido, viendo cada rasguño como un testimonio de su dedicación y esfuerzo.
La comunidad del skate en el Cumandá se ha convertido en su familia extendida. Con unos 20 a 25 miembros activos, Rainer destaca la atmósfera de respeto y apoyo mutuo que prevalece, una rareza en muchos entornos competitivos.
El profesor, una figura central en su experiencia, ha sabido guiarlos no solo en la técnica sino en la formación de valores, llevándolos incluso en excursiones por la ciudad para practicar y explorar nuevos retos juntos.
Lo que hace especial al Cumandá para Rainer no es solo la oportunidad de practicar skate sino también el sentido de pertenencia y la oportunidad de escapar de la rutina diaria.
Acompañado ocasionalmente por su hermano mayor, quien también ha co-

menzado a descubrir la pasión por el skate bajo su influencia, Rainer siente que el skate ha transformado su vida, ofreciéndole un escape al estrés y el aburrimiento. Mirando hacia el futuro, Rainer sueña con patinar profesionalmente, inspirado por compañeros como Mauro, cuyo talento y patrocinio representan lo que él aspira a alcanzar. A pesar de las dificultades y los desafíos, su mensaje para otros jóvenes es claro: Cumandá es un lugar para divertirse, aprender y crecer, todo de forma gratuita y accesible.
La historia de Rainer en el Cumandá es un testimonio del poder del deporte y la comunidad para transformar vidas, ofreciendo a los jóvenes un espacio para desarrollar su pasión, habilidades y, sobre todo, un sentido de identidad y pertenencia.

Paso a paso en el Step
Pisadas de energía

Julieta Nénger Pozo nació hace 46 años, y desde hace una década su vida ha estado entrelazada con el Parque Cumandá. Su historia comienza en las aguas, aprendiendo a nadar como parte de su tratamiento médico. Pero fue en las profundidades de las actividades del gimnasio donde encontró su verdadera pasión.
El Step se convirtió en su compañero de vida durante los últimos 9 años, y Julieta, con dedicación y esfuerzo, ascendió a convertirse en una profesional en este campo. En el Cumandá existe un grupo base de 12 personas que lideran y guían como a 60 individuos en esta disciplina. Su rutina es matutina, se convirtió en un pilar fundamental para Julieta y sus compañeras, la mayoría madres dedicadas al hogar. Para todos, este no es solo un lugar para hacer ejercicio, sino un espacio donde se forjan amistades duraderas y se comparten vínculos Para Julieta, el Step no es solo una actividad física; es una forma de vida que ha transformado su relación con su cuerpo y su mente. A través de la disciplina y la práctica constante, ha encontrado una comunidad que la apoya
y la inspiración a seguir adelante.
El Step es un tipo de ejercicio en el que utilizas un banquito con medida específicas que se trabaja en fases, te enseñan a hacer coordinación de tiempos, a escuchar música, tienes que tener oído musical porque si no lo tienes te vas a destiempo. Por lo general, funciona en bloques y de 12 tiempos y también depende de la estructura que tome del profesor. Este tipo de ejercicio ayuda a evitar el Alzheimer porque se requiere una buena concentración para no caerte.
Para la música puede ser desde un cachullapi (baile típico de Ecuador) hasta con canciones de los años 80.
Todo depende del track. El track son partes escogidas de música para que
te cuadre las rutinas. A pesar de los desafíos y las frustraciones iniciales, Julieta ha perseverado y ha aprendido a encontrar su ritmo en el Step. Ha superado las lesiones y las dudas, convirtiéndose en una intermedia avanzada en esta disciplina exigente. Pero más allá de los movimientos coordinados y los pasos perfectos, Julieta ha encontrado en el Step un refugio de vitalidad y energía porque la ayudo a salir de la casa.
El Cumandá y no solo el Step le ha dado la oportunidad de rejuvenecer, encontrar buenas amistades, de conocer personas maravillosas como sus profesores. Este ejercicio depende de la complejidad del paso, es como

cuando tú te subes a una grada, es el básico; luego saltas a la grada, ese es el intermedio y cuando saltas con los brazos y saltas y empujas el pie es un ejercicio avanzado.
Con el paso del tiempo, Julieta ha aprendido valiosas lecciones sobre la importancia del cuidado del cuerpo y la mente. Aconseja a aquellos que se aventuran en el mundo del Step a tomar precauciones ya practicar fuera de clase para mejorar sus habilidades. Su consejo es simple pero poderoso: nunca es tarde para aprender y crecer. A través del Step, Julieta ha descubierto una nueva forma de vivir, una nueva forma de conectarse consigo misma y con los demás.



Cumandá-Relatos de vida y
Cuerdas del Cumandá: La Aventura Musical de Katya y Javier con el Violín

Katya y Javier, dos jóvenes con diferentes trayectorias musicales, encontraron en el Cumandá un espacio para explorar su pasión por el violín. Aunque sus edades y experiencias varían, ambos comparten el entusiasmo por aprender y la determinación para mejorar cada día. Para Katya, la música es parte de su vida desde temprana edad. Inicialmente, se acercó al piano y luego a la guitarra, pero el violín siempre estuvo en su horizonte. Su deseo de dominar obras complejas como las de Paganini la llevó al Cumandá, donde encontró una oportunidad gratuita para aprender con un instructor capacitado. Katya ve el violín como una
extensión de su ser, una forma de expresar emociones profundas y conectar con su yo interno. Javier, en cambio, es nuevo en el mundo de la música. Su primer encuentro con el violín fue a través de la banda española de folk metal “Mago de Oz”, cuya música lo conmovió profundamente. Decidió invertir su primer sueldo en un
violín y buscar clases gratuitas en el Cumandá. A pesar de su falta de experiencia previa, Javier encuentra en el violín una fuente de relajación y conexión con su entorno.
Ambos estudiantes valoran las clases impartidas en el Cumandá por su carácter interactivo y la paciencia del profesor, quien les ayuda a asentar las bases del violín y a mejorar constantemente. Aunque tienen diferentes aspiraciones musicales, Katya y Javier comparten el disfrute por aprender y la gratitud por la oportunidad que les brinda el Cumandá.
Para los nuevos estudiantes, Katya y Javier tienen consejos simples pero poderosos: ánimo, paciencia y disfrutar del proceso. Reconocen que aprender un instrumento puede ser desafiante al principio, pero la práctica constante y el amor por la música son la clave para progresar.

En resumen, la historia de Katya y Javier en el Cumandá es un testimonio del poder transformador de la música y del valor de las oportunidades accesibles para todos. A través del violín, encuentran una vía para expresar sus emociones, conectar con los demás y enriquecer sus vidas de manera significativa.

El Hip Hop como Fuerza Transformadora:
La Vibrante Comunidad del Parque Urbano Cumandá
El Parque Urbano Cumandá ha visto nacer una vibrante comunidad de Hip Hop gracias a los esfuerzos de David Bonilla. David, un veterano con más de 20 años de experiencia trabajando en comunidades vulnerables, inició los talleres de Hip Hop en Cumandá como una extensión de su escuela “Aprendiendo con Estilo”. Esta iniciativa, que previamente había impactado positivamente en barrios marginales, busca proporcionar a los jóvenes un espacio seguro y creativo para desarrollarse y expresarse a través del arte urbano. Darío, Santiago y Armando son tres jóvenes que han encontrado en estos talleres una nueva forma de vida. Darío, de 24 años, se enteró de los talleres por un primo que le envió una foto por WhatsApp. Intrigado, decidió asistir desde el primer taller en febrero. Santiago, de 32 años, ya tenía experiencia previa con talleres similares y vio una publicación en redes sociales que lo motivó a regresar al Cumandá. Armando, de 26 años, también descubrió la oferta de talleres a través de las redes sociales y no dudó en unirse, dado su
interés de años en la cultura Hip Hop. Los tres jóvenes coinciden en que uno de los mayores desafíos que enfrenta la comunidad de Hip Hop es la estigmatización. Darío menciona que todavía persiste la percepción de que el Hip Hop está asociado con vicios y falta de seriedad. Santiago agrega que muchas veces, al ver a alguien vestido con el estilo característico del Hip Hop, la gente asume automáticamente que esa persona está involucrada en actividades delictivas. Armando destaca que estas estigmatizaciones son comunes en todos los géneros musicales y que es importante concientizar a la sociedad para que no juzgue a las personas solo por su apariencia.
En los talleres, los participantes reciben una educación integral sobre los cuatro elementos del Hip Hop: MCing (rap), DJing, Breakdance y Graffiti. Darío, Santiago y Armando valoran especialmente las lecciones de historia del Hip Hop, las sesiones de freestyle (improvisación) y la composición de letras. Según Darío, estos talleres no solo enseñan habilidades técnicas, sino también el verdadero significado y representación del Hip Hop. Santiago aprecia el enfoque en la historia y la cultura que se remonta a muchos años atrás, mientras que Armando destaca la amplitud del conocimiento impartido, que va más allá de lo que se puede encontrar en internet.
La escena del Hip Hop en Ecuador, según Darío, ha tenido altibajos. En algún momento, Ecuador fue pionero en abrir sus puertas al Hip Hop, pero actualmente, la industria no es tan fuerte como en otros países de la región. Santiago opina que aún faltan espacios y plataformas para que el Hip Hop se dé a conocer y para eliminar los estigmas asociados. Armando, por su parte, cree que la falta de apoyo y exposición es un obstáculo, pero confía en que con más unidad y apertura cultural, la situación puede mejorar.
David Bonilla, el profesor detrás de estos talleres, cree firmemente en el poder transformador del Hip Hop.
Según él, la cultura Hip Hop enseña a los jóvenes a alejarse de las malas
influencias y a usar el conocimiento como una herramienta de poder. Enfatiza que comprender la verdadera esencia del Hip Hop va mucho más allá de la moda; se trata de una forma de vida, de lucha y resistencia.
Unirse a esta comunidad es sencillo. David invita a todos los interesados a acercarse al Parque Urbano Cumandá y participar en las clases gratuitas que se ofrecen todos los viernes de 15h00 a 17h00. Este es su aporte a la sociedad, proporcionando un espacio donde los jóvenes puedan aprender y crecer en un ambiente seguro y creativo.
La comunidad de Hip Hop del Parque Urbano Cumandá es un ejemplo de cómo el arte puede ser una fuerza positiva en la vida de los jóvenes, ayudándoles a desarrollar sus talentos, construir su autoestima y encontrar una voz propia en una sociedad que muchas veces los margina. Con el es-
fuerzo conjunto de líderes comprometidos como David Bonilla y la participación entusiasta de jóvenes como Darío, Santiago y Armando, esta comunidad sigue creciendo y desafiando estigmas, demostrando que el Hip Hop es mucho más que música; es una forma de vida que inspira y transforma.


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