¿Qué significa «Creador del cielo y de la tierra»? Enrique SANZ GIMÉNEZ-RICO* (en Revista Sal Terrae, mayo 1998)
Cualquier persona moderna que, bien por devoción o por simple curiosidad, abre la Biblia por su primera página, se topa con un conjunto de afirmaciones que le invitan al momento a retroceder cronológicamente años y siglos, y le hacen recordar nombres tan fundamentales para la vida del mundo como Darwin, Galileo, Copérnico, e incluso rememorar acontecimientos tan nucleares de este milenio como el descubrimiento de la teoría del Big Bang. Cuando el curioso o devoto lector deja hablar al relato bíblico de Gn 1-2, 4a, la música que éste desprende no está compuesta por notas científicas o filosóficas, sino por notas eminentemente religiosas. Si la Biblia afirma que al principio creó Elohim los cielos y la tierra, es porque ésta se preocupa seriamente por aquello que tiene relación con el hombre y su mundo1. Es más, el primer capítulo del libro del Génesis, que no quiere invadir otros campos ajenos a su competencia, no niega de ninguna manera que el filósofo o el científico puedan hacerse las siguientes preguntas: ¿por qué existe algo y no nada?; ¿había alguna cosa antes de la primera explosión? La Biblia no se decide, pues, por ningún modelo o teoría cósmica. Así pues, si las primeras páginas bíblicas nos conducen por caminos religiosos, la pregunta por el lugar2 al que nos enfocan y dirigen parece pertinente: lo que el redactor de ellas quiere afirmar es que la primera y la última seguridad del hombre y del mundo es precisamente Dios. Dios, nos dice la Biblia, no es ni un arquitecto ni un relojero que todo lo ensambla3; es más bien el aliado del hombre, que le comunica todas sus bendiciones. Dicho con palabras del llorado Juan Luis Ruiz de la Peña, Gn 1 es la página inicial de historia de salvación4. Las líneas que siguen van a tratar de hacer hincapié en lo que acabamos de afirmar, intentando presentar algunos rasgos del estrecho vínculo existente entre Dios y el hombre. El exiliado cristiano moderno Si tenemos solamente en cuenta la información que nos da el profeta Jeremías5, el grupo de los dirigentes y artesanos deportados a Babilonia por Nabucodonosor en el catastrófico año 587 (o 586) a.C. fue poco numeroso. El asedio y la destrucción de Jerusalén precedieron a la deportación. Los babilonios hicieron una brecha en el muro de Jerusalén, derrotaron y depusieron al rey, saquearon la ciudad e incendiaron el templo. Además de la crisis material y política (pérdida de la independencia) que supuso la caída de Jerusalén en manos de Babilonia, dicho acontecimiento trajo consigo una profunda transformación en la vida del hombre religioso y piadoso de Israel. El siempre despierto e inconformista pueblo de Israel se preguntó abiertamente: ¿qué ha pasado con las