Libro Biográfico

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27/11/2009

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juague final le da al cabello, un brillo muy especial. Salimos corriendo los mayores y vimos a los pollitos metidos en la tinaja, todos mojaditos y estrujados. Los tuve que sacar de allí, secarlos uno por uno, calentar el horno y ponerlos cerca para que las plumas puedan ir despegando el agua. Poco a poco, fueron reanimándose. No era normal esa nena. No vinieron más a nuestra casa, pero no por enemistarnos, sino por prudencia. Sin embargo, otra vez, los encontramos en Mar del Plata, en un hotel, antes de la época en que veraneábamos en San Patricio. En la mayoría de los hoteles se estilaba tener un lugar en la parte posterior, donde los pasajeros colgaban sus ropas, generalmente, mallas o prendas interiores, y nadie las tocaba. Esta niña, en esa vacación, se dedicó a cambiarla de lugar, a esconderla o a hacerla desaparecer. Por cierto, le encantaba molestar a los huéspedes. En fin, le encantaba molestar a todo el mundo. Otra odisea tremenda fue con una mucama llamada Josefina. Era buena, pero un poco “feucha”, la pobre. Y estuvo en casa en una época en que las chicas estaban terribles. La hacían rabiar permanentemente. Empezaban a correr y hacían que ella corriera por toda la casa. Ésa era la gran diversión, daban vueltas por la cocina, por los cuartos y se metían en el baño, cuya puerta tenía vidrio. Esta vez que relato, Josefina se apuró por cerrar la puerta y, con el golpe, el vidrio se rompió. Cayó sobre ella y le cortó el brazo. Empezó a salirle mucha sangre. Le hice un torniquete y cuando se la pude frenar, corrí a buscar al médico que vivía enfrente de casa. Cuando la vio me advirtió que había que coser y que esto no podía esperar. Pero no teníamos anestesia. —Doctor, busquemos anestesia. ¿Cómo hacemos, sino, para que no sufra? —No se preocupe, que estas mujeres son duras—me contestó. —¡No, Doctor, me voy ya mismo a la farmacia! —No hay tiempo, Señora de Rabini. Hay que hacerlo rápido. ¿Tiene cognac? Y traje el cognac. Y el doctor le empezó a dar de beber para que se adormeciera. La emborrachó, por supuesto, y cuando al otro día (porque 203


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