El barrio El Coco: Mis memorias

Dedicatoria

A mis padres quienes me inculcaron el amor y la uniĂłn familiar.

A mis hermanas y hermanos que estuvieron ahĂ­, a pesar de todo.

A mis amigos y amigas por creer en mĂ­ A mis queridos alumnos por su fidelidad A la gente de mi barrio por permitir ser los inspiradores

de estas memorias y los vecinos que jamás olvidaré.

Mis Memorias María Rocío Montoya Muñoz

Con la inspiración que dan los años transcurridos, las experiencias que he vivido y el deseo de eternizar tantos momentos inolvidables que ahora son historia, he decidido escribir esta sencilla narración para compartir con quien se acerque a su lectura, mi testimonio de vida, que nace en una época que se puede llamar antigua.

Les comparto que antes de iniciarla, busque entre mis archivos los bocetos de este gran sueño y me encontré con un escrito del 17 de marzo del año 2010 que me llamó la atención, allí había comenzado a trazar apartes de mí existencia, tenía entre líneas unas frases que había escuchado de Monseñor Alberto Giraldo en su prédica de la homilía de fin de año, en la que nos había hablado de reinventarnos y hacer consciente todos los acontecimientos de nuestra vida: “Empecemos por escribir la vida de cada uno, todo aquello que nos llama la atención de los momentos tristes y alegres que vivimos, esto será una buena cosa para ayudarnos a crecer y conocernos a nosotros mismos” Hoy doy gracias a Dios por esas palabras porque desde ese momento lo pensé…Ahora los rayones de ese entonces, son el comienzo de esta obra, la cual es muy importante para mí, deseo que en ella se manifiesten las huellas de mi agradecimiento y cariño a todos los que tengan la oportunidad de leerla y a quien quiera continuarla con las tradiciones de su familia en las generaciones siguientes.

En esta recopilación de episodios vividos dejaré trazada la historia de mi barrio El Coco, mote cariñoso con el que, los que vivimos allí, lo llamaremos por siempre. El Coco es para mí, un cofrecito donde he guardado todos los recuerdos que constituyen mi vida durante estos setenta y seis años.

Comenzaré por dar a conocer algunos recuerdos que conservo desde mi infancia hasta hoy y con alegría relataré lo que me han transmitido mis antepasados, en especial mi abuelo, y mis años vividos; hablaré del entorno en el que crecí, su fauna y su flora, la conformación de las primeras familias, la construcción de sus pequeñas viviendas, de la escuela, de las aventuras de su gente, sus juegos, sus amores y sus labores… en fin, muchas anécdotas descubrirá el lector en el transcurso de estas páginas. Ahora bien, sé que algunos nacidos en El Coco ya conocen parte de esta historia, por tradición, porque les fue narrada por sus abuelos o por sus padres, aquellos responsables de hablarnos sobre nuestro pasado.

Sin embargo, quiero contar con mis propias palabras lo que vieron mis ojos, lo que viví con

mis padres, los valores que ellos me inculcaron, las vivencias con los vecinos, los conocidos, los contemporáneos, los familiares, y los amigos de la escuela que siempre llevaron la cuenta de nuestros años.

Capítulo 1 LA HISTORIA DE MI BARRIO “Alfombra verde que ocultas sus riquezas en la profundidad de su tierra como un arcoíris que da sus lindos colores y servía para pintar nuestras viviendas”.

La flora y la fauna La tierra caliza blanca servía para blanquear las casas, la tierra colorada que adornaba los barrancos, rojos como rubíes, servía para pintar los zócalos, que medían de veinte centímetros a un metro de alto en las tiendas del barrio. Todos los materiales de construcción y decoración de las humildes viviendas se extraían de los alrededores. Cuando se cavaba la tierra hacia abajo, brindaba lindas capas espesas de valiosos materiales, como la tierra virgen o amarilla serbia que se usaba para tapiar las viviendas de bahareque, cuyas paredes estaban empañetadas con tierra de boñiga.

La vegetación era toda una maravilla, un colorido de verdes matizados en las hojas de los árboles y en las frutas silvestres: el mortiño, las guayabitas agrias, las moras de castilla, la uña de gato, el atrancaculos (fruto de la zarza, no comestible) los cacos, una frondosa planta que producía frutos como las ciruelas rojas, pero de aspecto parecido al algodón y cuya carnosidad era muy apetecida; hoy solo queda un arbolito en este lugar, donde se encuentra el refugio Santa Ana. Este, siendo oriundo de Venezuela, está en vía de extinción. Los sauces, los pinos y demás árboles maderables que se encontraban por estos lugares se usaban para construir las casas.

Las montañas estaban cobijadas por una gran variedad de helechos que iban formando grandes matorrales por donde brincaban los conejos a esconderse en sus madrigueras, y los niños, cuando subían al monte a buscar leña, jugaban a perseguirlos y a veces lograban cazarlos. Por entre los ramajes se ocultaban nacimientos de aguas cantarinas, pues allí nacían las quebradas La Mina y El Zanjón Mora, que corrían por entre los surcos que ellas mismas formaban a lo largo del camino y se encontraban a su paso con el musgo aferrado a los barrancos, en los que dejaban ver sus diferentes colores; en diciembre recogíamos ese musgo, junto con los palos del carbonero, para adornar los pesebres.

Todos estos bellos paisajes los llevo adheridos a la memoria.

Nuestros campos tenían una inmensa riqueza oculta en las profundidades de la tierra, una exuberante gama de colores que se dejaba entrever después de cavarla ¡Cuántas riquezas y variedades de minerales aparecían relucientes en lo más profundo de la estepa!

La blanca caliza se encontraba en las partes más altas, oculta entre los barrancos, y servía como cal para pintar de blanco las casas y las escuelas; los niños eran felices buscando este mineral. Escarbando un poco más abajo se encontraba la grisácea, que en manos del alfarero era usada para elaborar vasijas de barro, tinajas, ollas, pucheros y cayanas; el arte de las manos moldeando la historia… Eso hacían los alfareros.

En otros lugares, o allí mismo cavando más hondo en el suelo, se encontraba la arena para hacer mezcla y pegar piedras; también abundaba la arcilla que era con la que se fabricaban, utilizando un torno manual, adobes, ladrillos, tejas y atanores.

Debajo del capote yacía la tierra húmeda que, mezclada con cagajón, era usada por los tapiceros para hacer las paredes de las casas. A esa tierra polvorienta y grisácea la llamaban también boñiga y con ella empañetaban las paredes, donde las abuelitas clavaban las agujas cuando se sentaban a coser. Esta tierra servía también para hacer el piso, y si era bien pisada, parecía mármol. En este lugar abundaban también la caña brava y la guadua que, entrelazadas y preparadas con el barro que antes he mencionado, servían para darle forma a las paredes de las viviendas de bahareque. Las vigas que soportaban el techo las traían del monte, hechas con madera de chagualo, de roble, de algarrobo y de otros árboles

y los límites de las viviendas eran marcados con una muralla hecha de tierra, cortando el capote en cuadrados finamente colocados unos sobre otros. Ya desde los años cuarenta se usaba esta forma de limitar las propiedades entre los vecinos.

Este rinconcito del mundo era tan agradable, que era frecuentemente visitado por gente de otros lugares: venían a bañarse en sus quebradas de aguas cristalinas que sobresalían por encima de las piedras con su murmullo arrullador que propiciaba el descanso; después de darse un chapuzón era común que salieran a cazar conejos sabaneros, deliciosos para comer asados; luego salían a recoger piedras de la quebrada y chamizos de los árboles cercanos para hacer el fogón, y al final de la tarde ya todo estaba listo para disfrutar del festín, en el que las hojas de bijao les servían de platos. Al llegar la noche con su espléndida luna, los visitantes, tristes ante la idea de abandonar estas tierras, preferían buscar la manera de hacer campamentos rústicos, con ramas y cortezas de los árboles. La luz resplandeciente de la luna permitía ver el reflejo de los gazapos (conejillos) brincando, asomándose en las madrigueras; a raíz de este espectáculo, este lugar, que solo era una franja de tierra elevada, recibió el nombre de El Morro de la Conejera. Hoy existe allí una planta de energía, se trata de la intersección de la carrera 84 con la calle 49 (terminal de la calle Colombia).

Así inició nuestro barrio entre barrancos y rastrojos.

La Alfombra de Mi Barrio o la Conejera

Cerca de El Morro de la Conejera había un cultivo de cacao, que fue la razón por la que se empezó a poblar el lugar, el mismo que también era reconocido por su fauna, por lo que los cazadores lo frecuentaban en busca de la abundante variedad de animales que allí habitaban: guaguas, tatabras, armadillos o gurres, presas todas muy apetecidas por su carne.

Cuentan que una tarde unos muchachos salieron a cazar y se encontraron con una manada de gurres; los animales, tan pronto los vieron, se tiraron al agua y se perdieron entre la maleza. Avergonzados por dejarlos escapar, llegaron a la casa caminando despacito para que nadie se enterara; pero la mamá los vio y fue a preguntarles por la caza, a lo que ellos le contestaron: —Mamá, los gurres se nos escaparon.

Ella los miró con cara de acontecida y les contestó: —Más gurres serán ustedes.

Desde entonces esos muchachos han cargado con el mote de los Gurres, que los ha perseguido de generación en generación.

Todos estos bellos animales rodeaban las quebradas; recuerdo, por ejemplo, las finas torcazas que, apenas sentían algún ruido, volaban en bandada hasta la copa más alta de los árboles.

Estar en este lugar era maravilloso, se sentía un descanso total; muchas personas frecuentaban este territorio, algunos buscando un lugar para la práctica de la caza, otros buscando ganarse la vida trabajando como jornaleros en las fincas vecinas, y otros tantos, que ya mencioné, solo de paseo a los charcos, para chapucear, pescar y de paso, especialmente los jóvenes, enamorar las muchachas que ayudaban a las lavanderas, mujercitas dotadas con una belleza sin igual.

Pocas personas se iban de este lugar, su atracción principal, era sus ricas tierras, los que iban llegando se familiarizaban tanto con él que terminaban por hacerlo suyo, aquí iniciaban una nueva vida y paulatinamente, mi barrio se fue poblando, fueron muchos los matrimonios que vimos realizar en estos lugares, un ejemplo de esas personas, que llegaron para quedarse fue el señor Elías Vélez, uno de los primeros habitantes, quien, al llegar no lo pensó dos veces, compró sus tierras, hizo su casa, se enamoró y se quedó para siempre.

Capítulo 2 HISTORIA DE LOS ORÍGENES DE LAS ESTIRPES

Las Familias nacidas en El Coco y las venidas de otros lugares

“Los que llegamos después, sabemos que nacimos en un verdadero paraíso”.

Los primeros pobladores de este barrio fueron descendientes de Genaro Vélez, un hombre humilde, campesino honesto, que tuvo doce hijos, a muchos de los cuales les dio un nombre bíblico: Lázaro, Ezequiel, Isaac, Julio, Pedro, Abraham, Juana, Dolores, Emilia, Lucrecia, Domitila y Elías. Todos ellos fueron reconocidos por su afición al trabajo, por su responsabilidad y por ser echaos pa’lante; siendo todavía mozos, y teniendo la bendición de su padre, cada uno se desplazó a distintas partes del departamento de Antioquia: Remedios, Cisneros, Segovia, Medellín, entre otros lugares.

Elías Vélez fue uno de los primeros habitantes que llegaron a este barrio, uno de los hijos menores de Genaro Vélez. Según cuentan, don Elías vino a Medellín por el año de 1890, siendo oriundo de Santo Domingo, Antioquia.

Un día Don Elías fue invitado por sus amigos a una cacería a este lugar, que por aquel tiempo se conocía como Aná y eran tierras que pertenecían a Pepe Sierra. Los cazadores se quedaron perplejos ante la gran variedad de flora y fauna que hallaron los amigos, y la hermosura que formaba el conjunto. “¡Esto parece una alfombra!”, decían

entre ellos, y así llamaron al lugar por mucho tiempo: La alfombra, por el verdor de sus montañas y lo variopinto de su tierra.

Elías, fue un hombre muy afortunado porque en Robledo encontró la mujer de sus sueños, Natalia Tirado, una joven hermosa, dulce y muy trabajadora a quien trajo a vivir a este hermoso lugar. Elías compró su parcela a Pepe Sierra.

Elías Vélez y Natalia Tirado contrajeron matrimonio por los años 1890 juntos, con esfuerzo y perseverancia, construyeron su casa en tapia, ubicada en lo que hoy es la calle Colombia con la carrera 82 (hoy refugio Santa Ana). Su parcelación se extendía hasta el morro La Conejera, y allí asentaron su casa a la que llamaron La Casa Grande.

Allí nacieron sus dos hijos: Jaime y Elías Enoc, entre los años 1891 y 1893. La Casa Grande lindaba al costado derecho con la de don Juan de la Cruz Escobar, quien construyó una gran mansión de tapias y baldosas rojas, recordada por todos gracias a su majestuosidad, que tenía un pasillo empedrado, de tres metros de ancho, por donde salían los caballos para el monte, y que separaba su casa de la del mayordomo. Esta finca llevaba el nombre de Aná y sus límites iban desde los alrededores del morro del cementerio de Robledo, subiendo por Rondón y la Mediagua hasta llegar a las Margaritas (hoy corregimiento de San Cristóbal).

Mi abuelo, Pedro Montoya, contaba que en el año de 1915 él se desplazó desde Envigado con su familia a la finca de don Juan de la Cruz Escobar, para servir como mayordomo. Como ya dije, este lugar llevaba el nombre de Aná, ya que pertenecía a una franja de tierra que se conocía con ese mismo nombre, y por estar cerca de la quebrada La Iguana y al barrio que tenía el mismo nombre y que hacía parte de Robledo. Más tarde, por los años veinte, cambió su nombre por el de El Coco. Ahora bien, la historia de cómo adquirió el nuevo nombre también es particular: cuentan los primeros habitantes que se lo escucharon decir a un señor llamado Jesús Jaramillo, un minero que venía de un palenque

de Segovia en busca de oro, y que estuvo un tiempo barequeando con su hermano Ricardo en una quebradita a la que llamaron La Mina, lugar en el que más tarde se asentaron con sus familias; un día, don Jesús, estando un tanto pasadito de copas, gritó a todo pulmón mientras pasaba por la entrada de La Quinta (una de las primeras fincas construidas en aquella época, y que más tarde pasó a ser propiedad del señor Pepe Estrada, otro de los fundadores del barrio): “¡Viva El Coco y la Virgen del Carmen!”. Según cuentan, a don Jesús este sitio le recordaba otro lugar de Segovia que se llamaba El Coco, y como el grito de don Jesús fue oído por todos, a partir de ese momento esta franjita de tierra de Ana cambió su nombre por El Coco.

Jaime y Elías Enoc fueron bautizados en Robledo y sus estudios los realizaron en la escuela Jorge Robledo; siendo muy niños perdieron a su madre, por lo que de ellos se hizo cargo Juanita Vélez, su tía paterna. Años más tarde murió su padre, quien les heredó grandes propiedades que ellos parcelaron. Al paso del tiempo, cada uno de ellos se enamoró y se unió en santo matrimonio

La Quinta fue una de las casas más antiguas del barrio, pues su construcción databa del siglo XVIII. Contaba Juanita, una vecina de Elías Vélez, que La Quinta era habitada por doña Susana Aliñan, que luego la compró Eduardo Escobar, quien más tarde se la vendió a Esteban Posada, el dueño de Mosaicos Posada, uno de los primeros fabricantes de baldosas de Medellín a quien las iglesias y las casas antiguas le debían la belleza de sus pisos. El terreno que ocupaba La Quinta lindaba con la quebrada La Mina y subía hasta el nacimiento de esta, dando la vuelta por El Morro de La Conejera.

Pepe Estrada se quedó con esta hermosa casa y construyó más abajo su casa de verano, donde acondicionó varios juegos para la familia: le hizo piscina, salón de billar, canchas y casita de muñecas para las niñas. Su esposa, doña Gabriela Vélez, era oriunda de El Coco y sus padres eran don Calixto Vélez y doña María. Pero este apellido no tenía nada que ver con el de Elías Enoc Vélez. En este lugar Pepe Estrada disfrutó de la vida con su familia hasta el día de su muerte.

Luego estos terrenos dieron lugar a El Rancho de Ilustra, Sanso Use y La Cabaña de Guaco.

Al Frente teníamos los terrenos que Pepe Sierra le dio a su sobrino Luis Jaramillo, donde este construyó el Hipódromo San Fernando, que funcionó entre los años 1943 y 1945, cuando fue trasladado a Guayabal. En el año 1950 el terreno fue negociado por los padres Escolapios para construir el colegio que empezó a funcionar más tarde.

Jaime Vélez Tirado y Adelina Vanegas contrajo matrimonio por el mismo tiempo que su hermano Elías Enoc. Jaime era un hombre trabajador esta cualidad lo ayudó a encontrar su prometida desde muy temprana edad, tuvieron siete hijos: Jaime Elías, Ildefonso, Hernán, Carlos, Emma, Aurora y Amanda.

Matrimonio Elías Enoc Vélez y Elisa Estrada

Elías Enoc se casó con Elisa Estrada, una bella mujer cuya amistad cultivó desde que eran niños, pues la conoció jugando a la vuelta de su casa, y desde entonces la cuidó con esmero, hasta hacerla feliz, cuando fueron ya mozos, o pepitos, como decían los abuelos, y decidieron comprometerse y formar un hogar. De su unión en santo matrimonio nacieron cinco hijos: Bernardo, Juan Enrique, Natalia, Lucía y Amalia. Natalia decidió hacerse religiosa con la comunidad de las Hermanitas de los Pobres Francesas en el año de 1943, haciendo su noviciado en Zipaquirá, Cundinamarca; luego de unos años, vistió los hábitos y fue enviada a Chile y luego a Cali, en el Asilo San José, donde murió después de una enfermedad; le entregó su alma a Dios en el año 2008, a la edad de 81 años.

Cuenta Elías Enoc a sus hijos que su padre le narraba los recuerdos que tenía de su Aná y les describía con gran precisión la forma de sus viviendas, siendo la casa que él más recordaba la del señor Félix Zapata y su esposa Ursulina, porque tenía un gran sembrado de cacao que ellos mismos cultivaban y procesaban para venderlo, ya molido, con panela, clavos y canela; como este cacao era especial para las mujeres que estaban en dieta, don Elías fue varias veces a comprarlo para su esposa. Años más tarde, don Elías les enseñó a sus hijos a ir por el cacao, y Elías Enoc salía corriendo de su casa con una jíquera o mochila colgada al hombro, saltando por entre los matorrales y cantando “voy a buscar a ursulina para el desayuno”. Esta alegría duró hasta el año 1920, porque al año siguiente empezó a funcionar la escuela de El Coco en esa casa.

Luego, en este mismo terreno, en el año 1955, edificaron una escuela más grande, a la que llamaron Santa Rosa de Lima; en su inauguración invitaron a nuestro papá y a todas nosotras que estudiamos allí. En la entrada colocaron una estatua de tamaño natural de la niña María, y de ella pendían varias cintas, y cada una de las niñas tomamos una durante la misa. Hoy, este lugar lleva el nombre de Escuela República de Panamá. Esa época fue la mejor, porque aprendimos tantas cosas, entre ellas los valores, que fueron el principio de nuestra educación, el respeto y la lealtad humana.

En el año de 1934 don Elías Enoc construiría su casa en un alto que estaba favorecido por la quebrada El Zanjón Mora, que corría por su contorno. Allí se fue a vivir con su familia, aunque solo la disfrutó cinco años, porque falleció en el año de 1939, en el año de 1980 Elisa Estrada vendió su propiedad a los señores Leves. Esta ha sido la trayectoria de este lugar, que fue habitado por el señor Elías Vélez desde el año 1890 y donde nacieron sus nietos que todavía viven: Juan Enrique, Lucía y Amalia Vélez Estrada.

Agradezco a la familia de Elías Enoc su generosidad, porque su casa fue la casa de todos; Elisa, su esposa, ayudó a mi madre a criar a sus hijos; cuando iba a nacer uno de mis hermanos, allí nos acogían, y si estábamos enfermos, nos cuidaban. Esta casa se convirtió en nuestro segundo hogar; incluso todos nosotros fuimos ahijados de esta familia: Elías Enoc Vélez arrimó a Hernán, mi hermano mayor, al sacramento de la Confirmación, lo mismo hizo Natalia Vélez con Rocío, Lucía Vélez con Estella, Amalia Vélez con Lilia, Juan Enrique Vélez con Pedro, María Estrada con Odila y Elisa Estrada con Cecilia. Eran indiscutibles los vínculos que la familia Vélez tenía con la familia Montoya. Más tarde, mi Hermano Luis Carlos contrajo matrimonio con Amalia Vélez, con lo que se afianzaron los lazos entre estas dos familias nativas de El Coco.

DESCENDENCIAS DE NUESTRAS FAMILIA

Familia Vélez Estrada

Bernardo Vélez contrajo matrimonio con Sol ángel Zapata. De esta familia nacieron cinco hijos: Patricia, María Eugenia, Lina, Oscar Darío y Juan Luis.

Juan Enrique Vélez y Jael Martínez contrajeron matrimonio y tuvieron nueve hijos: Elías Enoc, Jaime Luciano, Juan Alberto, Carlos Enrique, Olga Lucía, Carmen Elisa, Clara

María, Aura Elena y Luisa Marina. Esta fue la descendencia de Elías Enoc y Elisa hasta los años 60.

Familia Estrada Morales.

Alejandro Estrada contrajo matrimonio con Quiteria de Jesús Morales Acosta el 26 de febrero de 1866 en la parroquia de nuestra señora de Belén, estos fueron los padres de Apolinar Estrada.

Partida de Bautismo de Enoc Vélez Apolinar Estrada Echeverri nació en Belén , en el año 1877 y contrajo matrimonio con María Echeverri por los años 1900, llegaron al barrio, oriundos de la América y fijaron su residencia un poco más arriba de la casa de la familia Vélez Tirado por a la entrada de El Coco. Aquí construyeron su vivienda de bareque y recibieron el nacimiento de sus tres hijas: Elisa, Magdalena (Neno) y María (Ayala) desde muy pequeñas ayudaban a su madre en los quehaceres de la casa: Cocinar, pilar la mazamorra, arreglar la casa y también les tocaba salir a buscar la leña, cuidar del ganado y lavar la ropa en la quebrada El Zanjón Mora también les tocaba remendarla y almidonarla para luego aplancharla, en esa época se utilizaban planchas de carbón de hierro colado, lo cual eran pesadas para el tamaño de las pequeñas, pero aun así efectuaban sus tareas. Cuando cumplieron la edad adecuada, las enviaron a estudiar a la escuela de Robledo.

Apolinar (Polo) tenía como oficio blanquear y resanar con boñiga las casas y los establecimientos del barrio como escuelas, tiendas etc. Este hombre era muy admirado por su porte de rey, era alto, mono de ojos azules candorosos, amable y muy servicial, su mayor cualidad era el amor a los niños, en diciembre llegaba cargado de regalos al trabajo, jugaba con ellos y aprovechaba para evangelizarlos acerca del Nacimiento del Niño Jesús, en noche buena, don Pepe Estrada lo llamaba a su finca para que tirara la pólvora, en especial los voladores , además lo ponía a alcanzar los regalos que estaban colgados en el árbol de navidad para entregárselos a doña Gabriela quien los repartía a los niños del barrio, a las familias les daban juegos de ollas marca Umco las que producía la fábrica de Don pepe .

Estas fueron nuestras primeras epifanías ¡Navidades que nunca olvidare!

Eugenia Chica Estrada Eugenia Chica Estrada es la sobrina de Apolinar, me contó que en la Avenida 33 con la carrera 84 donde hoy está ubicada la universidad de los Adventistas, había un palenque, allí, eran llevados los esclavos para ponerlos en venta, las familias más pudientes acudían a este lugar para comprarlos con el fin de ponerlos a trabajar en los quehaceres de la casa y en las labores de fuerza y trabajo duro en las fincas.

Los esclavos al hacer parte de la familia, tenían que adoptar el apellido de sus compradores, como símbolo de pertenencia, así fue como las razas empezaron a mezclarse unas con otras.

Nota Hay muchas familias que llegaron a este lugar con los apellidos de: Vélez, Estrada, Muñoz, Jaramillo y Montoya, pero no todas, pertenecen a una misma descendencia.

Marcos Muñoz contrajo matrimonio con Sara Álvarez, llegaron a este lugar venidos de Robledo, tuvieron tres hijos: Antonio (Toñito), Juan Bautista (Juancho) y Marcos.

Las Muñocitas La casa de Marcos era llamada la casa de las Muñocitas, aquí vivía con sus hermanas, cada una se ocupaba de un oficio individual: Rosario picaba la piedra donde cascaba la mazamorra, cuando la contrataban para hacer este trabajo pedía que le remojaran la piedra, era un secreto de profesión que le agilizaba su labor, su efectividad hizo que ninguna casa se quedará sin el trabajo de Rosario. Sara la esposa de Marcos se ocupaba

de pilar la mazamorra, la que vendía para llevar junto con los almuerzos a los lavadores de arena de la playa y a los vecinos del barrio.

Rosita, llamada también “La Chocha” era la que remendaba la ropa en el barrio, varios hogares la contrataban para recoser, remendar por esos tiempos era una necesidad.

Paulina era la que hacía los tabacos para los abuelitos y también vendía por encargo a las tiendas.

Isabel y Natividad se ocupaban de los demás que haceres de la casa, cargar el agua, cuidar de los animales, traer la leña del monte, coger el café y las frutas.

Marcos y Rosita murieron el mismo día, en mi barrio, así como nacían de dos en dos, también morían por pares.

Antonio Muñoz (Toñito) contrajo matrimonio con Magdalena (Neno) quien nació y se crio en este lugar, desde muy jóvenes trabajaron para formar una linda familia, tuvieron cincos hijos: Luis Eduardo, Rene Antonio, Jesús María (Suso), Horacio y Nora.

Rene Muñoz Estrada contrajo matrimonio con Ana Jaramillo en este matrimonio nacieron tres niñas: Nora María, Lucia, Doris.

Horacio Muñoz Estrada Contrajo matrimonio con María Lilian Montoya Muñoz, en este matrimonio nacieron dos hijos: María Victoria y Juan Esteban: ahora son grandes profesionales: Juan Esteban se desempeña como Ingeniero Mecánico y María Victoria como Comunicadora Social.

María Victoria Muñoz contrajo matrimonio con Carlos Andrés Jaramillo Abad, su hogar lo adorna una hermosa niña llamada Ana Sofía, hoy cuenta con tres añitos, tiene una

creatividad asombrosa y un talento para la pintura inmensurable, así, la familia Muñoz Estrada, llega a su cuarta generación.

Segunda Boda de Apolinar Estrada contrajo nupcias con Graciela Maya Restrepo, en este hogar nacieron dos niñas: Leticia y Mariela.

Leticia Estrada contrajo matrimonio con Cipriano Montaño quien vino de Bogotá a trabajar en las caballerizas del hipódromo de san Fernando y tuvieron cuatro hijos: Rodrigo, Estela, Teresa y María Elena. Esta familia se caracterizó por ser honesta y muy luchadora.

Mariela Estrada contrajo matrimonio con Diomedes Aldana (Diomo). Por los años cincuenta recibieron en donación una casita situada en Guayabal junto a la plaza mayorista, por esta razón se trasladó a vivir a ese lugar, allí nacieron sus hijos : Daniel, Gilberto y Gonzalo. El hogar sufrió una tristeza muy grande luego del accidente de su padre, ocurrido en el Hipódromo de San Fernando en Guayabal, cuando corría por la pista tropezó y el caballo cayó sobre él, al auxiliarlo, en vez de levantar el caballo, lo halaron y le dañaron la columna, dejándolo en una silla de ruedas para el resto de su vida.

Familia Ossa Siguiendo con el orden de los primeros habitantes, me contó mi abuelo que: Manuela Ossa llegó de un corregimiento de Santa Rosa de Osos llamado Hoyo Rico, era descendiente de esclavos, una mujer echada pa´lante, que se vino con el fin de probar fortuna a este lugar prodigioso, aquí construyó una casita humilde con sus tres hijos; María Jesús (La Chucha), Clímaco (el Ñato) y Jesús María (Chucho).

María Jesús Ossa apodada “la Chucha” una mujer trabajadora , todos los días salía a vender la leche por el barrio y se iba hasta el centro de la ciudad, este recorrido lo hacía a pie durante dos horas por carretera destapada; era una de los personajes más reconocidos del barrio, con sus pies descalzos, su vestido de medioluto, con un delantal blanco de grandes bolsillos y su pañuelo en la cabeza la hacían única, se colocaba un rollete que le servía de amortiguador para sostener la olla donde llevaba la leche, ella se sentía orgullosa de su labor y caminaba con mucho garbo con sus manos libres, calle arriba y calle abajo.

Familia Ossa Pérez Clímaco Ossa contrajo matrimonio con Ana Rita Pérez, tuvieron varios hijos: Enrique, Marcos, Jaime (Siriaco) Guillermo (Memo), Manuel (Lito), Fabio y Pedro. Su esposa era incansable, lavaba ropa todos los días en la quebrada, Clímaco tenía una carretilla en la que movía a diario mercados en la plaza de Cisneros de Guayaquil, los que lo conocieron, decían que era el hombre más forzudo que tuvo el barrio, también era bracero en los ferrocarriles de Antioquia, donde era capaz de echarse a la espalda una paca de algodón de 250 kilos para cargar un camión, lo seguía Manuel Jaramillo un joven que le echaban hasta tres bultos de cemento en la espalda, estos dos personajes hicieron historia por su fuerza.

Guillermo Ossa Pérez (Memo) contrajo matrimonio con Flor Jaramillo una persona sufrida pero echada para adelante, le enseño a sus hijas a ser valientes y luchadoras, como ella, hoy, estas niñas se distinguen por su tenacidad en el trabajo: Nora, Olga, Flor Ángela, Carmen, Gloria, Cristina, Ofelia y Nora. Fabio Ossa Pérez, era el hombre todero del barrio, trabaja sin pereza y a todo se apuntaba, forraba muebles, pintaba las viviendas, arreglaba todo lo dañado, desentejaba una casa para forrarla en papel encerado, fue el exterminador del comején , hacía injertos donde ellos habían dañado , era muy recursivo y tenía una gran responsabilidad para dejar las cosas muy bien.

Jesús María Ossa (Chucho) contrajo matrimonio con Candelaria Yépez, tuvieron ocho hijos: Carlos Julio, Gildardo, Gustavo, Mario, Ernesto, Tulia, Libia y Albertina de las Mercedes (Tina). Mi padre contaba que Chucho Ossa trabajo de joven en la policía de Robledo y cuando faltaba algún alumno, iba a su casa a buscarlo y lo llevaba a la escuela, este oficio lo hacía con templanza y cariño, su arma de defensa era un bolillo. Más tarde, compraron un terreno adecuado para echarle ganado y ponerlo a producir, también asentó una pequeña industria, un tejar (ramada donde se fabricaban los adobes, tejas, y atanores de barro) esta empresa generó una fuente de trabajo importante para la gente del barrio.

Chucho Ossa fue el hombre más querido del barrio, ir de visita a su casa era una dicha, mi padre nos llevaba frecuentemente y Tina, la hija de Chucho, siempre nos tenía una arepa asada en la callana, al llegar, la colocaba en las brasas hasta dejarla quemar un poco, luego la raspaba con la raspadora (tapa de betún llena de huecos rústicos, que se prestaba para pulirla) y la servía acompañada de una espesa postrera de leche (la última leche que le sacaban a la vaca cuando se ordeñaba). Era lo que más me encantaba.

Gustavo Ossa Yépez contrajo matrimonio con Alicia Saraz y tuvieron tres hijos: Gustavo Alfonso, Idmenia y Rosmira. Alicia Saraz era una de las mujeres pioneras del barrio, dirigió el Kínder de la Parroquia de Santa Rosa de Lima durante muchos años, hasta pensionarse, se caracterizó por ser una persona alegre con un espíritu evangelizador, hoy la recuerdan y la visitan muchas personas mayores que estuvieron con ella en ese apostolado, le agradecen los valores adquiridos en su niñez y todas las enseñanzas que Alicia Saraz les dejo.

Gildardo Ossa Yépez contrajo matrimonio con Emma Cano y construyó su casa cerca a la de sus padres, allí tuvieron nueve hijos: Gildardo (Gildardito), Consuelo, Amanda, Lilia, Isabel, Luis Fernando, Gladys, Estella, Jorge Humberto y Carlos Arturo.

Carlos Julio Ossa Yépez Este hombre era soltero, de muy buen genio, trabajador como él solo, fue uno de los tenderos más famosos del barrio, se caracterizó por ser una excelente persona, caritativo y servicial, todos los vecinos íbamos a mercar a su tienda, era famoso por los bananos rojos, que no se volvieron a ver, la parva variada con los mojicones, bizcochos y bizcochuelos, las maríaluisas, las cucas y el pan aliñado. Recuerdo que mi mamá le encargaba la mantequilla de vaca y los quesitos mellizos que eran alargados, envueltos en hojas de bijao y amarrados con guasca, con estos hacíamos los buñuelos de navidad, la mantequilla nos la comíamos puesta en el plato para arrastrarla con la arepa. Esta familia Ossa Yépez fue muy conocida y querida en mi barrio.

Familia Hoyos

Guadalupe Hoyos: Mujer valiente que llegó de Manizales con sus dos hijos Gabriel y Teresa, se unió a estas familias en este lugar, emprendiendo una nueva vida de trabajo y lucha, era muy admirada por su tenacidad, tuvo varios negocios: una tienda y una carnicería en su propia casa, así levantó a sus hijos, tampoco le faltó la vaquita, al igual que en las demás familias , siempre había una o dos, estás se multiplicaban y la leche no solo les servía de alimento, también les servía de sustento.

Gabriel Hoyos contrajo matrimonio con Emilia Maya Restrepo, tuvieron siete hijos; Gabriel Antonio, Alberto, Lucila, Blanca, Luisa, Emilia (Mito) y Alba. Esta familia muy querida y distinguida en el barrio, les tocó estudiar en la escuela del coco, sólo primero y segundo, porque no había más grados.

Emilia Maya Restrepo: Era la enfermera del barrio, nos ponía las inyecciones, siempre buscaba al paciente donde estuviera, para ella era una alegría servir a los vecinos, aprovecho este escrito para hacerle un reconocimiento muy sincero a su labor y entrega a la comunidad, aún la recuerdo cuando pasaba por la casa con su tabaco encendido, con la

brasa para dentro, no se veía sino el hilito de humo que salía de su tabaco, lo más curioso , era que ni lo sacaba para conversar, tal vez, de esa forma le duraba más. Sus hijos fueron: Gabriel Antonio Hoyos Maya contrajo matrimonio con Luz Elena Maya Robledo una sobrina suya y tuvieron cuatro hijos: Gabriel, Juan Carlos, Martin y Mónica. Esta niña nació después que murió su padre, (Antonio).

Alberto Hoyos Maya contrajo matrimonio con Teresita Marulanda y de esta unión nació un hijo que se llamó Jaime Alberto.

Lucila Hoyos Maya contrajo matrimonio con Alberto Acosta y tuvieron varios hijos: Blanca Luz, Beatriz, María Elena, Marina, William, Alberto y Jesús.

Blanca Hoyos Maya contrajo matrimonio con Guillermo Cardona se conocieron en Fieltrosa Ltda. una fábrica de sombreros, allí trabajaban los dos, se enamoraron y formaron un hogar feliz, tuvieron varios hijos, Guillermo (Guillermito), Blanca (Blanquita), Orieta, Clara Inés, Gustavo, Hernando y José Manuel.

Luisa Hoyos Maya contrajo matrimonio con Conrado Betancur y sus hijos eran: Jaime, Alberto, Gabriel, Guillermo (Memo) y Raquel Marina.

Alba Hoyos Maya contrajo matrimonio con Mateo Vallejo Cuentan que Mateo Vallejo, viajaba en el tranvía a la Iglesia de la América para cumplir con el precepto religioso de la Semana Santa, allí encontró la mujer de sus sueños, a quien pronto la hizo su esposa, Mateo era una gran persona, empresario y echado para adelante, lucho arduamente por el bienestar de sus hijos: Luis Ángel (Lucho), Juan Crisóstomo (Juancri), Mario, Mauricio, Alba Lucia, Margarita y Clara quienes siguieron su tradición.

Esta familia se reconoció por su tenacidad empresarial y su sencillez con los habitantes del barrio. Mateo Vallejo con su esposa Alba Hoyos fundaron por los años 1950 una empresa que llevaba por nombre Cerería San Judas Tadeo, la emprendieron con el apoyo de sus hijos y algunos vecinos, esta empresa hoy, todavía existe y es dirigida por sus hijos, hombres perseverantes y de gran pujanza, sus productos aún son llevados a las

iglesias de varios pueblos y ciudades en la época de navidad, las surten de velas de colores para la noche de las velitas y demás festividades y en Semana Santa venden los cirios pascuales, esta empresa tiene grandes demandas, su seriedad y responsabilidad hacen que siempre los elijan. ¡Que Dios los bendiga ahora y siempre! Estas generación nació en el barrio, aún se conserva la casa en el terreno que era de su bisabuela Guadalupe, en este lugar , ella tenía una tienda y la carnicería con el abuelo Gabriel, estos personajes hacen parte de la fundación del barrio. Alba, su esposa quedó en esta casa, allí levanto a sus hijos que más tarde contrajeron matrimonio, así: Luis Ángel Vallejo Maya contrajo matrimonio con Roce Mare Tobón y sus hijos se llaman: Felipe y Santiago.

Juan Crisóstomo Vallejo Maya contrajo matrimonio con Fátima Peláez y sus hijos se llaman, Juan Carlos y Daniel.

Carlos Mario Vallejo Maya contrajo matrimonio con María Eugenia Zapata sus hijos se llaman: Alexander y Johana.

Mauricio Vallejo Maya contrajo matrimonio con Nubia Cuartas y tuvieron dos hijos llamados Mateo y Sebastián. Esta familia ha sido muy fiel al barrio y aún conservan aquel aprecio por sus lugareños.

Emilia Hoyos Maya (Mito) contrajo matrimonio con Benjamín Zapata y sus hijos eran, Jhon Jairo, Dény, Lucia y Gloría. La empresa Confesiones Rabulette fue dirigida por Raúl y Gloria Zapata, en los años 1970, también funcionó en el segundo piso de este lugar.

Familia Saraz Gaviria

Don Ricardo Saraz llegó de Marinilla en el año 1900 como muchos, vino en busca de oportunidades, era un hombre de armas tomar, un joven con un espíritu de servicio incondicional, al poco tiempo de estar aquí, encontró en la América, a la mujer de sus

sueños Susana Gaviria, una mujer fuerte y revestida de grandes virtudes con quien contrajo matrimonio, tuvieron ocho hijos: Juan Bautista (Tista), José María, Emilio, Ricardo (Cando), Hernando (Cayetano), Dolores, Gilma y Alicia.

Esta fotografía nos muestra a Don Ricardo con sus retoños.

Juan Bautista Saraz Gaviria contrajo matrimonio con Lucila Toro, sus hijos eran, Juan Bautista (Tistica), Gonzalo, Gilberto, Álvaro, Arturo, Eduardo, Susana, Celina, Lucero, Piedad, Amada y Nazaret. Esta fue una de las familias numerosas, pero de corazón grande, Lucila era un pozo de alegría, muy humanitaria, donde había un enfermo, allí, estaba ella con su hermana Margot Toro, rezando el rosario.

Susana Saraz Toro (Susanita) hija de Tista y Lucila, contrajo matrimonio con Bernardo Pérez y sus hijos fueron, Jaime, Waldo, Jaime Alberto, Bernardo, Daniela, Luz Marina y Alexandra. Susanita estudio conmigo en el colegio de las Carmelitas de Robledo en el año 1947, fuimos grandes amigas y todavía conservamos esta amistad. Esta familia fue muy aguerrida y unida, después de morir Bernardo Pérez, su padre, sus hijos a ayudaron a salir adelante a su madre.

Hernando Saraz Gaviria (Cayetano) contrajo matrimonio con Margarita Toro (Margot) sus hijos eran, Hernando (Nando), Alfredo, Jairo, Jaime, Oscar, Ramiro, Soledad, Alba, Omaira, Sol María y Ángela. A Margot se conocía por su risa ante las dificultades, era una forma de ocultarlas, nunca se le oyó decir no puedo, siempre salía adelante, se encargaba de recoger el maíz, las papas y el aceite para las empanadas de la iglesia Santa Rosa de Lima, pertenecía al coro y era una soprano, tenía una voz muy sonora, su trabajo fuerte, era lavar en la quebrada la Mina y almidonar para aplanchar con plancha de carbón, ellas trabajaban para varias familias, sus hijas les ayudaba en esta labor, lo más arduo, era escoger las prendas de cada uno de los clientes, porque no podían equivocarse.

Emilio Saraz Gaviria contrajo matrimonio con Ernestina Saldarriaga (Tina) y sus hijos fueron Esaú, Orlando, Jhon Jairo, Gloria y Estela. Don Emilio, fue el sastre más

famoso de los famosos del barrio, cuentan que un día Candelaria Yepes mandó a hacer el estren para el cumpleaños de su hijo Gustavo y Emilio empeñó el corte, Candelaria iba todos los días a buscar el pantalón de Gustavo, pero no encontraba a Emilio, entonces un día decidió esperarlo y le dijo a Tina: _ aquí me quedo hasta que llegue Emilio.

Y se sentó en un baúl, al momento, sintió unos toques acelerados y unos gemidos que salían desde fondo del baúl. _ ¡Candelaria, Candelaria… Párate que me estoy ahogando!

Este era Emilio Saraz, el cómico del barrio, aún lo recordamos con mucho cariño.

En otra ocasión, estuvo con Chucho Gurre en un entierro y como no tenían con que seguir bebiendo, le dijo a Chucho: _ ¡Anda quítate ese vestido pa' empañarlo!

Así lo hizo, se fue con Chucho a la casa y por la ventana le entregó el vestido diciéndole: _ ¡Cinco pa' mí!

En ese momento sale Chinca su esposa y le grita: _ ¿Pa' onde va con el vestido de Chucho?

Emilio le contestó sin ningún tapujo: –Voy a cogerle la bota al pantalón y hacerle una cuchilla al saco.

Mientras tanto, Chucho en calzoncillos se metía entre las cobijas, despacito. ¡Éste… era Emilio Saraz!

Jesús María Saraz Gaviria contrajo matrimonio con Ester Restrepo y sus Hijos eran: Teresa, Elia, Ester, Consuelo, Margarita y Carlos. Jesús María el artista del barrio uno de los personajes más recordados.

Dolores Saraz Gaviria contrajo matrimonio con Moisés Pérez quien ya tenía dos hijos con su primera esposa: Bernardo y Moisés, del matrimonio con Dolores nació dos hijos: Luis Eduardo y Rosmira Pérez Saraz, quien se distinguió por su voz, era una gran soprano y cantaba en la parroquia de Santa Rosa de Lima, pero siendo muy joven le entregó el alma a Dios, al cielo se fue a cantar, hoy la recordamos con mucho amor en las grandes ceremonias de la iglesia.

Alicia Saraz Personaje insigne del barrio, este año cumple sus 101 años y está en todos sus cabales, al igual que su hermano menor Ricardo (Cando) que va a cumplir sus 99 años. Contrajo matrimonio con Gustavo Ossa y tuvieron tres hijos. Esta familia se fue multiplicando y aún permanecen en el barrio. Aquí la podemos ver:

Familia Jaramillo Restrepo Jesús Jaramillo contrajo matrimonio con Salomé Restrepo, tuvieron cuatro hijos: Arturo (Cucho), Vicente, Celsa, Paulina (Catana). Jesús venia de Segovia y fue el que inspiró al barrio a cambiar el nombre de Aná por el Coco en los años 1920.

Arturo Jaramillo (Cucho) contrajo matrimonio con Encarnación Rúa y tuvieron varios hijos: Oscar (Tripa) Manuel (Manolo) Amanda, Rosa, Elvia, Encarnación, Mensa y Beatriz, Chucho era una persona altísima que cuando se montaba al carro tenía que manejar con la cabeza en el timón.

Manuel Jaramillo Rúa (Manolo) contrajo matrimonio con Dora Córdoba Acevedo y sus hijos fueron: Víctor, Jhon, Guillermo, Dora María y Jaime. Manolo fue uno de los personajes del barrio que se distinguió por su fuerza.

Paulina Jaramillo Restrepo (Catana) era una mujer luchadora que cada sábado se dedicaba a hacer Morcilla (rellena) y todos acudíamos a comprarla para la comida y el desayuno, esto era fijo, cada ocho días la esperábamos con mucha alegría.

Familia Jaramillo Covaleda

Ricardo Jaramillo y Mercedes Covaleda eran un matrimonio aguerrido echados pa'lante, llegaron de Segovia Antioquia pertenecientes de un palenque, su oficio los trajo a este lugar en busca del fino metal, los recomendaron con Jesús y Ricardo quienes laboraban en la quebrada que antes bajaba de la conejera, estas familias se juntaron y abrieron un hoyo en ese lugar, formando allí, un nuevo charco al que llamaron La Quebrada la Mina, ésta sirvió como límite para señalar El Coco Arriba y El Coco Abajo, más tarde, las lavanderas armaron aquí sus famosos lavaderos como una fuente más de trabajo. La familia Jaramillo Covaleda se distinguió siempre, por su tenacidad y ganas de trabajar: sus hijos eran; Fortunato (Forta), Miguel Ángel, Luis Adolfo (Cabezón9, Laura, Tulia, Mercedes, Libia, Margarita (Margara).

Fortunato Jaramillo Covaleda contrajo matrimonio con María Jesús Paniagua (Tutuy), tuvieron varios hijos: las mellizas Marta y María, Sara, Mercedes , Lucia y Forta que así lo llamábamos era otro de los cómicos del barrio, le encantaba empinar la copa y siempre vivía alegre, una noche lo pillo la policía bebiendo y lo persiguió, el corrió más que

la policía, a la vuelta estaba su casa y se escabullo en segundos escondiéndose en el antejardín, apagó el carro con sigilo y de una se acostó en el cojín, la policía pasó derecho y no lo vio, la calle era ciega y muy oscura, así que éstos volvieron a pasar junto a él y tampoco lo vieron, por su astucia salvó Fortunato. En otra ocasión el señor Rafael Piedrahita, el primer exportador de los automóviles Mercedes Benz, tenía como chofer oficial a Fortunato, y como siempre vivía acelerado, don Rafael se le montaba en la parte de atrás del carro, se pegaba de las correas y le empezaba a gritar: _ ¡Dale Fortunato, dale!

Y se podían contar los minutos al subir las palmas, don Rafael parecía una marioneta colgado y Fortunato echaba tranquilidad calle arriba, mientras le daba chancleta al acelerador.

Luis Adolfo (Cabezón) fue con Toño Cano a la guerra del Perú, el 1 de septiembre de 1932 y cuentan que fue una de las mejores experiencias, siempre le oían contar y cantar sus anécdotas, años más tarde, cuando Fortunato estaba a punto de morir pidió que le cantaran “Flores Negras”.

Libia Jaramillo Covaleda contrajo matrimonio con José Guatón, quien llegó a trabajar al Hipódromo San Fernando, allí se enamoró de Libia, luego ya casados se fueron a vivir a Bogotá.

Laura Jaramillo Covaleda contrajo matrimonio con Miguel Pérez y tuvieron varios hijos: Ricardo (Riche), Hugo, Hernán (Nan), Pepe, Nelson, María del Carmen (Melo) y María Teresa (Tere). Laura hacía una rica natilla para vender, la servía en una inmensa batea y luego se la ponía en la cabeza amortiguándola con un rollete y salía a repartirla por todas partes del barrio: En los colegios, en las tiendas y en los atrios de las iglesias.

Tulia Jaramillo tuvo varios hijos, entre ellos: María del Carmen (Time), Olga, Gilma y Carlos.

Aquí me encuentro con Time, un día de visita.

Portando el uniforme de abuela Cuenta Cuentos de la Biblioteca la Floresta.

Tulia fue una mujer emprendedora y luchadora, muy querida por el barrio, todos la recordamos con mucho cariño, porque nos calzó a todos… ella traía los zapatos imperfectos de grulla, que le comprábamos por cinco centavos, así, nos lo poníamos, por ejemplo: dos derechos, uno más grande que otro, un color de uno y un color de otro, una suela soplada y otra plana, uno de hebilla y el otro de amarrar, el solo hecho de estar calzados, era grandioso, aunque saliéramos cojeando, salir con los dos zapatos mirando para el mismo lado, no nos afectaba, lo que importaba era que teníamos zapatos ¡Pero quiero contarles! que esta moda abarcaba hasta los pueblos, porque Tulia, traía a diario, bultos de zapatos para quien le sirviera; esta hacendosa mujer, también lavaba la ropa de algunos tenientes del batallón del Zacatín y cuando fundaron la Cuarta Brigada, ella les hacía de comer a todos, desde las siete de la mañana empezaba a repartir desayuno a todos los soldados que llegaban escuadrones en las jaulas, a si le llamaban a los carros grandes de carga y encarpados. Los soldados venían a buscar los tres golpes del día, desayuno, almuerzo y comida, a su casa, con la llegada de estos soldaditos, nacieron grandes romances en el barrio, que hicieron historia, algunos se casaron, como Fernando Valenzuela con Ana Tejada, ellos se quedaron viviendo aquí, los otros viajaron a Bogotá.

Familia Acosta Acevedo

Juan de Dios Acosta contrajo matrimonio con Rosa Acevedo, este matrimonio llego de la América; construyeron su humilde vivienda aquí, tuvieron varios hijos: Rafael, Gerardo, Juan de Dios (El Mono) Luis, Jorge (Maqueca) este era el bobo más querido del barrio, Margarita, Gabriela, Rosalba y Lía. Al hijo que iba organizando su hogar, Don Juan de Dios le daba una parcela de su terreno para que construyeran su casa. ¡Ah! Me parece ver a Rosa ordeñando la vaca con soltura y a Juan de Dios sentado en su taburete de cuero, fumando tabaco con su ruana negra y su mirada en el cielo, viendo cómo se esparcía el humo en el espacio. Contaba Rosa Acevedo, que su hijo Jorge le pedía manteca para untarle a la arepa, Jorge era muy niño y solo sabía decir “mamá dame Maqueca” de tanto repetir esta palabra, lo llamaron así, Maqueca, convirtiéndose en el bobo más querido del barrio, cuando lo llamaban por el apodo Jorge ponía problema y salía corriendo con una piedra en la mano, sin embargo, a todos les encantaba torearlo, hasta los más pequeños.

Cuando Maqueca iba a misa a la iglesia de la América tenía su puesto especial y si alguien se sentaba allí, él lo hacía parar como fuera. Le encantaba bañarse desnudo en la quebrada del ahueso y se quedaba ratos allí, acurrucado entre las piedras, cuando nosotras íbamos para la escuela y veíamos su ropa tirada en el altico de aquel lugar, ya sabíamos que era él, y de inmediato esquivábamos ese paso para no encontrarlo.

Margarita Acosta Acevedo contrajo matrimonio con Ramón Álvarez y tuvieron diez hijos: Ramón, Jhon, Ramiro, Campo Elías, Blanca, Oliva, Rosa, Pilar, Marina, Gloria.

Esta familia creció al lado de la nuestra. Definitivamente este barrio era un vergel, nacíamos como en cosecha. Margarita tenía una pequeña tienda donde vendía cigarrillos, frescos y parva. Ramón lavaba arena en la quebrada de la Iguana, más tarde se consiguió una carretilla para hacer acarreos y con el tiempo su hija Oliva se los llevo a vivir a EEUU con toda la familia, algunos de ellos regresaron.

Familia Acevedo Robledo

Manuel Acevedo y María Dolores Robledo llegaron de la América a una humilde casa diseñada por don Manuel, donde nacieron sus tres hijas; Lucila, Isabel y María de los Ángeles (La Mona). En el año 1921 estudiaron las tres en la escuela del Coco. Don Manuel era Carretillero de oficio. Más tarde sus hijas contraen matrimonio: Isabel Acevedo con Alfonso Córdoba y Lucila Acevedo con Eliodoro Córdoba, estos eran hermanos y María de los Ángeles la (Mona) con Julio Ernesto Valencia.

Familia Álvarez Hernández David Álvarez y Marcelina Hernández (Marceliana) este matrimonio llego de Girardota; aquí tuvieron a sus hijos; David, Francisco (Kiko) Javier (Chilico), Alfonso, María Antonia (Toña) Alejandrina (Nina) Inés, Teresa y José Corpus, llamado así porque siempre le gustaba estrenar el día de corpus Cristi, Emilio Saraz era su sastre y lo llamó así. Marcelina, fue una de las mujeres más serviciales del barrio siempre estaba dispuesta a recibir los niños que nacían en este lugar, no le importaba bajar la callana y dejar el fogón ardiendo, mientras que iba a cumplir con su misión que era recibir los niños que nacían a diario, nunca pudieron quitarse los años porque Chanita les llevaba la cuenta y los asociaba con los demás, ella tenía el privilegio de ver el niño primero que su propia madre, siempre recordaba ese momento pero el niño lo ignoraría toda la vida, de aquí aquellas palabras que dicen decían nuestros abuelos " Haz el bien y no mires a quien"

Familia Gómez Dávila

Laureano Gómez y Dolores Dávila: Esta pareja llego de Sn. Javier La Loma, fabricaron su casita de bareque en la entrada del barrio, allí nacieron sus hijos, a cada uno lo llamaban con su apodo; José (Vaca), Jaime (guama), Ramón (Gago), Alfonso (Burro) Manuel (Mico) y Ligia. Aquí una palabra mal dicha era un bautizo, la persona quedaba marcada con el sobre nombre para toda la vida y casi nadie los conocía por sus nombres de pila. Recuerdo con mucho cariño a esta familia, todas las tardes cargaban el agua en olla de barro sobre su cabeza y la aseguraban con un rollete, tenían que subir la pendiente para llegar a la casa de Neno, solo cuando llovía, recogían el agua de la gotera del halar de su la casa. Su vivienda llamaba mucho la atención, siempre nos preguntábamos cómo hacían para vivir tantos si era tan pequeña, tenía una salita reducida, una pieza y la mini cocina en una esquina del corredor y el piso era en tierra, cocinaban con leña todos salían a buscarla al monte, eran muy unidos y a pesar de toda su escasez se les veía felices, Dolores era una mujer ordenada, todo brillaba, hasta las baterías de cocina que nos daba Pepe Estrada las conservaba con esmero. Allí se criaron todos hasta que se fueron desgranando, como una mazorca. Laureano cultivaba en su pequeño predio yuca y plátano que vendían para sustento, esta labor la complementaban con la cría de gallinas.

Familia Tejada

Teodomiro y Virgelina (Ginia) Llegaron a este lugar con su hija Devora. En este lugar Devora tuvo a sus dos hijos: Raúl y Bianor Tejada.

Raúl Tejada contrajo matrimonio con Lía Barrientos, aquí nacieron sus hijos: Raúl, Jesús María. Darío, José. Arturo. Marta, Emilia, Luz, Omaira y María Eugenia.

Jesús María, su hijo fue llamado a la vida sacerdotal, un testimonio misionero en el Ecuador donde el Señor lo llamo, dio su vida por su ideal en el año 2016.

Bianor Tejada, se casó con Mercedes Jaramillo. Hicieron su casa al pie de su mamá, Mercedes Covaleda, sus hijos fueron Bianor (el Negro), José Teodoro (Tocayo), Orlando, Israel, Ana y Rosa.

Familia Valencia Gallego

Rafael Valencia Llegó de Marinilla con su esposa Indalecia Gallego, hicieron su casita a orilla de la quebrada “La Mina” al pasar por su casa tomo el nombre de Indalecia aquí tuvo a sus hijos: Julio Ernesto, José Polito, Lino, Rafael, Roberto, Rosa Elena, Mercedes, María Jesús y María de los ángeles.

Julio Ernesto contrajo matrimonio con María de los Ángeles Acevedo (la Mona) sus hijas eran Olga, Sonia, Noelia, Alba y Alberto (Albertico).

Rosa Elena Valencia contrajo matrimonio con Rafael Maya y tuvieron muchos hijos, Gilma, Luz. Cecilia, Nubia.

Familia Zapata Gaviria

Félix Zapata y Mariana (Marianita) Gaviria. Esta pareja ejemplo de felicidad, llegó de la América y tuvieron aquí a sus hijos: Luis, Florián (Nancito), Emilio, Aura Libia (Lita) Rosa Amelia, Carmelina (Caína).Esta familia fue muy colaboradora con la iglesia de nuestra Señora de los Dolores de Robledo: a su casa llegaba la Virgen para las Romerías y

en procesión la traían y llevaban a Robledo. Rosa Amelia: recogía los sábados la limosna para el Santísimo o sea para los cirios. Florián (Nancito) pasaba con la alcancía de San José, que destinaban para las flores y otras cosas que se necesitaban en la iglesia.

Luis Zapata Gaviria contrajo matrimonio con Tulia Ossa y de este matrimonio nacieron sus hijos; Rodrigo, William, Alberto, Darío, Elvia, Rocío, Rosalba, Marta Elena y Margarita. Tulia fue una mujer muy consagrada a sus hijos y a su madre, todos los días salía con su camada a su casa materna, en las noches, regresaba con ellos a dormir a su casa, a unos los llevaba cargados y a otros de la mano, ella caminaba tranquila y segura con un pañuelo que adornaba su cabeza, al atravesar la manga se veía el destello de los cocuyos que le alumbraban el camino y el cantar de los grillos despidiendo la noche, en luna llena, sus hijos dibujaban con sus manos, marionetas al aire, que entre salto y salto se fundían con el reflejo de la luna.

Florián Zapata Gaviria contrajo matrimonio con Graciela Vásquez y tuvieron tres hijos: Arcadio, Elvira y Cecilia. Ellos vivieron por la quebrada la mina, eran muy buenos vecinos, trabajadores y serviciales.

Familia Álvarez Gaviria

Jesús María Álvarez (Chucho Gurre) contrajo matrimonio con Chiquinquirá Gaviria (Chinca) vinieron de la América a Vivir a este lugar, sus hijos eran Judith, Felisa, Miriam, Ángela, Teresa (Tere) y Jesús María (Mugía). Ana Eva, Edelmira y Anita, eran las tías de Alejandro y Jesús María (los Gurres) estas eran las que se encargaban de las procesiones del Niño Jesús, que lo llevaban hasta la iglesia de Robledo y lo volvían a traer, ver esto, era una hermosura, todos los niños acudíamos a la procesión con nuestros padres, o hermanos, nadie faltaba a esta devoción, lo llevaban en una urna de cristal y cuando pasaba frente a nuestra casa, nuestra madre nos contaba, que los cojincitos que llevaba el Niño Jesús, eran hechos y bordados por ella, nosotros nos alegrábamos y nos sentíamos orgullosos, admirábamos mucho a mamá por su labor. Este Niño todavía existe en la casa de Hernando Velásquez (Marañas) uno de los familiares de las Álvarez. Esta familia se distinguió, por su alegría, su hospitalidad, su generosidad y sobre todo por el arte. Entre ellas tenemos a Mercedes Álvarez campeona de baile y reina del porro.

Tere es como las castañuelas del barrio, todos la queremos, en ella encontramos alegría, buen humor, sencillez y un amor grande por Dios, el cual se ve reflejado en el acompañamiento a los duelos, el servicio a los necesitados y tantas otras cosas que la embellecen. Ellos vivían cerca al segundo charco de la quebrada la Mina donde se reunían las lavanderas, un poco más arriba , Chucho tenía su tejar, que también era favorecido por la quebrada; este era su negocio preferido y ayudaba al barrio brindándoles trabajo a muchas familias.

Familia Ortiz Ortíz

Trinidad y Graciela Ortiz (la Pía): Dos personajes del barrio, mamá e hija, trabajadoras y luchadoras, a Trina se le veía todos los días bajar del monte con su viaje de leña en la cabeza y a Graciela con la ponchera llena de ropa rumbo a la quebrada, estas dos mujeres daban ejemplo, también pertenecían a las danzas del barrio y se les veía bailar con gran salero.

Familia Cuarta Cuartas

Santicos y Ninita Cuartas así se les llamaba por cariño a esta pareja que vino de belén sus hijos eran: Raúl, Jairo, Olga y Nelly, eran grandes colaboradoras con mi madre, Ninita le lavaba los pañales de mis hermanitos y cuando fui al colegio Olga y Nelly me llevaba y me sacaban a todas partes.

Familia Maya Restrepo Don Julio Maya y su esposa Ilduara Restrepo, llegaron con sus hijos: Julio, Ramón, Francisco (Pacho), Edelmira, Inés, Graciela, Emilia y Efigenia venían de San Cristóbal a este lugar, era una familia numerosa y trabajadora; doña Ilduara se ocupó de enseñarles a hacer de todo para que más tarde se defendieran en la vida, me parece ver a don Julio sentado en su taburete de cuero en el corredor con su tabaco en la boca esperando a su hijo Ramón que llegaba con todos sus hijos y vecinos a rezar el santo rosario, al llegar a casa, lo volvíamos a rezar con nuestra familia.

Edelmira Maya Restrepo hija de don Julio, contrajo matrimonio con Salvador Álvarez sus hijos fueron: Oscar, Mario, Margot, Judit, Nohemí y Rut Lía.

Inés Maya Restrepo: Era hija de Don Julio Maya y de Ilduara Restrepo, nunca se casó era encargada de hacer los tabacos y doña Graciela hacia empanadas y tamales para vender todos los domingos, después que llegábamos de misa de cinco, todos íbamos a comprar las empanadas, el secreto de la sazón era el azafrán de raíz que le daba color y buen sabor, recuerdo que eran grandes y daban dos por cinco centavos. Así Doña Graciela enseño a sus hijas a trabajar y luchar en la vida y ya van en la quinta generación.

Julio Maya Restrepo contrajo matrimonio con Dolores Betancur, eran una pareja ideal, muy servicial, don Julio tenía una carretilla o carro, en la que traía leña para el barrio, en grandes costales donde sobresalían las tablas traídas desde barrio Triste. Dolores disfrutaba de su diminutiva casa, construida en bareque, tenía una salita y una pieza, para ir a la cocina había que pasar por un pequeño puente elaborado con tablas, cuando llovía era todo un caos. De esta unión, nacieron sus hijos; Gabriel, Gustavo, Heriberto, Enrique, Hernando, Iván, Bertina y Ernestina. Todavía me pregunto ¿Cómo hacían para vivir en esa estreches? Realmente era un nido de amor, me sorprende la esperanza que allí había, sus hijos, eran felices, ahí nacieron, tres de los hijos y todos bajo el mismo techo, lloraron, jugaron y crecieron con grandes valores, la pobreza no fue impedimento para ser grandes personas.

Enrique Maya Betancur contrajo matrimonio con Teresa Paniagua Amor nacido desde el momento de su concepción. Dolores Betancur madre de Enrique Maya y Transito Álvarez, madre de Teresa Paniagua, eran vecinas, vivían en sus humildes casitas de bareque, solo una pared dividía sus lechos, compartían un corredor, cuyo piso era de tierra y el solar por donde paseaban libres las gallinas. Allí se criaron este par de niños junto con sus hermanos, de estas familias nacieron tres matrimonios, pero el que más llama la atención es el de Enrique y Teresa, en ambos hogares, estaban esperando a sus hijos: Enrique y Teresa primogénitos.

Julio dijo a Dolores su esposa. _ ¡Voy a darle una sorpresa a Manuel Salvador!

Este vivía a dos pasos de la puerta de su casa y se comunicaba por el corredor, Julio estaba feliz de contarle a don Salvador que había nacido su hijo, al verlo le dijo: _ Te ofrezco a mi primogénito que nació a noche.

A lo que Salvador le manifestó: _ ¡Gracias hombre! quiero aprovechar para invitarlo a conocer a mi bella niña que nació esta madrugada... ¿Qué pensarían aquellos padres, al compartir sus primogénitos? Linda coincidencia, aquellos dos bebecillos que nacieron pared con pared, fueron creciendo juntos, sus madres se ayudaban entre sí, compartían sus sueños, necesidades, era hermoso ver crecer aquellas creaturas, quienes recibían todo el cariño de ambas familias, sus padres compartían juntos mientras les daban el biberón a sus pequeños.

Cuando tenían que ir a la quebrada a lavar los pañales se turnaban las mamás para cuidarlos y darle el tetero. Teresa y Enrique compartían todo, gateaban por los corredores hasta quedarse dormidos en el suelo, arrancaban las matas y degustaban el sabor de la tierra; más grandecitos correteaban las gallinas, en el solar, su comida favorita era el agua de panela , sus juegos preferidos era correr alrededor de las casas entrando por la sala y saliendo por el solar y en todos sus contornos llevando entre sus manos las tapas de las ollas como formando bandas de música , los utensilios de la cocina hacían de instrumentos de percusión, cogían el molinillo imitando trompetas y así fue como pronto crecieron, fueron a la escuela, juntos hacían las tareas , siempre se distinguían por ser unos jovencitos pudorosos, disfrutaban de una hermosa amistad, eran alegres, respetuosos, se les veía el gran amor que sentían, tenían gran talento para la música, de allí que fueron grandes músicos por el lado de la familia Paniagua, por mucho tiempo nos recrearon con su música en la Banda Paniagua, los domingos en la mañana salían juntos con sus padres y con sus vecinos a las 4 de la mañana a la misa de 5: am a la iglesia de la América; fue así, como un día, ya grandes, decidieron sorprender a sus padres y contraer matrimonio.

Enrique maya Betancur y Teresa Paniagua Álvarez: Su unión fue realmente una historia de amor, tanto que de ella, nacieron veinticinco hijos cada año germinaba una semillita, sus hijos eran: Elvira, Rosa, Elena, Teresita, Eugenia, Transito, María Dolores, Rosalba, Marta, María, Romelia, Enrique, Alberto, Juan Manuel, Jesús…Muchos de estos nombres remplazaban a los niños que murieron antes. Dios los bendijo de tal manera que cada hijo traía su pan debajo el brazo, así decía mi abuelo sonriendo, para que los niños

ocuparan menos espacio en la cama, los envolvían como cigarrillos con un cobertor, así que podían acomodar, hasta diez en cada cama. Cuando el padre García Herreros se dio cuenta de esta familia, vino a visitarlos y al contemplar este racimo de niños, se los llevo a todos a Bogotá para mostrarlos al país y premiarlos por ser familia numerosa dándoles una casa en el barrio santa Lucía del sector de la Floresta, allí, aún viven algunos de sus hijos.

“Dios Bendiga esta familia que nos ha dado tanto ejemplo” Camilo Paniagua Álvarez Contrajo matrimonio con Ernestina Maya Betancur, esta pareja construyo su casita en el solar de Transito, allí tuvieron a sus dos hijas mayores; Susana y Matilde, de aquí se fueron a vivir a otra parte y los perdí de vista.

Jesús Paniagua Álvarez (Cucho) contrajo matrimonio con Bertina Maya Betancur, ambos nacieron en este lugar, desde niños compartían todos los juegos varias veces, se le veía por entre las dos casas haciendo círculos con las tapas de las ollas, Chucho soñaba con crear una banda musical. Siendo grandes se casaron y tuvieron doce hijos: Lucia, Isabel, Elvia, Leonor, Cesar, Iván, Jairo, Horacio, Manuel, Mario, Miguel y Raúl. Sus padres continuaron jugando con los muchachos a la banda, muy seguidamente se les escuchaba sonar platos, cucharas, ollas etc., hasta que se les cumplió el sueño y la formaron de verdad, hoy la conocemos como La Banda “Paniagua”. De estos doce hijos solo Iván se casó los otros once aún viven en casa de sus padres y todos están solteros.

Iván Paniagua Álvarez contrajo matrimonio con María Claudia Álvarez; tuvieron tres hijos; Johana, Diana y José. Tienen un nieto, contando con él, la quinta generación.

Gabriel Maya Betancur contrajo matrimonio con Emma Vélez, tuvieron varios hijos: Héctor, Elkin, Leónidas, Ovidio, Gloria, Silvia, Beatriz y Cielo. Gabriel era el que se encargaba de pasar los muertos en la quebrada la Iguana cuando los llevaban para la iglesia a cantarlos y los volvía a pasar para llevarlos al cementerio, ya que era una persona alta y fuer zuda y sobre todo lleno de buena voluntad que lo adornaba siempre.

Familia Maya Montoya

Ramón Maya Restrepo contrajo matrimonio con Carlota Montoya Arcila, Tuvieron ocho hijos: Arturo, Javier, Mario, Consuelo, Ángela, Yolanda, Miriam y Nora.

Ramón fue un hombre luchador y Carlota una mujer hacendosa, los recuerdos más lindos de esta familia fue su piedad, todos juntos alrededor de una imagen de la Santísima Virgen María con camándula en mano rezaban el santo Rosario todos los días, esta tradición venia de sus padres, ellos se reunían en las tardes a rezar y los domingos y primeros viernes madrugaban a la misa de cinco de la mañana con todos sus hijos, yo salía con ellos, Ramón nos llevaba en su carro, un planchón donde transportaba materiales. Carlota era la tía dulce y amorosa para ella no había nada malo, era un pozo de risas, todos los sobrinos la quisimos muchísimo, hoy la recordamos con gran afecto, se distinguió por ser una excelente esposa, una madre ejemplar, una suegra ideal y una abuela inolvidable.

Arturo Maya Montoya contrajo matrimonio con Ligia Gualdrón, ella vino de los llanos orientales por los años cincuenta y desde que Arturo la conoció se enamoró perdidamente, fue su primer amor, contrajeron matrimonio al poco tiempo y fueron felices y fieles hasta su muerte, a ellos los adornó su entrega total. Este Feliz matrimonio tuvo seis hijos: Ramón Arturo, Gilberto, Julio Cesar, José Manuel. Marta Dolly, Mary Ligia. Que siempre han dado ejemplo de vida y son grandes profesionales.

Javier Maya Montoya contrajo matrimonio con María Oliva (Maruja) Maya Robledo. Sus hijos, Alba luz, Nubia, María Elena y Francisco. Esta familia se ha distinguido en el barrio por sus alegrías en sus parrandas caseras en la que reúnen a toda la familia, para pasar alegres ratos en medio de bailes y música alegre.

Mario Maya Montoya contrajo matrimonio con Consuelo Paniagua Álvarez.

Tuvieron tres hijos: Héctor Mario, Javier David y Ángela María. Hoy Mario y Consuelo gozan de su primera bisnieta.

Héctor Mario Maya Paniagua contrajo matrimonio con Alexandra Zuleta y tuvieron tres hijas: Carolina, Elizabeth y Manuela.

Carolina Maya Zuleta y Pablo de Ossa tuvieron una hermosa niña llamada Dulce María, con esta niña se cumple la sexta generación de esta familia Maya Restrepo.

Francisco Maya Restrepo (Pacho) contrajo matrimonio con Otilia Robledo sus hijos son: Darío, Francisco, Víctor Obdulio, Vilma, Bella, Carola, Amparo, Luz Elena, Maruja, Nazaret, y Leonila. Ahora cuentan con la quinta generación, esta familia ayudó mucho a la comunidad con sus servicios, cuando llegaba una campaña de vacunación Otilia prestaba su casa para realizarla, estas labores servían mucho al barrio como a su familia.

Pacho era uno de los tenderos más conocidos y visitados del barrio; tenía su tienda de abarrotes, este lugar era famoso por sus plátanos dulces (bananos) “recuerdo que mi padre nos traía el racimo entero” y el salchichón que nos servía de carne en las comidas para mitigar el hambre con pan. En este lugar también había un salón de juegos, en él, tenían un sonoro piano que lo acompañaba y siempre se le oía decir: _ “Échale cinco al piano y que empiece la función”… Los fines de semana los patos “muchachos” se la pasaban jugando billar o echándole al piano sus monedas si estaba enamorado, lo hacía para atraer más a la novia con canciones románticas, las que más se escuchaban eran: Senderito de amor, la Pollera Colora, Falsaria y todas la de Pepe Aguirre. Todo dependía del disco que sonara para entrar en ánimo y ubicar a quienes estaban allí, según la canción que se entonara la enamorada sabía que su amor ya había llegado y se ponía a la espera, la visita del novio no podía pasar de la puerta y era de seis a nueve de la noche, cuando empezaba el sermón del padre Serna, el muchacho sabía que era la señal para irse, si, se pasaba un minuto, la mamá comenzaba a decir: _ ¡Ya comenzó el sermón!

El novio tenía que irse voladito ante la confirmación de la madre, lo más lindo de estas familias es que formaron un trio musical, escucharlos me emocionaba mucho. Por el año cuarenta estas familias, empezaban su tercera generación, hoy van por la sexta, con la alegría de que, aún se conservan y se siguen multiplicando, toda nativa de este lugar su casa y la tienda de Pacho, físicamente se conservan.

Aquí, podemos decir “Orgullo Paisa” en estos tiempos de procreación y riqueza patria.

Wilmar Maya Robledo contrajo Matrimonio con Noé Agudelo y tuvieron doce hijos; Soledad, Reynaldo Héctor, Luzmila, Libia Amparo, Oliva, Olga Nelly, Marta, Rubiela, María, Nora Elena y María Eugenia.

Familia Paniagua Álvarez

Manuel Salvador Paniagua y Transito Álvarez tuvieron varios hijos y todos eran músicos algunos pertenecían a la Banda Paniagua, que eran: Antonio (Toñito), Jesús María (Chucho) Aquileo, Camilo, Manuel Salvador (Lito), Laura, Teresa y María Jesús (Tutuy).

Antonio Paniagua contrajo matrimonio con Graciela Cano, tuvieron varios hijos: Alfonso, Arturo, Guillermo, Fanny, Marta, Ernestina (Tina), Luz y Consuelo. Toño Paniagua que así le llamaban, era un gran músico, se destacaba por el modo de tocar los instrumentos, sobre todo la lira, grabó lindas piezas como: Guabinas, bambucos, pasillos danzas y muchas otras, sus tertulias con él fueron inolvidables siempre lo llevamos en el recuerdo, junto con su esposa y todos sus hijos.

Familia Córdoba Montoya

Ernesto Córdoba y Camila Montoya Llegaron de Girardota a una humilde casa de tapias, pero llena de jardines, sobresalía el tulipán, era su flor favorita y adonde iban llevaban esta semilla, su familia era numerosa. Los hombres eran: Alberto, Alfonso, Arturo, Eliodoro (Lolo), Enrique, Francisco, Luis y Ramón. Las mujeres eran tres; Arcela (Cela), Graciela (Chela), Margarita (Garita). Al llegar a este lugar, Eleodoro y Alfonso encontraron el amor de su vida.

Eliodoro Córdoba Montoya y Lucila Acevedo Robledo contrajeron matrimonio y tuvieron varios hijos Eliodoro (Lolito), Jairo, Mario, Conrado, Esaú que murió muy niño junto con Marina su hermana en una misma semana de Tifo. Ligia era la mayor, Cecilia (Chila) y Grimaneza.

Isabel Acevedo de Córdoba

Alfonso Córdoba Montoya contrajo matrimonio con Isabel Acevedo Robledo, Contrajeron matrimonio, sus hijos eran; Manuel (Lito), Alfonso (Toto), Hernando (Nando) Guillermo (Memo), Horacio, Álvaro, Henri, Dora, María Dolores (Lolita), Cenobia, Isabel y Lucena. Alfonso Córdoba era un hombre trabajador, tenía un planchón que le servía para hacer acarreos y cuando llegaba temprano se iba a esas mangas cerca de donde hicieron el estadio a traer leña los hijos se iban cerca a la quebrada a recoger chamizas Isabel y Alfonso aprovechaban para cortar aquellos palos ya secos que les servían para que les dieran buenas brasas. Esta familia vivió siempre al lado de nosotros y aquí nos criamos todos juntos, allí en esta casa todavía vive Cenobia una de sus hijas. A Isabel le debo el saber lavar, ella me hacía estregar varias veces una prenda hasta dejarla del color natural, esto consistía en darle a la ropa una buena enjabonada y estregarla muy bien , luego juagarla para volverla a enjabonar y ponerla al sol un buen rato luego de echarle e agua seguido, si estaba muy percutida se dejaba al sereno para que blanqueara mejor y para juagarla se aporreaba bien sobre la piedra, esta ropa quedaba hermosa y reluciente, desde entonces me buscan para, desmanchar la ropa sea cual sea la mancha y si es curtida con mayor razón. Hoy lo que le doy gracias a Dios por haberme dado esta oportunidad y el regalo da la sabiduría que me dio Isabel en mi niñez.

Manuel Vélez Contrajo matrimonio con Cecilia (Chila) Amaya, tuvieron varios hijos: Manuel (Manuelito), Aníbal, Elvia, Ofelia y Edilma. Don Manuel manejaba una planadora de tambores grandes para aplanar las calles, esta se desengrano produciéndole la

muerte instantáneamente, dejando a Edilma muy pequeña. Chila tuvo que salir a trabajar a la trilladora de Robledo y cuando Ofelia estuvo un poco mayor Don. Emilio Zea le dio trabajo en la fábrica de Empaques hasta que se pensiono. Su casa era de tapia y suelos de tierra tan bien pisados que parecían de cemento por los años cuarenta, esta familia fue una familia muy distinguida en el barrio y Ofelia todavía vive en la casa paterna pero ya reformada.

Familia Ossa Montoya

Rafael Ossa contrajo matrimonio con Adelina Montoya una mujer de hogar, tuvieron cinco: Emma, Josefina, Rafael Gabriel y Humberto. Adela era una mujer muy querida por mi mamá y todos los lunes venía a hacernos gelatinas de pata que estiraba en una horqueta sujeta a un escaparate gigante que trajo mi padre de Sonsón. Su hijo Gabriel Ossa, se casó con Lía Acosta Acevedo y tuvieron 3 hijos. Claudia, Gabriel y Luis Fernando.

Familia Bernal Naranjo

Jairo Bernal Romero nació en Medellín y contrajo matrimonio con Consuelo Naranjo Gómez, una hermosa joven que conoció en Jericó, en uno de los paseos que continuamente realizaba por Antioquia, a él le encantaba salir y sí que le sirvió aquellas escapadita, luego de casarse se fueron a vivir a Manrique a la finca del abuelo Bernal allí

tuvieron a sus primeros hijos: Carlos Mario, Joaquín Alberto, Luis Guillermo, Luis Gonzalo, al poco tiempo se vinieron a vivir a este lugar, aquí, nacieron sus otros cinco hijos: Diego, Jairo, Beatriz y Julián. Don Jairo se convirtió en un gran empresario y un excelente padre, a cada uno de sus hijos les enseñó su oficio, cuando él murió, continuaron la línea de los negocios y unidos sacaron a delante a su madre , ellos la amaban mucho, recuerdo que cada año celebraban las novenas del Niño Dios y ninguno de sus hijos le faltaba con los aguinaldos para repartir a los niños que acudían todas las noches a su casa. Doña Consuelo era una excelente persona , un dechado de virtudes y talentos, una buena persona y una gran artista, le gustaba el arte, tenía una creatividad increíble siempre estaba pintando sus cuadros al óleo para sorprender a sus nietos, el croché lo hacía para sus nietas, además, le encantaba tocar el piano y lo hacía muy bien, con frecuencia tocaba bellas melodías para complacer a su esposo y a sus hijos, también le gustaba mucho la natación, pero la cualidad más sobresaliente era su entrega total a Dios, se distinguió en el barrio por ser una mujer piadosa, su devoción a la santísima virgen María y a la eucaristía daban testimonio de su bondad, anualmente participaba de los retiros espirituales con el Padre Jesús Fernández nunca faltaba a ellos, sus compañeras le mandaban el pasaje en avión para que fuese, esto lo hizo por muchos años, hasta el día que después de salir de los retiros recibió la triste noticia de la muerte de su padre, esto la sumergió en una profunda depresión y pronto se marchó para hacerle compañía en el cielo, este fue el fin de doña Consuelo, una mujer inolvidable todas sus amigas la recordamos con mucho cariño. ¡Dios bendiga a esta familia tan generosa!

Don Emilio Zea contrajo matrimonio con Marta Yepes, se cree que él, fue uno de los primeros habitantes de Calasanz, construyó su casa en la calle Colombia con la 82 aquí trajo a su esposa, a sus hijos: Jorge, Humberto, Luis Carlos, Marta Elena y Merceditas, también a doña Hortensia su suegra que era muy querida. Don Emilio, era el gerente de la fábrica de Empaques que quedaba cerca, allí, hacían los costales de cabuya, no se quedó ninguna familia del barrio sin que él no le ayudara en sus necesidades, recibía los niños que no tenían donde estudiar, después de salir de quinto de primaria los colocaba, la mayoría de nuestros vecinos fueron pensionados de esta empresa, a pesar que esta empresa se la llevaron para guayabal, ellos terminaron su trabajo hasta el final. Ahora lo recuerdan con mucho cariño y siempre lo llevaran en su corazón. Su hija Marta Elena, tuvo en su casa un kínder donde ayudó a formar a muchos niños del barrio y trabajo en él, por espacio de cincuenta años, hace poco lo cerró y vendieron su casa, hoy se eleva un elegante edificio.

Merceditas es una gran colaboradora de la parroquia de Calasanz y una artista en potencia actualmente tiene su taller de arte donde acuden muchas personas que les gusta el dibujo y la pintura.

NUESTRAS GENERACIONES Mis abuelos Paternos

Pedro Montoya Garcés y Faustina Arcila llegaron de Envigado en el año 1915.

Pedro Montoya Garcés nació el año 1856, en las frías montañas, al sur de envigado, en un sitio llamado el salado o la sierra de los venados, su familia era labriega dedicada a cultivar la tierra. Pedro era un niño obediente y siempre estaba al pie de sus padres. Una mañana, mientras corría detrás de una mula que se había escapado del corral; tropezó con una niña muy hermosa, y educada, Él, avergonzado por tropezarla, le pidió disculpas, al mirarla, sus ojos resplandecieron a tal punto que cambió sus afanes y suspendió la búsqueda del animal y titubeando le preguntó: _ ¿cómo te llamas?

Ella, tímida pero sonriente le contestó:

_ “Faustina” Ese encuentro para él, fue el regalo más grande que le dio la vida, tanto que se olvidó que corría detrás de un animal y a partir de ese momento, Pedro cultivo su amistad, con el tiempo sus sentimientos se fueron convirtiendo en una promesa de amor, aquel amor a primera vista se había transformado en un romance sólido que a pesar de la diferencia cultural, se afianzaba más; mi abuelo Pedro, no había pasado ni por la escuela, pero los padres de mi abuela, lo acogieron, le enseñaron, le dieron valores humanos y mucho cariño. Faustina era una mujer sencilla, se enamoró tanto que lo aceptó tal y como era, compartió con él todos sus saberes y con el apoyo de sus familias se casaron y tuvieron nueve hijos. Esta familia numerosa llegó hacer parte de este hermoso territorio, pintoresco por sus montañas, su vegetación y su fauna. Sus hijos corrían felices, los menores eran: Luis Carlos, Luisa, Carlota y Alicia quienes por el año 1921 comenzaron a estudiar en la escuela del Coco. Los mayores: Irene, Margarita, Sofía, Joaquín y Emigdio, ya se habían preparado en la escuela de donde eran oriundos. Don Pedro llegó a administrar la finca de Don Juan de la Cruz Escobar: llamada “Ana” y ocupaba un gran terreno que se extendía hasta las Margaritas, corregimiento de San Cristóbal; en su propiedad se contemplaba: la mediagua, rondón, el descerenadero que era parte de la quebrada la iguana, estos parcelaciones tenían una característica, con frecuencia se rodaban las reses por los terrenos tan empinados y filudos; todo el barrio disfrutábamos de aquellos momentos de la repartición de carne y de las patas para hacer las gelatinas estos accidentes se presentaba con frecuencia por la topografía del terreno que eran morros. Otra parte de esta propiedad se llamaba el morro del Carmen y el cementerio (de Robledo) que dieron por terminado en el año 1960. “Dios bendiga aquellos momentos de abundancia, en los que se compartía con el barrio”.

Al abuelo, todos los vecinos lo ocupaban, si alguien se descomponía un miembro don Pedro lo componía, sí le dolía una muela don Pedro se la sacaba, si tenía hambre, don Pedro le daba de comer, si tenía un dolor don Pedro se lo calmaba, si se clavaba una tuna don Pedro se la sacaba, se cortaba un pie, don Pedro se lo cosía, tenía niguas, don Pedro se las sacaba, su carriel era como un botiquín ambulante, porque cargaba de todo. Un caso insólito le paso a don Pedro por los años 1925 después de asistir a una reunión paso por el tejar de Leónidas Vélez donde vivía un humilde matrimonio, allí, Pedro fue sorprendido por su esposa, ella lo detuvo, muy acongojada comenzó a narrarle la enfermedad de su esposo, el cual se encontraba muy enfermo, había estado en el hospital y lo mandaron a morir a la casa porque no tenía remedio, Pedro como buen tegua de la comarca pidió ver a su esposo y asombrado al verle la nariz como un gigante tomate maduro, exclamó fuertemente: _ ¡Eliodoro! ¡Qué te ha pasado! y comenzó a examinarlo con detenimiento mientras la esposa le cuenta que había arrojado un gusano, don Pedro se detuvo e inmediatamente y le dijo:

- ¡Por favor! señora tráigame una jeringa que aquí hay que aplicar un poco de veterina, pues ese gusano es de sanguijuela.

Tan pronto como Don Pedro le echó una gota de veterina entre una de las fosas nasales, de inmediato los gusanos empezaron a salir a torrentes. _ ¡Eliodoro por Dios! ¿Qué te pasó, te quedaste dormido, te cagaron las moscas? _ ¡Ay! Don Pedro, contestó: _ ¿Qué hacer? Si quedarme callado o contarle este siniestro, pero gracias a usted, hoy vivo de nuevo.

Don Pedro asentó todas sus energías y potencias en este lugar, pasó toda su vida sirviéndole a los que lo rodeaban y su bondad lo llevó a ganarse el aprecio de muchos, los que le tenían más confianza lo llamaban Perucho y sus nietos le decían Papá Pedro. Mi abuelo fue un hombre muy feliz, amaba a su barrio, su gente y su familia; con frecuencia le escuchábamos decir: - “¡Aquí he sido muy feliz, gracias a Dios!”

Mis abuelos paternos vivieron felices hasta que la muerte los separó. El abuelo murió a los ochenta y dos años.

Caso insólito: Cuando a mi abuelo lo exhumaron para trasladar sus restos de Robledo a envigado porque el cementerio de Robledo daba por terminado sus servicios el abuelo sus cien años de edad cuando descubrieron que no estaba su cabeza y nadie dio razón, ni el sepulturero. Lo más curioso de todo esto, que a los ciento cincuenta años que cumpliría, me di cuenta que su cabeza reposaba en el museo de un colegio en San Javier la América un joven de aquel plantel, iba perdiendo la materia de anatomía y se le ocurrió ir al cementerio a coger una cabeza o cráneo, para salvar su materia que la llevaba perdida ¿Cómo me di cuenta? todo sucedió por una Diosidencia, una mañana, estaba yo en la Biblioteca la Floresta trabajando en el programa “Digitando el pasado” y llegó el momento de hablar del cementerio de Robledo, estábamos conversando sobre su terminación en 1960, de pronto pide la palabra uno de mis compañeros y dice: - A propósito del tema quiero contarles una anécdota que me pasó cuando era estudiante , recuerdo que iba perdiendo anatomía y no había podido cumplir con la tarea, de repente , una noche me dio el arrebato y me fui para el cementerio y me robe una cabeza de una de las tumbas, casi me muero del susto, pero logré ganar la …

Fue tanta mi sorpresa que no lo deje terminar y le dije: _ ¡Ay, la de mi abuelo!

Ese hombre cambió de color, quería pagar escondite a peso, después de pasar la vergüenza y de reírnos un rato, se arriesgó y me conto todo, me dijo que la cabeza de mi abuelo estaba en el Liceo de San Javier.

De inmediato pensé: _ “Mi abuelo quiso quedarse allí, para seguir sirviendo”. ¡Qué pequeño es el mundo! Como decían mis abuelos: _ “Entre cielo y tierra no hay nada oculto”.

Irene Montoya Arcila contrajo matrimonio con Gabriel Montoya oriundo de Rionegro vereda el tablazo mi padre contaba que cuando Irene venía a visitar a mis abuelos la traían en una silleta desde Rionegro o sea fue una de la silletas que se conocía como medio de transporte y al morir Irene la silleta se conocían para llevar flores. Sus hijos eran: Héctor, Hernando, Oscar, Ovidio, Antonio (Toñito), Nelly, Luz, Blanca, Sofía, Nury Y Leticia. La tía Irene era la diplomática de la familia, su tono de voz inspiraba respeto.

Ella se casó con don Gabriel Montoya, de Rionegro, eran los padres de Hernando Montoya M. el poeta, autor de la canción Corazón Antioqueño” y otras. Mi padre contaba que cuando Irenita venía desde el Tablazo Rionegro, venia sentada en una silleta que la traía un silletero en la espaldas, atravesando la cordillera de guarne hasta llegar a la cordillera de Robledo, este recorrido lo hacía en un día, cuando Irenita venía a ver a su mamá o sea a mi abuela. Hernando Montoya Montoya, fue un poeta del Tablazo Rionegro y tuvo grandes escritos como: “Me lo Dijo mi Mamá,” Canción de la indiferencia”, “Dime con quién bebes y te diré quién paga” y muchos poemas más, este hombre tenía un hobby le gustaba que la mujer lo visitara y se sentara en el escritorio con un álbum de cepos o de mechones , cada vez que alguien le escribía , le cortaba un poco de pelo y allí se lo pegaba al recordatorio y llegó a tener miles de cadejos, hasta de reinas que lo iban a visitar en el segundo piso del teatro opera.

Margarita Montoya A. se casó con Agustín Giraldo de Envigado y sus hijos eran Guillermo, José Joaquín, Ernesto, Alberto, Elena, Gabriela, Sofía, Marta Lía y Lucía.

Agustín trabajaba en la Harinera Antioqueña y a la casa traía los costales de cabuya donde venía el trigo harina para remendarlos ya que para examinar el trigo le introducían una lianza para sacar la muestra. Margarita, era la tía militar, no nos escapábamos de nada, siempre estaba allí para corregirnos con cariño, la llamábamos “Mamita”, y nos llevaba a visitar a las otras tías, en envigado, en Robledo o donde vivieran. Mamita era la mujer más servicial del barrio la llamaban en momentos de apuros cuando iban a dar a luz allí llegaba la mamita, con una condición que llegaba con la ropita que le iban a poner al niño y los pañales entre ellos llevaba la panela y chocolate para atender a la enferma. Esta era mi tía Margarita.

Marta Lía Giraldo M. Una de sus hijas, contrajo matrimonio con el ingeniero Jairo Rodríguez sus hijos fueron: Jhon Jairo, Diego León, Luis Fernando, Juan Pablo, María Elena, Olga Lucia y Marta Luz. Familia que todavía se conserva en el barrio ahora viven en uno de los apartamentos del edificio Sol Naciente. Todos sus hijos fueron profesionales y ahora gozan de una verdadera unión familiar.

Gabriela Giraldo M. Otra de sus hijas, se casó con Luis Eduardo Londoño (veinticinco) hijo de dona Paulina Saldarriaga que vinieron de San Antonio de Prado Junto con sus Hermanos Juan (catorce) y Carlos (ocho) y Tulia. Esto era costumbre en el barrio de poner apodos, siempre por una palabra que sonara quedaban bautizados. Tulia se casó con Feliz Pérez y tuvieron cuatro hijos: Fernando, Lucia, Oliva y Mariela. Esta familia se conoció como mayordomos de don Pepe Estrada, también trabajó como mayordomo en la finca de Nel Rodríguez hasta que éste, se la vendió a las Hermanitas de San Pedro Claver.

(Hoy Refugio Santa Ana). Este matrimonio tuvo varios hijos: Esteban, Darío, Pedro Nel, José Luis, Hernando, Francisco, Luz Mirian, Marina y Luz Elena.

Sofía Giraldo M. Se casó con Luis Ángel Berrio, en este matrimonio nacieron tres hijos: Humberto, Blanca Luz y Lucia. Luis Ángel Berrio llegó de San José de la Montaña en compañía de sus dos Hermanos: Félix Berrio y Diego Berrio, que llegaron en busca de fortuna y aquí se casaron los tres hermanos. Félix se casó con Lucia Pérez Londoño y Diego contrajo matrimonio con Rosalba Acosta Acevedo. Luis Ángel Berrio trabajaba en la tenería Ancla de Robledo y le tocaba meterse a estos pozos donde teñían el cuero, los ácidos con los que se trabajaba allí, perjudicaron sus ojos y quedo ciego antes de nacer su última hija. Sofía su esposa se colocó a trabajar en la fábrica de Empaques Don Emilio Zea. Elena Giraldo M. contrajo matrimonio con Alfonso Grisales oriundo de Pacora, sus hijos eran: Fernando, Gustavo, Gonzalo, Luis Alfonso, Héctor Mario, Inés, Marta Elvia, Fabiola. Mogola, Berta Lucia.

Guillermo Giraldo M. se casó con Fanny Burgos y tuvieron cinco hijos: León, Guillermo (Chichi) German, Consuelo y Niza. Fue sorprendente el matrimonio de Guillermo (Galileo) un día salió de estudiar a la escuela de Robledo y por la noche llegó

con Fanny, la hija de Luis Burgos, conclusión le cambiaron la mochila por su esposa, esta niña no tenía mamá pero su padre eligió al que iba ser su esposo, luego los llevo a vivir a una humilde casa cerca a la playa de la quebrada la Iguana.

José Joaquín M. se casó con Lida Herrera oriunda de Pereira y tuvieron muchos hijos: Orlando, José Joaquín (Cuchus), Pedro Pablo, Jairo, Ruby, Estela y Doris. José Joaquín como buen aventurero trajo su esposa de Pereira, mujer alegre y sufrida tuvo como veinte hijos y nunca se vio triste, ella era feliz con sus hijos, todas las familias la queríamos mucho.

Ernesto Giraldo M., se casó con Crespiniana Ortiz (La Crespa) y sus hijos eran: Eduardo, Gilberto, Horacio, Jhon, Mauricio, Samuel, Fabio, Rodrigo, Nubia, Adela, Gladis y Omaira. Esta familia fue muy numerosa y muy unida, a pesar de haber perdido a sus padres desde muy jóvenes, permanecieron unidos por mucho tiempo, se ayudaron unos a otros sin reserva. Nubia la hija mayor es una artista le encanta la pintura, tiene a sus padres en un cuadro pintado por ella, es muy atractivo.

Esta fotografía fue tomada en finca de don Juan de la Cruz Escobar en el año 1945, contemplamos el alto donde está parado el grupo, al fondo se contempla el valle con sus palos de guayabos, al lado de Gabriel esta un palo de aguacatillo, al lado de Inés se ve el morro del cementerio de Robledo y al fondo derecho se observa el tejar de don Juan y parte de la pista del hipódromo de San Fernando y al horizonte se contempla la calle nueva, hoy calle Colombia, a la derecha se encontraba el Club Hípico y a la izquierda los cimientos de la Cuarta Brigada. En esta foto contemplamos a Alicia Montoya con su primogénito Rafael y a su derecha, está Inés Maya con sus sobrinos: Leticia Estrada y Gabriel Hoyos

Alicia Montoya Arcila contrajo matrimonio con Rafael Giraldo oriundo de Envigado, hermano de Agustín e hijos y de Doña Elisa Uribe y Don Ignacio Giraldo, los hijos de Alicia y Rafael eran: Rafael (Rafaelito), Jaime, Oscar, Jairo, Juan Ignacio (Juancho), Luis Carlos, Cecilia, Lucia, Teresa y Dora Luz. Familia trabajadora y luchadora.

Alicia era la tía alcahueta de todos porque siempre nos complacía, nos antojábamos de algo y ella nos quitaba el antojo, ir a su casa era una dicha porque nos atendía muy bien, a mi padre no le faltaba la arepa por la mañana hecha por ella, asada en callana y tostada al rescoldo, esta era su especialidad. En una palabra, Alicia era la tía inolvidable.

Mis abuelos Maternos Antonio Muñoz y Rosaura Roldan

Mis abuelos Maternos Antonio Muñoz y Rosaura Roldan, llegaron de Ebéjico: dicen que mi abuelo Antonio llego a este lugar a lomo de mula que al pisar esta tierra quedo encantado compro grandes tierras al señor Pepe Sierra, quien era el dueño de esta comarca, allí construyó su finca, una hermosa casa a la que pinto toda de rojo y le puso por nombre “Finca la Pradera” allí sembró maíz y caña dulce. Luego mi abuelo le cedió la parte alta, lugar conocido como el Corazón, al señor Chelo Arroyave, años más tarde, esta zona fue

tomada por varios invasores, quienes lo bautizaron como el 20 de Julio, hoy parte de la comuna 13. Al poco tiempo, mi abuelo construyó otra casa por la América la cual llamó, Campo Alegre, nombre que copio de uno de los territorios de su pueblo natal, aquí trajo a su familia: Su esposa Rosaura y todos sus hijos: Rafael, Vicente, Enrique, Federico, Emilio, José, María, Lila, Mercedes y María Elisa (Nenita) mi abuela se quedó en este lugar por estar más cerca de los planteles educativos y del tranvía, los fines de semana se iban para la finca de la pradera a descansar.

Mi abuelo los consentía mucho, especialmente a mi mamá, mi Nenita, así la llamaba, pues, era la menor de veintidós hijos, él les tenía buenas vestías para montar, mamá nos contaba que el jardinero no solo, arreglaba el jardín, también, estaba a cargo de ella, la custodiaba cuando salía a caballo en las mañanas para darle vuelta a los sembrados, uno de esos días, vio a un joven apuesto que andaba por el maizal cazando conejos con una honda, ella debía de llamarle la atención, mi madre sigilosa en su caballo avanzó hacia él, de pronto el joven volteo, y sin decirse nada, ambos se quedaron mirando por largo rato, luego el amable joven se le acercó y llevándose la mano a la mochila sacó un puñado de guayabitas agrias y se las ofreció, ella las tomó sonriente, al detallarlas encontró una bola de barro que le ponían a las hondas con la que le tiraba a los conejos, mi madre, sorprendida le preguntó : _ Y esto ¿Qué es?

El pobre apenado le respondió: - ¡Ay! es el arma con que cazo los conejos.

Y ¡Quien creyera! Justo con esas guayabitas, mi padre conquistó a mamá. Se pusieron una cita para los días siguientes…Papá ese día, se puso los calzones largos, se acento el pelo con agua de escoba babosa (una rama que machacada, entiesa el pelo) y se fue presuroso por los montes a verse con su amada, a lo lejos, Él podía divisarla acercándose en su corcel rodeando la montaña , vestida de unos briches verdes oscuros, una blusa blanca de manga larga y un moño rojo en su cabeza, adornando su pelo negro, mi padre aún suspiraba al contarnos la historia de aquel día. La sencillez de mi padre fue lo que enamoro a mamá, nos decía con sus ojos brillantes, pero después de una larga pausa nos narró el calvario que vivió con los abuelos por este encuentro. Mi madre era de cuna noble y mi padre, de una familia humilde, muy humilde, papá realmente se había enamorado de ella y la amaba con frenesí, entonces se armó de valor y lucho hasta el final por su amor, mi abuelo no lo aceptaba, ni un poquito, pero a él, sólo le bastaba que mi madre lo quisiera, así que una tarde decidió proponerle matrimonio, ella, lo envió a hablar con el papá, era tanto el amor por ella, que no tuvo miedo y se arriesgó a pedirle la mano a

sus padres, pero Don Antonio lo amenazo y le prohibió la entrada a la casa y a los lugares aledaños. Mi madre se quedó muy triste porque a pesar de que tenía otros pretendientes de su clase, estaba realmente enamorada de mi padre; era tan fuerte el amor de ambos que decidieron casarse a escondidas, una mañana le dijo a su hermana que la acompañara a la iglesia de Robledo, a la misa y sus padres las dejaron ir, allí, la esperaba mi padre, quien había hablado con el sacerdote para que los casará en la sacristía, así fue como se unieron en santo matrimonio el veintinueve de agosto del año 1936. Mi abuelo materno al enterarse de lo ocurrido, no soporto este golpe y se fue de la casa, los hermanos de mi madre, contrariados por esta situación, aprovecharon la ausencia de él y vendieron todas las propiedades, las repartieron entre ellos y a mamá no le dieron nada.

Mis padres Luis Carlos Montoya y María Elisa Muñoz (nenita)

Luis Carlos y María Elisa un matrimonio ideal, mis padres, su amor verdadero los acompañó siempre y Dios los bendijo con una familia numerosa, diez hijos: Luis Hernán, Luis Carlos, María Rocío, Aura Estella, Blanca Odila, Beatriz del Socorro, María Lilian.

Pedro, José Luis y María Cecilia.

Cecilia: Es la niña de la casa, estudio en la Normal Antioqueña, su infancia fue muy linda, se caracterizó por ser una niña tierna y responsable, recuerdo que un día después de salir de clase, la dejo la ruta del colegio y tuvo que salir con otra compañerita más pequeña a coger el bus de buenos aires y luego el de Calasanz, al subir le preguntó al conductor: _ ¿la niña paga? _Si, y usted también.

Así que, sin soltar la pequeña la llevo hasta su casa, cuando la mamá, las vio llegar, les preguntó: _ ¿Vinieron solas?

Ella con mucha propiedad le respondió: _ No. Cuando llegó a la casa, todos estábamos confundidos por su demora, apenas nos vio parados en la puerta esperándola, se acercó angustiada a mi mamá diciéndole: _Mamá, yo no dije mentiras, porque en el bus, sí venía mucha gente.

Y entre llanto y risas nos contó que había salido tarde del ensayo de canto y no podía dejar su amiguita sola.

Esto ocurrió en el año 1958 cuando Cecilia tenía 7 años y estaba en primero elemental, se preguntarán, ¿Por qué una niña tan pequeña se supo defender? Mamá siempre se ocupó de que aprendiéramos desde pequeñas a tomar la ruta de bus, y de vez en cuando, nos llevaba en transporte público y cada ocho días, salíamos al centro, a la

empresa donde trabajaba papá para llevarle ropa de trabajo limpia y recoger la sucia, una vez allí, mamá aprovechaba para que conociéramos el centro de Medellín, entrabamos a los almacenes como: El Caravana, el Tía, el Mío, el Éxito y muchos más. Hoy agradecemos a mamá esa osadía.

José Luis: El niño mimado de mi papá, cuando salíamos de niños con nuestros padres, a Pedro lo cargaba mi madre y a José Luis mi Padre. En las primeras fiestas de la Feria de Flores, lo pasábamos muy bien en los tablados de la feria del ganado, recuerdo que mis hermanitos junto a Cecilia la niña, bailaban de lo lindo y mi padre gozaba en aquellos tiempos por el año 1957. A José Luis también le gustaba cantar desde niño imitaba al cantante Alfredo Sadel, ahora es un gran compositor, un excelente esposo y un gran hermano, siempre está pendiente de nosotras y a pesar de sus múltiples ocupaciones, no duda en aparecerse a cada rato con lo producido de su finca para repartir a todos.

“Mis padres nos enseñaron a compartir unos con otros lo recibido por el favor de Dios”.

Pedro: El, es un capítulo aparte, era el consentido de mamá, a ella no le gustaba decir la edad y mi hermano para hacer que le dijera cuántos estaba cumpliendo, le daba cada año cien mil pesos, con el fin de que le devolviera, según los años cumplidos, pero mi madre, simulada y se quedaba con todo. Pedro siempre está atento a las necesidades de la gente, sin hacer bulla ha resuelto muchas dificultades, cada año trae el pescado para la cuaresma y como cosa rara el entra por la puerta que da al Coco y mi hermano José Luis entra por la puerta que da a Calasanz, ambos llegan con el pescado en estos días especiales de Semana Santa, siempre nos traen pescado seco y los medallones de bagre, esta es una bella costumbre que mis hermanos tienen desde hace varios años, ellos son los menores, se llevan once meses de diferencia y ocasionalmente se encuentran aquí, trayendo el mismo presente, traen de sus fincas los huevos, y nosotras salimos a repartir a toda la familia una canasta para cada casa.

Lilian: La mujer alegre de la casa, es una esposa, madre, abuela y hermana completa, con ella no se sienten las penas, siempre tiene en sus labios el cuento o el chiste que las aparta, es una abogada en potencia, resuelve los problemas en un santiamén y todos le confían sus males, se da cuenta donde falta algo y allá va, sea lo que sea lo soluciona, lo económico, acompañar a alguien al médico a la eucaristía en fin a donde la llamen, su esposo la llama mi palomita porque se le vuela a toda hora a hacer sus obras de misericordia, en una navidad cosió para las niñas más de 500 falditas que fueron llevadas al chocó y a otros lugares por los misioneros.

Beatriz (Betty): Una mujer excepcional, trabajó en Comfenalco durante 27 años hasta el día que sufrió una aneurisma que la obligó a prejubilarse, aunque fue difícil para ella enfrentar este acontecimiento, Dios la ayudó a salir adelante y se dedicó como ecónoma de la casa, mi padre le dejó el manejo de los negocios, es muy didáctica y metódica en todo, siempre está pendiente de todo lo que nos hace falta, jamás hemos sufrido por nada. Dios la siga bendiciendo.

Odila: Es una excelente chef, toda la vida le ha gustado la cocina, cuando era pequeña le encantaba hacerle a papá el fiambre para llevar a las cacerías. Ahora desde el

día anterior prepara lo que va a ser para el día siguiente y se levanta temprano a ser el almuerzo, su sazón es exquisita, sobre todo el amor que le pone, en muchas ocasiones cuando yo trabajaba en la clínica León XIII de voluntaria, siempre me hacía almorzar antes de irme, costumbre que perdura en ella, nadie que esté en la casa a la hora de las comidas se queda sin degustarla. Agradecemos a Dios por su vida y sus cuidados.

Estella: La consentida de mi mamá, ambas se quisieron mucho, Estella siempre le llevaba los caprichos, era una gran colaboradora en la casa, vivía pendiente de sus necesidades, cuando se casó, lo primero que hizo fue ahorrar $100.000 pesos para que le hicieran un préstamo para comprar su casa, era muy amiga de los bancos, recuerdo que cuando estaba sobregirada, le pedían que llevara una escritura, ella como si nada les decía: _Tengo la escritura de dos lotes de Montesacro si le sirven.

La niña que la atendía se mordía los labios para no reírse delante de ella, mi hermana se dio cuenta y salió a hablar con el gerente, pero este, estaba riendo a carcajadas, molesta Estella les pidió los papeles y salió toda enojada porque no había podido lograr su objetivo.

Luis Carlos (Calocho) Era muy buen hermano y buen hijo, recuerdo que cuando recibió su primer sueldo, se lo entregó a mis padres, ellos asombrados le preguntaron: _ ¿Por qué todo el dinero? _ No, ¿Cómo hace eso? Deje algo para sus necesidades Él, les contestó: _ Si necesito plata papá, yo se la pido, no me daría vergüenza hacerlo.

Cuando ya estábamos en edad de ponernos tacones Hernán nos llevaba al almacén Norte para que compráramos los zapatos. Después de que se casó continuo ayudándonos, cada rato se aparecía a la casa con bultos de racimos que producía su finca. Siempre fue un hombre muy especial, lo único que le aquejaba era la impotencia de no poder dejar el cigarrillo hasta que el 28 de febrero del año 2009 se lo llevó el EPOC una enfermedad pulmonar obstructiva crónica que da por el hábito de fumar.

Luis Hernán: Hombre maravilloso al que Dios llamó a su morada el 19 de agosto del 2004. murió de un ataque al corazón , jamás olvidaremos su humildad y su afán por cuidar nuestro bienestar, desde joven era muy especial, inteligente y un gran negociante, le gustaba andar al finalizar la tarde por las carreteras para mirar que estaba vendiendo el campesino y le compraba todo lo que le quedaba para que se fuera temprano a descansar.

Luego llegaba a la casa con el maíz o cualquier otro producto y nos ponía trabajar a todos, descapachar, desgranar y luego moler para hacer las panochas o las arepas de maíz tierno, también cogíamos las mazorcas más tiernitas y las asábamos, a él le encantaba el choclo

asado gozaba comiéndolo, además le fascinaba comer carne de toda clase de animales: La tortuga marina, el lancho y el chivo, entre otras. Cuando nos invitaba escondía el cuero para mostrarlo al final. ¡Se ganaba unas insultadas de nosotros, ni la macha!

Después de se casó siguió con la misma costumbre, ahora nos lleva una caja de aguacates o una caja de frutas.

La Historia de mi vida

Yo, María Rocío Montoya Muñoz, Doy gracias a mis padres Por haber escogido este lugar, En el que nací...Y a Dios Porque me eligió para este destino.

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Nací en el sector conocido como “El Coco” ayer Aná y hoy Calasanz, en el hogar de Luis Carlos Montoya y María Elisa Muñoz (nenita) en la casa Antigua.

Esta fue mi primera vivienda, construida en tapia en el año 1940 En esta casa fue mi nacimiento, la hizo mi padre con mucho sacrificio… a pesar de los años y los cambios en su estructura, hoy sigo viviendo en ella, ya no se contemplan las montañas como se contemplaban antes, hoy fueron reemplazadas por edificios y la tierra fresca se cambió por cemento.

Mi papá había edificado esta casita para mi nacimiento en el año de 1.940, me contó mi abuelo, esta noticia me enalteció el alma. El, la construyó en tapia y palos de maguer, tenía un corredor y dos piezas, una sala, un patio y un solar grande donde se encontraba: un palo de mango, naranjo, mandarino, achote y un limón. Sus paredes eran pintadas de blanco, la puerta de verde boñiga, los postes sostenían el techo del corredor y las ventanas eran grandes, con pasadores de hierro como esas casas antiguas de estructura lo colonial. Cada año por navidad venia Apolinar a pintarla y todavía guardamos esa costumbre. En esta hermosa casita abrí mis ojos al mundo, dicen que era agraciada y muy mona Mi hermano mayor, Luis Hernán nació en Sansón y Luis Carlos el segundo de la familia, le tocó nacer en la casa de don Carlos Pulgarín Gutiérrez un vecino que lo apodaban “Cuchupe” Los demás por fortuna nacimos en esta casita que mi padre la iba haciendo más grande por lo que cada año, nacía un hijo hasta que completaron diez; seis mujeres y cuatro hombres por bendición de Dios. Mis padres, nos recibieron y educaron con mucho amor, nos formaron con grandes valores espirituales y culturales, a cada uno, nos dieron lo necesario, el estudio, la alimentación nos Infundieron grandes valores, el amor al trabajo, siete se casaron y nos quedamos tres de nosotras para cuidarles su vejez,la niña de la casa, formo su hogar en Canadá, esto les dio muy duro a mis padres pero se fueron acostumbrando, un día tuvieron la oportunidad de viajar a ese país para arrimar a Jorge Iván al bautismo allí fue donde le surgió la idea a mi padre de escribir este poema dedicado a nuestra humilde casita de tapia y brindársela a esa hermosa familia.

“Casa Vieja” Una Casita De Tapias toda vestida de blanco Con los umbrales de roble y estructuras de chagualo.

Con cual gusto recogían las piedras en el ahueso, Trayéndolas al solar para empezar los cimientos.

57 Luego irme a recoger las alfardas para el techo Que me hicieron talladuras y que todavía las recuerdo.

Esas alfardas redondas con esas tejas de barro De color oscurecido, por tener ya tantos años Donde diez Hijos nacieron, todos alegres y sanos Me hicieron feliz La vida, al cumplir mis cuarenta años.

Con los diez hijos alegres sumándole ocho nietos Se formó el hogar feliz (La casa de los abuelos) Me falta por anotar la menor que está muy lejos Teniéndola en el hogar pues la llevo en mi recuerdo Es un hogar muy feliz que la forma una linda familia, Gabriel Darío, Jorge Iván y la preciosa Cecilia, Como A la familia de Nazaret, la casita los espera Para Brindarle calor a la familia Lopera”.

Relatos de Mi Infancia

Me contó mamá que nací el once de febrero del año 1940 a las siete de la mañana, me bautizaron a los ocho días de nacida, el diez y ocho de febrero en la iglesia de Nuestra Señora de Los Dolores de Robledo; mis padrinos fueron: Héctor Montoya M. y su madre Irene Montoya, Hermana de mi padre.

Mi madre estaba esperando a mi hermanita, la familia zapata querían mucho a mi mamá, ellos eran unos amigos que vivían cerca a la casa y pasaban muy pendientes de ella, en las tardes la invitaban a tomar el algo con las amigas y algunas vecinas, para que no pasara tanto tiempo sola y pudiera descansar de las faenas de la casa, esta era una bella costumbre que se tenía en aquella época. Cuando papá se iba a trabajar, yo le decía que me llevara, a mí me gustaba mucho salir con él, a la tienda y donde el abuelo, ¡ah! me encantaba estar con él, siempre me contaba historias y me hacía reír.

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Marianita me contaba que cuando yo llegaba a su casa era feliz sentada en su cama abriendo el carriel de su esposo y sacándole todas las cosas, don Félix gozaba conmigo viéndome gatear, me decía, que mi abuelo se sentaba en un taburete de cuero, me paraba en sus rodillas y me cantaba: _ ¡Ay! Que mime, que mime, que mime…

Y luego me tomaba de las manos para enseñarme a caminar y con dulzura me decía: _ Caminando, caminando, que la virgen te va ayudando Cuando me quería hacer reír, me tomaba del brazo y empezaba a darme pellizquitos diciendo: _ No compres carne, ni de aquí, ni de aquí… hasta llegar debajo del brazo para hacerme cosquillas y así me hacía reír.

Cuando tenía dos años recuerdo que papá me llevaba los domingos a las la misa de 5:00 am, cargada debajo de la ruana, yo sacaba la cabeza por el cuello de la ruana para ver las estrellas, mis primitas las iban señalando y las contaban, yo también las quería contar…Mi padre siempre decía: Las estrellas más hermosas, se ven al amanecer”.

Me confirmaron en la iglesia de la Candelaria, el día diez y nueve de abril de 1942. Mi madrina fue Natalia Vélez Estrada, mamá no fue porque estaba en dieta de mi hermana Estella, desde ese momento, mi madrina se hizo cargo de mí y todos los días me llevaba para su casa que quedaba en un altico, siempre me subía cargada, un día, cuando íbamos llegando a la mitad de la falda le dije “Natalia” y ella me contestó “¡ah! ya no me dices ¿Lala? me voy a ir y te voy a dejar” y como al años siguiente se fue de verdad , decidió irse al convento; esto fue muy duro para mí y cada vez que pasaba por ese morrito me acordaba de esas palabras que tanto me marcaron. Al tiempo me llevaron a verla, jamás me olvidaré de aquella tarde, cuando la vi, me llené de una inmensa alegría, me quería quedar con ella y ponerme el mismo gorrito que ella tenía en la cabeza, todo el rato que estuve allí, le decía: _Lala, me quiero poner el gorrito que tienes en la cabeza, déjame ponérmelo, sí.

Años más tarde, a mi madrina la mandaron a Chile, de nuevo sentí su ausencia, cada día alimentaba la idea de volver a verla para ponerme su gorrito.

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Mi abuela materna se fue a vivir a Bogotá en el año 1944: Una tarde, mi madre nos llevó a su casa a Campo Alegre en La América para despedirnos de ella, de mi tía Mercedes y de mi tío Federico que también viajaban con ella, aquel día fue triste para todos…

Por esos días me pronosticaron una operación de las glándulas “amígdalas” mi tía carlota me acompañó a la cruz roja de la américa, mi carnet era el número 48, me atendió el doctor Montoya, Lolo, primo de mi tía y de mi papá. Cuando llegamos la señorita Salomé nos mandó entrar como preferencia y el doctor me ordenó algunos exámenes que me tenía que hacer en el palacio municipal hoy museo Botero y luego ir al hospital al laboratorio Clarita Santos. El tranvía, nos dejó en la puerta del hospital universitario san Vicente de Paul.

Después de tener los exámenes, mi tía Carlota me dijo: _Ya lo demás le toca a su mamá.

Al día siguiente, me acuerdo, que tenía que estar en el hospital san Vicente de Paul a las 3 de la tarde para la operación, pero, antes de llegar al hospital, mi mamá decidió llevarme a pasear al frente donde vivía una amiga (Nina Cuartas) con su familia, ella cuidaba una casa grande con ganado, era rodeada de árboles búcaros, esto quedaba donde hoy es la escuela nacional de salud pública de la universidad de Antioquia, cerca estaba helados la fuente, Pepalfa y balalaika. Recuerdo que mi mamá se fue envolatando y cuando llegaron las 5 de la tarde me dijo: _Vamos para la casa que ya pasó la hora de entrada al hospital, ya perdimos la operación.

Yo me ranché y le dije: _Yo voy a ir sola.

Y salí a paso largo y mi mamá me gritaba mientras que corría por la acera de aquellos grandes paredones de cemento y ventanas de madera gigantes, cuando que llegué a la primera puerta que encontré, hablé con del celador, él me mandó a entrar, asegurándose primero que mi mamá entrara, ella, me hacía unas caras y me decía:

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_Ve esta mugre, no te vas a salir con las tuyas Me siguió hasta donde estaba la persona que me esperaba ya que iba recomendada por el doctor Montoya, primo de mi papá, cuando mi madre vio mi decisión, no tuvo más remedio que hablar con la enfermera, ella le dijo que me dejarían en el hospital, mamá me entregó las pijamas y salió llorando, éramos 3 niñas en esa pieza, todas esperábamos la misma operación, recuerdo que nos pusieron inyecciones durante la noche y como era tan nerviosa, yo atrancaba la puerta y la enfermera nos despertaba tocando duro para que le abriéramos. Al día siguiente, vi que a mi lado se encontraban papá y mamá, cuando llegaron con la camilla para ingresarme al quirófano, mi mamá les dijo que se llevaran la de la cama 2 que estaba más privada, pero no le hicieron caso, pobre mamá tenía más nervios que yo.

Cuando íbamos por los pasillos contaba por debajo de la sabana que me habían puesto encima, las lámparas que veía a mi paso, al llegar al me pusieron en el quirófano, yo observaba por todos lados y me pellizcaba las manos y me decía: _ Si me duele no me dejo operar.

Los auxiliares viendo mis movimientos me amarraron las manos a la camilla, yo seguía pensando: _Si me duele no me dejo operar.

Y me mordía los hombros y movía los pies, hasta que no supe más.

Después de varias horas me llevaron a la habitación, allí, estaba papá, mamá y mi hermano Calocho que me llevó un litrico de leche y malteada, alce la mirada medio mareada y le dije a mi mamá: _No me voy de aquí hasta que me operen.

Mamá se echó a reír y me hizo callar: _Silencio no puedes hablar te puede hacer daño. La operación fue todo un éxito.

Yo me extrañe porque no había sentido nada, me pusieron a tomar naranja Postobón fría. Días después ya en casa vino la vecina, Neno a hacerme la visita y mientras que ella hablaba con mi mamá, me fui despacio a la cocina, me monté al pollo del fogón a comer arroz caliente, cuando notaron mi ausencia fueron a buscarme, apenas mi mamá me vio, se alertó mucho porque esto me podría hacer mucho daño. Sólo sé que la comida se me fue por las fosas y me produjeron un aliento ¡Tan horrible!

Cuando tenía cinco años las hermanitas cuartas Olga y Nelly me llevaron a cine con sus novios al teatro Santander a ver una película de caballos salvajes que se paraban en las patas de atrás y se mordían unos a otros, salían relinchando, cuando eso pasaba yo me quería meter debajo de la silla, ellas me decían que no tuviera miedo y cargándome en su regazo me explicaban la película: _Esos caballos, son unos potros salvajes a los que quieren cazar con sogas pero ellos se escapan.

De pronto, vi, como un niño llegó con un balde de maíz y lo coloco cerca a la fuente donde los potros iban a tomar agua, al otro día, el joven más valiente se escondió en un matorral detrás del balde y a medida que los potros comían el maíz los acariciaba hasta darles el maíz en su propia mano, estos animales ya conocían al

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niño y cuando él volvía a llevarles la comida, los caballos venían en fila para salirle al encuentro, esto no demoro mucho y a mí me tranquilizo, luego el niño eligió el potro más calmado y se montó en él, viajo a su pueblo y todos los caballos que sin domar estaban allí, lo siguieron, él los guiaba seguro, de esta manera, el niño logró realizar esta cacería sin maltratos y con mucho amor dando a los mayores una lección muy clara, la misma que me cantaleteaban las hermanas cuartas para que yo nunca la olvidara, hoy evoco con alegría y agradecimiento el amor y la paciencia que las hermanas cuartas tuvieron conmigo, jamás olvidaré que un día, ellas me invitaron a la inauguración del Hipódromo san Fernando y nos sentamos en las escaleras del lado derecho porque yo quería mirar para la casa, a ver si veía a mi mamá.

A mis seis años las hermanas cuartas me llevaron al bosque de la independencia, donde ellas con sus novios se ponían a bailar, a mí me sentaban en la gotera del kiosco donde me dedicaba a recoger tapas de fresco para quitarles el corcho, luego las machacaba con una piedra para hacer los sonajeros que necesitábamos para acompañar los villancicos en navidad.

A los siete años me entraron a estudiar en el colegio de las hermanas carmelitas ubicado en Robledo, como era tan lejos, mi mamá le pidió el favor a las hermanitas cuartas para que me llevaran, como trabajaban cerca les tocaba pasar por ahí, ellas me querían tanto, que se hicieron cargo de mí, todos los días me llevaban al colegio de las hermanas Carmelitas, el recorrido era de una hora, aquí inició mi primer deporte, caminar y caminar porque me demoraba una hora para llegar al colegio y otra para regresar a casa, era una caminada por unas subidas pendientes de tierra colorada, en invierno se volvían lisas y resbaladizas, las caídas eran seguras y quedábamos marcadas con sus colores, cada mañana nos íbamos por el camino que nos llevaba al puente colgante, el otro camino era más peligroso porque era pasando la quebrada la Iguaná, me tenían que pasar cargada o yo ponía problema, armaba unas pataletas porque no me gustaba que me cargaran los areneros, me parecían gigantes y pensaba que si me cargaban no me volvían a soltar. Por fin, de tanto sudar, llegábamos al colegio el Carmelo que estaba ubicado detrás de la iglesia de Robledo, sentía una alegría cuando entraba en él, recuerdo que mi primer aula o salón, era adornado de papel de colores con un pizarrón gigante y mi primera profesora fue la hermana Bernardita, la que con su dulzura remplazaba nuestro amor paterno, nos trataba con mucho cariño y las clases eran siempre dramatizadas, cuando nos enseñó el Descubrimiento de América esto era una fiesta porque los niños formaban las carabelas con los pupitre y se montaba en ellas y el que hacía de Cristóbal Colón, era Juan José, un niño mono, hermoso su risa era entrecortada que lo adornaba mucho, en la otra carabela estaba Gustavo Sierra y en la tercera la llevaba Arturo Calle hoy famoso por sus camisas, también estudié con su hermana Ángela, Elena Tamayo con quien me volví a ver a los sesenta y cinco años, con Margot Sierra y su hermano Gustavo, Juan José hijo de los dueños del Astor, Elena Calderón, Marina Rodríguez, Sonia y Julieta Echeverri, Inés Gaviria, Margarita Vélez, Lía Echavarría , su hermano Hernán y Marta villa. ¡Vaya! Compañeros que tuve, gracias a Dios por ellos, a todos los recuerdo con mucho cariño. La clase que más me gustaba era la de religión porque nos la enseñaban por medio láminas grandes e ilustradas como la creación del mundo, nuestros primeros padres Adán y Eva, Caín y Abel, el Diluvio Universal, La Pesca Milagrosa la cual, se dramatizaba con una sábana doblada imitando la red, de pronto se les aparecía el señor y les decía: _ ¡Tirad la red a la derecha!

Y le tiraban la sábana, luego la desdoblaban y de allí, salían cantidad de peces, los cuales hacían con el nombre de cada uno de nosotros ¡Esto era emocionante! En la clase de historia patria, dramatizaban el

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descubrimiento de américa con los pupitres formando las tres barcas, Juan José que era el niño más pequeño, tenía seis años salía disfrazado de colón. Esto ocurrió en el kínder.

Los Animales Como en todas las casas mi padre nos consiguió una vaquita que la llamamos la niña, esto fue por el año 47 estábamos donde mi abuelo, cuando mi padre nos dijo: _” Arreen esta vaca para la casa” Los tres hijos mayores la arriamos: Hernán, Calocho y yo, mi padre venía montado en el automóvil de un amigo sosteniendo por la ventanilla un tronco de una mata de plátano ¡qué alegría la que sintió mi madre! con esta sorpresa, esta experiencia fue muy linda, todos aprendimos a ordeñar, nos creíamos unos duros en el tema, papá contrató a un señor para que le ayudara en este oficio pero éramos tan necios que renunció , a mí me tocó hacerme cargo de esta labor, lo más lindo de todo esto, era ver nacer los terneritos cada año, así fuimos adquiriendo más, recuerdo que a la primera la llamamos la mona, la segunda la descarada porque se comía todo y se mascaba la ropa, la que más recuerdo era la Contemplada y La Niña, ésta, se rompió una teta brincando un alambrado y votaba mucha leche , por donde ella pasaba, el pasto crecía más frondoso.

Otros animales que abundaban en la casa eran los gansos, a mi madre uno de sus hermanos le regalo un par de patos y estos se multiplicaron como por encanto, al frente del solar quedaba una cadena de aljibes que entre todos formaban una ciénaga y allí pasaban los patos todo el día, cerca habían unos árboles de carbonero que daban una espléndida sombra, allí, los patos se iban a descansar, algunas patas se internaban en el rastrojo y ponían sus huevos a escondidas, al mes aparecían como un ovillo de hilo la pata con sus patitos otras veces, dejaban el huevo al lado del camino , unos de los vecinos, aprovechaban y los cogían para su almuerzo, luego contaban a mi madre lo que habían hecho, esto a mi madre no le molestaba.

A mis ocho años en 1.948 la hermana Bernardita nos iba soltando nuevos conocimientos, lo que más me costó fue hacer randa a mi costura, pero gracias a la madre María de la Cruz, la directora , un día me vio llorando fuera del salón, me llamó y me preguntó : _ ¿Qué te pasa, por qué sentada en las bancas del pasillo y no, en su salón?

Yo la miré un poco asustada y le conté que no sabía hacer randa, ella sonriendo me mandó para el salón y se llevó mi costura, luego me la devolvió pintada y me enseñó unas las puntadas de: La pate gallina, el cordón, la cadeneta y otros, con ese gesto de la directora yo le cogí mucho amor a estas labores, excepto a la comida, mi mamá estaba muy preocupada porque era un verdadero problema que yo comiera en el seminternado, entonces, no dudo ni por un segundo, echarme a las hermanitas cuartas , durante varios días me enviaba el almuerzo a la Locería donde ellas trabajaban para que las muchachas me lo hicieran comer todo; por esa misma época, el nueve de abril de 1948 salimos como de costumbre al descanso del almuerzo, recuerdo que al frente del colegio habían ríos de gente que murmuraban, y pasaban de un lado a otro, unos corrían, nosotros estábamos muy extrañados, de pronto vimos que las hermanas del colegio nos llamaban para

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enfilarnos en el patio, nos explicaron que nuestros padres vendrían por nosotros, así que mi padre llegó a recogerme horas más tarde, cuando llegamos a casa nos dijo a todos que no saliéramos a nada, por la puerta de la cocina con mi madre, divisábamos a Medellín envuelto en llamas, mamá solo murmuraba: ¡Ay! ¡Dios mío!

La violencia apenas comienza y así fue, solo viví ocho años en pura paz. En esta época los campesinos sufrían torturas muy fuertes como la que le toco vivir a la joven Adelina, una mujer sencilla que le toco ver como asesinaban a sus padres a ella le dieron un machetazo en la nuca cortándole las cuerdas bucales, ella se hizo la muerta y por eso se salvó, después de estos sucesos las hermanitas de San Pedro Claver la recogieron y se la llevaron a un orfanato donde le enseñaron de todo: a lavar, a planchar y a tejer; desde ese atentado, ella no pudo volver a hablar sólo se hacía entender, por medio de señas, años más tarde la trajeron a vivir al Refugio Santa Ana donde se encargó de: mantener limpios y ordenados los ornamentos de la capilla, tejía hermoso y la ocupaban mucho para hacer algunos arreglos en trajes finos, hoy ya en su edad de oro, solo se dedica a la capilla.

En el año 1948 murió mamá Rosaura en Bogotá, mi abuela materna, Mercedes, mi tía se vino a vivir con nosotros al poco tiempo, a ella le tocó ver el nacimiento de Pedro mi hermano.

El carrito de papa: Mi padre tenía un carrito que lo llamábamos" la tartana" como la calle era destapada y ciega se iba hasta arriba a voltear y al regresar ya llegaba lleno de gente así que nos llevaba a estudiar y los pasajeros éramos: Hernán y Calocho mis dos hermanos mayores, mis hermanas Estella, Odila y yo, en el camino iba recogiendo a: Garita Córdoba, Mario, Ernesto Ossa, Horacio, Rene Muñoz y Ana zapata.

Cuando hacía mucho frío por la mañana no se sentía porque íbamos muy juntitos.

Las hermanitas de san Pedro Claver

Un pequeño fragmento.

Cuando las hermanitas de san Pedro Claver llegaron al barrio en 1955 la hermana Gabriela González (Ismenia) Su primera labor fue recoger los niños para el catecismo, la hermana, María Dolores (Ana Rita Moreno) ella formaba varios grupos: de Teatro donde se dramatizaba algunos pasajes del evangelio y los cantos religiosos, como los villancicos y los litúrgicos, la hermana era quien los dirigía, se caracterizaba por ser una religiosa sencilla, generosa y muy caritativa, ella era la artista de la comunidad, tocaba el piano con destreza daba gusto escucharla, enseñaba a los jóvenes y los niños la actuación y el canto, además era la encargada de pintar los manteles para el altar, los telones para las iglesias, y las mamparas. Desde muy pequeña escuchaba las campanas del convento de las hermanitas de san pedro Claver, presurosa me levantaba para ir a la santa misa después me integraba a las labores con las hermanitas, allí perdía la noción del tiempo. La hermana Hambrocina o Tulia Rosa Castrillón (que era su nombre de pila) siempre estaba pendiente de nosotros, nos enseñaba a trabajar, motivo para quedarnos todo el tiempo en la enramada, me acuerdo de un día , envuelta en humo el que salía del fogón cuando lo atizaban, me acerqué llorosa a la batea donde me esperaban las papas y las zanahorias para pelarlas, la hermanita gozaba de cuenta mía al ver los lagrimones que caían, ella preparaba la masa hasta darle una buena sazón luego armaba los tamales sobre una hoja de plátano, yo observaba como

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les echaba el guiso, los envolvía y los amarraba con la guasca, quedaban deliciosos, a mí, me tocó ver como se vendían, casi todos eran por encargo.

Las hermanitas para financiarse hacían diferentes actividades durante la semana, tenían una labor para cada día así: Lunes: Salían de recolecta a la plaza de mercado y traían los víveres para toda la semana.

Los martes: Hacían la morcilla.

Los miércoles: La madre superiora Madre Visitación (Amalia Vélez) se encargaba de hacer la gelatina de pata de res la estiraba y luego les echaba harina las recortaba para ponerla en los charoles para llevarlas a vender.

Los jueves: Hacían la parva, la especialidad era el pandequeso, el pan y los roscones, recién sacados del horno de carbón.

Los viernes: Los tamales.

Los sábados: La natilla y buñuelos.

Los domingos: Las empanadas.

Todos los días salían de recolecta algunas hermanitas, las otras hacían los quesitos con la leche que Proleche le donaba a la comunidad, era ver canecas de leche las que decomisaban por exceso de agua o abuso de los transportadores, las hermanas encargadas, cuando la traían, la vaciaban de inmediato en grandes ollas para cuajarla, después se colaba y se molía para hacer ricos quesitos, eran grandes redondos, sólo valían 200 pesos, los cuales, salíamos a vender por todas las esquinas.

Al comenzar el año las hermanitas empezaban a engordar los cerdos que luego sacrificaban para los bazares, lo mismo hacía con los pollos los engordaban y cuando era el tiempo de matarlos nos íbamos desde las 4:00 de las mañana a ayudarles a pelarlos, mi padre se encargaba de llevarnos y avisábamos a las vecinitas para que fueran también, esta experiencia fue muy linda, allí aprendimos tantos valores y vivimos más la fraternidad, la mayoría éramos jóvenes del barrio, las hermanitas como estimulación al buen servicio, nos llevaban a paseo.

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Esta obra sobresalía por su entrega total a Dios ¡Cómo olvidar aquellos tiempos! donde compartimos y aprendimos tantas cosas con estas las laboriosas hermanitas. Hoy vemos la recompensa a esta labor, nosotras somos muy felices y recodamos aquella época como la mejor de nuestra vida. Me siento orgullosa de haber conocido a la madre Marcelina fundadora de las hermanitas de San Pedro Claver. En el año 1957 vino la madre a conocer la finca que habían comprado para su nueva obra (refugio santa Ana). Ese día me encontraba en la despensa organizando el mercado y el comedor que estaba contigua a esta, ellas ya estaban almorzando, al salir, la Madre Marcelina me dijo: _ ¡Cómo canta de lindo!

La hermana Hambrocina le contestó: _Madre la puse a cantar para que no se me comiera las cosas.

Así nos conocimos la Madre Marcelina y yo, esta época fue inolvidable para mí.

El Encuentro Con El Abuelo Antonio

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En el año de 1957 mi padre se dio cuenta, que mi abuelo Antonio vivía en Bello, una noche después de salir de su trabajo, papá llegó a casa un poco misterioso y nos dijo: _ ¡Vamos a hacer una visita! Todos suban al carro y por favor, se van a portar muy bien.

Mi madre se sorprendió, sobre todo por la hora, él, tenía una cara sonriente, se veía muy emocionado, jamás nos dijo a dónde iríamos. Mi padre se había recién comprado un carrito, mi madre se subió adelante con mi papá y los tres niños pequeños, los otros siete íbamos atrás, desde allí, notábamos en papá un nerviosismo extraño de pronto nos detuvimos en un lugar, todos estábamos extrañados no sabíamos a quién íbamos a visitar, constatamos por lo que leíamos en el entorno que estábamos en el barrio Pacheli de Bello , mi padre nos hizo bajar con cuidado, cruzamos un pequeño puente que nos llevó a una humilde casa de tapia con puertas de madera ajada y aldabones grandes, todos estábamos apeñuscados cogidos de la mano, papá abrazado a mi madre tocó la puerta, nosotros atentos, estábamos junto a ellos, de repente un anciano de cabello blanco, tembloroso, apoyado en un bastón blanco y con poca luz en sus ojos se dejó entrever detrás de la puerta, la que abría con dificultad, mamá apenas lo vio echo a llorar sin medida, papá la abrazó con fuerza, nosotros sollozábamos y nos mordíamos los dedos de la mano al ver a mamá así, no sabíamos lo que estaba pasando ni conocíamos aquel hombre papá nos miró con los ojos encharcados y pasando su mano por el hombro de aquel viejo, le dijo: _ Estos son sus 10 nietos.

Los más pequeños seguían sin entender, yo me quedé perpleja, era mi abuelo Antonio el hombre que un día había despreciado a papá por su condición humilde, él, ahora estaba frente a todos solo y enfermo, no musitó palabra alguna, solo sus lágrimas dejaban notar la emoción, mamá lo abrazó con ese amor que siempre la caracterizaba y le pidió perdón, mi padre al ver el sufrimiento de mi abuelo guardó silencio, jamás se

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imaginó el daño que le había causado al casarse a escondidas, cuando entramos a la casa, quedamos atónitos al ver en las condiciones infrahumanas en las que vivía el abuelo, papá se estremeció tomando la mano temblorosa de su suegro le dijo con voz firme pero amorosa: - ¡Don Antonio! mañana vengo por usted para llevarlo a la casa, su casa Así fue, papá se trajo a mi abuelo a vivir con nosotros en el año 1957 fue una gran bendición tenerlo con nosotros, todos mis tíos venían a saludarlo, mi tía Mercedes que ya vivía con nosotros, se hizo cargo de él; mi abuelo sólo alcanzo a compartir con nosotros dos años, porque en el año de 1959 murió. Este fue el gran regalo que le hizo a mamá y a todos nosotros, mi padre era un hombre bueno que sabía perdonar, su mayor tesoro fue darnos ejemplo con sus acciones. Mi madre siempre nos decía: _ Desde el momento que conocí a su papá, me enamore de su sabiduría y su sencillez.

Las parroquias de mi barrio y sus fiestas patronales Robledo era un pueblito pequeño, la patrona de su parroquia es la virgen de los dolores como la de la américa y celebraban la semana santa en vivo y por lo tanto tenía mucha concurrencia, los monumentos de movimientos muy llamativos.

Me contó mi abuelo que la primera iglesia de Robledo era dedicada a San Ciro, y por los años 1880 fue arrastrada por las corrientes de agua de la Quebrada la Iguana, El padre Rafael María González en unión con la comunidad, la construyeron más arriba para evitar otro desastre. Esta nueva parroquia llevó el nombre de Nuestra señora de los Dolores igual que la parroquia de la América.

La fiesta patronal, se celebraba en el mes de septiembre con mucha pompa, cada día se rezaba su novena y el último día, mamá nos vestía con los mejores trajes, en víspera de su fiesta, era toda una locura , quemaban la vaca loca, que consistía en una vaca de papel llena de pólvora, la cual, la pasean por el atrio y hacía correr a toda la gente, a pesar de tanto explosivo que reventaba la bendita vaca, nunca se oyó decir de algún quemado, porque hasta para esto, tenían prudencia. Bianor Velásquez era el famoso de la pólvora, Él era quien surtía a las parroquias las “vacas locas” de semana santa y fiestas patronales. En esta época era maravilloso ver tanta gente devota en las fiestas, especialmente ver a los jóvenes, quienes aprovechaban para ir

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junto a las muchachas para rezar juntos y de paso buscarles el ladito, algunas veces cogíamos hacia la América y otras, como en la semana santa, íbamos hasta Robledo a la iglesia de los dolores.

Tiempo de Cuaresma La Cuaresma iniciaba, con miércoles de Ceniza; ese día y el viernes santo se hacía ayuno y se guardaba la vigilia que consistía en no comer carne durante esos días.

En el colegio La hermana nos explicaba: _ “Como su nombre lo dice: Cuaresma, son cuarenta días de sacrificios y de penitencia A muchos nos daba duro, pero era tanta la alegría de salir a la semana santa y a los ejercicios espirituales que obedecíamos. En aquella época solo se oía música clásica, en todos los establecimientos a si fueran de baile, había un respeto profundo a esta celebración, a todos nos preparaban para recibirla por medio de los ejercicios espirituales, hoy llamados Retiros Espirituales. Cómo extraño esa devota abnegación a la conmemoración de la muerte de nuestro señor Jesucristo.

En este tiempo en ambas iglesias cubrían los santos con un velo morado, como significado de penitencia, yo, me moría de la curiosidad y sin que nadie me viera les levantaba el manto para mirar quien estaba allí, recuerdo una tarde, al legar allí, me escabullí, por debajo de la ruana de mi padre y corrí a buscar unas amiguitas que me acolitaban la locura de meternos debajo de la imagen del señor caído, se puede decir que ese sitio se convirtió en mi primera guardería, así pasaba la misa, casi sin darnos cuenta, cuando mirábamos por una hendidura de la seda veíamos a nuestros padres haciéndose señas buscándonos de cabeza en cabeza. ¡Qué días aquellos!

La primera semana: era dedicaba a los niños, que les servían para la preparación de su primera comunión.

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La segunda: Era el espacio para los jóvenes, nos enseñaban la responsabilidad que debíamos tener en los cambios que nos traía la adolescencia.

La tercera: era para las madres; donde les hacían ver la responsabilidad que tenían con su esposo y sus hijos. Recuerdo haberle escuchado después de llegar de unos ejercicios a mi mamá, quien compartía con una vecina: _ ¿Qué tiene que ver la responsabilidad que tenemos con nuestros esposos y la frase que dijo el padre? “Después de una pila de arena llora un niño”.

Estas palabras dichas por el orador las confundió a todas, ese día, todas las ejercitantes hacían sus comentarios, no sabían a que se referían. Pero yo que las escuche, se me quedaron grabadas para siempre, con el tiempo discerní que, el resultado de esas palabras, podrían referirse a que cada año nacía un niño, y justo las cuentas daba por los días en los que los esposos llegaban muy cansados del arenal… El señor dijo en su palabra: _Creced y multiplicaos, los padres de nuestra época sí que sabían cumplirlo muy bien.

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La cuarta semana: era dedicada a los hombres, a quienes les recodaban el valor de la confesión, uno de los sacramentos más importantes de la iglesia “Confesaos por lo menos una vez por

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año”, Estos ejercicios, siempre eran en las noches, para que pudieran asistir después del trabajo y como era tan corta la semana, las confesiones las hacían, lunes, martes y miércoles santo, estos tres días, lo dedicaban a la confesión, los sacerdotes no daban abasto y las confesiones se iban hasta media noche.

En esta época se respiraba; respeto, por los sacramentos y se vivían los verdaderos valores, había comprensión con el otro, se sabía perdonar, se ocupaban de ayudar en el cuidado de los enfermos y los ancianos de la familia y del barrio, de acompañarlos en las procesiones y de darle pan al que no tenía. También era el tiempo para echarle una ojeadita a los abuelos que Vivian distantes. Y a los estrenes

Los Estrenes

Desde navidad ya el Niño Jesús nos traía los cortes para hacer los estrenes para la Semana Santa. Las modistas en esos tiempos no daban abasto cociendo para la época de la cuaresma, tiempo que debían estar terminados, si se les atravesaba un cumpleaños o una boda, se las ingeniaban para cumplir con los ropajes pues, esta tarea, para muchas, era su única fuente de trabajo.

Todos los vecinos, amigos, familiares y yo, estrenábamos de pies a cabeza, sobre todo el jueves Santo, Las mujeres jóvenes aprovechaban para subirse la media y montarse en tacones altos o plataformas como lo llamaban; los hombres se alargaban los pantalones. (Esto lo podían hacer después de cumplir sus quince años).era una euforia salir con ropa nueva, ya que en los días ordinarios salíamos con ropa humilde, remendada y bien lavada, cuando era para tintinear si se almidonaba y se planchaba con plancha calentada en las brasas; los hombres usaban pantalón corto hasta los 15 años; se usaba sombrero tanto para los hombres como para las mujeres, los hombres utilizaban diario el de caña o paja y para los fines de semana el de fieltros o de aguadas, las mujeres llevaban sombrero sencillo para el colegio y para los días especiales, usaban los de pluma con redecilla y flores, las niñas y niños nos ponían pavitas de tela para los niños y flores para nosotras.

El lunes por la noche salía otra procesión, Jesús sacando a los mercaderes del templo y otras imágenes con los apóstoles, el martes la samaritana junto al pozo… el miércoles la resurrección de Lázaro y el jueves, el

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gran día, toda la familia con los amigos y vecinos nos íbamos en gallada a visitar Monumentos a varias iglesias que para ganar el Jubileo, y después de las 7: nos quedábamos en la placita para ver la procesión de los hombres que era a oscuras, quitaban la poca luz pública que había, que para hacer más real la tristeza del prendimiento de Jesús, los hombres llevaban en sus manos las velas para alumbrar el camino y como símbolo de acompañamiento, también, cargaban en sus hombros los pasos del viacrucis para ponerlos en su lugar, luego los cubrían hasta el otro día de la sentencia.

El Viernes Santo asistíamos a al viacrucis que era a las once de la mañana, incalculable; al terminar regresábamos a la casa para almorzar y nos quedábamos descansando un poquitico porque arrancábamos de nuevo, a las tres de la tarde comenzaba la sentencia y la adoración de la Santa Cruz, esto significaba que recordábamos en esos momentos a Jesús cuando moría, las ramas que adornaban el altar se querían desquebrajar por el sonido de la recamara que tiraban desde el atrio, consistía en una larga soga de papel trenzada y cada cinco centímetros tenía un taco que empezaba a estallar desde el primero hasta el último, sin parar, estos ruido hacia retumbar la iglesia, esto era cosas inolvidables, luego nos quedábamos por ahí mecateando hasta las siete de la noche que iniciaba las siete Palabras. Muerte de Jesús nos quedábamos para terminar con la procesión del Santo Sepulcro.

El sábado santo era el día del silencio, realmente se sentía la muerte del señor, los radios se apagaban en toda la comarca, a distintas horas desde la noche anterior, varias familias salíamos a visitar el santo sepulcro y a las 6 de la tarde, nos íbamos a la procesión la soledad de virgen de los dolores Patrona de las Iglesias de la América y Robledo. Ambas parroquias tenían un esmero especial en esta celebración y las personas acudían con devoción, especialmente los jóvenes porque ese era el tiempo para conocer a su pareja.

La misa de Gallo o de Resurrección Era a las 12 de la noche, a esta hora, acostumbrábamos ir en caravana para cuidarnos, los más enfermos o ancianos se quedaban en la casa, La misa iniciaba con la bendición del Fuego; como este acto se hacía a oscuras el sacerdote encendía el cirio Pascual, de a aquí se encendía las demás luces a todo los feligreses y se cantaba tres veces; “Lumen Criste “que quiere decir Luz de Cristo; nosotros contestábamos, ¡Deo gracias! Que es lo mismo que demos gracias a Dios. Y cuando el sacerdote llegaba al altar iniciaba la misa, lo que más me hacía estremecer era el momento del gloria cuando el sacerdote cantaba el Aleluya y comenzaban las

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campanas al vuelo, sonaban al compás del coro parroquial, se rezaba el Gloria y durante todas las misas en los cuarenta días se apagaba el Cirio Pascual anunciando ya venía la fiesta de la Ascensión “La subida de Jesús al Cielo”.

Otras iglesias Alrededor de la iglesia la inmaculada, que es la parroquia de la floresta; la iglesia la edificaron posteriormente a la llegada de habitantes a la floresta. Cuentan que su nombre, la inmaculada, surgió de una imagen desfigurada y quebrada que encontraron en un viaje de arena que traía una volqueta para la construcción del templo en mención y que provenía desde la zona del aeropuerto, las playas hoy Olaya herrera. Esta imagen encontrada, fue restaurada por el párroco y es la que se venera en la iglesia actualmente.

La iglesia Santa Rosa de Lima que pertenece a la comuna 13 el lugar donde esta unicada era el patio de la escuela del Coco, donde se saia a jugar en el descanso,se conpemplaba alrededor los escombros de una vieja casa que allí exixtió, era la casa de don Ernesto Cordoba que allí vivía con su familia. Jugur rn el año 50 y en el 57 ya estaba la iglesia, su párroco padre Ernesto Estrada, las que más colabiraron para edificar el templo.familias, Saraz, Álvrez , Pavon y otras.

La iglesia Santa lucia, lo que mas recuerdo de ella eran los parlantes que sonaban con los cantos religiosos era una manera muy segura para atraer la gente.

Los Bautizos y el agua Al lado del altar se colocaba una vasija grande llena de agua, el sacerdote la bendecía para utilizarla en los bautizos del año, alrededor de ésta, estaban las botellas y demás vasija de los feligreses con agua, y durante la misa el sacerdote hacía una bendición especial, en ese momento ,realizaban los bautizos de los niños.

Al terminar la misa de gallo (así se llamaba) comenzaba la meriendita que mamá nos preparaban era un chocolate con un sabor especial; lo hacían con mucho aliño; canela, clavos, nueces y leche en polvo, a algunos le ponían maizena y quedaba como una colada para los más pequeños; esa noche era inolvidable, aunque estábamos caídos del sueño, esperábamos hasta que el último terminara de comer.

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Domingo de resurrección A las nueve de la mañana salimos en procesión con el Resucitado y luego la misa, y todos teníamos una nueva manera de saludar ¡Felices Pascuas! Esto lo hacíamos Resurrección. En navidad teníamos varias costumbres.

El día diez y seis que empezaba la novena del niño Dios saludamos: ¡ Aguinaldo!. Buenos días, buenas tardes o buenas noches.

La Pascua Aquí empezábamos la pascua, los colegios normalizaban sus clases y entrabamos a esperar con alegría el mes de mayo, mes de la Santísima Virgen María, época donde hacíamos los altares Marianos en cada casa donde nos reuníamos a rezar el Rosario diario, lo que más me gustaba era hacer los arreglos de las flores, cuando no podíamos conseguir las flores, nos metíamos a los jardines vecinos y nos prestábamos unas cuantas pero el altar de la virgen no se quedaba sin flores.

Las Primeras Comuniones Los niños que íbamos hacer la primera comunión teníamos que hacer la preparación, cada ocho días íbamos al catecismo para recibir instrucciones.

Todos se ponían de acuerdo para ayudar en la celebración de la primera comunión.

En esta fotografía vemos un registro de cómo se celebraba, aquí estamos festejando la Primera comunión de Nora Elena Montoya Vélez con toda la familia, amigas, vecinas y compañeritas de colegio en la casa de Elisa Estrada.

El día antes de recibirla, nos preparaban para la confesión, nos demorábamos contando los pecados, la mayoría de nosotros nos confesábamos de ser muy desobedientes, perezosas, que nos subíamos a los árboles sin permiso y nos robábamos las frutas… etc. Luego, lo que más nos demoraba, era las instrucciones y consejos del sacerdote para recibir la comunión, con templanza y mucho cariño nos decía:

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_ Después de las doce de la noche no deben tomar ni agua, deben venir en ayunas y cuando reciban la hostia, no la deben masticar ni morder.

También nos enseñó el significado de comer a cristo que estaba en forma de pan y nos instruyó cómo debíamos de recibirlo.

Cuando nos llevaron a comprar los vestidos en la plazuela Uribe Uribe, nos atendió el señor Trujillo , así se llamaba, también, su almacén, recuerdo que la niña que nos atendió no dejaba de cantar "el canto lastimero de una tórtola sola" y a mí se me quedó, siempre la tarareo. Recuerdo que en la víspera de nuestra fiesta, María Estrada " Alya" nos hizo marrones con papel de vejiga y nos remojaba el pelo con agua de panela para que nos quedara bien crespo. A la mañana siguiente estábamos vestidas como unas princesas, nos fuimos para la iglesia con toda la familia, nosotras no cabíamos de la alegría, este, sin duda, era el mejor día, recibir a Cristo en la hostia divina y en nuestros corazones.

Mi primera comunión

El 25 de junio de 1950, mi hermana Stella y yo hicimos la Primera Comunión en la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores en la América, recibimos la santa hostia de la manos del párroco Darío Londoño, cuando terminó la eucaristía tuvimos un desayuno que nos tenían preparado, luego salimos a tomarnos la foto, recuerdo que mi padre contrato al señor Noreña para que nos llevara a pasear donde las hermanas de mi padre, Luisa vivía en envigado e Irene en Berlín hoy Aranjuez, nos compraron una torta para compartir con todos. Papá iba adelante con el conductor y mi mamá atrás con sus nueve hijos, aún éramos muy pequeños, nosotras íbamos felices, de nuestros vestidos blancos se deprendía un bolsillo libre donde guardábamos las monedas que nos daban, el regalo más lindo que recibimos, fue un librito de oraciones cuya pasta era concha nácar, nos lo dio el tío Emilio Muñoz.

Definitivamente el día de la primera comunión fue el día más feliz de mi infancia, con mi hermana Stella nos unimos al combo de los que madrugaban a la misa a hacer los primeros viernes y los domingos a la misa de cinco de la mañana, era una dicha salir a comulgar, jamás dejé de ir y ahora menos que los años vislumbran el atardecer.

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Hoy, mantengo vivo el recuerdo de aquellos días, me acuerdo que cuando pasábamos de regreso por la 82, divisábamos las máquinas catapila o Catapultas y las planadoras que asentaban el terreno para edificar las casas, algunas de ellas fueron modificadas y otras permanecen en su sitio.

Los Matrimonios Aquí vemos a mi hermana Lilian con mi hermano Pedro antes de salir para la Igesia de Lourdes, la que eligieron para su boda.

La parroquia que nos congregaba inicialmente antes de la inmaculada, era la américa, “nuestra señora de los dolores” allí se celebraban muchos matrimonios, nacidos de amistades iniciadas en la misma iglesia, en septiembre no nos perdíamos las fiestas patronales a las cuales se les daba el nombre de salves, era mayormente en estos encuentros piadosos, donde surgían los noviazgos que terminaban en matrimonio. En el Hipódromo san Fernando, donde hoy es el colegio Calasanz, asistía en aquel entonces siendo muy niña, enviada por unas vecinas para que cuidara sus hijas quienes salían con sus novios; recuerdo a Nelly cuartas y su novio William palacio ellos se casaron y ahora son padres de una docena de retoños, con ellos mismos conocí el bosque de la independencia. Nelly era mi compañía junto con Olga su hermana para ir a mi colegio el Carmelo en Robledo.

En aquella época se le celebran víspera, donde llegaban los invitados a con el regalo y a pasar bueno, había comida, trago y baile, siempre hasta la 12 de la noche, para poder comulgar al otro día. El vestuario era elegantísimo, las doncellas iban vestidas de blanco con su traje largo donde superaba el manto. Luego de la ceremonia iban a desayunar y se iban los novios a pasar la luna de miel al lugar que ellos escogieran. El que más tengo presente son “los alcalditos” que quedaban en la ceja y allí estuvo mi prima Marta Giraldo.

Mientras tanto sus padres les organizaba la casa donde iban a vivir, la abuela partía la panela en cuartos, le preparaba la ollita para hacer el arroz con la tacita para medir el agua, con todos los detallitos que una recién casada necesitaba, lo más cruel era la arreglada de la cama, la tendían muy bonita pero le corrían las tablas, para que tuvieran la primer caída. Doña filomena contaba que cuando fue a hacer los primeros frijoles tomo la media de un plato uno para su esposo y otro para ella, los echo a la olla grande de barro los puso al fogón con mucha leña y se sentó en el corredor a tejer, cuando la sorprendió un calorcito humeante por sus pies,

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acompañado de olor a frijoles, de pronto se vieron arrebatados por el fuego y brincando llegaron al pie de doña filomena donde fueron rescatados. El oficio de la recién casadas era tejer las coser las primeras camisitas y bordarlas, luego tejían los saquitos de lana, la gorrita, los escarpines y manoplas. Nunca perdían el tiempo siempre estaban ocupadas en sus labores diarias y así esperaban con alegría a su esposo y como no había televisión les rendía la noche.

Las Navidades De Mi Barrio La navidad siempre la preparábamos cuando salíamos de vacaciones que nos íbamos al monte todas en gallada con las señoras que iba a buscar leña, para recoger el musgo para el pesebre, esto para nosotras era una dicha, nos metíamos a esas cañadas a desnudar las barrancas y arrastrábamos el musgo a dos manos y se venían adjunto las matas de azafrán, los helechos y la hierbas, hojas cecas y chamizas, solo cuando llegábamos a casa con esos bultos empezábamos a espulgarlo y a sacarle la suciedad pero nos asombraba su belleza: su frescura, su tonalidad de colores, su aroma a vegetación fresca, todo lo que adornaba estos elementos que iban a esperar al Niño Dios en el pesebre, más tarde regresábamos por los carboneros que era un arbusto como cola de pavo real lleno de hermosas esponjas blancas y roja que así eran sus flores. En ese tiempo mi abuelo nos tenía miedo porque acabábamos con la flora, pero lo aceptaba porque era para alegrar la navidad.

Los Globos

También nos preparábamos para hacer los globos sus formas eran: el cojín, la estrella, el dado, carritos o la cruz y muchas más variedades, especialmente en forma de animales, para elevarlos en navidad y también

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contábamos cuantos globos cruzaban el firmamento y si uno iban a caer cerca abríamos a correr para cogerlo, no faltaba el gracioso que rompía el globos y luego nos pasaba el papel tiznado por la cara dejándonos la cara negra y cuando llegábamos a la casa ya la mamá sabía que estábamos haciendo. Todo esto nos causaba risa.

Por los años veinte ya se celebraba la alborada con pólvora, al comenzar el mes de diciembre el primero en celebrar esta fiesta en mi barrio fue Ricardo Antonio Saraz en la iglesia de Robledo, allí empezaron a quemar pólvora en la mañana anunciando la llegada de la navidad y tomo el nombre de alborada, se siguió celebrando durante los años siguientes, más tarde en el Coco, la celebró Alberto Restrepo, él se encargaba de la pólvora y varios grupos musicales entonaban serenatas anunciando la navidad, se subía a al monte de carme para anunciársela a los vecinos.

Elevar globos era genial, después de elevarse jugábamos a contar los que aparecían por varios lados y ganaba el que contará más.

El 8 de diciembre mientras unos encendíamos las velitas de los faroles otros las iban colocando por todo el corredor y se entonaba el Santo Rosario con los adultos y los más pequeños jugaban alrededor de las velas.

El 16 de diciembre iniciábamos la novena, era el día más esperado por todos, desde temprano se escuchaban los villancicos y los vecinos se reunían a hacer los pesebres y en la noche salíamos de casa a rezar la novena y a repartir los aguinaldos. _ ¡A rezar la novena!

Se escuchaba en las calles.

Este llamado era inconfundible, los ojos se nos iluminaban mientras sonábamos con fuerza, las maracas improvisadas y las tapas de olla y con los labios entre abiertos cantábamos efusivos los gozos al niño Jesús. ¡Dulce Jesús mío, mi niño adorado! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

Luego entre gritos y risas, recibíamos los dulces y nos íbamos a dormir.

Los Aguinaldos Mi padre era una persona enamorada del día de los aguinaldos porque tenía el pretexto perfecto para ayudar al otro, siempre conocía la necesidad del vecino y era feliz dando lo que necesitaran por medio del aguinaldo, no se le escapa nadie para pedirle el aguinaldo y mi madre no se quedaba atrás, cuando sonaba el teléfono ella contestaba: _ ¡Aguinaldo, buenos días o tardes!

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Y le rendía hasta la noche.

Mi papá siempre preparaba los aguinaldos con tiempo para llevárselos a sus amigos de algunos pueblos donde él iba de cacería durante el año, su closet estaba lleno de cajas de galletas, botellas de vino paquetes de confites y mucho más.

El veintidós de diciembre fue mi madre con mi hermano Pedro y los nietos a repartir los aguinaldos en San Pedro de los Milagros y el veintitrés de diciembre, se repartía la natilla como de costumbre.

La Fiesta del 24 de Diciembre

La noche del 24 era el día más emocionante, mis hermanas y yo, nos íbamos temprano en busca de los vecinitos para no llegar tarde a la novena (como ahora lo hacen María José y Ana Sofía) porque era el día en el que recibíamos los obsequios y como no habíamos faltado a ninguna, teníamos derecho al regalo más grande y a buscar el niño Jesús, pero eso sí, nadie se iba sin premio, a cada asistente se le daba su buen regalo.

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Lo particular de la última novena era el nacimiento del niño Dios, en vez de colocar la imagen del niño Jesús, ponían un hermoso bebe en medio del pesebre como símbolo de agradecimiento a Dios por el don de la vida.

La nochebuena era vivida en las casas del vecindario, en unas hacíamos dos o más pailas de natilla para compartir con los vecinos y en otras los manjares que se preparaban de arequipe con arroz. Hoy evoco la casa de los cacos, muy famosa por sus pandequeso, allí hacíamos fila para hacer moler el maíz para preparar la natilla. ¡Qué buenos tiempos aquellos!.. Las calles adornadas con guirnaldas y luces de colores parecían estallar en carnaval, la música, la alegría de mis padres, de mis abuelos y las risas de todos nos unían de una manera especial, juntos encorábamos los villancicos que colocaban en la voz de Antioquia, eran sensacionales, recuerdo que en una de esas hermosas navidades me senté en un ladrillo junto a la paila de natilla que mamá y sus vecinas estaban revolviendo, de repente comencé a llorar, todas se me quedaron mirando y yo entre lágrimas cantaba: ¡mamá dónde están los juguetes, mamá el niño no los trajo!

Estos lugares ya enumerados, eran muy famosos por los pesebres que se hacían en todas las casas, desde octubre ya estábamos buscando el musgo y los arboles carboneros entre los pesebres que más recuerdo: lino Restrepo del pesebre o barrio la soledad, ramón maya, los alcázares, cerca de la iglesia santa rosa de lima (muchos que se me escapan) Recuerdo a un vecino que tenía una cabeza muy voluminosa y eso me llamaba mucho la atención. Su nombre era Jhon.

Familia Lopera Montoya

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La familia Lopera Montoya llegaron de Canadá con sus dos hijos: Jorge Iván y Juan David, para hacer la noche buena. ¡Qué buenos tiempos aquellos!.. Las calles adornadas con guirnaldas y luces de colores parecían estallar en carnaval, la música, la alegría de mis padres, de mis abuelos y las risas de todos nos unían de una manera especial, juntos encorábamos los villancicos que colocaban en la voz de las américas donde nos hacían anotar para los regalos y cuando empezaban a nombrarnos era más tiempo para nosotros que para complacernos con los villancicos.

El 31 de diciembre fecha perdurable donde esperábamos la despedida del año viejo y recibíamos el año nuevo y consistía en recorrer todo el barrio con el año viejo, un muñeco lleno de pólvora, todos los niños salíamos de la casa y caminábamos detrás del muñeco que cargaban los más grandes, después de un rato, llegábamos hasta el lugar donde lo quemaban, su barriga estaba llena de las papeletas y pólvora cuando prendían el muñeco explotaba y todos salíamos despavoridos, el sitio parecía un nevado por el tapiz que quedaba de los papelitos blancos en los que armábamos las papeletas y el humo que se producía en aquel instante…Luego destapaban un busto echo por José María Saraz con un personaje del año, el del presidente Gustavo Rojas Pinilla, o del Papa Juan XXIII, cada año variaba pero estos los recuerdo porque los vi cuando era niña. Llegábamos hasta el cementerio, en caravana el 31 de diciembre a las 12 de la noche para quemar el año.

EL PEDACITO

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Era en la casa de la familia Vélez Montoya donde nos reuníamos todos , a esperar el nacimiento del Niño Dios, esto era una dicha porque en la cocina se hacia la natilla, los buñuelos y hojuelas, más tardes salíamos par el frente de la casa a hacer el asado y a echar y a contar los globos que veían a la redonda de la casa con una particularidad que empezaron a elevar globos con instalaciones de bombillitos de varios colores y hoy los globos suben cargados de pólvora donde anuncian su presencia en el espacio. La pólvora que no falta y el volador que anunciaba al que llegaba de visita. La verdadera navidad para los niños era buscando al Niño Jesús, que se escondía con dinero y los billetes dobladitos eran buscados por los niños. Esta era su verdadera Navidad, pero aun conservamos esta tradición en la familia.

RELATOS DE MI VIDA CONSAGRADA

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Este es un pequeño Fragmento mi vida consagrada en el año 1961 Desde muy temprana edad sentí el llamado de Dios, así fue como seguí los pasos de mi madrina después de 18 años de su ausencia. Un día primero de marzo de 1961 conocí a unas de las Religiosas de Jesús María: La Hermana Catalina y a la Madre María del Carmen, Madre Americana que me invitó a ir a conocer el colegio y para que tuviera la oportunidad de hablar con la superiora Madre Dulce María ese día fue el 13 de marzo de 1961 y al 23 de marzo me llamaron a reemplazar a una profesora que se encontraba enferma, mi trabajo era cuidar las niñas de preprimaria del colegio Jesús María, fue muy buena mi labor, según la evaluación de las hermanas, así que me dejaron trabajando y el 1 de mayo comencé a ser parte de la comunidad, portando el vestido de postulante, cuando volví con las niñas les causó mucho asombro al verme vestida así, y fueron a decir a sus padres, “a la señorita le cambiaron la cabeza”, esto causó mucha risa.

Al llegar al claustro tuve la dicha de disfrutar de la jardinería, quise sembrar eucaliptos por todo el contorno del colegio y se los pedí a mi padre, que me los consiguiera, él fue al vivero de la Aguacatala y me trajo una gran variación de dicha planta: eucalipto plateado, acorazonado, el de hojita fina y el que termina botando hojas de colores. En este momento me sentí muy orgullosa por que la especialidad mía son las plantas y donde voy siempre llevo semillas en el bolsillo, y a mis años aun lo hago y lo disfruto, porque por donde paso, veo el fruto.

Entonces empezó la faena, con don Ricardo, un señor ya de edad, que tenía un ojo de vidrio, esto hacía, que cuando uno lo llamaba viniera corriendo con mucha precaución y lo hacía saltadito por la dificultad que él tenía, era un excelente jardinero y se ocupó de ayudarme a sembrar los árboles hasta que fueron derrumbados por los años y por el espacio para construir.

En la jardinería ocupe mis primeros días, allí experimente un caso insólito; en una jardinera sembré unos claveles que florecieron hermosos de color blanco, pero a mi maestra de novicias no los quería de ese color y me dijo: _ ¡no quiero esos claveles blancos!

Me daba pesar arrancarlos y pensé…

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_Ya sé, lo que voy hacer.

Me fui al taller de pinturas y traje unas anilinas de los colores, básicos y con ellos saque una gama de colores; con ellos hice un experimento, tome los colores ya preparados, cogiendo mata por mata, le raspe el tallo cerca a la raíz y a cada una, le eche de este contenido.

Una mañana, mientras la maestra de novicias se paseaba por la galería, veía como observaba disimuladamente el jardín, de pronto escuche mi nombre que salía de sus labios, estaba muy sorprendida al notar como los capullos de los claveles se iban abriendo en distintos colores, admirada me preguntó: _ Madre María Elisa ¿Qué hizo usted para que dieran estos colores tan hermosos y relucientes?

Yo no tuve más que una respuesta: _ “obedecer hermana obedecer“ Esta era mi manera de servir y agradar a los demás, esto me hacía pensar en la higuera infructuosa, antes de arrancarlos, busque la solución.

El 31 de diciembre tome el hábito religioso y fue aquí, donde me puse el tan anhelado gorrito, como lo llevaba Lala. Tengo muy buenos recuerdos de mi vida consagrada: Era alegre, observante y siempre echada pá delante, en esta ceremonia me cambiaron el nombre “El que venciere dice el Señor: recibirá un nombre nuevo”. El nombre que me dieron fue el de “Madre María Elisa.” Que era el nombre de mi mamá. En esta época las hermanas hacían los quehaceres de la casa e imitaban a la Virgen María y las madres íbamos a enseñar imitando a Jesús.

El 21 de enero de 1964 hice mis votos simples y temporales, este es un periodo más de prueba y estudios que se realizan antes de recibir los votos perpetuos, se hacen mediante una preparación de cinco años, los cuales inician con unos retiros que duran ocho días, recuerdo que cuando salí, mis compañeras me cantaban.

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En la foto me encuentro en mi profesión de votos perpetuos con el Padre José Diez, mis padres, mis nueve hermanos, mis dos cuñadas y mi primer Sobrino Jaime Alberto Montoya Amaya.

_“Por mis lares se corren rumores De que una novicia se va pá misiones No son ilusiones, menos pretensiones, Pues para probarlo hay muy buenas razones, Hay novicia no te vayas me sale del alma Lo juro por Dios…

(Música de Jalisco)

Durante ese periodo, me llamó mi maestra de novicias María del Socorro Rogla y me habló del Paz Criste que significa cambio de casa, esto me lo dijeron con antelación porque debían confeccionarme los hábitos blancos para el día de la profesión de los votos, al siguiente día de la ceremonia, ya estaba tomando el tren para Barranca, mi felicidad era inmensa, no cabía en mí, me sentía radiante y gozosa, solo una cosa me entristecía, esos hermosos momentos hubiera querido compartirlos con mi familia, pero de mi casa nadie me acompaño a la estación, me sentí sola, pero entendí que era una prueba más que Dios me daba para afianzar mi vocación y mientras esperaba el tren, le ofrecí al Señor todo lo que sentía y fue cuando me di cuenta que él estaba conmigo; eran las cuatro de la mañana cuando el pito del tren se escuchó, anunciando la partida, subí a él pesarosa, me senté en una de las bancas y el puesto que estaba a mi lado estaba vació y así se quedó, a los pocos minutos el tren apagó las luces quedando todo en oscuras, encima de la banca vacía había una lamparita prendida, el tren inició la marcha y mis ojos se llenaron de lágrimas y mi boca de cantares y alabanzas, daba gracias a Dios y

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pensaba en lo mucho me quería el Señor. Lo curioso del viaje fue que aquella lamparita, jamás se apagó, me acompaño hasta el final del viaje.

En barranca estuve en misión durante mucho tiempo, la escuela donde trabajaba quedaba retirada y tenía que ir por unas barrancas de tierra colorada, que cuando llovía ningún carro podía circular por esos lugares, recuerdo que nos dieron unas botas de caucho de números grandes; me tocó el cuarenta y mi número era treinta y cinco, pero no tenía más de otra, que ponerme las botas , recuerdo que cuando daba un paso, tenía que esperar que la punta se asentara para dar el otro paso, así, que parecíamos caminando como el cangrejo, mi compañera, la madre, María del Tepeyac, me acosaba pero era en vano, las botas me nadaban, se pegaban y todo terminaba solo en risas.

Al año siguiente, regresé a Medellín para hacer el Juniorado, que era otro grado más de las preparaciones en la vida Religiosa al terminarlo me enviaron a Bogotá, la comunidad estaba recién fundada, por lo tanto la casa era muy pequeña, resolví colocar el catre debajo de las escaleras, me sentía muy feliz como San Alejo.

Tuve la dicha de contemplar de cerca al Papa Pablo VI en el Templete, ubicado en el Salitre; allí estuvimos reunidos en el congreso Eucarístico, en la consagración de varios sacerdotes en el mes de agosto de 1968 y entre esta consagración se estaba mi primo Rubén Darío Vanegas sacerdote (Franciscano).

Allí trabajaba con niñas pequeñas en ese entonces eran dos jornadas. Como Vivian niñas en partes muy distantes, la comunidad consiguió una arriera (carro) para transportarlas, así que eso me tocaba hacer transportar niñas par el colegio en la arriera y hacia ocho viajes diarios, pero yo era la monja feliz no me importaba que me dijeran la Monja Voladora, porque me sentía realizada en mi vida Consagrada.

Un día de tantos me vare y ya había terminado el recorrido, venia por una de las vía más congestionadas de “Ciudad Kennedy” de Bogotá y un ciclista venia pegado de un bus y se soltó en el momento que yo pasaba y lo mande debajo del bus, que estaba recogiendo pasajeros, yo no conocía muy bien a Bogotá y entonces me volé a buscar compañía ya que estaba sola, el señor del bus recogió al herido y me fueron a buscar a la casa, pues me había volado, el chofer del bus devolvió los pasajes a los pasajeros y nos fuimos para el hospital de la Hortua, tan pronto entramos, sentimos una voz no, de aliento sino “quedan detenidos. Así que “Sorpresa” Hasta este momento vi a este señor que me auxilio porqué se lo llevaron con bus y todo para los patios, mientras que

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confundida esperaba mi rescate en un salón del hospital, nadie sabía dónde estaba, porque en la casa no había teléfono era una casa de fundación, pero la Madres Soledad Moruve de tanto preguntar dio con mi paradero, allí estuvimos hasta las doce de la noche que nos entregaron al accidentado para llevarlo a la casa, hay empezó el calvario porque el joven nos quería estafar, desde ese momento podría decir que entre en crisis, porque mi madre se apoyó de este acontecimiento para lograr mi salida. Pedí ir a un psiquiatra y me mando a que pidiera vacaciones y cuando iba a regresar de nuevo al convento, mis hermanas todas a una me decían mientras me duchaba, eres joven y te recibimos vieja no queremos estorbos, pero el psiquiatra me aconsejo visitar a mi madrina para ver si mi vocación era una intuición de niña. Así termine de nuevo en la casa paterna, donde nací me crie y conocí más de cerca de mi barrio.

HISTORIA DE LA CASA NUEVA

Con los diez hijos alegres Sumándole ocho nietos Se formó el hogar feliz “La casa de los abuelos” Mis sobrinos

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Cuando papá se jubiló comenzó a pensar en grande, a realizar lo que él quería de niño, soñaba con ser ingeniero y lo cumplió meticulosamente, siempre hacia las cosas a conciencia, aunque le costaran, así empezó a reformar la casa, él no pensó en mejoras, sino en sus hijos, en cómo partir la torta para que a todos les tocara un lugar donde vivir bien y así, fue como construyó en esta casa diez apartamentos para cada uno de nosotros, inicialmente, los tuvo en renta por un tiempo para poder a condicionarlos bien y luego los fue terminando uno a uno, hasta tenerlos listos.

Un día manifestó que no sabía a quién iba a engañar con un apartamentico tan pequeño y de repente saltó mi hermana Estella y le dijo: _ ¡A mí!

Mi padre con una cara de satisfacción le contestó: – ¡Hija me has quitado un peso de encima!

Poco a poco con esfuerzo e inteligencia, mi padre realizó sus sueños… vernos a todos bien acomodados.

Fue aquí, en esta casa dónde le celebramos a nuestros padres sus Bodas de oro el día 29 de agosto del año 1986.

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Aquel viernes nos reunimos toda la familia, mis padres estaban muy felices, la señora Lucero Rendón de Galeano, los sorprendió con esta hermosa canción del Dueto de Antaño “Bodas de Oro” aún conservamos su letra escrita en aquel entonces, a puño y letra.

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La enfermedad de mi padre y la muerte de mi madre

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Fue en esta misma casa después de tantas alegrías e historias vividas, que el médico que veía a mamá la encontró realmente enferma, papá estaba preocupado y nos decía que la cuidáramos mucho. El 11 de diciembre de 1994 Papá salió cabizbajo del cuarto de mamá y nos dijo mientras cenábamos: _ Su mamá no va alcanzar la noche buena… Parece que se fuera apagando como una velita.

Quién iba a pensar, que días después fue mi padre quien no alcanzaría la noche de navidad, por esos días a mi padre le dio un catarro muy fuerte, que lo tuvieron que hospitalizar el quince de diciembre, mi hermana Odila lo acompaño, cuenta ella, que esa noche, mi padre tenía mucha fiebre y no paraba de hablar de su familia: _Mi esposa, mis hijos y mis nietos son una maravilla yo no me los merezco… ¡Gracias Dios mío!

Mi hermana viéndolo tan asfixiado se le acercó y le hablo al oído: _ Papá, no hagas tanto esfuerzo, ya todos están dormidos, brégate a dormir.

Al amanecer la enfermera se acercó a la habitación donde estaba mi padre para darle el medicamento pero él ya había muerto. Mi padre murió de un paro cardiaco. Por fin mi padre había cumplió su verdadero sueño, el sueño eterno, el encuentro real con Dios… La muerte de papá, ocurrió el día viernes 16 de diciembre de 1.994. Para nosotros fue una sorpresa, porque por esos días él se encontraba bien de salud, sólo se ocupaba de ayudar a mamá en su recuperación y en organizar los aguinaldos para todos. Este acontecimiento no lo podíamos creer… Papá ya no estaba, él, que era el primero en despertarnos para pedirnos el aguinaldo, ese día no quiso despertar…Aún recuerdo su sonrisa y el brillo en sus ojos al llamarnos. Este fue un golpe muy duro para la familia, en especial para mi hermana Cecilia que ya vivía en el Canadá y hacía tres días se había regresado después de haber venido a visitar a mamá ,cuando mi hermana Estella la llamó para darle la noticia ella como de costumbre contestó pensando que era papá:

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_ ¡Carlitos el aguinaldo!

Mi hermana llorando le dijo: _ Carlitos nos dejó.

Mi mamá era una gran mujer, en medio de su dolor y de su enfermedad nos daba ánimo al vernos a todos tan desolados, nos decía fortalecida: _ No le quiten gloria a su papá deben estar felices porque él fue un gran esposo y un buen padre, no vamos a llorar, recemos por él, hay que agradecer a Dios, además recuerden que hoy empieza la novena al Niño Dios.

Llena de valor, nos pidió que la novena de aguinaldos la hiciéramos por papá y así fue, juntos oramos y cantamos los gozos, muchos vecinos y amigos de mi padre se acercaron con sus familias y nos acompañaron al funeral.

Mamá sacando fuerzas, continuo con la tarea de papá, y por petición de ella, terminamos de organizar los aguinaldos, el closet estaba lleno de regalos para entregar y había que cumplir su sueño continuar con la tradición de llevar regalos a la casa donde correspondía hacer la novena cada día. Mamá aún enferma, decidió terminar de repartirlos junto con mi hermano Pedro y las nietas Luisa Fernanda y María Victoria, quienes amaban al papito con todo el corazón y apoyaban su labor.

Por esos días de navidad y año nuevo era sin color, aunque las luces de mil colores titilaban, su voz y su recuerdo resonaba en las paredes construidas por sus propias manos, Mamá, nos consolaba con cariño, muchas veces lloramos en silencio, sobre todo cuando le dábamos el paseíto por salud a mamá por toda la casa, casi siempre se detenía en la mesita donde estaba la foto que se había tomado con mi padre cuatro días antes de su muerte, la miraba detenidamente y en voz baja decía: _ ¡Ay! Mi Luis Carlos, ni los días ni la ausencia apartarán de mí alma tus recuerdos, mi espíritu allá contigo está.

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Todos hemos llorado por dentro, recordando las palabras de mi madre y como ella, hemos encontrado consuelo observando su fotografía y cada noche, entre risas y lágrimas recordábamos las enseñanzas y anécdotas de papá.

Recuerdo que en las fiestas de navidad y año nuevo, siempre madrugaba con seis cervezas entre lazadas en los dedos de las manos para llevarlas a los enguayabados que se encontraban en la esquina, de esto, dan fe, los amigos que recibieron este favor y lo recuerdan con cariño.

Cuando papá cumplió un año de fallecido, aún parecía que fuera mentira, a media noche me paré en la ventana a observar el palo de mangos que él mismo había sembrado, allí, imagine a mi padre, sentía su voz hablándome al oído, entonces tome un lápiz y una hoja y le compuse estos versos que reuní bajo el Título de: MENSAJE A CARLITOS Como es día de aguinaldos Mi niñito querendón Y vengo a prepararte Tu venida al mundo de hoy.

Soy Carlitos colombiano Y me entrego con amor Te pido por mis hijitos Que vivan en santa unión.

Me diste diez regalitos

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Y una bella mujer buena Que con afán los cuidamos Estas tus preciosas prendas.

Fui cazador mi niñito Y aquí te vengo a traer Lo mejor de mis amigos Que con ellos practiqué.

Me llamaste a las carreras Y aguinaldos yo dejé Para que los repartieran Mis hijos y mi mujer.

Por eso cuando mi gente Se reúne a celebrar Es que están conmemorando Recordada navidad. Rocí

“La Generosidad es como una pelota, cuando se lanza a la pared revota” (Palabras de la señora madre del padre Claudio M.J.P.)

La Muerte de mi Madre El 14 de mayo de 1995 mamá, aprovechando que todos estábamos reunidos celebrando el día de la madre, nos entregó a todos los hijos (10) la escritura correspondiente a cada apartamento que mi padre nos había dejado y cuyo fruto de arrendamiento había quedado a mamá para proveernos.

Ese día, cada uno recibió la orden de registrarlo a su nombre, lo que más nos llamó la atención, fue que a las tres mujeres solteras: Odila, Beatriz y yo nos escrituraron la casa madre, aquella donde nacimos, la casa nueva o la de los tres pisos, así la llamábamos después de la reforma, mi madre también nos entregó la escritura de ella y nos pidió que viviéramos en una sola, para que al rentarla nos sirviera para nuestro sustento y así pudiéramos vivir honestamente y pudiera continuar siendo la casa de los abuelos. Este gesto de mi madre nos alertó sobre su estado, sabíamos que en cualquier momento nos dejaría, continuamos con ella once meses más, porque la enfermedad y la tristeza le permitió reunirse con mi padre el 10 de marzo del año 1996. Mi madre murió de una Bronquitis severa. Desde esos momentos la soledad y la ausencia nos hizo comprender el valor a nuestros padres, la grandeza de su amor, su sacrificio y su entrega.

Mi Padre…

Fue un hombre inteligente, trabajador y sencillo, siempre estuvo pendiente de los quehaceres de la casa y la buena educación de todos.

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El que lo conoció tiene más cosas que yo para contar, después que mi padre murió llegó a la casa un señor que vendía aguacates, venía a buscar a papá para pagarle una plata que él, le había prestado para ir a ver su familia a su pueblo, cuando éste se dio cuenta del fallecimiento empezó a llorar a mares, nos decía entre sollozos, que mi padre lo había sacado de muchos apuros, mi madre le dijo: _Vaya en paz buen hombre, que su deuda ha sido cancelada, ha dado usted una gran prueba de fidelidad.

honradez y

Los domingos y días de fiesta mi padre siempre salía de cacería y en el camino cogía una flor para traerle a mi madre, de ahí que los llamaban los Cuchi, cuchi. Mi padre no permitía que durmiéramos fuera de la casa, un día me fui con su hermana margarita a casa de Alicia su otra hermana, cuando llegó a la casa y nos contó se dió cuenta que yo faltaba cogió el carro y se fue a buscarme, pero que lío porque mis tías no me dejaron venir. Este era mi padre celoso de sus hijos.

Las palabras celebres de mi Padre eran “No te gastes el dinero antes de ganártelo, guarda siempre para los improvistos, cuida el billete que las monedas se cuidan solas, no tengas miedo en dar o hacer una de misericordia que Dios las paga muy bien, no olvides consignar en el banco de la vidas porque sus intereses los encontramos allá arriba multiplicados 100%100” Los amigos de mi padre con los que iba de cacería eran: Los Restrepo Jesús y Oscar, Olimpo Giraldo, Héctor Montoya, Pacho Cardona, Luis Ángel Rico, Antonio Vera, Enrique Montoya, y muchos más que salían encaravanados en busca del conejo sabanero, estos amigos eran de toda la vida hasta de la escuela cuando él era niño Mi madre…

Fue una mujer incansable que entregó todos sus sueños para cuidarnos, nos enseñó la grandeza de Dios y el servicio a los demás.

La Nenita: como cariñosamente la llamaban los vecinos y familiares, fue una mujer caritativa y comprensiva con el necesitado cuando alguien le pedía algo, ella siempre tenía algo para donarle incluyendo una vela para la santísima Virgen, de esta manera evangelizaba y les enseñaba la devoción a ella. Recuerdo que por los años cincuenta, una anciana llegó a la casa muy temprano, mi madre le dio desayuno y una totumada de leche para que le llevara a sus hijos, al despedirse mamá le dijo con cariño: _Ginia cuide bien a sus muchachos, tenemos mucha responsabilidad con ellos, a la hora de la muerte, tenemos que entrar al cielo con ellos.

De repente Ginia empezó a sollozar, mi madre le preguntó por qué lloraba y ella gimiendo le contesto: _Es que yo no puedo con Raúl, es demasiado gordo.

Raúl era su nieto. Y su situación era muy difícil.

Mamá estaba en todo, las hermanitas tenían una vaca y mi mamá les compraba la leche, allí vivían tres presos en rehabilitación que ayudaban a la celaduría y a los trabajos de reconstrucción del ancianato ellos eran: Don Sixto, don José y don Alfredo, éste era muy enfermo, mamá siempre me decía: _ Pídele una vasija a don Alfredo para llenársela de leche.

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Don Alfredo me la recibía feliz y con lágrimas en sus ojos no sabía cómo agradecerle a mi madre.

Mamá siempre compartía con las vecinas lo que tenía y siempre les deba una libra de arroz por una libra de arroz porque ella decía que con esto mitigaba un poco el hambre, mi mamá tenia siempre quien le lavara la ropa, recuerdo que el vestido de mi primera comunión era de farolitos le quite el bolero de abajo y el tubo de la manga luego lo teñía de verde limón lo quería mucho y un día se desapareció, pero por sorpresa se lo vi a la hija de mi vecina, de inmediato fui donde mamá y le dije: _La hija de la vecina tiene mi vestido" Y ella tranquila me contestó: _ Usted tiene otros y ella no tiene.

Esta era mi madre.

Todos iniciamos nuestro camino pero conservando la unión familiar, hemos hecho todo lo que esté a nuestro alcance para respetar los valores que nos dejaron y cumplir sus deseos LOS HERMANOS MONTOYA MUÑOZ

Aquí estamos los diez hijos después que faltaron nuestros padres formando un Angulo de 60 grados.

Luis Carlos y María Elisa (La Nenita) un matrimonio ideal, su amor verdadero los acompañó siempre y Dios los bendijo con una familia numerosa, diez hijos: Luis Hernán, Luis Carlos, María Rocío, Aura Estela, Blanca Odila, Beatriz del Socorro, María Lilia. Pedro, José Luis y María Cecilia, Siempre se sentían orgullosos, mi padre murió con nuestros nombres en la boca.

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Cada día los recordamos con mucho cariño y damos gracias a Dios por dejarnos tan unidos. El siguiente es un poema hecho a mi madre, María Elisa, que con cariño la llamaban (la Nenita) en el año de 1.997. Ella ya había fallecido.

La Nenita Nenita nombre sublime Nenita nombre sin par Con cariño te llamaban Los chicos de este lugar.

A todo te sometías Para hacerlos tan feliz Que tu casa convertías En brazos para servir Magdalena te llamaba Tus amigas del lugar Y vecinas encontraban Tu hermosa sinceridad.

Hoy todos te recordamos Con este precioso don Que llevabas a socorro Grabada en tu corazón Tantas cosas hay nenita Tantas para recordar Buena esposa, buena madre Y amiga siempre sin par -Roci-

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La herencia de mis padres

Momento de oración de Jorge Iván y Juan David antes de irse a dormir.

Mi madre fue una mujer incansable que entregó todos sus años a cuidarnos y se ocupó de las cosas de la casa con un amor entrañable, era templada pero dulce al hablar, compartía con las vecinas lo que tenía, siempre nos decía: _ Una libra de arroz por una libra de arroz con esto pueden mitigar un poco el hambre, uno no sabe, cuándo le puede tocar a uno.

Recuerdo como si fuera hoy, que el vestido de mi primera comunión, yo lo quería mucho, tenía unos farolitos muy bonitos, un día, le quite el bolero de abajo y el tubo de la manga y luego lo teñí de verde limón para seguírmelo colocando en las fiestas; un día se desapareció, lo busque por toda la casa y no lo encontré, una tarde cualquiera iba por la calle y ¡oh sorpresa! Me encontré con la hija de la vecina de enseguida y tenía puesto mi vestido, busque a mamá y le dije: _Mamá " Julianita tiene mi vestido".

Ella sin mirarme me contestó: _" usted tiene otros y ella no tiene.

Esta era mi madre…

Desapego Esto lo hacia mi madre para enseñarnos a desprendernos y no apegarnos a las cosas, esto para mí fue una lección que me ha servido en la vida, con la condición que la historia se sigue repitiendo porque

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mis hermanas hacen lo mismo, cuando en la familia había alguien con una necesidad mi madre nos convocaba a un teletón y todos acudimos a portar y a veces con muy buenos resultados más que lo suficiente.

Mi padre fue un hombre inteligente y trabajador, siempre estaba pendiente del quehacer, de la buena educación de todos, el talento de mi padre y de mi madre iba siempre a la par, no tenían egoísmos, ni competencias; se cuidaron el uno al otro hasta el final.

Nos dejaron para siempre la riqueza de sus vidas y los mejores recuerdos, la oración y el rezo del santo rosario en familia para, las virtudes para ser buenos católicos, el respeto por la religión, la bendición del estudio, la persistencia en el desarrollos de nuestros talentos, el ser agradecidos y serviciales en todo momento, la pujanza y la honestidad, la resistencia, la entrega total en. Esta fue una época muy hermosa, a pesar de tantos acontecimientos difíciles, me siento orgullosa de haber ayudado a mamá con la crianza de mis hermanos, hoy por hoy son abuelos, por ello, me quedé aquí, para mirarlos progresar desde la barrera.

Y así, transcurre nuestras vidas en la familia Montoya Muñoz, aún nos reunimos hacer el santo rosario.

Hoy quiero manifestar el aprecio que siento por mi familia, por mi terruño, por los momentos en los que he podido servir y por aquellos que me han servido durante toda mi vida, espero seguir viviendo aquí… y ser feliz hasta mi muerte. …Y en nombre de mis padres, quiero dar un reconocimiento a este barrio, que un día me vio nacer, correr calle arriba y calle abajo, todos estos lares, a mis hermanos y hermanas que siempre han estado ahí, y sin importar cómo, han aportado enormemente al crecimiento de mi vida y al desarrollo de mis sueños, a los que llegaron de otros lugares a dejarnos su cultura y hermandad, a aquellas personas mayores que me brindaron tanto cariño, con un amor incondicional como la hermanas cuartas, entre muchas otras que me dejaron sus buenos ejemplos de vida que aún conservo con gratitud, a los vecinos que me hicieron reír, a los que ayudaron a mamá, a los que cuidaron de mis hermanos y nos enseñaron a jugar, con gratulación los llevo en mi corazón, a

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las personas que se levantaron conmigo y me acompañaron en las luchas, travesuras y demás avatares de mis días, doy gracias a Dios, sin olvidar los amores que sin condiciones me hicieron tan feliz.

Nuestra casa Hoy

Hoy, continuamos viviendo actualmente en la misma casa. “La casa Nueva” “La Casa de los Abuelos” Aquí vivimos, los tres capullitos de rosa (así nos decía papá) : Odila, Beatriz y yo, aún conservamos nuestra historia y nuestras vidas, la casa sigue siendo “La Casa de los Abuelos” todos los sábados somos visitadas por toda la familia. La protagonista de estos encuentros es una olla a la que llamamos “La Milagrosa” nos hemos reunido hasta cincuenta personas y hay comida para todos. Odila una de mis hermanas, no le larga la cocina a nadie, porque ella sabe medir y complacer los gustos y mi otra hermana, Beatriz es a la que mi padre le dejo el timón para que nunca faltara nada en la casa.

LOS MATRIMONIOS DE MIS HERMANOS Hernán y Amanda

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Luis Hernán Montoya Amanda Amaya, se conocieron en trabajo “Galletas Coro” y se casaron pronto y tuvieron cuatro hijos: Jaime Alberto, juan Carlos, Adriana María y Miriam Cristina. Hernán, era un hombre soñador siempre pensaba en grande, desde muy joven era feliz trayendo comida para la casa, lo que más me marco fue aquel bulto de yuca que trajo cuando cumplí mis quince años que lo pase todo el día comiendo yuca cocida, yuca asada, yuca revuelta en huevo y en todas las formas y lo más lindo era cuando salíamos a compartirles a los vecinos la yuca, la cual recibían llenos de gozo y agradecimiento. Un día llego con un cajón lleno de huevos que había comprado en un pueblo y lo mismo hizo. Hernán trabajaba en la fábrica de Galletas Coros S.A manejando una bola de reparto y visitaba todos los pueblos y al regreso, volvía a llenar el carro con productos de la canasta familiar y ese era su aporte para la casa, lo hacía tan extenso que alcanzaba para las vecinas. Al poco tiempo se casó y siguió igual, los aguacates los compraba por cajas lo mismo la fruta y las verduras, ahora son sus hijos los que llevan la misma costumbre de cargar de todo para la casa y repartir a la familia a Él, le encantaba comer toda clase de animales, hasta loras. Recuerdo que un día nos invitó a un asado y comimos felices pero al final nos mostró el cuero del chivo, de inmediato nuestras caras cambiaron de expresión. Él no tenía ningún escrúpulo y charlando, charlando era como caíamos fácilmente con él, mientras comíamos, sus hijos son: Jaime Alberto y Gloria Rojas tuvieron un hijo llamado Andrés Felipe quien desde muy niño se fue a vivir a Alemania con su madre. Su hijo le regalo una tierrita en San Rafael (Anti) y siempre sus primeros frutos los comparte con las tías y cuando está separando las cosas dice: _ Esto, es para la abuelita Y es así, es como llega el revuelto cosechado y traído con mucho amor.

Juan Carlos se casó con Miriam Vargas y tuvieron dos hijas: María Elisa y Laura Gabriela. María Elisa estudia Derecho y Laura Medicina, están pronto a graduasen. Juan Carlos uno de los nietos preferidos de la abuelita (mi madre) que desde muy pequeño la llamaba mi primor y cuando mi madre vestía una blusa de color fucsia le decía abuelita ¡pareces un regalo! Adriana María una dama que luchó la vida para todos, menos

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para ella, todo lo que ganaba era para sus sobrinos del alma. Es una verdadera artista, en un tiempo se dedicó a pintar imágenes de cerámica en grandes cantidades a las que le toco renunciar por su estado de salud, pero todos vemos sus manos en las obras que nos ha regalado.

Miriam Cristina se casó con José Ignacio Álzate y tuvieron dos hijas Clara Inés y Carolina. A Mirian Cristina la querían mucho los abuelitos, todos sus nietos nacieron en la casa de enseguida y se comunicaban por las cocinas con la casa de los abuelitos de aquí tanto apego por ellos. Mirian Cristina se distingue por el don de gentes que tiene.

Luis Carlos Montoya (Calocho) y Amalia Vélez

Nacieron y se criaron juntos en este mismo lugar; esperaron el tiempo necesario para formar su hogar, las raíces de estas familias se distinguían como buenos cristianos y católicos reuniendo todos esos valores que los adornaban y tuvieron tres hermosos hijos: Nora Elena, Luis Felipe y José Fernando. Con estas familias doy a conocer la quinta generación de Don Genaro Vélez. Luis Carlos hombre valiente, luchador y creativo, cuando era niño en la escuela se ganó un premio por el día de la madre y este decía “Una madre sabe lo que vale un hijo, pero un hijo no sabe cuánto vale una madre” tenía una tenacidad para todo lo que se proponía a hacer.

Todas las primas lo recuerdan con mucho cariño, por él tuvieron la oportunidad de conocer el mar. Él trabajaba en enlatados Tío Pepe y le prestaron un furgón en el que acomodo más de 30 personas para llevarlas a conocer el mar, todos iban libres de viáticos, solo llevaban el vestido de baño y sus mecatos, al llegar a la playa armaban sus carpas para descansar un poco y luego de pasar un día feliz regresaron alegres a casa llevando siempre este recuerdo” conocimos el mar por Calocho que cariñosamente lo llamábamos así.

Nora Elena se casó con Mariano Vélez y tuvieron dos hijos: Daniela y Camilo. Nora Elena mujer valiente y echada pá delante, ella misma hace su ropa y se la admiran mucho y le preguntan dónde la compro y el secreto está en el que se fija en una moda poco común y si le gusta la confecciona. Cuando era niña tejía los suéteres por encargo de sus amigas y con ese dinero se compró su primera máquina de coser con la cual se dedicó a hacer bolsos para sus compañeras y no daba abasto y para la finca se llevaba su máquina de coser y si

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iba de visita se llevaba sus agujas de tejer. La reconocemos como una buena ama de casa y luchadora por la vida. Sus hijos son unos grandes ciclistas.

Luis Felipe Montoya V. se casó con Liliana Espinosa y tuvieron dos niñas; Manuela e Isabela. Isabela nació después de los veinte años de Manuela. Luis Felipe hombre luchador, desde pequeño le toco ayudar a su padre en la finca en sus varias etapas cuando tenían el criadero de cerdo y su engorde y más tarde en la caballeriza llamada Don Quijote. Le toco prestar servicio militar y recién llegado trabajo en el Carmen de Viboral en un cultivo de champiñones. Y ahora sigue cuidando de la finca que lleva por nombre “Villa Amalia” José Fernando Montoya V. contrajo nupcias con Yudi y tuvieron una hija; María José.

José Fernando, hombre sencillo y trabajador que tuvo el gusto de trabajar en varios proyectos y estar en la jugada, de lo que le gusta.

Estella Montoya M. y José María Villa y Villa. Un matrimonio ejemplar, luchador y echado pá delante, tienen una hija llamada Luisa Fernanda, estudio en la universidad EAFIT ingeniería mecánica, hizo su doctorado en Valladolid España. Hoy se desempeña como docente en la universidad de Medellín. Estella, fue docente y trabajo mucho con niños pequeños y ya después en su matrimonio se dedicó a la construcción, una pequeña arquitecta que empezó con 100 mil pesos y hoy tiene un edificio de cuatro pisos y ocho apartamentos.

Esta familia ha sido siempre de progreso. Cada año hacían un paseo familiar y viajo a muchas partes hoy gozan de su hija y de un merecido descanso en su casa que la llenan de hamacas por todas partes, patios y hasta en la cocina, su casa está situada en la Floresta que parece un pequeño pueblo, es muy visitada por sus hermanas y sus sobrinos.

Pedro Montoya y Estella Ramírez

Pedro Montoya M. contrajo matrimonio con Estella Ramírez, es un matrimonio feliz tal para cual, caritativos, serviciales, humanitarios y un sin número de virtudes que los adornan. En cierta ocasión un familiar vivía solo y no tenía más que una casita y llama a Pedro para proponerle, que si le compraba su propiedad pero con una condición que lo dejara vivir allí hasta que él se muriera porque necesitaba que lo cuidara una enfermera, esta era la única forma para él sobre vivir, así fue que no dudo Pedro y le compro la casa al primo donde vivió mucho tiempo hasta su muerte.

José Luis Montoya y Martha Cecilia Restrepo

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José Luis Montoya M y Martha Cecilia Restrepo, contrajeron matrimonio y tuvieron dos hijos: José Andrés y Juan Pablo.

José Andrés Montoya R, es graduado en ingeniería mecánica de la universidad EAFIT ejerce su profesión EU contrajo matrimonio con Lina Duque y de esta santa unión nació un hijo llamado Lucas el 19 de noviembre de 2015 El que alegró este hogar.

Familia Lopera Montoya Juan Pablo Montoya M. Ingeniero mecánico egresado de la universidad EAFIT, se desempeña como gran diseñador de repuestos de maquinaria para la minería en la empresa Moser propiedad de su padre.

María Cecilia Montoya y Gabriel Darío Lopera contrajeron matrimonio por poder, aquí se casaba Cecilia con un hermano de Gabriel Darío y Gabriel Darío se casaba en Canadá al mismo tiempo, más tarde Cecilia se fue a vivir a Canadá, tuvieron dos hijos: Jorge Iván y Juan David. Ambos canadienses.

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Jorge Iván Lopera M. se casó con Priscila Benfeito y tuvieron dos hijos: Kian y Cruz Mateo.

Juan David Lopera M. contrajo matrimonio con Mariela Alonzo y tuvieron un hijo llamado: Meisón. Esta generación nació en Canadá.

Familia Montoya Espinosa

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MIS LABORES DESPUÉS DEL CONVENTO

Colegio Jesús María Este colegio para mí, es como el vientre materno de una madre cuando recibe la semillita que con amor deposita el hombre y en tiempos de gestación lo cuida noche y día, hasta el día que se puede contemplar cara a cara para iniciar con ellos el camino de la vida.

Así mismo vi llegar a este colegio un montón de semillitas que poco a poco se fueron germinando intelectualmente hasta verlas crecer con grandes valores, virtudes y grandes talentos.

Fue por la época de los 60 cuando llegué al Colegio Jesús María, me llamaron a reemplazar a una profesora para cuidar a un grupo de niñas de preescolar , al año siguiente me vincularon, fue una experiencia muy linda, recuerdo que una mañana vi llegar a Adelita Donadío Copello en compañía de una niña pequeña no quería soltarse del uniforme de la hermanita porque quería quedarse en el colegio, desde ese momento tuvieron la idea de abrir un maternal para niñas como ella, tiempo después, me informaron que yo quedaba encargada de Él, entre las pequeñas que llegaron, estaba una niña menudita de ojos claros y cabello corto que se hacía notar por el largo y ancho que le quedaba el uniforme , días después me di cuenta que el uniforme era de su hermanita Adelita, ella era tímida pero muy cariñosa, su mirada era triste y fija, cuando me vio se aferró a mi habito y desde entonces fue la alumna más querida, había una empatía muy singular, ella siempre buscaba refugio en mí, Lucía Donadío Copello es su nombre.

Esta oportunidad saco de mí, lo maternal, Dios puso a nosotros los maestros en este hermoso oficio para infundir en los pequeños su amor a través de los valores que serán las bases perpetuas de una sana educación “ Bien aventurado el maestro que sabe corregir con amor, bien aventurado el maestro que comparte su alegría con sus alumnos, bien aventurado el maestro que sabe consolar al niño afligido, bien aventurado el maestro que se ocupa de los niños que carecen de pan, tanto material como espiritual, y bien aventurado el maestro que en la oscuridad guía a sus alumnos para que no tropiece.

Cada día les recordé a mis pequeñas que debían leer mucho, muchísimo y componer un cuento, ellas en su temprana edad entre rayas, plastilina y rompecabezas fueron aprendiendo estos deberes.

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“El alumno que cumple con su tarea, nunca será olvidado” y por cosas de la vida la pequeña Lucía jamás la olvide, tenía tan presente su nombre que 50 años después, estaba yo participando de un taller literario en el jardín Botánico y de pronto escuche el nombre de una escritora Lucía Donadío Copello, indague, hasta que me conseguí el correo, sabía en mi interior que se trataba de ella, le envié un mensaje presentándome como su profesora de maternales y para mi sorpresa, no sólo me respondió su saludo, sino que nos pudimos encontrar… platicamos , nos reímos y recordamos, ella emocionada me presentaba a todos como su primera profesora y hoy, esta hermosa niña hecha toda una escritora, es la gestora principal, de que mi libro, hoy este en sus manos.

El 13 de marzo remplace a una profesora por casualidad y el 1 de mayo, ya estaba de lleno en ese lugar.

En el que estuve 12 años llenos de felicidad.

Tiempos que pasaron Como una estrella fugaz Que solo la recuerda La que la vio pasar.

COLEGIO SAN JOSÉ Cuando empecé a trabajar en el colegio de San José De La Salle, recuerdo que los niños eran muy inteligente y los hermanos muy exigente y nos pedían enseñar a leer a los niños avanzando dos o tres renglones para que el niño pudiera mirar al frente para contemplar su receptores dándole firmeza al texto que está enunciando. En el año 1974 estaba de Rector en el Colegio el Hermano Andrés Rosero, en el año1976 lo remplazo el hermano Octavio Martínez y en el año 1978 le recibió El hermano Álvaro Llano. En estos años conocí a muchos niños y padres de familia que se fijaron en mí por su delicadeza, su dulzura y su amor incondicional. Estos son uno de tantos que aun guardo su amistad, los alumnos, Fran Colimón Gómez hoy médico anestesiólogo, hijo del doctor Kal Colimón y la señora Argelia Gómez, el doctor Oscar Alberto Velásquez Uribe Cardiólogo, hijo del señor Oscar Velásquez y de la señora Luz Elena Uribe, a los que quiero dar un reconocimiento muy especial por esta amistad tan sincera que nos acompaña tantos años.

Aquí me encuentro con Oscar Alberto un día que iba de paso por su oficina en el Hospital de San Vicente de Paul. En el año 2014.

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Entre todas estas cosas doy Gracias a Dios de haber nacido aquí y el de darme esta menoría para poder darlo a conocer. Porque por el mapa no paso, pero los que nacimos aquí lo llevamos en el corazón.

En los años 1990, fuimos invitadas por la hermana Felicidad a pertenecer a un grupo de Laicas comprometidas a la que felizmente nos comprometimos un buen números de personas que cumplimos una misión muy bonita: la hermana Felicidad, Ángela, Nidia y yo; consistía que Ángela que tenía carro nos llevaba a San Cristóbal a un supermercado que nos regalaban de todo y se acababa de ajustar para regalar grandes mercados unos 25 que íbamos a llevar a varias casas, como donde Amparito, una niña inhábil donde una doña Marina que tenía como diez hijos, a los cuales se le daban los útiles y uniformes a doña Tulia que tenía una niña especial, a Rusmery una señora que tenía el esposo postrado, teníamos que dejar el carro muy lejos de la casa porque ellos vivían en una cañada en el Picacho, hasta que un día nos sorprendieron los muchachos del barrio y nos amenazaron y nos dieron cinco minutos para desaparecer entonces ya buscábamos quien podía repartir los mercados de ese lugar y los demás Nidia los repartía en su apartamento que quedaba en Caracas con la Avenida Oriental. También hacíamos almuerzos que íbamos a repartir por la playa a los que veíamos tirados en las aceras, pero lo que más me impactó era darle el almuerzo a un anciano que no tenía manos y en esas pasa un médico muy encorbatado nos pidió que le diéramos esa oportunidad y él le dió el almuerzo a este señor. Otras veces nos íbamos para el parque de Belén donde se encontraban los indiecitos pero teníamos que emigran muchas veces para otras partes porque apenas veían el carro salían como tórtolas y era peligroso porque no había control para ello. Otra manera de ayudar era ir a la casita de San José de un padre Salesiano que quedaba arriba del teatro Pablo Tobón y le llevábamos a los ancianos mondongo, recuerdo un día que cogimos un taxi que se volvió horrible con ese caldo, le pedimos excusas y le dimos dinero para que mandara a lavar el carro, esta misión se repitió por varios años.

Una de mis mejores amigas fue Nidia Rosa Echeverri Ramírez, que nos tocó trabajar aquí en Medellín, en Bogotá y en misiones en Barrancabermeja, he aprendido de ella ese amor por los demás, el saber descubrir en el otro su necesidad y lanzarnos a cubrirla sin esperar nada a cambio y sin dejar huella, recuerdo que un día veníamos de hacer un mandado en el centro y al regreso cuando íbamos a la altura del puente Colombia nos comentaron que una de nuestras compañeras la habían operado y que estaba en Pereira, ay Mismo nos devolvimos para la terminal del transporte para comprar los boletos, luego nos regresamos para casa apurada a preparar las maletas cogiendo rumbo a Pereira y la amiga nos lo agradeció de Corazón.

María Salazar fue otra compañera de viaje, a todo se medía y nos invitaba a grandes paseos aquí estamos en Monserrate.

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Congreso En el año 2000 estuvimos en el congreso general de Laicos Misioneros de los pobres Madre Marcelina, en Manizales del 3 al 6 de noviembre Jubileo Año 2000 y en el año 2002 tuvimos el otro congreso en el Hotel Nutibara de Medellín y hasta aquí todo iba muy bien, hasta que la hermana Felicidad se la llevaron para Venezuela, sin darnos ninguna razón, en este grupo de Laicas éramos como 30 y cada una tenía su misión, unas acompañaban a los enfermos, otras cosían los hábitos de las religiosas y remendaban en el hogar Madre Eugenia, a cada una le asignaban una misión. Pero con la ida de la hermana Felicidad todo se acabó.

Despedida De La Hermana Felicidad El 21 de agosto del año 2013, la hermana Felicidad fallece, para nosotros fue muy duro, pero aún seguimos con este espíritu que la hermana nos enseñó cada uno lo aportamos a nuestras medidas.

En nombre de las Laicas no te decimos adiós sino hasta luego puedes estar muy segura y tranquila de lo que sembraste siempre recordaremos la veces que nos enseñaste la palabra "Porque lo que hiciste a este, a mí me lo hiciste, tuve sed y me diste de beber, tuve hambre y me diste de comer, estuve desnudo y me vestiste. Estas palabras te las va a decir el Señor. Porque esto fue lo que sembraste con tus Laicas y puedes estar muy segura que jamás te olvidaremos. Solo nos hacemos una pregunta ¿por qué?... y sabemos que ese porqué, fue tu último suspiro, Pero esa respuesta te la dará el Señor y la Madre Marcelina. Aunque sé que muchas las Laicas nos seguimos preguntando. ¿Por qué?

Fundación Antioqueña de ayuda al reumático Fundare Medellín Su fundación fue el día 21 de octubre del año 2011 por: Luz Dary Castrillón y Luz Dary Quintero. Desde ese momento estoy con ellas Tuve la oportunidad de tener allí un programa con los enfermos que llevaba por nombre " Pasen la tarde con Rocí" en el año 2013 pero por quebrantos de salud tuve que suspenderlo. Hoy gozan de grandes institutoras del Cena y su presidenta es Luz María Sierra Ochoa.

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Actualmente pertenezco al grupo de Abuelos cuenta cuentos actividad coordinada por Marcela Luján desde la Biblioteca de la floresta, esta labor estriba en ir a los colegios para leerles a los niños cuentos y realizar dinámicas.

Doy gracias a Dios por todas experiencias que me han dado estabilidad a mi vida y por este lado soy feliz, gozo de buenas y abundantes amistades que me unen en costureros, en trabajos sociales y otras misiones que pertenezco.

La historia de los Abuelos

Los mercados Los abuelos tenían la costumbre, de ir a mercar todos los sábados después del desayuno, me tocó ver a muchos abuelos salir de la casa con un costal bajo el brazo y en una mano el tarrito para la manteca vegetal o de cerdo que la compraban por libras en los graneros, cuando el mercado era grande se iban a la plaza de Cisneros a

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comprar al por mayor o para el mes, también los abuelos aprovechaban para hacerse motilar en la Alambra con Maturín, donde quedaban las barberías, en pleno Guayaquil, si les sobraba platica aprovechaban para ir a tomarse una cervecita y darle una palmadita a la mesera, cuando el abuelo mercaba en el granero o tienda del barrio, lo hacía con lista en mano, su esposa era la encargada de hacerla y de revisarlo cuando él lo llevaba , en aquel entonces no había los famosos domicilios de hoy, apenas llegaba, la abuela lo inspeccionaba y si no le falta nada, y le sobraba algunos centavos, regresaba de nuevo a la tienda para tomarse sus Politas, decían que el hacerlo después de llevar el mercado a la casa los hacía muy contentos, al rato aparecían los nietos felices porque el abuelo era muy regalado con ellos, cuando yo pasaba por allí, veía a los niños sentados sobre los bultos de papas tomando fresco, esta era una manera muy linda de disfrutar con el abuelo, cuando quería despacharlos para la casa, les daba una monedita para comprar mecato, el niño salía de inmediato feliz a comprar una cacorra, así se le llamaba la galleta negra que vendía Felisa la hermana de Tránsito Álvarez, quien era muy conocida en el barrio por su venta de golosinas que le encantaban a los niños.

El abuelo que vivía en el monte Estos abuelos salían a mercar a caballo, lo equipaban con enjalmas y sobre ellas montaban a uno de los nietos o un hijo para que se quedara cuidando el caballo mientras mercaban, al llegar, estos llegaban con los pies entumidos por la posición incómoda durante el viaje, tenían que pasar por caminos empedrados y bien empinados. Al terminar de mercar, el abuelo colocaba el bulto sobre el caballo atado con cabuyas y sobre el bulto sentaba el niño.

Así era la vida de los abuelos del ayer, entre nieto y abuelo compartían muchas actividades, por esa época los abuelitos valían mucho y los nietos los reconocían, los amaban, en las noches los abuelos les contaba historias de sus años mozos, o historias de espantos o anécdotas de sus padres y abuelos.

Hoy, la evolución todo lo ha cambiado, hasta la forma de educar, aunque todavía algunas familias se esmeran por conservar las buenas costumbres.

La gente de mi barrio era solidaria, si hacía falta una pasta de chocolate a uno de nuestros vecinos, mamá simplemente nos enviaba a llevársela, unidos remediábamos nuestras necesidades; nuestros abuelos sembraron en nuestra formación la templanza y el amor por los demás, eran exigentes; nunca permitieron que perdiéramos el tiempo o que estuviéramos de ociosos, cuando nos veían sin hacer nada, vaciaban un bulto de frijoles y otro de maíz para que los escogiéramos y así, permanecíamos ocupados, esto se veía mucho en la finca de los abuelos. Con esta disciplina adquirimos sanos hábitos de responsabilidad y orden, sobre todo con el aseo, siempre nos repetían que la limpieza daba salud, una tarde mi abuelo me relató que a principios del siglo xx a los niños los atacaba mucho el tifo, los parásitos, las lombrices, por falta de higiene, el barrio carecía de servicios sanitarios y muchas de las familias les tocaba ir a los matorrales, cañaduzales, cafetales a hacer sus necesidades fisiológicas. Los padres de aquella época incluido los míos combatían estos males con purgantes naturales hechos a base de aceites, ¡eran efectivos! pero sabían muy mal. Recuerdo la leche de higuerón, era una verdadera penitencia tomarse una cucharadita de este frasquito.

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La rama de paico machacada puesta en emplasto sobre el estómago alborotaba las lombrices y las hacía arrojar. las paperas también tenían su temporada, esta era más peligrosa para los hombres porque se les podía bajar para los testículos, sobre todo, si les daba el sarampión, la tosferina, la varicela o rubiola, entre otras…Mamá siempre nos cuidaba, siempre nos decía: _ No pueden estar caminando por el piso mojado porque se llenan de niguas.

Cada día nos levantaban muy temprano a bañarnos y no podíamos hacer repulsa, sobre todo con la espulgada del cabello porque nos vigilaban todos los días para que los piojos no se nos pegaran, también nos cuidaban de las pulgas, los gusanos de pollo, barbar indio de col y de otras cosechas.

Los niños de esa época eran muy fuertes y saludables a pesar de la cantidad de plagas que los acechaban y la precariedad en las que algunos vivían, en ese tiempo la alimentación diaria era lo más importante porque de ella dependía la clave para su protección y el buen desarrollo de sus defensas, nuestros padres nos alimentaban muy bien, en el desayuno no podía faltar la arepa con manteca en el almuerzo, el zancocho o sopita de arroz, la mazamorra la servían con un tronco de panela, el más pudiente utilizaba la postrera de leche y en la noche los frijoles con su arepa gruesa y su buen chicharrón, en algunas ocasiones nos servían unos frijoles con coles y cidra que después de comerlos parecíamos en medio de juegos pirotécnicos, los más pequeños los bañaban con leche para ayudarlos en su crecimiento y les daban a tomar leche caliente recién ordeñada en biberones improvisados, los teteros eran botellas de cerveza con unos chupos inmensos como tres centímetros que servían para asegurarlos en el envase y un dedo de largo, asemejando el pezón para que tomaran tranquilamente, recuerdo que junto a la tienda del Porteño estaba la farmacia de don Antonio, aquí, veníamos a comprarlos, algunas veces sólo nos mandaban a buscar el remedio para los achaques, los abuelos nos apuntaban en una boletica el nombre y salíamos felices porque alguna monedita nos ganábamos por ello.

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EL VESTUARIO Las mujeres se distinguían por sus trajes largos, elegantes y modestos, a los hombres, no les faltaba el sombrero, siempre iban descalzos y cuando había un acontecimiento se colocaban los zapatos, el baúl y la tapa, las mujeres llevaban mantillas muy finas en tela de chilis y los hombres su cachaco del matrimonio.

Don Juan Bautista Gaviria y Doña María del Rosario Restrepo también hicieron parte de los primeros habitantes de El Coco Los abuelos usaban: los calzones remendados, un poncho o ruana, sombrero de hojas de caña tejidos, o de paja, descalzos de carriel y un arreador. El papá nuestro, ya usaba cachaco, lo mandaba a hacer al sastre, este siempre le imponía la moda, corbata o corbatín, el pañuelito en el bolsillo de la pechera, zapatos de moda como: zapatillas, los gardelianos; este era un zapato combinado negro y blanco. El joven de hoy se viste de bluyín, tenis, cachucha y no les falta la camiseta de la selección Colombiana o del equipo favorito de su departamento.

Las abuelas usaban las poleras, las mamás los estilos sastres y la jóvenes vestidos a la rodilla, hoy los strapless y faldas arriba de la rodilla, ¡Cuánto cambio!

El Transporte El abuelo se movilizaba a caballo o en mula, nuestro papá en tren, tranvía, en bicicleta, o en carros de escaleras, más tarde el joven se desplaza en colectivos, en bus, moto, metro o en su flamante carro. Los abuelos hacían largas trayectorias a pie para llegar a una parte u otra, hoy nos cuesta salir a caminar y Disfrutar De Nuestros Paisajes.

El Nivel Educativo

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Nuestros abuelos, eran analfabetos, pero poseían una inteligencia máxima, nadie les ganaba para hacer algunas operaciones, las hacían de memoria o por intuición, como mi abuelo. Algunos papás a duras penas llegaban hasta quinto de primaria, porque en las escuelas no tenían más grados.

El joven de hoy tiene más oportunidad de estudiar, de elegir dónde quieren estudiar inclusive lo hace desde el jardín, primario, secundario, universidad y sus especializaciones. Esto nos da a saber cómo hemos evolucionado el día de hoy.

Las Direcciones En aquella época se usaba como referencia para ubicar las direcciones, los nombres de sitios reconocidos como por ejemplo: El Morro del Carmen, El Cementerio de Robledo, la tienda de Pisa blandito, la tienda de Pacho Maya, la tienda de Carlos Julio Ossa, la quebrada la Mina y en otros casos se utilizaba los apellidos de las familias, así podíamos llegar a los diferentes lugares de mi barrio.

LAS ESCUELAS

Mi abuelo me contó que fue por los años 1920 que empezaron a funcionar las escuelas en mi barrio, “La Granja Clodomiro Ramírez” fue una de las primeras, la conocí por los años cuarenta su director era Don Liborio Gaviria y suplente Don Gabriel Sepúlveda, ellos fueron muy amigos de mi padre y compañeros de cacería, mis hermanos mayores estudiaron allí, así que nosotros íbamos con mucha frecuencia hacer visita, tenían un internado, la señora Ana Eva Álvarez les hacía de comer.

Esta escuela, era de varones y sólo se cursaba hasta el tercer grado, a mi hermano le gustaba mucho porque le enseñaban a cuidar los animales: tenían conejos, patos peces (mojarras), gallinas lego, cerdos y curíes; también tenían sus sembrados, como las hortalizas, los alumnos podían llevar , en varias ocasiones la profesora los mandaba a la casa con algunas de ellas; la siembra era variada tenían repollos, lechugas, cilantro, cebolla junca y de huevo, tomates, remolacha, zanahorias, rábanos, coles, espinacas, pepinos: cohombro para rellenar, el maíz, los frijoles, los plátanos, la yuca, y la arracacha estos lo usaban para la canasta familiar de la granja y para a los niños de escasos recursos.

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La granja de Clodomiro Ramírez estaba ubicada en los mismos terrenos en donde se asienta la estación santa lucía del metro, por los años 40´s servía como centro de estudios agropecuarios, allí además de enseñar a los alumnos a cultivar hortalizas, les indicaban cómo cuidar de los animales y estudiaban bajo la modalidad de internado; la granja tenía un sembrado muy hermoso de girasoles, que se nos antojaban gigantes rosas de 50 y más centímetros de diámetro, los granos que producían los girasoles, eran del tamaño de la higuerilla, en la granja todo lo que cultivaban, se vendía a los vecinos.

Tenían un estanque de peces y el que más conocíamos era la mojarra; también criaban conejos gigantes y gallinas legos de calor blanco, el administrador de la granja era Liborio Gaviria, hoy, el abuelo de Natalia parís. Ahora, la anterior granja sigue funcionando como la escuela primaria Clodomiro Ramírez, en forma convencional mixta a ella asisten estudiantes de primaria.

En febrero del año 1921 se fundó la escuela llamada “La Escuela del Coco” Esta escuela fue solicitada por los señores; Gabriel Hoyos y Ricardo Saraz al ministro de educación Miguel Oregón, también llamado el padre de la profesión en el año 1920. En esa época estaba de presidente de la República Marcos Fidel Suarez y de Gobernador de Antioquia y de alcalde el señor Ángel María Echavarría. Por esa época, estudiaba la segunda generación del barrio, ya en los años 57 le dieron el nombre de “Escuela Santa Rosa de lima” hoy su nombre es “Escuela República De Panamá“. En honor al Canal de Panamá.

Las anécdotas como estudiantes Recuerdo que para ir a trabajar o a estudiar nos echaban en el bolsillo una arepa redonda con un pedazo de panela envuelta en una hoja de plátano para comer en el camino, decían que los pasos se hacían más firmes y ligeros, ¡Ah! era delicioso echar trocha con los pies descalzos y atravesar los surcos que iban trazando los animales y el agua, cuando salíamos a la escuela nos deteníamos a perseguir mariposas, no había afán en aquel entonces, nos encontrábamos con niños de otras escuelas y nos internábamos por los caminos que con el tiempo se fueron poblando con paredes de helechos, de escoba babosa, azafrán, mortiños, cadillos, zarzas, dormidera, el triquitraque, hoja santa, los guayabitos agrios que no faltaban y otros que se me escapan, lo más especial para mí, era cuando pasábamos por el lugar donde se encerraba el ganado, allí nos quedábamos un buen rato hasta que el mayoral los guardaba a todos.

El tiempo de la escuela era lo mejor, los niños gozábamos y lo contemplábamos todo.

Algo que me impactaba eran las matas de girasol de dos metros y tres de altas con unas flores que tenían de diámetro unos cincuenta centímetros y sus semillas se asemejaban al tamaño a una fruta de cacao, estas frutas las recolectaban para vendérsela a don Mariano Calderón el dueño de Aceite la Palmera; esta fábrica quedaba en Sn German, por la carretera al Mar, vía que fue diseñada por don Gonzalo Mejía, abuelo de María Emma Mejía, candidata a la presidencia.

La Semana Del Niño En La Escuela En la última semana de octubre se celebraba la semana del niño, Todos los días teníamos una actividad diferente.

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Los lunes: Era el día de los disfraces algunos niños se disfrazaban de indio, consistía en una corona y cinturón hecho de plumas, pintados con achote y una lanza en la mano; otros se disfrazaban de viejitos, se ponían una almohada en la espalda, calzones remangados, un sombrero y un arreador, se pintaban la barba con el tizne de la callana. Las viejitas se ponían un trapo en la cabeza y se pintoreteaban todas. Estos eran nuestros disfraces y éramos felices y divertidos. ¡Qué épocas tan bonitas y sanas!

Los martes: concurso de canto y poesía, recuerdo que Luis Carlos Montoya uno de mis hermanos declamo “Bárbula” este poema me encantaba y sobre todo con la fuerza que lo hacía” - Allí están y en la altura de la lejana montaña los dos ejércitos que bañan con su precioso arrebol… ¡Compañeros, avancemos! nos espera el enemigo, venid a buscar conmigo la muerte o la libertad.

Era bellísimo y muy largo, pero el verriondo, con ella se ganó un premio.

El Miércoles: Los juegos de encostalados, la maratón, la vara de premio: una guadua bañada en aceite o esperma y al final estaba el premio, un billete de x precio. Concurso de trompos y de allí el estribillo” Canuto viejo bruto que hace un trompo en un minuto”, lo mismo las pirinolas, las cometas: las más bonitas, la más grande la que se eleva más.

El jueves: el paseo que cada año variaba, a la Pintada, A Antioquia o a Cisneros en el tren.

El viernes era llamado el día de la Alborada, empezaba por la mañana con un marrano disfrazado y lo soltaban para que fuera por toda la Floresta y los alumnos detrás haciendo bulla y tocando con las tapas de las ollas, otros se hacían un sonajero con las tapas de cerveza, cuando ya estaba cansado el cerdo le hacían sentencia a muerte y lo acusaban de haberse comido la aguamasa del vecino. Ahí empezaba ya el sacrificio y luego lo chamuscaban con los helechos que los alumnos habían traído del monte, después de esto lo descuartizaban y empezaban a pasar la carne para el zancocho Ana Eva Álvarez ya tenía dos hornillas preparadas y bien encendidas, en una tenía una olla con agua hirviendo para hacer el zancocho y en la otra la paila para los chicharrones, los más acomedidos ya tenían el revuelto pelado y empieza la rumba, uno de los alumnos lleva un tocadiscos con los disco de actualidad: Momposina, La pollera Colora, Barrilito, el Grillo y todas aquellas canciones de aquellos tiempos.

Los textos y cuadernos La Famosa cartilla La alegría de Leer Con este libro, todos aprendimos a leer, esta es la portada de la cartilla, aquí aprendí y luego paso a mis otros hermanos.

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Las Canciones Diarias De La Escuela Recuerdo con gran alegría que en la escuela nos enseñaban los valores a través de hermosas canciones como: Mi Cuaderno ¡Ay! mi cuaderno, Como lo quiero Es el amigo, Más verdadero Guarda eh sus hojas toda mi vida Con él me acuesto y es mi comida.

Es una madre, que me corrige Y cuando lloro también se aflige Es juez y es padre y es mi tutela Lleva conmigo, todo a la escuela.

(Teodoro Palacio) La vuelta a la escuela Cual bandada de palomas Que regresan del vergel Ya volvemos a la escuela Anhelantes de saber

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Ellas vuelven tras el grano Que las ha de sustentar Y nosotros traemos la idea Que es el grano intelectual Saludemos nuestra escuela Con cariño y gratitud Que ella guarda el faro hermoso Que la mente baña en luz Ni un momento la olvidemos En los meses de solaz Sunca olvida la paloma Su querido palomar Virgilio Davida 1975 La Abeja Miniatura del bosque soberano Y consentida del vergel y el viento Los campos cruzan en busca del sustento Sin perder nunca el colmenar lejano.

De aquí a la cumbre y de la cumbre al llano Siempre en ágil continúo movimiento Va y torna como lo hace el pensamiento En la colmena del celebro humano.

Lo que saca del cáliz de las flores Lo conduce a su celda reducida Y sigue sin descanso sus labores Sin saber ¡Ay! Que en su vaivén incierto Lleva la miel para la amarga vida Y el pobre cirio para el pobre muerto.

Enrique Álvarez Henao Una de las escuelas más famosas del barrio la floresta, fue la pichincha que aún existe y donde educaban niñas hasta quinto de primaria; también estaba la escuela Isabel la católica en la carrera 80 con la calle 43 la que luego tomaría el nombre de santa teresita.

Sobresalían dos colegios: el de la presentación y el de las hermanas teresitas y en los cuales se pagaba para estudiar. Ahí cerca estaba la escuela del coco fundada por los señores Ricardo sagaz y Gabriel hoyos habitantes del sector, la primera profesora de la escuela fue la señorita Rosaura Zuleta, la que fue la profesora de mi padre y mis tías. La escuela comenzó a funcionar en el año de 1.921, en el año 1951 nos tocó estudiar allí, nuestras profesoras fueron: doña Eva Hincapié y Carmen Hincapié. La escuela era muy concurrida por sus vecinos y se destacaba siempre por realizar exposiciones de costura, bordados, allí aprendían a cultivar hortalizas y flores

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Académicamente no enseñaban sino hasta 2° de primaria, algunas personas repetían los años, para no quedarse en su casa.

Al construir la iglesia de Santa Rosa de Lima, la escuela tomo este Nombre y más tarde cambio por escuela República de Panamá.

Los colegios

El colegio Calasanz nació al terminarse los servicios de diversión que se brindaban en el hipódromo san Fernando. Aquí, en este terreno, empezaron a construir inicialmente los padres escolapios recién llegados de España aprovechando la parcelación que hizo el municipio de Medellín. De acuerdo con lo que yo conocí, digo que los padres escolapios se escogieron la mejor parte, el lugar donde funcionaban varias oficinas las del casino, los comedores, los dormitorios de los jinetes y otras dependencias, como las tribunas, la torre del partido; la entrada al colegio Calasanz, quedaba la puerta de entrada al hipódromo.

El padre Gonzalo diez fue uno de los fundadores del colegio, junto con los padres: Carmelo García, “Palacín”, Luis Fernández, Andrés calderón, guerra, Fortunato, José diez hermano de Gonzalo; entre mis recuerdos tengo al padre calderón como el iniciador de las escuelas pías, que se construyeron en un terreno aledaño al Calasanz y donado por el municipio de Medellín a los padres escolapios.

El colegio Calasanz fue construido en el año 1955 y se situaba en la calle 44 san juan, con la carrera 94; cerca de una gallera.

De allí pasó a la carrera 82 con calle 48 sitio en el que permanece ahora, para funcionar a la par del colegio, se fundaron las escuelas pías en el año 1957.

El ambiente en el colegio Calasanz era muy agradable, se distinguía por sus verbenas, fiestas en la que podían asistir todo tipo de público, su decoración era increíble, armaban unas casitas típicas en madera

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con techo de teja que representaban las distintas naciones como: España, Argentina, Francia, y otras más.

En las casetas en verdad nos recibían gentes llegadas de esos países, atendiendo y vendiendo, los platos típicos correspondientes a su nación. De esta manera, se fueron familiarizando con la comunidad del sector el coco. En el colegio, estudiaban los niños pudientes que venían del centro o de barrios como laureles y el poblado, los muchachos eran transportados en buses especiales, los cuales habían sido importados desde España por los sacerdotes.

Cuenta el Padre Carmelo García, que él llego a Colombia el 17 de enero del año 1957 y ahora se va a España el día 9 de julio del año 2016.

LOS JUEGOS En época de los 50 los niños de mi barrio jugábamos todo el tiempo, al salto de cuerda, a las escondidas, la tienda el dinero que utilizábamos con las hojas grandes de algunas plantas, en las calles los muchachos improvisaban canchas de futbol y mientras ellos jugaban, las niñas echábamos katapis, otras veces se jugaba a las enfermeras y los niños a los policías y ladrones, cuando estábamos cerca a los charcos jugábamos a las lavanderas y los niños, hacían tuquias para bañarse, lo más divertido era echarnos a rodar por la manga de Elisa en cartones, las niñas jugábamos a la cocinita con comida de verdad que cogíamos de nuestra comida, muchas veces invitábamos a los vecinitos y hacíamos comitivas, en navidad, las niñas jugábamos a las mamacitas con las muñecas que nos traía el Niño Dios, los niños jugaban con sus carritos y los que no tenían jugaban con las tapas de las ollas y eran felices corriendo por toda la casa; hacían girar la tapa y con sus pies frenaban en seco imitando los frenos de aire de un carro, a los que nos tocó esa época, aún recordamos sus picaras miradas cuando iban a pasar por la cera, eso bastaba para nosotros entender que debíamos orillarnos para ellos poder voltear, otras veces, armaban una a banda de guerra , con las ollas y los palos de las escobas, algunas jóvenes hacían sus propias muñecas de trapo y los niños más creativos formaban canicas de barro cuando no tenían corozos para jugar, por esos tiempos, todo se valía para ser feliz…ahora, ya no se ve, nada de esto, las manos de nuestros niños y de nuestros jóvenes se encuentran hoy, atrapadas en la tecnología en la esclavitud virtual, otro tipo de diversión para ellos es basura.

Doy gracias infinitas a Dios por habernos dado una niñez tan llena de cosas bellas y juegos sanos al lado de personas tan maravillosas como mi familia y los amigos con los que me divertí tanto y me hicieron muy feliz.

Dios bendiga a todas estas generaciones.

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Esta es la casa de Elisa Estrada, aquí sentada en el prado se encuentra Cecilia, mi hermana menor, feliz con su muñeca que le trajo el Niño Dios en el año 1957. Cada año le celebrábamos su cumpleaños, mamá era feliz trayendo los ingredientes para que yo le hiciera la torta.

Otros Juegos LOS

DEPORTES

En los años de los cincuenta surgieron en el barrio los equipos de futbol.

La quebrada la Mina serbia de límites Coco arriba y el Coco abajo; cada uno tenía su propio equipo de futbol: el equipo de Coco abajo se llamaba COLOCOLO sus juga dores eran; Javier Álvarez (Chilco) ,Luis Acosta ( el Gato) Manuel Jaramillo ( Manolo) Rene Antonio Muñoz ( Rene Papa) Oscar Jaramillo (Oscar Tripa) Enrique Ossa, Bernardo Vélez, juan enrique Vélez, Carlos Echeverri, Alberto Hoyos.- Benjamín Zapata, fue el organizador de este equipo por lo tanto se lo agradecieron mucho y lo recordamos siempre.

El equipo del Coco arriba se llamaba PLATENSE: sus jugadores eran; Hernán Vélez, Gabriel Ossa, Mario Álvarez,( Pata de Vidrio) Los hermanos: Pulgarín, los Pérez, los Monsalve, los Ossa Montoya. Estos dos equipos fueron un poco belicosos. Como en todos los juegos. Así que para todos los aficionados, el suyo era el mejor.

Por esta época las mujeres comenzaron a participar en competencias en los diferentes deportes.

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Los Paseos A las Fiestas de la Feria de Flores Mis padres compartieron con nosotros las Fiestas de la Feria de Flores por los años 1968 y en los 90 les encantaba ayudar a vestir a los nietos para el desfile de los silleteros. Los jóvenes se iban en grupo a los desfiles y debían regresar temprano a la casa, aunque las celebraciones eran sencillas, muy diferente a las de ahora, se podía recrear más sanamente.

a La Finca La finca de don Nel Rodríguez lindaba con la finca de Don Juan de la Cruz Escobar donde vivía mi abuelo íbamos con mucha frecuencia con mi padre y mi ´tía Alicia siempre lo esperaba con una postrera de leche de la vaca mona y dulce machacado o arepa redonda bien asada y tostada en el rescoldo, quedaba en un alto la casa tenía al frente una manga grandísima que iba hasta la portada, allí se encontraba el tejar, en el que tenían grandes hoyos para hacer el barro del cual, hacían los adobes, las tejas los ladrillos que eran como baldosas gruesas y atanores, nosotros lo frecuentábamos mucho para coger barro, los muchachos lo usaban para hacer bolas para la cauchera, mi padre también las hacía en este lugar, nosotras las niñas lo cogíamos para hacer ollitas, estos eran nuestros juguetes, en cambio yo me inclinaba mucho por hacer pesebres, cogía una bola de

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barro la empuñaba y lo que me sobraba por fuera daba un golpe a la mesa y así, le daba la forma al cuerpo de las imágenes luego le ponía la cabeza y el manto, desde este momento he sido creadora de pesebres, he realizado pesebres de cominos y de reciclaje de cincuenta centímetros de alto en compañía del adulto mayor para las navidades del año 1998 en “Vida de los Años” del Seguro Social.

Continuando mí relato…

Los domingos esperábamos a don Juan para abrirle la portada porque nos daban un centavo a cada uno, esto era una dicha para un niño, otra alegría para nosotros era correr por la finca y trepar por los árboles frutales, naranjos, palos de guayaba y mangos, recuerdo que me llamaban la taleguera, porque no me faltaba el talego para traer las frutas. En los arboles maderables, colgábamos en las gajos lazos de un lado a otro y hacíamos fascinantes columpios, unos niños gozaban en los árboles cogiendo sus frutas, mientras los papás aprovechan para talar los árboles más como el chagualo, aguacatillo, algarrobo, para tapiar la casa que se iba a construir, también la Caña brava, la guadua y el bambú, los helechos les servían para fijar las tejas en el entejado; porque las casas en aquel tiempo se hacían de tapia, bareque o ranchos forrados en madera, todo iba de acuerdo del gusto de cada uno.

Los aguaceros: Los fuertes aguaceros hacían bajar de la cima grandes arroyos que surcaban los caminos, las mulas dejaban grandes huellas que más tarde se convertían en senderos transitables.

Después de la tempestad veíamos a los niños salir a jugar entre los charcos y amasar lodo.

LOS PERSONAJES DE MI BARRIO Sus talentos, empleos y labores Los Talentos En el barrio contamos con grandes personajes muy talentosos que se destacaron por tener una gran creatividad, constancia y disciplina para hacer realidad sus proyectos y los proyectos de otros. Estos fueron Don Ricardo Saraz y Don Gabriel Hoyos: Estos dos hombres fueron los que gestionaron el permiso para la aprobación del permiso para que los niños del coco recibieran educación en la primera escuela, el barrio los recuerda con mucho cariño y gratitud por la petición que le hicieron al Ministro de Educación para hacer la escuela del Coco, en el año 1921.

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Ramón Maya Restrepo “El Mecánico”: Era uno de los hombres más talentosos de este lugar; mecánico por naturaleza, desbarataba los carros para entretener a sus hijos y los demás niños la cuadra, siempre quería que todos aprendiéramos este oficio, cuando nos hacían más grandes nos enseñaba a conducir, aún recuerdo el olor de su casa, nunca le faltaba una caneca con gasolina y brochas para lavar tornillos, tuerca y bujías en su garaje. Todos tenemos que agradecerle a Ramón sus enseñanzas, fui una de las afortunadas.

Javier Maya Montoya “El Mecánico Junior: Javier era hijo de Ramón Maya R. y de Carlota Montoya, después de sus aprovechados estudios se dedicaba a trabajar con su padre la mecánica donde aprendió muy bien su lección, hasta perfeccionarse en ella y llegó a desarmar y armar un carro solo, siendo muy joven, cuando ya se defendía del todo compraba los carros chocados y los reformaba. Me llamo mucho la atención cuando compro el chasis que solo quedaba de un carro repartidor de Gaseosas Postobón e hizo de él una enorme volqueta, así que parecía sacada de un almacén , este hombre jamás fue a la una universidad, su padre fue su mejor maestro.

Jesús María Saraz “El Alfarero”: Chucho era uno de los hijos de don Ricardo Antonio Saraz. Habían varios en esta época que trabajaban el barro a pesar de su rutina diaria y los pocos recursos, sacaban tiempo para hacer su propia obra: Jesús María Saraz fue uno de ellos, moldeaba con sus dedos unas hermosas figuras para el mes de junio, hizo la imagen del sagrado Corazón se Jesús, en el año 1953 hizo el busto del presidente , con el fin de llevarlo oculto en la caravana de fin de año y luego, a las doce de la noche, después de quemar el muñeco del año viejo, destapaban el busto de nuestro nuevo Presidente de la Republica General Gustavo Rojas Pinilla, así comenzábamos el año nuevo en 1954 entre risas y alboradas. Estos talentos crecían en silencio porque no se daban a conocer, solo los vecinos lográbamos ver sus trabajos, él construyo otras obras para ciertos acontecimientos comunitarios y para los de los Santos Padres, pero, para mí, fueron éstas, las dos más conocidas.

Rosmira Pérez Saraz “Cantante”, Se distinguió por su voz, era una gran soprano y cantaba en la parroquia de Santa Rosa de Lima, pero siendo muy joven le entregó el alma a Dios, al cielo se fue a cantar, hoy la recordamos con mucho amor en las grandes ceremonias de la iglesia.

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Víctor Obdulio “Escultor” Destacado por su trabajo, nació en el barrio y es hijo de Pacho maya y Otilia Robledo.

Pedro Montoya Muñoz

Cantautor e ingeniero Mecánico, nacido en Medellín, el 6 de septiembre de 1948. Hijo de Luís Carlos y María Elisa, un hogar conformado por diez hijos. Se educó en el Colegio Calasanz de los Padres Escolapios (españoles), allí, comenzó su vida artística y literaria, perteneció a la Tuna Estudiantil y al Grupo literario español en su etapa de Bachillerato el 6 de mayo del año 1977 obtuvo el título de Ingeniero en la Universidad de Antioquia, en la biblioteca de su casa inició su propia empresa Luego paso al primer piso de un local que mi padre le dió, hoy “Comprim Aire Ltda.” Logró posicionarse en el mercado y ahora tiene una gran bodega en el barrio Guayabal, su principal actividad es la comercialización al por mayor de bombas, compresores, motores de fuerza hidráulica, motores de potencia neumática, válvulas con sus partes y servicio de reparación, también cuenta con un equipo de mecánicos especializados, su excelencia le ha permitido viajar con frecuencia a otras ciudades a dirigir grandes trabajos, Bogotá una de ellas. A pesar de sus ocupaciones Pedro le dedicado tiempo a su mayor pasión, la música, inició estudios de Español y Literatura con el gran poeta y escritor contemporáneo Elkin Restrepo y solfeo en el Conservatorio de Música de la Universidad de Antioquia, formó el Trío del Recuerdo con Álvaro Zuleta y Ernesto Vásquez y más tarde, con el Ing. Jorge Gil conformó el Grupo Los Ingenieros. Su trabajo artístico es muy reconocido en Antioquia por ser un Cantautor Multi-Ritmico con gran diversidad de ritmos en sus obras musicales. Su primer LP con el Trío del Recuerdo, lo grabó en Sonolux en 1983, el segundo LP “Por los pasillos del Recuerdo “con el Grupo Los Ingenieros, grabado en Sonolux en 1985, hoy conforman el CD1 y su tercer LP-bailable “Doce viejitas Bailables” con Los Hermanos Martelo lo grabó en Sonolux en 1988, con este completa su CD2. Otras composiciones se encuentran en el álbum titulado “Poemas con Meditación Musical”.

Soy una gran admiradora de su trabajo, por ello, quiero dejar transcritas en este compendio letras de sus canciones.

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EL EMIGRANTE

COLOMBIA HAGAMOS PAZ

Adiós mi patria querida sollozo que taciturno emite mi corazón con esperanza de vida.

Con sentimiento de hombre Y valor de ciudadano Me duele que en nuestra patria Nos matemos colombianos.

Felicidad y paz juntas No lograremos jamás Primero nuestra conciencia Tendremos que preparar.

Ilusiones y semillas de felicidad e hijos parto hacia otros lares con el corazón contrito. ¡Ay! mi madre y mis hermanos mis amigos y mi hogar que dolor me dio dejarlos por alcanzar bienestar.

Me encuentro en la realidad en estas tierras lejanas con dinero y comodidad pero esclavo y sin alas.

La vida me lo dio todo luchando por emprender y disfrutar a mi modo hasta luego envejecer. a morir en mi terruño cuna de amor fraternal con mis viejos, si aún están si no ponerme a llorar.

Medellín, 10/11/2003

Odios, rencores y luchas Con humildad apagad Y el corazón enseguida Paz y calma brotará.

Ya no tenemos más tiempo Ni lecciones sabias dar Luchemos por la Colombia Para florecer la paz.

Buscad y la encontrarás Corazones desarmados Porque si el tuyo desatas Seguro que paz tendrás.

Colombianos del mañana Pensad con tranquilidad Que si paz llega a tu alma Como sol la irradiarás.

Medellín, 12/11/2003

125 EL JUBILA’O Para cuando me jubilen Oficina haré montar Y empezar a trabajar Con derecho al qué dirán.

Como soy un ingeniero De máquinas y soportes Estoy pensando en hacer Los carritos a resortes No se me cae una acera Porque no se de cemento Ni se me muere un paciente Por falta de tratamiento Tampoco saco las muelas De nadie al abrir la boca Pero si quiero anunciarles Mi oficio pa´ cuando toca Voy a enderezar negocios Con cualquier herramientica También habrá sucursal Pa' las ánimas benditas.

Gimnasio para lisiados Pa´l desamor maquinitas Haré prótesis mamarias Para tantas muchachitas.

Y ahora para terminar Sólo este consejo dejo Que cuando uno hace de todo Es porque llega ya a viejo Pero este no es mi caso Porque no tengo la edad Pero si digo al gobierno No los deje de cuidar.

Medellín, 23/04/2005

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JOSÉ LUIS MONTOYA M.

Ingeniero mecánico, del SENA, desde muy pequeño soñaba con hacer grandes cosas, su disciplina, su tenacidad y perseverancia, le permitieron cumplir poco a poco sus proyectos, ahora es un excelente empresario que se le mide a todo, lo que más admiro en él, es la gran capacidad para resolver las situaciones más difíciles, un día cualquiera lo llamarón a solucionar un problema urgente, le dijeron que tenía que tumbar el techo de una casa grande, él en vez de derribarlo se comprometió a arreglarlo, colocó en los extremos de cada perímetro unos gatos hidráulicos, los activo para levantar el techo, así empezaron a reforzarlo, este fue un trabajo nunca visto, luego lo llamaron de Ecopetrol en Magangué para hacer un trabajo similar y, hoy por hoy, continua desarrollando nuevos proyectos con sus hijos y su esposa en su empresa Moser S.A.S (montajes y servicios), gracias a su persistencia y tenacidad ha logrado convirtiéndose en un verdadero líder en diseños mecánicos, su creatividad e innovación lo han llevado a construir montajes en diferentes e importantes empresas de la ciudad entre ellas el comité de cafeteros, su actividad principal es la fabricación Polipasto, es feliz en un torno fabricando poleas y repuestos en compañía de su hijo Juan Pablo ing. Mecánico de la EAFIT, juntos hacen maravillas y con el avance de la tecnología, se le miden a toda clase de repuestos para máquinas de perforación que usan en las minas.

José Luis también lleva en su sangre la música, desde joven nos recreaba con sus canciones de su artista preferido Alfredo Sadel, al ver tanto talento lo apoyamos para que nos grabara un cd y a partir de ese momento, hizo todo lo posible para complacernos, hasta que lo logró, grabó unas canciones bellísimas, en la caratula Llevaba un hermoso atardecer con una leyenda “MI VOZ PARA TODOS”. Desde entonces, le ha compuesto hermosas canciones a su esposa, a la familia, amigos y lugares preferidos. El éxito de su trabajo le ha permitido participar en el programa Serenata de Teleantioquia, ha sido invitado al canal de Televid y otros. Ahora es solicitado para cantar en diferentes lugares de la ciudad y fuera de ella, la música para José Luis fue el medio más hermoso para poner fin a todas sus dolencias. Quiero hacerle un homenaje, transcribiendo aquí, algunas letras de sus canciones. Mi Rinconcito, fue inspirada en la finca de Barbosa un día de descanso, cada composición es inspirada desde sus vivencias, su estilo es sencillo y romántico.

127 MI RINCONCITO (Pasillo) Luna de mi Rinconcito Que muestras tanta belleza Te ocultas sobre los montes Cuando la aurora comienza Y se despiertan las rosas Al dormir de las estrellas Llegan las aves trinando Anunciando primavera Allí celebran las almas Dándole gracias al cielo Pidiéndole al Dios eterno Que cuide de nuestros sueños Y por los que ya se han ido y descansan en tu cielo Oh Rinconcito querido Lugar de lindos encuentros Realidad de mis anhelos Donde pasamos las horas Recordando viejos tiempos Tienes tú mi Rinconcito Tardes de sol y humareda Que van pintando el paisaje Y formando la acuarela Allí se entonan los cantos Bambucos de nuestra tierra En noches de plenilunio Y el fulgor de las estrella Oh Rinconcito querido Donde estoy con los que quiero

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MI SONSON Letra José Luis Montoya M. Música: María Isabel Yepes Pasillo Dijo aquel poeta al verte ¡Oh tierra que entre montañas! ¿Cómo no habría de quererte? ¡Si eres sueño de mi patria!

Tus hijos son el futuro Sabiduría del mañana Legados de los abuelos Forjando en mí la esperanza.

Coro Montañas bellas de Antioquia El Capiro en su esplendor Vieron pasar al arriero Con fardos de sueño y sol Hoy he vuelto a ver mi infancia Aquí en tu bello rincón La hidalguía de tu raza Y en tu calle mi nostalgia Patria chica mi Sonsón.

Los valores que mis padres En palabras y en honor Heredaron de tu estirpe Es siempre diaria oración Aquí sembraron tus hombres Con hacha, tiple, azadón Granos de oro en tu suelo ¡Oh, bella tierra, Sonsón!

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Rubén Padilla “Veterinario” Recuerdo que este señor era Chileno, muy famoso por su trabajo, su cultura y amabilidad, tenía un rebaño de ovejas y cabras. El señor era el veterinario de las fincas de El Coco, había sido traído para trabajar en el hipódromo san Fernando que era aquí en la floresta donde hoy es el colegio Calasanz masculino.

Monseñor Builes “Obispo” Era un distinguido Jerarca de la época y escritor a quien todos simplemente le llamaban, Monseñor Builes, recuerdo mucho que cuando íbamos para el colegio, por las subidas para Robledo cerca al cementerio, tenía él su casa, siempre lo veíamos sentado en una silla mecedora, él nos saludaba muy cariñosamente. Monseñor compró varios terrenos que pertenecían a la familia Echavarría, allí trajo a las hermanitas Contemplativas, ellas fundaron un colegio, pero por no reunir los requisitos del número fijado por la Santa Sede, se disolvió esta comunidad y muchas de sus religiosas pasaron a tomar parte a la comunidad de Jesús María, la más recordada de ellas fue la Madre Ligia Rivera que llego a hacer Provincial de esta comunidad por mucho tiempo. Luego lo ocupó el seminario de Emaús, de los padres misioneros de la misma orden, hoy se encuentra allí el colegio Ferrini.

Alicia Saraz” Profesora”

Alicia Saraz era una de las mujeres pioneras del barrio, dirigió el Kínder de la Parroquia de Santa Rosa de Lima durante muchos años, hasta pensionarse, se caracterizó por ser una persona alegre con un espíritu evangelizador, hoy la recuerdan y la visitan muchas personas mayores que estuvieron con ella en ese apostolado, le agradecen los valores adquiridos en su niñez y todas las enseñanzas que Alicia Saraz les dejo.

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A continuación contemplamos las listas de los primeros alumnos que iniciaron la escuela. escrita por Alicia Saraz y Carlos Montoya.

Lino Restrepo “Orfebre” Era un hombre afamado en el barrio por sus famosos pesebres, los construía grandes, con piezas de madera y material reciclable, las navidades en su casa eran las más alegres y abundaba la pólvora, en noche buena había comida para todos, él era un animador insigne que alegraba siempre las fiestas decembrinas, hoy evocamos aquellos tiempos como lo hace la canción: ¡Aquellos diciembres!, ¡aquellos diciembres!… ¡Que nunca volverán!

Empleos y labores A medida que el barrio se fue poblando de personas forjadoras de progreso, la posibilidad de empleo

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para sus habitantes comenzó a verse, muchos hombres y mujeres se emplearon en empresas como: La Tenería Ancla Ltda. De Robledo: En esta empresa trabajó Don Luis Ángel, era uno de los encargados de meterse a estos pozos donde teñían el cuero, cierto día los ácidos que allí utilizaban le calló en los ojos y lo dejó ciego. Paños Vicuña esta empresa quedaba en los molinos era rica en los mejores paños para el comercio, ruanas y cobijas, de nuestro barrio trabajaron varias personas que madrugaban a la cinco de la mañana para abordar el bus en el puente del ahueso y tenían que pasar dos quebradas La Mina y la Quebradita, laboraron allí María Estrada (Alaya) Lita Zapata, Dora Córdoba.

La empresa Indulana era como la misma Everfit que allí confeccionaban los cachacos, había un dicho que decía “si usted toce en everfit, sale de cachaco” también estaba la Fábrica de Hilados y Tejidos El Hato (Fabricato) TELSA S.A (Tejidos Leticia) dirigida por el señor Enrique Ravinovich hijo de Judíos nacidos en Rusia, a él, se le atribuye el haber introducido en nuestra ciudad, el sistema de ventas a crédito. Papá me contó que por los años cuarenta, los dueños compraron una de las fincas de aquel lugar por la 65, Aun recuerdo, que años más tarde mis pasos recorrieron aquellos lares… Tejicondor, la Plaza de Mercado, Compañía Colombiana de Tejidos (Coltejer) la Fábrica de Licores y Alcoholes de Antioquia “ZACATÍN”, Confecciones Primavera y la fábrica de Empaques dirigida por Don Emilio Zea que dio trabajo a la nueva generación, Hipódromo de la Floresta, las pesebreras de El Club Hípico y el Hipódromo San Fernando dirigido por grandes compañías, generaron una fuente importante de trabajo.

También recuerdo al Almacén Sears.

Aquí, comenzaron vendiendo retazos hoy se encuentra los almacenes éxito.

Las Tiendas de barrio

En el barrio también contábamos con las Tiendas de Tradición: Algunas de ellas hicieron historia:

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La tienda de abarrotes de los hermanos Cárdenas: Quedaba al lado de la iglesia de la América, allí íbamos cada 8 días, después de misa a tomar el tinto y a mercar, otros más relajados se ponían a jugar billar.

La tienda Cuatro Esquinas: Llamado también, La tienda de Abelardo, luego el Águila Roja y hoy el Chequeadero de los buses circulares y floresta San juan.

Tienda La Porteña: Esta era una tienda humilde cuyo dueño fue Emilio Muñoz R, uno de mis tíos, que tenía en el fondo del local un espacio donde prestaba el servicio de arranca muelas, allí muchos del barrio acudían para que les quitaran el dolor.

La casa de los Cacos: La familia Pulgarín, tenía en su casa un negocio de pandequesos, éstos eran muy famosos, en navidad, hacíamos fila para hacer moler el maíz para la natilla, madrugamos a la tres de la mañana y salíamos a las once de la mañana.

La tienda de Carlos Julio: Fue una de las tiendas más reconocidas del barrio, allí íbamos varios los vecinos a mercar, era famoso por los bananos rojos, que no se volvieron a ver, la parva variada con los mojicones, bizcochos y bizcochuelos, las maríaluisas, las cucas y el pan aliñado. También vendían la mantequilla de vaca, está había que encargarla el día anterior y los quesitos mellizos que eran alargados, envueltos en hojas de bijao, amarrados con guasca, jamás se me olvidan.

La tienda de Guadalupe: Aquí también funcionaba una de las carnicerías del barrio atendida por el abuelo Gabriel y Guadalupe.

La tienda de Pisa blandito: En este sitio terminaban llorando sus últimas lágrimas los que venían de enterrar a sus seres queridos en el Cementerio de Robledo pues estaba a una cuadra de allí.

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La tienda de Pacho Maya: Era uno de los sitios más frecuentados del barrio sus dueños fueron Pacho Maya y su esposa Otilia Robledo. Era famoso por sus plátanos dulces (bananos), su salchichón, además tenía un salón de juegos con una hermosa rockola allí se reunían los muchachos del barrio, fue mucha la canción dedicada, que aquí, se escuchó, otros jugaban billar y se echaban sus politas. Aún se conserva la casa, pero ya no funciona la tienda.

Labores de los hombres Los oficios de los hombres eran variados los que más recuerdo son: Los agricultores Cada día se le veía marchar a sus labores con el azadón en el hombro, una jíquera donde llevaban las semillas de frijol y maíz para sembrar atravesada a su espalda, en el cinto, llevaban el machete y cuando les tocaba desyerbar cargaban la rula y siempre se colgaban un porrón de calabaza con claro o aguapanela en la cintura. Algunos de ellos trabajaban en las fincas más cercanas, la más recordada es la del señor Félix Zapata y su esposa Ursulina, tenían un gran sembrado de cacao, ellos mismos lo cultivaban, luego lo procesaban para venderlo ya molido con panela, clavos y canela.

Los jornaleros más conocidos en el barrio: Rafael Giraldo, Santicos Cuartas y don Recadeo, él, vendía la melaza para el ganado.

Los cuidadores de caballos Varios de los habitantes de mi barrio se emplearon como: Herrero de caballos, domadores y cuidadores de potrillos, en el hipódromo de la Floresta y en el hipódromo san Fernando Uno de los más conocidos fue Diomedes Aldana o Diomo como lo llamaban, quien trabajó allí, hasta que un accidente lo dejó en una silla de ruedas.

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Los Areneros de la quebrada la Iguana La mayoría de los hombres de mi barrio trabajaban en la quebrada la Iguana o la Playa, así llamaban este lugar, su oficio era sacar y lavar arena, separar piedras y transportarlas de un lado a otro en volquetas, con este empleo, muchos de ellos sostenían a sus familias. Salían desde muy temprano al arenal, Era una dicha ver pasar a los areneros por las mañanas con sus implementos de trabajo en las manos, las botas del pantalón arremangados y los pies descalzos, llevaban la pala en el hombro y la zaranda (donde cernían la arena) en la otra mano, en su pecho atravesado con cuerdas su talega, allí llevaban el fiambre para pasar el día, (arepas redondas rellenas con panela picada) y una totuma para sacar el agua de la quebrada, pasaban de largo entonado canciones, unos muy jóvenes otros entrados en años. Yo conocí a muchos areneros de este lugar, varios de ellos, eran conocidos de papá, recuerdo que siendo muy niña, como en el 47, yo tenía que pasar la quebrada para ir al colegio y cuando la quebrada estaba crecida, me pasaban cargada.

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Recuerdo que el 12 de julio de 1954 ocurrió un derrumbe en la Media Luna (Santa Elena) una vivienda sepultada y varios muertos entre ellos areneros que llegaban de la Iguaná, agricultores que estaban por los alrededores, lavanderas, jóvenes estudiantes, niños y mineros que salían con su pala a abordar las volquetas que los trasladaría a la playa, el barranco se deslizó y más de uno quedó sepultado, conocí una de las casas cerca de la Iguana donde estaban velando tres areneros, todos de una misma familia: Abuelo, hijo y nieto. Fueron muchas las personas que murieron en aquella tragedia irreparable para las viudas y demás familiares, unos cuantos hijos se quedaron sin el padre o la madre, recuerdo que María iba a lavar y nunca más volvió, en esta catástrofe también murió la mamá del ciclista Ramón Hoyos, de aquí del barrio y areneros trabajadores de la quebrada la Iguana, salieron con sus palas, sin pensarlo dos veces y se treparon en las volquetas que los transportarían a este lugar, para auxiliar a las personas, algunos de ellos sin regreso hasta cuatro personas de una misma familia.

Esto lo presencie por la subida a Robledo junto a Emaús.

“Cuando iban, iban parados felices en el volco con su pala entre las manos Al regresar, llegaban acostados e inmóviles, dejando enterradas allí, sus palas”.

Se les escuchaba cantar a los areneros, después de tomarse sus traguitos.

Y no solo fueron los estragos naturales las causas de muerte de la gente más vulnerable, también las condiciones con las que trabajaban en estos lugares, era muy precaria, muchos areneros y mineros sufrieron accidentes algunos de ellos fatales, por falta de seguridad y técnica de los contratistas que intervenían en la explotación de la tierra.

Esta fue una de las historias más conmovedoras de los areneros, hombres y mujeres humildes echaos pa’lante, quienes lo único que hacían era sortear el sol y el agua para buscar el sustento de sus familias, un sinnúmero de mujeres quedaron viudas y les toco salir a trabajar, en esa época, el hombre era quien salía a jornalear y la madre cuidaba de los hijos y los quehaceres de la casa, pero en estos casos debían dejar a los pequeños con los mayorcitos y salir a trabajar para sostenerse.

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Después de tantos años, esta tragedia todavía hace palpitar mi corazón, pensar que bajo las nuevas viviendas se hallan sepultadas personas que nunca se pudieron encontrar, entre ellos un abuelo amigo del barrio, del cual, lo único que se supo fue que salió a rescatar a su familia.

Los Tejares En estos lugares se fabricaba adobes, tejas, ladrillos, atanores y algunas canoas que servían para el bebedero de los animales.

Eran siete tejares que generaban empleo: Los más famosos fueron: El tejar de don Juan de la Cruz escobar y el tejar de Leónidas Vélez; éstos dos eran primos, luego paso a Arnulfo Vélez y a Elías Enoc Vélez, luego al fallecer su esposa Elisa Estrada lo siguió administrando, Jesús María Ossa (Chuchossa), también estaba el telar de Jesús María Álvarez (Chucho Gurre) y el de Ángel Pabón.

Los Carretilleros El ingenio de los hombres de la época era sorprendente, entre varios construían carretillas de madera con ruedas de rines o bicicleta para ganarse el sustento acarreando, escombros, arena y piedras para la construcción que sacaban de la playa, también transportaban todo lo que se fabricaba en los tejares, solo había uno que transportaba leña desde barrio Triste para cocinar con los retales que quedaban de los aserríos, estos materiales lo compraban los más pudientes.

Los cuidadores de ganado

Los cazadores

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Los Tapiadores o albañiles Eran los encargados de tapiar las casas con bareque, que consistía en pisar la tierra a través de algunos procedimientos, para luego colocarlo entre capas en medio de dos vigas o tablones con el grosor que se iba a construir el muro. Varios hombres del barrio vivieron de este oficio, como Apolinar (Polo) trabajaba blanqueado y resanando con boñiga las casas y los establecimientos del barrio como las escuelas, tiendas etc. también fueron apareciendo otros albañiles que construían en adobe y piedra, había uno que otro hortelano que utilizaba las cementeras, uno de ellos, fue el sepulturero que estaba al frente del cementerio llamado Pacho Granda.

Otras labores de los hombres era la sastrería.

Los Sastres Emilio Saraz Gaviria fue uno de los sastres más famosos del barrio y no precisamente por su cumplimiento, también trabajaba este oficio Don Juan Paniagua.

Cuidadores Del Ganado Esta era una de las fuentes de trabajo de algunas familias del barrio. Susana Gaviria, otras mujeres y hombres. Cuidaban el ganado propio y de algunos vecinos aledaños.

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Aquí vemos a doña Susana Gaviria con su ganado a orillas de la quebrada la Mina

Aquí vemos a

La labor de las mujeres Las mujeres de mi época se dedicaban a la crianza de los hijos y a las labores del hogar, eran fuertes, hacían múltiples tareas: Cargar leña del monte para cocinar, llevar almuerzos a la playa, trabajar en las trilladoras, otras en la locería y las telefonistas que trabajaban en la central de teléfono laborando como mensajeras, la mujer más recordada fue Mercedes Jaramillo (Merceditas) todos los mensajes de Leónidas Lara, los llevaba a pie y termino su vida en uno solo (se le fue amputado).

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Las Parteras Eran mujeres capacitadas para asistir los alumbramientos, a más de uno en el barrio, fue recibido por estas grandiosas mujeres, entre ellas tenemos a Marcelina Hernández, era la partera del barrio cuando no llegaba el Dr. Marquitos ella recibía los recién nacidos y no daba abasto por la cantidad de niños nacían a diario, fue una de las mujeres más serviciales del barrio siempre estaba dispuesta a recibir los niños que nacían en este lugar, no le importaba bajar la callana y dejar el fogón ardiendo, mientras que iba a cumplir con su misión. Marcelina era conocida como Marceliana y de cariño la llamábamos Chanita, Todos la recuerdan con mucho cariño, como al doctor Marcos Gaviria (Marquitos). Con estos dos personajes al lado, nunca pudieron quitarse los años porque Chanita les llevaba la cuenta y los asociaba con los demás, ella tenía el privilegio de ver el niño primero que su propia madre, tenía una memoria prodigiosa, siempre recordaba ese momento aunque cada niño la ignoraría toda la vida. Aquí si se aplica aquel famoso refrán que dice: " Haz el bien y no mires a quien".

Los Leñadores Eran hombres y mujeres, especialmente ellas, se dedicaban a recolectar la leña para hacer los alimentos, día por medio salían al monte buscarla, pero no se contentaban con las chamizas, entonces formaban comitivas y se internaban en la espesura del bosque para buscar troncos que talaban los leñadores que vivían de cortar y vender la leña para su sustento, aunque don Pedro les tenía prohibido la tala de árboles, éstos lo hacían clandestinamente, a Nerón, el perro guardián, no lo engañaban, metía un carrerón cada vez que escuchaba el eco de las sierras y encolerizado empezaba a ladrar , no se veía sino

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las faldas enredadas en los chamizos huyendo, y las pilas de madera a medio cortar. Don Pedro, cada vez que cogía a alguno cortando el árbol prohibido les decía: _ “Coged de todos los palos y chamizas secas y no dañes los árboles fuertes, porque acabarían con ellos y de paso con el agua que allí abunda”.

Tenía razón mi abuelo; “Hoy ni árboles ni agua, solo contemplamos montes y montes de cemento acogiendo a tanta gente… Las mujeres que más recuerdo fueron a Trinidad y Graciela Ortiz (la Pía): Eran mamá e hija, unas luchadoras incansables, todos los días se les veía bajar del monte con su viaje de leña en la cabeza.

Las Lecheras Estas mujeres llevaban la leche al centro en ollas o canecas en manos sueltas, caminaban horas a pies descalzos, las más recordadas fueron: María Jesús (la Chucha) y Solina Restrepo quien vivía cerquita de Lino Restrepo, llevaba la leche de la finca de don Juan Escobar hasta el centro de Medellín para venderla en la plazuela de san Ignacio, luego volvía a la casa de éste, su recorrido ida y vuelta lo hacían a pie.

Solina, era una mujer dulce para tratar a la gente, siempre lo llamaba a uno, niña o niño, no importaba la edad que uno tuviera, este trato alagaba a las personas, ella era persistente y muy honesta en su oficio.

Las Modistas Eran Mujeres que entre las muchas tareas de la casa tenían la tarea del costurero lugar donde remendaban, bordaban y reformaban trajes de los cuales fueron aprendiendo y con el tiempo pasaron a

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confeccionarlos, lo hacían acompañadas de sus hijas o con amigas y vecinas que se reunían no solo a coser, también a platicar sus vivencias. Las mujeres más distinguidas de mi barrio fueron: Josefina, Otilia Caro y sus hermanas y Rosa Adela Saldarriaga.

Las lavanderas Mi abuelo me contó que a finales del siglo XIX el barrio ya contaba con varios pobladores, algunas familias tenían poder adquisitivo y tenían en sus fincas medios esenciales para subsistir, pero otras, sobre todo las que llegaron de otros lados, vivían en condiciones muy precarias, sus viviendas, no tenían, agua, ni luz, el sanitario era entre los matorrales, las mujeres salían de sus pequeños ranchos a recoger las aguas lluvias para hacer las comidas y para asearse. Lo más difícil para ellas, era ir loma arriba en busca de los charcos a orillas de las quebradas para lavar la ropa, para ello, varias señoras vecinas entre amigas y familiares unían fuerzas para formar las tuquias de agua y cargar las piedras grandes que les serviría de lavadero, cada lavandera tenía su propia piedra. ¡Increíblemente! en ese tiempo, la ropa duraba mucho más que ahora, que todo lo tenemos a la mano.

La historia de las Lavanderas

Era hermoso ver, cada día, desfilar las lavanderas con su trapo en la cabeza y el rollete sosteniendo el bulto de ropa o la palangana, manga arriba, los niños se quedaban mirándolas sorprendidos, en sus manos libres llevaban el jabón y una ramas extrañas que machacadas producían el azul para blanquear sus ropas blancas. Todos los días iban sin falta a lavar los pañales, la ropa del diario, los tendidos y lo que más lavaban eran los delantales y las parumas. La labor de estas mujeres no sólo era lavar la ropa de su hogar, también lo hacían como un medio de sustento, muchas de ellas se convirtieron en grandes lavanderas que trabajaban al contrato al sol y al agua, lavaban y arreglaban la ropa de los más acomodados, su tarea era completa, luego de lavar, la secaban, la almidonaban y la planchaban al carbón (Las planchas se calentaban en la brasa). Después de esta faena, se dirigían a la fábrica de jabón, donde les regalaban la melcocha o cachaza que le sacaban a la producción. Tulia y una de sus sobrinas, madrugaban a llevarle la ropa a uno de los militares del cuartel que quedaba cerca de allí y aprovechaban para traer el jabón. Este cuartel ubicado abajo del Chircal hizo parte a la IV Brigada

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en su comienzo, Tulia era muy de allá, cuando se pasaron para la calle Colombia, les hacía de comer, muy por la mañana los soldados llegaban por escuadrones a desayunar, almorzar y comer cayendo la tarde. Así lo hicieron para los tres golpes por mucho tiempo.

Una característica especial de las lavanderas era la cantidad de hijos con los que eran bendecidas, tenían entre ocho y diez por familia, pero con todo y esto, eran sagradas en el cumplimiento de su deber, desde las 4:00 am ya se sentía el olor a leña verde y el humo que salía por la chimenea se confundía con los de la comarca, cuando prendían el fogón para hacer el agua panela, ya estaban juagando el maíz sancochado para molerlo, luego armaban las arepas delgadas que ponían en la callana y las redondas las asaban a un ladito de las brasas, apenas cogía fuerza el fogón que tenía tres ojos de buey uno grande donde se colocaba la olla de barro con la mazamorra pilada, el mediano se ponía el agua para el almuerzo, el pequeño para revolver el calentao. En la cocina siempre había una banca de madera, o taburete de cuero o banqueta, la totuma con chocolate, tenía ya su forma en el piso, en el mesón se colocaba la sartén y con manteca de cerdo o un poco de hogao, si tenían huerta y la arepa recién raspada para preparar el desayuno y el fiambre al esposo que salía a trabajar, luego despachaban a los niños para la escuela con una arepa redonda rellena con panela para el algo, después de arreglar la casa, alistaban la ropa en la ponchera y empezaban a retorcer el trapo para hacer el rollete para amortiguar el peso en su cabeza y salir por fin a reunirse con las demás, muchas veces les tocaba esperar el turno para lavar, si llegaban más tarde era seguro que estaba ocupado, entonces, caminaban lentamente observando la ciudad desde lo alto y respiraban profundamente como inhalando el remedio a sus tristezas, cuántas de estas piedras fueron testigo de sus lágrimas y de sus risas.

Las lavanderas también lloran ¡Ay, las lavanderas!

Se les oía cantar manga arriba…

El trabajo de las lavanderas era duro y pesado, ignorado por algunos hombres que preferían quedarse en la tienda del barrio a encargarse de los niños o a los quehaceres del hogar, estas pujantes mujeres, llegaban a la casa, dejaban su palangana con la ropa, daban de comer a sus hijos y luego salían de nuevo para el monte a buscar leña, lo hacían en grupo para no correr peligro, se internaban en las partes más espesas para que no las vieran, para poder cortar los árboles de chagualo, que eran los que mejor ardían en el fogón, no faltaba quien se los prohibiera porque era un mal que le hacían a la naturaleza ya que los cuidaban para fabricar sus casas, después de armar los ataos y echarlos al hombro, llegaban a la casa sin aliento. Recuerdo que una tarde vi llegar a una de ellas y después de pasarse un trago de aguapanela, se sentó en la banqueta del corredor con la ropa en el canasto para doblarla y remendar , era tanto el cansancio que no se daba cuenta que dentro del canasto dormía plácidamente el gato, el perrito se quedaba atrás, mirándola detenidamente y sin hacer ruido, apenas la vio dormirse, se le acomodaba en sus piernas, muchas veces me pregunte, si era él quien le cuidaba el sueño, o era ella quien le cuidaba la siesta al gato.

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Las dificultades de las lavanderas Lo más trágico para las lavanderas era cuando pasaba el ganado y se acercaban a tomar agua al charco, siempre lo dejaban turbio o empantanado, ellas tenían que suspender y esperar un buen rato hasta que el agua se aclarara, lo peor, es que muchas veces, estos animales se llevaban la ropa enredada entre las patas y les tocaba salir corriendo tras ellas y empezar de nuevo su labor, se quedaban horas tratando de sacarles todo el barro, luego la dejaban al sol, este era uno de los ingredientes principales para despercudir, como el sereno, el jabón de bola, el almidón y el azul de Prusia o indio que utilizaban para lavar las camisas, cuando éstas llegaban manchadas por el sudor, esto era bendito, sobre todo, la suciedad del cuello, los puños y los sobacos, después de usar estos elementos, las dejaban remojando al sol, cuando era muy percutida o curtida lo mejor era dejarla de un día para otro en el sereno y si llovía era mucho mejor. El orgullo más grande para estas lavanderas profesionales, era entregar a sus clientes, la ropa bien blanca y reluciente que parecía nueva.

Las luchas de las lavanderas eran continuas, cuando comenzaba a llover se miraban unas a otras desconsoladas con la mano en el mentón y sin pensarlo, salían corriendo a recoger la ropa mojada porque la quebrada crecía rápidamente, al igual que crecía su desesperanza, pues la lucha de todo un día se perdía. Seguidamente, se refugiaban bajo los árboles de aquel lugar, en cuanto veían el cielo iluminado por las descargas de los rayos, corrían despavoridas a la casa con la ropa empapada, al llegar, la aseguraban colgándola en cabuyas por toda la casa, en seguida, para apaciguar la melancolía, prendían su tabaco, unas lo hacían con la brasa hacia adentro para evitar quemar la ropa y para que les durará más, duraban horas fumando con ello, lograban relajarse y mitigar el hambre, otras veces para que los mosquitos no se les acercará , éstos se espantaban por la cortina de humo que salía como una hebrita de hilo de la boquilla del tabaco que se esparcía por el aire. Al caer la tarde sacaban la banqueta o tarima al corredor, la misma que era utilizada para recibir las visitas y donde las abuelas pasaban horas, allí se ponía a remendar y a atisbar el horizonte, en la noche volvían a entrar las tarimas para dormir en ellas, otras tenían camas improvisadas clavadas en la tierra hechas con la misma madera que se conseguía en el contorno o catres de tubo, los taburetes eran de cuero tostado, otros eran pedazos de tronco de los árboles que talaban, éstos, también los utilizaban para sentarse en la cocina, me llenaba de gozo sentarme allí a escuchar historias y tomar cacao caliente.

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Así, transcurrían sus días… entre el cansancio del sol y las obligaciones de la casa, la cual era muy dispendiosa por la precariedad en la que algunas vivían, sus casas eran edificaciones a medio acabar, en obra negra, los pisos los cimentaban con pedazos de baldosa, otras lo hacían con tierra pisada la cocina era con fogón de leña, allí la ollas eran colgadas en las paredes sin blanquear y jamás faltaba el cuadro de san Sn Calletanopara que nunca faltara el alimento.

Poema a Las lavanderas Cuánta perseverancia en estas mujeres, cuánto cansancio acumulado en su palangana, doblegadas por el peso de las penas y los sinsabores guardados en el alma Las lavanderas y muchas mujeres más...

Fueron ejemplo de templanza y tenacidad.

A ¡cuántas! les tocó cargar con El peso del hogar El peso de la incomprensión de sus maridos El peso de la lucha por el bienestar del hijo que llevaba en sus entrañas, trabajando sin descanso, noche y día El peso de la angustia, El peso del que dirán…

Al dejar sus hijos solos,

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encerrados en la casa para salir a lavar. …Y con el tiempo, cargar con El peso de los años El peso de las arrugas El peso de la sordera El peso de la fatiga El peso de la soledad El peso de la enfermedad El peso de la incertidumbre Y el peso de la indiferencia Propiciado por una sociedad sin equidad

La alegría de las lavanderas Lo positivo de estas situaciones, era la alegría que se vivía a orillas de los charcos, me encantaba ver las mangas repletas de familias, los hijos se iban en busca de la mamá, allí se reunían con los otros niños y compartían toda clase de juegos: Elevaban cometa, jugaban a la pelota con trapos enrollados o hacían barquitos de papel y los ponían a apostar carreras en las corrientes de agua y los más creativos se ponían a pescar con los pañales que había lavado la mamá.

En las mañanas, el sol deslumbraba sus rayos sobre los árboles y en sus copos se escuchaba el trinar de los pájaros; las mujeres recreaban su mirada con las mariposas que atraídas por el vapor caliente de las piedras, formaban hermosas sabanas de colores sobre la rivera. Los pececitos al pasar junto a ellas, besaban tiernamente sus frías piernas como los renacuajos que huyendo de la corriente se adherían a las piedras y los sapos se escondían en las rocas, para no dejarse ver y croar en medio de la lluvia sus repetidos cantos.

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Las lavanderas disfrutaban del paisaje en verano, juntas, observaban en el firmamento como las golondrinas, después de formar nubes en el cielo y piar para pedir agua, bajaban en serpentina a besar la tierra y luego de sumergir en el agua sus emplumadas cabezas, se les veía danzar libres al retomar el vuelo.

Desde lejos se escuchaba las risas de estas humildes mujeres, quienes aprovechaban el descanso para hablar de sus experiencias, esto era típico en una lavandera siempre se les oía decir: _ A mí, los mosquitos no me dejaron dormir anoche. _ ¡Hm¡ a usted, siquiera fueron los insectos, a mí, no me dejo pelar el ojo mi marido, toda la noche quería que lo rascara.

Y así, las quejas iban saliendo: Que el dolor de estómago de su hijo y el frio que tuvo que pasar por cobijarlo toda la noche, que está cansada de ver el marido roncando mientras ella, a media noche, debe levantarse a preparar el tetero y cambiarle el pañal al bebé. Lo peor, a una de ellas, se le volteó el beque o mica llena de orines en toda la ropa al pasar por el patio en medio de un terrible aguacero. _ Para colmo mi cabeza dando vueltas con la preocupación de ¿Qué voy hacer mañana? ¿Dónde consigo el pan? ¿Dónde empiezo primero?

Estas eran las charlas de las lavanderas, algunas tenían poco estudio, pero una gran sabiduría, podían medir las horas con el sol a través de la longitud de su sombra y después de una fuerte tormenta deban gracias a Dios por el agua que lavaba la tierra.

La llegada de los hijos

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A pesar de las condiciones socioeconómicas estas mujeres no le tenían miedo a tener hijos por montones, eran mujeres muy fértiles y aguantadoras, los alumbramientos los atendían las parteras del barrio y desde el momento que parían debían guardar estrictamente, cuarenta días de dieta, las madres pasaban encerradas comiéndose una gallina diaria, el cacao que así le decían al chocolate iba molido con panela, clavos y canela, debían tomarlo bien caliente para sacar los fríos, los entuertos, que eran unos cólicos horribles, que les daban después del parto por la acumulación de restos de sangre en el vientre,- eso decían las abuelas- , eran calmados con agua de apio y para la producción de la leche les daban a tomar agua de hinojo con leche, no podían comer nada acido porque les producía hemorragias, agregaban: _”. Lo complicado de la dieta era que debíamos ausentarnos por lo menos un mes y medio de nuestras labores, no podíamos ni remendar.

Con el tiempo las lavanderas se acostumbraron a ir y venir entre lomas y charcos, las visitas fueron aumentando cada día más por bañistas de otros lugares que venían a hacer el paseo de olla con sus familias a los charcos aledaños a la quebrada La Iguaná.

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Los charcos más reconocidos de mi barrio Estos charcos fueron reconocidos por varios pobladores y defendidos con sudor por las lavanderas, parte de sus vidas transcurrió en ellos, los lugares más concurridos eran: Primer Charco “La Conejera”: Estaba cerca al nacimiento de la quebrada de la mina, tenía unas piedras grandísimas en las orillas, donde se formaban los charcos que utilizaban para extender la ropa en las piedras y allí secarla.

En este lugar conocí a muchas de ellas, yo hacía parte del rebaño de niñas que observaba a las lavanderas para aprenderles, porque mi mamá siempre tenía quien le lavara la ropa, recuerdo con cariño a Telbina, Clementina, Mariana, Aurora, Josefina, Angelina, Carmelina, y a otras que ya murieron, solo queda Flor Jaramillo tiene unos 80 años de edad, ella era la encargada de lavarle a las personas que Vivian en el barrio Banco ( hoy Estadio), me contó que la ropa que recibían la contaban porque tenía un valor de dos centavos por pieza.

Segundo Charco “La Mina”: Nació de la quebrada La Mina, de allí, llevaban el agua hasta los tejares para inundar la arcilla que se almacenaba en los hoyos para luego pisarlo con los caballos, de esta manera obtenían un barro más manejable. Los nacimientos de agua que se esparcían por los extremos del morro llamado “La conejera“ inundaban parte de sus alrededores hasta formarse este charco, el cual era uno de los principales, fue llamado La Mina, porque los primitivos iban a sacar oro de allí, este era el más concurrido, por estar más cerca de las casas, aquí, las mujeres se reunían para lavar la ropa y bañar a los niños, algunas de esas mujeres eran: Chiquinquirá (la Chinca) Gaviria, y doña Susana su hermana, Ana Eva Álvarez las hermanas Toro; Lucila, Mariela, Margarita (Margot), Que salía del charco a tener su hijo y volvía después a continuar lavando. Marcelina Hernández (Chanita) era la que le atendía el parto; recibía al niño, lo organizaba y luego seguía su faena. Dolores Saraz, Ester Restrepo, Teresa Álvarez (Tere) quien aún vive y pasa los 80 años.

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Ester (Chócola): Era una de las lavanderas más reconocidas porque era una mujer muy emprendedora, de arranque, recuerdo mucho que lavaba en la quebrada la Mina, la ropa de los mecánicos con jabón Lucero que era un cubo hecho con arena así que al frotar ese jabón con arena desaparecía mucho la grasa y daba una hermosa presentación a la ropa, a ella la buscaban mucho para este oficio. Esta reliquia de mujer está próxima a cumplir sus cien años, no he podido lograr una visita con ella porque duerme mucho, espero lograrlo pronto.

Tercer Charco “Chucho Ossa”: Este era un charco más familiar, allí lavaba Candelaria Yépez la esposa de Chucho, su trabajo era arreglarle la ropa a la gente de la Villa o el Centro de Medellín, entre ellas, la señora María Arango la esposa del doctor Benedicto Uribe, Sofía Arango, esposa del señor Ernesto Duque, doña Sofía Arango, Pachita cuñada de Doña Sofía, y a la suya propia. Candelaria era la lavandera que más permanecía en el agua; de ahí nació la canción: “Tun, tun, Candelaria, me muero de frio Candelaria.

Anoche me fui pa´ el pueblo a comprar carne barata, Muchachas a dos por cinco y las viejas las dan de ñapa, Tun, tun Candelaria”.

“El agua se aclara sola al paso de la corriente” Agregaban ellas, mientras tarareaban la canción con alegría.

También acudían a este lugar, Celsa Jaramillo, Rita Pérez, Emma Cano, María José (Tutuy), Lucila Acevedo, Graciela Maya. La mayoría de las personas acudían a la quebrada por necesidad; más arriba lavaban Las más jóvenes.

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Cuarto Charco “Herminia”: Así, se llamaba este otro lavadero, el de Herminia; Aquí acudían las vecinas como Doña Indalencia, Rosa Elena valencia, Herminia Correa, Mara Cardona, Agripina, Margarita Rico, Margarita Acosta llegaban con sus ataos de ropa en la cabeza, muchas veces tenían que emigrar porque no encontraban piedra desocupada, se iban a la playa o sea a la quebrada de la Iguaná.

Quinto Charco “El Ahueso”: Este era el charco más concurrido, porque era el más grande, aquí se unían las dos quebradas; la Mina y la Quebradita (hoy Montana), Este lugar lo adornaba un palo de chumbimbo, que prestaba dos servicios, les daba sombra y su fruto triturado les daba una especie de espuma que les ayudaba mucho para estregar la ropa como un jabón, este lugar era plano, tenía, uno que otro rastrojo, que le servía mucho a las lavanderas para ir a desaguar; En este charco estaba Paulina Jaramillo (Catana, Mercedes Covaleda y sus hijas: Laura Mercedes (Merceditas), Margarita (Margara) Dolores Betancur, Teresa Paniagua, Margarita Córdoba (Garita)Isabel Acevedo, Lía Barrientos, Rosalba Acosta entre otras.

Todos estos charcos se formaban por el paso de la quebrada “La Iguaná”: Esta era la más turbulenta y aun así, era la más concurrida, la llamaban la playa porque era el lugar preferido por las familias para encontrarse y disfrutar de sus aguas cristalinas, hacían tuquias para bañarse con grandes piedras, aquí muchas mujeres aprovecharon para hacer sus lavaderos, Solina una de las lavanderas de la soledad se encontraba con las del Coco: Felisa, Tránsito, Paulina, ellas salían felices a buscar puesto para lavar, pero ya todo estaba ocupado , con la cara larga y el tabaco entre los dientes aspiraban una y otra vez con la candela adentro , luego de una mueca exhalaban el humo por la nariz como si nada, así iban quebrada arriba hasta encontrar otros lavaderos y los encontraban inclusive más puros, la corriente a su paso aclaraba el agua de las espumas hasta llegar a las otras.

Estado de las quebradas hoy Todo se va acabando… hoy, solo observamos cicatrices resecas por donde un día las aguas corrían libres salpicando los verdes helechos y las frescas matas de caña brava, que crecían a su alrededor junto a los hermosos carboneros y los chagualos que servían de cobijo a sus nacimientos y de arborización. Hoy haciendo un recorrido, veo con tristeza que son aporreadas por escombros y las basuras que la ignorancia de algunos hombres arrojan sin escrúpulos sobre ellas, esto ocurre en un pequeño tramo, a partir de allí, están canalizadas sus escasas aguas, su único contacto es el cemento, al final su corriente se funde con la quebrada el ahueso, los charcos desaparecieron como el sonido de la risa de sus gentes y el chasqueo de la ropa sobre la piedras de los lavaderos.

Así, viví la historia de las lavanderas, ejemplo de mujeres echadas pa’lante, una descendencia a la que la modernidad fue compensando. Cuánto aprendí de ellas…

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Cambios y transformación de mi barrio Al hipódromo san Fernando, donde hoy es el colegio Calasanz, asistía en aquel entonces siendo muy niña, enviada por unas vecinas para que cuidara sus hijas quienes salían con sus novios; recuerdo a Nelly cuartas y su novio William palacio ellos se casaron y ahora son padres de una docena de retoños, con ellos mismos conocí el bosque de la independencia. Nelly era mi compañía junto con Olga su hermana para ir a mi colegio el Carmelo en robledo. Allí en el hipódromo, me extasiaba presenciando el espectáculo de ver correr los caballos. Todavía me veo sentada en las tribunas.

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Aquí se pueden ver los muros que cercaban el hipódromo san Fernando cuando era aquí en Calasanz, ubicado en la carrera 82 con la calle 9. Se alcanza a ver el techo de una de las taquillas donde se vendían las quinielas, cada quiniela traía la foto del caballo favorito y en la parte de atrás ahí en la mitad se contempla un totumo. Muy al fondo después de los muros se contempla la casa de don Luis burgos, llamada también la casa de los loros, por la cantidad de loros que allí tenían. El morro, que más tarde fue destruido mediante explosión lo convirtieron sus dueños en la fábrica de bloques Indural .hace poco la fábrica debió desaparecer, por la contaminación de polvo que la misma producía y el polvo que se desplazaba a largas distancias., este morro quedaba a orillas de la Iguaná, bajando por la ochenta desde robledo, en sentido de occidente a oriente.

En ese lugar había un palo de totumo, y hace poco tuve curiosidad y pregunté a una señora, que si por casualidad en su casa tenían un totumo y me mando para enseguida donde el señor Enrique Jaramillo y allí encuentre dicho árbol, él lo cuida y lo quiere mucho, siempre tiene frutos a toda hora.

Donde está la estación santa lucia, allí era la terminal de los buses de la floresta, en la época de los 50 eran escaleras, el pasaje costaba 10 centavos, para nosotros utilizar dicho servicio de transporte debíamos de cruzar dos quebradas, la mina y la quebradita.

Cuando hicieron la calle Colombia, la llamábamos la calle nueva, por ella se llegaba al el estadio, el club hípico, la fábrica de empaques, la cuarta brigada y la terminar de Colombia.

Frente al cementerio de Robledo en la carrera 82 con calle 52 vivía un señor Ángel Restrepo, muy famoso por sus sabrosos pandequeso que él asaba en un flamante horno a orillas de su solar, en donde no había doliente que llegara al cementerio y no le comprara sus calientes productos.

Tuvimos cerca, un barrio muy famoso al que se llamó “corea” en honor a la guerra a la cual se presentaron muchos combatientes colombianos, era peculiar en la estructura de su construcción el uso de una forma denominada bóveda, por ello lo llamaron el cementerio de corea y se ubicaba en lo que hoy es el sector de los alcázares, de ésas, no queda ninguna con su forma original, al sector también se le denominó Guayaquilito.

Cerca de este puente colgante de Robledo, estaban la tenería Ancla, la locería de Robledo, las trilladoras de Leónidas Lara, el colegio el Carmelo, la escuela Mariscal Robledo y la Central de teléfonos. Por los años 40 los teléfonos no tenían sino dos números y se comunicaban por medio de una central en la cual sólo trabajaban mujeres, el número de teléfono era 38 Robledo, para hacer la llamada se levantaba la bocina y de la central contestaban, cuando llamaban, el sonido del teléfono si era de la ciudad sonaba; ¡rin, rin, rin! y cuando era de lejos ¡rinrinrin!…Así era que se distinguían las llamadas, los teléfonos de la ciudad tenían tres números, como el de la harinera antioqueña donde trabajaba mi papá, era el 144 y para conectarse con la central telefónica se debía marcar el 01.

La señora Rosaura Roldán, mi abuela vivía para la época de 1.943 en el barrio Campo Alegre, nombre puesto por mi abuelo hoy lleva el nombre de barrio Niza y está ubicado por donde se encuentra

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la cancha de la floresta. Igualmente durante el mencionado año, ya eran conocidos unos tramos de la calle san juan con las carreras 90 y la 92 como el primer y segundo Danubio; allí vivía mis abuelos maternos Antonio muñoz y Rosaura quienes al comprar estas tierras las que bautizó “la pradera”, nombre que aún se conserva y abarca su extensión, entre los morros de la terminal de la floresta hasta por donde sube el metro cable, MI abuelo le compró grandes cantidades de tierra a Pepe sierra, que era uno de los hombres más ricos y quien vivía cerca de ellos.

Elías Enoc Vélez que era dueño de un tejar le vendió a Nel rodríguez el arquitecto del estadio Atanasio Girardot y del colegio san José entre otros, luego éste le vendió sus tierras a las hermanitas de los pobres de san pedro Claver y ellas construyeron allí en 1.956, el refugio santa Ana dedicado al cuidado de personas mayores. Años más tarde levantaron el hogar madre Eugenia, para atender a las hermanas de la congregación en edad adulta mayor.

Anteriormente, en donde se encuentra hoy la iglesia de Emaús, estaba la piscina doña Amelia. En las tierras que eran del señor Pepe Estrada, allí inauguraron un estadero al que llamaron “casas viejas “el cual funcionaba los fines de semana, con orquestas en vivo y piscina para los asistentes, más tarde el mismo negocio adoptó el nombre de “Rancho de Irusta” era un excelente restaurante bar, de lunes a jueves abría para sonar tangos y música popular.

También recuerdo el puente de madera al pasar el río Medellín, este puente quedaba en el mismo tramo por donde hoy cruza el viaducto del metro de Medellín, a la altura de la macarena; en ése entonces al frente estaba la feria de ganados en el área que ahora ocupa el centro de la moda, el cobertizo de los

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buses en el cruce de lo que hoy es Colombia y la avenida del ferrocarril, la iglesia de san Benito aún continúa en el mismo sitio.

La fábrica de coca cola y la estación de los bomberos se convirtió luego en una estación de policía.

En el recorrido por mis recuerdos evoco las calles del barrio Carlos E Restrepo, por este sector se ubicaba el almacén Sears en Medellín, por mucho tiempo se decía que iba a ser un éxito y así fue, hoy día funciona el almacén éxito de la calle Colombia.

Al frente quedaban las fábricas de Asdrúbal donde hacían los betunes, Júreme que vendía triciclos y hacia el norte tirando hacia la quebrada la iguana el colegio Jorge robledo; también recuerdo a la fábrica de Tulio Ospina que producía pupitres metálicos muy novedosos para la época. Subiendo por Colombia y desviándose en sentido noroccidente por donde hoy está la universidad Luis amigó, se ubicaba el barrio las palmas, que era el barrio de tolerancia de la época alrededor de 1.950; caminando hoy desde la carrera 70 hasta la quebrada la iguana veíamos el playón de los comuneros o batea para que los carros pudieran sortear la quebrada. Aquí, también estaba ubicado el colegio Mariyac de las hermanas vicentinas, ubicado en lo que antes llamábamos calle vieja, que es actualmente la calle que sube por la universidad Luis amigó hasta el cruce de la carrara 70 con calle 53; allí también estaban ubicadas la siguientes empresas, la cervecería Tamayo, Fieltrosa fabrica de sombreros, la empresa de calzado Cicódec, La Pala era un lugar donde fabricaban los tubos de cemento para las alcantarillas de Medellín, hoy está el periódico el Mundo. Había un lugar llamado la Playa, allí tenía su casa el señor Luis Burgos, donde almacenaba el material sacado de la quebrada la Iguana. Más tarde se construyó la iglesia de san clemente y al otro costado de la quebrada construyeron el colegio Calasanz femenino.

Los Velorios: anteriormente el que fallecía lo velaban en la casa y la gente pasaba en vela rezando rosarios y tomando aromáticas, esa noche no se apagaba el fogón de leña, lo atizaban constantemente, mientras los dolientes aprovechaban ahogar el dolor con licor, algunos borrachitos se recostaban en el ataúd a llorar y a llorar, a veces ni lo conocían, al momento de dirigirse a la iglesia para cantar al difunto que así se decía, lo llevaban ente cuatro armoniosamente con el vaivén de sus pasos, sus

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acompañantes eran ríos de gente y la iglesia se llenaba como en Semana Santa, esto era único en aquellos tiempos, el dolor de uno era el dolor de todos, hoy todavía se conservan algunos ritos pero lo que si apareció totalmente moderno fue la cremación, nunca oí decir en aquellos tiempos que se hiciera esto.

El cementerio de mi barrio El cementerio estaba situado al otro lado de la quebrada por lo que se dificultaba el paso con los difuntos, el ataúd lo cargaban entre cuatro y tenían que pasar el puente, cuando lo pasaban por la quebrada lo hacía un señor que era muy alto llamado Gabriel Maya. Cuentan que cuando traían los muertos de la Loma hacían parada en la Mina en la casa de Ana Eva Álvarez, porque el trayecto hasta Robledo era de 2 a 3 horas, subían hasta la iglesia y luego se regresaban cruzando de nuevo la quebrada.

La gente se daba cuenta que iban a enterrar a alguien, porque media hora antes doblaban las campanas anunciando la misa, lo hacían primero con el repicar de tres toques y cuando ya faltaba un cuarto de hora, hacían lo mismo pero solo daban dos toques y por ultimo daban uno, los dolientes apenas escuchaban el último repicar de campanas decían con un gran sentimiento ¡nos van a dejar!

El padre vestido de negro salía a recibir al difunto y con voz fuerte pronunciaba en latín Réquiem eterna domine y Domine. Et lux perpetua luceat el. Requiescat in pace” luego el sacerdote iniciaba la misa de espalda a los feligreses y la predica la hacía desde el pulpito. Al final despedían el difunto y luego salían de nuevo por la quebrada. En los terrenos del mencionado cementerio, están los apartamentos Cerros del Escorial Antes de levantarse la iglesia de la inmaculada, en una de las esquinas al lado del terreno funcionaba, la escuela Jorge Ortiz, hoy en día la biblioteca público barrial la floresta.

Cuentan que el barrio la floresta lleva este nombre, por una mujer que se llamaba flor; según narra la tradición oral, cuando llegaba su esposo “pedrito”, él, iba de casa en casa preguntando: flor está?

Flor está? y de esa manera de preguntar por su mujer, se derivó el nombre para el barrio la floresta.

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La parroquia que nos congregaba inicialmente antes de la inmaculada, era la américa, “nuestra señora de los dolores” allí se celebraban muchos matrimonios, nacidos de amistades iniciadas en la misma iglesia, en septiembre no nos perdíamos las fiestas patronales a las cuales se les daba el nombre de salves, era mayormente en estos encuentros piadosos, donde surgían los noviazgos que terminaban en matrimonio como les menciono.

La Biblioteca La Floresta Antes de levantarse la iglesia, en una de las esquinas al lado del terreno funcionaba, la escuela Jorge Ortiz, hoy en día la biblioteca público barrial la floresta. Cuentan que el barrio la floresta lleva este nombre, por una mujer que se llamaba flor; según narra la tradición oral, cuando llegaba su esposo “pedrito”, él, iba de casa en casa preguntando: flor está? Flor está? y de esa manera de preguntar por su mujer, se derivó el nombre para el barrio la floresta.

Los Barrios De Invasión El pesebre: fue invadido ese morro después de la avalancha de la quebrada de la Iguana, la gente se fue para el alto para estar más segura, y en las faldas de aquella montaña entre los barrancos incrustaban sus casitas que daban el aspecto de un pesebre de allí nació su nombre (barrio el Pesebre).

El morro de las Álvarez que así se le llamaba por sus derecho, gente inescrupulosa empezó a construir pequeñas ramadas y le dieron por nombre ( el Barrio Chino), más tarde cuando el barrio tomo el nombre del Coco, por quedar en alto lo llamaron Coco arriba y por último el Chispero.

Por los años 90 iba ser invadida parte de la propiedad que era de Don Juan de la Cruz Escobar, en este instante pertenecía al señor Gómez Moreno, el cual acudió a las autoridades y lograron salvar aquel lugar. Esto parecía la hora llegada porque mucha gente en la noche se sembró matas de plátanos y clavado algunos parales encerrando sus parcelas, se observaba todo el día correr de un lado para otro la policía montada desalojando a los invasores. Y en la noche parecían luciérnagas corriendo de un lado para el otro, todos estos momentos fue un espectáculo para nosotros que vivimos ese momento lo podemos contar.

El COCO AYER ¡Cuántos! Recuerdos tengo hoy, en estas calles…

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¡Cómo extraño aquellos tiempos!

Donde mi barrio tenía olor a musgo, a humo, a cagajón, a babas de ternero, a tierra viva y, a aire puro.

Desde la puerta de mi casa sumida en mis recuerdos, veo el cielo azul, que al igual que yo, reclama con nostalgia el maravilloso vuelo de las golondrinas, el verdor de las montañas, los paseos en mula, los arreboles y el canto de la calandria de coronilla celeste. En mi cabeza resuenan los pasos que un día recorrieron mis pies descalzos por caminos rústicos, el dedo gordo del pie era el que más sufría, siempre vivía estrellado por las sueltas piedras que se chutaban en el camino, al lado y lado se encontraban los rastrojos tapando las zanjas por donde corría el agua de la lluvia que bajaba de las partes más altas, la tormenta que más nos impactaba era la de Mayo, llamada también la creciente de la Santa Cruz, en esos días los pisos mojados se convertían en patinaderos especiales por la magia de la tierra pisada que al menor contacto con el agua, quedaban listos para deslizarnos consciente o inconscientemente, también viene a mi memoria aquellos callejones, testigos de amor, cuyo nombre los hacía perdurar: los Acosta, los Saraz, estos tenían salida para otras partes: La Floresta o para la quebrada.

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Mi barrio, terruño de grandes habitantes y buenos seres humanos, hoy lo reconocemos por los altos edificios, en algunos tramos, todavía se conservan algunas casas polvorientas por sus tapias, paredes forradas con boñiga, sitio perfecto de las abuelas amas de casa y modistas para clavar las agujas, en la pared nunca se perdían, cuando las necesitaban, allí estaban pegadas.

MI BARRIO HOY Tiene tantos adobes como asfalto…

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Aquí contemplamos una de las casas del Coco, su camino, algunos de sus sembrados, como maíz, café y su gente linda, retoños que ahora son gajos inclinados por sus frutos y sus años.

Hoy mi barrio, tiene olor a cemento, la brisa que acariciaba los copos de los arboles ha dejado de jugar… ahora golpea los ventanales de vidrio que se deslumbran en las alturas de piso en piso, como estepa congelada por el hielo de la indiferencia.

Nuestro barrio ha cambiado enormemente, como nuestra ciudad, parece un cuento, todo lo que nosotros, los más adultos, hemos vivido en él, las huellas del pasado parecen desaparecer de los corazones de las nuevas generaciones; me inquieta ver en los rostros de hoy, tanta intolerancia y al mismo tiempo, tanto sinsabor, estamos ensimismados en el egoísmo, la lucha por el pan y el juego del poder nos ha deshumanizado, ya no volví a escuchar a los viejos decir con entusiasmo: _ ¡Buenos días señora, que Dios la bendiga, que le vaya bien en sus tareas!

O, a los jóvenes obedecer por convicción a sus padres, son pocos los hogares que hoy guardan costumbres tan sanas como rezar el rosario en familia o salir a pasear juntos, hoy cada quien está en lo suyo, las familias disociadas con la excusa de ya no aguanto más, y los niños abandonados a las consecuencias de la moda.

Hoy en día todo ha cambiado ahora quien manda en las relaciones es la internet, desde allí se ponen una cita en la que cruzan los mares y dicen estar bien, sus padres creen que sí, porque lo que no se ve, corazón no siente”. Cambian su vida totalmente porque con tanta informática se derrumban los principios, valores y consejo de la familia. Porque los padres querían tener sus hijos al pie y este modernismos a cabo con esa bases.

Con nostalgia evoco aquellos tiempos, donde el valor del ser, estaba por encima de todo hacer, hoy vemos a nuestros jóvenes impregnados de un resentimiento social, la lucha del peso y el escalafón del poder se ha mal entendido, los valores que nuestros viejos nos inculcaron con tanto empeño, hoy son el hazmerreír de muchos. Reconozco que la evolución de la tecnología, ha generado cambios positivos y grandes oportunidades: La facilidad en las comunicaciones, el transporte, la infraestructura

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laboral, el logro de la educación y la transformación de las cosas han mejorado nuestra condición de vida, ahora todo es más fácil, pero estamos atados a una esclavitud mayor “status”.

En tiempos de antaño pocos morían de hambre porque estábamos atentos a las necesidades del uno con el otro, recuerdo a mamá como buscaba afanada en la cocina entre la alacena alimentos para empacarle a julanita o a peranita, quienes sin vergüenza le confesaban sus penurias, hoy preferimos soportar, antes de que el otro se entere de lo que nos pasa, si estamos bien, malo, para algunos y si estamos mal, peor. La falta de solidaridad no se da porque hay crisis económica, se da porque hay crisis social, un desamor humano que jamás yo había visto, malditos respetos humanos que nos hace condenar y condenarnos, ¡Dios nos ampare! y nos haga, a cada uno de nosotros, más sensibles al dolor humano, y más alegres, al bien ajeno.

Antes vivíamos con las puertas abiertas, hoy por la inseguridad se mantienen con llave, esto se debe a los migratorios que llegaron al barrio y por la cantidad de edificios que lo rodean.

Hoy las tierras de mi barrio lloran la devastación de su suelo y la proliferación de edificios tan altos como la ambición…

Justo en este lugar, era la entrada de mi barrio de “El Coco” al frente se ve la casa donde vivió Apolinar y nacieron sus hijas, la casa de antaño hoy esta modificada, todavía existe y viven aquí sus nietos Nora y Suso.

En seguida, en la esquina, está la casa de Pacho Maya, todavía se conserva su estructura natural de los años 1920 aunque la tienda ya no está activa.

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En esta casa aún se conservan los jardines, en mi época la mayoría de las casas con corredor, las abuelas sembraban bellos jardines de flores silvestres y matas de cidrayota para hacer con ellas el sango de cidra revuelto con huevo, este era uno de los platos fuertes de las comidas y el tomate y la cebolla de rama que no faltaba en la huerta o cementera.

Casa de Laura Jaramillo

Esto nos da una muestra de cómo ha avanzado el sector del ‘’Coco”

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En esta fotografía observamos la casa de Jesús maría Ossa y candelaria Yepes. Hoy en este lugar, se encuentra la urbanización Torremontana.

En esta fotografía vemos la Casa de Merceditas Covaleda en medio de grandes edificios con estilos modernos y muy hermosos pero con apartamentos tan pequeños, poco a poco nos van diciendo por medio de estas construcciones, como deben conformarse las familias o cuántos debemos vivir en cada apartamento…

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También observamos unas cuantas viviendas que aún conservan su diseño de los años 70 y 80, en ellas podían vivir hasta 8 y 10 personas y no pasaba nada, como es el caso de Rosa Acevedo.

Aún recuerdo al doctor Marquitos, que no daba abasto, corriendo de un lado a otro por estas calles recibiendo bebés…

- ¡Así, que no nos podemos quitar los años! hay demasiados contemporáneos que nos lo recuerda.

Decíamos en broma Oliva Álvarez, Rosa Jaramillo y yo.

Y era así, de vez en cuando nos encontramos con aquellos coterráneos que aún viven aquí.

En la actualidad, entre el terreno de la finca de la señora Elisa estrada Echeverri y la casa de mis padres, han levantado algunas casas y edificios, entre ellos 2 etapas de la urbanización sol naciente

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y sol creciente, de esta, hay 5 torres compuestas por 416 apartamentos y de sol naciente otro tanto lo que da un cálculo aproximado al multiplicarlo por 3 integrantes, que hay aproximadamente 2.496 personas viviendo en los apartamentos; desconozco el total de habitantes que ocupan las casas, pero lo que es cierto, es que ahora hay más gente apeñuscada que terreno libre… La cultura de las grandes familias y los abundantes hijos, cambió. Menos senderos con hierba y más bloques de cemento.

En los terrenos donde estaba ubicada la finca La quinta de Don Pepe Estrada, hoy están construidas: La Urbanización La Arboleda número uno y número dos, Los Viñales y El Centro Médico Santa Rosa de lima.

Recuerdo la casa de “Cuchupa” un señor cuya esposa se movía en silla de ruedas, en su casa, podíamos encontrar los chócolos frescos, además, el pandequeso más rico del barrio, hoy en dicho territorio se asienta la parroquia san Matías apóstol, la urbanización altos de Calasanz y donde era la finca de don juan de la cruz escobar cuyo mayordomo fue el señor pedro Montoya, mi abuelo paterno, han edificado lo apartamentos Paysandú.

En el año de 1980 Elisa Estrada vendió su propiedad a los señores Leves, quienes construyeron allí los edificios de Sol Naciente, Sol Creciente, Recinto y parte de La Arboleda.

En el año de 1955 el señor Nel Rodríguez vende su propiedad a las hermanitas de los Pobres de San Pedro Claver, y allí se construyó más tarde el asilo Refugio Santa Ana.

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En esta fotografía contemplamos los morros donde íbamos a buscar el musgo y los carboneros para el pesebre, convertidos en arboles de cemento aquí, está construida la urbanización de Calasaniaz, los edificios que vemos al fondo desde es el “hogar Madre Eugenia” del Refugio Santa Ana. Los personajes ya nos falta los últimos quince para alcanzar el medallón del siglo: Amanda Jaramillo Rúa, Libia Ossa Yepes, Nora Muñoz Estrada, Lucia Vélez Estrada. Estas personas se quedaron para cuidar a sus padres y hoy son felices de haberlo hecho. Las que echaron raíces y no se han movido de aquí: Flor Jaramillo de Ossa, Luz Elena Maya de Hoyos, María del Carmen de Velásquez y Marta Giraldo de Rodríguez.

Las reliquias del barrio son personas que aún viven aquí, se casaron y aún siguen viviendo en este lugar: Lilian Montoya de Muñoz, Marleny Gómez de Jaramillo, Consuelo Paniagua de Maya. Ana Jaramillo de Muñoz. Estas familias surgieron de las primeras que brotaron en el terruño.

En la casa de Ricardo Saraz hoy se levanta un flamante edificio “Torre de Corintio”

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En esta fotografía vemos a Alicia Saráz con su hermano Candoy su casa paterna El nombre de El Coco fue desapareciendo poco a poco desde el año 1955, cuando los padres escolapios, fundaron el colegio Calasanz, este, se fue convirtiendo en emblema del barrio, así que los habitantes comenzaron a tomar dicho nombre, hoy cuando me preguntan: _ ¿Dónde vives?

Yo respondo. _En Calasanz.

Pero cuando me preguntan _ ¿Dónde naciste?

Siempre diré: _En El Coco

Este nombre no ha muerto para mí, lo llevaré siempre en mi corazón y en mi memoria, aunque de él, solo queden sus letras, ahora este gran barrio, está dividido por sectores y cada uno tiene su propio nombre, mi terruño y sus alrededores tomo el nombre de Calasanz, quiero aclarar que este lugar nunca fue de invasión, lo digo yo que nací y viví aquí, son setenta y seis años de mi vida, viéndolo evolucionar. El verdadero Coco abajo se consideraba de una cuadra larga desde la Mina hasta donde Pacho Maya de la calle 49 doble DD a la calle 50 con la carrera 83 AA. Si alguien llego tarde, a él, no lo conoció lo suficiente, con esto les digo todo. Además, el nombre de El Coco, no se dio porque había palmas aquí, como algunos dicen, no, El Coco lleva este nombre; porque los hermanos Jesús y Vicente Jaramillo que viajaban a lomo de mula a Zaragoza a comerciar con oro, venían de allí, admirados de un lugar pintoresco que había a la entrada del pueblo y se llamaba El Coco. Al llegar, de nuevo, don Jesús comparaba este lugar con el que había dejado y alegre cantaba: _“Ya vamos llegando al coco, que viva el Coco” Hasta que de tanto escucharlo comenzaron a llamarlo así.

EL COCO Viva mi barrio, viva el amor Viva mi gente que aquí nació Que ni los años la desunieron Todos unidos cantamos hoy Llegando de varias partes

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Nuestro barrio se pobló Entre familia y familia Muy pronto multiplico.

Allí nacieron los niños, Unidos en gran fervor Que crecían con los años, Para vivir con amor Todo esto dice mucho Creciendo siempre a la par Construyendo un mañana Que se ve multiplicar En generaciones vibrar Aquel grito triunfador.

Que dio al Coco su nombre, Jesús Jaramillo con amor.

Han pasado, muchos años Y hoy queremos revivir, Dándole gracias a Dios Por haber nacido ‘aquíAnalizamos el tiempo Aquel que ya paso Pero seguimos juntos En la patria y el amor.

Con esto queremos todos A nuestra descendencia dar Que conozcan el pasado Para poderlo imitar.

El tiempo va corriendo Y poco a poco se va Pero el Coco nunca muere No lo dejemos acabar, M.R.M.M.

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En estas últimas páginas, termino escribiendo mi nombre, el cual, no sólo se compone de letras específicamente ordenadas, no… Es todo un compendio de historias que describen mí pasado, mi presente y mi futuro…

Yo, María Rocío Montoya Muñoz, quise en este escrito, honrar la gente de mi barrio, sus tradiciones, sus personajes, sus ocurrencias y las vicisitudes de sus vidas. Espero que haya sido de su agrado y de inspiración para que sea el siguiente en plasmar sus vivencias y las de otros.

Quiero dar gracias a Dios porque al entretejer con palabras cada una de estas historias pude reordenar la mía, gracias a la gente de mi barrio, a mi familia y a mis amigos por hacer, que en estas líneas los recuerdos tomaran vida…

Cuando estaba a punto de dar por terminado esta recopilación, me detuve a pensar, lo bueno que fue para mí, enfrentarme con mi pasado y poder recapacitar sobre lo que no había valorado de mi vida, de mi familia y de mi barrio, pude llorar y reír al recordar a mis amigos de infancia y juventud, a mis padres y hermanos que ya no están conmigo, a mis alumnos y a mi inolvidable convento al que pertenecí… Esta experiencia me enseñó a ir más allá, de un simple escribir por escribir…

Deseo con todo mi corazón que a través de esta práctica, podamos rescatar la historia que nos identifica, aquella, que por el afán de los días, se nos pudo haber extraviado. …Y estas son Las Memorias que guardo de mi barrio, cofrecito lleno de tesoros, personajes inolvidables que nacieron y crecieron junto a nosotros, grandes seres humanos, orgullo de todo un pueblo, muchos de ellos, exhalaron ya su aliento, pero su recuerdo permanece vivo en nuestros corazones. ¡Que viva El Coco!

Gracias a Dios Y a quienes lo han amado tanto como yo.

Las experiencias contadas, en este libro son vivencias personales y de mi familia, anexa a las anécdotas de nuestros vecinos y amigos, que aún vivimos aquí, otros contenidos fueron argumentados con la investigación que se lleva a cabo en la biblioteca la Floresta con el programa Digitando el Pasado cuya directora es Vanessa de los Ríos, en este link pueden encontrar más información: Biblioteca https://www.flickr.com/photos/digitalizandoelpasado enlace biblioteca.

El trabajo de adecuación y digitalización del presente libro, se realizó el día 12 de marzo de 2019 por parte de Camilo Giraldo, mediador de cultura digital de la Biblioteca La Floresta, el cual con autorización previa de la autora, dispondrá el material para el servicio de información local de dicha unidad de información.