Revista Mundo Médico Diciembre 2023

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EDITORIAL

DRA. ANA ISABEL FERNÁNDEZ CASTELLÓ

ELA Quality and Clinical Risk Director | Sanitas & Bupa Europe and Latam Hace unas semanas, tuve el placer de unirme a mis colegas de Bupa Chile en Santiago de Chile, y tuvimos la oportunidad de compartir buenas experiencias, pensamientos y reflexiones, además de momentos muy gratos de amistad. Destacaría, nuestras sesiones de trabajo acerca de la gestión de riesgo como herramienta para garantizar la seguridad del paciente y la calidad asistencial. También destacaría los desafíos a los que nos enfrentamos al incorporar esta herramienta a nuestro quehacer diario, en las clínicas, en IntegraMédica, en los gabinetes dentales, en el laboratorio y en cualquier área asistencial. No podemos olvidar que el pensamiento basado en riesgos se incorporó en la última versión de la norma ISO 9001 y en el estándar de Joint Commission International (JCI), como herramienta destinada a reducir eventos adversos y otros riesgos de seguridad para los pacientes. Uno de los desafíos más importantes al que nos enfrentamos es incorporar la gestión de riesgo a la seguridad del paciente como una herramienta proactiva. A lo largo de los años hemos venido trabajando de forma reactiva, respondiendo a los eventos adversos ocurridos y a las desviaciones detectadas de los resultados de indicadores monitorizados. Sin embargo, la gestión de riesgos

nos permite abordar la seguridad del paciente con un enfoque proactivo y preventivo, al identificar qué puede salir mal, qué pasaría si o cómo evito que suceda. En definitiva, al identificar los riesgos de la asistencia y qué controles tengo establecidos para mitigarlos. Pero también nos enfrentamos a otros desafíos, como el asumir la responsabilidad que todos tenemos de ser transparentes, de elevar las preocupaciones, las debilidades detectadas en el sistema, de identificar los riesgos, de reportar los incidentes o cualquier otro aspecto relevante, mediante los canales establecidos para ello. La cultura de transparencia facilita un mejor conocimiento para la toma de decisiones en una organización. Otro desafío al que nos enfrentamos es incorporar la gestión de riesgos al ciclo de mejora continua de la calidad asistencial. El objetivo es que impacte de forma directa, en la mejora de los procedimientos de trabajo establecidos, en la calidad del servicio prestado y en la confortabilidad de los profesionales en su día a día de trabajo. Pero para ello, es crucial que se disponga de procedimientos de trabajos centralizados, normalizados, claros y basado en buenas prácticas, donde se establezca qué hacer y cómo desempeñar el trabajo.

PERO ¿CÓMO PODEMOS ABORDAR ESTOS DESAFÍOS? Incorporar la gestión de riesgo como herramienta proactiva en la seguridad del paciente, nos lleva a identificar los riesgos a los que nos enfrentamos en el día a día. Son muchos los riesgos y, habitualmente, surge la duda de por dónde empezar. Es importante priorizar en función de; los incidentes ocurridos en los centros, las áreas de foco de las certificaciones y regulaciones locales, la experiencia de los profesionales, los resultados de inspecciones o auditorias y la estrategia de la organización, entre otros. Pero también es importante, detectar los controles para mitigar estos riesgos, y garantizar que son efectivos en su diseño y funcionamiento. De qué sirve tener un control bien diseñado pero que no sea cumplido, un ejemplo claro de ello es la higiene de mano y su cumplimiento. Está demostrada su efectividad en el control de las infecciones, pero también está demostrado que su cumplimiento no siempre es el esperado. En cuanto a la transparencia una comunicación clara en ambos sentidos es clave. La información relevante tiene que fluir, de forma organizada y por los canales establecidos, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Los sistemas de notificación de incidentes, las conversaciones de performance con los responsables, los reportes periódicos de indicadores asistenciales y los informes tras verificaciones realizadas, son algunos de los canales de comunicación para elevar aspectos relevantes y recibir información de interés para seguir avanzando. Por último, la gestión de riesgo no debe ser considerada como un trabajo añadido, sino como actividades que nos ayudan en la mejora continua de la calidad asistencial. Cuando se realiza la evaluación del cumplimiento de las políticas de la organización, cuando se evalúan los riesgos según impacto y probabilidad, cuando se analizan los incidentes, cuando se revisa la efectividad de los controles o cuando se audita un área, lo que se hace es buscar las debilidades del sistema, para poder establecer planes de mejora. El fin de la gestión de riesgos es identificar oportunidades de mejora y establecer los planes oportunos para alcanzar el objetivo de ofrecer asistencia de calidad en condiciones de máxima seguridad. Como conclusión, podemos decir que la gestión de riesgos en la asistencia sanitaria es una herramienta clave para garantizar la seguridad del paciente y la calidad asistencial. Además, por su enfoque proactivo, no solo nos ayuda a prevenir eventos adversos, sino que también mejora la confianza del paciente en el sistema de salud.

COMITÉ EDITORIAL Dra. Paulina Gómez, Dr. Ignacio García-Huidobro, EU Carla Alarcón, Dra. Rossanna Camponovo, Dra. Marcela Henríquez, Dr. Manuel González, Dr. Álvaro Otarola, Dr. Sebastián Carvajal, Dr. Juan Pillampel, Dr. Daniel Jerez, Dr. José Patricio Miranda, Pamela Contador, Francisca Chinchilla, EU Ana María Quezada. Edición Periodística y Diseño: MAB Comunicaciones.


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