ÉTICA
Las imágenes, ¿buenas o malas? P. Sergio Checchi sdb
El otro día una señora me contó: “Me visitaron los hermanos separados y me dijeron que no debía hacer sobre mí la señal de la cruz, porque con eso yo volvía a crucificar a Jesús”. Y me preguntó: “¿Qué piensa usted de eso?” Le contesté: “No les haga caso, porque más bien la cruz es nuestra gloria y salvación, como dice San Pablo: Lejos de mí gloriarme de otra cosa que no sea la cruz de Cristo” (Gal 6,14).
E
n otras ocasiones ellos nos reprochan que los católicos “adoramos las imágenes”. Tampoco hay que hacerles caso. Los católicos conocemos muy bien el primer mandamiento y sabemos que sólo tenemos un Dios, creador y padre, y que sólo a Él debemos adorar. Y, si en ese mismo mandamiento Dios prohíbe elaborar imágenes de Él, es porque aquellos pueblos eran semi-bárbaros y fácilmente podían confundir la imagen con la realidad; y también para que aprendieran que Dios es espiritual, pura bondad y belleza, sin cuerpo. Cuando más tarde vino Jesús, el hijo de Dios, nunca perdió su tiempo enseñando que no debemos elaborar imágenes, porque
el pueblo ya era instruido y ya no existía la idolatría entre los judíos. En cambio habló mucho contra el afán de dinero y el afán de poder, que son los ídolos modernos y hacen mucho daño. Las primeras generaciones cristianas hasta el siglo VII no vieron ningún problema en pintar imágenes religiosas de Jesús y de María. ¿Acaso no tuvo Jesús un cuerpo humano como el nuestro? ¿Entonces por qué no representarlo en brazos de su Madre, o en la cuna de Belén, o sentado enseñando, o clavado en la cruz? A inicios del siglo VIII, el emperador bizantino León Isáurico de repente comenzó a destruir las imágenes de
las iglesias y a perseguir a quienes las veneraban. Pero los obispos se reunieron en el segundo Concilio de Nicea y justificaron la veneración de las imágenes. Por ese tiempo también San Juan Damasceno defendió con buenos argumentos bíblicos y teológicos la práctica de la veneración (no adoración) de las imágenes religiosas. Nosotros, los humanos, no somos puro pensamiento abstracto; nuestro conocer no comienza con ideas inmateriales. Todo conocimiento comienza “viendo”; por eso Dios nos ha dado ojos: necesitamos ver para conocer. Lo decía el antiguo filósofo Aristóteles: “Nada hay en la mente si antes no pasó por los sentidos”. Por eso necesitamos imágenes. Las imágenes son el libro de los sencillos e ignorantes. Los niños comienzan a conocer a Jesús, mirando sus imágenes, mirándolo en la cruz. Así somos: mirando la bandera, pensamos en la patria; mirando la fotografía, pensamos en la persona amada; mirando la cruz del Señor, lo adoramos a Él.
Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
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