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ARQUITECTURA • Entonces
nos
acomete
una
pregunta
angustiosa:
¿Por qué ·q uerrá Taut borrar a Magdeburgo? Si esto fuera verdad, seríamos muy desgraciados y no nos que• daría otro remedio q u e contem•plar largamente un trozo
de terc iopelo amarillo, que, según Ose ar Wilde, era l o único q u e curaba todas las tormentas del ánimo.
Luis Lacasa, De "Arquitectura, de Madrid.
A n ¡ui tct'lo.
s ·OBR!r: EL ARTE DE<CORATllVO MODERNO Comienz<l hoy ••ARQUITECTURA" con la publica· c ión de este hermoso estu dio para dormitorio, por Mau• rice Dufréne, a ofrecer a sus le ctor es las r eproducciones más interesantes de las obras de los modernos decoradores. Auxiliares preciosos del arquitecto, realizan bajo
costado, están tan fuertemente arraigados en las costumbres, que sería menester por lo menos un cataclismo social para librarnos de ellos . Que de e xtraño entonces. que los industriales, y por consiguiente los dibujantes
su dirección verdadera obra de renovación artística, que
que los proveen de modelos, adapten a esto su producción? Cada vez que V d. ha llegado a ofrecer a un fabri·
traduce .bien distintamente el gusto severo de nuestros
c ante de platerí a o de pap eles pintados, de aparatos de
días, tan independiente de todo estilo definido cuanto in·
luz o de c hucherías, bocetos menos re c argados de orna-
dividualista en su expresión.
mentos que los que son de u s o corriente, nosotros hemos
Y ya que por alguno hemos de comenzar, sean por
-
ahora los franceses quienes nos deleiten primero con el arte exquisito de Majorelle, de Dufréne, de Yourdain, de Mallet Stevens, y tantos otros ya conocidos y celebr ados. Acompañaremos estas publicaciones con algunos capítulos de Gabriel Monrey sobre el arte decorativo francés moderno y que constitu irán su mejor comentar io.
N. de 7'a R.
sido dejados de lado. "Nunca el público lo a dmitirá" e ra regularmente su respuesta" Ay! ni ellos mentían, ni los otros: la tendencia a retornar a lo antiguo e s en materia de arte decorativo, tan poderosa como en arte puro, pintura y escultura. Una época, una sociedad, no tienen más q u e el arte decorativo que se merecen. Si nosotros amáramos m á s de lo que los amamos, a la simplicidad y la verdad, ¿ toleraríamos acaso la estéti ca de bazar que, no obstante los progresos realizados, arr astra todavía las preferen-
Cualidades esen ciales del arte decorativo no. - Se ha simplificado, depurado. creciente del color. - Búsqueda d e perfección técnica. - El sentido d e
francés moder- El prestigio elegancia y de la intimidad.
--Ante todo se ha simplific ado considerablemente, se ha depurado, ha desechado, y ha hecho bien, ciertas pue•
cias populares? •
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Si nosotros s u piéramos libertarnos de los preJUICIOS que nos han sido inculcados por nuestra mala educación artístic a, soport aríamos igu almente el vivir en medio de las fealdades y vulgaridades "artístic as" entre las cuales vivimos 1
riles o excesivas fó rmu'ias ornamentales, llegando poco
Nunca se aplaudirá pues demasiado calurosamen te los es-fuerzos que han us a d o nuestros decoradores mo-
a poco a ser más sobrio, más reservado, más ponderado,
dernos para simplificar y depurar nuestro gusto, devol-
y, al mismo tiempo, más sutil y más vivo. Y a no es menester decor ar tanto para ser decorati·
vernos el sentido del verdadero valor de las cosas, es decir, el respeto de los materiales empleados y hasta
vo: la decoración no constituy e por si sola el arte decorativo. Ella es de importancia secundaria, y sólo debe
en cierto límite, la aprehensió n hacia el ornamento inútil, y por último, despertar en nosotros el amor por el
manifestarse en segundo término.
calor. Es ciertamente un hecho que numerosas personas son incapaces de soportar los exc esos ornamentales que hacían f u ror hac e algunos años y no consentirían más el
La forma, ante todo, a la cual la ornamentación no es en absoluto indispensable, a la cual, la mayor parte de las veces, ella no añade nada: al contrario: tal objeto usual que podría ser aceptable, si no estuviera '"decora· do" se vuelve pronto odioso a causa de los ornamentos que lo recargan.
vivir en los ~nteriores donde vivían. Es un hec·ho cierto que, bajo la influencia en primer término de la pintur a al air e libre, del impresionismo, luego de las revelacio-
Hubo una época en que todo se decoraba con flores, con desnudos femeninos, con insectos, moluscos, peces,
nes que nos han aportado los Bailes Rusos, nuestra visión se ha afinado y aclarado, nuestra sensibilidad vi'sual se ha hecho c apaz de vibrar en armonías de tona-
a·l gas, pájaros pretendidamente estilizados, y todo de
lidades más imprevistas, más nuevas, exactamente co-
qué manera! .. Es por culpa del público, decían para excu-
mo nuestra sensibilidad auditiva a armonías de sonidos
sarse, los de.coradores de entonces. El gusto de lo llamativo, de la simulación, la falsa comprehensión de lo que él llama lujo, de lo que el tiene
más sutiles, más frescos, más complejos. ¿No era pues natural que nuestr os artistas decorado res aprovec hasen de ello, y podríamos nosotros censurarlos por no haber
por artístico, la atracción irresistible que ejerce sobre
descuidado nada para satisfacer a esas condiciones nue-
la gran mayoría de las personas. - de los grandes bur· gueses en un principio. lue go de los pequeños, que no otra cosa hacen que imitar a los grandes, y por fin, del pueblo que sólo sigue el ejemplo de grandes y peque• ños, el objeto que parezca valer más de lo que ha
vas del gusto público? Cuestió n de moda, se dirá: bien lo deseo: y . q u é importa? No hay solamente modas malas, las hay también buenas y cuyo é xito a yuda poderosamente al mejoramiento del gusto público creando la atmósfera favor a-
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