Autonomía profesional y control democrático Ángel I. Pérez Gómez Profesor del Dpto. de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga.
>Reflexiones sobre la naturaleza compleja, delicada y conflictiva de la labor docente en las sociedades avanzadas. Se comentan los dilemas que subyacen en la autonomía profesional del docente. Primero, se delimita el concepto de profesión docente y sus diferentes enfoques. También se argumenta la incompatibilidad entre autonomía profesional y control democrático de la educación como servicio público.
formación inicial del profesorado
Desearía ofrecer, en el presente artículo, algunas reflexiones sin duda polémicas sobre la naturaleza compleja, delicada y conflictiva del propio quehacer docente al final del siglo XX, en las sociedades avanzadas que componen de forma desigual las características del denominado mundo occidental. Me detendré de modo especial en el dilema que presenta la reivindicación de autonomía profesional en el marco del ejercicio de un servicio público en las sociedades democráticas. ¿Qué significa la autonomía profesional en el ejercicio de la acción de la influencia que la sociedad democrática ha encomendado a la institución escolar? ¿Qué parcelas teóricas y prácticas de autonomía real caben en la inevitable tensión entre la dimensión educativa y la función socializadora que cumple la escuela? En los últimos años, la preocupación por el desarrollo profesional del docente, tanto en sus aspectos de formación, como de ejercicio de su práctica, condiciones de trabajo, consideración social, control y evaluación..., se ha convertido no sólo en un problema político, administrativo y técnico, sino en un importante objeto de estudio teórico, investigación, debate público y desarrollo legislativo (Carnegie Task Force on Teaching, 1986; Holmes Group, 1986). En la mayoría de los estudios teóricos y en las propuestas o proyectos de reforma (LOGSE incluida), la necesaria transformación de la escuela y el incremento de calidad de la enseñanza se vincula habitualmente con la modificación de la función docente y el necesario enriquecimiento del desarrollo profesional de los enseñantes. Aunque no es difícil apoyar decididamente tales propuestas, los problemas implicados poseen un calado más profundo del que manifiestan en principio, que conviene indagar con mayor detenimiento. El primer aspecto que requiere clarificación es el mismo concepto de profesión y sus implicaciones. EL CONCEPTO DE PROFESIÓN DOCENTE Labaree (1992) considera que existen dos elementos claves que configuran la identidad profesional de una actividad o quehacer práctico: un determinado cuerpo de conocimientos formales y una reconocida autonomía en el trabajo. Ambos aspectos, imprescindibles en la identidad y práctica profesional, se encuentran estrechamente relacionados y mutuamente exigidos. El profesional reclama autonomía para el desarrollo de su actividad, porque se considera depositario de un conocimiento especializado y experto que legitima la racionalidad de sus diagnósticos y sus prácticas. Por otra parte, la contrapartida de la responsabilidad en exclusiva que asume ante la sociedad por la calidad de su trabajo con el grupo de estudiantes a él encomendados, no puede ser otra que el ejercicio autónomo de su práctica. Ahora bien, el concepto de profesionalidad puede ser un mero refugio para hurtar el control democrático de la sociedad sobre una práctica con evidentes repercusiones éticas y políticas, o un instrumento para potenciar la reflexión compartida, la experimentación informada y razonada, y la evaluación abierta y