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EDUCAR como se pastorea
Esta página se refiere a la lectura del Evangelio según San Juan (10,11‐18) proclamada en la Misa del 22 de abril, IV Domingo de Pascua. Jesús recorría ciudades pueblos, estancias, can nas curando con su dotrina penas del cuerpo y del alma y dando a todos la calma de sus alforjas divinas. Viendo a tanta muchedumbre se enterneció de dolor porque le hería a su amor ver tanta gente perdida que andaba por esta vida como oveja sin pastor. No te confundiste de página, ni tampoco hici‐ mos con el pa‐ dre Cholo un intercambio de es los para este número del Bole n... Pero estas bellas estrofas del “Evan‐ P. Francisco Lezama sdb gelio Criollo” del jesuita Amado Anzi bien nos pueden ayudar a entrar en el significado profundo de la ac tud “pastoral” del Maestro (el que va con mayús‐ cula, pero también de los otros).
Jesús u lizó muchas imágenes ligadas a trabajos para hablar de su ac vidad o de la de sus discípulos: sembradores, pescadores, comerciantes y viñadores —entre otras ocu‐ paciones— pueblan sus parábolas y discur‐ sos. Pero sin dudas una de las que más ha calado hondo en el vocabulario y en la imagi‐ nería cris ana ha sido la que aparece en la lectura de este día, que es llamado justamen‐ te “el domingo del Buen Pastor”. Jesús retoma el uso que hace el An guo Testamento de esta figura, pero le da un significado nuevo y profundo aplicándolo a su persona y, más tarde, a sus seguidores. A lo largo de los siglos, esta misma imagen ha sido aplicada de una manera especial a la ac vidad educa va. Los Salesianos de Don Bosco la llevamos en la cruz que recibimos el día de nuestra profesión perpetua, y muchas otras congregaciones educa vas también la u lizan. ¿Qué puede aportar esta figura del Buen Pastor a quienes hoy trabajamos en la educa‐ ción? Es significa vo que la misma imagen haya sido u lizada por el poeta Víctor Lima para hablar del reformador de la Escuela Pública, “José Pedro Varela, pastor de la es‐ cuela”. ¿Puede ayudarnos a los involucrados —profes, maestros, direc vos, educadores, catequistas, animadores, padres y madres de
familia‐ a reimaginar nuestra tarea? De hecho, para re‐imaginar puede ser muy ú l contar justamente con una imagen que nos hable: de poner en el centro de la educación a las personas y a las relaciones que se generan. de no perder nunca la capacidad de compade‐ cerse por quienes sufren el no haber tenido las mismas oportunidades. de prestar atención a los que quedan por el camino (“la oveja perdida”), reconocer el valor infinito de cada uno, atendiendo a las par cularidades que nos hacen a todos especiales. de tener en cuenta las situaciones con las que el mal se hace presente en la vida de los niños y jóvenes, como lobos y ladrones al acecho, para prevenir el ataque y defenderlos. de que al final, como decía Don Bosco, la educación “es cues ón del corazón”, de un corazón que demuestra amor y de otro que se abre al don de una vida abundante, con sen ‐ do, y que se vuelve entonces capaz de donarla por otros.
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