BOCA DE SAPO Nº9

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| BOCADESAPO | DOSSIER ENSAYO INFANCIAS 46

| si se habla de un “representar” sin objeto, es porque lo que se juega en el teatrito infantil de las hermanas Di Giorgio es la representación de la vida misma. | “El teatro es otra forma de la poesía”

Aquí es donde debemos reconstruir la trayectoria de su particular idea de teatralidad. Porque el otro relato recurrente de su infancia es el de las “representaciones”; los juegos teatrales con la hermana y las primas o los recitales de ella misma, sola frente a las flores. Luego vendrían las clases de teatro y la participación en un conjunto teatral durante la adolescencia, pero fue la experiencia de ese teatrillo infantil la que “abrió una zona”, elaborando una forma particular de escenificación, en la cual la representación no estaba supeditada a la ficción. Un teatro “innato”, como dice su hermana, o natural, que hace que cuando se hable de “interpretación” o de “representación” no importe qué se interpreta o qué se representa.8 Claro que si se habla de un “representar” sin objeto, es porque lo que se juega en el teatrito infantil de las hermanas Di Giorgio es la representación de la vida misma. Los intercambios son bidireccionales; tanto se representa la vida de los huertos como se utilizan las herramientas del teatro para vivir. Marosa sabía –un saber, posiblemente no sistemático, ni exhaustivo– de las ambigüedades entre la autobiografía y la representación, de los modos de transformar la vida en teatro. No es extraño que inmediatamente después del relato sobre las representaciones infantiles agregue: [Nuestros padres] Nos hacían sentir princesas, muñecas, y con esa envoltura pasé la escuela, el liceo, el teatro, la desaparición de familiares, los quebrantos económicos, y atravieso la vida. (2008:658)

El teatro no es más que una proyección externa que nos cuida de las penurias y con la que atravesamos la vida. Así, en los pocos momentos en los que en Los papeles salvajes se menciona el teatrillo de la infancia, no se refiere la pieza representada sino ese mismo juego de representar, en el medio del bosque como centro de las apariciones. Un teatro de la naturaleza, que ilumina un conflicto con la lengua como herramienta de lo comunicable y de lo perdurable. En el momento de esas obras, –siempre improvisadas, con los vecinos de público y en el medio de la huerta– quienes hablan tienen miedo de no saber (“yo, siempre, tenía miedo de perder la letra”) y quienes no poseen lenguaje, lo aprenden (“teníamos algunos animales en el elenco; habían aprendido a moverse en un escenario, a vestirse, a calzarse, y hasta decían algunas palabras”).9 Es un teatro lábil que se disipa rápidamente en el paisaje.10 Pero además, como Josefina, la cantora de Franz Kafka, la “recitatriz” no comunica más que el propio acto escénico, el cual se liga al propio acontecer, silencioso, de lo natural: En mitad de la tarde, delante de los frutales, apareció la recitadora; (…). La gente, que se acuclillaba a escuchar, no entendía bien lo que ella decía, ¿contaba la historia de cada ser y cada cosa?, el gusano, la perdiz y la rosa, con movimientos serios y breves, o con una leve sonrisa de sus labios fuertemente teñidos de rosa. (2008:509) En otro sentido, estas representaciones sin objeto


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