BOCA DE SAPO Nº 32

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BOCA DE SAPO 32

Era digital, año XXII, Mayo 2021.

ARTE, LITERATURA Y PENSAMIENTO

Utopías del Lenguaje Bentivegna, Córdoba, Dellutri, De la Fuente, Galimi, Glozman, Guerra, Negroni, Scavino

Dossier Susana Thénon / Entrevista a Ticio Escobar Videoarte x 3 / Poemas de Felipe Benegas Lynch, María Casiraghi y Matías Néspolo


Las obras que corren en la actualización web y las que acompañan los artículos de Boca de Sapo: UTOPÍAS DEL LENGUAJE pertenecen a Franca Villarreal, se trata de una serie de collages digitales inspirados en los fotomontajes de Grete Stern y en el mundo onírico de David Lynch. Collages de Laura Cilento, quien a partir de esta edición se suma al Consejo de la revista, ilustran el Dossier Susana Thénon que reúne intervenciones de María Negroni, Analía de la Fuente, Corina Dellutri y Gisela Galimi. Boca de Sapo 32 se abre con un artículo de Mara Glozman, que aborda las políticas lingüísticas con perspectivas de género a partir de la indagación del archivo. Vanesa Guerra reflexiona sobre la tiranía de los lenguajes instrumentalizados, Cintia Córdoba analiza qué clase de saberes propicia la lengua de la universidad burocrática, Diego Bentivegna se sumerge en “La lengua utópica” del filólogo Pedro Henríquez Ureña y Dardo Scavino filosofa sobre Roland Barthes y su gato. En cuanto a las producciones de videoarte, forman parte de esta edición piezas de Alejandro Arguelles, Nair Gramajo, Anastasia Parshina y José Trujillo que trazan un arco artístico y territorial que va de San Petesburgo a México, pasa por Buenos Aires y se clava en la Patagonia argentina con la sorprendente impetuosidad de un refucilo. A propósito de la reciente publicación de Aura latente (2020), Florencia Eva González y Jimena Néspolo dialogaron con el prestigioso ensayista paraguayo Ticio Escobar sobre aquello que late en el arte, ese campo de irradiación luminosa que involucra al espectador en su percepción de la intensidad. En Boca de Sapo: UTOPÍAS DEL LENGUAJE comparten poemas Matías Néspolo, Felipe Benegas Lynch y María Casiraghi.


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BOCA DE SAPO Arte, Literatura y Pensamiento

STAFF

Era digital, año XXII, Mayo 2021.

S u m a ri o: Ut o p ías del leng uaj e DIRECTORA Jimena Néspolo CONSEJO DE DIRECCIÓN Claudia Feld Florencia Eva González Laura Cilento Walter Romero JEFE DE REDACCIÓN Felipe Benegas Lynch CORRECCIÓN Carolina Fernández ARTE Jorge Sánchez Diseño Gráfico Victorio Scafati COLABORADORES Alejandro Arguelles Diego Bentivegna María Casiraghi Cintia Córdoba Analía de la Fuente Corina Dellutri Gisela Galimi Mara Glozman Nair Gramajo Vanesa Guerra María Negroni Matías Néspolo Anastasia Parshina Dardo Scavino José Trujillo COMMUNITY MANAGER Matuziken Knight

• Políticas lingüísticas con perspectiva de género: tiempo y archivo. Mara Glozman/2 • Poemas de Matías Néspolo /12 • Videoarte: No se pide perdón por el fuego. Nair Gramajo /15 • Despellejarse la piel del amo. Vanesa Guerra /16 • Poemas de Felipe Benegas Lynch /22 • Dossier Susana Thénon: El festín del significado. María Negroni /26 La joven Thénon. Analía de la Fuente /30 Thénon, Rilke y la traducción. Corina Dellutri /38 La trasgresión o la guerra del lenguaje. Gisela Galimi /40 • Opinión: El gato sobre la mesa. Dardo Scavino /44 • Videoarte: Comedores de labios. Alejandro Arguelles /47 • En otro orden de cosas. Cintia Córdoba /48 • La lengua utópica. Diego Bentivegna /58 • Videoarte: Pasajes. Anastasia Parshina y José Trujillo. /63 • Entrevista a Ticio Escobar. Florencia Eva González y Jimena Néspolo /64 • Poemas de María Casiraghi /65 Derechos reservados – Prohibida la reproducción total o parcial de cada número sin la cita bibliográfica correspondiente y/o la autorización de la editora. La dirección no se responsabiliza de las opiniones vertidas en los artículos firmados. Los colaboradores aceptan que sus aportaciones aparezcan tanto en soporte impreso como en digital. Boca de Sapo no retribuye pecuniariamente las colaboraciones. Impresa en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. www.bocadesapo.com.ar redaccion@bocadesapo.com.ar suscripcion@bocadesapo.com.ar ISSN 1514-8351 Editor responsable: Jimena Néspolo Dirección: Casilla de Correo N°60, Pedro Lagrave 681, CP (1629) Pilar, Provincia de Buenos Aires, Argentina. TE: +54 (230) 4459 599


Políticas lingüísticas con perspectiva de género: tiempo y archivo A la hora de hablar sobre lenguaje inclusivo y no binario, resulta insoslayable considerar el trabajo de la historia en las condiciones de cada presente. La cuestión de la colonialidad y la soberanía, el papel de las corporaciones normativas, el problema de la dependencia, la relación entre geopolítica y políticas de la lengua no son cuestiones accesorias o de un “cierto pasado”: son dimensiones que inciden de manera sustancial en la formación de los debates actuales sobre políticas lingüísticas y políticas de géneros. Aquí un análisis a contrapelo de una aproximación idealista al problema del lenguaje.

Por Mara Glozman BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 2


I La política supone una práctica en “presente”, no permite “demostrar o explicar” a posteriori, sino “hacer en nuestro único presente las revoluciones inevitables” que vuelven a la dialéctica no la “teoría del hecho consumado” sino un método revolucionario. La práctica política trabaja con la inestabilidad de todo sistema de relaciones y configura su espacio de intervención de un modo diferente y propio. En este sentido, produce su propio pensamiento como “análisis de la situación”, lee la coyuntura no en lo que esta tiene de legalidad necesaria sino en lo que tiene de precariedad constitutiva. El fragmento extraído de “¿Qué sujeto? De la estatalidad ideológica al momento político en la problemática de Louis Althusser” (2013), de Natalia Romé1, coloca de manera precisa una de las dimensiones que, a nuestro entender, resulta más relevante para comprender las dinámicas de la hora en materia de políticas del lenguaje con perspectiva de género: una ausencia de aquello que en décadas pasadas solía denominarse “caracterización o análisis de coyuntura”. Síntoma de esta ausencia –que no se explica por falta de voluntad colectiva, menos aun individual, sino por las condiciones actuales de producción de política pública– es la tendencia a realizar lecturas de la situación bajo el dominio de una inmediatez presentista y un análisis de la cuestión bajo la forma de un recorte temático que, partiendo de ideas comunes que aparecen como certezas, oblitera la posibilidad de pensar qué aspectos se reúnen y se tensan, qué preguntas y evidencias se cifran, qué contradicciones, principios, sentidos, materialidades y funcionamientos articulan la(s) problemática(s) en análisis. También es plausible describir ciertas orientaciones espontáneas en las modalidades del decir y los mecanismos de incrustación de enunciados: en los discursos que anudan lenguaje y política de géneros, observamos una tendencia a tomar como punto de partida para el desarrollo argumental una aseveración siempre-ya-sabida sobre la relación entre expresiones y lazo social, entre palabras y poder, entre el nombrar y el existir. Esto es: aparece una y solo una definición de lenguaje, que se toma como dada y se acomoda bien al propósito del material elaborado o a elaborar. En verdad, esta forma de la aseveración (el lenguaje es / el lenguaje expresa / el lenguaje construye) fue dejando lugar en los últimos tiempos a aquello que Paul Henry (1977) y

luego Michel Pêcheux (2016) denominan efecto de preconstruido2: un efecto discursivo por el cual hay una zona de lo enunciado que aparece como si se tratara de algo-ya-ahí, un funcionamiento del Interdiscurso que instaura cierta anterioridad y exterioridad en el orden del decir: dado que / siendo que… De esta forma, aparecen definiciones reiteradas en los discursos orientados a fundamentar la relevancia de la incorporación de formas lingüísticas inclusivas y/o genéricamente no binarias en diversos tipos de documentos institucionales, textos orales o escritos. En otras ocasiones, hemos planteado, al respecto, dos proposiciones críticas. Por un lado, el “olvido” de las categorías lengua y discurso en favor de una idea general de lenguaje que no distingue regiones, niveles, materialidades y principios de funcionamiento diferenciados, generando un solapamiento entre procesos discursivos, deixis, intenciones pragmáticas, aspectos estilísticos, aspectos léxicos, dimensiones morfológicas, significado, sentido y referencia, inter alia3. Por el otro, una brecha –un desfasaje o décalage– entre las formas lingüísticas no binarias, que realizan un trabajo transformador y progresivo en tanto constituyen aspectos de derechos adquiridos, y los discursos que se proponen fundamentar la promoción de políticas lingüísticas con perspectiva de género, discursos que en su mayoría portan elementos retrógrados anclados en viejos saberes de cuño mecanicista y/o instrumental que tienden a caracterizar el lenguaje como expresión transparente o como acción orientada a fines4.Ahora bien, esto no acontece solo en Argentina: la expansión de enunciados que asocian de manera transparente –idealista, diríamos– formas del decir y formas del mundo puede reconocerse también en documentos, declaraciones y guías producidas en distintos países latinoamericanos y caribeños, en diversas lenguas. Es posible condensar esta caracterización en la circulación ubicua y plurilingüe de un determinado enunciado y sus variantes; algunos ejemplos: Hay que señalar que lo que no se nombra no existe y utilizar el masculino como genérico ha invisibilizado la presencia de las mujeres en la historia, en la vida cotidiana, en el mundo. (…) La lengua tiene un valor simbólico enorme, lo que no se nombra no existe, y durante mucho tiempo, al hacer uso de un lenguaje androcéntrico y sexista, las mujeres no han existido y han sido discriminadas. (Manual para el uso no sexista del lenguaje. Lo que bien se dice… bien se en-

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El modo en que se da la discusión sobre lenguaje con perspectiva de género en Argentina incluye una problematización del papel de la praxis política en materia lingüística. tiende, Red de Educación Popular Entre Mujeres de Latinoamérica y el Caribe – REPEM LAC, documento elaborado por María Julia Pérez Cervera, 4ta. edición 2011, p. 16-18) É preciso assinalar que o que não se nomeia não existe e utilizar o masculino como genérico tornou invisível a presença das mulheres na história, na vida cotidiana, no mundo. (...) A língua tem um valor simbólico enorme, o que não se nomeia não existe, e durante muito tempo, ao utilizar uma linguagem androcêntrica e sexista, as mulheres não existiram e foram discriminadas. (Manual para o uso não sexista da linguagem. O que bem se diz bem se entende, Governo do Estado do Rio Grande do Sul / Secretaria de políticas para as mulheres, adaptado al português por Leslie Campaner de Toledo, 2014, pp. 24-26) As palavras nos dão conta das características da população, de seus traços físicos, de seu nível de vida, de suas habilidades e até de aspectos mais imateriais ou abstratos como seu caráter ou suas crenças. Pelo contrário, o que não se nomeia, embora exista, passa ao terreno do invisível, do que não existe (Manual para o uso não sexista da linguagem. O que bem se diz bem se entende, Governo do Estado do Rio Grande do Sul / Secretaria de políticas para as mulheres, adaptado al português por Leslie Campaner de Toledo, 2014, p. 63) Si nous voulons qu’elles ont le droit d’être considérées comme les égales des hommes, ne les englobons pas dans un masculin qui les fait disparaitre: «Ce qui n’est pas nommé n’existe pas.» (Rita Bonheur, Colette Janvion y Gisèle Derigent, documento «Ce qui n’est pas nommé n’existe pas», Union des Femmes de la Martinique, 2014) CAPÍTULO 3. El androcentrismo. Sólo lo que se nombra existe. (Manual de comunicación no sexista. Hacia un lenguaje incluyente, documento elaborado por Claudia Guichard Bello, Instituto Nacional de las Mujeres, Ciudad de México, 2015) El masculino genérico excluye a las mujeres porque aunque en el grupo de personas a las que nos estemos refiriendo haya mujeres y hombres, pareciera que sólo ellos cuentan o existen. (Guía para el uso de un lenguaje incluyente y no sexista de la Comisión Nacional de los Derechos

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Humanos, Ciudad de México, 2016, p. 12).

Estados, las tensiones y antagonismos superestructurales en los cuales se entraman de modo diferencial las esferas Si no me nombras, no existo. Promoviendo el uso simbólicas de ejercicio de las lenguas (lengua oficial, lengua del lenguaje inclusivo en las entidades públicas. (Guía nacional, lengua de inmigración, lengua de colonización), la dipara el uso del lenguaje inclusivo, Ministerio de stribución desigual de las prácticas de escritura, y el lugar la Mujer y Poblaciones vulnerables / Gobierno que ocupan los movimientos de géneros y disidencias sedel Perú; documento elaborado por Ernesto xuales en los distintos escenarios políticos. A la luz de un Cuba García, 2da edición, Lima, 2017) análisis epistémico y en pos de un análisis orientado a la práctica política, diremos, entonces, que no se trata de un Toda lengua cambia y se adapta a las nuevas reali- mismo presente acá, allá y acullá. dades y necesidades de la comunidad que la utiliza, expresando aquello que la sociedad valora, y urge coII municar y expresar en un momento determinado de su desarrollo, mientras que aquello que no es nomLe combat pour l’égalité entre les femmes et les hommes est juste. Les chemins qu’il emprunte sont parfois brado, simplemente no existe. (Manual pedagógico sobre el uso del lenguaje inclusivo y no déroutants et interrogent. C’est ainsi que certains ont fait sexista, Reunión de Altas Autoridades en Derele choix personnel et militant de modifier l’orthographe et chos Humanos y Cancillerías del MERCOSUR y la grammaire de notre langue pour parvenir à cet objectif. Estados Asociados, 2018, p. 1) Ainsi, on découvre au hasard de publications parfois officielles des mots nouveaux, «iels» pour «ils/elles», «toustes» Porque partimos de la premisa ya anunciada de pour «tous/toutes», «celleux» pour «celles/ceux», «Cher·e·s que lo que no se nombra no existe o, dicho de lecteur·rice·s déterminé·e·s». Les règles d’accord n’existeraient otro modo, sustenta relaciones de poder que oprimen y elles plus ? Devons nous penser sobre las que se re-producen históricas desigualdades e que la modification des règles d’usage de la langue française injusticias. ((Re) Nombrar Guía para una comulittéraire serait le moyen de parvenir à cette égalité, que nous nicación con perspectiva de género, Ministerio appelons tous de nos vœux ? de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Ciudad L’article 2 de notre Constitution dispose que «la langue de la République est le français». Elle est le liant de Buenos Aires, 2020, p. 5) qui permet au peuple de communiquer à l’oral et à l’écrit. Vista en conjunto, la secuencia refuerza el efecto de La langue nationale est un facteur d’intégration, d’apparteexistencia (“obviamente el lenguaje es/funciona así”) y un nance et de rayonnement de la culture française.Le 26 octobre imaginario de identidad: pareciera que se está hablando de 2017, l’Académie française a alerté sur le risque d’aboutir à lo mismo en las distintas situaciones en las cuales se enunune langue désunie, disparate dans son expression, créant une cia. Así, en Martinica, en Río Grande do Sul, en Perú, en confusion qui confine à l’illisibilité. Le 6 septembre 2020, Argentina, en México, por caso, la cuestión a resolver pala ministre de la culture, gardienne du patrimoine littéraire, reciera ser una y la misma: la invisibilización en el lenguaje a rappelé que l’écriture «inclusive» était une démarche éliy/o a través del lenguaje. tiste. (…) L’avènement de l’écriture «inclusive» complexifie En este breve escrito proponemos una lectura a conl’apprentissage de la langue française, puisqu’elle consacre trapelo de este efecto de unidad (notablemente eficaz): no une rupture entre la langue parlée et la langue écrite. se trata de la misma problemática. La tesis puede formularC’est donc bien l’ensemble du patrimoine français linse del siguiente modo: en los discursos –textos, documenguistique qui risque de disparaître, ainsi que toute la tos, debates– producidos en distintas condiciones hay asfrancophonie qui rassemble 300 millions de locuteurs pectos de un frente común –cuyas tensiones y condiciones répartis sur cinq continents. («Proposition de loi es preciso indagar– y también elementos que portan traportant interdiction de l’usage de l’écriture inzos singulares vinculados con las especificidades históricas clusive pour les personnes morales en charge de los saberes lingüísticos, los rasgos materiales de los sisd’une mission de service public»; proyecto de ley temas en juego, los conflictos sociolingüísticos, los diverpresentado a la Presidencia de la Asamblea Naciosos tipos de dispositivos metalingüísticos y las formaciones nal de Francia el 23 de febrero de 2021; negritas en las que se inscriben, los procesos de formación de los del original)

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Este fragmento forma parte de un proyecto de ley firmado por sesenta y tres diputadxs de la derecha y centroderecha francesas destinado a prohibir el uso de grafías, desinencias y expresiones de la “escritura inclusiva” –promovida por los movimientos y organizaciones feministas en Francia– en los documentos administrativos estatales. El texto de este proyecto viene a reforzar la circular del 21 de noviembre de 2017 firmada por el entonces Primer Ministro de Francia, Édouard Philippe, que prohíbe el uso de las “reglas de feminización” en la redacción de textos publicados en el Journal officiel de la República francesa. Aquella circular ya había sido reconfirmada en 2019, cuando el gobierno francés rechazó un pedido de anulación presentado en 2018 por la Asociación “Groupement d’information et de soutien sur les questiones sexuées et sexuelles”. De la multiplicidad de aspectos que se pueden señalar, destacamos tres: 1) Se trata de (o se la trata como) una cuestión de escritura, y no solo en este tipo de medidas reaccionarias; si bien circula la denominación langage inclusif5, los análisis que trabajan sobre las tensiones que las transformaciones gráficas y morfo-fonológicas comportan y colocan el eje en la escritura –o la languécriture6. 2) El papel de la lengua francesa como patrimonio y la relevancia de la Francofonía, esto es, el juego en el presente de las relaciones entre países centrales y de relaciones de dominación (neo)coloniales. 3) El peso histórico del enunciado la langue nationale est un facteur d’intégration, su funcionamiento en la trama policrónica de políticas francesas –en coyunturas y gobiernos de muy variada naturaleza– de prohibición de lenguas y variedades lingüísticas. Traemos –en un gesto sabidamente anacrónico al modo de Didi-Huberman7– un segmento del informe presentado por Henri Grégoire a la Convención Nacional en junio de 1794, titulado “Rapport sur la nécessité et les moyens d’anéantir [‘aniquilar’; contiene la palabra “néan”, ‘nada’] les patois et d’universaliser la langue francaise”: Mais au moins on peut uniformiser le langage d’une grande nation, de manière que tous les citoyens qui la composent puissent sans obstacle se communiquer leurs pensées. Cette entreprise, qui ne fut pleinement exécutée chez aucun peuple, est digne du people français, qui centralise toutes les branches de l’organisation sociale et qui doit être jaloux de consacrer au plutôt, dans une République une et indivisible, l’usage unique et invariable de la langue de la liberté.

Analizar la situación y producir una lectura para una práctica política en materia de lengua(je)/escritura y políticas de género que pueda dar batalla a las reacciones conservadoras de esta índole –reacciones que, por cierto, también son elementos de una política lingüística con perspectiva de género– requiere, no solo pero también, contemplar el carácter temporalmente complejo de la coyuntura, la incidencia que la historicidad de disposiciones, conflictos y sentidos tiene en las condiciones del presente. III El pueblo es legislador no sólo de lo justo, sino también de lo bello, de lo verdadero, de lo conveniente. Una academia, es un cuerpo representativo, que ejerce la soberanía de la nación en cuanto a la lengua. El pueblo fija la lengua, como fija la ley; y en este punto, ser independiente, ser soberano, es no recibir su lengua sino de sí propio, como en política, es, no recibir leyes sino de sí propio. Los americanos, pues, que en punto a la legitimidad del estilo invocan a la sanción española, despojan a su patria de una faz de su soberanía: cometen una especie de alta traición. No reconocer la autoridad de los estamentos, y soportar autoridad de la academia, es continuar siendo medio colonos españoles. (Juan B. Alberdi, Fragmento preliminar al estudio del Derecho, 1837. Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1942, p. 163) La extensión singularísima que la política imperialista yankee ha dado en los últimos tiempos a su socorrida “doctrina de Monroe” (…) demuestra que las esferas de acción de las razas sajona y latina, en el continente americano, se encuentran en vísperas de ser violentamente antagónicas. (…) Si se apelara al sentimiento, predominaría el que arranca de la comunidad de raza, lengua y religión, que nos hace históricamente solidarios con España, la madre patria, con la cual deben estrecharse las vinculaciones de intereses para hacer que, en lo porvenir, marchen de consuno en el destino de los pueblos de habla castellana, el interés y el sentimiento. (Ernesto Quesada, “El problema de la lengua en la América española”, 1899, Revista Nacional, tomo XXVIII, 1899, pp. 241-257) Cuando se leen documentos argentinos sobre la lengua del período 1880-1920 por lo general los análisis se focalizan en el problema de la inmigración y las

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La precariedad constitutiva que comporta la historicidad de las relaciones coloniales en materia de lenguas en Latinoamérica [...] podría operar no como destino o condena sino de un modo productivo: hacer de lo precario terreno fértil para transformar. políticas de castellanización de inmigrantes llevadas adelante por el Estado argentino, incluso a pesar de las consideraciones introducidas por Oscar Terán a la hora de caracterizar el “dispositivo hispanista”8 finisecular. Algo análogo acontece cuando se leen documentos y discursos de los primeros años de gobierno peronista (1946-1949) en los cuales se reivindica el legado hispánico en términos de “la lengua, raza y religión traídas de la madre patria”9: los análisis se focalizan en problemáticas diversas, entre otras, la relación político-comercial con la España franquista10 y la incidencia del catolicismo hispanista en la alianza política que sustentó el primer gobierno de Juan D. Perón11. Ambos conjuntos de análisis son certeros si se abordan los textos/fuentes con mirada exclusivamente sincrónica. No obstante, vistos como elementos de un mismo archivo –entendiendo archivo como disposición de relaciones entre materiales–, notamos que en cada momento o coyuntura se reinscriben trazos de una relación que desborda el corte sincrónico y escande la historia argentina: la conjunción lengua y soberanía. Se trata de una conjunción que, a grandes rasgos, se organiza en dos grandes series, para las cuales tomamos como referencia los fragmentos citados al inicio del apartado. Una primera serie reúne intervenciones producidas en un arco temporal que va desde 1837 hasta el presente de los debates sobre lengua(je) y política de géneros, incluyendo textos producidos a lo largo del siglo XX. Con diferencias relevantes en virtud de cuestiones propias de las distintas coyunturas en las que se inscriben, los materiales de esta serie comparten un eje trasversal: articulan soberanía y lengua en una posición de rechazo de la injerencia española en general y de la Real Academia Española en particular; el reconocimiento de la autoridad académica es significado, en esta matriz, como persistencia de las relaciones coloniales. La segunda serie reúne intervenciones discursivas que anudan lengua y soberanía en una disposición diferente: es ahora frente a Estados Unidos, frente al avance de la cultura anglosajona y, en ocasiones, frente al peligro de la injerencia inglesa que se reivindica el “legado hispánico” y/o la “lengua española”. España, en esta matriz, no representa un peligro sino un resguardo simbólico ante el avance de organismos como la Unión Panamericana o, en otras coyunturas, ante situaciones comerciales y/o bélicas con Inglaterra. El año de publicación de “El problema de la lengua en la América española” es, en este sentido, elocuente: la Guerra de Cuba es un momento clave; si se lee el ensayo de Ernesto Quesada no solo como ele-

mento político frente a los procesos inmigratorios locales sino también a la luz de sus parágrafos relativos al “Tío Sam”, a la “doctrina Monroe” y al imperialismo “yankee”, es posible captar que la cuestión de la soberanía está fuertemente presente en este y otros textos que enarbolan la herencia española y/o la raigambre hispánica. Lectura análoga hemos hecho en otras ocasiones respecto del discurso hispanista en 19461947 y la coyuntura de posguerra. Este modo de anudar lengua y soberanía reaparece, con otras formas y otros efectos políticos, en el contexto de la guerra de Malvinas y también en la década de los noventa, como contracara complementaria de la orientación en las relaciones internacionales y las políticas de apertura económica promovidas por los gobiernos menemistas12. Las diferencias entre las series presentadas afectan no solamente el nivel de lo enunciado, sino también las formas que disponen el decir. En particular, sin ningún afán clasificatorio, es posible observar que las dinámicas enunciativas que gobiernan la primera serie se apoyan en los mecanismos de la polémica, en los tonos de la diatriba y, en ocasiones, en el género del manifiesto13. Hay, asimismo, otra diferencia sustancial: solo la primera serie suele reconocerse como tradición soberanista. En este escrito interesa destacar que la imagen del inglés y/o de la cultura anglosajona como peligros o riesgos de soberanía en materia de lengua resulta, en la historia argentina, tan recurrente y fundadora de tradición como los enunciados que entraman la primera serie. Ahora bien, ¿por qué resulta relevante la consideración de estos fragmentos de documentos o publi-

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caciones producidas en otras coyunturas a la hora de pensar o promover políticas del lenguaje hoy? ¿Por qué atender a la historicidad de los discursos sobre la lengua en Argentina y de la relación lengua/soberanía? La historia que presentamos sucintamente en este apartado bajo la forma de dos series se hace presente en los dispositivos y tensiones actuales: cuando se ponen en juego posiciones, ideas y argumentos en torno del lenguaje con perspectiva de género la relación lengua/ soberanía, aunque no sea la cuestión sobre la cual el texto se nombra, se (re)inscribe de manera recurrente. El modo en que se da la discusión sobre lenguaje con perspectiva de género, en Argentina incluye una problematización del papel de la praxis política en materia lingüística –esto es, si es viable una política del lenguaje o una práctica de intervención política en el campo de la lengua–, de las transformaciones/deformaciones, del lugar de la Real Academia Española y/o de otras instituciones prescriptivas, como la Academia Argentina de Letras. Y, si en ocasiones no se muestran como temas sobre los cuales se habla, reaparecen en los supuestos, en el esquema polémico y/o en los criterios que dan sustento a las voces legitimadas para la opinión pública. La centralidad histórica y presente otorgada a la Real Academia Española en un espectro amplio y federal de medios de comunicación, organismos educacionales, así como en otro tipo de instancias (por ejemplo, véase la nota “Constitución, idioma nacional y lenguaje inclusivo según criterios de la Real Academia Española”, publicada en el Sistema Argentino de Información Jurídica - SAIJ en septiembre de 2020) genera como contrapartida un conjunto reticular y ubicuo de intervenciones polémicas orientadas a explicitar la nulidad o impertinencia de la corporación madrileña en materia de políticas del lenguaje, o bien a dar cuenta de los intereses que representa. Esta dinámica de evidencia de autoridad, por un lado, y su cuestionamiento, por el otro, genera un resultado paradójico desde el punto de vista de las políticas de emancipación: la polémica refuerza, en un efecto indeseado de las posiciones contra-identificatorias, el papel regente del organismo que se busca destituir simbólicamente y cuya autoridad se busca socavar. También reaparecen, en los argumentos e ideas que circulan tanto en espacios de formación, como en charlas, notas y redes sociales, ecos de la segunda serie. Formulaciones como “no aceptan ‘todes’ pero usan ‘delivery’”, que buscan desmontar los argumentos de defensa de la pureza idiomática, portan trazos de las tramas que este apartado describe.

Estamos, pues, ante un mecanismo de tipo pendular: una cierta oscilación recurrente entre dos modos de significar la relación lengua/soberanía, que cuando (re)aparecen no lo hacen necesariamente bajo la forma de la disyunción –uno u otro– sino con modalidades heterogéneas de reunión, sea en textos en disputa, sea en la secuencia de un mismo texto. En ese sentido, diríamos de las dos series caracterizadas que no delimitan dos formaciones, es decir, no se trata de dos regímenes de formación opuestos o antagónicos sino, antes bien, de polos o variantes de una misma matriz: la incesante tematización de la cuestión de la soberanía a la hora de hablar de políticas de la lengua y/o del lenguaje. Tal gesto de afirmación permanente, la necesidad de decir una y otra vez, podría ser leído como síntoma de una emancipación inconclusa. Por consiguiente, la cuestión de la soberanía, el papel de las corporaciones normativas, el problema de la dependencia, la relación entre geopolítica y políticas de lenguas no resultan cuestiones accesorias o de un “cierto pasado”: son dimensiones que inciden de manera sustancial en la disposición del presente en el cual se busca intervenir. IV El clinamen es una desviación infinitesimal, “lo más pequeña posible”, que tiene lugar “no se sabe dónde ni cuándo ni cómo”, y que hace que un átomo “se desvíe” de su caída en picado al vacío y, rompiendo de manera casi nula el paralelismo de un punto, provoque un encuentro con el átomo que está al lado y de encuentro en encuentro una carambola y el nacimiento de un mundo, es decir, del agregado de átomos que provocan en cadena la primera desviación y el primer encuentro. Louis Althusser14 El sucinto recorrido propuesto se orientó a colocar un interrogante sobre el modo en que suele ser concebido el orden del presente en materia de intervención política sobre el lenguaje. La propuesta reside en avanzar hacia una consideración del momento actual que no opere sobre la dicotomía corte sincrónico/diacronía, sino sobre el axioma de que todo presente es temporalmente heterogéneo, pues se compone de elementos de su actualidad y también de trazos que portan sentidos históricos cuyos efectos no han cesado. Pensar y comprender la relación entre políticas del lenguaje y políticas de géneros en la actualidad requiere, entonces, de un esfuerzo por atender a las especificidades histó-

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ricas de las situaciones que se busca analizar. Y esto no es pertinente solamente a la hora de producir análisis epistémicos; también resulta fundamental para caracterizar las condiciones de las situaciones en las cuales se busca intervenir. Ello implica, para este segundo punto, pensar seriamente una distinción entre internacionalismo –producción de alianzas y frentes comunes sobre la base de problemáticas, trayectorias e historicidades de cada situación– y reproducción global –esto es, tratar la cuestión del lenguaje en materia de géneros como si fuera lo mismo en Francia o Argelia, en Nueva York o en Pernambuco–. En suma, frente al efecto de universalidad que se genera por la circulación hegemónica de ciertas ideas sobre el lenguaje, resulta imprescindible leer las situaciones y caracterizar los presentes en lo que tienen de capas temporales, vaivenes y tensiones. En esta dirección, si lo que se busca es comprender los conflictos y avatares actuales para poder intervenir políticamente, habrá, pues, que comenzar a considerar de manera concreta los modos en que se han significado las lenguas y variedades, la densidad de los debates político-lingüísticos, sus formas, momentos, lugares y tradiciones, las capas de sentidos y conflictos que laten en ocasiones como corriente subterránea, en ocasiones como ritmo que demanda su pronta reinscripción en los debates de la hora. Generar modos de intervención en la coyuntura actual que consideren la eficacia material de la historia. En este trabajo, el papel del archivo se vuelve relevante como método para poder captar aquello que insiste en aparecer y para poder escuchar disonancias allí donde la temática produce pura imagen de unidad e identidad.

Hay otra dimensión, retomando la cita de Natalia Romé y volviendo a este presente, que merece ser destacada: leer la coyuntura no en lo que esta tiene de legalidad necesaria sino en lo que tiene de precariedad constitutiva. La precariedad constitutiva que comporta la historicidad de las relaciones coloniales en materia de lenguas en Latinoamérica y el Caribe podría operar no como destino y condena sino de un modo productivo: hacer de lo precario terreno fértil para transformar. Para ello, volviendo a la situación argentina y a la matriz pendular, es preciso operar un movimiento, un cambio de posición: corrernos de la repetición sintomática de la diatriba contra-identificatoria, generar un corte en el efecto en loop del estar siempre volviendo a enunciar los pasajes fundacionales. ¿Será, pues, posible el advenimiento de un clinamen que tuerza el riel por donde se desliza la rueda incesante de la reiteración? ¿Será posible abrir un hiato en la reproducción del ritual polémico? Remontar el trabajo de la historia, analizar combates, alianzas y subordinaciones, caracterizar avances y derrotas, para proyectar un devenir emancipatorio: pasar del preámbulo a la articulación.

*Mara Glozman

es Doctora en Letras y Magíster en Análisis del Discurso por la Universidad de Buenos

Aires, investigadora adjunta del CONICET, profesora titular en la Universidad Nacional de Hurlingham en el área de Lingüística. Ha dictado seminarios de doctorado en diferentes universidades, participa de redes, publicaciones y proyectos de investigación sobre discurso, lengua y archivo en Argentina y en Brasil. Actualmente forma parte del GAL - Grupo Arquívos de Língua (Universidade Federal Fluminense de Brasil).

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1 Romé, Natalia. “¿Qué sujeto? De la estatalidad ideológica al momento político en la problemática de Louis Althusser” en: I Jornadas de Investigación en Comunicación y Política. Los problemas de la subjetividad y la cultura FCE-UNER, 2013 [Disponible en: https://www.fcedu.uner.edu.ar/wp-content/uploads/2015/09/ PONENCIA-NATALIA-ROM%C3%89.pdf]. 2 Cfr. Henry, Paul. Le mouvais outil. Langue, sujet et discours. Paris, Klincksie, 1977. Pêcheux, Michel. Las verdades evidentes. Lingüística, semántica, filosofía. Buenos Aires, Ediciones del CCC, 2016. Güttner, Carlos Hermann. “Constitución, idioma nacional y lenguaje inclusivo según los criterios de la Real Academia Española”. 8 de septiembre de 2020. Id SAIJ: DACF200186. 3 Véase: Glozman, Mara. “Lenguaje y movimiento feminista. Crítica del idealismo lingüístico” en: Revista Zigurat, 2019 [Disponible en: http://revistazigurat.com.ar/lenguaje-y-movimiento-feminista-critica-del-idealismo-linguistico ]. 4 Véase: Glozman, Mara. “La ilusión del todo. Lengua(je), discurso y políticas de género en perspectiva materialista” en: Revista Latinoamericana del Collège International de Philosophie, 8, 2021 [Disponible en: http://www.revistalatinoamericana-ciph. org/wp-content/uploads/2021/03/La-ilusio%CC%81n-del-todo_Mara-Glozman.pdf ]. 5 Loison-Leruste, Marie, Gwenaëlle Perrier y Camille Noûs. “Le langage inclusif est politique: une spécificité française?” en: Cahiers du Genre, 69, 2, 2020, pp. 5-29. 6 Pérez, Manuel, Katy Barasc y Hélène Giraudo. “Des (dés) accords grammaticaux dans la dénomination écrite de la personne en France : un tumulte graphique entre passions tristes et passions joyeuses” en: GLAD ! Revue sur le langage, le genre, les sexualités, 7, 2019. [Disponible en:https://journals.openedition. org/glad/1666 ]

8 Terán, Oscar. “El dispositivo hispanista” en: Actas del III Congreso Argentino de Hispanistas “España en América y América en España”. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires - Instituto de Filología Hispánica Dr. Amado Alonso, 1993, pp. 129-137. 9 Véase: Glozman, Mara. Lengua y peronismo. Políticas y saberes lingüísticos en la Argentina, 1943-1956. Archivo documental. Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2015; “Sobre la construcción de series en el trabajo de archivo. A propósito del ´discurso hispanista´ en el primer peronismo” en: Heterotopías. Revisa del Área de Estudios críticos del discurso, 2, Dossier “El archivo en la cultura contemporánea: políticas de la inscripción”. Universidad Nacional de Córdoba. [Disponible en: https://revistas.unc.edu.ar/index. php/heterotopias/article/view/22669] 10 Rein, Ranan. Entre el abismo y la salvación. El pacto Franco-Perón. Buenos Aires, Lumière, 2003. 11 Zanatta, Loris. Del Estado liberal a la nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo. 1930-1943. Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes, 2005. 12 Narvaja de Arnoux, Elvira. “Las políticas lingüísticas en los procesos de integración regional” en: Signo y Seña, 4, 1995, pp. 11-27. 13 Glozman, Mara. “Ensayos, diálogos, folletos: formulación y circulación de saberes sobre la lengua nacional en la Argentina” en: Orlandi, Eni Puccinelli (coord.) Linguagem, Sociedade, Políticas. Pouso Alegre, Editora RG/ Programa de Pós-Graduação em Ciências da Linguagem da Universidade do Vale do Sapucaí – Univás, 2014, pp. 57-71. 14 Althusser, Louis. “La corriente subterránea del materialismo del encuentro” en: Para un materialismo aleatorio. Madrid, Arena Libros, 2002, p. 33.

7 Didi-Huberman, Georges. Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2011.

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POEMAS

Matías Néspolo

Perro suelto

Economía

Me dejé la correa en casa ¿qué quiere que haga? que lo ate me dice vaya a buscarla y no puedo hace dieciocho años de eso además no pienso cruzar el Atlántico por una soga cuando quiera colgarme ya pediré una prestada

Amenazadoras y negras grandes odres de vino tinto y un potro descomunal que escupe fuego les galopa encima hasta que se desploman sobre el horizonte que se encrespa como un pinar azul purísimo

para qué tanto bozal digo yo si no muerden ¿que no muerden? mire cómo me dejaron el hígado habrán sido los buitres o la cirrosis Prometeo no mienta le digo y es peor

molt maco, noi me dice el pescador en la orilla però això es diu tempesta1.

encima ahora le silbo y no viene ¡camine a cucha carajo! con el cinturón improviso un collar de ahorque aunque se me caigan los pantalones con tanto perro suelto y me llevo el poema atado.

1 Muy lindio, pibe/ (…)/ pero esto/ se llama/ tormenta. (N de A)

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Utilidad No hay cosas sino palabras no hay palabras sino ausencias y ausencia no hay no está no es sí palabras de la ausencia y hay muchas incluso hay quien dice que lo son todas yo no lo creo si no te gustan las palabras de la ausencia pues no las digas Dios es una muerte otra y ausencia también pero lo que sí hay sobre todo es boca y la boca sirve para callar. Sopa de tortuga La única forma sensata de hacer una tortilla sin romper los huevos de la serpiente es así primero hay que separar del testarudo cascarón intacto la clara de tus pupilas en un cuenco de chocolate marroquí sedoso al tacto y flamear con cuidado hasta desgranarlo entre las yemas previamente batidas con tenedor de fibra óptica.

añadir una cucharadita gaseada de mostaza Franz Ferdinand en generosos chorros de aquellas vejigas de Pedro que van dando tumbos por el Páramo azul perforadas con antelación a grito pelado o a lágrima viva es opcional una pizca de Schubert a gusto sobre los tacones de drag-queen hasta fumar el día a fuego lento algunos le agregan la piel de una mandarina pero salvo por el aroma el resultado es el mismo porque la única forma sencilla de llevar una vida sensata sin partir el caparazón de una tortuga es la siguiente primero hay que espolvorear la cáscara rallada de tu deseo sobre amaneceres y crepúsculos en un cuenco de humo añadir litro y medio de llanto con desdichas en rama quebrantos y sonrisa aromática a voluntad antes de mezclar enérgicamente sazonar con delirios y cortesía a discreción y cocinar a grito moderado en la noche como si todo esto tuviera sentido como si realmente valiese la pena y la vieja sopa de ruegos supiera a gloria.

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El miedo El verano es la condición del jazmín mi condición es tu voz. El jazmín es la canción de la noche mi canción son tus ojos. La noche es la casa del miedo mi casa, tu piel. El miedo es un pájaro sin alas que pierde en vuelo el verano, la noche, el jazmín…

Tarea para el hogar Para que nadie me recuerde voy a llevar un sombrero de tifón de azúcar y postales antiguas con pantalones de cohete y un hígado nuevo. Para que nadie se confunda voy a tatuar el día sobre la piel de un globo aerostático en proclamas de versalitas doradas. Y para que nadie tenga miedo voy a soltar los perros en el jardín de la noche que despedazaron los amantes.

*Matías Néspolo Es autor del poemario Antología seca de Green Hills (2005), de las novelas Siete maneras de matar a un gato (2009, traducida a varios idiomas) y Con el sol en la boca (2015). Ha sido incluido en diversas antologías y editó una junto a su hermana Jimena Néspolo: La erótica del relato. Escritores de la nueva literatura argentina (2009). En 2010 la revista Granta lo incluyó en su número especial dedicado a «Los mejores narradores jóvenes en español». Los presentes poemas pertenecen a serie inédita Perros sueltos.

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https://youtu.be/1D0H6l_v81U

VIDEOARTE

No se pide perdón por el fuego Nair Gramajo dirige la productora independiente y disidente Producciones Invertidas (PI), desde hace más de tres años. Afincada en tierras patagónicas, investiga y produce arte experimental. Su cortometraje La Tierra Violada (2019) ha sido destacado en importantes concursos y festivales. Aquí presenta esta pieza de videoarte en la que las imágenes dialogan con un poema de VirginiaVildoza y el diseño sonoro de Chango Segura.

Por Nair Gramajo BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 15


Despellejarse la piel del Amo La “lengua del amo” vuelve sobre el yo y lo violenta, lo adoctrina, le inocula formatos disciplinados, vivencias en tiempo lineal que abonan la relación causa y efecto. Esa lengua mercante fosiliza la memoria y unge nuestros cuerpos con brea viscosa. Su blindaje es magnífico. ¿Qué clase de experiencia con el existir podría advenir en tales circunstancias? ¿Qué clase de apertura podría activarse en un dispositivo tan ceñido y formateado por la instrumentalidad? Aquí una reflexión sobre esa lengua engañosa, a partir de la lectura de la obra de Mariana Docampo.

Por Vanesa Guerra Atravesando ese punto de oscuridad donde todo confluye, están los mundos y las realidades. Mariana Docampo, La fe (2011) Hay que realizar el ascenso porque la permanencia en el unisistema es la aniquilación. Las lenguas humanas son obsoletas. Repito: Hay que moverse del lenguaje para ascender Mariana Docampo, Tratado del movimiento (2014)

E

l libro de Mariana Docampo, Tratado del movimiento1, publicado en 2014, es un punto de inflexión en la obra de la autora para leer V, que aparece tres años más tarde en la misma casa editorial2, y también para atender a la inédita Visión o Estrella Negra que será editada por Leteo próximamente. ¿Qué decir sobre V? V tiene innúmeras vidas y acaso en todas, nombre diverso:V.V es la piedra, la ola que encrespa, la boca del dios, la madre que mata a su hija, el pez ciego en aguas profundas, la quietud del flamenco que anticipa el desconsuelo de lxs amantes. V no es una letra. Acaso sea el pictograma de un ave en vuelo apreciada a la distancia, como un ramalazo, fulgor que atraviesa tiempos y dimensiones divergentes; sin embargo, insistimos en llamarle tal al trazo que asociamos a una letra. Así, tomadxs por una época, nos prima y brinda una modalidad de la lengua que admite traducciones lúdicas reconocibles. V discute una línea de Aristóteles y, a modo de restitución,

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nos trae en voz caudalosa algo que ha sido negado, un otro modo de experimentar la belleza: si para el filósofo supone una medida, V busca y encuentra un fuera de la medida que solo con abierta percepción de conciencia es posible; porque aquel animal de diez mil estadios, imposible al ojo o a la ceñidura de un nombre, es legión que nos habla en voz coral, e invita a ser escuchado de la misma manera, esa que busca disolver o al menos suspender la arrogancia del interlocutor/ra que se ampara en el un Yo idéntico a sí mismo, síntesis negacionista de toda extranjería que nos habita. Si la belleza la impone una medida, la excedencia que rezuma el deseo en su ética y en su vitalidad siempre abierta y dispuesta al nomadismo quedaría excluida.

En estos apuntes quisiera compartir algunas claves y ocurrencias para atender al trabajo linguístico que propone Docampo en una época en donde la lengua va devastando su experiencia poética, diluyendo su modo real para resistir a los lenguajes neoliberales que, en franco avance, lejos de producir nuevas sujeciones, generan estados zombies, capturas de subjetividades en depresión habilitadas y legitimadas por el mercado colosal de psicofármacos. Esa inmersión en la lengua del código de barra, obligada desde las tecnocracias y los neopanópticos, afecta nuestras corporalidades destituyendo diferencias y rugosidades como una película viscosa que, adhiriéndose, cubriera y sellara todos los intersticios por donde

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la lengua-cuerpo respira y fuga. Despellejarse esa piel será tarea de las políticas de lenguaje. Como una revolución a librar en lo humano, el Tratado del movimiento encuentra su potencia en las replicantes y anómalas rarezas gramaticales que produce; como un virus que cambia y se fortalece a medida que se lo combate, va descomponiendo la lengua hasta deslizar la experiencia en diversos yoes narrativos que incrustarán sus prismas en quienes leemos. Así interviene al yo-lector, hasta multiplicarlo y acondicionarlo para una diseminación. Seré conexión con otras realidades. Formo parte de la conciencia ampliada. Se dará por duplicación, o aparición como espectro. También en forma de voces o sonidos reiterados. El encuentro y cruce con mis dobles y subreales generará confusión en quienes me conozcan. Las distintas formas que adquiera mi ser darán cuenta de lo que digo.Tengo como función despertar conciencias incluso de seres desconocidos para mí. Siembro una semilla sobre la cual no tengo control. Mi misión es alta. No traigo hijos al mundo. Abro portales.3 La voz que habita este libro es una superpoblación de voces, un yo plural que no se fagocita en un nosotros, un yo-red-net, cuya fuerza unilegionaria invoca y activa distopías íntimas, subjetivas; esa es la gracia distópica, su nunca estar en ningún sitio; su efecto errático nos vuelve a nomadizar en desiertos donde no discurrió la palabra, el símbolo, la imagen, el rezo, o lo que fuere necesario para traducir intensidades que atravesaron nuestrxs cuerpxs, imposibilitándonos arrebatar alguna forma precaria a las reverberancias de lo Real y sus embates. El problema no es la falta –siempre donante–, sino la negación absoluta de lo Real, tan atendida por el Realismo Capitalista4. La crisis representacional del sujeto, la devastación de las subjetividades, la cancelación del futuro, bien podrían ser el efecto de un lenguaje fosilizado que opera como código de barra, como lengua de eslogan, metódica, que sabemos reconocer en todos los regímenes del capitalismo tardío. Este modo de la neolengua desestima la operación poética como experiencia de lenguaje, en tanto ignora la otredad de su savia o sea su extranjería fundante. Una lengua que no se experimenta en la otredad, en sus ombligos y fugas, no solo es políticamente un arma para inocular la depresión social a escala global, sino que además mutila al sujeto en su potencia y en la posibilidad de realizar una experiencia trascendental/ espiritual, o aun, una experiencia de angustia como zona de quebranto, pasaje o ruptura; esa forma de la captura nos empuja a un fuera de lengua en el sentido nietzscheano: ha llegado un tiempo en que no hay más tiempo, resultado yermo de esa felicidad inventada por lxs últimxs hombres, esxs que se complacen con el mérito de llenar un siempre barril sin fondo. Ese es el lenguaje a destituir en esta novela, Mariana Docampo organiza una estrategia para trascender la falsa lengua, para quitarle el cuerpo, despellejarle esa viscosidad impermeable que funciona como brea, captura, blindaje y en cuya obsolescencia programada se ha activado –desde el vamos–: una cuenta regresiva contra nuestro planeta/cuerpo ya enfermo.

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La operatoria de Docampo activa en lxs lectores un yo distópico; Yoes Distópicos Lectores que despiertan intuitivamente a la manera de un déjà-vú, para restituir aquellas voces que pudieron experimentarse en las mutaciones psíquicas del tiempo abierto de los estados febriles, o en un tris fuera de lengua, o en la perplejidad de la angustia como un relámpago de mística sin religión; zona penúltima de la oniria que ralentiza el bostezo, que demora con inquietud y lucidez el despertar del cuerpo; vértice que conjuga fantasmas infantes, ominosos, arrobadores. Pero no es tanto el signo del estado, como el corrimiento y el desdoble que obligó a un encuentro allí donde no se lo espera: espejo negro, mirada propia/impropia que se vuelve sobre sí, ojo afilado que espía por las grietas de la conciencia y refracta contra las esquirlas del espejo irreparable para retornar divergente y múltiple. En los límites de lo unheimlich la voz plurífica trabaja y compone escenas que expanden y cierran como parpadeos en la vía láctea: un ojo (innúmeros ojos), ojo desterrado (legión escópica desterrada) que alguna vez supimos propio y/o de la que alguna vez formamos parte y/o siguiendo una estela freudiana, experiencia intemperal e intempestiva de aquello que creímos nuestro y en su verdad liberta se manifiesta ajeno, extraterreno, de otro lado. Lo unhemlich –afecto traducido como siniestro u ominoso–, refiere a una afección que resulta de la evolución de lo que alguna vez formó parte de unx mismx pero sin ser habitado; como una suerte de cuarto oscuro que no alberga más huésped que aquel que unx rara vez será (en el futuro, en el presente o en el pasado) y que cuando alguna vez lo sea

La crisis representacional del sujeto, la devastación de las subjetividades, la cancelación del futuro, bien podrían ser el efecto de un lenguaje fosilizado que opera como código de barra, como lengua de eslogan.. o presienta haberlo sido, o acaso lo esté siendo, no sabrá, ni podrá, pacíficamente reconocer. O sea que lo ominoso o lo siniestro, su aura unhémlica (admítase la reverberancia de este neologismo extraviado) también implica y activa lo ignorado, pero lo ignorado bajo la forma de lo no reconocido; no solo por el acto de la sorpresa, sino porque se trata de una forma apasionada de la ignorancia, una forma que late su presencia de corazonada. E.T.A. Hoffmann (Fantasma Hoffmann, así lo llamaban sus contemporáneos) sabe de esas corazonadas, así urde presagios la voz de su obra, porque siempre algo estará un poquito antes, en la antesala, o en la penumbra que devuelve un espejo a distancia que revela vaya a saber qué cosa fugitiva que anda merodeando el corazón de nuestra corazonada. Hay algo otro que se anuda al lenguaje, como una lengua extranjera indecible que se ha enredado desde siempre en la palabra, por eso decimos que ese corazón silente y rebasado de extranjería nos habita. Hay algo en la lengua que nos hace intuir que hemos sido otrxs, que hemos tenido otras experiencias, por ejemplo, cuando hablar no era, aun, el modo de estar precipitados en el mundo, entre afectos, objetos, seres, artefactos, animales y humanos. Parafraseando a Walter Benjamin en su reflexión sobre la obra de Robert Walser, podríamos decir que los personajes de Mariana Docampo están todos unhemlicados, todxs han atravesado la experiencia de lo ominoso y lo desangelado, en el sentido de la lengua desangelada, de la lengua deshabitada, por eso nos acercan un fraseo nuevo, que respira y fuga hacia el ardor de las cosas5. Vuelvo a V. Un ave. Una línea que ahora pliega y toma la forma V, V sobre el gris plata de un cielo atardecido; V hace una torsión grupal, y la luz refracta sobre el plumaje y los vuelve invisibles. ¿Quiénes somos fuera del nombre? ¿Qué es un nombre? Es invisibilizar la legión. Experimentamos que la rigidez se quiebra porque la rama está seca, ese quiebre singular habilita el paso a un afuera-afuerísima; a veces, un golpe de angustia lo activa, otras, un leve e inesperado cambio de plano en la percepción, pero como sea, casi siempre es la experiencia de un pasaje que va del cuerpo a una agalma que le excede –porque no entramos cómodxs en nuestros cuerpos, lo venimos diciendo, tampoco es a medida el nombre con el que fuimos nombradxs–. En esa excedencia, ¿cuál es el tiempo que habitamos? ¿Y qué relación enciende ese tempo inaugural con la memoria? Ceñidxs en cuerpo y

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nombre, privadxs de la excedencia, la memoria solo se percibe unívoca, tiene la insistencia de lo que se repite inminente y sin cesar: una vida en modo claustro, una vida perezosa en la huella donde nadie pierde el rumbo; ¿acaso no parece un monigote doméstico, alimentado a dogmas, rígido? En la excedencia y el desborde el tiempo ha de ser plurífico (prolífico y plural, polifónico), atiende a criptogramas del porvenir, abreva en destellos de futuro, sabe de los instantes en los cuales fuimos lanzadxs y estalladxs hacia nuestras potencias creadoras, diseminándonos, aquí y allá. Antes del Tratado del movimiento hay tres libros que se revisitan entre sí; y podríamos decir tantas cosas –y espero escucharlas de otras bocas– pero en esta vuelta voy a marcar una de las líneas que me interesa pensar y que insufla a los tres trabajos6: podría creerse que en ellos anda el gesto de lo inconcluso, a la manera de la descomposición de una fuerza hacia un destino intuido. Así Mariana Docampo va evidenciando el desajuste de la lengua y provoca, en ese resquebrajar, un suceder de escenas anómalas. Bajo la égida del deterioro y del abandono de los objetos cotidianos que envuelven o soslayan o desidian la vida de sus criaturas, Docampo va cifrando la fe de una familia –que regresa en uno y otro texto– y que busca, sin respiro, establecer un orden familiar más imposible que tácito, conforme desmantela la historia que construye, conforme amontona huellas sin sujeto. Así, creería, nos pone sobre la pista, entonces: si la memoria es plurífica, y desbocada ¿por qué nuestra voz se vuelve a singular? Ese es el dolor de la historia, la sujeción y el cautiverio. El yo es un dispositivo de síntesis y exclusión. La huella de un exilio. El cántaro que no contiene el océano. En esa entrada al lenguaje nos hemos vuelto infelices y melancólicxs. La distopía nos habita, con o sin paz. Con paz nos disemina en el movimiento, en la desarticulación de formatos o artefactos monolíticos –unigénitos– establecidos; sin paz trabaja como Alien anidando en las entrañas7. Si acaso, como planteara Mark Fisher8 evocando a Eliot, vivimos en un mundo donde lo nuevo pareciera imposible, “donde el agotamiento de lo nuevo nos priva hasta del pasado” acercando un “futuro que solo depara reiteración y permutas”, Mariana Docampo experimenta la lengua como los orientales sus Koan, destituyendo principios identitarios o regentes de uso. El canon mercante agota la experiencia vital de la

autora9. Cuando no escribe, cuando no lee, se entrega al baile: hace cuerpx –con otrxs– cuerpx queer mediante el movimiento, y así mata al Buda todas las veces10. Si el desierto en crecida nos arroja a “caminar a tientas entre reliquias y ruinas”11, se sospecha en el trabajo de Mariana Docampo que habrá un otro del desierto (otro desierto), una propicia otredad a la que desertar para desconocer y desconcertarnos ante esas leyes con las que la neolengua del código de barras obliga a blindarnos ante la experiencia atónita de lo Real 12. Los desiertos de Mariana Docampo son portales poéticos, invitaciones a la Zona13. Estallar, refulgir, abrir el blindaje, porque el blindaje nos excluye del deseo; como una aplanadora consigue una depresión llana que plagia al desierto no tanto en su vacuidad, como en su desertez; en su principio desangelado lo replica –no en lo Real del organismo vital e indómito que da noches que le florecen en primavera o en madrugadas que le irrumpen nevadas, como en esa hiperrealidad de absoluta hemorragia, de perpetuo negacionismo: pues ya no es la quietud final del paisaje simulado en la escena de The Truman show (Peter Weir, 1998), proa que se incrusta en el horizonte de látex, luminoso panóptico, que transmite todo el reality a un resto que consume 24 hs. como los virus que Brandon Cronenberg devociona, mercantiliza y recontagia en las vidas inhabitables e invivibles de sus personajes (Antiviral, 2012). En esta tierra de exilio, el tiempo viral se acelera y tapa, sella, invisibiliza todos los intersticios por donde lo Real acercaría su siempre lejana orilla. En otra línea de fuga antiblindaje, Mariana Docampo referencia al libro que ha escrito uno de sus múltiplex narradores y como un llamado, un rayo en la siesta, acerca una convocatoria que explicaría la importancia de impedir la seguidilla de mutaciones que obstaculizan el natural desarrollo de la cadena ecológica. El título de la ficción dentro de la ficción –que no ingresa explícita al cuerpo de Tratado del Movimiento, pero que se ubica en la línea co-fundacional del mismo– es Contra el regocijo humanoide14, franco guiño para intervenir el Goce Zombie que nos goza. Por eso, si encuentran al Buda, mátenlo.

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1 Docampo, Mariana. Tratado del movimiento. Buenos Aires, Bajo la luna, 2014. 2 Docampo, Mariana. V. Buenos Aires, Bajo la luna, 2017. 3 Docampo, Mariana. Tratado del movimiento. Buenos Aires, Bajo la luna, 2014, p. 94. 4 Tomo el concepto en la huella de Mark Fisher y entiendo lo Real en la zona que dispone Jacques Lacan. 5 Al respecto de Robert Walser: En 1933, su última grafía (micrografía) era a simple vista ilegible, sistemática y bella, trazos milimétricos, tramas polisémicas, un cifrado real como de otro mundo. Sobre esa “lapizura” –así llamaba él a lo que se conoce como sus microgramas– un día dijo: “me parecía que así me curaba”. Walser se entregó a esa práctica como quien se entrega a la ingeniería de un mandala, algo sanador. Entre los primeros microgramas de 1925, considerados durante muchísimos años garabatos de un demente, se descubrió la novela El bandido; ahí lo leemos entrado en su esplendor, o como dijera Giorgio Agamben, en su experimento, el de poner en entredicho la propia condición humana. Lo que Walser pone en entredicho es el modo de concebir el tiempo y el modo de concebir el espacio. Así su prosa se expande sin solución de continuidad, a la vez que implosiona porque está colmada de ombligos que fugan al infinito. Sus criaturas pertenecen a otra zona, refieren al limbo, responden a otras reglas, son felices, más que felices, viven bajo el desamparo de un Dios que no se ha dejado conocer, por eso aman desconsideradamente y en esa forma de experimentar el amor devienen en el mismo objeto de amor que aman. Quizá por eso Walter Benjamín escribió: “son personajes que pasaron por la demencia y por eso siguen siendo de una superficialidad desgarradora, inhumana, imperturbable... nos regocijan e inquietan porque están todos curados”. La cita de Benjamin está en el libro Iluminaciones 1. El parafraseo de Agamben lo encontramos en La comunidad que viene. El párrafo completo de esta nota pertenece a Walser, traductor del limbo. Ensayo que publiqué por Bajo La Luna en 2017. 6 El molino. Bajo la Luna, 2007; La fe. Bajo la Luna. 2011 y La familia. Editada por Exposición de la actual narrativa en 2014. 7 Ridley Scott. Alien. EE.UU., 1979. 8 Fisher, Mark. Realismo Capitalista. ¿No hay alternativa? Buenos Aires, Caja Negra, 2016.

Collages de Franca Villarreal

9 Munaro, Augusto. “Viaje a un nuevo realismo de la conciencia”. Entrevista a Mariana Docampo [Disponible en: https://indiehoy. com/libros/viaje-a-un-nuevo-realismo-de-la-conciencia-entrevista-a-mariana-docampo]. En ese encuentro Mariana y Augusto ensayan ideas sobre lo imperecedero. Al leerlos, me pregunto cómo funciona lo imperecedero en estos textos, acaso sea la voluntad que empuja y trasunta en el discurrir de la voz plural, lo que entreteje y respira en la letra. La obra de Docampo, fundadora del Espacio Tango Queer Buenos Aires y autora del libro Tango Queer (Buenos Aires, Madreselva, 2018), atestigua un centro falso o también un siempre y fugitivo centro vacío. 10 Ikkyû: Si encuentras un Buda ¡mátalo! Si encuentras al patriarca ¡mátalo! Monje zen, Japón 1394-1481; algunas obras las firmó como Kyounshu (Nube Loca). Al respecto del pathos patriarcal, escribe: Si pregunto, me contestas/ Si no pregunto, no me contestas/ ¿Qué hay entonces en tu corazón, /oh señor Bodhidharma? / ¿Y qué es el corazón? / Es el sonido de la brisa entre los pinos/ dibujado allí en una pintura.” Traducción del Japonés: María Cristina Tsumura. Para mayor desarrollo o interés sugiero leer mi trabajo “Nube Loca mata al Buda -formas de vencer la fuerza de gravedad del nombre” publicado en Historia feminista de la literatura Argentina. En la intemperie. Poéticas de la fragilidad y la revuelta. Villa María, Eduvim, 2020. 11 Fisher, Mark. Ob. cit. 12 “Una estrategia contra el realismo podría ser la invocación de lo Real que subyace a la realidad que el capitalismo nos presenta.” Fisher, M. Ob. cit. 13 Atiéndase a la resonancia con Stalker de Andréi Tarkovski, 1979. 14 “La contaminación obstaculiza el natural desarrollo de la cadena ecológica (Conducto VMV), se alarga así la semivida y sobrevienen los mutantes. (* para impedir la autotransformación en mutantes ver capitulo 4 de mi libro Contra el regocijo humanoide) Nota: Se intentó muchas veces confundir los basureros nucleares lanzados por los Estados Unidos y la URSS durante la Guerra Fría con OVNIS. Mi contacto con antenas marcianas lo prueba. Debemos detener estas mentiras.” Tratado del movimiento, Mariana Docampo. Buenos Aires, Bajo la Luna, 2014. p. 29. Acercamos link para una lectura on-line del capítulo 1 de Tratado del movimiento: http://drelephant.blogspot.com/search/label/Mariana%20Docampo

* Vanesa Guerra es psicoanalista y escritora. Ha publicado: La lengua del desierto (2020),Walser, traductor del limbo (2017), Síndrome del Montón (2016), Cómo sopla el Serpentino cuando no canta el gallo (2012), La sombra del animal (2008 - Primer Premio del FNA 2007). Organizadora del Ciclo Recital de Lecturas y Licores en Caburé. Próximamente publicará Dónde tienen la boca estos peluditos?, libro de relatos que obtuvo la Primera Mención de Honor en el FNA 2019. El presente artículo retoma ideas planteadas en el libro La lengua del desierto (Buena Vista, Córdoba 2020).

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POEMAS

Felipe Benegas Lynch El héroe (o las uñas de Hölderlin) I No le gustan para nada los discursos de victoria. Como no tolera la humillación de nadie, en cuanto se anuncia en alguna parte la victoria, siente ganas de irse a otra parte (si fuese Dios, trastocaría continuamente las victorias –¡que es, por otra parte, lo que hace Dios!). Ya en el plano del discurso, la victoria más justa se convierte en un mal valor del lenguaje, en una arrogancia... Roland Barthes

El héroe que puede ser nombrado no es el héroe. El héroe ya no está. El atleta del aire es el aire y el canto del silencio. Ningún aplauso lo puede conmover, ningún laurel. Ni la ninfa ya que entierra sus pasos. *** Todo es tierra en este canto, todo crece hacia la luz y el héroe es el quiebre de las manos,

la cintura hermosa que se va sinuosa en la pendiente. *** Imperceptible amplitud de algo que comenzó como semilla en el seno oscuro de la noche. Los pechos de la ninfa mecidos por el viento se hacen a la luz. *** Las sombras cubren la mirada de los que no quieren ver más que sus rostros en la gloria. Los ojos se les caen agotados de luz en el desierto. *** El héroe es el canto vanidoso de sus pechos. Cortesanas sembradas en la piel de una coronación exagerada, siempre exagerada. Pero no el silencio, el agua que engaña la mirada.

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El héroe alza los brazos hacia el cielo y se acerca a la luz. Sus pies se afirman en el barro.

y el héroe estaba ahí, innombrable en la penumbra.

***

No había forma de coronar su triunfo con palabras.

Todo comenzó con un afán de ya no ser: ellos eran y el aire entero se movía. Era una lucha cuerpo a cuerpo. Uno a uno fueron pasando como el viento que pasaba y él sentía pasar. La tierra los llamaba y eran cuerpos resignados a caer que a los saltos obedecían. Él era la sombra de esos cuerpos y el cimbrón del viento. Era un agua imposible de agarrar. *** Por la mañana los cielos se abren y el héroe duerme acunado en la penumbra. Parece el más tonto de los niños: ése es su ardid para desaparecer. *** Todas las palabras se dijeron, todas flotaron y se fueron

Sus oídos no retenían las mentiras de la voz que nada sabe del silencio. El triunfo era callar y dejar el triunfo en la distancia. II ...en la escritura, por el contrario, no se me obliga a ver cómo están hechas las uñas del héroe –pero si se le antoja, el Texto me dice, y con qué fuerza, lo largo de las uñas de Hölderlin. Roland Barthes Los pájaros cantan y la imagen se renueva: un lobo, un cisne, una pantera la hoja dulce de una higuera o la ninfa deshaciéndose en mi voz. Así masticaba la Pitia

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antes de abrirle paso a las palabras.

Cumplidas las pruebas se niega a comparecer.

Así voy saboreando las hojas amargas de un secreto que no llego a pronunciar.

Va rumbo a la frontera donde todo se hace canto.

***

***

Cayendo por la noche yace el cuerpo suspendido de la ninfa.

Ha sido un simple ser humano, un loco desprovisto de razón.

La mano del dios ha tocado la corteza y el cuerpo blando que deseaba ya no está. Sólo el follaje imperturbable allá en lo alto. Sólo el silencio del ancho tronco creciendo hacia la oscuridad. *** El poeta se muestra triunfal como un mendigo: lleva las uñas largas y negras, las ropas destrozadas. Ha caminado campos y montañas, ríos, ha sentido en carne propia los ciclos y la transformación.

Apenas unos centímetros de densa oscuridad cantados a lo largo de una vida. *** Sin embargo sus pasos no son ignorados: la luz marca su sombra con curiosa intensidad. *** El dios del arco dispara y todos siguen atentos su mirada. El héroe se recuesta entre los pastos y se aleja navegando hacia el ocaso sin gloria ni temor. *** Ya no hay dolor en el silencio de las cosas.

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https://youtu.be/igH1g2_K3DI

El héroe es una obra de videoarte compuesta por Katya Mora y Felipe Benegas Lynch. Se trata de una composición de imágenes y sonidos realizada a partir de algunos fragmentos del poema homónimo que presentamos en este número. En el video se juega con la traducción al inglés de esos versos, entremezclados sobre una improvisación de guitarra eléctrica ejecutada por Joaquín Benegas. El héroe fue presentado en el marco de la muestra Ancestral Beats, en la galería Asthall Manor, Oxfordshire, el 19, 20 y 21 de julio de 2019.

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DOSSIER SUSANA THÉNON

OVA COMPLETA: El festín del significado Inauguramos el dossier dedicado a Susana Thénon con este texto en el que María Negroni indaga acerca de Ova Completa, una obra que marcó una arremetida feroz contra las convenciones sociales, formales y de género y se convirtió en un punto de referencia ineludible. Analía de la Fuente y Corina Dellutri –ambas integrantes de Palimpsestos, el grupo de investigación que dirige Negroni desde 2018– continúan en las páginas siguientes con aportes acerca de la producción primera de Thénon y de sus experiencias de traducción de la obra de Rilke; cierra Gisela Galimi con el análisis de un texto narrativo inédito de la poeta, cuidadosamente resguardado en el archivo de la Universidad de Tres de Febrero: La Trasgresión o la Guerra de las Criaturas.

Por María Negroni

E

ste libro es un ácido, un aquelarre lingüístico y una diatriba contra el pensamiento políticamente correcto. Cuando Thénon lo publicó en 1987, hacía poco que Argentina había vuelto a la democracia, dejando atrás una de las dictaduras más sangrientas de la historia. Hasta ese entonces, los poetas habían resistido a los discursos (y a las prácticas) del terror, atrincherándose en la extrema condensación del lenguaje. Habían encontrado la forma de decir más con menos, eludiendo las pinzas de la censura y los riesgos mortíferos del control. A los desaparecidos, a los vuelos de la muerte, a las políticas que perseguían y desamparaban a los más vulnerables, habían contestado con una suerte de sintaxis asmática, hecha de fraseos tensos y ritmos espasmódicos. La propia Thénon había escrito distancias, saturando de significado los espacios en blanco, abriendo subterfugios, haciendo que los poemas danzaran sobre la página como esqueletos o fantasmas materiales. Ahora, con la apertura política había lugar para explorar terrenos menos lúgubres, más afines al juego y al desplante y Ova Completa fue, sin duda, el caso más extremo de ese cambio.

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Hay de todo en este libro: habla cotidiana, groserías, enunciados en griego, latín, francés e inglés, versos de Quevedo, invectivas, jergas (jurídicas, del fútbol, del turf, del tango), referencias a la guerra de Malvinas, sacrilegios, escatología, sexo, neologismos, asociación de ideas, enumeraciones caóticas, disloques temporales y ataques furibundos contra todo tipo de clichés, incluidos los que provienen de las miradas paternalistas del hemisferio norte. Si no te gusta “Yo soy yo y mis Periféricos” podés elegir entre estos saldos:“y mis Kits” “y mis Gadgets” “y mis Accesorios” “y mis Caireles” “y mis Repuestos” “y mis Abalorios” “y mis Trebejos” “y mis Agorafóbicos”.

Se diría que, en el gesto de Thénon, el lenguaje es un títere que trastabilla, lleno de contaminaciones sonoras, siempre a punto de derivar, de una letra a otra, de un sema u otro, de una idea a otra. O bien, lo que es igual, que en eso indescifrable y carnavalesco que se despliega en la escritura, un estallido sintáctico teje la dispersión y el encuentro fortuito, para impedir cualquier tentativa de discurso homogéneo. Repito: Ova Completa es una arremetida feroz contra las convenciones sociales, formales y de género. Una verdadera conciencia de la lengua que se exacerba, si cabe, con el uso de la ironía, muchas veces autodirigida. arriesgarse con “choto” o “Chacabuco” es pasaporte a la marginación, ¿queréis ser presa de antólogos chiflados? ¿tener una verruga en el currículum?

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Acaso esto explique por qué el libro tuvo –en el momento mismo de su lanzamiento– tan entusiasta acogida por parte de las nuevas generaciones de poetas. Ova Completa fue leído y apreciado en todo su esplendor, en toda su agresiva seriedad, su novedad desopilante. No creo descabellado afirmar que Thénon abrió el camino a lo que después se conoció como “poesía de los 90”, a condición de recordar que ella llegó a la desacralización y al exabrupto coloquial después de un arduo camino de condensación semántica y formal y que la presunta “trivialidad” de su discurso siempre fue indeclinablemente política, visceral y genuina. “Al poema le incumbe todo, aún la tierra más ingrata”, escribió Susana Thénon. Quizá por eso, en ese arco obsesivo que va desde Edad sin tregua (1958) hasta Ova Completa (1987), los “lugares extraños” se reiteran como signos que aluden a la “caducidad trágica y tierna del lenguaje”, entendida como esa “distancia mínima que existe entre nosotros y nosotros mismos, o entre nosotros y lo otro”, para decir la huella de cada soledad, extrañamiento o desarraigo. Hay en esta obra, pareciera, una geografía que gira hacia el afuera para abismarse en lo que no se ve, lo que se ignora o calla por razones de buen gusto o buenos modales, acaso en la confianza de que solo un mapa deformado puede ceder el esqueleto de un alma. La sensación es de extravío, de dolorosa amatoria de lo derogado. Siempre un paso más. Siempre una grieta interpuesta, como un pliegue donde es posible ir a buscar eso que los poemas no pueden explicar, pero sí comprender. Serán poemas para la poesía, escribió, tratando de explicar cómo escribía. Y en un sentido, lo son. Poemas en bruto, degradados, erguidos como un monumento en un mundo solarmente negro, como cajitas musicales o patrias sonoras. Como si el objetivo del procedimiento fuera escenificar el proyecto siempre irrealizable de la significación, recordar que, como dijo Severo Sarduy, el lenguaje deseante de la poesía desconoce la funcionalidad, transgrede lo útil, insiste en el fracaso. Se trata de un deseo por antonomasia, un deseo de lo inexistente, en el vacío y ciego, para hacer surgir lo imposible: el festín del significado. Si el germen de esta concepción del mundo-como-enigma y del lenguaje-como-ceguera está presente desde un comienzo, es en Ova Completa donde alcanza el clímax de su capacidad corrosiva. Allí, el afán carnavalizador, que multiplica las profanaciones y operaciones de tatuaje, da como resultado un lenguaje que, agobiando la intertextualidad y la parodia, intensifica hasta el límite el carácter “bustrofédico” del poema. El efecto es de extrañamiento radical. Como si los signos (no las emociones) revelaran un desequilibrio entre la experiencia y el mundo que solo una música desnuda, ambivalente, podría transcribir.Y sí. ¿Qué mejor para inexpresar la realidad, esa opacidad que necesita ser dicha, que una música hecha de partículas familiarmente irreconocibles como la Microphonie de Stockhausen, a medio camino entre una arquitectura de cristal y los misterios de un fotograma? No hace falta agregar que la autora de Ova Completa echa mano por igual del lenguaje “emputecido” y el lenguaje “refinado”. Aristófanes, Apuleyo, Catulo, Boccaccio, Pietro Aretino, Rabelais, Góngora y Joyce son sus maestros. Sin duda, En la masmédula de Girondo –que, al estilo de los mosaicos

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fonéticos de Haroldo de Campos, inventa, pluraliza o superpone palabras, brindando el espectáculo de una subjetividad escindida– merece figurar en la lista de textos precursores. También, por supuesto, la “musiquita muy cacofónica” de La bucanera de Pernambuco o Hilda la Polígrafa de Alejandra Pizarnik. Aunque el paralelismo entre ambas poetas no haya sido señalado, es obvio que comparten varios procedimientos textuales (la carga sexual del significante, la degradación de la cultura, la mezcla de registros discursivos, la deformación del latín o el uso de lo banal) aunque, en Thénon, lo grosero se mantiene siempre en una coordenada menos intensa, el lirismo está ausente, y lo obsceno tiene un cariz más ácido y, a veces, más político. Como si estuviera unida a aquello que perdió, su voz habla para no decir nada o mejor dicho, para ser la voz de la cosa ausente. No hay otro mundo, pareciera afirmar, porque no hay mundo. O bien, en las palabras canta siempre el orden de la muerte, es decir lo ya cantado. Más vale desertar de lo expresable (que nos exilia de nosotros mismos) y después quedarse a la intemperie, en esos paisajes sedientos donde está la casa –sin tejado– de la poesía, su centro inubicable y apurado por conquistar la precariedad, su tembladeral de pesadillas y luz. Espía y poeta, Susana Thénon (1935-1991) soñaba con una literatura que cupiera en el hueco de la mano de un niño. Su fin consistió siempre en no rendir cuentas, correr súbitamente al encuentro de las esquirlas del yo para consumar el extravío, no para cancelarlo, para volverlo luminoso como un faro.

*María Negroni nació en Rosario en 1951. Es escritora, poeta, ensayista, profesora y traductora. Doctorada en Literatura Latinoamericana en Columbia University, vivió durante muchos años en Nueva York, dedicándose a la actividad académica y a la escritura. En 1994 recibió la Beca Guggenheim en poesía. Ha sido traducida al inglés, francés, italiano y sueco. Ha publicado ensayos como Museo negro (1999) y El testigo lúcido (2003), novelas como El sueño de Úrsula (1998) y La anunciación (2007), además de varios volúmenes de poesía. En la actualidad, dirige la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres Febrero.

Collages de Laura Cilento

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DOSSIER SUSANA THÉNON

La joven Thénon Por Analía de la Fuente La distancia no es más que una trampa Susana Thénon Viaje a una semilla Tengo en mis manos La morada imposible, esa antología fabulosa que reúne la obra poética de Susana Thénon en su edición a cargo de Ana María Barrenechea y María Negroni. Se trata de un libro que permite avanzar por las sendas de una poética extraordinaria. Al decir “extraordinaria”, quiero extenderme hacia la acepción del término que, en mayor o menor grado, alude al distanciamiento de lo cotidiano, al extrañamiento de lo cierto, lo rutinario y de las nociones incorporadas de verdad. En el acto de decir, Thénon logra desarmar lo que su contexto legitima, y, al mismo tiempo, acerca elementos que parecen a grandes distancias unos de otros: un puntapié y dios pueden cohabitar el mismo poema o la vida, en todo su esplendor, ser una prostituta1. Desde el primer vagido de su poesía, incomoda.Y eso que se da espontáneamente en su juventud permanecerá como rasgo distintivo en su obra de madurez. La voz de Thénon es un artefacto complejo que atraviesa estadios que se suceden, su devenir lírico va asimilando con coherencia las voces de instancias creativas previas. Pienso en Thénon y escucho su voz como ese don característico del lenguaje poético: cuando de poesía se trata la palabra escrita quiere ser dicha; aún sobre el papel, pide exponerse, entrar al cuerpo, atravesarlo y emprender viaje. Si, como quiere Gadamer, “la particularidad de la construcción poética es siempre una defensa frente al deterioro del lenguaje”2, podríamos ir un poco más allá e intuir que la poesía es también un escudo frente a la vida misma. En Thénon, el instrumento vocal se desenvuelve desde sus primeras expresiones como prodigio, para llegar a ser lo que termina siendo un grito dislocado, austero y mordaz, a la vez que canon quebrado, en la escena feroz de Ova completa (1987), su obra más visitada. El valor agregado de su escritura echa raíces en la capacidad de significar lo que es, Thénon traduce la carne de lo real y la vuelca al poema con extrema lucidez. Pronuncia eso que escapa a las superficies cuando horada lo cotidiano y escanea sus profundidades gracias a su mirada honda.

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Un poema de 1952 dice: Pero, ¿es que se le puede llamar dolor a esto a este vegetar inconsciente de la vida, mirando ya sin ver, cicatrizando antes de ser herida?3 En 1958, se atreve a componer otro poema, esta vez, de un solo verso. “Vida: tírame una moneda”, sintetiza sin más. Y como si no fuera suficiente con eso, titula al microtexto “Poema”4. ¿Es, en este caso, la Vida interpelada un contrapunto de la voz mendiga cuyo nexo comunicante ocurre como cuerpo poético? ¿Existe una grieta insalvable entre quien se pronuncia desde una zona sumergida y las alturas de lo que llamamos civilización? Su potencia discursiva es precoz e innegable. Subrayo aquí el término potencia, palabra clave de la lectura que emprendo. Thénon sueña en voz alta: sus poemas piden alzar la voz y ella araña la piel de su época para exhibir los monstruos que la rodean. Su capacidad es la de quien se descoloca a sí misma para hacer de espejo a quienes estén en condiciones de ser sacudidos por lo dicho. Eludir la comodidad, situarse en el conflicto a través de la palabra, he ahí un camino, parece estar diciéndonos su obra. Este carácter dislocado obtendrá su máxima expresión en distancias (1984), libro que a Thénon le costará cerrar: entre los primeros poemas de 1967 y la publicación transcurren diecisiete largos años. Pero no quiero adelantarme. Quiero ir por partes y pensar que el desenlace de su voz, conformado por Ova completa y los poemas sueltos de la misma época, es solo una parte del todo. Y debo aclararlo porque se trata de su último poemario, el más visitado por los lectores, publicado a sus 50 años. Ova constituye, a su vez, la popularidad en ciernes de la poeta desde la década del noventa, para ser esgrimido hoy, 30 años más tarde, en el frente de combate feminista. Durante su juventud, Susana Thénon fue armándose de un arsenal creativo. La necesidad de expresarse, en ella, anidó en distintos lenguajes. Thénon no tiene hogar, podemos intuirlo desde su primer poemario: Triste es todo en su fondo cuando a solas desciende y sube la marea de la sangre 5

La vida es prosa coagulada en barro, en piel, en rojo tumefacto.6 Quisiera desnudar mi grito en la calle, volcarlo en las esquinas, atravesar paredes y canciones, golpear en lo más bajo.7 Ni siquiera la poesía fue suficiente para saciarla. Buscó entre la danza y distintas áreas del teatro, en la música y la traducción literaria, incluso en la fotografía. Su quehacer estético, sin eje ni centro corpóreo, puede asemejarse a un rizoma que perfora las superficies y avanza hacia lo profundo invisible bajo tierra. Deseante, el ir y venir de Thénon entre lenguajes es diáspora. De todo ese bagaje expresivo con que contaba, empezó por el poema para forjarse un nombre, para ubicarse en su tiempo siendo contemporánea de sí misma. Quiero decir con esto que comprendió el mundo en el que se movía, otra vez, desde su don para volver extraño lo cotidiano. Dialogar con el presente no es fácil para nadie. Thénon no solo realiza su proeza comunicativa con agudeza, no solo mira con el ojo puesto en lo que hay que marcar y remarcar, sino que lo hace por primera vez a muy temprana edad. Apenas acaba de pasar sus 20 años cuando publica en tándem, con un año de diferencia, sus dos primeros trabajos poéticos: Edad sin tregua (1958) y Habitante de la nada (1959). El poema que cierra su primer trabajo afirma: El tiempo nos pisa los talones. Yo soy veinte años entre paréntesis8 Ambos títulos merodean el sentido del tiempo y del espacio, en los dos está presente la negación: no hay calma ni hábitat posible. La habitabilidad de la vida9 se encuentra a años luz de su óptica particular. Así, el primer aliento, exhalado como dos poemarios, es un vendaval en el que sobresalen el cansancio, la disconformidad y la inviabilidad para la querencia, como puede percibirse en “Ahora”:

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La vida es esta cosa doméstica que manoseo todos los días con indiferencia.10 En ambos libros, respira agitada la huella de una primera persona omnipresente y constante, tenaz, tratando de observarse a sí misma para comprender algo de sí, algo de lo que ocurre entre ella y las caprichosas facetas del mundo que, para muchos, cuanto más se conoce, menos familiar y acogedor resulta. Al ser testigo de los textos de juventud, el lector puede llegar a la imagen de una voz situada en las afueras de su entorno, una voz que se va de la escena para verse a sí misma desde el marco (o margen), y que, habiendo observado detenidamente su alrededor, ha decidido migrar y retirarse desde su cultura11 hacia lo desconocido, lo posible o lo improbable. No hay conformidad en su escritura. El retiro ocurre como voluntad y decisión de autoexilio. Porque las formas de expresión preexistentes, en apariencia inofensivas, corroen cuando no nos representan, marginan y laceran, cuando no nos nombran. El germen del estallido final nace en medio de la nada y sin tregua. Brota en una voz joven que susurra entre lenguajes sus modos de encontrar la palabra exacta para cada escena del mundo que asimila o mastica. Su insomnio se aboca al hallazgo del vocablo que resquebraje, en cada caso, el cascarón de los huevos literalmente colmados, henchidos, rebosantes. Punto de fuga Comenzar a leer a Thénon, si uno es ordenado y lo hace cronológicamente, es sorprenderse de inmediato. El paradigmático primer poema de Edad sin tregua no duda, sacude como una plegaria perfecta: Como quien dice: anhelo, vivo, amo, inventemos palabras, nuevas luces y juegos, nuevas noches que se plieguen a las nuevas palabras. Hagamos otros dioses menos grandes, menos lejanos, más breves y primarios. Otros sexos hagamos

y otras imperiosas necesidades nuestras, otros sueños sin dolor y sin muerte.12 El yo poético se funde en el colectivo de enunciación literaria: “inventemos”. Todo el poema es esa primera persona poética, inmersa en el deseo y en el ustedes que la transforma en plural. El yo se vuelve nosotros para extenderse al mundo surreal. El camino utópico se emprende en compañía. Bajo el terruño de lo cotidiano anidan las raíces del deseo. Y hacia el deseo se viaja, antes que nada, a través del pensamiento. Y si nos arriesgamos un poco más, palabra (y entonces acto, agregaría Sartre) mediante. En el caso de Thénon, el yo lírico que se desplaza desde Edad sin tregua como punto de partida sabe que sin el otro no hay horizonte posible. Qué oración podría pronunciarse en singular, parece estar diciendo este manifiesto. Cómo religar las escisiones que viven en nuestros cuerpos, en nuestras conciencias y sus inconscientes; cómo despojarnos de unas escisiones que nacen del trabajo permanente de la cultura sobre nuestros cuerpos. Cómo unir, en medio de la búsqueda, las piezas de lo que somos sin una comunión que nos exceda y se dirija hacia el otro. ¿Puede lo individual a secas elevarse en diálogo divino? El título del poema, para no ser menos convincente que su vigencia simbólica, es “Fundación”. En Thénon, fundarse es un credo y una adición: su voz no puede sola y entonces invoca, al otro, a lo extraño. Lo desconocido o lo lejano son una llamada. Su cielo anhelado sueña con otros dioses, otras palabras y otros sexos. La utopía es renacer, rearmando lo que somos. El poema culmina sintetizando los ejes antes mencionados, la añoranza se concentra en una vida otra, nueva, plena: Como quien dice: nazco, duermo, río, inventemos la vida nuevamente.13 De historias y anticipos Thénon nació, vivió toda su vida y murió en Buenos Aires. A fines de la década del cincuenta, su ciudad natal, en la que nacen sus dos primeros libros de poesía, es la capital de un país mayoritariamente católico,

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cercado por preceptos heteropatriarcales, que vive las secuelas del régimen dictatorial de la Revolución Libertadora que echó a Perón de su segundo mandato presidencial. Las conquistas sociales alcanzadas durante el primer peronismo comienzan a opacarse a partir de 1955 por la opresión militar. Los tiempos de Edad sin tregua son los del silenciamiento de la voz de las mayorías obreras, es una época en que la violencia del poder se ejerce sobre los cuerpos de dicha mayo-

ría. Estos años son también los de Operación masacre (1957), libro que Rodolfo Walsh publica sobre los fusilamientos de José León Suárez, precursor de la no-ficción como género a dos aguas entre lo periodístico y la literatura. El voto femenino, alcanzado en Argentina en 1952, también se verá oscurecido por la extensa pausa democrática. Más allá de las fronteras de su país, donde se tejen los marcos teóricos de las Humanidades, algunos intelectuales y críticos, entre los que se destaca Fredric Jameson, consideran que el período de transición entre la Modernidad y la Postmodernidad se da justamente en estos años: los cincuenta. Las transformaciones de época, paulatinas o abruptas, que implica ese pasaje se respiran en lo cotidiano, no solo en las usinas de pensamiento. La nueva lógica, podrá decir mucho más tarde Lyotard en La condición postmoderna (1979), ya no creerá en los grandes relatos. La crisis de los –ismos tendrá efectos rotundos en las artes y en la filosofía.

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Biblia pagana para mí. De Foucault no diré mucho, salvo la relación que, entiendo, mantiene probablemente sin saberlo con la joven Thénon en particular, y con su morada imposible, en general. Los puntos comunes son muchos. Foucault justifica su obra con la lectura de un cuento de Borges: “El idioLos poemas y las cosas ma analítico de John Wilkins”. Este cuento pertenece a Otras inquisiciones (1960). La sorpresa y la trampa (de En mi historia como lectora La morada imposible y Las Borges, claro) se reducen a una enumeración caótica. palabras y las cosas conviven. Me resulta imposible se- Su relato sobre una enciclopedia china yuxtapone eleparar a Thénon de Foucault.Y me ocurre por dos mo- mentos que no podrían estar cerca según lo indican las tivos. expectativas que el orden de la cultura nos deparara: He aquí un breve racconto de esta afectividad que tal vez el azar haya pergeñado para mí. Porque la llegalos animales se dividen en a] pertenecientes al empeda de ambos a mi vida ocurrió al mismo tiempo, como rador, b] embalsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] no podía ser de otro modo, en plena crisis de mi país, sirenas, f] fabulosos (…) j] innumerables, k] dibujados mientras cursaba el Profesorado de Castellano, Literacon un pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, tura y Latín, en una esquina de Buenos Aires. Corría el m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos nuevo milenio y todo era rehacernos como sociedad. parecen moscas.15 A Thénon la conocí gracias a una amiga que llegó atesorando su primera edición de Corregidor de La Foucault llama monstruoso al efecto que estos elemorada imposible I. Nunca voy a olvidar lo que sentí en mentos provocan presentados como conjunto, sobre aquella aula ochava semivacía de Córdoba y Ayacucho, todo, porque hay letras del alfabeto que los anteceden y entre bocinas y el viento que empujaba las celosías, “ordenan” como si fuesen, en efecto, ordenables. mientras escuché la lectura en voz alta de “Ova complePercibo entre la joven Thénon un anticipo de Las ta”. Debo aclarar que la voz de mi amiga le hacía (y le palabras y las cosas. Los ejes teóricos de Foucault son hace) justicia a Thénon. No tuve ni tengo palabras pre- los aparatos institucionales que nos afectan en tanto cisas para explicar por qué ese poema me pareció mag- generan que nuestras conductas se desenvuelvan “en nífico. (Yo también empecé por Ova). En ese entonces jaulas”. Hay moldes para todes, según los pormenores mis lecturas de poesía no estaban aún acostumbradas al de su obra. Thénon manifiesta en sus primeros libros humor corrosivo, al encuentro de registros académi- la misma incomodidad. Lo hace con agudeza e insiscos en medio del poema, tampoco a la convivencia del te. Aquella vida prostituta de “Ahora”16 no es otra cosa “juez de la causa”, “un calcomaníaco de Racing” y “un que una subjetividad cercenada por mandatos. Hay una ejemplar del ERASMO para niños”14. huella fuerte en la voz que, a su modo, denuncia. HueLas palabras y las cosas (1966) llegó casi al mismo lla que permanecerá firme en su obra de madurez. Con tiempo. El título apareció ante mis ojos en una librería otras estrategias, sí, pero presente y constante. de la calle Corrientes, cerca del Obelisco. Fue inmeEl examen meticuloso de los parentescos entre Thédiata la sensación de abundancia que tuve. Un libro de non y Foucault excede el fin de este texto. Me aboco Foucault, y la promesa de hilar lo que fuese entre el a él en otro trabajo. Pero no quiero dejar de decir que mundo y el lenguaje. vale la pena una lectura en paralelo de la poesía comPasó el tiempo y amé ambos libros, ambos autores. pleta de Thénon y varios de los libros de Foucault que Por los mismos motivos. Encontré en ellos lo mara- vienen al caso. Lo importante aquí y ahora, intuyo y sigo el pálpito, villoso del pensamiento y del poema, y a su vez, un modo de sentir los márgenes porque podían resultar luego de los goces de la lectura, es observar y pensar acogedores y permitir el encuentro con otres (de hecho, cómo una joven poeta de los confines del mundo traestaba formándome para ser profesora en este país). duce su tiempo y logra anticiparse al pensamiento de Del primer poema de Edad sin tregua he dicho ya los países centrales donde se producen y exportan las bastante. Funciona en mi vida como especie de oración teorías que consumimos. Lo vital y necesario, quizás, para los tiempos difíciles. Toda Thénon es una suerte de es percibir como podamos el hilo invisible que une esas Habrá dictámenes funestos de todo tipo. Alguien osará dar fin a la Historia. En esa coyuntura, nace el manifiesto fundante de Thénon como primer grito de un ser poético naciente cuyo cuerpo no tendrá ni descanso ni hogar posible.

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áreas aparentemente lejanas del pensar y el sentir, o de la creación y el análisis. Desconfiemos entonces de los géneros, de los marcos, de las fronteras, y demás cercos, como quisieron Thénon, Borges y otres.

noseo todos los días con indiferencia”19. El diálogo entre cada quien y su entorno es puesto sobre la mesa para exhibir la hostilidad de lo cotidiano. El yo lírico de Edad sin tregua y Habitante de la nada se extiende hacia nosotros a través de los tiempos, no pierde vigencia porque, aún hoy, muchos de nuestros comportamientos nos muestran enjaulados, mal que nos pese. La imagen de la jaula es convincente y provocadora en Thénon. En “Canto a todos”, hay una necesidad de autodefinición evidente. El Una voz alrededor de su deseo de un conocimiento hacia adentro se vuelca en la escritura y hace de tiempo y de su espacio (de al- brújula implacable a la vez que se interpela, nuevamente, al otro. En este gún tiempo y de algún espacio) caso, no se trata del yo comunal de “Fundación”, hay un deseo de aislamiento y separación, porque este otro alude al colectivo que conforma las voces del La retahíla de poemas de Edad sin rechazo y la indiferencia: tregua y Habitante de la nada refuerza los aspectos que, por un lado, Me esperarán en vano, delinean cada vez con mayor detapues no estoy. lle la imagen del yo poético, y, por He viajado a mi adentro otro, separan su voz de un espacio y allí estaré y un tiempo que expelen en vez de ya siempre acoger y oprimen antes de hospeHe viajado a mi adentro dar. El poema “No” de Habitante de que nunca se termina de conocer la nada dice: y es tan profundo.20 El énfasis en la necesidad de configurar el sentido y el espacio del self, como búsqueda de lo genuino en la expresión propia, proviene de la sensación de encierro que provoca sobre sí un modus vivendi impuesto desde las afueras de la vida, lejos de las necesidades individuales. Thénon data estos versos en1955: ella tiene solo 19 años y la firme decisión poética del alejamiento. La distancia es su norte. En otro poema de 1956, a la misma mientras que en “No es un poe- edad, escribe: ma”18 habita un grito de rabia “por Encuéntrame las palabras torpes que digo y que en todo aquello me dicen”. La negación, en Théque mis ojos recorren sin comprender.21 non, abarca su obra con tenacidad, y lo hace de dos modos: describienEl espacio lírico es la incomprensión misma (aquella que un otro hostil do un sinnúmero de situaciones en que su coyuntura rechaza, margi- le niega). La interpelación aquí busca la complicidad de una segunda perna o excluye a la voz que se hace sona, funciona como invitación o súplica. Se elige una locación desafiante y cargo del poema; pero, además, a nómade (valga la paradoja): si se permanece en lo incomprendido, llegará partir del “no al no” que implica el un día el entendimiento y habrá que migrar hacia nuevos parajes del misenfrentamiento de su propia voz al terio. El deseo de búsqueda, la intención de viajar, son permanentes. Está emisor complejo y colectivo de esa claro que establecerse en costumbres o hábitos no es el fin de esta pesquisuma de rechazos. Ocurre enton- sa. Tampoco se trata de una posibilidad. En un cuadernillo inédito de la década del sesenta22, titulado El tiempo ces que el acto de negar se vuelve arma de doble filo. La poeta sabe propio, Thénon ahonda sobre las coordenadas temporoespaciales en torno transformar y travestir a su antojo a la voz lírica. Los fragmentos que siguen pertenecen a los poemas IV y VI el acto de decir no para defender- de la serie: se y contraatacar. Quién queda en Cavamos hondo en los salterios del vino, jaque cuando la vida es una prostisorprendimos un tiempo tuta o una “cosa doméstica que maMe niego a ser poseída por palabras, por jaulas, por geometrías abyectas. Me niego a ser encasillada, rota, absorbida.17

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de amarrar, de partir, entre armonía y armonía.23 Debe aprender su tiempo, su morir, una nueva infancia, para que pueda decir sí, estoy de pie frente a la tierra que me mira.24 La diferenciación del tiempo es sustancial: hay un tiempo externo, objetivo, autómata, si se quiere; y otro, propio de la percepción única de cada individuo, difícil de atender entre agendas llenas de obligaciones y necesidades. Entre ambos, no es armónica la escena. La lucha por consolidar el tiempo (también el espacio, claro) propio es clave en esta poética. Vagar la distancia Como hemos visto, “Fundación” puede servir de marco explícito para los horizontes lejanos de esta poética. A partir de ese manifiesto temprano, la joven Thénon sigue adelante y se lanza como jabalina al corazón de su obra para trazar preguntas sobre las creencias, el lenguaje y lo imposible, para tratar de definir, con cautela y atrevimiento a la vez, desde su visión personalísima, las formas del espacio y del tiempo. El poema “Lugar” afirma: “Sabéis que llevo un arenal baldío en el lugar de las palabras”25. De ese modo, conjuga el mundo material de lo tangible y la idealidad del lenguaje cuya existencia sobre los cuerpos es también irrevocablemente material, aunque pueda parecer lo contrario. Thénon es consciente de esto, porque en otro poema, intitulado, asevera: “El cuerpo,/ es nada más que todo”26. Los efectos de lo dicho, de lo escuchado, sobre el cuerpo son innegables. Ese arenal baldío nos recuerda a Eliot, a quien Thénon cita en el epígrafe en su tercer trabajo, De lugares extraños (1967): “Home is where one starts from. As we grow older the world becomes stranger, the pattern more complicated of dead and living”27. En esa voz que la poeta hace suya puede percibirse uno de los ejes de sus obsesiones, el extrañamiento de lo que es, el devaneo hacia lo alternativo. Thénon nos enseña que entre el mundo propio del hogar y el mundo extrañado de la lucidez media un abismo: la herida nos marca y nos aloja, la morada es entre un tiempo anterior inalcanzable y el presente. La infancia a un lado, lo que somos observando nuestro alrededor, en la faena imposible de descifrarlo todo desde cero.

1 Todos los poemas transcriptos de la obra de Thénon se corresponden con mis ejemplares de La morada imposible I, Buenos Aires, Corregidor: 2001; y La morada imposible II, Buenos Aires, Corregidor: 2004. En adelante LMI I y LMI II. Con excepción de la obra inédita, consultada en el Archivo del IIAC “Doctor Norberto Griffa”, Fondo Thénon, Untref. En este caso, las citas son de “Ahora”, de Edad sin tregua y “No es un poema”, de Habitante de la nada (LMI I. págs. 35 y 55). 2 Arte y verdad de la palabra. Barcelona, Paidós, 2012, p. 80. 3 LMI II, p.15. 4 LMI I, p. 31. 5 LMI I. “La marea”, p. 33. 6 Ibídem. “Ahora”. 7 LMI I. “Nada”, p. 31. 8 Ibídem. P.44. Serie “Aledaños”. Poema XIV. 9 Pienso en Butler y en Deshacer el género cuando digo habitabilidad. 10 Ibídem. Poema “Ahora”. 11 Dice Foucault en Las palabras y las cosas que “los códigos fundamentales de una cultura (…) fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá”. p. 5 (Bs. As., SIGLO XXI, 2003). 12 LMI I, p. 25. 13 Ibídem. 14 LMI I, p. 155. 15 Citado por Foucault. Ibídem. p. 1. 16 Ibídem, p. 35. 17 LMI, p. 52. 18 LMI I, p. 55. 19 LMI, p. 35. 20 LMI II, p. 20. 21 LMI II. 12-IV-56, p. 26. 22 Fondo Thénon. Cuadernillos inéditos. Carpeta 0329. 23 Poema IV. 24 Poema VI. 25 LMI I, p. 26. 26 3-IX-56. Tomo II, La morada imposible, p. 25. 27 LMI I, p. 77.

*Analía de la Fuente es Profesora de Castellano, Literatura y Latín egresada del I.E.S. N°1 “Dra. Alicia Moreau de Justo”. También es Magíster en Escritura Creativa por la Universidad de Tres de Febrero. Su poemario Trasbordos fue publicado en 2012 por Aire Diseño Ediciones.

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DOSSIER SUSANA THÉNON

Thénon, Rilke y la traducción Por Corina Dellutri

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a traducción es un viaje hacia el exilio1. Lo que supone introducirse en las aguas de una nueva lengua, de una cultura distante que se encuentra en la otra orilla, pero también exiliarse, en el sentido vernáculo, implica abandonar, dejar la tierra de origen. En Thénon, la traducción asume estos dos movimientos: abandona la escritura -que es su territorio, su tierra- y se interna en una nueva lengua: el alemán.

*Corina Dellutri es Profesora de Literatura y Magíster en Escritura Creativa por la UNTREF. Escribe poesía y narrativa. Algunos de sus poemas están publicados en Apología 4 de Letras del Sur Editora.

Hay un tiempo -más exactamente una década, entre 1968 y 1980en que la poeta no escribe. Tiempo en el que se dedica a estudiar esta nueva lengua, a la fotografía y a la traducción. Mientras se exilia de su propia escritura, escribe a través de otro, de Rilke. La traducción que realiza conforma un pequeño libro/dossier que acompaña la muestra fotográfica que realizó en 1978, titulada: Rainer María Rilke. Palabra e imagen. Este trabajo se enmarca entre la publicación de De lugares extraños (1967) y distancias (1984). En Susana Thénon, la traducción no tiene una pretensión rigurosa ante el original. No, al menos, desde la forma en la que elige organizar los textos. Es ahí donde se observa otra búsqueda. Quiebra y demuele un orden: traduce fragmentos de distintos poemarios y unos pocos poemas completos. Más bien disecciona. Fragmenta y se apropia de los versos de Rilke. Como si los fragmentos fueran pequeñas cuentas y ella, una orfebre, los engarza y los dispone en un nuevo orden. ¿El resultado? Otro poema. Un poema formado por 38 piezas. Y a través de la disección y reorganización de estos fragmentos traza el recorrido del poeta que es llamado por una fuerza a abandonar “las horas pálidas y azules”2 y lo empujan a ir “hacia el confuso resplandor del remolino” (227). El yo lírico pregunta, implora, se niega. Solo quiere ser un niño para “construir días y sueños” (227). Marcelo Cohen (escritor y traductor argentino) afirma que la traducción es la vía idónea para disgregar el simulacro de unidad en un

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multiverso de voces3. De este procedimiento vital se vale Thénon para subvertir un orden y crear su obra. De este modo, Thénon arma, con esta nueva constelación, el derrotero de un poeta que bien puede ser Rilke, puede ser Thénon, pero también puede ser Homero: “Esto es la nostalgia: vivir en el oleaje / y no tener patria en el tiempo” (227) dice Rilke a través de Thénon, o viceversa. Así, une los pedazos de Rilke y crea otra cosa: su heterobiografía. En ese “manuscrito de un poeta” -tal y como aparece escrito en la pieza 38 de las traducciones como si fuese una firma-, no solo reconstruye la obra del poeta, sino de ella misma. Nos habla en forma especular a través de ese tapiz que va tejiendo sigilosamente. El viaje de Ulises subyace, está latente en la selección y organización que arma Susana Thénon con la poesía de Rilke. La Odisea es el más antiguo de los nostoi o regreso del héroe. La etimología de la palabra nostalgia determina que viene del griego: nostos que significa regreso y algos, dolor. La Odisea opera como un hipotexto a través del que la poeta actualiza los semas del antiguo poema homérico haciéndolo creíble en un nuevo espacio y en un nuevo tiempo. Por un lado, los versos se tejen entre sí a través de un campo semántico que remite al mar: “remolino”, “vivir en el oleaje” (227), “Remonta desde el mar” (228), “Adivino los vientos que se acercan” (230) “... conozco las tormentas y me encrespo como el mar / y me ensancho y me repliego / y me arrojo y estoy del todo solo / en la inmensa tempestad.” (230), “No esperar más allá ni mirar la otra orilla” (241). Si el mito es una narración creíble cuya credibilidad lo transforma en un paradigma, en una estructura a través de la que cada sujeto construye su propia existencia, Susana Thénon toma el monomito de Homero para reconstruir su poética. De algún modo, es a la vez Ulises y Penélope. Como Ulises, abandona su territorio: la escritura e inicia una búsqueda errática mientras navega por los versos de otro y en simultáneo, teje un nuevo tapiz. Tapiz en el que plasma el derrotero de un poeta que bien puede ser ella misma en busca del regreso a su propia escritura. Por otra parte, el trabajo de traducción incide de manera directa sobre su obra posterior: la estructura externa de esas traducciones prefigura distancias, funcionan como un material pre-verbal4

que cobrará forma a través de lo fragmentario en distancias (1984), libro compuesto por 39 poemas que responden a una estructura circular donde “… fragmenta, quiebra y desgarra, y a la vez organiza una constelación poética”5, como señala Barrenechea. Sin dudas, la poesía de Rilke incide en la poética de Susana Thénon, pero de forma invertida, como un reflejo imperfecto. Si para Rilke la poesía se instala en el punto de lo sagrado, para Thénon está en las antípodas: en lo profano. Si como dice Octavio Paz lo sublime y lo luminosos son estados poéticos6, en la obra de Susana Thénon lo profano, el despojo, la orfandad son el estado por excelencia. Si como dice Octavio Paz, poetizar brota del asombro7, en Thénon el asombro deviene de la realidad cercenada por el lenguaje. El trabajo de traducción le permite cruzar hacia otro lado. La traducción es un procedimiento para escribir y escribirse. Para alejarse de su patria, pero también para regresar triunfante con las piezas preparadas. La selección que hace de los poemas de Rilke opera como constructor de un nuevo texto. El derrotero de la poeta queda cristalizado en ese trabajo. De ahí que la obra de Thénon sea un palimpsesto en el que se repliegan todas las voces. Thénon traduce a Rilke. Juega. Fragmenta y establece un nuevo orden. Se apropia y se vuelve la arquitecta de un nuevo texto.

1 Negroni, María. “Música nómade: la traducción en siete verbos” en: El arte del error. Barcelona, Vaso roto, 2016, p. 112. 2 Thénon, Susana. La morada imposible. Tomo I. Buenos Aires, Corregidor, 2012, p. 227. En lo sucesivo, de citar esta edición sólo se mencionará el número de página. 3 Cohen, Marcelo.”Nuevas batallas por la propiedad de la lengua” en: Música Prosaica (cuatro piezas sobre traducción). Buenos Aires, Entropía, 2014, p. 42. 4 Barrenechea, Ana María. “La documentación marginal para Distancias de Susana Thénon” en: Filología. Crítica Genética. Buenos Aires, no. 1-2, 1994, pp. 78-79. 5 Cortés Rocca, P. (9/2013). Rueda de mujeres. Acerca de Susana Thénon. Cuaderno Lírico (Página 2). Recuperado de https:// journals.openedition.org/lirico/1125 6 Paz, Octavio. “La revelación poética” en: El arco y la lira. México, FCE, 1956. 7 Paz, Octavio. op. cit. p.142.

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DOSSIER SUSANA THÉNON

La trasgresión o la guerra del lenguaje Por Gisela Galimi

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el corpus inédito de Susana Thénon, el azar me trajo su único texto narrativo. Sin saber qué buscaba, llegué al archivo de la Universidad de Tres de Febrero. Lo que sigue empezó a pensarse tocando sus manuscritos con guantes de cirujano, como quien hurga un cadáver, exquisito. La Trasgresión o la Guerra de las Criaturas. La primera frase escrita con una entrañable máquina de escribir, la segunda a mano. En el medio una tachadura casi ininteligible: La guerra de los viriles y las criaturas. El agregado, la mixtura, la tensión de la duda, el todo. El conjunto conforma el título que dio la poeta al relato sobre el que voy a hablar. Imposible saber cuál nombre hubiera elegido para su publicación. Pero en la vacilación, Thénon ofrece un guiño de lo que será: un exceso narrativo de cuarenta y un páginas que permite sobreexponer, en clave poética, la realidad política, social y cultural en la que vivió. La fragmentación, la ironía, la repetición, la polisemia, todo trasgrede y esconde. La máquina, lo humano, la duda. El exceso es jaula de lo sutil. En una operación intencional, lo verdadero está escondido detrás del disfraz de la palabra que se trabaja. Ella me lo susurra desde su poema

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“Historia de uno”: “La historia será falsa por más borradores que se descubran”1. Comencemos por una pequeña sinopsis del relato. Se habla de dos lugares: el Aquí y el Allá, espacios vecinos separados por el Río de los Presagios. El cuento comienza en el primero. La líder de este espacio es Lencia Faube, quien emigró con las criaturas desde el Allá. Ese Allá es la tierra de los viriles, donde está el enemigo de Lencia, el Meteorólogo Oregán Viril. En ese Allá masculino todo pasa según un orden lógico y estructurado. Un orden condenatorio, mortal. El modo de contarlo es a través de un lenguaje burocrático vaciado de sentido. En el Aquí de las criaturas, en cambio, está la ilegalidad. Aquí son todas mujeres, y son revolucionarias. El lenguaje se rompe en trasgresión. Aquí, está la semilla de la poesía. Se juegan entonces dos bandos con lenguajes diferentes y cosmovisiones contrapuestas. Lencia enseña a

sus discípulas a trasgredir. Todos se preparan para una guerra. Una guerra que no es de frente sino en tinieblas. Una guerra que efectivamente Thénon libra en la batalla del lenguaje, creando con las palabras dos espacios diferentes. Lo que enseña Lencia a sus discípulas en el aula de la trasgresión es claro ejemplo de cómo la guerra está en la disrupción de la forma y el sentido. Basta citar un ejemplo: “–El verbo Trasgresión– recitó: yo venzo, tú subes, ella respira, nosotras nivelamos, vosotras amáis, ellas asoman.Y todas trasgredimos.” En esta primera voz aparece en el relato plagado un sinsentido que no es frivolidad, sino bello escondite al que acceden los que conocen las claves. Las palabras se alejan de su valor semántico, se mueven más bien en el territorio nebuloso de una intención de estar diciendo algo más. La trasgresión es ser nosotras. Se refunda el lenguaje a costa de explorarlo, y explotarlo en un

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marco de extrañeza que le permite decir lo indecible: “Suicidio y Homicidio eran hermanas, además, idénticas. Un solo detalle las diferenciaba. Suicidio era inmortal. Homicidio no. Homicidio vulneraba la mortalidad ajena”. La realidad se transforma entonces en una postal con luz artificial que hace parecer naturales algunas cosas que no lo son, pero el efecto de desenfoque, como en una fotografía, mejora la legibilidad de los elementos principales. La operación es un acto lúdico, aunque no inocente. No es una niña jugando con un animal sonoro, es una cirujana experta reinventando la lengua para decir lo indecible. La segunda voz, burocrática, la que cuenta la vida de los hombres del Allá, está repleta de obviedades en lo formal, pero se tuerce hasta el humor negro en el centro mismo del vacío. En la tierra de los Viriles Thénon dice: “Para ser integrante de un grupo generacional hay que tener la misma edad de los otros de la misma edad o coetáneos, pensar más o menos lo mismo, fundar una revista con Declaración de Principios, exponerse por lo mismo o por la misma, disolver la revista y fundar otra Subtitulada segunda época”.2 La palabra plana prepara el terreno para decir más adelante cosas como esta: “En tal sentido existe un código llamado código de represión cuyos postulados principales son los siguientes: Todo aquel que no estuviese de acuerdo con que las cosas son así, será pasado por las armas”. La parodia del decir sin decir durante varias páginas del relato crea un efecto irónico y desconecta el sentimiento, adormeciéndolo. Sobrexpone el texto: dice represión, armas, cadáver, fusilado, naturalizando las palabras. Al contar el lugar infausto, el lenguaje se vacía de afecto para mostrar la perversión de la injusticia. La luz del lenguaje es tan plena que no se distingue lo terrible. La sobreexposición anula la interioridad. No hay distancia. No queda más que ver (leer) lo que es. Pero repetir tiene otra consecuencia colateral: sin alteridad no hay otro. Sin otro no hay opción y por lo tanto no hay libertad. Y en este hacer Thénon no solo le quita el afecto al lenguaje, le quita la belleza. Esta es su justicia poética: en el Allá, el mundo Viril, desaparece la belleza al desaparecer el velo poético del lenguaje. Lo explícito vuelve pornográfico al texto. Entre la voz transgresora y la burocrática nace una tercera voz fantasma, poética. Su inclusión en breves pasajes camuflados en las 41 páginas del texto de La Trasgresión está destinada a susurrar la verdad subjetiva. Así la líder del bando del Aquí, el mundo de las mujeres revolucionarias, dice: Digo que no. Mi calavera dice que no. Mi calavera es una navajita quieta.Yo voy tomando sol. Mi calavera es una niñita que no asoma, es una navajita muy quieta, yo voy tomando sol con mi calaverita adentro

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Y agrega después: ¿Dónde están los malditos, aquel zumo sarnoso del final de la fiesta? Llegaré a la plaza y veré pasar caballos y viento. Alguien está de espaldas, ocupé exactamente mi lugar debajo de aquel árbol.Tengo miedo. Lo digo.Tengo miedo. El yo poético usa la primera persona. Se confiesa. Esconde palabras: detenido, calavera, malditos, plaza. Tengo miedo. Palabras que remiten claramente a la dictadura, pero aquí no están organizadas en la frialdad del relato de la sala de la obediencia. Aquí son una navajita que corta el aire desde la interioridad de una niñita que habla con la luz sutil del diminutivo. Otra vez Thénon logra decir lo prohibido, pero aquí es la belleza el camino por medio del cual puede contar el horror. El lenguaje refundado vía la poesía y el cuerpo de la heroína clásica dispuesta al viaje y a la muerte logran ganar esta guerra de lenguajes aún antes de que suceda la batalla. En el final la líder expresa la diáfana verdad del ideal: “Si la muerte ha de llegar, caiga sobre mí, no deshaga mis criaturas”. Vuelvo a leer y pienso que quizás el deseo de Lencia y el de Thénon se esté cumpliendo, porque muchos años después de su muerte estamos aquí rescatando del archivo estos textos inéditos, sus creaturas vivas, su mundo polifónico donde la guerra se gana con poesía.

1 Thénon, Susana. La morada imposible. Tomo I. Edición a cargo de Ana Barrenechea y María Negroni. Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 2001, p. 267. 2 Thénon, Susana. La Transgresión. Manuscrito Inédito, página 19.

COLLAGES DE LAURA CILENTO

*Gisela Galimi Nació en Lobos, provincia de Buenos Aires. Estudió Periodismo (USAL) y Maestría en Escritura Creativa (UNTREF). Es autora de los poemarios Claroscuro y Colorado (2005), Para que nada cambie (2012), Memoria de la Piedra (2015), Flamenquitos y otros poemas (2017) y Mi cuerpo ajeno (2019). Coautora también de varios libros de comunicación. Dicta talleres de escritura y es docente universitaria. Sus dos hijos son poetas.

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OPINIÓN

El gato sobre la mesa Por Dardo Scavino

A

mi gato le gusta dormir sobre la mesa. Tiene un canasto con un almohadón, tiene un sillón, tiene las camas y otros lugares más mullidos en los que podría descansar. Pero no, vaya a saber por qué, en invierno y en verano, prefiere dormir sobre esa mesa de madera. Si alguien me pregunta dónde está el gato, puedo responderle entonces: “el gato está sobre la mesa”. La persona puede ir a verificar si es así. Verificar, entiéndase: decidir si mi enunciado es verdadero o es falso en función de lo que ve. “Es cierto”, va a decirme, “el gato está sobre la mesa y, como consecuencia, tu enunciado es verdadero”. O al revés: “No, no está sobre la mesa: tu enunciado es falso”. Poco importa. Un especialista de lógica, Alfred Tarski, hubiese dicho que el enunciado “el gato está sobre la mesa” es verdadero si y solo si el gato está sobre la mesa. Y no estaba hablando en broma. Si reducimos una teoría a proposiciones atómicas (del tipo “el gato está sobre la mesa”) y a hechos observables (veo que el gato está sobre la mesa), entonces esa teoría será verdadera. Tarski y los positivistas podrían replicarle entonces a Nietzsche: “Existen los hechos y no solo las interpretaciones”. ¿Y qué quiere decir que existen los hechos? Muy simple: que miro la mesa y puedo comprobar si el gato se encuentra, o no, encima de ella y decidir, como consecuencia, si el enunciado “el gato está sobre la mesa” es verdadero o falso. Y parece irrefutable. Si se me ocurriera decirle a alguien que “el gato está encima de la mesa aunque no lo veas” o, al revés, “el gato no está sobre la mesa aunque lo veas”, estos enunciados serían absurdos. Los positivistas lógicos pensaban expulsar así fuera de la ciencia, y de los discursos sensatos, los enunciados del tipo “Dios le dio a Moisés el Decálogo en el monte Sinaí”, “María concibió a Jesús sin pecar”, “Mi abuelita está en el cielo”, “Los dragones tienen cinco patas”, “Esta persona tiene malas ondas”, e così via. Todos estos enunciados no son ni verdaderos ni falsos porque no pueden verificarse a través de la experiencia.

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Pero supongamos que mi enunciado sea verdadero porque la persona va, y verifica, y comprueba que el gato efectivamente está sobre la mesa. ¿Quiere decir que vio ese hecho? No estoy sugiriendo que la persona pudo tener una alucinación o que estaba soñando. No, la persona ve efectivamente el gato y la mesa. ¿Pero qué pasa con eso de “estar sobre”? Sobre, en español, significa encima de y cuando recurro a estas preposiciones estoy sugiriendo que el gato está arriba y la mesa abajo y presuponiendo que el espacio, en consecuencia, tiene una orientación: arriba es el lugar hacia donde suben las cosas; abajo, hacia donde caen. Se trata de un espacio aristotélico o ptolomeico con la Tierra en el centro y el Sol y la Luna arriba, en el cielo de los astros, y en el que resulta difícil explicar por qué el gato no se “cae para arriba”, como el perro pekinés de María Elena Walsh, cuando se encuentra en el hemisferio sur. Si pudiéramos observar el gato desde la luna, por ejemplo, no veríamos que “está sobre” la mesa sino que está pegado a ella. Y si tratáramos de explicar por qué, y fuéramos newtonianos, diríamos que, gracias a su solidez, la mesa ejerce sobre el gato una fuerza que contrarresta la fuerza de gravitación, de modo que el gato no “está” sobre la mesa, como cuando el verbo estar alude al lugar en el que un cuerpo reposa, descansa o se encuentra. El gato no está en reposo sino más bien en tensión entre dos fuerzas contrarias (lo que no le impide dormir como un tronco). Esto significa que el reposo no es el estado natural de un cuerpo. Es el movimiento (el movimiento rectilíneo uniforme, más precisamente).Y ese movimiento deja de ser uniforme (se acelera o se desacelera) cuando se ejerce una fuerza sobre él. La gravitación acelera el movimiento rectilíneo del gato; la mesa lo desacelera. Si sacáramos la mesa, el gato seguiría su viaje uniformemente acelerado hacia la Tierra; si sacáramos la Tierra, seguiría su movimiento rectilíneo uniforme a través del espacio. La persona que va a ver si mi gato está sobre la mesa, claro, no ve todo eso. Nadie lo ve. Pero tampoco ve que el gato está sobre la mesa. Ve el gato, ve la mesa, ve que el primero está en contacto con la segunda. Decir que “el gato está sobre la mesa” no es decir lo que se ve: se trata de una interpretación de lo que se ve, como cuando decimos que el “el sol sale hoy a las 7:15”. Nadie niega que la persona vea el sol; nadie niega tampoco que empiece a verlo a partir de las siete y cuarto. El problema es si lo ve “salir”. Es una manera de hablar, claro. Un lenguaje. Y cualquier astrónoma le comentaría esto mismo a su pareja durante el desayuno: “El

sol sale a las siete y cuarto hoy”. Pero no lo haría en su calidad de astrónoma: el sol no “sale”, sencillamente porque, para una astrónoma que habla un lenguaje copernicano, no gira alrededor de la Tierra. Suele decirse que la ciencia es “contraintuitiva” porque a quién se le ocurría, ¿no?, que mi gato se movería siempre en línea recta, y de manera uniforme, si la mesa no lo frenara. Habría que decir, no obstante, que la ciencia es “contracultural” porque si nos cuesta interpretar las cosas de esta manera, se debe a que formamos parte de una cultura o a que hablamos un lenguaje en el cual las cosas tienden naturalmente a pararse y en el cual hay un arriba y un abajo y cuerpos que suben y caen. ¿Esto significa que mi proposición “el gato está sobre la mesa” es falsa? De ningún modo: es verdadera si mi interlocutor comprueba que el gato está sobre la mesa, como comprueba que el sol sale a las 7:15. Pero comprueba ambas cosas porque comparte conmigo un mismo lenguaje, con los mismos presupuestos. Es verdadera, en consecuencia, porque mi interlocutor interpreta los hechos de la misma manera que yo y que cualquiera que hable este lenguaje aristotélico-ptolomeico (aunque después, en otro ámbito, cambie de lenguaje y escriba para los miembros de la tribu newtoniana). Hay incluso creadores que fundan nuevas culturas científicas y, como consecuencia, nuevos lenguajes o interpretaciones, como cuando Einstein explica que la Tierra no “atrae”, en realidad, al gato, como cuando decimos un imán atrae al clavo, sino que “incurva” el espacio, como cualquier otra masa, de modo que el movimiento rectilíneo del felino se acelera en dirección de la Tierra. Al filósofo no le interesa demasiado si el gato está o no sobre la mesa cuando alguien dice que está ahí. Le interesa más bien lo que está presuponiendo esa persona cuando profiere ese sencillo enunciado, cuando dice “está” y “sobre”, y acepta implícitamente toda una concepción del movimiento y el espacio. Y puede interesarse además en cómo llegaron a constituirse esas concepciones del movimiento y del espacio, con su cielo y su suelo, con sus ascensiones y sus caídas, con esos cuerpos que tendían a pararse si alguien no les volvía a dar “impulso”. El filósofo sigue practicando así la mayéutica socrática, extrayendo de un simple enunciado todo un conjunto de presupuestos, todo ese mundo del que el hablante está preñado.Y a veces llega a reconstruir incluso la historia de cómo se construyó ese mundo. En un artículo de El grado cero de la escritura, “La utopía del lenguaje”, Roland Barthes decía que el escritor

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querría “crear”, en cambio, “un lenguaje libre”, pero que lo recibe “fabricado”. “Como todo el arte moderno, la escritura literaria carga a la vez la alienación de la Historia y el sueño de la Historia”. El escritor vive en un lugar y una época, pertenece a una cultura de un momento histórico preciso, con sus lenguajes o sus interpretaciones. Pero a su vez, como escritor, sueña con un lenguaje cuya “frescura, por una especie de anticipación ideal, figuraría la perfección de un nuevo mundo adánico en el que el lenguaje no se encontraría alienado”. Esta es la utopía del lenguaje, la misma utopía que los lógicos buscaban en Viena u Oxford mientras Barthes escribía, la misma utopía que los llevó a pensar que, si matematizaban la lógica, si la reducían a un conjunto de símbolos universalmente aceptados, que no dependieran de los diversos lenguajes y las diversas culturas, lograrían vencer la maldición de las particularidades históricas y culturales. Como su nombre lo indica, esa u-topía no se encuentra en ningún lado: por donde vayamos, vamos a encontrar lenguajes con presupuestos históricos y culturales. Pero el escritor, como el científico, precisa esa exigencia utópica para revolucionar esos lenguajes y constituir otras tribus. La utopía, como la literatura, es una enemiga de las identidades: aunque hable un lenguaje particular, aunque adhiera a una interpretación específica, nunca se identifica completamente con ellos. Defender hoy esa utopía significa que lo universal no es un lenguaje hegemónico sino, al contrario, una utopía que nos empuja a revolucionar cualquier lenguaje por sobre el imperativo (políticamente correcto) de respetarlos a todos. Defender hoy esa utopía no significa creer que vamos a encontrar en algún lado ese lenguaje que no se encuentra en ninguno; significa que Copérnico, Kepler y Galileo no injuriaron a los ptolomeicos cuando refutaron su interpretación del universo y la sustituyeron por otra, del mismo modo que Darwin no injurió a los creacionistas cuando propuso su teoría de la evolución. Significa que, aunque no encontremos nunca, en ningún lugar, ese lenguaje universal, no tenemos por qué contentarnos con alguno de esos que se encuentran en cualquier lado. *Dardo Scavino Filósofo y crítico literario argentino residente en Francia. Egresado de la UBA y profesor de la Université de Pau et des Pays de l’Adour. Premio Anagrama de Ensayo 2018 por El sueño de los mártires.

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https://youtu.be/gzS4IaPO4fo

VIDEOARTE

Comedores de labios Alejandro Arguelles expande su búsqueda estética más allá de los medios y los materiales tradicionales de las artes plásticas.Valiéndose de la intuición y la constancia, emprende en el año de la cuarentena una afiebrada búsqueda en archivos de imágenes, que le depara sorpresas como A page of madness (1926), de Teinosuke Kinugasa y Begotten (1990), de Merhige. Es en las obras de estos cineastas donde empieza a percibir una especie de diálogo asordinado que lo mueve a operar sobre los fragmentos en busca de otras resignificaciones. De la narrativa de estos videos emerge una suerte de collage o fotomontaje que se proyecta sobre otros materiales: pruebas atómicas como las de Semipalatinsk, filmaciones sobrenaturales o a la caza de eventos paranormales, programas de entretenimiento japoneses, etc. Todas esas imágenes, reorganizadas sobre una banda sonora, logran un engranaje narrativo denso, apocalíptico, pesadillesco.

Por Alejandro Arguelles BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 47



Sobre los saberes y la lengua universitaria

En otro orden de cosas “Catedrales teóricas”,“cárceles bibliográficas”,“laberintos ideológicos”,“alambradas disciplinarias” son algunas de las expresiones utilizadas por Horacio González en su libro Saberes de pasillo (2018) para dibujar la arquitectura de esa prisión que padecen hoy las ciencias humanísticas y sociales y la institución universitaria en su conjunto. ¿Cómo sortear ciertos formatos incómodos, ciertas prácticas anquilosadas, cierta inercia institucional? ¿Qué clase de trabajo es el trabajo intelectual?

Por Cintia Córdoba

A

lgunos libros, no sabemos bien por qué combinación extraña, nos desatan la lengua. Portan la virtud de desactivar cierta parálisis en la que nos solemos encontrar cuando nos sobra malestar. Saberes de pasillo constituye una especie de manual para universitarixs incómodxs, una compilación de ideas ensayadas, que con agudeza nos señalan una serie de problemas que venimos padeciendo quienes habitamos estas casas de estudio. En cada uno de los textos reunidos en este libro, Horacio González1 anticipó el despliegue de una mancha invisible sobre los modos de hacer universidad. Esa mancha, que por momentos puede asimilarse a la mano invisible de la que hablaba Adam Smith, significó en el mundo universitario el agudizamiento de ciertos procesos de regulación y ritmación de la producción del conocimiento que permitió tanto su instrumentalización como la jerarquización de las vidas que lo producen. Este estado de la situación se encuentra sin duda hoy más tematizado, más analizado desde distintos campos específicos que fueron aportando datos y configurando categorías para nombrar eso que pasa en las

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instituciones universitarias. Alrededor de los últimos diez años asistimos a un proceso de creciente revisión de la función y sentido de la universidad que, entre otras cosas, propone un fuerte cuestionamiento a las formas de evaluación que se impusieron mediante el desarrollo de aquello que podríamos denominar paradigma tecnocientífico. Aquí y allá, al fragor de ciertas trasformaciones políticas que tuvieron lugar en la región, hace no mucho tiempo –aunque hoy parezca una eternidad– se inició el resquebrajamiento de un discurso universitario que convalidó, bajo el argumento de la eficiencia, la neutralización progresiva del espíritu crítico, otrora razón de ser del pensamiento en la universidad. Esta serie de estudios contribuyó a llamar a las cosas por su nombre: “paradigma neoliberal”2, “universidad globalizada”3, “universidad mercantil”4, fueron las formas en que se llevó adelante desde el propio seno de la universidad una crítica a esa tendencia que González denomina en este libro el Canon de la Tasación; una especie de compulsión burocrática, que eleva la planificación, la ejecución y la evaluación –todos criterios extraídos del ciclo de administración económica– al estatus de verdad revelada. Según estos criterios, por ejemplo, la excelencia académica se homologa a la noción de “rendimiento”, al que, por otra parte, solo le caben criterios de sistemas contables. Es desde esta misma óptica que este paradigma no solo privilegia –en cuanto a financiamiento y prestigio– a las disciplinas que ofrecen posibilidades de transferencia tecnológica a una matriz económica dominantemente extractiva, sino que además se presenta hostil a las humanidades en general, puesto que dentro del campo de estas disciplinas “la producción” –entendida aquí, como lo hace Derrida5, bajo el nombre genérico de “obra”– no puede ser completamente medida o significada bajo el mismo patrón. En este triste escenario, que mantiene cierta hegemonía a pesar de los cuestionamientos, las humanidades y las ciencias sociales quedan proclives al desarrollo de mutaciones producto de un mandato de adecuación. En un texto publicado en 1997 por Julio Castello Dubra y Alejandro Ranovsky, los autores problematizan aquello que denominan “la adecuación de la práctica filosófica al paradigma de la cientificidad”6, y describen la incongruencia entre las exigencias y criterios de cientificidad establecidos para el desarrollo y la producción del saber científico y las características propias de la filosofía. Según estos autores, el pensamiento radical y sin objeto particular de la filosofía se ve obligado a transformarse en un mero análisis pormenorizado de “fuentes primarias y secundarias” para subsistir en ámbitos donde los criterios de verdad hegemónicos son los que instituye la ciencia y una política científica atravesada por intereses mercantiles. Por su parte, las ciencias sociales, como es el caso de la sociología que analiza González en este libro, deben dirimir entre conservar su acervo crítico o plegarse a una lógica técnica mediante un discurso que reduce, por ejemplo, la labor del sociólogo a la de mero “encuestador del mercado de la intención”. El problema es, en consecuencia, que las llamadas ciencias “blandas” –expresión que como señala González atiende más al análisis de resistencia de una pasta dentífrica que a la trascendencia de los objetos que estas disciplinas pretenden conocer– se plieguen a la lógica que las encorseta. Recordemos que el propio proceso de división disciplinar, para el cual

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nos tenemos que remontar hasta fines del siglo XIX, es la primera de las adecuaciones de la actividad académica a la división social del trabajo. A propósito de este proceso de fragmentación disciplinar, Eduardo Rabossi7 sostiene que la investigación experimental produjo avances significativos en el conocimiento de los fenómenos físicos, químicos, biológicos y fisiológicos, y esto alentó la especialización y la creación de un nombre identificatorio común: el científico. Los científicos profesionales fueron los nuevos protagonistas universitarios, en la medida en que su trabajo se ligó profundamente con las exigencias tecnológicas de la Revolución Industrial. A esta división disciplinar le siguió un proceso de especialización progresivo al interior de cada una de ellas con poder de fisionar sus objetos a tal punto de convertirlos en “átomos de estudio”. Es así como la fragmentación de conocimiento, incluso en la búsqueda de comprensiones más acabadas de sus objetos, debió asimismo construir caminos de interdisciplinariedad operativa que convocaron a fusiones coyunturales, pero respondiendo al mismo espíritu técnico. Eso significó que el dominio imperial de la filosofía que habían imaginado los filósofos idealistas en tiempos de la fundación de la moderna universidad de Berlín (recordemos a Hegel señalando la indistinción entre ciencia y filosofía) se derrumbara al cabo de algunas décadas. La distinción entre ciencias empíricas y filosofía se formuló desde un punto de vista externo que comenzaba a ensayar argumentos de menosprecio hacia las disciplinas que estudiaban objetos que se consideraban demasiado “abstractos”. Hacia fines del siglo XIX a la escisión anterior, como señala Habermas, le sigue un nuevo proceso: la constitución e independencia de las “ciencias del espíritu” de su matriz filosófica8. Pero detenemos aquí el breve repaso por la historia de las humanidades, para pensar en los diagnósticos y las miradas reflexivas sobre el estado de la situación universitaria actual. Saberes de pasillo nos ofrece una serie de mojones conceptuales que se presentan partidos: investigación/círculo reproductivo, universidad/ vacío de universidad, evaluación/tasación, cuerpo profesoral/seres espantosos, movimiento estudiantil/ paparruchadas estudiantiles, ciencias sociales y humanidades/cientificismo con fósiles del lenguaje, crítica desde la tradición/catequesis profesionalista. En efecto, pensar la universidad es más que un mero acto de deconstrucción, o un gesto de reinterpretación plausible de saldarse incluso mediante eruditas investigaciones. El problema que subyace, a fin de cuentas –que deberá

pensarse también a la luz de la historia de la universidad moderna, de sus vaivenes y conflictos–, es fundamentalmente político y como tal requerirá una respuesta política. El neoliberalismo que es entre otras cosas un gran proyecto lingüístico, como supo decir González en alguna entrevista, busca totalizar el sentido de estas palabras (universidad, investigación, evaluación, etc.) mediante un proceso de asociación unívoca de estas con determinados procedimientos y prácticas concretas a las que, como vemos, también se las puede llamar de otra manera. Cuando leemos este conjunto de textos –ensayos, conferencias, entrevistas, discursos y a la vez libro– no podemos sino advertir los contornos de la sutura del pensamiento que padecen las humanidades y las ciencias sociales de la que el autor se ha vuelto un denunciante serial. “Catedrales teóricas”, “cárceles bibliográficas”, “laberintos ideológicos”, “alambradas disciplinarias” son algunas de las expresiones que se utilizan para dibujar la arquitectura de esa prisión. Son estas imágenes desperdigadas en una escritura plagada de remembranzas y erudición las que nos incitan a postular una serie de preguntas que no sabremos muy bien cómo responder, pero frente a las cuales nos gustaría pronunciarnos. Inquietxs por las dimensiones del problema que se contornea y movidxs porque el problema concierne nada más ni nada menos que a ese espacio que también queremos defender que es la universidad pública, nos preguntamos: ¿cómo sortear ciertos formatos incómodos, ciertas prácticas anquilosadas, cierta inercia institucional? ¿Qué clase de trabajo es el trabajo intelectual –expresión que contiene una escisión de origen? Desde Marx hasta aquí sabemos que cuando no hay verdadero trabajo, ese que nos liga existencial y definitivamente a eso que hacemos, solo hay inercia y alienación. Y en este sentido parece que será preciso que transcurra, al tiempo que se desarrollan los reclamos de transformación de las estructuras elementales del poder y de su traducción en el control del conocimiento universitario, a modo de insumisión programática, algo de otro orden. No caeremos en la tentación de sostener que esto depende de firmes voluntades, pero señalaremos que estamos hablando de la necesidad de contrarrestar hábitos, prácticas y formas introyectadas que suelen constituirse en verdaderos puntos ciegos. Se trata entonces de construir preguntas de carácter permanente e insistente para identificar qué es lo que puede sostener el proceso vital del pensamiento en una institución que, no hoy, sino hace un largo tiempo, se muestra partidaria de todo lo contrario. ¿Qué es lo que

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habilita el recorrido de cierta sabia crítica o, valiéndonos de la hermosa metáfora, qué es lo que puede renovar el aire de los pasillos universitarios que es donde pasan las cosas que pasan? Finalmente, si es urgente sostener estas preguntas, es porque advertimos que esta forma de repliegue de la universidad sobre sí y su cercamiento dentro de un lenguaje controlado constituye una forma de entrega a aquello que el psicoanalista francés Eugène Enriquez llamó “el trabajo de la muerte de las instituciones”9. Una muerte que opera mediante fuertes restricciones del lenguaje y vaciando de sentido las acciones. Hacer escuela En este sentido consideramos que es necesario dar un paso más, advirtiendo al mismo tiempo que esta “condición desnutrida del pensamiento”, que sin duda es “resultado” de políticas neoliberales que exacerbaron el colaboracionismo, no podrá ser erradicada con políticas universitarias que parecen dirigirse en la dirección contraria, al menos no solamente. Puede que la médula de ciertas formas de la “reproducción” –célebre idea de Bourdieu– permanezca inconmovible, pero aun así incapaz de clausurar completamente otras experiencias formativas. En las universidades también pasan otras cosas. Se ponen en juego otras formas de vinculación con el conocimiento que se arraigan en la preservación de tradiciones que circulan fantasmáticas, sorteando el tiempo y la compulsión a la repetición, y que se presentan a modo de Escuela. La noción de escuela nos ofrece algunos elementos muy sugerentes para pensar en formas de la transmisión. Por un lado, la escuela, en su sentido etimológico de scholé griega, nos recuerda Jacques Rancière, era un lugar de corte frente a la experiencia productiva del tiempo. La escuela permite concebir un tiempo que perder, habilita la configuración de un “lugar en el que se hace algo por nada, pero ese nada es por algo”10, devolviéndole a la idea misma de formación algo de su sentido desinteresado y largoplacista. No obstante, esta apertura virtual del tiempo que se ancla materialmente en el sostenimiento de la gratuidad de los espacios públicos donde se producen y circulan conocimientos, requiere además del poder de atracción de lxs buenxs maestrxs. Nos permitimos señalar que algunos nombres significan escuelas, formas de pensar e investigar, formas de escribir y vincularse con los textos, formas de atravesar la compartimentación disciplinar para burlar los confinamientos impotentes. Estas escuelas anu-

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Además de realizar un análisis crítico sobre los modos en que construimos conocimiento, es menester configurar una orientación pública que genere verdaderos cimbronazos sobre sus bases ortodoxas y neoliberales.. dan su sentido bajo el espectro de un deseo profundo de un porvenir otro. En este sentido, la expresión escuela de pensamiento recoge el impulso de una “voz antigua, que procede, por caminos invisibles y quebrados, a animar las propias voces de justicia del presente”. Es difícil imaginar este anudamiento sin la manifestación tenaz de una condición existencial de los sujetos que se teje al calor de una trágica mancomunión entre vida y pensamiento, vida y concepto. Una escuela de pensamiento no es pasible de ser homologada completamente a la institución universitaria, ni se manifiesta solamente en sus márgenes; en todo caso se identifica con operaciones intelectuales y por el tenor de sus batallas conceptuales. En su seno nuclea múltiples diferencias, incluso contradicciones, en cuanto a las obras, sus métodos, sus orientaciones y aparatos conceptuales11; pero, aun así, es posible trazar determinado tipo de alianzas entre quienes adhieren a una escuela, mucho menos por la sintonía de sus temas y preocupaciones particulares que por su gesto de resistencia e insumisión a los mandatos de adecuación. El ímpetu de este pensamiento aparece en los espacios universitarios incompleto y tergiversado en los objetivos de un proyecto de investigación o de un seminario de grado o posgrado,

en la letra de una tesis o en la publicación de un artículo, pero fulgurante en las grandes obras y ensayos y en la fundación (y ocupación) de espacios con mayor apertura e interlocución social. Este pensamiento habita polimorfo en las universidades, está allí desde tiempos remotos, y pertenece –parafraseando la bella novela de Fogwill– a otro orden de cosas. El gesto gonzaliano hace encallar en su escribir distinto y distintivo esta partición de aguas entre el/la intelectual y el/la especialista. No desconocemos la pluralidad de sentidos que anida en la palabra intelectual, sus dimensiones históricas y su definición sociológica, pero resulta menester en el contexto universitario desplegar otro sentido político. El acto de pensar contiene algo de irreductible e indómito y, por lo tanto, refractario a la estandarización y fosilización del lenguaje. En este sentido, la posibilidad de aparición del pensamiento crítico en la universidad tal vez requiera como condición que quienes la habitan puedan establecer con claridad operativa la distinción entre el murmullo que es silencio, en tanto que adecuación, y la irrupción del pensamiento que se perfila a la indagación del presente revisitando una y otra vez los esfuerzos teóricos del pasado. Esa búsqueda, poco permeable a la lógica de los formularios, tiene pretensiones de “aventura intelectual”. A propósito de esta posibilidad abierta, González escribe: Por eso la Universidad debe redefinirse no proponiéndose autoajustes que parten de la sospecha fundada en que un macro-ajuste exógeno no se hará esperar, sino restableciendo alianzas sociales y recobrando vetas dormidas del pensamiento más vivaz que acompañó las transformaciones políticas, técnicas o industriales en el pasado mediato o inmediato. Ese pensamiento es una memoria crítica, enlace entre generaciones. No consiste solo en sacar vaquillonas o sillas de odontólogo a la calle, aunque eso podamos verlo con profunda simpatía. Consiste en trazar una nueva alianza con la sociedad de carácter intelectual y crítico, donde lo que hay que mostrar –equivalente a la contundencia de los instrumentos simbólicos de un médico, de un veterinario o de un ingeniero– es la capacidad de tornar lenguaje público una nueva colocación de la Universidad en la trama viva de la sociedad. De más está decir que para que eso ocurra es trascendental una reforma en la conciencia de las ciencias humanas y sociales, sacándolas de su estado de apatía y penuria cultural, producto de su segregación del cuerpo de las tradiciones filosóficas de los últimos siglos.

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Acaso este pasaje contenga en sus líneas una imagen de aquello que fue y es posible y deseable en cuanto al entramado necesario entre la universidad y la sociedad, para que ninguna de las dos perezca. Esto es, construir una idea más espinosa del conocimiento, que no lo postule en términos de “empréstito a devolver” dentro de un mundo desigualitario, sino como elemento indispensable para construir una discusión abierta y permanente sobre sus sentidos, usos y alcances. Desde las ciencias sociales y las humanidades el trabajo se inicia ensayando nuevas formas de visibilizar ese bozal que amarra un decir en el propio acto de enseñar e investigar, pero no termina allí. Además de realizar un análisis crítico sobre los modos en que construimos conocimiento, es menester también configurar una orientación pública que genere verdaderos cimbronazos sobre sus bases ortodoxas y neoliberales que se atrincheran la mayoría de las veces sobre principios abiertos y loables como la autonomía universitaria y la libertad de cátedra. Tal vez no exista mayor libertad de pensamiento que aquel que se ejerce a contrapelo del confinamiento en las universidades, y mayor autonomía que la que convierte la producción del conocimiento en promesa de bienestar sin restricciones. Sobre estas cosas vociferaron los Reformistas en 1918. Consideramos que estos textos “deshilachados” pueden ser hilvanados, porque una insinuación programática de tradición reformista los recorre de principio a fin. Humanismo y terror Existe en el mundo tal como es una orientación que no promete otra cosa que un desenlace dramático. Nada de lo que en él sucede a escala planetaria nos permite avizorar un bienestar real; el Covid-19, señala Eduardo Rinesi12, no es otra cosa que un “síntoma” global más (junto con el cambio climático, el agotamiento de los suelos, la generación de desechos radioactivos, la deforestación de bosques y selvas, la escasez de agua potable, etc.) de la destrucción sistemática de las condiciones de vida que el capitalismo –que no puede ser sino salvaje– lleva adelante desde el siglo XVIII. En este sentido, las humanidades y las ciencias sociales tendrán como tarea señalar con ahínco la gran paradoja de nuestros tiempos, aquella que de modo congruente con este libro despunta Alain Badiou en Manifiesto por la filosofía. Badiou sostiene que la presencia de la técnica en el mundo es todavía “insignificante” y lo que tenemos contrariamente a lo que creemos es precisamente una “escasez técnica, una técnica aún muy zafia; tal es la verdadera situación: el reinado del capital frena y simplifica la técnica, cuyas virtualidades son infinitas”13. ¿Cómo es posible entonces sostener la hegemonía de un paradigma tecnocientífico cuando incluso, según este autor, la técnica puede evaluarse como precaria? Precisamente porque aquello que cuestiona o que pone de relieve con esta expresión no es su despliegue o nivel de desarrollo sino la dirección que actualmente adopta su evolución. La técnica sin planificación, sin orientación política, es “ciega”, el aparente progreso no es otra cosa que resultado del destino que imprime la rentabilidad. Es esta desorientación la que nos obliga a repensar el vínculo que hoy se establece entre ciencia y técnica y, en consecuencia, entre las humani-

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dades y su sentido en los ámbitos académicos de producción de conocimiento científico. Este proceso, que se desarrolla de manera implacable readecuando todas las formas de la vida diaria, del arte, la enseñanza, de las formas de consumo y transacciones de todo tipo, parece “arrastrar” al poder político, en general, propenso a experimentar una indiscutible admiración y una necesidad de incorporación acrítica de los “avances tecnológicos”. Esta mirada crítica sobre la conducta adaptativa del poder político no desconoce que todo avance tecnológico y desarrollo científico sin duda contienen al mismo tiempo la promesa del aumento cualitativo y cuantitativo de bienestar de la humanidad, pero para esto requiere ser interrumpida la certeza de su propaganda y objetada la pretensión de desplegarse sin “juicio” alguno. En un artículo de la revista digital La tecla ñ, que se titula “Humanismo y terror”14 –de expresa referencia, pero también de situada reformulación del clásico texto de Merleau Ponty–, González propone una “nueva forma de unidad para combatir estos rostros del terror que producen, mancomunadas, las alianzas financieras, comunicacionales, jurídicas y estado-represivas” a las que denomina humanismo crítico. A propósito del concepto de humanismo, sostiene la necesidad de bucear en sus antecedentes, desarrollando un trabajo que pendula entre la recuperación simbólica y la reapropiación crítica de la tradición reflexiva, en principio nacional, que supo enlistarse de diversas formas (no sin contradicciones) en la convocatoria que abre todo presente para resistir los escenarios devastadores que encierra el determinismo capitalista. En ese mismo horizonte de sentido, la anexión de la palabra crítico supone la vigilancia permanente sobre los intentos de encerrona conceptual que se posaron sobre el significante humanismo; el cual, queremos creer, no ha dicho su última palabra.15 En el prólogo de En otro orden de cosas, Fogwill sostiene: “siempre el resto es silencio, pero esta vez se ha tratado de evitarlo”. La historia, esa que Marx definió como hija del dinamismo y la lucha, hoy resuena y se transmite por instituciones capturadas. Lxs partidarios del realismo han decretado “el fin de las revoluciones”, solo es posible un capitalismo con rostro humano. Frente al círculo de la derrota –ese que Fogwill narra para poder hablar de otra cosa– la mirada pesimista que forja el pensamiento crítico sobre el presente sostiene como horizonte y contracara una posibilidad: que la humanidad recupere discusiones políticas que se salden nuevamente a escalas mayores que la de las penosas coyunturas que nos contienen en tanto que individuos. Necesitamos dejar de pensar anclados en el discurso de la supervivencia y “retomar los hilos abandonados de una historia”. Más allá de los diagnósticos González es un claro representante de una tradición crítica que no se conforma con criticar. Es artífice de arquitecturas teóricas que habilitan el tránsito y la respiración de saberes. Su pensamiento ubicuo, producto de una filiación de dimensiones oceánicas con la tradición filosófica, literaria e histórica, le permite sostener una mirada con características de punto Aleph. La carga estética –aisthesis– se nutre de una sensibilidad ligada a su compromiso político que se inscribe en una larga historia na-

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cional de querellas públicas y de vinculación incómoda con la institución universitaria. La belleza, en consecuencia, no es un ornamento, un mero barroquismo lingüístico, es constitutiva de las ideas que progresan más zigzagueantes en sus obras, más directas y beligerantes en sus artículos. Si pensar es aquello que no puede darse bajo la forma de la serie, se hace difícil imaginar el pensamiento desligado de procesos de composición o creación como formas de resistencia al intento por limitarlo a la demostración o a la explicación. Se impone el esfuerzo de generar algo de otro orden con capacidad para abjurar del academicismo y permanecer fieles a la verdadera vida intelectual. Es menester leer, pero también escuchar estos textos, que se escapan todo el tiempo de los exhaustivos intentos de interpretación; ninguno de ellos nos exige desarrollar un estudio pormenorizado, al menos no como actividad última. Estos textos son sonoros, llamados a la resistencia, convocatorias a una militancia universitaria que entiende que, para trascender la universidad, “interrogar las diversas situaciones políticas” es tan importante como sostener una “revolución estilística”. Nos instan a sostener procesos de filiación teórica con una tradición crítica con poder para neutralizar todo intento de promover en la universidad una mera “racionalidad instrumental”. Solo una verdadera afectación política que marche a contrapelo de la configuración de carreras individuales, más afines a la satisfacción de intereses privados que a la resolución de problemas sociales, será conductora de una verdadera orientación del pensamiento crítico. Pero estas posibilidades se abren junto a una forma peculiar de entender qué es un intelectual, esto es, como la aparición de una subjetividad con anclaje colectivo capaz de sostener no solo un gesto de desaprobación teórico analítico sino también una praxis universitaria que se desentiende de los premios y castigos, o de su traducción institucional: los incentivos. Serán vanos los diagnósticos precisos si no emergen, junto con estos, intensos compromisos con aquello que siempre se encuentra más allá de la universidad. Tan ceñida ha quedado la palabra sociólogo a perfiles investigativos clausurados por el despotismo del método científico, que entendemos que esta no alcanza para describir aquello que Horacio González es. Por lo general, y para hacerle justicia, se lo prefiere definir como un pensador contemporáneo. Lo curioso es que, una parte del planteo de este libro se resume en esa tensión que genera la imposibilidad de catalogar o de circunscribir a González y su obra bajo las palabras sociólogo o sociología. La palabra sociología fue desbordada por su figura. Puede que, otra parte de esta imposibilidad también se ligue a su vocación por sostener un pensamiento nómade, que encuentra placer desalambrando disciplinas y tejiendo con cada uno de sus conceptos la malla necesaria para capturar el discurso del terrorismo económico llamado capitalismo. En este caso, la imposibilidad se sostiene porque González es un intelectual. Suscribimos las palabras de Laxagueborde que se encuentran en el prólogo de este libro, González es hoy para muchxs de nosotrxs la potencia de un nombre con capacidad de hacer escuela.

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1 González, H. Saberes de pasillo: universidad y conocimiento libre. Buenos Aires, Paradiso, 2018.

3 Naishtat, F., García Raggio, A. M. y Villavicencio, S. (Comps.) Filosofías de la Universidad y Conflicto de racionalidades. Buenos Aires, Colihue, 2001.

11 Queremos señalar brevemente aquí la descripción que el propio González hace en este sentido remitiendo a su experiencia. Tres elementos son mencionados en el artículo que encabeza el libro y que abonan aquello que queremos proponer bajo la noción de escuela: “un puñado de criaturas empeñosas” –remitiendo a sus propixs discípulxs–, una “práctica del oficio sociológico” desplazado de las entonces “versiones pedagógicas” hegemónicas, cristalizada en la fundación de la revista El ojo mocho; y finalmente, el diálogo interesado que todxs ellxs desarrollaron de diversas maneras con la tradición crítica del pensamiento nacional.

4 Sousa Santos de, B. La universidad del siglo XXI. Para una reforma democrática y emancipadora de la universidad. Buenos Aires, Miño y Dávila, 2005.

12 Rinesi, E. “Estado, democracia y cosmopolitismo” en: Documentos de coyuntura del Área de Política. Los Polvorines, IDHUNGS, 2020.

5 Derrida, J. La Universidad sin condición. Trad. Cristina de Peretti y Paco Vidarte. Madrid, Editorial Trotta, 2002.

13 Badiou, A. Manifiesto por la filosofía. Trad. Victoriano Alcantud Serrano. Buenos Aires, Nueva Visión, 2007.

6 Castello Dubra, J. - Ranovsky, A. “La incorporación de la filosofía al paradigma científico” en: Artefacto, N°2, 1997, pp. 29-33.

14 González, H. “Humanismo y terror” en: La tecla ñ. 9/2/2018 [Consulta on-line: https://lateclaenerevista.com/humanismo-y-terror/]

2 De Angelis, J. y Hage, J. “Pensar la universidad. Dossier: Universidad, humanidades y nación” en: El río sin orillas: revista de filosofía cultura y política. N°7, octubre 2013, pp.168- 253.

7 Rabossi, Eduardo. En el comienzo Dios creó el canon. Biblia berolinensis. Buenos Aires, Gedisa, 2008. 8 Habermas, J. “El manejo de las contingencias y el retorno del historicismo” en: Niznik J. y Sanders J. (comps.) Debate sobre la situación actual de la filosofía. Madrid, Cátedra, 2000.

15 Ver: González, H. “Ciudad y conocimiento” en: La tecla ñ. 24/9/2019 [Recuperado de: https://lateclaenerevista.com/ciudad-y-conocimiento-por-horacio-gonzalez/]

9 Enriquez, E. “El trabajo de la muerte en las instituciones” en: Kaes, R. (comp.) La institución y las instituciones. Buenos Aires: Paidós, 1989. 10 Rancière, J. “Ecole, production, égalité” en: Renou, Xavier (ed.). L’école de la démocratie. Edilig, Fondation Diderot, Paris, Francia, 1988.

*Cintia Córdoba es profesora de Historia y Filosofía por la Universidad Nacional de General Sarmiento y doctora en Educación por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Se desempeña como docente de espacios filosóficos en un profesorado de Nivel Terciario y como investigadora docente de la UNGS; es coordinadora académica de la Especialización en Filosofía Política que dirige Eduardo Rinesi en esa misma universidad.

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Henríquez Ureña en la Argentina

La lengua utópica Las dos décadas en las que el crítico se afincó en Argentina son particularmente ricas en lo que se refiere a los estudios –y a las disputas– por una lengua y una filología americanas. Es precisamente en la lengua donde Pedro Henríquez Ureña escucha las voces de una utopía de América como espacio de confluencia, de potencialidad y de armonía de los mundos.

Por Diego Bentivegna “Cada idioma es una cristalización de modos de pensar y de sentir, y cuanto en él se escribe se baña en el color de su cristal”. Henríquez Ureña, Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928)

E

n la tradición escolar argentina, el nombre de Pedro Henríquez Ureña se encuentra a menudo ligado a otro nombre, el de Amado Alonso, el lingüista y crítico español que dirigió durante veinte años el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, y a la Gramática castellana, que ambos firmaron en 1939. La Gramática representa tal vez el momento más alto en la articulación entre estudios lingüísticos, didáctica y voluntad de intervención sobre la lengua culta en Argentina. Si se quiere, representa un momento especialmente intenso del “giro lingüístico” con el que se ha caracterizado la larga estadía de Henríquez Ureña, entre 1924 y su muerte en 1946. Si bien en los años anteriores, en Estados Unidos y en México, Henríquez Ureña había publicado algunas reflexiones que tomaban como eje la cuestión de la lengua castellana en América, es en los años argentinos, que son los años de cercanía con el Instituto de Filología, cuando el dominicano publica sus principales estudios dedicados al problema del lenguaje. Para comprender el lugar que entonces asumen sus intervenciones sobre la lengua, hay que recordar que son tiempos de institucionalización de los

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estudios lingüísticos y filológicos en nuestro país, a partir de la fundación del Instituto de Filología en 1923, gracias a las gestiones de Ricardo Rojas ante Menéndez Pidal. En 1931 comienza a funcionar la Academia Argentina de Letras, una institución tardía si se compara con otras similares del mundo hispanoparlante. Son los años en que se produce un intenso debate en torno al estatuto de la lengua en la Argentina, en la que participan escritores e intelectuales de diferentes generaciones, y que se plasma con fuerza en la disputa que sostienen Américo Castro y Jorge Luis Borges en torno a lo que el primero había llamado, con un manifiesto carácter impugnatorio, “la peculiaridad lingüística rioplatense”. La proyección política que está en la base del “giro lingüístico” de Henríquez Ureña, aun cuando participa de manera explícita con el paradigma hispanista (en sus escritos es frecuente la exaltación del castellano como factor fundamental de lo que, martianamente, llama “nuestra América” y de su articulación histórica con España), percibe las tensiones entre una lengua que es, al mismo tiempo, propia y ajena (algo que estará en la reflexión de uno de los amigos argentinos del dominicano: Ezequiel Martínez Estrada). Percibe una lengua habitada por alteridades que se inscriben, sobre todo, en la serie de las lenguas indígenas americanas. Por supuesto, la cuestión de la lengua había sido planteada, de una manera u otra, y en algunos casos de modo directo, por Henríquez Ureña en sus escritos anteriores a la estadía definitiva en la Argentina. Me refiero solo a dos, que ponen el acento en lo que en este punto me interesa más fuertemente, que es la

relación entre la lengua y lo político. Recuerdo, por un lado, un texto juvenil de Henríquez Ureña, un texto incluido en el volumen Ensayos críticos (1905) y dedicado a un escrito que, en ese momento, era crucial para los jóvenes de la generación a la que pertenece: el Ariel, de José Enrique Rodó. “Tócanos reivindicar el crédito, que tantos hemos contribuido a minorar, de la familia española. De hecho, la importancia de nuestro idioma no se toma en cuenta ni aun en Francia; y en el mundo anglosajón principia a generalizarse la idea de que ‘el castellano está moribundo’.”1 Para el joven Henríquez Ureña, que no está lejos tampoco de los planteos que por entonces lanzaba Darío, se trata de conjurar la visión de “nuestra América” (la acuñación martiana que el dominicano usará con profusión en las diferentes etapas de su obra) como continente enfermo. Las “ínclitas razas ubérrimas”, la “sangre de Hispania fecunda” que Darío invocará un año más tarde, en el Ateneo de Madrid, en uno de los poemas que señalan un momento nuevo de una poética que ya no podrá nombrarse meramente como “modernista”, se plasman en unidad para el dominicano por la comunidad de “espíritu” y de “lengua”.2 Es, al mismo tiempo, un proyecto que enfatiza algo del orden de la potencia: una política de la “potencialidad desconocida de nuestra compleja constitución sociótica, el porvenir aparece rico de potencias efectivas”.3 El segundo texto se titula “La lengua de Santo Domingo”, y fue publicado en la Revista de Libros en 1919. Es un escrito breve, considerado el primero de los estrictamente lingüísticos, que anticipa trabajos mayores sobre el castellano de su país y que nos interesa sobre todo por su dimensión polémica. Es ante todo una corrección por parte del joven Ureña a uno de los grandes lingüistas de su época, el suizo Wilhelm Meyer-Lübke, profesor en la Universidad de Viena, cuya Introducción a la filología románica, de 1901, había sido traducida por Américo Castro en 1914. En su texto, Meyer-Lübke había enmarcado a la lengua de Santo Domingo entre las lenguas “criollas”, producto del contacto entre el castellano, las variedades indígenas y las lenguas africanas, como sucedía con otras variedades caribeñas, como el creole de Haití o el papiamento de las Antillas holandesas. Henríquez Ureña, en cambio, enfatiza cómo el castellano de la República Dominicana, tanto en su vertiente popular como en su vertiente culta, se encuentra mucho más cerca del castellano de España que el de otros países americanos.4 Ya en la Argentina, en lo que es considerado como su escrito crítico capital, los Seis ensayos en busca de nuestra expresión, de 1928, la cuestión de la lengua vuelve a plantearse en términos de una lengua que es nuestra y es, al mismo tiempo, lengua del otro. “En literatura, el problema es complejo, es doble: el poeta, el escritor, se expresan en idioma recibido de España”5. Ese “idioma recibido” es objeto, en los años argentinos, de una serie de reflexiones y de intervenciones, que remiten a un plano estrictamente filológico, relacionado con las discusiones científicas en torno al estatuto del castellano americano de la época, pero que se inscriben también en el espacio crítico y pedagógico, donde el problema asume una relevancia estrictamente glotopolítica6, que se manifiesta incluso en alguno de los títulos, como “El idioma español y la historia política en Santo Domingo”, de 1937. Así, si en la serie de escritos sobre el español de América, que

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confluyen en la publicación de la serie, iniciada en 1921 en la Revista de Filología Hispánica de Madrid, en el volumen editado por el Instituto de Filología de Buenos Aires en 1937, Sobre el problema del andalucismo dialectal en América, el dominicano insiste en el carácter no reductivamente andaluz sino íntegramente castellano del español de América, en los años treinta pondrá el acento en ensayos más bien de carácter monográfico sobre los modos en que las lenguas americanas autóctonas operan, sobre todo en el plano léxico, en el idioma compartido de las naciones de Hispanoamérica. Es sintomático, en este punto, que una porción no desdeñable de los escritos de Henríquez Ureña de los treinta sobre la persistencia del léxico de las lenguas americanas se publique en medios no especializados; gran parte de ellos (no todos, por supuesto) aparecen en el diario La Nación. Precisamente, es en las páginas del diario de los Mitre donde, a comienzos de la década de 1920, cuando Henríquez Ureña se estaba instalando en la Argentina, el que por entonces era tal vez el poeta e intelectual más reconocidos de nuestro país, Leopoldo Lugones, comienza a publicar una serie de escritos de carácter etimológico sobre el castellano americano. El proyecto lugoniano puede pensarse como eminentemente inmunitario7: se trata de saquear desde la Argentina la producción filológica europea para hallar supuestos antecedentes griegos y, sobre todo, arábigos, que permitan conjurar la presencia del léxico indígena en el castellano americano para remitirlo a dos grandes tradiciones culturales, una aria y otra semita, de las que la cultura americana formaría parte en lo más profundo de sus entrañas: en

Para el joven Henríquez Ureña [...] se trata de conjurar la visión de "nuestra América" como continente enfermo esa zona no pensada, en esa pura herencia de las generaciones pasadas que es la lengua. Es un proyecto que Lugones había empezado a tramar en las páginas de un ensayo fundacional para la crítica argentina, El payador, de 1916, y que confluirá en los años treinta en un obra monumental y excesiva, tal vez inconcebible ya entonces como el proyecto de una sola persona, sin una formación lingüística y filológica específica: el Diccionario etimológico del castellano usual, que no puede sino pensarse como un proyecto que evidencia su condición glotopolítica, que se empieza a publicar en 1931, años de dictadura, en una revista sostenida por el Estado y con capacidad de llegada: El monitor de la educación común, publicada por el Ministerio de Educación. Las contribuciones de Henríquez Ureña –un poco como las que Ricardo Rojas había puesto en marcha en las páginas de Eurindia, también publicadas originalmente en La Nación– pueden leerse, entiendo, como una sobria corrección de los excesos lugonianos, que veía antecedentes griegos y árabes en palabras claramente americanas, como aje o como papa, a las que el dominicano dedicará sendos artículos. En los mismos años en que Lugones se concentra en su inmunitario Diccionario etimológico, Henríquez Ureña asume el proyecto de un Diccionario histórico de los indigenismos americanos que, como el del escritor cordobés, queda en estado de esbozo (Para la historia de los indigenismos, Instituto de Filología, 1938). Enfaticemos la tensión entre ambos títulos, entre lo etimológico en Lugones y lo histórico en Henríquez Ureña. “Cada idioma lleva consigo su repertorio de tradiciones, de creencias, de actitudes ante la vida, que perduran sobreponiéndose a cambios, revoluciones y trastornos”8, afirma el dominicano en una conferencia de 1933, celebrada en La Plata, como parte de los festejos por el 12 de octubre. Reponer la condición indígena de los términos era, para Henríquez Ureña, revisar la historia de cada palabra, de sus desplazamientos semánticos y de las operaciones de apropiación, y a su vez de las disputas que esas operaciones explicitan. Se acudía a los documentos no para fijar un sentido último, originario, como aparece en la etimología fantástica de Lugones, sino para reponer una historia. En ese énfasis en la condición histórica –y al mismo tiempo, utópica– de los términos radica el elemento político de la reflexión sobre el lenguaje de Henríquez Ureña, que puede leerse de manera solidaria con la semántica histórica tal como era postulada en esos mismos años por alguien que, como el dominicano, era también un desplazado, el austríaco Leo Spitzer.

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En la obra de Spitzer –formado en la escuela filológica vienesa precisamente con Meyer-Lübke, en disputa con quien, como vimos, se inicia el viaje por el lenguaje de Henríquez Ureña– se configura en esos años una visión comparatística de la literatura y de las tradiciones culturales.9 Con todo, mientras la semántica histórica del austríaco se orientaba cada vez más hacia las palabras “cultas”, el trabajo del dominicano operaba en el plano de lo menor: de la palabra cotidiana, del “castellano usual”, en el que encontraban las huellas de la historia, de las luchas, de los cruces de pueblos y culturas. “El ideal de civilización no es la unificación completa de todos los hombres y de todos los países, sino la consideración de todas las diferencias dentro de una armonía”10, afirma en un ensayo de 1922 publicado una conferencia en la Universidad de Minnesota. Era en la lengua donde Pedro Henríquez Ureña escuchaba las voces de una utopía de América como espacio de confluencia, de armonía de los mundos, de “potencialidad” afectiva.

1 Henríquez Ureña, Pedro. Obra crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, p. 28. 2 Algunas reflexiones sobre el lugar de Henríquez Ureña en los debates filológicos americanos de las que somos deudores pueden encontrarse en: Rafael Mondragón, “Al margen de Henríquez Ureña. Sobre ‘voz’, ‘cuerpo’ y ‘herencia’ en el filosofar de Nuestra América” en: Andamios. Revista de Investigación Social, vol. 7, núm. 13, 2010, pp. 259-290; Daniel Link, Suturas. Imágenes, escritura, vida, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2015; y Juan, En busca de la identidad. La obra de Pedro Henríquez Ureña, Buenos Aires, Katatay, 2018. 3 Henríquez Ureña, ob. cit., p. 28. 4 Cfr. Henríquez Ureña, Pedro. “La lengua en Santo Domingo. Rectificación a Meyer-Lübke” en: Estudios lingüísticos y filológicos, Edición de Irene Pérez Guerra, Santo Domingo, Editora Nacional, 2003, pp. 49-52. Para los debates sobre el criollismo y las lenguas criollas en ámbito de la filología americana del siglo XIX y la primera mitad del XX, ver: Ennis, Juan Antonio - Pfänder, Stefan. Lo criollo en cuestión. Filología e historia, Buenos Aires, Katatay, 2010. 5 Henríquez Ureña, Pedro. Ensayos. Edición crítica de José Luis Abellán y Ana María Barrenechea, Buenos Aires, Alca XX/Editorial Sudamericana, 2000, p. 277. *Diego Bentivegna es investigador del CONICET y profesor en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Director del Observatorio Latinoamericano de Glotopolítica (UNTREF), cofundador del Anuario de Glotopolítica y miembro de la Cátedra Libre de Estudios Filológicos Latinoamericanos “Pedro Henríquez Ureña” (UBA). El presente texto fue leído en el Coloquio “Pedro Henríquez Ureña, utopía de América” en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación, Buenos Aires, el 1 de julio de 2019. Forma parte del proyecto “Archives in Transition: Collective Memories and Subaltern Uses”, financiado por la Unión Europea.

6 Para una definición del espacio de reflexión glotopolítico, ver entre otros: Arnoux, Elvira. “La Glotopolítica: transformaciones de un campo disciplinario” en: Lenguajes: teorías y prácticas. Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Secretaría de Educación, 2000, pp. 95-109; y Del Valle, José (ed.). Historia política del español. La creación de una lengua, Madrid, Aluvión, 2015. 7 Para una reflexión sobre lo inmunitario en el marco más amplio de una mirada biopolítica, ver sobre todo: Esposito, Roberto. Inmunitas. Protección y negación de la vida. Buenos Aires, Amorrortu, 2005. Hemos explorado una revista inmunológica sobre la etimología de Lugones en el artículo “Leopoldo Lugones: etimología y poder. Antecedencias y precedencias en La Nación (1923-1925)” en: Olivar, Universidad Nacional de La Plata, vol. 19. N. 29, 2019. 8 Henríquez Ureña, Pedro. Ensayos. Ob. cit. p. 278. 9 Cfr. Emily Apter, “Translatio globale. l’invention de la littérature comparée, Istanbul 1933”, en Littérature, 144 (2006/4). Pp. 25-55. Una aproximación crítica de Spitzer a su maestro Meyer-Lúbke y su método puede hallarse en el ensayo que da nombre al volumen Lingüística e historia literaria, Madrid, Gredos, 1960. 10 Henríquez Ureña, Pedro. “Relaciones de Estados Unidos y el Caribe” en: Ensayos. Ob. cit., p. 380.

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VIDEOARTE

PAISAJES | ПЕЙЗАЖИ

https://youtu.be/YfiVoskNjAo PAISAJES | ПЕЙЗАЖИ nace del cruce de culturas y de lenguajes, del simple deambular por las calles de la ciudad de México, observar a la gente o detenerse por un instante frente a la fachada de una casa, una iglesia, un edificio... El deseo de crear un lenguaje íntimo y utópico, en donde las palabras sean imágenes y las imágenes palabras, un lenguaje que lleve quizá el nombre de una flor, se expande en estos “paisajes” de la mano de la artista rusa Anastasia Parshina y del músico y poeta mexicano José Trujillo.

Por Anastasia Parshina y José Trujillo BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 63


ENTREVISTA

TICIO ESCOBAR

https://youtu.be/yNZ9dCka3Xw

A propósito de la reciente publicación de Aura latente (2020), Boca de Sapo dialogó con el emblemático ensayista paraguayo, protagonista del giro de la teoría cultural latinoamericana producido en los años 80. El ensayo El mito del arte y el mito del pueblo (1986), publicado en un momento clave en la recuperación democrática del continente, reposicionó a los sectores subalternos resemantizando conceptos y problemáticas con vértigo y audacia. Este entrecruzamiento de repertorios simbólicos y cultura­les híbridos que Ticio Escobar propicia, sin jerarquizar escalas de valoración absoluta ni privilegiar sistemas de referencia consagrados, nos enfrenta en este nuevo ensayo con aquello que late en el arte:“el aura”, un campo de irradiación lu­minosa que involucra al espectador en su percepción de la intensidad.

Por Florencia Eva Gonázlez y Jimena Néspolo BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 64


POEMAS

María Casiraghi I Si quieres ser el primer hombre de la tierra abre estas rocas, ahora. Habrá tiempo después para pintar las cuevas. Como el silencio, refúgiate en los tímpanos de la montaña oye solamente la fe de la naturaleza. Que se apaguen los otros esos que esperan como tú que suban el telón los buitres. Porque esta butaca es tuya. Pero el tiempo, impune, se ha vuelto desertor. Paciencia estos parajes de América no escupen tiempo ni sangre son espejos de arena donde hasta el viento se detiene para verse con sus alas incesantes moviendo la historia. Verás lo que puedas ver. Verás solamente lo que ellos quieran que veas.

II ¿Por qué no siente la amargura del exilio? haber sido profanado cambiar de cruz de alimento inquebrantable sigue su rutina desde el nido al mar del mar al basural de los humanos del basural al cielo. Hay que mirarlo una vida entera verlo volar y lavar el hambre de todas las religiones. Si el confín del cóndor es el cóndor su cuerpo, en el cielo, es el único límite de dios. III Si es cierto que van a desaparecer y hay criaderos donde sus madres son títeres todo al final es simulacro no importa si estás o si no estás si te aman o si amas más real más verdadero es sospechar el amor y abandonarse en su sensación

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que por estar, te amen que al ser amada, estés. Porque al amar entramos con el cuerpo cosido en la utopía del amado. IV Hubo un plan meticuloso preciso para amputarle el cielo a los cóndores jóvenes escuadrones de la muerte a toda velocidad cortajeaban el aire con tijeras del tamaño de un cuerpo pájaros dormidos que iban a morir al mar y en los Andes ni se enteraban los viejos pájaros que sus crías eran blancos de muerte en las ciudades y que el mar se tragaba sus cadáveres vivos

V Si lo miras bien el cóndor también es subversivo desobedece la ley de gravedad invierte los estados del alma y nunca desaparece. Siempre está volviendo sus alas traen espejos del más allá. No sabían los verdugos que el cóndor no tiene cuerpo los siglos en el aire lo han vuelto una visión, un espectro. (el que limpia puede curarte) Por eso tanta saña y tanto miedo. Los aparecidos ya saben volar como los cóndores

el infinito también tiene sus métodos.

seguían su rutina anidando rocas perennes daban de comer a sus bocas codiciosas el fuego que duerme en los volcanes. En los países del sur en sus páramos celestes bandadas de cóndores furiosos como rayos llegaban tarde desapareciendo a los ojos de los dioses. Crías del sol traicionadas por la sombra del sol.

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EL QUE LIMPIA “Cathartidae” (término que designa a la familia de aves que incluye al cóndor) deriva del vocablo griego “kathartes”, que significa “el que limpia”.

Así debía ser el centro así el ombligo del mundo el Cosco del cóndor

Cómo sería un Tiahuanaco nuevo en el centro del planeta ideado por célebres y ancianos para que todas las culturas unan su carne en un solo espejo los aymaras de las montañas los kechuas de los valles y en las tierras bajas, kollas, lupakas, pakaxas, karangas, charcas, chichas, gringos y yankis, y argentinos y suizos, y budas, y lobis, y sombas, y zombis, y vudús, y árabes, y vientres, y espinas, y álamos, y bagres, y peces azules, y vuelos, y alas, y bocas, y sables, y liras, y olvidos, y estrellas, y lámparas, y cóndores.

un Tiahuanaco con más siglos que el cosmos, concibiendo un pasado que sólo veían cuando cerraban los ojos (por eso va siempre delante nuestro) y un futuro, que siempre iba detrás, porque es incierto.

Si quieres proteger tu siembra rodéala de agua flotarán las heladas sin tocar tus cosechas. Sin imperios sólo un centro religioso pagano y ateo y desnudo y un solo puma custodiando la tierra y un solo cóndor salvando el aire y una sola lengua Pukina para hablar con los espíritus y secarles la sangre a los sobrevivientes como los kallawayas cuyo idioma subsiste del otro lado de las montañas. Coca y maíz para blanquear los días de esa mujer y alguien que le saque el peso de los hombros a ese pobre monolito que todavía carga con la cruz de Cristo. Por los agujeros de las columnas se expanden aún los oradores y la música de todos sale por las orejas de piedra.

Cuando cavamos en la ciudad vemos la muerte llegando en botes con remos verdes ahí donde antes el río carcajeaba. Tantas razas a las que no llamamos por su nombre tanto yo-yo sin hilo ni aguja y siempre dos Américas imposibles de juntar como las partes torturadas de Tupac Amaru siempre otros caballos tirando de los extremos cada cual más infinito cada cual más imposible. No pierdas el tiempo trepando al árbol seco busca en los lagos el rostro del cóndor que en cada reflejo vuela somos hombres apenas heridas del continente el que limpia puede curarte no teme tu podredumbre tu pasado no puede ensuciarlo porque el que lava un muerto lo vacía del vacío y nunca se contagia.

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EPÍLOGO DE LA NIÑA VIEJA

EPÍLOGO DEL CLARIVIDENTE

Ayer levantaste el polvo que dormía hace años debajo de tu cama barriste los lunares de tus manos y le diste agua al pájaro que sueña dentro de tus sueños.

¿Te diste cuenta que la estela que deja el cóndor es más blanca que la de los aviones perseguidos por la distancia?

Ayer eras una magnitud contabas sí contabas como todos los días de la primavera y en verano salías a beber tu soledad y tu perfume ayer nacías en el último peldaño de la montaña. Veinticuatro horas tardaste en llegar a vieja. La niña, la primitiva comenzó a dejarte a la mañana cuando viste cómo se fugaban por los huecos de las ramas tus hermanos y no pudiste seguirlos apenas caminabas. Al mediodía comías de ti misma pastando en círculos como las vacas del desierto.

¿Te diste cuenta que siempre detrás tuyo va tu viaje? Triste de verte sobre el suelo aferrado a tus opciones pendiente de los límites físicos como si no pudieras igual que el cosmos reventar y nacer roca para que te rocen aunque sea, te rocen sus alas y en el roce aprendas a perder tu cuerpo y goces del ritmo y gimas cuando entres a ese instante. ¿Te das cuenta? Era sólo cuestión de enamorarte antes del estallido

y después cerrar los ojos.

Y a la tarde tuviste que ver la luz naranja para darte cuenta cuan falsa era tu piel cuan irreal tu sombra y te animaste a decir: yo no soy un cóndor. Los que te oyeron se alejaron tristes y dejaron que te cierres como si recién nacieras.

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EPÍLOGO DEL SABIO

EPÍLOGO DEL CÓNDOR

Volar bajo para tocar la piel de la tierra

En los extremos de mi cuerpo vive un instrumento que no tiene nombre pareciera que es garra cada dedo una nota y una ira vieja en cada uña.

desoír el qué dirán las otras aves cuando pasan por arriba de tu cabeza negra volar bajo hasta borrar tu sombra por un día que todo se parezca a su principio que todo siga igual que te hieran si quieren que te tiren a matar volar bajo para saberte finito feliz de resignarte al mundo a la llanura del día a la pereza contagiosa de la siesta. En lo bajo yacen escombros de la naturaleza restos de tus días explosivos volar bajo también te absuelve puedes ser un día más entre los días como una cicatriz de tu futuro.

Si camino provoco melodías inútiles teclas negras son mis alas cuando abro los ojos y me lanzo al día y en mi garganta las teclas blancas cantan a mi pesar para todo el público. Soy el silencio soñando ser alguien en la música una palabra dicha a tiempo esa que salva a los humanos justo antes de tirarse desde el puente. El día es vasto y muevo la cabeza la giro, la revuelvo, y después la zambullo en la carroña. En mi sombra también soy cóndor. La oscuridad si vuela puede alumbrar el mundo.

*María Casiraghi Poeta, narradora y periodista. Autora de siete poemarios; los últimos Cóndor (Alción 2018) y Música griega (En danza, 2019) y una antología personal: Vaca de Matadero (Ed. Summa, Perú, 2017). Como periodista: Retratos, Patagonia Sur y Patagonia Sur- Santa Cruz-Argentina (GAC, 2000) y en narrativa publicó Nomadía (Monte Ávila, Caracas, 2011) y Otro dios ha muerto (Alción, 2016). Su poesía ha sido traducida y publicada en varios países.

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BOCA DE SAPO ISSN 1514-8351


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