BOCA DE SAPO Nº7

Page 75

En la primera novela de Matías Néspolo, Siete maneras de matar a un gato, dos jóvenes, el Gringo y el Chueco, buscan la forma de sobrevivir a la terrible vida de la villa, una vida contaminada por la droga, la prostitución fácil y el engaño más furioso. El Gringo es el narrador. Desde la primera persona, propone una perspectiva sobre sí mismo y sobre el mundo. No es una voz caprichosa ni volátil. No es un mero juego verbal ni una operación ingenua de copiar la utópica lengua de la villa. La narración del Gringo está construida con un lenguaje ajustado que mezcla la seca y árida oralidad y el uso preciso de la escritura. Su voz se sale del lugar común de las novelas que buscan representar la “otra” vida de las villas. No hay una representación mimética –ingenua– de cierta lengua oral. La operación de Néspolo busca escapar a ese lugar común. Se podría pensar a su novela, mutatis mutandii, como una sucesora de Las tierras blancas de Juan José Manauta. La novela presenta a los personajes con pinceladas rápidas y eficaces. El gordo Farías, propietario del bar; el turco Zaid, dueño del kiosco sucio que vende birras y hamburguesas podridas; el Chueco, compañero infatigable del Gringo y promotor de las únicas dos maneras de matar a un gato; la Mamina, abuela del Gringo; el Quique, el púber que se convertirá en improvisado espía y el Toni, acaso el más traidor de la serie. Las reglas del juego están marcadas desde el principio. Lo que se plantea en la novela es de qué modo el Gringo debe salvarse a sí mismo. Él ve en Quique a un chico que rápidamente adquiere la moral de los delincuentes; en cierta medida, una prefiguración de los otros: todos los personajes adquieren el rostro tortuoso que los define en la trama de la novela. Por eso, Siete maneras… es una novela de iniciación en sentido doble: Néspolo se inicia como novelista y, al mismo tiempo, el Gringo y el Chueco confirman sus identidades como delincuentes. La villa es el principal escenario. Aparecen, en sombras, la estación de trenes y el centro de la ciudad, pero esas fugaces apariciones existen para confirmar el lugar central de la villa. Ésta no es sólo el escenario de “los pibes chorros”. También se filtran los maestros, los desocupados, los vendedores de drogas, el eventual proxeneta. Y con éste se dibujan dos prostitutas que son la imagen de la decadencia. Anoto algo central: la puesta en escena del texto desenfoca la mirada realista. Partiendo de asuntos caros a

esa estética, Néspolo logra que las voces, los personajes y los lugares respondan a un ajuste de cuentas con el realismo. Hay una mirada miope, difusa, sobre sus tópicos. Astilla la superficie realista a través de un lenguaje poético y, en algunos momentos, delirante. Por eso creo que la novela es menos heredera de Los olvidados, de Luis Buñuel, que de Crónica de un niño solo, de Leonardo Favio, y de Las tierras blancas, de Manauta. Hay un ajuste de foco en el lenguaje, en los adjetivos, en las frases cortas, en la puntuación sincopada, en los diálogos orales y fervorosos. Néspolo construye un universo verosímil con un lenguaje ajustado y preciso. Hay una historia que entreteje la narración poniendo en cuestión el verosímil: el gringo lee Moby Dick, de Melville. Esa lectura condensa la entrada y la salida del Gringo en una forma de vida burguesa. Ese libro, incluso, lo lleva a intercambiar ideas con los jóvenes hippies que venden sus artesanías en el centro de la ciudad. El viaje del Gringo es una huida. Y en ese viaje establece conversaciones con el Toni –que ya no vive en la villa por un asunto misterioso– y con los artesanos y los jóvenes estudiantes de la universidad. Con éstos, Néspolo plasma una caricatura de los revolucionarios de café. Casi condensa en esa escena la discusión entre Sartre y Camus en los años sesenta. Sartre representaba la postura revolucionaria desde el universo intelectual; Camus decía que él había aprendido la miseria y el hambre en su infancia en los barrios pobres de Argelia. Los robos y las peleas entre el Gringo y los muchachos de la villa favorecen la intervención de la policía. Ese hecho los obliga a encerrarse en el boliche del gordo Farías. Varios morirán, pero sólo el Gringo deberá salir para cumplir con una orden del Jetita. En esa huida obligada, se sabrá por qué se fue el Toni de la villa y cuál fue el destino de su madre. El gringo confirmará que no vive en el reino de la felicidad. La novela plasma un crescendo narrativo que marca su tensión al final. En el último capítulo, después de haber cifrado la discusión sobre la novela de Melville en la imagen de la ballena roja, Néspolo presenta una escena realista y terrible: los desocupados, los pibes chorros, los maestros y los piqueteros se enfrentan con la policía. Y nadie sabe ni sabrá, ni los personajes ni el lector, cómo terminará el enfrentamiento.

| BOCADESAPO | LITERATURA

Las estrategias para matar

73


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.