BOCA DE SAPO Nº7

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del diálogo establecido entre dos generaciones muy atentas a la agenda de temas impuestos por la cultura global: la injerencia de las nuevas tecnologías, el terrorismo, el consumo masivo, la cultura popular y digital.

E

*Jara Calles (Zamora, 1984) es Licenciada en Filología Hispánica y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Desde 2009 desarrolla su labor investigadora en el área de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad de Salamanca, donde trabaja sobre la incidencia de la ciencia y las nuevas tecnologías en la realización de las poéticas actuales. Codirige el espacio de crítica literaria y cultural Afterpost.

n un artículo de reciente aparición, Félix de Azúa analizaba la situación actual del pensamiento en España, tomando como testigo la publicación del ensayo Nunca fue tan hermosa la basura (Galaxia Gutemberg, 2010). En el artículo, que se titulaba “La filosofía en el vertedero”, Azúa denunciaba el carácter moribundo del género, a excepción de una serie de autores, entre ellos José Luis Pardo, a los que hacía responsables del resurgir de un “pensamiento filosófico” propio, renovado. Según parece, ésta no es una situación al margen del resto de disciplinas, sino que responde a un patrón de auto-emulación, que deja muy de lado la “verdadera” investigación estética. O, lo que es lo mismo, la innovación como proyecto de compromiso con la actualidad. De algún modo, esto es algo que podría leerse en términos de retraso sociocultural, aunque ha sido con el inicio del siglo XXI cuando la necesidad de actualización de los patrones de pensamiento heredados ha comenzado a hacerse explícita; y a ser relevada por pensadores que podríamos considerar de “nueva generación”: Eloy Fernández Porta, Vicente Luis Mora, Agustín Fernández Mallo o Juan Freire. También al alimón con esos otros autores que se debaten entre ambas direcciones (la auto-emulación y la renovación), que no han de ser necesariamente opuestas a fin de generar alternativas. Pienso en autores que están amparados por la institución cultural y la Academia, y cuya producción ensayística se caracteriza por haber sabido acomodar sus discursos a los imperativos de este tiempo.1 Por otro lado, y con independencia de lo que parecen indicar las cifras de venta editoriales (el ensayo de ocasión), la actividad filosófica en el ámbito nacional es hoy una práctica minoritaria. Primero, porque no todos sus protagonistas están dispuestos a asumir el esfuerzo que supone afrontar la compleja tesitura social en la que nos encontramos y, segundo, porque la comodidad profesional es hoy (y más que nunca) un valor en alza. Ahora bien, lo que ocurre es que cada vez resulta más difícil mantenerse al margen de la “realidad” contemporánea, cuya fundamentación pasa, inevitablemente, por la cultura y el consumo masivos, la publicidad y los dispositivos tecnológicos. Lo que aquí se requiere es una traducción discursiva de una facción estética que es común a todas las sociedades desarrolladas, aunque no sea tarea fácil. Hay que pensar que el coste de evitar este tipo de implicaciones conlleva un precio aún mayor, como es la extenuación intelectual a causa de aproximaciones miopes que sólo producen ruido de fondo y saturación editorial. Por eso mismo habría que destacar la producción ensayística de autores como Manuel Castells, José Luis González Quirós, José Luis Brea, José Luis Molinuevo, Félix Duque o José Luis Pardo. Pues cada uno a su modo ha sabido conciliar la escritura académica con poéticas de naturaleza más excéntrica, sin llegar a convulsionar demasiado el stablishment algo recalcitrante al que pertenecen: la Universidad. Hasta el punto de que es este

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Un recorrido por la última década del ensayo español a partir

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