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En Sion

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Vida Estudiantil

Vida Estudiantil

El intercambio

Por José Jiménez Exalumno de Sion, Gen 2010

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Creo que la mejor frase para describir esta experiencia es: “un abrir y un cerrar de ojos”. Es de esas sensaciones que nos dejan con ganas de conocer y descubrir más a la persona que tenemos enfrente y que sentimos una injusticia el no poder tener más tiempo. Definitivamente es una oportunidad que no todos tienen en la vida, una de esas encrucijadas que la zona de confort muchas veces nos paraliza y de la que sería muy inconsciente el tener rechazarla en algún momento; y es, que esto es más que solo el tener que convivir con otra familia, otras costumbres, y otros principios. Es una oportunidad que te abre los ojos a una realidad que jamás hubieras imaginado, permitiéndote ver realidades religiosas, económicas, sociales muy distintas a las que uno está acostumbrado.

Llegas a una casa con poco menos de 2 maletas y un miedo terrible a no entender nada de lo que acontece, y cuando sientes que el intercambio te ha enriquecido plenamente es cuando te devuelves a tu hogar con el sentimiento de dejar un nuevo hogar y una nueva familia. Todo en esta vida es de saber adaptarnos a las circunstancias, en el trabajo, en la familia, en la sociedad, y precisamente una fortaleza que nos puede ayudar a adaptarnos en momento difíciles es este tipo de herramientas como el intercambio, donde la vida nos ha premiado con la oportunidad de tener muchos puntos de vista e incluso en contar con consejeros y aliados en otras latitudes. De todo corazón deseamos que tu experiencia por nuestro país, con sus playas, montañas, animales, flores, árboles y todo lo que nos rodea hayan sido de mucho agrado para vos, pero más allá de eso deseamos que esta experiencia haya sido mucho más gratificante que solo un abrir y cerrar de ojos. Un abrazo bien grande para nuestra hermana francesa. Cuídate mucho, pero sobre todo crece y sé feliz.

Nos une lo que nos hace diferentes Por: Profa. Karina Bermúdez Salazar

El ser humano tiende a agruparse a partir de puntos de contacto y a construir barreras en medio de quienes son diferentes, al cual se considera el otro. Sin embargo, en Sion nos une todo aquello que nos hace diferentes y es esa precisamente la enseñanza que me dejó la participación en el Encuentro de Escuelas de Sion, realizado en París en abril de 2018.

Aunque todos los colegios de Sion en el mundo nos encontramos abrazados por un mismo Carisma y todos conozcamos bien la Historia que rodea a nuestra congregación, y los nombres padre Teodoro y padre María no nos resultan extraños, el contexto que rodea a cada una de nuestras instituciones es lo que nos hace distintos y nos lleva a vivir el Carisma desde otra perspectiva, pero todos bajo el ala del amor, el cual es pilar en Sion. El primer encuentro con los participantes al Encuentro fue en el lobby del hotel donde nos congregamos, como hermanos que somos todos en la misma casa, tomamos un café y comimos algunos bocadillos, nos fuimos acercando para conocernos y conversar un poco. Fue allí donde las diferencias comenzaron a hacerse más tangibles y vulnerables al mismo tiempo, pues no fueron capaces de dividirnos. Aquella tarde conversé con John, un docente de Sion que se desplazó desde Australia, su viaje tuvo una duración de 24 horas, sí, un día completo para llegar, arribó a París un día antes que todos los demás para poder descansar y adecuarse a todo el cambio que esto significaba para él. Pues desde la lengua, que en general era francés, hasta el horario, la comida, el clima y el acercamiento, era distinto a su cotidianidad.

Conforme la conversación iba avanzando con John y los otros compañeros, Sion fue teniendo rostro y eso hacía que el vínculo que existe entre nosotros fuera borrando las barreras hasta lingüísticas. Ya dejó de ser Sion Canadá, Sion Brasil, Sion Turquía, Sion Evry, Sion Inglaterra… ahora era Bárbara, Daniela, Marcio, Phillipe, Sandrine… y con forme iban pasando los días era el compañero de café, con quien tomábamos el almuerzo, aquella que le ayudamos a sanar su pie, con quien compartimos una sombrilla porque la lluvia nos sorprendió, a quien le ajusté unos euros para que comprara un helado, un chocolate, un llavero… cada día que pasaba éramos menos desconocidos y más hermanos.

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