Almería, tierra legendaria

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ALMERÍA, TIERRA LEGENDARIA

C.E.I.P. “SAN LUIS” ALMERÍA- 2011

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A MODO DE INTRODUCCIÓN

A lo largo de toda la provincia de Almería existe una gran cantidad de leyendas que vienen a enriquecer su patrimonio cultural. Podemos hallar una gran variedad de leyendas: desde los relatos de héroes y semidioses, hasta cuentos populares. Predominan especialmente los relatos de tesoros ocultos y ánimas benditas, posiblemente a causa de que estas historias producen un mayor imparto en la conciencia humana. La codicia y el miedo al más allá han contribuido a mantener una tradición oral hasta nuestros días.

La gran cantidad de culturas que se han desarrollado en nuestro suelo, ha favorecido, no sólo una riqueza histórica, sino también un gran repertorio de leyendas, cada una de las cuales da pistas para conocer diferentes aspectos sobre las supersticiones actuales, significado de los escudos municipales, toponimia de lugares, dichos, etc. muchas de ellas poseen un entronque común que les da cierta unidad. Posiblemente, el fenómeno repoblador del siglo XVI favoreció el trasvase de una tradición legendaria desde los distintos reinos cristianos, con lo que se llenó el vacío dejado por los musulmanes, completándose con otras de origen morisco. También nos facilita la comprensión de localizaciones topográficas. Nombres surgidos de algún tipo de tradición interrumpida. Entre las leyendas con algún fundamento histórico, hallamos las que tienen como fondo la guerra entre cristianos y musulmanes, en las que la reina Isabel de Castilla alcanza en ocasiones una entidad mitológica, al hacerle responsable de numerosos prodigios en su lucha por la conquista del reino de Granada. Aún hoy en día se sigue asegurando con orgullo que estuvo o pasó la noche en un lugar determinado. Incluso, se le hace responsable de la fundación de la nueva ciudad de Vera, a pesar de haber muerto unos años antes. Historia y leyenda han convivido en muchas ocasiones de una forma paralela. La historia, caracterizada por la certeza de los hechos ocurridos, ha acabado entremezclándose con la leyenda, pretendiendo una veracidad que ha sido divulgada a través de una fuerte tradicionalidad oral, transmitida de generación en generación.

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EL SANTO GRIAL Cuenta la tradición que el Santo Cáliz que Cristo usó en la última cena, fue utilizado también por José de Arimatea para recoger su sangre en el Gólgota. Cuando José fue encerrado bajo la acusación de haber robado el cuerpo de Jesús, se le apareció en su prisión entregándole el Grial. Según cuenta la leyenda, Arimatea fue uno de los 13 discípulos que San Felipe envió a Inglaterra, donde depositaron el Grial en Glastonbug o en Avalon, corte del rey Arturo. A partir de aquí, la leyenda se interrumpe y aparecen diversas versiones que sitúan al cáliz en múltiples lugares. La historia más difundida, especialmente a través del cine, es la que lo relaciona con el rey Arturo, quien tuvo una visión del Grial y los caballeros, entre ellos sir Percival, iniciaron su búsqueda por todas partes. Es en este punto donde la leyenda artúrica entronca con la almeriense, al incluirse entre las tropas castellanas que acudieron a la cruzada para conquistar Almería en 1147, a un tal Mendo Pérez de Perceval. Organizada contra Almería la única cruzada realizada en tierras europeas, acudieron cruzados de toda Europa, además de los reinos de Castilla y Aragón. Conquistada la ciudad se procedió al reparto del botín, entre el que se halló una “preciosa esmeralda y de inestimable precio”, por lo que se hizo dos lotes: por un lado la esmeralda; y, por el otro, el resto de los despojos. Los genoveses fueron los primeros en elegir; y, por supuesto, se decidieron por la joya. Sin embargo, los cronistas genoveses no lo recogen así. El misterio es mayor cuando Napoleón solicitó examinar la joya en París, que según la tradición se trataba del mismo Cáliz que usó Cristo y que había sido tomado tras la conquista de Cesárea en 1159. Roto en el traslado desde Francia, sus pedazos fueron unidos en una montura, tal como se muestra hoy en día. Fue don Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, quien medio siglo después de la conquista relacionó la citada esmeralda con el Santo Grial. A partir de entonces se inició un debate entre detractores y partidarios de este origen. Terrones de Robles opinaba que fue el mismo San Indalecio quien lo trajo a Almería desde Tierra Santa.

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LOS DOS GIGANTES Hace miles de años, cuando la humanidad aun no existía. Los gigantes reinaban sobre la tierra. Los más fuertes dominaban las montañas más altas, desde las cuales controlaban un amplio territorio. Las sierras de Gádor y Sierra Nevada no fueron una excepción, pues en cada una de ellas regía un gigante: Gládor en la primera y Sheva en la segunda. Como pasaría después entre los pueblos donde habitarían humanos, la rivalidad entre unos y otros les llevaría a enfrentamientos para dominar unos a otros. Sheva, creyéndose el más fuerte, se propuso acabar con Gládor y ser el primer gigante en poseer dos grandes sierras. Así, esperó el momento más propicio para acabar con él, y éste llegó cuando Glador bajó al valle un día a cazar un gran mamut. Una vez lo consiguió, cargó con él y comenzó su subida hacia su guarida, por lo que dio la espalda a Sierra Nevada y por tanto a Sheva, quien cogió una piedra enorme y la lanzó con todas sus fuerzas al desprevenido Gládor. Por fortuna para éste, el sol estaba en todo lo alto y la piedra dibujó su sombra sobre el el suelo que pisaba el incauto gigante. Éste, con gran agilidad presintió el peligro y de un salto se apartó de la trayectoria del gran pedrusco, que cayó a escasos centímetros de él. Rápidamente, viéndose en desventaja, comenzó una veloz carrera para alcanzar el punto más alto de su sierra y así recuperar una posición fundamental para defenderse y atacar. De esta forma, uno y otro iniciaron un tenaz intercambio de proyectiles de rocas en el intento de alcanzar a su oponente, hasta que un día, Sheva lanzó un pedrusco, que aunque erró en puntería, acertó en un grupo de rocas, que inestables, se hallaban por encima de Gládor. Precipitadas sobre él enterraron al gigante. Sheva, ignorante de que Gládor estaba sepultado, continuó lanzando piedras y piedras, hasta que viendo que su enemigo no respondía, resolvió acercarse para comprobar que su victoria era total. Con muchas precauciones alcanzó el lugar donde yacía Glador y pudo observar que entre las piedras emergía la mano inerme del gigante vencido. Sheva, quizá compadecido, o sencillamente por eliminar todo resto de la presencia de Gládor, decidió ordenar sobre éste las piedras que se amontonaban sobre el cuerpo sin vida del antiguo dueños de sierra de Gádor. De esta forma construyó la tumba del gigante que podemos ver en uno de los parajes de la Sierra de Gádor.

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LA MONTAÑA MISTERIOSA Hace muchos años, entre los pastores y los cortijeros que tenían sus tierras en las cercanías del monte Invernar, también llamado Bernal, a los pies de la cara sur de Sierra de Gádor, circulaba una leyenda que contaba cómo los árabes, antiguos poseedores de estas tierras, habían ocultado en su cima un tesoro; y, cómo un pastor se obsesionó con la idea de encontrarlo. Luis, que es así como se llamaba, pasaba horas en su cumbre sin dejar un hueco que registrar. Todas las noches soñaba que una piedra se abría y de ella salía un toro, pero no alcanzaba a saber qué debía hacer y qué tenía que ver un toro con el tesoro.

Pasaron meses en los que el mismo sueño se repetía noche tras noche, hasta que de pronto soñó que se le aparecía el toro y le decía que debía realizar un conjuro para que la roca se abriera, momento en el que aparecería él y le retaría a que lo redujera con sus propias manos. Si así lo hacía, sus cuernos se volverían de oro y le revelaría el secreto de dónde se hallaba el tesoro. Resuelto a encontrarlo, a la mañana siguiente se dirigió a la cima del monte. Nada más llegar se situó donde el toro le dijo y pronunció las palabras mágicas. Tras un breve rato de silencio, en el que sólo se oyó el rumor del viento, un fuerte ruido comenzó a sonar, al tiempo que una piedra redonda situada frente a él comenzó a abrirse. Asustado dio varios pasos atrás y envuelto en pánico ante la idea de que el toro apareciera en cualquier momento, emprendió una veloz carrera para descender hasta la llanura. Desafortunadamente, en su alocada huida tropezó con una piedra y rodó por toda la pendiente, hasta que finalmente, inerte, quedó malherido y sin sentido entre unas rocas. Pasaron dos dos días y sus compañeros, extrañados, comenzaron su búsqueda. Hallado aún con un hilo de vida, nada se pudo hacer nada por él. Si bien, antes de morir contó toda su historia. No sabemos si alguien lo creyó. Lo cierto es que nadie osó a arriesgarse a repetir la experiencia del pastor, por lo que es muy posible que el tesoro aún se halle en la cumbre del cerro, guardado celosamente por un toro.

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EL RINCÓN DE LA CAUTIVA Tras la conquista de Granada, esta ciudad quedó dividida entre sus habitantes. Por un lado los musulmanes, antiguos dueños de este reino. Por el otro, los cristianos, los nuevos señores de estas tierras. Unos y otros establecieron un muro invisible que los fue separando cada vez más. Sin embargo, el amor no halló problemas para unir a dos jóvenes de religión y etnia tan distinta. Cuenta la historia, que Rodrigo, hijo de uno de los nobles más distinguidos de Granada, regidor muchos años de esa ciudad, quedó prendado de Sulaima, una bella musulmana que vivía en uno de los arrabales granadinos. No pasaba un día sin que Rodrigo la buscara en la fuente donde la doncella solía acudir con su cántaro. Ésta, consciente de las diferencias sociales, étnicas y religiosas, así como el convencimiento de que ni su familia, ni la del caballero cristiano consentirían una unión entre los dos jóvenes, intentó disuadir a su enamorado. Todo en vano, pues Rodrigo, decidido a compartir para siempre su vida con ella, no desistió hasta convencerla para escapar juntos y esconderse en un apartado lugar donde sus familias no pudieran encontrarlos. El paraje escondido donde Rodrigo y Sulaima se establecieron, se hallaba a escasa distancia de Adra, al pie de la sierra que arranca desde La Alquería. Para pasar desapercibidos, acordaron representar los papeles de amo cristiano y esclava morisca, ya que un matrimonio cristianomusulmán no pasaría desapercibido en esa época. Así pasaron cinco felices años, durante los cuales construyeron una pequeña casa y pusieron en cultivo una porción de tierra que les permitió vivir sin grandes agobios. Sin embargo, el anonimato quedó al descubierto cuando un familiar de Rodrigo coincidió con éste en el puerto de Adra. Aunque los dos disimularon conocerse, la noticia llegó hasta Granada, donde don Enrique, padre del joven, se hallaba muy enfermo, sin poder levantarse de la cama. Deseoso de volver a ver a su hijo antes de morir, envió emisarios para rogar a Rodrigo fuera a verle. Recibida la noticia, Rodrigo se dispuso a acudir junto a su padre, poniendo como condición que Sulaima le acompañara. Una vez en Granada, la joven no se separó del padre enfermo, cuidándolo noche y día. Restablecido y reconociendo la dedicación que Sulaima había tenido con él. Agradecido, accedió a consentir la boda de su hijo. Mientras tanto, la familia de la joven musulmana, admirados por las múltiples atenciones que recibía Sulaima, también aceptaron el matrimonio. De esta forma, una mañana de primavera, reunidas ambas familias, se celebró el enlace, tras el cual y desoyendo a unos y otros, el nuevo matrimonio abandonó Granada para volver a instalar en donde habían sido tan felices: el rincón de la cautiva, lugar que a partir de entonces se le empezó a llamar así.

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EL PUENTE DE LA MORA A unos dos kilómetros del Marchanico, un lugar de Sorbas, sobre un barranco de unos diez metros de profundidad, existió un viejo puente al que se le llamó “el puente de la mora”, del que existe una leyenda acerca de su construcción.

Estando los cristianos intentando conquistar Almería, las tropas musulmanas con sus reyes al frente, quedaron arrinconadas en ese lugar, sin que pudieran emprender su retirada hacia la ciudad. Al caer la noche, la reina lloraba amargamente lamentándose no existiera un puente para cruzar el barranco. Sus quejidos fueron oídos por varios soldados, los que dirigiéndose al resto de la tropa, les transmitió la pena de la reina. Todos, al oír a sus compañeros exclamaron: ¡si la reina quiere un puente, lo haremos!. La falta de luz y, sobre todo, de tiempo, no fueron problemas comparables a la ausencia de agua para la construcción del puente. Organizados los soldados, hicieron una cadena humana empleando sus cascos como cubos. Otros picaron piedras entretanto. Poco a poco los pilares de la obra se levantaron y antes de amanecer, el puente estaba listo. Rápidamente, reyes y tropa lo cruzaron y se dirigieron a la alcazaba. Al ruido de su marcha, los guardianes cristianos dieron la voz de alarma, pero era ya tarde para organizar su persecución. La incredulidad de los cristianos no tuvo límites, y así, perplejos al contemplar el puente con la obra aún fresca, pudieron escuchar gemir desde el fondo del barranco a una niña. Nadie pudo averiguar la causa por la que se quedó, ya que ella siempre mantuvo su silencio. En las ciudades musulmanas, al tiempo de alabar la hazaña obrada por los reyes almerienses, se empezó a escuchar también esta composición: debajo del puente lloraba una morita, y decía: si ganan los cristianos triste de la morería.

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LA LEYENDA DE LA ODALISCA Esta leyenda es la más conocida y la que más versiones tiene. Una de ellas cuenta cómo estando en la Hoya inspeccionado el rey unos trabajos, su caballo se desbocó y fue salvado por un esclavo cristiano, a quien el rey agradecido le regaló su anillo. Aunque retenido en Almería, el cristiano gozó de libertad de movimientos, por lo que frecuentó la alcazaba, donde conoció a la princesa. Ambos se enamoraron y comenzaron una relación furtiva, hasta que descubierto por la guardia, el cristiano cayó desde los muros de la fortaleza. Muerto su amado, la princesa, desesperada, no logró sobreponerse al dolor de su pérdida; y, un día, estando asomada a la ventana de su habitación, decidió acabar su vida arrojándose desde ella. Otras versiones hablan de una odalisca perteneciente al rey, no de su hija. El caso que el triste final de la enamorada dio nombre a la leyenda y a la ventana del único muro del palacio de Almotacín que en la alcazaba almeriense aún se mantiene en pie.

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LA VIRGEN DEL MAR La aparición de la Virgen del Mar en las playas de Torregarcía generó varias leyendas. Una de ellas trata de la causa de por qué la imagen se venera en el santuario de su nombre, y no en la catedral.

Se cuenta que decidido su traslado a la catedral almeriense, se procedió a ello, para lo que se montó la imagen en una mula. Iniciado el transporte, todo discurrió con normalidad hasta que la comitiva, una llegada a la altura del convento de los dominicos, quedó parada. Terca, se obstinó a continuar su viaje. Los reiterados intentos de los mozos no pudieron poner en marcha a una mula, que aferrada al suelo impidió continuar el traslado. Con tal fuerza se resistió que sus herraduras quedaron marcadas en las losas donde se detuvo. Admirados todos por este hecho, se creyó que era voluntad de la Virgen el residir en aquel lugar, por lo que se decidió construir un santuario en su honor en ese mismo sitio, encargando a los dominicos su custodia.

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LA PROCESIÓN DE LAS ÁNIMAS BENDITAS

Se cuenta que hace muchos muchos años, en Adra era frecuente tropezarse a media noche con las llamadas procesiones de las ánimas benditas. Relata la historia que había una vez un joven matrimonio que vivía en el barrio de esa ciudad. Él era panadero y se ausentaba algunos días, quedando la mujer sola en casa. Una noche que estaba ausente, la mujer oyó sobre las doce de la noche un rumor de gente que iba rezando. Extrañada y curiosa salió a la puerta, en el preciso momento que pasaba frente a su casa una procesión de gentes enlutadas que portaban una cruz pequeña en una mano y una vela en la otra. Al llegar a la puerta de su casa, una de aquellas penitentes le ofreció su vela. Como estaba tan ocupada la puso en un baúl y siguió con sus quehaceres. Una semana después volvió a suceder lo mismo, así todos los lunes. Un día cayó enferma, y aunque la vieron varios médicos, sus medicinas no le curaban. Una de sus vecinas se ofreció a cuidarla en tanto el marido se hallaba ausente. Así una noche, estando la vela a punto de apagarse, le pregunto a la mujer enferma dónde había más cirios. Habiéndole indicado que en baúl, la vecina lo abrió y no halló más que unos cuantos huesos. Asustada, pidió acudiera el cura, quien examinada la historia y los huesos le dijo que lo que vio, era la procesión de las ánimas benditas, y mientras no devolviera esos huesos, las ánimas le estarán inquietando siempre. Al día siguiente, la mujer procedió a hacer todo lo que le aconsejaron; y, como en realidad ella era una buena mujer, no faltaron personas caritativas que le acompañaron en su triste misión al cementerio. Y dicen algunos, que estuvieron presentes a la hora de enterrar los despojos que cuando echaba el último puñado de arena se escuchó una voz de ultratumba que quedaba perdonada.

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LA FUNDACIÓN DE ADRA

Cuenta la leyenda, que Hércules en su octavo trabajo, debió viajar para capturar las yeguas de Diomedes. En esta ocasión fue acompañado de Abdero, hijo de Hermes, y demás amigos. Las yeguas eran salvajes y estaban encadenadas con grandes cadenas de hierro. Además, se alimentaban de la carne humana procedente de los sacrificios que ofrecía Diomedes a los dioses. Advertido el rey de la presencia de Hércules quiso hacerle frente, pero fue derrotado y murió en la batalla. Su cuerpo fue arrojado como alimento a las yeguas y éstas quedaron al cuidado de Abdero, en tanto el héroe debió ausentarse para continuar combatiendo contra los habitantes del lugar. Nuevamente victorioso volvió al Pilar de las Yeguas, donde había quedado su amigo. Horrorizado pudo comprobar cómo éste había sido devorado por las yeguas. Habiendo bajado hasta la costa, donde habían dejado las naves, enterró los restos de Abdero con todos los honores y fundó la ciudad de Abdera en su nombre.

Hércules domesticó a lasyeguas y éstas dejaron de practicar la antropofagia, las entregó a Euristeo, quien las consagró a su aliada Hera. Se cuenta que la descendencia de estas yeguas fue tan prolífica que aún el magnífico corcel Bucéfalo, compañero inseparable de las campañas de Alejandro Magno, era uno de los miembros de tan notable árbol genealógico. La tradición dice que la Abdera que funda Hércules es la ciudad 14


tracia de Advhira, situada en la desembocadura del río Nestos, junto al mar Egeo. Sin embargo, su fundación está datada en el siglo VII a. C, en tanto que la Abdera almeriense es anterior. Muchas son las coincidencias que existen entre ambas ciudades: el nombre, su situación costera junto a la desembocadura de un río... parece existir una identificación entre una y otra, al igual que ocurre en Adra con Hércules, no sólo por el nombre de Abdero, sino también por el culto que debió desarrollarse hacia él, tal como muestran sus monedas, donde además de su imagen, aparece un templo, actual escudo de la ciudad. También existen múltiples referencias que sitúan a Hércules en el sur de España. Por último, no hay que olvidar la existencia del lugar llamado El pilar de las Yeguas, en el Puerto de la Ragua, culminación del camino natural que enlaza este sitio con la ciudad a través del río Adra.

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LAS FUNDACIONES DE LAUJAR Y DALÍAS No sólo Adra tiene el honor de contar una leyenda que explica su origen mitológico. También Laujar y Dalías poseen sendas leyendas que relacionan sus fundaciones con personajes tan dispares como Tubal, yerno de Noé; y, Ulises. No obstante, resulta verdaderamente enigmático la presencia en sus escudos de unos barcos que a todas luces se hayan fuera de lugar. Ambas poblaciones son de interior y nunca, nunca, fueron puerto de mar, como tampoco lo fue Pechina, tal como una antigua creencia lo tiene por cierta.

Se cuenta, que tras el diluvio universal, la familia de Noé repobló la tierra, siendo Tubal el encargado de realizarlo en nuestras tierras, motivo por el que un navío aparece en su escudo. Además, el nombre del río Andarax procede de otro de similar toponimia situado en Oriente Medio. En cuanto Dalías, se cuenta también que es la legendaria Odysseia, fundada por Ulises en su peregrinaje de la Iliada.

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