Valentín Malaver Homenaje
Colección Jesús Enrique Guédez
ValentĂn Malaver Homenaje
CompilaciĂłn y cuidado editorial Luis Malaver
© Valentín Malaver. Homenaje
Primera edición, 2014 Colección Jesús Enrique Guédez © Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) Caracas, República Bolivariana de Venezuela Avenida principal de Los Ruices. Centro Monaca. Ala Norte. Piso 2. Oficina 2-A Los Ruices. Caracas 1071 Sitio web: www.cnac.gob.ve
Juan Carlos Lossada Acosta Presidente Alizar Dahdah Antar Vicepresidenta Aléxis Arciniegas González Gerente de Operaciones Juan José Espinoza Gerente de Comunicaciones Alicia Pinto Gerente de Desarrollo Cinematográfico Carlos Sierra Padilla Gerente del Laboratorio del Cine y el Audiovisual de Venezuela “Rodolfo Santana” Evelyn Márquez Gerente de Divulgación y Promoción Cinematográfica Hecho el Depósito de Ley: Depósito Legal: lf40420147912805 ISBN: 978-980-6803-12-1 Edición a cargo de: Edmundo Aray Foto de portada y fotos e imágenes internas: Archivo de la familia y amigos Diseño y cuidado de edición: José Gregorio Vásquez Impreso en Mérida por Producciones Editoriales C.A República Bolivariana de Venezuela
Presentación
Tradicionalmente un festival de cine toma el nombre del espacio, de la población, ciudad, región, donde este tiene lugar o se celebra como evento, tenemos muchos ejemplos en este sentido, Venecia, Trieste, San Sebastián Montreal, Cannes, Cartagena, Mar del Plata y otros tantos que no valdría la pena enumerar en esta oportunidad. Así como los festivales se apropian de los nombres de los lugares donde se establecen, de alguna manera actúan de la misma forma que el turismo, que llega a los espacios y los transforma para sí, cambiando en ocasiones su cultura, llevando otros valores diferentes a aquellos que ancestralmente pertenecen a la región, transformándola en algo diferente a lo que ha sido por tradición, y todo ello, en nombre del progreso, en la mayoría de los casos. Conscientes de lo antes señalado, surge el Festival de Cine Latinoamericano y Caribeño de Margarita como una iniciativa del estado Venezolano, y desde su inicio nace con el firme propósito de contraprestar a la isla de Margarita y al estado Nueva Esparta en general, la apropiación del nombre. Esta contraprestación vendrá dada con una propuesta de evento diferente, un evento inclusivo, un evento con verdadera participación popular, que no es simplemente la asistencia del público a las diferentes proyecciones cinematográficas, por tratarse de un festival de cine, sino la participación de las diferentes manifestaciones culturales de la región como parte del evento que, además, va a las comunidades, y que incluye en su organización a esas mismas comunidades que visita.
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En este proceso de inclusión, destaca la participación de Valentín Malaver, reconocido, o desconocido artista margariteño, quien desde las entrañas de Guarame, en perfecta comunión con su entorno, irrumpe en expresión de su comunidad, de su condición de margariteño, moldeando la naturaleza en arte. Para la primera edición de nuestro festival, se llamó a concurso cerrado a varios artistas plásticos de la región. Se quería que el galardón, la estatuilla a ser entregada a los ganadores de las diferentes competencias, fuera una obra de algún o alguna artista de la región, como reconocimiento a su obra por una parte, y como símbolo de pertenencia del festival a la isla de Margarita por la otra. Del concurso en cuestión resulto seleccionado Valentín y la obra presentada, el pelícano Margariteño, ave bien conocida por éste, además estudiado también por él, su fenotipo, hábitat, costumbres, y adoptado como imagen para la mayoría de sus obras por su relevancia, significado y expresión regional. A partir de entonces Valentín, no sólo se convirtió en autor del galardón que otorga el festival, sino que se apropió del mismo festival, siempre atento de su organización, de sus actividades, observando siempre el desempeño de éste en defensa de la cultura local, y de su inclusión. Valentín, a través de su obra, convirtió nuestra estatuilla en un ícono para Latinoamérica y el Caribe. Valentín liberó el vuelo de su obra para recorrer el continente, y, a través de ésta, llevar al mundo parte de una de las regiones culturalmente más ricas de Venezuela. Su entrega y gentileza fue más allá de aquellos de experiencia o entendidos del cine, permitiendo que esa expresión de Margarita, del oriente suyo, llegue también a las comunidades que han escogido el audiovisual como vía de expresión de sus sentires, de sus realidades, e igualmente se entrega en plenitud, a esos pequeños que con su visión del mundo nos enseñan y nos muestran, tantas verdades por nosotros negadas dada nuestra condición de adultos.
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Valentín, al igual que su obra, emprendió vuelo, y hoy junto a ella, deslinda fronteras, universaliza su afecto, su dedicación, su empeño por compartir saberes, por motivar a los jóvenes a entender el arte con su visión de éste, sin mezquindad, en abordaje sencillo y como parte de lo cotidiano de nuestras vidas. ¡Alto y desprendido vuelo desde la estrella del Caribe, de quien junto a su obra aporta a los procesos de integración cultural de Nuestramérica, de la Patria Grande! ¡Ave amigo…! Víctor Luckert Barela Junio 2014
Valentín Malaver, la poesía está hecha de piedra
Pedro Salima
El correr de sus pasos, las travesuras de sus manos y el brillo de sus ojos se alimentaron de las piedras que fue encontrando en las veredas de Guarame. Más allá de la mar, de los cerros Matasiete y del Guayamurí que custodian a los duendes y su magia, de los amaneceres y atardeceres apoltronados en los colores, de los pájaros que forman parte del ritual de la brisa y de las nubes, están las piedras. Valentín Malaver creció en ese paisaje, lo hizo suyo, se lo llevó a las paredes de su habitación, a la historia plantada en el patio de la casa. También creció con la dureza de las piedras habitándole la piel, los ojos, las entrañas. En algún momento de la vida, este muchacho alto y delgado, entendió que la poesía se encontraba en la piedra, y a esa poesía se podía acceder de dos formas: el trabajo y la palabra. Se trataba de entrar en la piedra, visitar sus entrañas, asirse a sus formas para encontrar nuevas formas, hablar con ella, decirle de la vida, de los sueños y del arte. Buen entendimiento: el trabajo y la palabra. El hombre y la poesía. Nunca invadir la piedra, nunca dañar sus formas, nunca colocar el capricho del artista por encima de la sensibilidad de la piedra. He allí el dialogo, la conversa con ese material duro, y al mismo tiempo frágil ante el avance devastador de las máquinas, para poder encontrar y mostrar sus líneas artísticas.
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Esa cercanía a la piedra, a la naturaleza, al vuelo de los pelícanos, hizo de Valentín un artista a temprana edad. Por eso sus pasos desde Guarame, metido entre dos cerros y sus duendes, fueron hasta las aulas de la Escuela de Artes Plásticas Pedro Ángel González, donde hizo estudios de Arte Puro; y luego se apresuraron para entrar al Taller del escultor Pedro Barreto en Barcelona, estado Anzoátegui. Allí llega apretando bajo sus brazos el Primer Premio de Escultura del VIII Salón de Arte Fondene, cuando todavía no tocaba los 20 años de edad; el Segundo Premio de Escultura del I Salón Municipal Casa Mariño, El Valle, obtenido en 1989, y el Primer Premio de Escultura del II Salón Municipal Casa Mariño, El Valle, en 1990. Junto a tales credenciales estaban sus ansias de aprender, sus ganas de seguir descubriéndole los secretos a las piedras, y encontró en el maestro Barreto una fuente de saberes; además, tuvo la suerte de ser adoptado como un hijo artístico por Gladys Meneses. Valentín Malaver supo compartir la sutileza de la piedra con la piedra misma, aprendió a encontrar la poética en la dura piel de la naturaleza, hizo de ella un vuelo sobre el azul de las olas. Eso le permitió demostrarle al mundo que la poesía está hecha de piedra.
La dualidad de Valentín
Luis A. Velásquez
El ser humano se descubrió en los petroglifos. En la soledad. Un día se abrió paso para comulgar con el peligro y la intemperie. Siempre ha tenido la necesidad del refugio y del espacio para habitarlo. O de habitarse así mismo. El vacío de estar en la incertidumbre crea el ensueño. Sólo el hombre puede vivir dentro de la piedra y morir por ella. Símbolo de la quimera o alquimia que se eleva en sus dedos procreadores de paisajes móviles. Porque esta materia en unicidad con el universo nos lleva a los sueños. Sobre la piedra silenciosa, sea cual sea su forma, dureza y formación, construiremos nuevas ciudades. Y las ciudades y la vida se forman desde adentro hacia el exterior afónico, aunque al final fluyan hacia la geometría animal de un pelícano. Una imagen detenida o deshilachada no expulsa a su creador, lo encadena y lo hace libre para el ensueño de la habitabilidad del sacrilegio. Es como hacer ejercicios diarios en la máquina de coser sueños o conchas vacías. Porque siempre queremos volver a nuestro pasado para reconstruirlo y anidarlo. Y la única manera de hacerlo es con la imaginación y la exageración de los signos
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Valentín Malaver Pedro Rosas
Pese a que Valentín Malaver vivió un intenso desarrollo artístico desde su juventud hasta su ausencia física, que se concreta en su participación constante en los principales bienales de esculturas del país, exposiciones colectivas e individuales, en salones de arte considero que su imagen y obra no se conoce suficientemente, por esa circunstancia considero la necesidad de contribuir humildemente con la difusión de la trayectoria de este artista margariteño. Intentaré aquí un acercamiento al escultor Valentín Malaver, tanto por su sensibildad por la naturaleza que le rodeó desde su niñez como por el aspecto humano que le caracterizó. Valentín nació en Guarame, población ubicada y entre los cerros Matasiete y Guayamurí, al este de la isla de Margarita, ahí transcurrió su niñez y adolescencia. Esta población comienza a relacionarse de manera más amplia con el resto de los pueblos vecinos a partir de los años 70. Por otro lado es pertinente agregar que su entorno ambiental lo constituyó la montaña con abundancia de piedras y una costa bordeada de arena y piedras. Su relación social transcurrió en el ámbito familiar Estas circunstancias, acaso contribuyeron de alguna manera con el carácter y la personalidad del artista. Quizás esta circunstancia social y ambiental lo marcara de alguna forma para configurar en él su retraimiento y vuelco hacia sus primeros juguetes como los pedazos de madera que varaban en la playa de Guarame. Efectivamente, Valentín se inició en la escultura por la vía de la talla en madera. Por ahí comenzó el asunto hasta que se interesó 15
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en las dóciles piedras de serpentina y luego en las graníticas, a todas ellas le incorporó un hálito de sustancia vital en todo su desarrollo. La obra, en general, de Valentín Malaver es una permanente búsqueda recreativa. Cada pieza conserva su marca distintiva sin perder la línea artístIca que siempre lo identificó. Para los que los conocimos de cerca nos consta de su entrega al trabajo sin descanso; se le podía encontrar diariamente debajo de una mata de yaque, Para estrecharle la mano había que saltar por las piedras de todos los tamaños: las que esperaban su turno y las que estaban ya en proceso. Allí improvisó su taller, al pie del imponente Guayamurí. En esos espacios abiertos al cielo desbastaba y perforaba las piedras para finalmente someterlas a su pelícana idea que dará paso a una nueva creatura bellamente texturizada. En la formación académica de Valentín Malaver hay que señalar su paso por la Escuela de Artes Plásticas “Pedro Ángel González” de La Asunción, donde cursó Arte Puro en el período 1985-1989. Luego se traslada en el año 1991 a Barcelona en el taller del maestro Pedro Barreto hasta el Año 1996, donde complementa su formación propiamente académica. En su constante aprendizaje se nutre de otros artistas plásticos, entre los que se encuentra su entrañable Oswaldo Docha Gutiérrez. Ejerció la docencia en la Escuela de artes Plásticas “Armando Reverón” de Barcelona. Como recuerdo imperecedero y como homenaje póstumo, cada año El Festival de cine Latinoamericano y del Caribe de Margarita entrega un pelícano de su autoría como premio a las películas ganadoras en los diferentes géneros y modalidades, además uno de los premios su nombre. Para el futuro esperamos que se materialice uno de sus sueños como es el de que algún organismo oficial construya un gran taller donde se puedan formar los jóvenes margariteños en las diferentes expresiones del arte, para lo cual Valentín Malaver tenía destinado unos espacios cerca de su casa. Ojalá su proyecto escuela se haga realidad pronto.
Tatiana y la Chiva Negra de Valentín Malaver
Reina Rada
En el mes de septiembre de 1985 asistimos al primer día de clases en la Escuela de Artes Plásticas Pedro Ángel González de La Asunción. Comenzábamos a estudiar y compartir para hacernos amigos fraternos. Durante los cuatro años siguientes se estuvo construyendo la historia de una importante época de nuestras vidas con algunos personajes estelares, entre ellos Valentín Malaver. Un chico alto, flaco y muy tímido que pronto bautizamos “el Tucán de Guarame” por su protuberante nariz. Nunca se molestó ni ofreció resistencia por lo que el apodo se diluyó en el tiempo. La primera tarea para la clase de escultura con el profesor Alfredo Silva, consistía en llevar algún objeto para trabajar en el taller. La mayoría de nosotros llevó recortes de madera para ensamblar, piedras pequeñas para juntar y otros objetos diversos; la idea era hacer una composición para explicar el volumen. Valentín no tenía nada para llevar, camino a la escuela recogió dos pedazos de ramas secas. Al momento de hacer el trabajo se las ingenió para ensartar los dos palos de tal manera que logró “pararlos”, con una gracia inusitada que coqueteaba con la rusticidad de la estética improvisada. Todos quedamos sin palabras ante la prematura destreza para lograr esa pureza visual en un instante con tan poca cosa: un par de bejucos que minutos antes eran sólo eso y nada más. Valentín Malaver sin proponérselo acababa de hacer su primera escultura. Su hazaña decidió la clase ese día, el profesor maravillado explicó la volumetría de la composición en el espacio.
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A su turno de exponer lo que había hecho, Valentín hizo un prolongado silencio con el que siempre se permitía vencer la timidez, antes de pronunciar las escasas palabras con las que se expresaba, cada vez que se veía precisado a hacerlo. Después del susto, con voz baja y extremadamente pausada dijo: “Yo no hice nada, la naturaleza lo hizo todo”. A partir de ese momento comenzó a destacarse en la escultura, especialmente en la talla de piedra serpentina o piedra de jabón como la llamamos aquí. Al año siguiente ya participábamos en colectivas dentro y fuera de nuestro estado insular. Expusimos junto a un grupo de artistas orientales en el ateneo de Carúpano y la Galería de Arte de Cumaná. Viajamos con los profesores al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas y otros espacios de interés cultural. Fueron muchos los momentos compartidos y las anécdotas vividas. Para ese entonces, ya Valentín había vencido un poco el miedo escénico haciéndonos reír constantemente con sus chistes colorados, incluso durante la clase, sin que los profesores lo notaran. Las reuniones en los recesos de clase a la sombra de los mangales y guayacanes de la escuela, son inolvidables. Todos los docentes decían que nuestro grupo estaba dejando huellas importantes como ningún otro lo había hecho antes, casi todos nos graduamos juntos después de cuatro años de estudio, con el flamante título de “Suficiencia en Artes Plásticas”. Para proseguir estudios superiores había que terminar el bachillerato en otra institución. Eran tiempos sanos con pocos sobresaltos, casi todos nosotros decididos a ser artistas visuales y a descubrir la tan cacareada bohemia en medio de un país en aparente reposo. Recuerdo a Valentín con la frase oportuna, la palabrota para disfrutar mi sonrojo, la mayoría de las veces eran inventos que aderezaba con el humor que le caracterizaba, despojados de argumentos complicados, casi deletreados con esa pausada manera en su dicción. Pocas cosas le hacían molestar, cuando eso ocurría era cuando más nos hacía reír, una ensarta de groserías desgajadas sin apuro y sin tapujos era suficiente para desahogarse y volver a ser el mismo camarada de siempre.
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En la mixtura cultural e ideológica, la heterogeneidad de intereses, diversidad de edades y variada procedencia de los integrantes del grupo más numeroso que se inscribiera en “lartesplástica” (como se le solía nombrar a la escuela), acordábamos sin muchas complicaciones, entre otras cosas, las actividades a realizar para recaudar fondos para comprar nuestros materiales de arte y ayudar a la escuela: rifas, bazares, galerones, tómbolas… para iniciar esa búsqueda de recursos planificamos hacer una rifa, por lo más fácil, todavía no había suficiente confianza entre nosotros sin embargo, Valentín hizo gala de su primera chuscada. Todos descapitalizados juntamos voluntad para decidir qué se podría rifar que no fuera tan costoso y nos dejara buenas ganancias, Valentín enseguida ofreció una chiva negra que tenía en Guarame, nos pareció poco estético pero algunos profesores como Oswaldo Docha Gutiérrez, Tomás Cazorla y el asistente de escultura Simón (papaíto) Rodríguez, nos convencieron de que en Margarita rifar chivos era común y apreciado. Lo aceptamos con agrado porque no había que invertir dinero en lo que se iba a rifar y así, sin que se notara lo extrañados que estábamos algunos por lo jocoso del ofrecimiento, nos repartimos los cien números. Todos se vendieron. Cuando hubo que entregar el premio al afortunado ganador; Valentín, que nunca faltaba a clases, no se apareció. Me había dejado en la vergüenza pues me hice responsable firmando el talonario, por ser la Presidenta del recién creado Club de Arte. Al día siguiente llegó como si nada. Al preguntarle por la chiva negra nos respondió: -esa chiva pesa mucho, hay que buscar una Pick Up-, con eso nos estuvo mareando durante una semana; el ganador iba todos los días por su premio. Ya molesta y muy avergonzada con el señor, le dije: -por última vez Valentín ¿Cuándo vas a traer la chiva?- A lo que puso cara de sorna y con la misma calma que lo adornaba respondió: -De verdad ustedes creyeron que yo tenía una chiva negra? ¡Que bolas!-. En otra oportunidad le pedimos al profesor de pintura, Alejandro Bello, que nos cambiara la composición, estábamos aburridos de pintar el mismo florero con frutas El profesor nos invitó a llevar cualquier cosa que quisiéramos para componer entre todos la imagen a pintar. La clase estuvo muy divertida y dinámica, lle-
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vamos cantidad de objetos, algunos fabulosos otros muy extraños pero el más inesperado fue el de Valentín, se trataba del cráneo de un animal indescifrable por nosotros, parecía de un perro, un burro o un caballo. El profesor vio una excelente oportunidad para enseñarnos dibujo anatómico y las mezclas con óleo de las diferentes tonalidades por efectos de la luz, sobre un cuerpo casi monocromo. En el transcurso de la clase Valentín no dibujaba, estuvo paseando para ver lo que hacíamos y cada rato pasaba la mano sobre el esqueleto con cierta placidez, más bien lo manoseaba haciendo el sonido de la ese hacia adentro de su boca, ssssssshhhh, ese mismo sonido que a veces es preámbulo de un piropo soez. Él se limitaba a tocar y sonreír con sarcasmo, no respondía nada. Todos teníamos curiosidad por saber algo. Cuando ya casi terminaba la clase, el profesor revisaba los bocetos y corregía, me le acerqué a preguntarle de nuevo –Valentín ¿qué significa eso tan morboso que haces con la cabeza de un muerto?-, con su acostumbrada parsimonia respondió: -Es la cabeza de Tatiana, que se me quedó muerta en los brazosHasta el profesor se rió largamente dando por terminada la clase, al enterarse de que Tatiana había sido una burra muy cotizada por los adolescentes en Guarame. Entendimos que el humor de Valentín estaba salpicado de cierta premeditación para darle dramatismo y crear expectativas. Ese era Valentín, siempre dado a la diversión en cualquier momento por muy duro que fuera. Cada vez que ocurría una adversidad él la comparaba con algún cuento divertido. Seguimos la escuela aprendiendo y disfrutando, inventando y errando, compartiendo la amistad dentro y fuera de ella. Muchas veces fuimos a los montes y los cerros a cazar piedras de jabón donde estuvieran. Cuando las máquinas excavaban para construir casas, ahí estábamos esperando el momento oportuno para escoger la piedra de color menos común, llevarla a la escuela o a la casa y hacerla volar. En el año 1988, Valentín talló en una serpentina de visos dorados una “Luna creciente” con la que obtuvo el primer lugar en el Salón Fondene. Ese mismo día recibió la invitación del Maestro Pedro Barreto, quien había sido jurado del certamen, para trabajar
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en su taller de Lecherías. La suerte estaba echada. En la baranda del balcón de esa hermosa casa colonial de Fondene, que fuera sede de la Aduana de Pampatar a finales de 1800, nos pusimos a mirar desde arriba la luna creciente. Allí mismo me dijo: -el año que viene cuando me gradúe, me voy con Barreto-. Celebramos el triunfo del compañero y amigo como si hubiese sido de todos. De allí en adelante no paró, fue creciendo vertiginosamente en sus tres dimensiones: fósiles de Cubagua, vestigios, cadenas, nudos, pelícanos… El resto es historia. 14/ 02/ 2011
Valentín malaver: piedra del arte y la amistad
Ramón Ordaz
A Ofelia y Carmen Noria
Desde el fondo de sus profundos azules el mar va dejando melancólicas notas en el vasto horizonte; de las colinas del Guayamurí bajan incontables verdes batidos por un viento que rasga las arpas de los datileros; el férreo mediodía calienta y multiplica los puntos cardinales que pasan a medir fuerza por la veleta-pez de grisácea piedra que envía signos y señales desde la terraza del artista. Estamos en la Casa de Ofelia, donde el pétreo canto del pájaro se detiene, saca su alma perforada porque hemos sembrado en la explanada de Antolín del Campo a un hijo excepcional de Guarame: Valentín Malaver, esculpido su talento a fuerza de desentrañar los credos que vencen la muerte: los invisibles y misteriosos rostros de la piedra que su oficio trajo a la ronda de sus familiares para perennizarse. De intuición envidiable, de natural perspicacia, su nariz aguileña le confería afinidad con las aves de vuelo, de allí que su mirada poseyera el don de penetrar tanto las alturas del pájaro como buscar en la profundidad de la piedra la ternura para expresarlo. Fue el pelícano el pájaro de mar con el que más estrechó lazos su obra artística, gracias a él convertido en símbolo de la cultura cinematográfica del país; pero su arte espacial cinceló otras aves del entorno insular como la arisca chulinga o paraulata, cuyos gráciles movimientos atrapa en esculturas suyas. Sugeridas, insinuadas brotan de las piedras esas criaturas que alzaron el vuelo por virtud de sus mágicas manos. Sólo un poeta de su estirpe pudo materializar esas imágenes que iba descubriendo 23
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su talento de creador. Los ojos de los moriquites nos llegan suspendidos y distantes, como pidiéndole al espectador que complete su presencia y su vuelo para ese paso audaz de una canción nocturna y desconocida en la solariega estancia. El mar danza en la piedra, rueda con los resortes y aros que Malaver le construye a partir de calcáreas, coralinas, cumarebo, serpentinas, marmóreas y graníticas piedras que su fuerza paternal arrastró hasta su taller para mostrarlas luego como hijas prodigiosas. Subsistía Valentín por sus pelícanos, pero su batalla mayor estaba más allá, en el corazón del arte que sentía como una misión terrena. Quienes lo conocimos pudimos sentir y compartir esa pulsión vital de artista que le distinguía. Modesto, no alardeaba, sino que trabajaba, trabajaba; su ego se perdía bendecido por las figuras que traía a la superficie como minero, como excavador que busca objetos perdidos. No otra cosa que su ars escultórica fue lo que escribió en el editorial “Esculpiendo a Tropel de luces”: “La imagen va surgiendo en el oficio de esculpir, encontrando páginas desnudas mientras el cincel modela con fuerza el discurso vivo de la palabra, en un intento de expresar vivencias que habitan en la memoria colectiva, transformándose en metáforas a través de un lenguaje que emerge de la piel desbastada. Mientras la roca se deja seducir aparece un poema que se expande por dentro, recorre su interior haciendo vibrar la materia, manteniendo el equilibrio, develando erotismo en sus hendiduras como semilla a punto de germinar.” Con claros conceptos, exponía la tenacidad de su oficio de escultor para compartirla con sus amigos escritores. Espacio y tiempo fundidos de manera ejemplar por ese “discurso vivo de la palabra”, por ese “poema que se expande por dentro”. Pero hay más, la seducción y el erotismo que pudimos apreciar en sus piedras pulidas de rugosas fisuras, santificadas por su arte como vulvas de presentida intimidad femenina que viene del mar. No se conformaba con su arte Valentín Malaver, quería que las otras expresiones artísticas dialogaran con la suya; utópico vanguardista, aspiraba integrar distintos eventos de las artes en una amistosa exposición que tendría como destino final la Casa de Ofelia, su casa y su taller. Incipientes quedaron sus proyectos de instrumentos musicales roturados en la piedra, así como sus vasijas
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culinarias moldeadas en cantos rodados, sus florales retoños en piedras mixtas y ensambladas que empezaba a exhibir su madurez de artista. Valentín no se ha ido; está allí con sus esculpidas piedras que ahora despiden perfumes de inmortalidad. Antolín del Campo, 04-10-11
Valentín Malaver, una piedra de corazón blando
Luis Malaver
Los antiguos construyeron sus grandes obras arquitectónicas con piedras. La ausencia de metales es una de las causas de su perdurabilidad, también, por supuesto, la geometría y el misterio. Piedra altar, piedra monumento, piedra casa, piedra cerca, piedra muralla, piedra cuchillo, piedra tótem, piedra iglesia, piedra primigenia, magma, volcán, piedra joya, piedra destino, piedra escultura, piedra Valentín. Valentín construyó su universo escultórico casi en su totalidad con la piedra, la más humilde, la piedra cercana en la geografía y en el afecto. A su dureza, le sumó el trabajo constante, la geometría, la estética y un elemento que si no fuésemos habitantes de esta parte del mundo que permite el encuentro del ser humano con los más diversos reinos parecería fantasioso, le sumó el diálogo y la obediencia a sus más secretos designios. “Uno va entendiendo la piedra y de repente la piedra lo entiende a uno”, Había expresado. En un viaje hasta el cielo impoluto de los pelícanos, las piedras fueron fósiles, peces, picos, sugerencias sensuales y sexuales, pelícanos de alto vuelo que habitan en varios países y, últimamente, árboles, flores, pero siempre una maravilla, siempre arte, siempre rozando ese misterio que nos hace reflexionar, que nos coloca ante la creación de un mundo, ante una realidad insospechada que nos conmueve y nos atrapa también en la medida en que nos oculta sus arcanos. Pero nos los oculta porque, como diría Valentín: “Una piedra tiene historia y vida propia”. En un lugar de Guarame, hace 27
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43 años, la historia y la vida de las piedras se enamoraron y luego se casaron con la historia y la vida de Valentín. De esa unión somos testigos, de esos frutos está convencido la crítica de arte en este país y fuera de él, en todo lugar donde las piezas de Valentín han encontrado un sitio para generar una emoción estética. Consustanciado con la piedra, identificado con ella más allá de la estética, adquiriendo como ella esa eternidad, nos diría en una entrevista para la revista de sus amigos, Tropel de Luces: “la piedra es inagotable”. Como inagotable él, como sencillo y humilde y cada día transformándose como las piedras que los conjuros del cincel y las máquinas hacían brotar de sus manos de artista, por eso se acercó cada día más a sus amigos que escribían y nos regaló en el último número de Tropel de Luces el editorial. Texto que comienza con una pregunta, una pregunta motivo de su búsqueda, de su trabajo y de su afecto, una pregunta que iba respondiendo con obras, una pregunta pivote de su existencia creadora y de su vida de guaramero, una pregunta atada a la margariteñidad amada y dolida: “¿Te has fijado alguna vez en las piedras de Guarame? Entonces, nos damos cuenta que no nos habíamos fijado, que eran piedras, sólo piedras, piedritas que alguna vez desde una china mataron pájaros y ahora los creaban no para enjaularlos sino para que volaran en lo real e ilusorio del cine y la escultura. Esa piedra de corazón humilde y blando que es Valentín escribió en el baño de su casa: “No soy artista, no soy plástico, soy escultor”. Pero, después, en la medida que se hacía más artista, más sólido escultor, las palabras soy escultor desaparecieron, lo cual le permitió a su amigo Iván Lira escribir una frase ingeniosa debajo. Era la búsqueda incesante en el arte y en la vida. Si las piedras son un material inagotable, el arte también, aunque quienes nos quieren negar la historia nos sugieran que arrastrará consigo todo, la escultura, inclusive y nos entregarán en bienales adefesios plásticos por escultura, carentes del más mínimo oficio, pero sobre todo, ayunos de búsqueda artística. La obra de Valentín resistiendo desde su materia primigenia contradecirá el facilismo y el oportunismo. Hoy ofrecemos el cielo a un nuevo pelícano, hoy comenzamos la fiesta del pelícano, del cine, de Valentín. Se podrá decir que no está acabado, en el sentido de finalizado, claro; pero acaso, ¿no es
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siempre la piedra y siempre el pelícano?, ¿no es precisamente una conversación suspendida lo que nos conmina a la continuidad?, ¿no dejó Miguel Ángel después de tanta perfección anatómica y conceptual en la Piedad Rondanini que la piedra, en parte apenas cincelada, nos ofreciera su misterio? Dentro de una semana, otros pelícanos acompañarán a los ganadores, piedras de Guarame volarán lejos de Margarita, será también, Valentín, tu homenaje a ellas, como lo dejaste planteado proféticamente en aquella entrevista: “Y es que la piedra te ofrece tanto y son tantas las cosas que puedes hacer por ellas que no es fácil definir y quieres más tiempo pero pareciera que no te alcanzará la vida”. Sin embargo, tomaste tus previsiones y tú y las piedras siempre estarán con nosotros en el cine, pero más allá; en los museos, pero más allá, en definitiva en la honda holgura de tu corazón repartido entre nosotros en el más acá, porque quien te conoció no sólo puede ver lo escultórico en tu obra, y eso que eres uno de los escultores más importantes del país, hay allí una plusvalía infinita, la de la sensibilidad, la del afecto, la del compromiso con el entorno, la del amor a Margarita y su gente. En estos días que hemos llorado acompañados o solos, no quiero deberte el humor, esa parte también importante de ti, y recuerdo esos “versos” que demolían alegremente nuestras pretensiones de poetas y finalizaban con nuestro ya aburrido recital: “La vida es una perra, por eso cuando veo una perra le digo hola vida”. Te queremos, Valentín, continúas con nosotros en algunos proyectos, Ofelia, Carmen Noria y tus amigos seguimos pendientes de ti.
Texto leído en octubre de 2011, en el momento de develar la última obra de Valentín Malaver, en el inicio del Festival de Cine Latinoamericano y Caribeño de la isla de Margarita, Venezuela.
Viendo esculpir a Valentín Malaver
Ramón Ordaz Yo nombro la piedra, yo nombro el sol cuando ni la piedra ni el sol están presentes a mis sentidos; no obstante, prontas y serviciales en mi memoria están sus imágenes. San Agustín
Nunca fue suficiente la Palabra. Dice y no dice. Se pierde en los caminos, vive de acuerdos, de impromptus, de raptos, de memorias que no puede contener. No es suficiente la Palabra, su canto da con otro canto: La Piedra, en su frío candor, un silencio de estrellas que hiere el esmeril, un nervio oscuro de animal marino, un vuelo congelado de Ave Fénix. En la inaudible poesía, entra en el laberinto el pájaro o el pez que fue huyendo del letargo. La mandarria inclemente, tenaz, obsesiva 31
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y subyugante sobre las firmes superficies, ahogado su aliento entre el polvo de los siglos:
Jamás fue suficiente la Palabra. El diálogo es conciso en este pétreo vuelo, menos perecedero, inmortal casi cuando penetra, desbasta lo que estaba tallado en una vegetación sin nombre, mineral, mostrando esa otra piedra de su estirpe, que vuelve inútil las palabras, cualquier corolario. La Piedra dice. El mar apaga todos los llantos.
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No estábamos preparados para esto
No estábamos preparados para ésta ausencia de un amigo , inesperado vuelo del ángel o el pelícano, es lo mismo: la misma sordidez de lo imprevisto, las mismas telarañas que construye el olvido, la misma roturada piedra para nadie, en esta imponderable jugada de la muerte. No estábamos preparados para esto. Saber que no hay más copas a tu lado, no más vinos, no más quesos para la cofradía, no más la frase irónica contra la mentira, no más la infantil ebriedad que ve la musa doble cuando quiere olvidarla, no más la perra vida que se emperra en seguir siendo perra hasta en la muerte, no más, Valentín, tus ocurrencias de poeta, transido por el alma que extrajiste a las piedras, esas tus criaturas emergidas del polvo que nunca más verás. No estábamos preparados para este adiós de mierda, perdona el expletivo -que no hay mala palabra-, donde quiera que estés, te has librado de esa nuestra esencia terrestre, esa cargante putrefacta orden, de vivir al día, a la medida de las circunstancias, a ver cómo ajustamos cuentas, cómo no nos vamos al vacío, para salvar el último grito de la piedra, y así seguir en vilo, hasta el día siguiente,
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hasta la prĂłxima piedra donde descansa la muerte. Nunca fue suficiente la palabra. No estĂĄbamos preparados para esto.
Valentín es el nombre de tu raza alada
Reina Rada
Las sillas crujen sobre el desnivel del tiempo el zaguán de tu casa cambia de lugar con las pisadas esparciendo filigranas sobre la losa triste de la entrada el sofá se resiste a tu partida y te mira repetido en sus flecos que aún respiran tus sudores vivos La ropa que mudaste esa mañana sigue colgada al perchero como una presencia ausente cuando los segundos se comen las horas El camino se hizo estrecho entre la mesa y la cama más sinuoso y asustado el manantial donde fraguabas tus sueños el ramaje del Yaque cielo y techo que te cobija la hechura seguirá inclinado en reverencia eterna ante el último parto de tus manos Quedaste repujado por siempre en la pétrea memoria de los alcatraces 28/ 09/ 2011
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Valentín Malaver La Piedra y su Alma de Aire
Luis Alberto Crespo
Valentín Malaver siente el ser del mundo con las manos y el mundo en ese sentimiento táctil es la rocalla de Margarita, que es blanca y gris como nuestro enigma de algún día. Cada hueso de la tierra isleña se convierte así en la caricia y el énfasis con que hace hablar el mudo osario terrestre en cosa alada, en rostro de viejos dioses, en estela pétrea. Es por ello que su obra vuelve seda la aspereza y humana la crispación, hendija. Su obra es una manera lírica de expresar la materia, transfigurando la dureza en emoción, en preciosidad siempre viva, siempre sublime.
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Para celebrar a Valentín Malaver
Gustavo Pereira
En estas esculturas, frutos de sus más recientes indagaciones, Valentín Malaver reafirma los atributos que habíamos notado hace trece años en su obra, cuando expusiera en la Galería Municipal de Arte Moderno de Puerto la Cruz, en 1996. Ahora pareciera predominar en él un giro distinto en su lenguaje: la voluntad de aligerar, estilizar o simplificar las formas como en mesurada síntesis que busca resaltar, ante todo, no el maleable, flexible o elíptico poder de la materia gravitatoria, sino las veladuras de su misterio, su idioma de alusiones y revelaciones. En el catálogo de aquella exposición decíamos, palabras más, palabras menos, que desde sus días de infancia al pie de las montañas Matasiete y Guayamurí de su Margarita natal, y de adolescente en la Escuela de Artes Plásticas de La Asunción, él se había dedicado a escrutar las texturas y naturaleza de las rocas y a trabajarlas con fervorosa dedicación. Descubrió que en ellas no todo era estático ni mudo. Que en poros y hendijas y entrañas en apariencia inanimadas se agitaban fuerzas desconocidas que era necesario descubrir, desnudar, despertar y reconciliar con un mundo que sólo veía y ve en sus humildes presencias nada más que supuesta e insensible naturaleza muerta. Cada protuberancia, cada contorno, cada oquedad, le sugerían volátiles y disímiles configuraciones. ¿Cómo debieran comportarse las partes entrelazadas en el espacio? ¿Qué visiones nuevas pueden
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Valentín Malaver. Homenaje
deparar sus nexos y empalmes, las curvaturas, los dobleces, los ángulos concertados y reconcertados? ¿Qué alusiones táctiles y visuales eran y son capaces de generar las superficies y las perspectivas? Una constante en aquellas esculturas -menos ostensible en éstas- era la obsesión por las tensiones gravitacionales (posibles sólo en el arte tridimensional). De algún modo ellas reflejaban la contenida irradiación entre lo yacente (en trance de desprendimiento) y lo móvil (queriendo entrelazarse). Los diversos referentes de las formas, encadenadas o en envolventes espirales, restablecían en sus ritmos –dados por simetrías y asimetrías naturales o intervenidasmúltiples lecturas que el espectador podía concebir mientras se desplazaba ante ella o a su alrededor. Esta vez el planteamiento es otro, sin que aquél se rescinda. Un más pronunciado lirismo, que incluso advierte y devela voluptuosidad y erotismo en convexidades, hendiduras, grietas y cavidades de la roca; un tratamiento menos atento al plano espacial que al conceptual y un indagar más en lo hondo de la sustancia que en sus tensiones, despliegues y conversiones, caracterizan esta nueva etapa en su obra. Reafirma con ella su siempre viva voluntad renovadora. Para concluir debo agregar que entre los escultores venezolanos de bien ganado prestigio en nuestro tiempo, Valentín Malaver representa para mí una virtud: la del infatigable explorador que sitúa ante nuestros ojos los hechizos de la piedra para que ella nos hable desde la semejanza cósmica que somos. 2009
Valentín Malaver, escultor El gran día de guarame
Ramón Palomares
Bendiga Dios mi Isla Dios bendiga su gran patio marino y guarde en mí al niño que despierta bajo la turbulencia de incesantes pájaros dando vueltas al cielo de Guarame, el cielo que gira siempre en mí. Entonces el gran patio marino se revolvía furioso persiguiéndome con sus fósiles y cangrejos gritando que había robado su yesca de coral y cegado sus ojos que hacen brillar el agua. Yo me refugiaba en las piedras hasta verme crecer hecho a su condición austera y tenaz pues la piedra es carne celeste y furia de lo profundo y en sus revelaciones me regaló una estela verde azul y verde nocturno donde me reconozco del agua y de los pájaros: el agua que me devoraba en el sueño y aquellos incansables voladores que nunca se perchan ni detienen acezando en el cielo. Día de Guarame, mi pueblo y también mi canto rodado y corazón de piedra; su pulso en mí es pulso del magma. Y así, de todo cuanto fuera el Gran Día de Guarame el aire hizo en mí su hermoso y noble oficio
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ESCULTOR
La verdad que vivo, la intensa realidad que impulsa en mí el Amor. Y al asumirme en cada imagen, cada ilusión en el gesto que amaga el cincel se abre la bella Serpentina y el mármol se aviva a la distancia. Y Ofelia es mi compañera de vuelo. Así en mi constancia hacia esta puerta única me veo ascender los reinos de la sombra irradiando mis lugares sagrados y asemejando en el prodigio de vivir un inmenso y luminoso insecto estelar. Mérida, marzo de 2009
Volúmenes en forma de “V”
Luis Aníbal Velásquez
El pájaro con overol y huso horario Una residencia con utensilios de labranza De patio a patio el mantel de hule y la antigüedad del mar ¿Cuántos huesos por armar? Me siento en el muelle La conversación detrás de la luna me lleva a la mesa ancestral Un cincel y un libro abierto Los pelícanos cambian de estación en el azul Y atraviesan el disco solar
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La piedra
Luis Malaver
En tanto tiempo no he encontrado la piedra que te nombre Me dicen que está en tantos picos espigas alas plegadas curvas imposibles peces fósiles reverdecidos cadenas amables Quizás tengan razón tantas personas no pueden estar confundidas además todas tienen una V y una M mayúsculas cinceladas en lo cincelado menos aquella en el jardín que no mira ni al mar ni a la montaña porque los reúne dentro y que es quizás la más tuya por inacabada porque se detuvo contigo en el mismo punto muy temprano por la noche y otearon juntos otros cielos simultáneos Tal vez busque un imposible la piedra virgen que miraste con un cincel en los ojos y un susto tintineante en el corazón la que te tomó de la mano y te adentró en su abecedario abrió esa puerta para siempre que aún bate la brisa y ya no pudiste ser el mismo 45
Décimas para mi hermano Valentín Malaver Rosas
Emilio Malaver Rosas
I Con amor levantó el vuelo recorriendo el infinito contemplando lo bonito que suele brindar el cielo dejando atrás este suelo donde mostró su progreso con el arte y más que eso mostró su escultura tierna y como la vida es eterna un día vendrá de regreso II Con amor y con dulzura andará digo en mis versos recorriendo el universo la más grande arquitectura con valor y con dulzura sentirá gran emoción poniéndole corazón ya que en el arte se aferra para cuando vuelva a tierra traerá mejor visión
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III Recorrerá con pasión los planetas de otros mundos El anillo de Saturno le brindará inspiración Marte Mercurio Plutón Urano Venus Neptuno Júpiter como ninguno en tamaño estará viendo para luego ir recorriendo planetas uno por uno IV Andará lleno de encanto contemplando gran belleza que da la naturaleza la que lo ha inspirado tanto atrás ha quedado el llanto el reír así es mejor eso le da más valor más yo seguiré esperando a que regrese volando El Pelícano Mayor
Entrevista a Valentín Malaver
Franklin Fernández
Valentín Malaver es oriundo de Guarame, Estado Nueva Esparta, Venezuela. Nace en ese poblado isleño en el año de 1968. Se inició en el mundo artístico a partir del reconocimiento de las piedras y la madera de Playa Guacuco. Malaver ha participado en más de cien muestras plásticas entre individuales y colectivas, además de obtener una infinidad de reconocimientos como artista, sobre todo en el oriente del país. Alumno de Pedro Barreto (su mentor y maestro), Valentín se ha dedicado a preservar su memoria. Tributo compartido, pues de la misma forma expresaba el maestro sobre su alumno más querido: “La piedra es el material escogido por Valentín para realizar sus ideas. La piedra la trabaja insistentemente hasta llegar a la esencia, la síntesis de la forma y convertirla en excelentes y delicadas esculturas que van a embellecer el espacio”.
Guarame, más que el nombre de un pájaro, es el nombre de mi pueblo. La presencia del nombre de mi pueblo a través de la escultura. Valentín Malaver. F.F.: Usted nace en Guarame, Estado Nueva Esparta, en 1968. Valle margariteño que se levanta entre Guayamurí y Mata Siete. Una zona rica en minerales pétreos, fósiles marinos, arrecifes coralinos, aves y especies oceánicas… V.M.: Sí, fíjate. La casa donde nací, mi casa en Guarame, tenía un patio. El patio de mi casa era el mar, la playa, pero no había arena. Recuerdo perfectamente que habían muchas piedras en la orilla. 49
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Ese fue mi primer ambiente natural, mi primer entorno cercano, mi primer contacto directo con el arte. A primera vista eran playas donde varaban pedazos de palos, ramas secas, objetos, peces, trozos de madera y canto rodados. F.F.: ¿Qué son los canto rodados? V.M.: Los canto rodados son las piedras que, a través de los años, en el ir y venir de las olas, se transforman, se alizan, se pulen, se convierten en piedras pulidas: bolas de piedras pulidas. Los canto rodados son como los corazones de las piedras. Están en el fondo del mar, vuelven y regresan y, en ese constante ir y venir de olas, llegan a la playa. El rodar del oleaje, el movimiento de las olas, las llega a pulir. El canto rodado es una especie de escultura natural que se forman en el ir y venir de las aguas, son esculturas. F.F.: ¿Guarame, el nombre de su pueblo, se le debe a un ave que abunda en las faldas de la montaña de Guayamurí? V.M.: Sí. El Guarame es un pájaro nativo de la isla, es un pájaro que vuela mucho, no se queda en un solo sitio, vive volando. Hay una temporada en que esos pájaros llegan por cantidades, el pueblo se inunda de ellos y luego se van, emigran, cruzan el mar, siguen un rumbo desconocido. Tengo varias obras tituladas Guarame. En mis esculturas, siempre han estado presentes formas y nombres de aves, pero no necesariamente tienen que llevar nombres de aves y tener una forma específica de ave, pero los nombres y las formas están allí. Hay una intención de buscar, de mantener allí en forma permanente; el nombre de mi pueblo ¿Qué es Guarame? Yo te respondería hoy: Guarame, más que el nombre de un pájaro, es el nombre de mi pueblo. La presencia del nombre de mi pueblo a través de la escultura. F.F.: Usted se inicia en el mundo artístico a partir del reconocimiento de las piedras y la madera de Playa Guacuco. Se dice que es un escultor formado entre la sal, el mar, el viento y los pescadores de la isla ¿Cómo va madurando, cómo se va formando un escultor?
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V.M.: En mi caso, como bien te decía, es una experiencia de vida, una experiencia de vida que viene evolucionando desde mi infancia. Mis esculturas comienzan siendo lo que son: canto rodados. Canto rodados que generalmente intervenía. Yo les agregaba algunas cosas, como por ejemplo, una base de madera. De manera muy artesanal y muy ingenua, los intervenía. Algunas piedras me sugerían formas. Por ejemplo, tengo algunas piedras a las que hacía dibujos. Entonces a esas formas agregaba algunas líneas, algunos perfiles. Aún conservo algunas de esas piedras. Creo que hubo allí un intento de crear una ilusión o, por el contrario, fue mi primer intento de crear una escultura. Es decir, crear algo real, algo concreto, pero sin necesidad de cincelar, tallar o esculpir. Muy ingenuamente hacía esculturas que parecían ser esculturas y que no sabía si eran esculturas, porque yo no tenía en ese momento, ni la menor idea de qué era una escultura, de qué era eso. Buscaba formas simplemente. La palabra escultura para mí no existía. Estas piedras por lo general me sugerían formas animales. ¡Claro! Para mí eran formas muy artesanales. F.F.: ¿Cómo llega Valentín Malaver a la escultura? V.M.: Si me preguntas por los inicios antes de la escultura, te respondería; que sin el más mínimo conocimiento básico de qué era una escultura, llego a la escultura. Había una necesidad de buscar, de hallar, de encontrar y de recoger objetos, de intervenirlos. Hay que dejar claro que es algo que hacía desde niño, muy ingenuamente. En ningún momento tenía conciencia de ello. Fue un proceso, es y sigue siendo un proceso. En mis comienzos no había escultor. Ahora bien, el no saber fue lo que me motivó y me inspiró para ingresar a una escuela de arte. F.F.: ¿Cuándo y cómo descubre la piedra como elemento de expresión? ¿Por qué la piedra y no el barro, la madera, el hierro o el metal? V.M.: ¿Por qué las piedras? En primer lugar, porque ellas fueron mi primer contacto directo con el mundo. En segundo lugar, porque sencillamente siempre he trabajado con piedras. Te podría responder que desde mis inicios, desde los canto rodados hasta hoy,
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me interesa la piedra porque me parece un material inagotable. También por ser un material con el que me identifico y hasta los momentos no he sentido la necesidad de experimentar, de expresarme con otros materiales. No me niego a trabajar con otros materiales porque pienso que cada uno de ellos es un mundo distinto. Experimentar con otro es entrar en otra experiencia. Pero todavía, no ha llegado ese momento. Nunca me identifiqué con la madera, porque para mí es un mundo distinto al de las piedras. F.F.: ¿Cuáles son para usted las diferencias o las semejanzas, entre trabajar con un trozo de mármol o de piedra serpentina? V.M.: Hay una diferencia. Yo te podría decir, que la diferencia que yo veo entre la piedra serpentina y el mármol, es que la piedra serpentina está viva y el mármol no, la piedra serpentina tiene una energía que el mármol no me ofrece. El mármol es un elemento muy frío. Vale decir, que con referencia a mi trabajo, la comunicación y el lenguaje que he tenido con la serpentina, no lo he logrado con el mármol. F.F.: Una constante en toda su obra, es la obsesión por las tensiones entremezcladas de la materia: la espiral y la curva, lo laberíntico y lo enmarañado, lo vertical y lo horizontal, la flotabilidad y la suspensión, el descanso y el equilibrio, las formas alargadas y extendidas, lo arqueado y lo desplegado, lo flameante y lo ondulado, lo estático y lo cinético, el giro y el movimiento, las texturas ásperas y rugosas, lo delicado y lo pulido, los espacios llenos y vacíos. Todo ello prescrito, casi siempre, por nuevas formas, por nuevas ideas que se imponen… V.M.: Esa es una descripción de lo que tú vez y podría compartirla contigo. Mi trabajo tiene mucho que ver con el entorno y con mi realidad. Al parecer, mi realidad se ha hecho más consciente, la manera de ver y de entender el mundo que me rodea. De tal manera que, sin planteármelo y por la constante en mi trabajo, estoy viendo que, al fin, mi obra va teniendo un discurso, y ese discurso ha ido fluyendo solo. Ese discurso tiene que ver con lo que soy y con lo que he vivido. Insisto, es una experiencia de vida. Por eso podríamos ver en mis comienzos, en mis inicios, esos pájaros que
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salían y no salían, esos fósiles que parecían llegar a ser fósiles y no terminaban de serlo. Mi constante me está dando un discurso que antes yo no tenía claro. En ese sentido, estoy tratando de alimentar mi trabajo con la poesía. Por ejemplo, esas formas de las cuales hablamos: pájaros, aves, fósiles, cangrejos... son animales que han venido como persiguiéndome y están presente en mi trabajo porque forman parte de mi entorno. Estoy tratando; con la ayuda de la poesía, de convertir, de transformar todos estos elementos, todos estos animales, en metáforas. Sin caer en lo figurativo. Hay simplemente una búsqueda de la imagen, una sugerencia: quiero que mis esculturas vuelen sin ser aves. F.F.: ¿Por qué lo seduce tanto el vuelo, los pájaros y las aves? V.M.: Lo de las aves, la manada de aves sobre el arrecife o sobre el nuberío de Guayamurí; la manada de gaviotas o de pelícanos, tienen una relación directa con el valle donde nací, te lo comenté al principio. Lo del ave tiene que ver con mi tierra, tiene que ver con mi gente, tiene que ver con mi entorno, tiene que ver conmigo. Si el nombre de Guarame se lo debemos a un pájaro que habita en las inmediaciones de la isla, en las inmediaciones del valle de Guayamurí, también se lo debemos al hombre y su cultura. Lo de las aves, mi relación con las aves, también tiene que ver con mi interés por el vuelo, con la sensación de volar. También con la sensación de anchura y amplitud, cercanía y lejanía, altura y movimiento, equilibrio y permanencia, quietud y flotabilidad, que es lo que yo busco, lo que quiero lograr en mi escultura. F.F.: ¿Por qué lo seducen las huellas, los vestigios, los rastros, los restos fósiles? V.M.: Lo de las huellas y los vestigios, digamos que es una imagen que está en mí desde los inicios. Una de mis últimas exposiciones fue titulada “Rastro del tiempo”. Que para mí no es más que el rescate de la memoria. F.F.: Muchas de sus obras nos remiten hallazgos arqueológicos, esculturas primitivas, formas arcaicas, inmemoriales ¿Qué lo lleva a la creación o al descubrimiento de esas formas orgánicas, petrifica-
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das, prehistóricas, a la concepción de ellas y a la idea de sus títulos para sus piezas? V.M.: Mira, hay algo que de repente es bueno destacar allí en mi trabajo. Mis esculturas no me las planteo yo solo, mis esculturas salen a través de un lenguaje, de una comunicación directa entre la piedra y yo. Cuando trato de trabajar una piedra sin tomar en cuenta su personalidad; porque las piedras tienen personalidad propia, estoy violando, estoy violentando la piedra y el resultado no es el esperado. Para mí, y ya lo he dicho en otras oportunidades; las piedras tienen vida propia, las piedras tienen formas, las piedras hablan, las piedras deciden lo que quieren ser. Yo, solo soy obediente. Por eso el resultado son formas que voy descubriendo dentro de la misma piedra y que se hace presente. Llega un momento en que la escultura misma te dice lo que es, lo que ella es. Quiero que también se relacionen y las relacionen con la realidad de todos. Vivimos en un país petrolero, caminamos sobre fósiles donde el origen, la huella y el pasado, están presentes. Tenemos en nuestro país, nada más y nada menos, que parte del territorio más antiguo de la tierra. F.F.: A diferencia de Pedro Barreto o Gilberto Bejarano, usted no utiliza el color en sus esculturas. Sin embargo, uno puede apreciar ciertas tonalidades, ciertas gamas, ciertos matices, ciertas coloraciones naturales en muchas de ellas ¿Cuál es la importancia que usted le confiere al color en sus esculturas? ¿Cuál es su interés por el color? V.M.: El color en mis esculturas hace viva la obra. Sin el color no hay vida. El colorido que ofrece la piedra serpentina es un mundo para explorar, es un mundo rico en imágenes. Una de las cosas que caracteriza a la piedra serpentina es la riqueza de sus tonalidades. F.F.: ¿Usted pasa de lo nimio a lo monumental y viceversa? ¿Qué papel juegan las diferencias de escalas, tamaños, dimensiones y volúmenes en su obra? V.M.: Una de las cosas que quiero comenzar a hacer y que es lo que me está llevando de nuevo hacia Margarita, por razones de espacio, es la idea de comenzar a trabajar obras de gran formato.
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Eso sí, aún pensando en el formato grande, quiero que las piedras pesen menos, hacerlas más livianas y que sean como líneas flotando en el espacio. Quiero que cuando el público contemple mis esculturas más recientes, no noten el peso de la piedra sino su liviandad, quiero que se fijen en su flotabilidad, en la sutileza del trabajo... F.F.: ¿Cómo lograr que la piedra levite, gravite, pese menos como usted desea, en los nuevos espacios o entornos del arte contemporáneo? ¿Cómo lograr que la piedra se mueva a la misma velocidad con que se mueve el mundo del arte, el mundo de hoy? ¿Crees que con la utilización de nuevos materiales; los materiales más modernos, dejando atrás los materiales tradicionales y convencionales, pueda lograr y concretar sus objetivos? V.M.: Yo creo que sí. Uno de mis retos es tratar de lograr que mis piedras, más allá de ser piedras, se conviertan en un material liviano que gravite, que flote y que pueda convivir, con los materiales más modernos utilizados en el arte contemporáneo. Es un reto que me impongo desde ahora, desde siempre... F.F.: ¿Trabaja muchas horas por día? ¿Trabaja varios días por horas? ¿Trabaja todos los días? ¿Cómo trabaja, cómo organiza su tiempo un escultor? V.M.: Yo trabajo mis esculturas aproximadamente entre ocho y diez horas diarias. Me refiero a la parte física, porque mis ideas no se detienen nunca. Quiero dejar claro, que en ningún momento se detiene mi proceso creativo. Estoy permanentemente moldeando, esculpiendo ideas, pensando en mis esculturas. Incluso sueño con ellas. Te puedo decir, que nunca sueño con lo que estoy haciendo en el momento, sueño con lo que vendrá... F.F.: A nombrado el mármol y la serpentina en varias oportunidades, ¿qué otro tipo de piedras utiliza para sus obras y por qué? ¿Qué instrumentos emplea para darle forma y vida a las piedras? ¿Qué herramientas utiliza para el trabajo? V.M.: Yo siempre utilizo la serpentina y el mármol. Hay otro tipo de piedra que estoy trabajando ahora. Es una piedra muy dura que me está dando buenos resultados. Pero mi trabajo, desde que
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estoy en la escultura, lo he desarrollado con la piedra serpentina, que no es la misma piedra jabón (que es serpentina también), utilizada por los artesanos. Y las herramientas que utilizo actualmente para trabajar mis esculturas son el taladro, el esmeril y la lijadora. Yo tengo como cinco años o más que no utilizo un cincel, que no utilizo un martillo. Mi cincel es un taladro. F.F.: ¿Es la roca la que define la obra o hay una forma preconcebida en la imaginación? ¿Tiene una idea clara o precisa desde el principio? V.M.: Bueno, sí, siempre tengo una idea de cómo voy a comenzar, lo que no sé, a veces, es cómo puede terminar la obra, cómo voy a terminar la escultura. Ya que solo no depende de mí sino también de la piedra. Por ejemplo, si yo digo que las piedras hablan, ¿cuándo verdaderamente comienzan hablar las piedras? Comienzan a hablar en el momento que se quiebran cuando las estoy trabajando. Los quiebres y las fracturas, para mí no son accidentes, no forman parte del azar. Sencillamente forman parte de la obra. Son una manera de sugerirme formas que no estaban planteadas y que me van permitiendo ir evolucionando en el trabajo. F.F.: Dice que tiene una idea clara de cómo va a comenzar el trabajo. Pero, ¿siente alguna premonición, algún presentimiento previo al trabajo? V.M.: Nunca. Porque yo estoy trabajando la obra consciente de que la estamos realizando entre dos. F.F.: Usted dice que las piedras hablan, que las piedras enmudecen, que las piedras sugieren ¿Qué le dice a las piedras y ellas que le dicen a usted? ¿Hasta qué punto han sido importantes las piedras en su vida? V.M.: Han sido tan importantes que forman parte de mí, ya que yo me he casado con la escultura y las piedras son el alma o la vida de ese matrimonio. Y son precisamente las piedras las que me han permitido ser utilizadas como mi medio de expresión. Han sido tan importantes, que la experiencia que he tenido con las pie-
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dras, me han llevado definitivamente a escribir sobre ellas y lo estoy haciendo. F.F.: ¿Qué artistas han influido en usted, en su proceso creativo, en su creación y evolución plástica, en su vida? V.M.: Podríamos volver a retomar la palabra “entorno”. He tenido la fortuna de tener en mi entorno la obra y la presencia de un artista como Francisco Narváez; aunque no lo conocí personalmente. También la obra y la presencia de Pedro Barreto y Gladys Meneses. Desde la poesía he contado con la presencia del poeta Gustavo Pereira. Su poesía ha sido determinante en mi trabajo. También he contado con la presencia de los arquitectos Bernabé Ruiz y Fruto Vivas. Trajo sus frutos... Entre los artistas internacionales incluiría a Chillida que es muy importante en mi trabajo. También a Henry Moore y Brancusi. Por otro lado, he contado con los apoyos de los críticos Juan Carlos Palenzuela y Bélgica Rodríguez. También le debo mucho a Mariela Provenzali, todos ellos han sido muy importantes en mi formación plástica e intelectual. Pero también he contado con la presencia de una persona muy especial, muy importante para mí: Angélica García, mi esposa, mi compañera de viajes. F.F.: ¿Cuál es su relación con el dibujo o la pintura, la música o la poesía? V.M.: Soy muy mal dibujante y muy mal pintor. Pero a mi me gusta mucho el dibujo y la pintura. Me gusta mucho la poesía, trato siempre de tener contacto con ella, me alimenta. Por otro lado, soy un músico frustrado, pero me gusta muchísimo la música. La música forma parte de mí. Yo estudié música hace muchos años. Estudiando música inmediatamente me di cuenta de lo que quería. Viendo que no era lo que buscaba, me inscribo en la escuela de artes plásticas. Fue un salto importante, ya que desde la música, me encuentro por primera vez con la escultura, que si era lo que estaba buscando. La escultura es lo que se mantiene y me mantiene. Es lo que he estado haciendo hasta el día de hoy.
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F.F.: Si tuviese que describirse o esculpirse asimismo, ¿cómo se esculpiría? ¿Cómo se describiría asimismo Valentín Malaver? V.M.: Yo tengo un amigo, Carlos Barreto, que siempre me dice que mis esculturas no son fósiles sino autorretratos míos, por mi nariz... (Risas). F.F.: ¿Cómo fue su experiencia y su estadía en París? ¿Qué impresión se trae de Francia, de sus artistas y de sus museos? V.M.: Es una experiencia que todo estudiante de arte, o todo artista, quisiera tener. Poder ver en vivo las obras de los grandes, las grandes obras que forman parte de la historia del arte. París es una gran ciudad. Me impresionó su arquitectura, sus grandes museos. Es una ciudad que lo alimenta a uno desde un punto de vista artístico, que nutre y nos hace ver la importancia de las artes en el mundo. Agradezco mucho a la embajada de Francia. Y además agradecer también a los artistas, a los críticos que conformaron el jurado para otorgarme ese premio. Fue un viaje muy breve, de pocos días, pero tuve la suerte de tener en París el apoyo de un amigo, de un compañero, el artista plástico Carlos Poveda, quien me orientó y me sirvió de guía en Francia. Se lo agradezco mucho. F.F.: ¿Cómo ha ido evolucionando su obra en estos últimos años? V.M.: Yo te decía fuera de la entrevista y te lo vuelvo a decir para que lo apuntes, que yo veo a mis esculturas como a un niño, como a un niño que va creciendo y que, este niño, ya está hablando, va obteniendo su propio lenguaje. Claro, a este niño le falta mucho por crecer y por hablar... F.F.: Para usted, ¿cuál debería ser la primera responsabilidad de un artista docente? ¿Qué le diría, qué recomendaría a los estudiantes que se inician por primera vez en el mundo de la escultura? V.M.: En principio, un docente tiene que tener olfato, un docente debe descubrir, debe tantear, debe saber si el estudiante tiene talento o no. Hay que tener instinto para eso. Si el estudiante tiene talento y eso se percibe, hay que estimularlo y orientarlo. Hay que orientarlo hacia la especialidad que al estudiante más le guste, con
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la cual él se sienta afín, se sienta cómodo. Lo más importante que hay que decirle al alumno es que es muy importante la disciplina, eso hay que decírselo desde el principio, todos los días: oficio, oficio y más oficio, disciplina, disciplina y más disciplina. Que entiendan que sin eso, sin el oficio y sin la disciplina, no hay talento que valga. F.F.: ¿Quiere dejar un precedente en la escultura venezolana? V.M.: Trabajo mi obra porque siento una gran pasión por la escultura, y es el medio que utilizo para expresarme. El artista trabaja con la intención de ver evolucionar su trabajo. Será el tiempo el que dirá si habré dejado una huella o habré aportado algo a la escultura venezolana.
Entrevista publicada en el libro de entrevistas: “La Imagen Doble”, Fundación Editorial El Perro y La Rana, Caracas, 2006. Páginas 242 a 263.
A Valentín, de corazón...
Ofelia Garcia de Malaver
1- En los años ’90 se usaban vestidos picoteados en los ruedos, Maryuri una sobrina de Valentín, le regaló a la negra, su tía política, un vestido de esos. Se hizo una reunión familiar y la negra llegó luciendo su vestido; Valentín al verla con su vestido picoteado pone cara de pícaro y sonriendo dice: “Miren la negra se metió por las matas de arrancacabellos que le rompió el vestido”. Todos volteamos, soltamos las risas. Él siempre salía con sus ocurrencias para hacernos reír. 2- Nuestra camioneta Caribe era unas de las herramientas de Valentín para cargar las piedras para sus esculturas; yo la llamaba la súper camioneta. La Caribe se deterioraba con el tiempo y el trabajo de carga. Un día, reunido con sus sobrinos, cuando se despegaba un rato de hacer sus esculturas, uno de ellos le dice: “Valentín, porque no le metes una manito a la Caribe para arreglarla”, y él le respondió riéndose: “No joda no sólo tendré que meterle las manos sino también los codos, los brazos los pies”… y enseguida resonaron las risas. 3-En unos de esos compartir con nuestros amigos queridos cargados de chistes, nos decía: “A Ofelia la voy a llevar a pasear y conocer una de las islas del Caribe, a Margarita”. 4- En unos de los viajes a la isla, antes de venir a quedarnos a vivir, veníamos a adelantar los trabajos de la construcción de la casa. Valentín se tomaba un tiempito para compartir con los amigos, primos y hermanos tomándose las cervecitas, ya en la tarde noche le daba por pasear de extremo a extremo por su pueblo, Guarame, 61
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con la música a volumen alto, sobre todo música folclórica y la que le pedían los acompañantes, a los cuales complacía. Al llegar a la casa yo le decía: “Vale, qué locura es esa de andar vuelta y vuelta por el pueblo, tomados y la música a volumen alto, y me respondió: “Mi amor, aquí en el pueblo no pasa nada, eso es para que mañana tengan de que hablar y se distraigan un poco.
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Contenido
Presentación Víctor Luckert Barela
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Valentín Malaver. la poesía está hecha de piedra Pedro Salima
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La dualidad de Valentín Luis A. Velásquez
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Valentín Malaver Pedro Rosas
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Tatiana y la Chiva Negra de Valentín Malaver Reina Rada
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Valentín malaver: piedra del arte y la amistad Ramón Ordaz
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Valentín Malaver, una piedra de corazón blando Luis Malaver
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Viendo esculpir a Valentín Malaver Ramón Ordaz
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Valentín es el nombre de tu raza alada Reina Rada
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Valentín Malaver. La Piedra y su Alma de Aire Luis Alberto Crespo
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Para celebrar a Valentín Malaver Gustavo Pereira
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Valentín Malaver, escultor. El gran día de guarame Ramón Palomares
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Volúmenes en forma de “V” Luis Aníbal Velásquez
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La piedra Luis Malaver
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Décimas para mi hermano Valentín Malaver Rosas Emilio Malaver Rosas
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Entrevista a Valentín Malaver Franklin Fernández
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A Valentín, de corazón... Ofelia Garcia de Malaver
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La presente edición del libro en Homenaje a Valentín Malaver perteneciente a la Colección Jesús Enrique Guédez Ediciones del CNAC se terminó de imprimir en Producciones Editoriales C.A., Telf. 0416-674 35 57 / proedito@gmail.com Mérida, Venezuela en el mes de octubre de 2014