MELIDATOS ED#1

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SALUD

Riesgo de enfermedades. El sabor de las comidas de nuestras abuelas ya no es fácil de encontrar. La transformación industrial de los alimentos trajo progresos pero también La próxima generación podría vivir menos años que sus padres por problemas de obesidad y diabetes.

e estima que en países occidentales como el nuestro, el promedio de comida ingerida por una persona durante toda su vida es de 2 a 3 toneladas. Teniendo en cuenta estas enormes cifras, no es novedad que los alimentos se encuentren relacionados con las enfermedades que padecemos. Por ejemplo, se considera que el 35% de los casos de cáncer se deben a los malos hábitos alimentarios. En los últimos cuarenta años, nuestros hábitos alimentarios han tenido una transformación cultural y sociológica que nos hace comer no siguiendo nuestros instintos y deseos sino por imposición de fuerzas externas, como corporaciones de la industria alimentaria que quieren que comamos lo que ellos producen para aumentar sus ganancias, independientemente de la calidad de sus productos. Algo se ha hecho evidente durante estos últimos años: ¿Qué sucede con la leche que ahora nunca se corta? ¿Por qué la Universidad de Harvard recomienda limitar el consumo de lácteos? ¿Por qué están teniendo menos sabor los vegetales que conseguimos en las verdulerías? ¿Qué es el jarabe de alta fructosa que aparece en la mayoría de los productos? ¿Por qué están aumentando en nuestro país los casos de enfermedad celíaca? ¿Por qué hay cada vez más niños obesos? El desmesurado aumento de los casos de obesidad infantil en el mundo llevó hace poco a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a advertir que la actual generación de niños “podría ser la primera en muchísimo tiempo en tener una esperanza de vida menos elevada que la de sus padres”. Asimismo las alergias alimentarias son un problema creciente. Aunque no se conoce en profundidad las razones de este cambio, la prevalencia de las alergias alimentarias y las reacciones severas asociadas a ellas parece estar aumentando. Lo mismo sucede con las enfermedades crónicas no transmisibles: obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.

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Asumir responsabilidades Hoy se sabe que las personas no podemos garantizar la calidad y seguridad de los alimentos que consumimos, por lo que es imprescindible el compromiso de la industria y todos los niveles de responsabilidad (gobierno, empresas, entidades científicas, universidades, profesionales de la salud, medios de comunicación) que son los que deben planificar y organizar acciones concretas para ayudarnos a elegir a favor de nuestra salud. Sólo la ciencia y la industria están en condiciones de mantener y mejorar la calidad de los productos; de eliminar sustancias perniciosas para reducir los riesgos de enfermedad. Los avances en bromatología, bioquímica y nutrición han permitido enormes progresos, aunque con el alto costo de privar a los consumidores de muchos productos naturales y a distanciarlos de las comidas caseras. El sabor de las comidas de nuestras abuelas ya no es fácil de encontrar. Una información nutricional certera y fácil de entender, junto a una mejor educación acerca de cómo usar esta información para realizar elecciones saludables y económicas, debe ser el eje de las intervenciones de todos los sectores involucrados. Esas acciones deben apuntar a educar a las nuevas familias y a la nutrición de sus niños. Hace unos meses la joven periodista argentina Soledad Barruti publicó el libro “Malcomidos”. Esta original y audaz publicación hace una fuerte crítica a una cadena agroalimentaria diciendo “armados con un arsenal que incluye topadoras, grandes y modernas máquinas, millones de litros de agroquímicos y semillas transgénicas de multinacionales, la frontera agrícola industrial que produce commodities que cotizan altísimo en las Bolsas del mundo se extiende de manera ilimitada, mientras desbarata la que queda de un país que históricamente supo hacer alimentos sanos para todos.”

Juan Martín Romano / Para Clarín Buena Vida

efectos indeseados.


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