Alkarren barri 182 (Urtarrila)

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¡Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente! (Sal 71, 7)

Amatasunaren doe ederra ospatzen dogu

Zuzentasuna Jaungoikoagandik dator

La liturgia del primer día del año hace eco a la celebración del Nacimiento de Jesús. Así como el día de Navidad poníamos los ojos y el corazón en la cuna de Belén, contemplando al Hijo de Dios hecho carne, ocho días después, el uno de enero, volvemos los ojos a su Madre, a María, celebrando con gozo esta fiesta mariana, que desde los primeros siglos de nuestra fe, los cristianos han venerado con el término griego de Theotokos, es decir, la Madre de Dios. Es, por tanto, un día para celebrar el don precioso de la maternidad y para poner el corazón en esa maternidad de María, contemplándola como fuente de vida, de quien Jesús toma nuestra propia carne, dando a luz a nuestro Salvador.

La paz es una realidad mucho más profunda que la mera ausencia de guerra. La Sagrada Escritura, en efecto, nos habla de la paz como fruto de la justicia y directamente dependiente de ella. Una justicia que tampoco es simplemente obra humana, sino que brota de Dios y, desde Él, de quienes son penetrados por su Reino y transformados interiormente. La puerta a este Reino es la acogida de Dios y la conversión a Él. San Pablo nos dice que “el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14, 17). En términos similares se expresa el Concilio Vaticano II cuando afirma que la paz es fruto de la caridad y de la justicia, nace del amor al prójimo y es imagen y efecto de la paz de Cristo (cfr. GS, 78).

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Zuzentasunetik sortzen dan bakea behar da Además, este primer día del año quiere hacer memoria del nuevo horizonte abierto a la humanidad por el nacimiento del Señor. Lo expresa muy bien el Salmo 71, que nos habla de un rey que supera cualquier concepción humana del reinado, y nos habla de su reino, un reino de justicia y paz, de santidad y de gracia, de amor y misericordia. Efectivamente, este salmo hace referencia a un reinado del todo singular, el reinado de Dios, que es capaz de colmar los deseos y aspiraciones más profundos que se esconden en el corazón humano. Este rey, nos dice el salmista, gobernará a los pobres con equidad, hará justicia a los desheredados, salvará a los hijos de los desvalidos, aplastará a los opresores (cfr. Sal 71, 24). Y como recapitulación de dicho reinado, el salmo proclama que en sus días florecerá la justicia y la paz abundará eternamente (Sal 71, 7). Se nos habla de una paz que brota de la justicia, que nos trae este rey de Salem, es decir, este rey de paz. Esta palabra hebrea, Shalom, habitualmente traducida por paz, tiene un contenido muy rico. Significa, efectivamente paz, pero también bendición, salud, bienestar, gloria, felicidad, salvación.

Jesusek erakusten dauz maitasunaren, zuzentasunaren eta bakearen bideak En la historia de la humanidad brota continuamente este anhelo de justicia y paz frente a tanto sufrimiento, injusticia y violencia. Es la voz de los que sufren pobreza, soledad, o violencia que clama ante el Padre. Con el nacimiento del Hijo de Dios, el Padre se ha inclinado sobre nosotros y por medio de la Encarnación del Hijo se inicia el camino de la salvación que conduce a la justicia y a la paz. Como afirma el salmista, Él asienta nuestros pies sobre roca y pone en nuestros labios el cántico nuevo (cfr. Salmo 39, 1-4). Jesús no cesa de venir a nosotros y mostrarnos los caminos del amor, la justicia y la paz. Pero este camino comienza en el corazón de cada hombre y mujer que se abre al misterio de Dios e inicia el camino de la conversión, rechazando toda violencia y egoísmo, y emprendiendo la senda del amor. En definitiva, es el camino de las bienaventuranzas que comienza en la extrema humildad, expresión de amor perfecto, del portal de Belén. Todos somos invitados a recorrer este camino, a partir de Belén siendo sembradores de 4

paz, edificando una ciudad nueva, digna del hombre, donde prevalezca la cultura de la paz, del perdón y de la reconciliación. Etorri daitela argia bake egarri dan lurrera Nuestra sociedad está necesitada de una pedagogía y espiritualidad de la paz. En este sentido, el Concilio Vaticano II nos recuerda que la misión de la Iglesia se realiza por medio del testimonio de vida; por el amor y compromiso de los cristianos en la edificación de la paz; por la predicación de la Palabra de Dios capaz de generar el encuentro con Jesucristo vivo; y por la celebración de los misterios del Señor en los sacramentos, que nos sumergen en la corriente de amor, justicia, paz y salvación que brotan del Misterio Pascual (cfr. AG, 5). ¡Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente! Queremos hacer nuestras estas palabras. Estos días de los que habla el salmista, pueden comenzar a hacerse realidad hoy en la medida en que hacemos presente el Reino de Dios en nuestra sociedad. Hacer presente el Reino es una tarea ardua, pero apasionante, en la certeza de que, en último término es un don de Dios que tenemos que pedir en la oración y por el que tenemos que comprometernos en nuestro trabajo cotidiano. Que en nuestra tierra, sedienta de paz, brote este don como signo y testimonio de que ciertamente hemos acogido en nuestra vida y en nuestros hogares, en nuestra tierra y en nuestra historia, al Enmanuel, al Dios con nosotros. Que el Señor os bendiga en el año que hemos comenzado y que Él nos conceda el don de la paz. Urte berri on, feliz 2011. Con afecto. + Mario Iceta Gabicagogeascoa Obispo de Bilbao

enero2011


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