Jorge Aulicino/ El libro de los lugares sagrados/ El río/ Corredores en el parque

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Aulicino, Jorge

El libro de los lugares sagrados/ Jorge Aulicino - 1a ed. - Ciudad

Autónoma de Buenos Aires: Barnacle, 2022.

50 p.; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-4044-89-1

1. Poesía Argentina. I. Título. CDD A861

Editor General: AlbertoCisnero

Diseño de tapa: AzúcarRamón y MerlinaH.Cisnero

Primera edición: Mayo de 2022

(c) 2022, Jorge Aulicino

Buenos Aires- Argentina

ISBN 978-987-4044-89-1

BARNACLE

Libroshomogéneosycomerciales barnacle.cia @gmail.com www.barnacle.com.ar

Impreso en la Argentina

PrintedinArgentina

Queda hecho el depósito que previene la ley 11723

SantuariodeMinerva

Bath,Inglaterra

1

Sólo nuestra especie se conmueve por sus ruinas y las cosas que amó y ya no ama, porque aspira a los permanentes movimientos de hojas y estrellas. Al viento y las praderas, los matorrales que una y otra vez se podan como los que crecen cerca de la estación de Reading.

2

Más que las aguas de azufre y el hollín en las columnas, pesa la presencia de la diosa en la cueva de Bath.

Caverna alejada del mar en una isla bárbara, murmullo de los penitentes, sus deseos grabados en bronco latín en monedas de material barato.

3

Campos que se bebieron la sangre, cubiertos de un terciopelo verde —amarillo en otoño y en los duros inviernos—. Ya no cantan druidas entre piedras lejanas. Un tren detenido es ahora el prodigio.

BarriodeAlmagro

BuenosAires

1

En esa torre gastada y algo solemne de la década del 30 vivía la poeta Irene; al final de un corredor austero hay un ascensor oscuro y en el quinto piso, desde una ventana lateral, ella veía el mar cuando quería.

Con el eterno velero que da esperanzas o con unas nubes negras que se levantaban desde el horizonte. En realidad, no negras, oscuras pero grises, ella apreciaba los matices.

2

Los techos de tejas de una Roma que es bruma en tu mente atraen y avivan la ansiedad.

En cambio los techos de esta ciudad tuya que envejecen lavados por la lluvia y están cruzados de remiendos, parches de alquitrán, cables, dejan respirar.

Llega la libertad del Río, el oxígeno todavía salvaje.

Abajo, los detalles de la vida son inabordables, los perfiles infinitos, llamando cada uno a que te detengas: ese revoque gastado, esta guirnalda de mampostería veteada de humedad, ese mármol roto.

Es la multiplicación de objetos, no del elemento. Y eso impulsa al tipo que sos hacia adelante, en busca de otro más.

Como cuando —imaginaste— el pastor subió al monte sagrado y vio que más allá se extendía una inmensidad de montes y almas.

Las ciudades deberían ser vistas desde lejos.

Son como medusas en la arena.

La vista se serena, el ojo ya no pide la repetición, el círculo del halcón criollo en el enorme oxígeno nos lleva la mirada.

EL LIBRO DE LOS LUGARES SAGRADOS de JorgeAulicino fue impreso en la nobilísima ciudad de Buenos Aires, año veintidós del siglo.

TOLLE, LEGE

ELRÍO

YOTROSPOEMAS

ELRÍO

YOTROSPOEMAS

Jorge Aulicino

1. El río

El amigo dice todo está como era entonces y sólo él sabe cómo está, cómo era y cuál es el entonces. El muelle industrial está callado y lo golpean ligeramente las olas del río. La arena está como el año en que Gauguin soñó los amarillos. Las grúas no son las mismas, tienen más revoluciones, son electrónicas, robóticas. El amigo sigue hecho de sal y de carne. Camina por el borde del agua y su zapato pisa un charco de agua aceitosa. Barro industrial, le digo. Se da vuelta. No sé si sonríe. Ya está oscuro. Un animal alza el vuelo tras las grúas y le hace fondo.

Flotando como un rey sobre su angarilla, desmayado en medio de sus propias guerras, podías haber llegado a Uruguayana y no habrías visto las escuadras que una vez pintó Cándido López tal como él las vio el 18 de setiembre de 1865. Tan cándidos como López aquellos batallones en la vista área y los pequeños jinetes llevando ¿qué?: ¿alegrías?, ¿mensajes?, ¿unos sonidos guturales? No hay ser ni palabras en Cándido, sólo el hormigueo humano sobre sus tibios colores.

Pensá un poco: sin un brazo, paciente, entrenando la otra mano, no para estar allí, sino para no estar, ve López cómo el tiempo deconstruye mejor que los deconstructivistas. Y es alegría lo que siente. Alegría por todos sus colores marrón, celeste, y el ocre, el verde, pálidos— en que la destrucción abominable del hombre por el hombre deviene. Se diría un sueño y no es más que la distancia; y sólo un ápice de distancia sideral. Como quien volvió de los muertos López pintaba.

ué necia circunstancia me puso a mirar el marco de un cartel a esta hora, y tras él maderas podridas de un embarcadero? Sé cómo se puede vivir en la Luna; encararía a alguno y le diría “mi ataraxia es una nube que descendía tanto, tanto, sobre una canoa”.

Puedo estar ausente de esto, y de todo, diría, pero hoy me persigue esta madera, en esta veo la sustancia del momento pegada a ella, como si transpirase de ella, y todo embarga y fascina, no impide la vida, sino que uno se ve de pronto algo más que ligado al ambiente de la madera, el marco del cartel, la casa del embarcadero sospechoso: se ve absorbido por un implacable

Maelström, del que nunca volvió nadie, y si volvió tenía algas pegoteadas, papeles deshechos en la cara. Es “una multitud de despeñaderos”,* y eso solo es inimaginable.

Pero a ser eso tienden esta madera gris y sus resquebrajaduras. El tiempo la trabajó allí. Poner se puede un ancla en el río, pero no hay ancla que impida el avance del mal tiempo sobre la madera y que las nubes respiren en ella, rastros se pierdan en la madera.

* Poe ¿Q

Ni el capitalismo ni el liberalismo nos cambiaron la vida, la apertura a las importaciones no incluyó la guillotina, la Casa de Indias envejeció junto con nosotros y hemos sido monárquicos hasta cansarnos. Rezamos, como corresponde, al gauchito, y toda epifanía habida sobre el río la enterramos, dada su anunciada peligrosidad. Somos una raza de analfabetos que camina predicando que esa tecnología que se oxida en la costa y al lado de las carreteras nos va a hacer indiferentes y de plástico, cómodos, parturientos, egoístas como los ingleses, y de este modo la pasamos bomba mientras agonizan todos los viejos propósitos, los diarios vuelan de nuestras manos, la calidad del crepúsculo aumenta. La calidad de los asadores. La calidad de nuestra clase media, la calidad de nuestras confesiones, el amor a los pájaros, los espacios, la incontaminación del suelo.

Índice

1. El río/ 7

2. Añadidura

Lovecraft: En las montañas de la locura/ 45

Mímesis/ 46

Carpe diem/ 47

Visión con poema: En una estación del metro/ 48

Lágrimas de una bruja joven/ 49

A un poema de Charles Bukowsky/ 50

Stevenson: El diablo en la botella/ 51

El otro lado/ 52

El Paraná/ 53

Selfies vistas en la madrugada/ 54

Nueva Caledonia/ 55

Habla Agamenón/ 56

Buonarroti: Escultura inconclusa de David-Apolo/ 57

Paisaje concluso/ 58

Cambios de piel/ 59

Descomposición y mercado (elegía)/ 60

Admonición del maestro/ 61

La bandera idolatrada/ 62

Ezra Pound sentado en las escaleras de la Dogana/ 63

La política económica/ 64

Gloria in excelsis Deo/ 65

EL RÍO Y OTROS POEMAS de Jorge Aulicino

fue impreso en la nobilísima ciudad de Buenos Aires. Año diecinueve del siglo TOLLE, LEGE.

CORREDORES ENELPARQUE

CORREDORES ENELPARQUE

Jorge Aulicino

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