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Rincón del libro

Balcei 201 mayo 2022

#alcorisasaleunida

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rincón del libro “El lector incorregible” josé Luis Melero

José Luis Melero.

“La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes lo que te puede tocar”. La frase es de Forrest Gump.

El libro que presentamos hoy es una enorme caja de bombones. Su autor no necesita presentación pues en Alcorisa y Aragón se sabe que Pepe Melero es bibliófilo, escritor, periodista, tertuliano, entendido en jotas, zaragocista acérrimo, Académico de san Luis, defensor de los necesitados, amigo de todos…

El lector incorregible es un compendio de artículos escritos y publicados en el Heraldo de Aragón por Melero desde 2015 al 2018.

Como el autor es tan prolífico y tiene tanta capacidad para llegar a tantos frentes, sus artículos son variados, plurales y diversos. Ahora bien, todos ellos tienen calidad, vida a raudales, aragonesismo y buen gusto. Entre otras cualidades que se pudieran añadir.

Sin duda, es obligatorio partir, en esta pequeña aproximación, del propio ideario que el autor resume en su capítulo LIMINAR (sic):

“Mis lectores incorregibles conocen de sobra lo que van a encontrar en estas páginas: mucha pasión por los libros y la literatura, algunos pocos saberes inútiles, interés por no tomarme nunca demasiado en serio, voluntad de condimentar todo con algo de humor, y un tono que siempre pretendo que sea amable y confianzudo, para que las horas de lectura se pasen sin darse uno cuenta. Nada me gustaría más que un día, al encontrarnos en cualquier librería, pudierais decirme que las historia de este libro os habrán proporcionado un poco de felicidad. Todo entonces habrá merecido la pena.”

Los bombones a escoger son tan variados que van desde los Aragoneses en los libros a las cloacas del estado, de la Jota como cultura viva a los verdugos del tardofranquismo, del origen de la canción “La vaca lechera” a la caja y cajas de música relacionadas con el imprescindible Ramón Acín, de Educación y de Fútbol o de ambas cosas a la vez, del feminismo a bodas románticas, de historias emotivas de nuestra guerra civil a filosofía de vida (contra la amargura).

Es imposible, pues, no encontrar un gusto o sabor que no te agrade y puede que la gran mayoría. Y los bombones son tan breves y con tan buen sabor… Además estos no engordan sino que estimulan positivamente.

Es curioso, además, observar cómo todos estos artículos insertados en un contexto temporal y político tuvieron en su día una vigencia y un sentido que los colocaban acertadamente en el hoy informativo. Han pasado para muchos de ellos varios años y siguen siendo vigentes, siguen siendo sabrosos e intemporales, casi, casi podríamos decir que se acercan a lo clásico. Y además aragoneses.

Atrévanse con este producto de confitería. Sé que les durará poco. Pero estoy seguro que podrán decirle a Pepe Melero que les han proporcionado un mucho de felicidad.

jesús Félez

“El café de la granota” jesús Moncada

Jesús Moncada.

Nos sucede a menudo que, por cercano, desconocemos tesoros o paisajes u obras para las que no prestamos la suficiente atención. En Teruel tenemos la mayoría de los pueblos más bellos de España que apenas conocemos o visitantes nos descubren la belleza de paisajes o cielos que, por repetidos, no sabemos descubrir. En la cultura, suele pasarnos de la misma manera.

Jesús Moncada es un escritor aragonés, premio de las Letras Aragonesas 2004 que descubrió, tras haber acabado sus estudios de maestro, que se podía escribir en catalán —pensaba que seguía prohibido—, el catalán de su pueblo y realizó una labor de rescate y de creación de belleza espléndida. Con pocas teclas del ordenador, se acercarán ustedes mismos, a un currículum y una vida —murió en 2005— riquísimos.

El librito que les presento hoy es una colección de relatos —cuasi cuentos— ambientados en su pueblo, Mequinenza —tan próximo al nuestro— y que recoge historias con tipos, personas, situaciones, desenlaces que el pueblo ha rumiado y que radiografían el alma colectiva y social de un pueblo minero que entre los cincuentas y sesentas del pasado siglo exporta a través del Ebro su carbón hacia el sur-este. Sea a Fayón para cargar en el tren o hacia la gran Tortosa para nutrir las industrias locales y volver con novedades comerciales hacia el pueblo. Todo un viaje que abre rendijas en la convivencia, cultura, relaciones y moral de la “vila” de partida.

No estamos hablando aún de la gran obra de Moncada , Camí de Sirga; ese camino fluvial que constituye el Ebro y que permitirá al autor escribir un clásico de la literatura española.

El libro al que me refiero está traducido al castellano aunque uno de los valores de la obra es el trabajo lingüístico que significó Moncada en la recuperación del catalán de la Franja. Olvidándonos del tema lingüístico, las historias de cada uno de los relatos con tono humorístico y de crítica social nos mantienen en vilo y con la sonrisa o el suspense permanente.

Algo así como si en Alcorisa, alguien, en esos años, hubiese recogido las historias sucedidas en el Bar Cantábrico —actual bar Sierra—. Por allí hubiesen desfilado alcahuetas, guardias civiles, falangistas encopetados, rumores de maquis, curas poco célibes, historias de misterio o de orates, encarcelados o desvalijados sin razón… Alguien podría emprender con la legendaria taberna Muscari…

Les aseguro que habrán ustedes de pautarse la lectura en dosis, para no acabarla con demasiada presteza. Un auténtico disfrute. Tanto por el hilo del relato que nos tiene suspendidos, como por el lenguaje, la retranca, la socarronería, la belleza y casticismo de las expresiones… Una gozada.

Estoy seguro que si se inician en Jesús Moncada con esta obrita, será difícil que no se acerquen a Cami de Sirga. Ese camino paralelo al río que permite a las caballerías arrastrar, río arriba, a las peculiares embarcaciones, “llaüts”, que, conducidas con extrema pericia, podían transportar 30 toneladas de carbón extraído de las minas de Mequinenza.

Lo tienen al lado. No dejen pasar la ocasión.

Balcei 201 mayo 2022

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ISMAEL gRACIA LANáU (1.º B) xx Concurso Literario IES Damián Forment 1er premio. Poesía

NADIE

Nadie en la calle, nadie en las tiendas, nadie en la plaza, nadie en los bares, nadie en el parque, nadie en casa. nadie que abra los ojos y vea qué pasa: cada vez somos menos los que quedamos y más los que faltan.

Sin colegios abiertos y ambiente desolado, sin niños riendo y tampoco jugando, sin tiendas abiertas ni gente comprando, ¿dónde está la gente? ¡Todos se han marchado!

Pueblos habitados que se han quedado sin nada, pueblos habitados que se han quedado sin nadie. Al final uno ve esto y pierde la esperanza de que el pueblo vuelva a lo que fue y la situación cambie.

Localidades que anteriormente eran conocidas por sus fiestas, comidas, alrededores o sus ríos, todo lo bueno de esto quedó en el recuerdo; todo lo malo y el resto quedó en el olvido.

Lugares oscuros, lugares solitarios, lugares maravillosos pero poco poblados, lugares que esconden tesoros preciados, pero lamentablemente nadie los ha encontrado.

Porque nos quitan las fábricas y el trabajo, porque nos quitan el médico y la sanidad. Sin darse cuenta el gobierno español, nos están robando nuestro ser y nuestra propiedad.

Nadie en la calle, nadie en las tiendas, nadie en la plaza, nadie en los bares, nadie en el parque, nadie en casa, nadie que abra los ojos y vea qué pasa: cada vez somos menos los que quedamos y más los que faltan. Puedes disfrutar de uno minoritario y practicarlo a diario.

Cuando haces mucho deporte, puedes llegar a marearte, pero ni aun así lo dejas de disfrutar; en época de pandemia es de lo más importante y durante el confinamiento hubo mucho entrenamiento.

LORIÉN hERNáNDEZ gIMENO (1.º B) xx Concurso Literario IES Damián Forment 2º premio. Poesía

MI víA DE “ESKAPE”

El deporte es algo que me hace de soporte; cualquiera que practiques puede ser de los mejores.

Sirve para desconectar y para sudar, ¡siempre para disfrutar! Y aunque tu físico te lo impida, no deja de ser un bien social.

Lo practicas incluso sin que te des cuenta y hay deportes más difíciles de lo que aparentan; puedes elegir tu favorito y disfrutarlo un buen ratito.

Lo gozas de la manera que quieras, puede ser con tus amigos e incluso con tus familiares, porque esa es una de sus bondades: el deporte es el triunfo de las libertades.

Aunque algún deporte sea muy popular, no te tiene por qué gustar. Y, aunque no lo podamos disfrutar como antes, no deja de ser algo de lo más reconfortante: hacer esfuerzo en el deporte puede ser duro, pero tú debes ser valiente y afrontarlo con disimulo.

En la cuarentena casi no lo podíamos practicar, solo algunos afortunados lo hicieron con normalidad; durante el encierro, sin hacer deporte, todos engordamos, pero cada día que lo practicamos todo eso lo quemamos.

El deporte es un bien para la salud porque te mantienes en forma, y eso para muchos es como una norma. Hay deportes de mayor y menor esfuerzo, pero eso es lo que tú eliges y al hacer deporte ninguna norma infringes.

Hay deportes de poco riesgo, que son más fáciles que comerte un caramelo, y otros tan peligrosos como pelearse con un oso. El deporte no entiende de género y, aunque algunos no les guste, se tendrán que fastidiar, porque ninguna ley dice que no se pueda jugar.

Así que estas son mis rimas a la actividad deportiva. Os deseo mucha salud y que el deporte esté siempre en nuetras vidas.

OjALá LO hUBIESE CONTADO ANTES

Otro día más de lo mismo. Siempre solía llegar sobre la misma hora. Mi cuerpo empezaba a temblar, tenía miedo y pensaba cómo sería esta vez. Después de cinco minutos la cerradura se oía. Era mi padre, que entraba en casa. Mientras me escondía debajo de las sábanas de mi cama me venían a la mente unas imágenes que vi cuando solamente tenía cinco años. Recuerdo a mi padre entrando a casa borracho. Yo escuchaba desde mi habitación a mi madre dando gritos queriendo pedir auxilio. Entré en su habitación y cómo mi padre le daba varios puñetazos en la cara y patadas en la espalda. Lo más fuerte fue ver a mi madre acurrucada en una esquina llorando sin parar. Me volví rápidamente a mi habitación horrorizado y aturdido… No me lo IváN vILLAR vIDAL esperaba. Incapaz de asumir lo que había pasado, no entendía nada, (1ºA) todo era muy raro y nunca había visto a mi padre así. xx Concurso Literario Yo siempre había tenido un gran afecto hacia mi padre, ya que IES Damián Forment conmigo era muy cariñoso: cuando terminaba pronto de trabajar, me 1er premio. Relatos venía a buscar al colegio y me llevaba al parque, pasamos muchas tardes jugando con mi Scalextric y él tenía mucha paciencia.

Mis padres se conocieron en unas vacaciones de crucero por el Mediterráneo. Estuvieron unos años juntos y se casaron. A los dos años me tuvieron a mí. Todos los años nos íbamos de vacaciones a un sitio u otro. Se

Balcei 201 mayo 2022

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podría decir que era una relación perfecta. Pero con el tiempo mi padre empezó a salir por la noche y siempre tenía una excusa u otra para salir.

Mi padre por el día era una persona normal, se iba a trabajar a su oficina, le gustaba hacer deporte… Pero por las noches no era lo mismo. Mi madre se iba a dormir todos los días aterrorizada pensando en lo que podía pasarle cuando volviera.

Un día, al llegar al colegio, nos dijeron que teníamos que ir al salón de actos, porque había venido una sicóloga, como muchas otras veces, a darnos una charla. ¡Me encantaban las charlas! Aprendíamos muchas cosas nuevas.

Cuando entró la sicóloga y se presentó, nos dijo que la charla iba a tratar de la “violencia de género”. Yo no sabía qué significaban esas palabras. Conforme nos estaba explicando, yo me estaba dando cuenta de que era la misma situación que llevaba viviendo desde hacía varios años en casa. Antes de que me diese cuenta las lágrimas me corrían por las mejillas. Rápidamente, me limpié la cara con la manga del jersey, pero la orientadora del colegio se percató de mi cara. Se dio cuenta de que había estado llorando.

Al día siguiente, cuando volví a clase, la profesora me preguntó si podría quedarme con ella en la hora del recreo ya que quería hablar conmigo. Cuando tocó el timbre para salir al recreo yo me quedé en clase, al momento entraron por la puerta la orientadora y la sicóloga que nos había dado la charla el día de antes. Yo me puse muy nervioso. Me imaginaba por dónde iba la cosa. Muy cariñosamente, las dos empezaron a preguntarme cosas sobre mi casa, mi familia, mis padres, etc. Yo al principio me sentía fuerte, pero poco a poco, así como me iban preguntando, me fui viniendo abajo hasta que exploté a llorar. Les conté que ya no podía más, les expliqué todo lo que estaba pasando en casa, pero que tenía mucho miedo de que por contarlo a mi madre le pudiese ocurrirle algo, incluso tenía miedo de que a mi padre también le pudiese ocurrir algo, porque yo lo quería. Ellas me explicaron que lo correcto cuando hay estos problemas en la familia es que hay que contarlos, porque lo que necesitan es la ayuda de un profesional para les diga cómo afrontar estos problemas.

Yo, por un lado, estaba asustado por las consecuencias que podía traer, pero por otro me había más quedado tranquilo al desahogarme y contarles todo lo que estaba pasando en casa.

Al finalizar me dijeron que iban a intentar tener una charla con mis padres para ver si podían hacer algo, que yo no me tenía que preocupar de nada, que ellas lo único que querían eran ayudarnos en todo lo que pudieran.

Así que al día siguiente la profesora avisó a mis padres y les dijo que quería tener una reunión con los dos. Ellos se extrañaron mucho, ya que yo nunca les había dado ningún problema; lo que no sabían es que el problema lo tenían ellos y no yo, bueno un poco sí.

Llegó la tarde y a las cinco estaban los dos como clavos. A mi padre siempre le gustaba acudir a las reuniones, ya que se preocupaba mucho por mis estudios y en este caso en que lo habían avisado más todavía.

Yo me quedé en la biblioteca y mis padres se fueron a mi clase, donde tenían la reunión. Qué rato más largo se me hizo. No paraba de mirar la puerta, pero no se abría. Intentaba concentrarme en algún libro, pero nada, no había manera. Después de un buen rato vino mi profesora y me dijo que ya podía venir donde estaban los demás. Cuando entré a clase se me cayó el alma al suelo. Mis padres tenían la cara llena de lágrimas, enseguida vinieron los dos y se me abrazaron, mi padre me pidió mil veces perdón, me dijo que iba a hacer todo lo que estuviese de su parte para curar el problema que tenía. Mi madre me decía que se pensaba que yo no sabía nada. Todos estábamos llorando, la profesora, la sicóloga…, todos.

Después de que nos tranquilizamos todos un poco, mi padre le pidió a la sicóloga que por favor le diese una cita para nada más que pudiese. Ella le dijo que al día siguiente lo atendería gustosamente.

Ya han pasado cuatro meses y mi familia parece otra. Mi padre ya no sale por las noches, si no es con mi madre. Se queda en casa con nosotros, después de cenar vemos un poco la tele y yo me voy a la cama, ellos que quedan hablando y riendo.

Ojalá lo hubiese contado antes.

EFíMERO

Hola, me llamo Ela, tengo 26 años y vivo en Nueva York. Trabajo en una empresa bastante prestigiosa en esta ciudad. Conseguí mi puesto aquí hace tres veranos, y la verdad es que me esforcé mucho para lograrlo. Estuve todo el verano agobiada con exámenes de la universidad y para compensarlo decidí irme a pasar el verano a Los Ángeles, y aunque parezca una tontería, este viaje cambió mi vida para siempre. LUCíA ESPADA ALLOZA Alquilé un pequeño apartamento (2º B) cerca de la playa y reservé el primer xx Concurso Literario vuelo de Nueva York a Los Ángeles IES Damián Forment que me apareció en la web. Cogí el 2º premio. Relatos vuelo a las siete de la mañana. Son alrededor de seis horas de vuelo, así que, cuando llegué, allí eran las 10 de la mañana. Cogí un taxi desde el aeropuerto hasta el apartamento. Una vez allí, me puse el bikini lo más rápido que pude y sin ni siquiera deshacer las maletas cogí mi toalla y mi bolso y me fui a la playa. Desde pequeña siempre me ha gustado mucho el mar y estaba impaciente por darme el primer baño de la temporada.

Después de nadar un poco en el mar y de tomar el sol en la arena, pensé que ya era hora de volver al apartamento para comer, pero cuando ya estaba a punto de irme vi a lo lejos una tienda de souvenirs y decidí acercarme. En la pequeña y humilde tienda vendían pequeños frascos con arena de la playa, imanes, postales con paisajes de Los Ángeles… Nada fuera de lo normal en una tienda de este tipo, pero todos esos objetos no fueron lo primero que captó mi atención cuando entré en el establecimiento; sí lo fueron, sin embargo, unos inmensos ojos verdes que hacían un contraste perfecto con el azul reflejo del mar que se colaba por una de las ventanas del local. —¡Hola! —saludó el dueño de aquellos orbes esmeralda, sacándome de mis pensamientos—. ¿En qué puedo ayudarte? —Su voz era ronca y suave a la vez. —Hola. Quería uno de esos frasquitos con arena dentro, por favor —respondí todavía medio embobada.

Mientras hablaba con él, no podía parar de mirar su bonita melena castaña, que se movía desordenadamente a causa de la brisa del mar que entraba por la ventana. También me fijé en el pequeño pin que llevaba enganchado en el polo el cual decía “Ashton”. Observé con cautela cómo cogía el pequeño frasco del estante para dármelo, después pagué y me fui. Durante mi camino al apartamento, ese tal Ashton inundaba mi mente mientras intentaba concentrarme en no desviarme del camino. Cuando llegué al apartamento, estaba admirando detenidamente el frasquito que había comprado cuando me percaté de que algo asomaba entre los diminutos granitos de arena. Era una nota. Ansiosa y emocionada, lo destapé y desplegué la nota:

“Nos vemos a las 8:30 al lado de la tienda de souvenirs”. Ashton.

No me lo podía creer. Ashton me acababa de proponer una quedada. No sé cómo no me di cuenta cuando metió la nota en el botecito de arena.

Comí, me duché, leí un poco, me preparé y finalmente salí de casa. Mi apartamento estaba bastante cerca de la playa, así que, solo tuve que andar un par de minutos hasta volver a encontrarme con aquel verde profundo que Ashton guardaba en sus ojos. — ¡Hola! —me atreví a saludar–. Soy, Ela, encantada. — ¡Hola! Yo, Ashton, pero supongo que ya lo sabías —Se rio suavemente, a lo que yo respondí con otra corta carcajada.

Después hubo un pequeño silencio incómodo, pero en seguida nos empezamos a hacernos preguntas para conocernos. — ¿Eres de aquí, de Los Ángeles? —preguntó primero. — No, soy de Nueva York, pero he alquilado un apartamento aquí. He decidido venir a Los Ángeles a pasar el resto de verano para desconectar porque he estado agobiada con exámenes de la universidad —respondí—. ¿Y tú, vives aquí? — Yo solo estoy aquí los fines de semana, que es cuando me toca trabajar en la tienda. Pero solo es un trabajo de verano; de normal, vivo y trabajo en un pueblo a dos horas de aquí en coche. Soy de allí y mi familia también —explicó.

Continuamos hablando sobre nuestras vidas durante un rato hasta que empezó a atardecer. Me llevó a una zona de la playa un poco rocosa y desde la cual se podría observar la puesta de sol perfectamente. Me fijé en que llevaba una mochila de la que sacó un pequeño y desgastado radiocasete. Pulsó un par de botones y Wonderwall de Oasis empezó a sonar. Mientras sonaba, el cielo se pintó de una gran gama de tonos anaranjados y rojizos. El atardecer era precioso, pero yo no me podía fijar en otra cosa que en su contorneado y delicado perfil acariciado por los rayos de sol que cada vez se iban desvaneciendo un poco más así como se iba haciendo de noche. Ya no quedaba ni un rastro de luz solar y la brisa del mar se estaba volviendo fresca. — Creo que ya es hora de volver a casa —dije. — Sí —respondió él—. Oye, ¿te apetecería quedar el próximo viernes? A la misma hora y en el mismo lugar —agregó. — Pues claro —exclamé emocionada.

Creo que fue el impulso, pero antes de despedirnos me lancé a sus brazos, a lo que él respondió con un cálido abrazo.

Balcei 201 mayo 2022

#alcorisasaleunida

—¡Hasta el viernes, entonces! —dije finalmente. —Adiós, Ela.

La espera hasta el viernes se me hizo eterna. Intenté distraerme yendo de compras y saliendo con amigas, pero hiciera lo que hiciera no podía dejar de pensar en Ashton. Por lo que me contó, de lunes a jueves estaba en su pueblo, así que no podía ir a visitarlo a la tienda de souvenirs. Después de una semana, que se sintió como un mes, llegó el viernes. Como la semana anterior, me arreglé, bajé a la playa… y allí estaba él, con su pelo rebelde y una sonrisa pícara y despreocupada que me encantaba. De nuevo, caminamos hasta lo rocosa zona de la playa y disfrutamos del atardecer, pero ahora comiendo un poco de helado que él había traído. Esta vez, Freaks de Surf Curse sonaba en su radiocasete y una vez más no puede concentrarme en ver el atardecer, solo lo miraba a él. Alguna de las veces en las que lo estaba observando, se giraba, nuestras miradas se encontraban y yo me ponía un poco nerviosa, pero a la vez me encantaba.

Desde entonces, quedábamos todos los viernes y algún sábado suelto en el que Ashton no tenía mucho trabajo en la tienda. Algunos días veíamos el atardecer desde nuestro rinconcito en las rocas de la playa, otros días íbamos a cenar algún restaurante o a comer helado a la que desde entonces se había convertido en nuestra heladería favorita. Otra tarde fuimos al cine, otra al centro comercial, otra paseamos por la ciudad… Pasamos muchas tardes juntos, pero sin duda tengo una favorita. Quedamos como de normal en la playa y él me propuso ir a su casa a ver una película. Vivía en un bloque de pisos bastante grande y moderno. —¿Qué te apetece ver? —preguntó. —¿Algo de Disney te parece bien? —dije—. Adoro las pelis de Disney. —¡Vale! —respondió.

Finalmente, nos decidimos por 101 dálmatas. Vimos la película comiendo palomitas y, después de una hora y algo, la terminamos. —Oye, ya casi va a atardecer. ¿Quieres subir a la azotea del edificio? Desde allí hay unas vistas preciosas —propuso Ashton.

Yo, obviamente, acepté. Subimos varios pisos de escaleras y finalmente llegamos. Ashton no mentía, las vistas desde allí eran privilegiadas. Se veía todo Los Ángeles con el mar al fondo y un cielo que poco a poco nos dejaba descubrir un maravilloso ocaso. De nuevo, Ashton cogió su antiguo radiocasete y, tras presionar un par de teclas, Too Young de Louis Tomlinson comenzó a sonar. Esta vez yo no era la única que no miraba la puesta de sol, porque él tampoco la estaba mirando. Me estaba mirando a mí. Sin darnos cuenta, nos fuimos acercando poco a poco hasta que nuestras delicadas facciones se encontraban a tan solo unos pocos milímetros de distancia. Segundos después, él rompió el poco espacio entre nosotros dejando un dulce y suave beso en mi boca. Nunca había apreciado de tan cerca el intenso verde de sus ojos y en ese instante miles de mariposas revoloteaban agitadas mi estómago. He probado sus labios muchas otras veces, pero ninguna se puede comparar con la primera.

Habíamos estado quedando todos los viernes desde junio y ya solo quedaba un mes para que se acabara el verano. Un lunes recibí una llamada desde Nueva York. Me llamaban para una entrevista de trabajo para poder entrar en la empresa en la que tanto deseaba trabajar. La entrevista era allí, así que decidí coger un vuelo el martes, ir a hacer la entrevista, visitar a mi familia y volver a Los Ángeles el viernes para estar con Ashton. Era todo muy rápido, pero no quería malgastar ni un segundo de verano. Y así fue, el martes de madrugada cogí un vuelo y llegué a Nueva York a mediodía. Hice la entrevista y después fui a mi casa a ver a mis padres y a mi hermana. El miércoles recibí una llamada de la empresa: —¿Señorita Williams? Le llamaba para decirle que la hemos admitido en nuestra empresa. Enhorabuena —dijo una voz masculina.

No me lo podía creer. ¡Después de tanto esfuerzo, por fin lo había conseguido! Lo primero que hice fue llamar a Ashton para contárselo, pero no contestaba. Extrañada, volví a llamar varias veces, pero nada. Le mandé algunos mensajes, y tampoco los leía. Estuve intentando contactar con él todo el día hasta que, rendida, me fui a dormir. Al día siguiente volví a llamar. Sí, alguien contestó, pero no era Ashton. Una voz femenina y con tono triste cogió el teléfono. —Hola, Ela. Soy Allison, la madre de Ashton. Me ha hablado mucho de ti —dijo. —Hola, Allison. Encantada. ¿Me podrías pasar con él?, tengo noticias que darle —respondí.

La mujer al otro lado del teléfono soltó un triste y amargo suspiro. — Ela, cariño, siento decirte esto, pero Ashton tuvo un accidente de tráfico ayer y no ha logrado sobrevivir. Llegó muy grave al hospital y…

No terminó la frase cuando las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas. No me creía lo que oía. Mi corazón se paró por unos segundos, dejó de bombear sangre por un instante. La luz que la ilusión causaba en mis ojos se apagó. Sentí como las mariposas que él me había causado en el estómago dejaban de volar, como si les hubieran cortado las alas. —El funeral es el viernes a las cinco y media aquí, en Los Ángeles —dijo.

Tenía un nudo en la garganta y de mi boca no escapaba ni una sola palabra. Allison lo debió de notar. —Lo siento mucho, Ela, espero verte el viernes, un abrazo —dijo ella, ahora también entre sollozos.

El resto del jueves y durante el vuelo del viernes estuve llorando mientras escuchaba música que escuchaba con Ashton y mientras veía fotos nuestras.

Después de seis largas horas de vuelo, llegué a Los Ángeles. El funeral se me hizo muy difícil, deprimente y doloroso. No pude parar de pensar en todos los momentos que habíamos pasado juntos y en la gran conexión que puedes llegar a sentir con una persona en tan solo un verano. Después del funeral decidí irme a la playa donde nos conocimos por primera vez. Allí, continué escuchando música que escuchaba con él mientras veía el atardecer. Esta vez no me quedó otra opción que concentrarme en mirar solo el atardecer, porque ya no lo podía mirar a él. Sus inmensos ojos verdes, su cabello revoltoso, sus delicadas facciones… todo Ashon invadía mi mente. Mis orbes azules se inundaron con lágrimas al pensar lo efímero que había sido todo. El sonido de su risa despreocupada acompañada de unos bonitos y marcados hoyuelos, el brillo de su piel cuando era acariciada por los rayos de sol, su mano sobre la mía, los latidos de su corazón, que podía escuchar cuando lo abrazaba, su olor a perfume que tanto me gustaba, el cosquilleo en nuestros estómagos tras un beso, las veces que me decía lo guapa que era aunque me costara creérmelo…, todo fue efímero comparado con lo que queríamos que durara. Todo fue efímero comparado con un “para siempre”. Todo nos parece efímero cuando querríamos que fuera eterno.

Trabajos premiados concurso de relatos breves en lengua inglesa “word by word”

IT WASN’T jUST A DREAM…

It all began with an adorable girl whose eyes were as blue as the ocean, and her hair was as black as the dark night. Her name was Marie.

On a full moon night Marie woke up frightened, she looked around, “where am I?” she said. That place wasn’t her room, she was in a white and red room where you could find mirrors even in the ceiling; but that wasn’t the first time she was there.

Hen she touched a mirror and, in a matter of seconds, Marie fell down on a large dark hole and she appeared over a big red and white mooshroom. Shortly afterwards a high-pitched voice started to shout at her, “what are you doing over my house?” Marie looked down and she could see a creature similar to a boy but, then she looked around and she could see a beautiful village where all houses were mooshrooms, but there was nobody in their streets. “Over your house?” answered Marie confused, and she got down rapidly. Suddenly a strong noise resounded over the village. “Quickly!” shouted the boy, he held her hand and he pulled her inside his house.

“What is happening?” said the girl worried. Then the boy started to talk “ My name is Tulip, she is Orchid and that boy right there is Daff, a terrifying giant is destroying our village and everybody is afraid of him”, “We are trying to get rid of him but we need your help” add Orchid.