Úbeda Actualidad - Noviembre 2011

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sección El grupo Nirvana se formó en Seattle, cuando Kurt Cobain y Krist Novoselic se unieron a Dale Crover para tocar en pequeños locales de la ciudad entre 1985 y 1986. Fueron varios los nombres que barajaron para el grupo, pero ninguno terminó de gustarles hasta que, finalmente, tomaron el de Nirvana. Nirvana fue el estandarte de lo que vino a denominarse como música ‘grunge’ Su primera maqueta la editaron en 1986. Fue un trabajo casero. El primer sencillo lo grabaron en 1988 y estuvo producido por Jack Endino, de la discográfica Sub Pop. El disco incluía dos canciones: ‘Love Buzz’ y ‘Big Cheese’. Durante este proceso se sustituyó al batería Dan Crover por Chad Channing. Siguiendo la estela del anterior, grabaron ‘Bleach’, su primer álbum de estudio, realizado en apenas tres días y con un presupuesto de 600 dólares. Mientras tanto, Nirvana seguía actuando en los circuitos de música alternativa de Seattle y

habían tomado como costumbre destrozar los instrumentos musicales al final de sus conciertos. En 1990 grabaron su segundo álbum, titulado ‘Nevermind’, con el nuevo batería Dave Grohl, que sustituyó a Chad Channing en plena grabación. Ahora con la discográfica Geffen, consiguieron un contrato para dos discos y un sustancioso adelanto, con lo que tenían mejores medios para realizar un buen trabajo. Si a ello le añadimos que cambiaron su estilo para hacerlo un tanto más comercial comprenderemos por qué consiguieron vender más de 15 millones de copias de ‘Nevermind’. Dos años después Nirvana edita un álbum con temas inéditos, sólo conocidos por aquellos que acudían a ver sus conciertos. El título del disco fue ‘Incesticide’. En 1993 se encierran de nuevo en un estudio para grabar ‘In Utero’, con el que intentaron hacer algo nuevo, un poco más alejado de su anterior éxito comercial ‘Nevermind’. Aunque el nuevo disco tuvo

una gran acogida por parte del público, ellos no se sintieron satisfechos con el resultado obtenido. A título póstumo, en 1994 tras la muerte de Kurt Cobain, editan el recopilatorio ‘From The Mudy Banks of The Wishkah’.

Cómo descubrí ‘Nevermind’

H

ace 20 años que se editó el disco de Nirvana “Nevermind”. Concretamente el 24 de septiembre. Y sucede que me acuerdo perfectamente de cuando fue la primer vez que los escuché. El caso es que en un día indeterminado de Septiembre del 91 yo me encontraba yendo a Granada en uno de esos trenes que pasaban por la Estación de Begíjar con auténtico desprecio por mi tiempo -tardaban más del doble de lo que se tardaba en autobús- y un aprecio muy auténtico por mi economía -la tarifa del bus era de casi el doble de la del tren. Aun no había salido el disco cuando en Radio 3 -baluarte para la defensa ante el embrutecimiento musical, ya entonces- en uno de sus programas más madrugadores, alguien a quien recuerdo con la voz de Tomás Fernando Flores -seguramente, Julio Ruiz-, anunciaba un evento que ya anticipaba él como capaz

Miguel Ángel Fernández Galiano de generar un antes y un después en el mundo de la música. Yo, con mi walkman marca Aiwa y la osada sabiduría de mis 18 años recién cumplidos, auguraba el más inminente estrelle de dicha profecía. Craso error. Aunque la canción no me volvía loco (o de eso trataba de convencerme a mí mismo: mi grupo sagrado eran los Pixies, y éstos unos advenedizos de tres al cuarto) el caso es que al poco me hice con el disco, -eso sí, en su versión casette de mercadillo con portada fotocopiada. Y sí, la canción era Smell like teen spirit. De repente tenía tribu. Salía de las estrecheces identitarias que me parecía sufrir en Baeza y empezaba a crearse en el mundo urbano que debía de acogerme una tribu de mugrientos desgreñados con camisa de leñador. Yo, receloso como andaba -recuerden: mi santoral estaba ocupado por los Pixies- asentí en lo de

las greñas -y un poco en lo de la mugre, según mi madre- pero nunca llevé una camisa de leñador. Aun hoy, cuando veo alguna de estas camisas, no puedo remediar experimentar una fuerte resistencia a disfrazarme de miembro de uno de los movimientos que más ha influído en mi educación musical y deriva estética: el grunge. El resto es conocido. Nirvana y el grunge vienen a suceder a los hiperproducidos ochentas con un sonido sucio y paulatinamente más desnudo, y un directo descomunal. De paso, en Granada, a los de mi generación nos proveyó de una banda sonora con la que dirimir nuestra tensión identitaria post-adolescente mientras discutíamos de música y de todo lo que se nos pusiera por delante. Pero eso sí, escuchando música, muchísima música, toda la música.


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