

Años después, el niño, además de otros momentos grabados en su memoria, afirmará recordar el momento de su nacimiento:
Su propio llanto, la oscuridad, el universo bajo los párpados…
¿Será posible que lo recuerde?
¿Cómo puede ser?


Insomne, pero cómodo bajo la manta, el niño se formula las primeras preguntas esenciales sobre la vida.
Tras un par de minutos, sobre el vaho del cristal de la ventana, el niño escribe su nombre.
Al otro lado de esta, el cielo lo escribe también.


Es la ventaja de su temprana edad: cada mirada es un hallazgo.
«Es la primera vez que…», se dice a sí mismo.
Con cada «primera vez» elabora una interpretación.
Con cada interpretación, se refuerza su carácter.
