

Como todos los días, Alba desayuna con sus padres en la cocina de su casa. Hoy no tiene colegio y está muy ilusionada con pasar el día con ellos.



Cuando su padre se va a comprar el pan, Alba se acerca a la puerta azul de su casa, esa puerta que nunca le dejan abrir. Tiene mucha curiosidad, no sabe por qué no la dejan entrar.

Nadie la está mirando, coge el picaporte de la puerta y decide abrirla.
—¡Un bosque! Mamá, es un bosque —grita Alba, superemocionada.
—Alba, no tenías que haber abierto la puerta. ¡Ciérrala! Esperemos a que venga papá —le dice seria su madre.
—Pero ¿por qué, mamá? ¡Es un bosque! —insiste Alba.
—Alba, ¡cierra la puerta ahora mismo! —repite su madre con firmeza.

