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y los jóvenes escuchaban con admiración y respeto; las mujeres amamantaban a sus crías y las adolescentes danzaban al son de ancestrales ritmos cadenciosos.

Una noche, el más viejo, que siempre permanecía en silencio, alzó la mirada, levantó el brazo y, con él, acalló las voces, enmudeció los tambores y detuvo los cuerpos cimbreantes. Y dijo:
—Una noche, tendremos dos lunas.
Una profecía, una mujer especial y un niño que traerá esperanza a una tribu africana en tiempos de oscuridad.

