

Parte 1. El año en que todo cambió
La cornada
S on las cinco de la tarde del 27 de mayo de 1894 en Las Ventas, Madrid, la plaza de toros más importante del mundo. Donde cualquier torero se juega el ser o no ser, el triunfo o la tragedia. Puerta grande o enfermería. Manuel García, El Espartero, torea esta tarde. Manuel es conocido por su valentía y por afrontar todos los riesgos, no en vano a él se le atribuye la famosa frase «más cornás da el hambre…» que más tarde muchos otros toreros usarían y que terminó derivando en «más cornás da la vida».
Perdigón, el miureño de antigua casta, ya había dado dificultades en banderillas y en muleta, alzaba la testa de continuo y de continuo avisaba a Espartero con sus constantes coladas.
Llega el momento de la verdad. En el primer intento de entrar a matar pincha en hueso y sufre una aparatosa voltereta. Pero el hambre le hace revolverse, ese hambre que le daba las cornadas más dolorosas. Se recompone y vuelve a intentarlo.
Y, entonces, ocurre.
Así contaba la revista Aficiones el lance: «Rehízose enseguida y volviendo a empuñar los avíos tomó al toro de muleta cinco veces, y a favor de querencia, en los tercios de la plaza, frente a la puerta llamada de Madrid, se arrancó otra vez a matar por derecho con temerario arrojo, dando una estocada contraria y siendo nuevamente enganchado y corneado después de caer sobre la arena».
Nada se pudo hacer por salvarlo.
Cómo empieza todo y sus
antecedentes
Escribo estas palabras en junio de 2023. Estos días son para mí especiales. «Más cornás da la vida». La frase atribuida a Espartero es la que más resuena en mi cabeza, aun sin ser torero… ¡ni querer serlo!, déjate de leches. En este episodio especial de mi vida, absolutamente offtopic de la meteorología, de mi querida temperie, de mi Casa Tierra, del tema por el que muchos de vosotros quizá me conozcáis, os quiero contar los últimos acontecimientos.
Si me sigues o me conoces es básicamente porque juntos llevamos tiempo aprendiendo del tiempo, de la temperie, repasando las curiosidades y los secretos de nuestra atmósfera y de lo que ella nos ofrece, ya sabes. Y así va a seguir siendo en el futuro, no tengas duda. En un futuro a medio plazo, eso sí. Pero ahora necesito un altavoz a modo de terapia, de forma que quede constancia para ese futuro el trance por el que paso actualmente, estos días. Ya sabéis, escribir es una forma de curar. Y ya que escribo, por qué no compartirlo, por qué no hablarlo. Por qué no pensar que algo así puede ser útil para alguno de vosotros. ¿Sabes lo a gustito que te quedas cuando comes algo, te sienta fatal y luego lo vomitas todo? Bueno, pues aunque no es una imagen muy bonita, lo sé, este libro es algo así.
Empezamos, ponte cómodo que vienen curvas. Lo primero es contarte cómo he terminado con una cornada como la de Manolete.
Todo este asunto empezó hace un par de años, hacia 2021, cuando, al salir de la ducha, me encontré un pequeño bultito en la parte frontal de muslo izquierdo. No era grande, no dolía ni me impedía una vida normal, así que en ese momento no le di importancia. ¡Ni me había fijado hasta ese momento! Pero con el tiempo no se iba, y unos meses después fui al médico a que me lo vieran.
«Un bulto de grasa», pensé. Tras varias pruebas, incluida una dolorosa biopsia que me tuvo toda una tarde en el hospital y que arrojó el dato de que el bultito era benigno, me dijeron que podía operarme o dejarlo así, y que en todo caso podría hacer vida normal. Uno, que el tema quirófanos no lo lleva muy bien —bueno, y quién sí—, pues se quedó bastante tranquilo y dejó que pasara el tiempo. ¡Qué alivio, no era nada! Recuerdo darme una buen panzón de llorar aliviado cuando me dieron los resultados…
Pero, como habrás adivinado la historia no concluye ahí; si no, vaya mierda de libro estaría escribiendo. En efecto, meses después el dichoso bultito creció, muy poco a poco. Ya era un señor bulto, visible a simple vista e incluso molesto al doblar la rodilla y tensar el muslo. Era evidente que allí no podía estar aunque mi movilidad y mi vida no estaban afectadas de forma grave. O eso creía. Podía andar, correr, montar en bici… El caso es que volví a la consulta, esta vez a otro doctor.
Tras las consiguientes pruebas —ay, cuánto tiempo y cuánta incertidumbre con las dichosas pruebas—, el diagnóstico fue claro: «Hay que quitar eso de ahí, Emilio. Ahí no pinta nada. Tienes que pasar por quirófano y cuanto antes».
La mente ahí hace algo curioso, se da un viaje instantáneo por el futuro. En un instante se te vienen a la cabeza imágenes, fotografías de lo que puede pasar. Sabes que ya es inevitable, que debes pasar por un trance que no va a ser agradable pero que es necesario. Empiezas a presufrir, algo nada recomendable, pues tu estado de nervios aumenta, tu estrés se dispara y eso, para tu cuerpo, para tu metabolismo, para tu espíritu, es nefasto. Pero, chico, no soy Superman ni un témpano de hielo, qué quieres que te diga. Usé todos los trucos de relajación posibles, puse toda la energía positiva en el asador e intenté estar centrado y consciente en todo momento pensando que cada día que pasara antes de la operación era un día que me acercaba más a la solución. Miraba mi bulto y le decía: «Te queda un día menos, macho».
Al fin, el 25 de abril de 2023 se planificó la operación para el 25 de mayo. Un mes entero de nervios y de redoblar mis intentos por estar calmado, de esperar ese momento por fin. Ya os digo que imposible. Pasé un mes de mierda. Pero todo pasa y todo llega, y yo llegué muy nervioso, pero completamente decidido.
La operación
L a operación fue mucho más laboriosa de lo esperado. Resultó que ese bulto era sólo la punta del iceberg de un tumor que ocupaba casi todo el vasto anterior, uno de los cuatro músculos del cuádriceps. Después de más de tres horas en el quirófano y otras doce en la UCI, subí a planta sin rastro de la lesión, pero con una cornada de casi 40 cm —así la definió mi cirujano— y un cuádriceps degradado a tríceps en el muslo izquierdo. Tras cuatro días muy complicados en el hospital, por mi movilidad reducida y los fuertes dolores, me dieron el alta y me fui a casa, desde donde empecé a escribir estas líneas algo más entonado y con muchas ganas de volver a recuperar mi vida. Una vida que, según me comentó el doctor, podrá ser normal tras una rehabilitación que sí pinta que va a ser larga. Me dijo, eso sí, que me olvidara de ir a las Olimpiadas, de participar en el Tour de Francia o jugar en el Real Madrid…Vaaaaya…
Y aquí me hallo, hoy, día 30 de mayo de 2023, en casa y con mucho tiempo por delante, pues el reposo absoluto me mantendrá así mínimo hasta mediados de junio, cuando será mi primera revisión y obtendremos los resultados de la segunda biopsia. Ya torearemos ese toro cuando nos lo echen. Por ahora escribo y escribo, es de las pocas cosas que puedo hacer. Vomito lo que tengo dentro. Y me sana, lo voy echando todo fuera. Noto cómo me sienta bien.
Es mi primera terapia y, por ahora, la única posible.
Noticias nada buenas
Pasan los días y llega el 7 de junio, día marcado para recibir noticias sobre la biopsia realizada tras la operación. Tras un día de muchos nervios esperando la llamada, las noticias no fueron buenas; de hecho, fueron todo lo contrario. El tumor en los últimos meses había evolucionado a maligno, había pasado de lipoma a sarcoma, y necesitaba un TAC de todo el cuerpo de forma urgente para ver la posible extensión a otras zonas. Como podéis imaginar, fueron momentos muy duros. Lo más duro de todo el proceso, junto con las horas anteriores a entrar en el quirófano. Todo palidece ante la posibilidad de que tu vida esté realmente en juego. Que esta enfermedad sea lo que va a acabar contigo. Estaba acojonado de verdad. Os confieso que nunca lo he pasado tan mal, sobre todo por la incertidumbre de no saber exactamente qué pasaba, si este cáncer se había extendido y si era el principio del fin. Todos lo hemos visto alguna vez en alguna película, pero esta vez me estaba pasando a mí.
Dos días después del TAC tenía la cita médica para que me comunicaran los resultados y por mi cabeza pasaban muchos pensamientos negativos que intentaba frenar por todos los medios, os lo aseguro. Me repetía que todo saldría bien, pero es evidente que un TAC urgente no se hace si todo va bien. O al menos eso pensaba yo en aquel momento.
«No dejes que la intensidad de una primera impresión te arrastre al golpearte. Responde así cuando llegue: “Espérame un poco, impresión, deja que vea quién eres y qué representas, deja que te ponga a prueba”». Epicteto
El momento fue tenso, muy tenso. Ese día, 9 de junio, iba a cambiar mi vida. Más incluso que el hecho de tener esa cornada de 40 cm y esas 66 grapas metálicas en mi muslo izquierdo, junto con otros 66 puntos intercalados entre ellas. El doctor abrió
el sobre con los resultados y, como el que oye llover —al menos a mí me lo pareció así— me dijo que estaba limpio. Que no había rastro de más lesiones. Fue un momento de liberación, de segunda oportunidad, de tormenta que se aleja. De oler a petricor. De ver a mi madre, fallecida un año antes, sonriéndome. Al mismo tiempo fue momento de pensar en el futuro, porque, ahora sí, se me aseguraba al menos algo de futuro. Y aunque el camino no iba a ser fácil, al menos había camino.
Y no, no va a ser fácil porque esta gran cicatriz y mi pierna izquierda un poco mermada necesitarán tiempo para recuperarse, esfuerzo y constancia para que pueda hacer vida normal: conducir, dar paseos, ir a por setas, ir a kazar sondas… pero todo eso llegará.

La primera foto de mi pierna izquierda que fui capaz de hacer en el hospital tras la operación. Literalmente vendado desde los dedos de los piés hasta la ingle. El tubito con el drenaje aún colgando... Me dan escalofríos al recordarlo.
Y no será fácil porque al menos, y en el momento de escribir estas líneas, tendré que pasar por seis semanas de radioterapia y quizá, aún está por ver, necesite quimioterapia. Ambas preventivas, junto con revisiones ya de por vida. Pero tengo claro que de lo malo es lo mejor; esa es mi reflexión a día de hoy, mediados de junio de 2023.
Reflexiones y herramientas
Y por eso os quería compartir algunas reflexiones más. Sobre todo las positivas, porque de todo hay. Pero precisamente me quiero centrar en las positivas y aprovechar esta situación para comenzar a cambiar hábitos que en un devenir regular, normal, de la vida no sería capaz de comenzar o de cambiar por multitud de excusas: falta de tiempo, cansancio, pereza… Bueno, ya sabes, qué te voy a contar.
Lo primero que me viene a la cabeza tiene que ver justo con esa reflexión. Ante una adversidad de este tipo, o de cualquier otro, y más allá de las quejas y del por qué a mí, por qué ahora, qué injusta es la vida, bla, bla, bla, hay que hacer el esfuerzo, porque es un verdadero esfuerzo, de aprovechar la oportunidad, de dar una vuelta de tuerca y ver más allá. De adaptarse. De tirar de la mejor fuerza que tenemos todos y cada uno de nosotros: la fuerza de la voluntad. Creo que este es el concepto primordial y creo que esta es la historia de nuestra vida, de cualquier ser vivo…, incluso de cualquier actividad que emprendamos. Adaptarse para sobrevivir, para evolucionar. Convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos. Desde cosas sencillas e intrascendentes, como adaptarse a lo poco que tienes en la nevera para hacer la comida de hoy, adaptarte a un día de invierno con buen abrigo para no pasar frío…, a adaptaciones más trascendentes, mucho más importantes: cómo la sociedad se adaptó a la pandemia es un gran ejemplo, cómo una empresa debe adaptarse al mercado… La adaptación es la clave del éxito. Y ojo, que no digo que sea fácil, pero debemos intentarlo. Tú mismo, que me estás leyendo, sabes a lo que me refiero. Tú misma sabes que tienes que adaptarte a ese imprevisto, sea insignificante o trascendental.
Y ¿cómo vencer esa dificultad que supone la adaptación? ¿Dónde activamos esa fuerza interior? ¿Con qué herramientas podemos contar? Pues mira, yo te cuento lo que a mí, por ahora, me está ayudando. Lo que estoy descubriendo.
Desde luego, hay una parte que tiene que venir de fábrica; tienes que haber trabajado tu carácter y tu fuerza de voluntad de alguna manera antes. Eso ayuda. Quizá la edad tiene mucho que ver con esto. Por suerte o por desgracia, los años nos hacen pasar por diferentes experiencias que afianzan ese control interno necesario. Esa reflexión, ese diálogo contigo mismo en el cual te dices: «Venga, va Emilio, a por ello. Tío, échale huevos. Fuerza, tienes que superar esto, por ti y por los demás que te quieren y a los que quieres». Porque, sí, esa es la segunda gran herramienta para una buena adaptación. Los que te rodean. Tu familia y tus amigos. Familia y amigos tanto cercanos como lejanos… Estos días estoy sintiendo el cariño y la fuerza no sólo de mi padre, que con sus ochenta y cinco años está hecho un chaval (y de mi madre, siempre omnipresente haga lo que haga), y de mis dos hermanas, siempre ahí, animándome, sino de familiares con los que no sueles tener tanto contacto pero que también te hacen llegar su cariño. Con los amigos igual…, desde los cercanos a otros más alejados con los que hacía muchos años que no hablaba, pero te transmiten su cariño…Tu pareja, si la tienes. En mi caso, María es un ángel sin el cual, por supuesto saldría adelante, pero sería infinitamente más difícil. Su presencia, sus palabras, su ayuda constante son una bendición diaria.
Pero sigamos descubriendo herramientas. Esta no es tan dependiente de lo que te rodea, sino de ti mismo y de un proceso de aprendizaje que te animo a seguir. Seguro que en alguna ocasión has leído o alguien te ha dicho algo así como «preocúpate de las cosas que puedes controlar y deja de preocuparte por las que no puedes controlar». O algo así como «las cosas son como son y no como te gustaría que fuesen»… Pues bien, resulta que este tipo de reflexiones son la base de una filosofía con más de dos mil años de vida. La filosofía estoica. El estoicismo. Y son palabras de Epicteto, uno de los primeros filósofos estoicos. Así abre su libro Disertaciones:
«Debemos hacer lo mejor con las cosas que están en nuestro poder y tomar el resto como las presenta la naturaleza». Epicteto
Y resulta que era algo que, al menos a mí, siempre me había llamado la atención, pero que, como decía antes, en mi lista de prioridades estaba muy abajo… Parte de la adaptación consiste en una reordenación de tus priorida-
Emilio Rey Hernández
des para jugar las cartas que te han correspondido en esta mano del juego. Y con las cartitas que me han tocado ahora, que vaya tela, la lectura y el aprendizaje —algo que, ojo, siempre he tenido muy presente, como sabéis— han cobrado incluso más importancia.
Y os digo: no voy a escribir un libro sobre estoicismo, no os asustéis; mi pasión va a seguir siendo la meteorología… y a partir de ahora también la búsqueda de la salud óptima, y no creo que la filosofía le quite el sitio. ¡O, bueno, ya veré! Pero fíjate en una cosa. Uno de nuestros eslóganes en digitalmeteo, ya sabes, la empresa que dirigí durante doce años, era: «No podemos cambiar el tiempo, pero sí avanzarte el que va a hacer para que te adaptes». Vamos, una aproximación más estoica a la temperie no puede existir, no me digas que no. Si mañana va a llover y va a hacer frío, pues va a llover y va a hacer frío, no puedes hacer nada por evitarlo. No me debería preocupar. Pero con esa información puedo prepararme, puedo adaptarme. El hecho en sí de la lluvia y el frío es inevitable. El hecho de ir con buenas botas y un buen abrigo sí depende de mí; así pues, actúa y verás cómo tu vida mejora. ¿Os acordáis de Filomena? Un caso clarísimo. Nadie pudo evitar esa hecatombe de nieve, era inevitable. La cuestión era minimizar el impacto posterior y tomar decisiones en ese sentido. Aquellos que lo hicieron pudieron lidiar con esa situación tan complicada de una mejor forma.
En resumidas cuentas, estoy dedicando este mes de julio de 2023 a profundizar en esta filosofía de vida, leyendo todo lo que cae en mis manos, oyendo lo que cae en mis oídos e intentando aplicar sus enseñanzas, porque, al contrario que otras filosofías, como la budista o la humanista, el estoicismo es eminentemente práctico, llama a la acción y tiene en cuenta nuestra posición en la naturaleza, lo cual, como sabéis, cuadra a la perfección con mi pasión por nuestra Casa Tierra y con las ideas que siempre me han acompañado.
¡Veremos hasta dónde llego como aprendiz estoico!
«Debemos volvernos a la naturaleza misma, a las observaciones del cuerpo en cuanto a salud y enfermedad, para aprender la verdad». Hipócrates
Hola gente, soy el Emilio del futuro, que he viajado en el tiempo, desde mayo de 2024, para ser exactos, y te cuento cómo lo llevo. Tras meses en los que el estoicismo
La atmósfera de la salud quedó aparcado para estudiar y afrontar otras rutinas, lo he retomado hace unas semanas. Y lo he hecho de la mano de un verdadero maestro en esta disciplina: Pepe el Estoico. Un gran descubrimiento su pódcast, su canal de YouTube y sus libros. Tanto es así que me apunté a su curso ESTOA, donde estoy compartiendo con una comunidad muy activa muchos aprendizajes y conceptos prácticos sobre estoicismo y sus virtudes principales: justicia, templanza, sabiduría práctica y coraje. Así pues, y tal y como dice el propio Pepe, no soy estoico…, pero intento practicar el estoicismo. Dale una oportunidad y verás cómo te ayuda de manera casi inmediata… y para siempre.
Y, sí, me apetece hablar un poquito de estoicismo, ya verás, te va a resultar útil, dale una oportunidad. Estos son algunos ejemplos de conceptos estoicos que estoy practicando.
Dicotomía del control
Concepto básico entre los practicantes estoicos. Debemos ser capaces de separar lo que está bajo nuestro control de lo que no lo está. Tras analizar nuestras impresiones —a veces alejadas de la realidad—, debemos intentar responder con excelencia, con virtud, si es que podemos hacer algo. Si no es el caso, aceptar la circunstancia, por mucho que no nos guste.
Amor fati
Ama tu destino. O, al menos, acéptalo cuanto antes. A veces será muy complicado. Cuando me diagnosticaron la enfermedad era muy difícil aceptarla. Con el tiempo te das cuenta que cuanto antes lo hagas, será mejor. Pero espera…, ¿amar el destino de haber padecido un cáncer? Puf, es complicado, pero os aseguro que a veces creo que sí, que amo que pasara aquello porque está sirviendo para tener una mejor vida y una salud óptima, a pesar de tener una peor movilidad y un músculo menos…
Premeditatio malorum
Imagina qué podría salir mal ante una situación que te provoca cierta inquietud, cierto desasosiego. Se trata de irte preparando para lo peor o, al menos, para que las cosas no salgan como esperas. Piensa cómo responderías, cómo actuarías; de esa forma no te pillará tan desprevenido y tienes tu plan B, C incluso D. Muy Fórmula 1.
