El lay de Aristoteles

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Dijo Aristóteles: “No os preocupéis, que yo os repararé de injurias e inquinas, reproches y disputas, pues el rey a mí me quiere, respeta y considera por encima de todos los que forman su corte. Pero, por Dios, entrad y saciad mi deseo de vuestro esbelto y magnífico cuerpo.” “Maestro, dijo ella, antes de que cometa tal locura por vos, si tan prendado estáis de mí, cumplidme un singular deseo: me ha venido el antojo de cabalgar un poco sobre vos por la yerba de este huerto, y quisiera poneros en la espalda una silla jineta para ir con gran porte.” El anciano responde muy contento que, al ser suyo del todo y para todo, puede hacer ella con él lo que quiera. ¡Y tan fuera de sí lo pone Amor, que deja le coloquen encima una silla jineta. Ya con la silla encima y bien montado, se da cuenta a las claras de que es muy bruto y necio. Así Amor de un anciano hace un infante

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