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Escribir en Medellín Romance de Medellín: Escribir cuando hace miedo la ciudad

Escribir en Medellín

Romance de Medellín, Escribir cuando hace miedo la ciudad

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Por: Omar Castillo (Poeta, ensayista y editor)

En el recorrido propuesto en este Romance, busco aproximarme a algunos de los textos literarios producidos en Medellín en las décadas de 1980, 1990 y 2000. Para ello acudo a la escritura de poetas y narradores cuyas vivencias fueron tocadas por lo sucedido en esos años, vivencias que nutrieron su creatividad de una actitud alerta para enfrentar las realidades instauradas por la agresión política de esos años proveniente de grupos de derecha y de izquierda, y por el terror GHOQDUFRWUiÀFRTXHFRQVXGLQHURSHnetró todos los frentes de la sociedad ampliando la capacidad propia y la de estos grupos, para imponer la intolerancia y la violencia en la que tantos seres humanos siguen sucumbiendo. Esta violencia impuso el terror, el PLHGR \ HO VLOHQFLR GHMDQGR PXWLOD- dos, desaparecidos y cuerpos apilados en fosas comunes. Y para quienes que- damos con vida impuso el ostracismo y la impotencia. En los inicios de la escritura en castellano, los romances, casi todos de RULJHQ SRSXODU MXHJDQ XQ URO IXQGDcional, pues las gestas épicas que los penetran, dan origen al carácter territorial de sus hablantes y a las formas y decires literarios en las que este carácter se expresa. Aun después de su separación de España, Hispanoamérica inevitablemente hace parte de esa tra- GLFLyQOLWHUDULDGDGRODOHQJXDFRP~Q y lo derivado del periodo colonial. Lo anterior para decir que cuando acudo a la palabra Romance, pretendo resal- tar el carácter de la escritura elaborada por los escritores de la ciudad de Medellín en las décadas arriba señala- das. Carácter fundado en la necesidad por mantenerse sensibles en medio de situaciones violentas, permitiendo \YD\DSDUDGRMDHOGHVFXEULPLHQWRGH un sentido épico íntimo para asumir las vivencias propias y comunes y así poder renacer cada que es necesario. Inicio este Romance convocando el poema “Vista” (1), de Amílcar Osorio, el cual nos proporciona una privilegiada ventana para ver la ciudad y los enconos de sus heridas curándose de DIXHUDKDFLDDGHQWURHPSHURGHMDQGR una cicatriz inolvidable:

“La ciudad sólo puede ser descrita por las VRPEUDV la luz es demasiado. Umbra tostado –bajo un tronco decrépito. Azul tiestos de botella y olvidados. Marrón sangre vieja –una herida que se cura. /DVVRPEUDVVHUHFOLQDQDVt gris ceniza en las bóvedas del banco, verde veronés en el zócalo de una casa deshabitada. Malva es la sombra de una rosa”. El centro de Medellín es un hervi- dero donde la ciudad se aglomera hasta el escozor y el delirio, en espa- cios donde se cuece todo el ruido de sus habitantes y donde sus pasiones y abruptos cotidianos producen una belleza caleidoscópica. Estrecho cen- tro chorreado por el derrame de quie- nes habitan las laderas de las monta- ñas que rodean el valle nombrado de Aburrá. Valle que más parece el nido migratorio donde se asienta una míti- ca estirpe que cada amanecer resurge de entre las cenizas de sus sueños y realidades, en historias cuyos imagi- narios se pierden y encuentran entre el día y la noche de sus usuarios siem- pre empecinados en la eclosión de sus libidinosas líricas, como si vivie- ran entre antiguos y nuevos roman- FHV GRQGH QR SDUDQ GH HMHUFHU VXV informes coloquiales, tramados en conversaciones y monólogos donde se narran el escozor y la belleza que cunden en sus cotidianidades. Entonces no es casual que en la litera- tura reciente de la ciudad nos encon- WUHPRV FRQ SHUVRQDMHV FRPR HO GHO cuento “Sola en esta nube” (2), de Ós- car Castro García, con Ana Clara mo- nologando entre añoranzas y reclamos el cumplimiento de sus setenta años. Monólogo entregado en palabras con ODVTXHGLEXMDLPiJHQHVVREUHORVSH- GD]RVGHXQHVSHMRGRQGHVHPH]FODQ KDVWD UHSURGXFLU ODV FRQJRMDV DPD- VDGDV HQ VXV FDUQHV DKRUDYLHMDV FDVL vueltas sílabas y humo en un tiempo que se deshace. Son setenta años que se le han ido arrumando al lado de sus hambres, en recuerdos confrontados por el sol y los anhelos de sus noches libidinosas, en un recordar hecho remolino donde sucumbe un hablar solitario. Así Ana Clara revisita su existencia, acude a la cita donde las realidades vividas e imaginadas se le abren como ODVIDXFHVGHXQDÁRUHQFX\RVSpWDORV

aparecen las escenas de una película que no para de suceder y en la que Ana Clara se ve borrada una y otra vez, tal como la ciudad que aparece y desaparece en el olvido y el despilfarro de sus nunca terminadas cuadrículas urbanas: “Ahora pongo a hervir el chocolate y voy a mirar por la ventana que aquí ya no hay nada más que ver. La placita de Cisneros para no olvidar que esto se acaba con la gran avenida San Juan, ¡el terror de los comerciantes!, que aunque ya no soy la irresistible Ana Clara, puedo mirar, aunque me da vértigo a mí, la pura noche, Anona, Anita de sus encantos, Vaginita de sus verguitas, Anita linda sin groserías, sin vulgaridades, sin eso de “puta asquerosa puta vagabunda”, sino ¡Ana Clara por aquí, Anita por allá, Anita así!, y yo, Ana Clara Valderrama del Valle, ¡con semejante apellido! Ana del Valle… £0iVERQLWRFRQODVOiJULPDV$QDGHO9DOOH de Lágrimas! ¡Ana Clara del Valle de las Lágrimas de Guayaquil…! Ana, solo Ana ahora Anona vieja hedionda guayaquilera cuando me pegaron la primera venérea que gracias a la Virgen Santísima y al Señor Caído de Girardota que nunca me pegaron ODVtÀOLVHVDTXHGLFHQTXHHVPiVEUDYDGH curar que la carne de pescado de Turbo, así dijo el doctor de El Pedrero, Anona de la pensión Olympia de Medellín, la ciudad de las lluvias… de las gentes… de las pacientes gentes”. Y como quien sale de un bar y al cruzar la calle se da cuenta que la noche ha sumergido en su oquedad las luces de la tarde, nos encontramos con (QOD UXWDGHOGtD  GH*DEULHO -DL- me Franco, con los trece poemas que componen su recorrido iniciado cuan- do “El sol entra al cuarto formando una pared inclinada de luz, un palco de cristal encendido en la sombra que mi sueño habitó”. En el VII numeral de esta “ruta del día” el poeta descubre las ascuas donde cunde la libido per- turbadora que asedia el decir de estos

Oscar Castro García, foto cortesía de Jairo Ruiz Sanabria.

poemas: “¿Qué ajetreo es ese, allá afuera, qué gritos de quién inauguran la tarde FRQDFHQWRGHWHUURU"

Esta calle no es nueva en el dominio de las sombras, tampoco ahora, cuando la música invade el cuerpo de los escasos visitantes y el día cruza el centro de su perfecta claridad.

Estos hombres descienden de los altos, con ocio forzado o elegido a este lugar opaco y ruidoso donde el olvido no penetra.

¿Pero qué ajetreo es ese, allá afuera, qué arma acompasó el grito GHODWHUULEOHGHVSHGLGD"

¡Nunca fue nuevo el día, y yo he girado tanto tiempo en la misma ruta miserable!”

Empero, este descubrir no arranca la careta tras la que estos versos brotan sobrecogidos por los gritos y ocios que la ciudad alberga y padece y que el poeta asume en el abecedario de su iti- nerario humano, en la ruta azarosa que VXHVFULWXUDD~QDFRQWUDODLPSRWHQFLD Y en medio de la zozobra nocturna que recorre las calles del centro de la ciudad, zozobra que parece entrar o salir por las ventanas y puertas de tan- WDVFDVDV\HGLÀFLRVOOHJDQDODPHPR- ULDGHOSHDWyQTXHVXFHGHSRUHVHÀOR nocturno los versos del poema “Esca- ODGHJHPDVURMDVµ  GH&DUORV%HGR- ya, versos surgidos de las escamas que la noche arruma después de despelle- MDUODVIDQWDVtDVGHVXVXVXDULRV “Dentro de mí la noche en pie salpicada por escamas blancas.

Después de los buenos días una escala de nubes cubierta de gemas rojas. Entre arbustos francotiradores del sueño preparan su tiro de gracia.

Camino a casa recuerdo que he perdido toda casa”.

Versos nítidos y cortantes los de este poema, cortantes como el riesgo que asumen quienes persiguen las alegrías y los goces posibles en las noches de una ciudad como Medellín. Otro poema donde cunde la noche es ´3DUTXH GHO SHULRGLVWDµ   GH -RKQ Sosa, en versos que más parecen un grito del poeta ante las primeras ráfagas del amanecer de otro día. Poema recogido en un decir entrecortado por los estragos de la noche e impactado en la página en fragmentos velados por la gasa de los sueños aplazados:

“El poeta engulle menjurjes del oprobio El amor golpeado por el cristal del hotel, amor Está golpeado por el cristal está golpeado

Hechiza recuerdos la escoba Un tumtumtum un tamtamtam En la cabeza que merodea misteriosa

El puntapié grabado en el tajo del martirio

Es hora de llegar con vaivén aullido Ir a pie Germinar canciones alicoradas Sin incautar las fauces Mientras la escoba termina de chuzar la calle”

Tal parece que la noche y el día no son VXÀFLHQWHVTXH0HGHOOtQQHFHVLWDXQDV horas más. Entonces, en medio de lo azaroso que resulta vivir en una ciudad cuyas atmósferas parecen surgir del ÀORGHVXVLPDJLQDULRVSRVLEOHVHLPposibles, atmósferas que mantienen la existencia de sus habitantes en ascuas tanto de creación y derroche, como de usura y miserabilidad, encontramos el poema “Viene acosándome…” (6), de Ángela García:

“Viene acosándome lo que quiero ser

Reúne voces alumbra cuando nada se ve me da oído empuja la voz que tendré

Lo que quiero ser contiene no me deja estar sola

recupera memoria insemina mi tiempo para el abrazo

Lo que quiero ser es mi dote”.

También podemos encontrar y detenernos en la escritura de quien a través de su diario se pregunta sobre la sustancia y la maleabilidad de las palabras con las cuales decir lo nuevo de lo usual de su cotidianidad, tal como lo hace Inés Posada en su “Libreta de TXHMDVµ   “Hoy debería tener algo nuevo qué decir, algo nuevo qué decirme… alguna palabra debería agitarme, quitarme el sueño, desvelarme, develarme... < VLQ HPEDUJR VLHQWR XQ YDFtR 8Q YDFtR como la primera vez. Ni siquiera una escucha. No siento ninguna tensión (de esas insoportables), sino más bien una necesidad de escribir cualquier cosa, copiar algo, dibujar palabras cotidianas, usuales”.

2GDUFRQHVHV~ELWRLQVWDQWHFXDQGR al doblar una esquina por la que tantas veces hemos pasado, se nos revela lo inaudito del poema, su decir maravilloso vuelto misterio cotidiano, tal el poema “La barcaza del verano” (8), de -DLUR*X]PiQ “Encontrémonos en la transparencia del cielo

en la savia del sol detenida guayacán,

 HQORDPDULOOR

PLUD

la barcaza del verano es ese árbol.

El viento de tus gestos me llena la cara de pétalos”.

Escritura que alerta la sensibilidad para encontrar en las palabras las vibracioQHVVXÀFLHQWHVTXHQRVSHUPLWHQDSUHhender de la magnitud de momentos TXHQRVVLJQLÀFDYLYLU Y, como en un secreto que cruza SRU ODV YRFHV GH ORV SRHWDV GHMDQGR en cada uno de ellos un instante de su misterio, nos encontramos con el poema “Hoy de nuevo…” (9), de SaUDK%HDWUL]3RVDGD “hoy de nuevo la calle se pobló de amarillo como en un intermitente ardor sobre las aceras Hoy de nuevo Prado y sus guayacanes arrebolando el camino”. El poema “Abre la puerta” (10), de Fernando Rendón, aparece surgido de un sueño que se abre en la realidad como una leyenda revelada en versos vueltos imágenes que producen una poderosa carga visual, necesaria para, por un instante, movernos entre el aquí y la otredad: “Sueño fuente del vacío del que brotan mundos suelta las aves de la resurrección cierra la herida del mundo piedra gigante respira imán atrae la música que nadie puede escuchar sin arriesgar su vida leyenda abre la puerta”. Poema ofrecido como una “Piedra gigante” que “respira” y se vuelve un “imán” que atrae y desvela las simples

\FRPSOHMDVFRDUWDGDVQHFHVDULDVSDUD vivir, para entrar a través de ese abra- cadabra entregado en cada momento donde la vida no cesa, donde el miste- rio pide ser mostrado en el misterio de su leyenda. Y en el itinerario propuesto por este Romance, encontramos el poema “Es- tirpe” (11), de Gloria Posada, escrito en versos cuyo decir produce un claro GLEXMRHOPLVPRTXHGHODWDODVVRODSD- das fauces que dan origen a muchos de los principios civilistas que nos ena-

Omar Castillo, foto cortesía de Luz Marley Cano.

moran, educan y someten: “Tiran la piedra y esconden la mano

Te entregan la rosa y ocultan el corazón

Te buscan para después decir adiós

Luego de los besos y las caricias esa estirpe se lava las manos y la boca”.

También encontramos la novela Amábamos tanto la revolución (12), de 9tFWRU%XVWDPDQWHFX\DWUDPDVXFHGH en la Medellín de 1980 y 1990, y de ella UHFRUGDPRVVXSiUUDIRÀQDO “Éramos tan jóvenes, tan supremamente jó- YHQHVTXHHOWLHPSRQRFRQWDED<DQRVHUH- mos felices, pensé. Volvía a convertirme en el hombre de ninguna parte, haciendo planes para nada. Las calles de Medellín me llama- ban de nuevo, quedaba la posibilidad de que en algún lugar de la ciudad se comenzara a fabricar otro encuentro con alguna muchacha. Me hundí de nuevo en la muchedumbre donde había tantas otras historias de la vida que huye”.

Cabe decir que esta novela no es un remate de las cuentas acumuladas por ODJHQHUDFLyQHQHOODUHÁHMDGD\VtHVOD puesta en escena de sus interrogantes, de lo vivido y de lo que reclaman sus saqueadas vidas. Por eso, en ella el lector encuentra momentos y frases que él quisiera terminar de vivir, de leer, pero que el autor mantiene subrepticios, como perdidos en los movimientos de su escritura, en el ir y venir de esas máscaras exhibiendo los rostros

Escribir en Medellín GH VXV SHUVRQDMHV FRPR HFRVTXH QR De Relatos del mundo o la mariposa FRQFOX\HQ(QHVWH~OWLPRSiUUDIRGH incendiada el poema “Hombres predi- la novela quedamos al borde de las cando” (15): palabras del narrador, vivenciando la nube de su trama, que en ese instan“Que a nuestro paso el mundo se estremezca te parece descascararse llevada por el Que a nuestro paso no quede piedra en su lugar aire de lo que vendrá tras esos rostros casas ni cosechas sin ser recogidas para cuando en la multitud arrastran sus vinuestra insaciable especulación das por la página de otra historia que Que a nuestro paso después de nuestro baño pasa. las aguas queden turbias como testimonio Y llegamos al poema “No hay entender Hagamos de las praderas desiertos no” (13), de Mario Angel Quintero: y más desiertos para que nuestros “No hay entender no. creo que £<VLDOJXLHQVHLQWHUSRQH No. creo hay entender que no Que a nuestro paso no quede ser vivo Que no no. creo hay entender A nuestro paso triunfos Triunfos Que no hay entender no. creo por algo somos testimonio del progreso Hay entender que no no. creo El progreso que dará al universo nuevo rumbo Hay entender no. creo que no Una nueva imagen a la especie Hay entender que no no creo ¡Gloria a nuestra caravana! No. creo entender hay no que ¡Gloria a nuestra caravana!”. +D\HQWHQGHUFUHRQR¢QRTXp" PLHQWUDVVHUHÁHMDHQORV\DUXPRV por el malestar producido por las rea- chiquillos construyan castillos de arena No que entender hay no. creo”. 8QRGHORVUHWRVSDUDTXLHQHVHVFULEL- mos, es hacerlo sin caer en las “correc- En este poema las palabras hacen setas” nociones ofertadas por quienes ñas desde los retorcimientos a los que TXLHUHQKDFHUFUHHUTXHORVFRQÁLFWRV son sometidas. Entonces, ¿qué dice, y las diferencias se resuelven cuando qué comunica? El decir de este poema PRGLÀFDPRVORVQRPEUHVRODQRPHQha sido esculcado en las espirales del clatura de los lugares donde suceden. habla cuando es exhibida en los garEntonces cuando hace miedo la ciuÀRVGRQGHFXHOJDQODVUXWLQDVGLDULDV dad, es necesario traer a la escena litambién cuando sus hablantes suceteraria la impotencia que produce ese den a prisa por los andenes. En éste miedo, traerlo sin encubrimientos, sin las palabras son usadas como bisagras hacer de él una narrativa publicitaria al sin aceitar y cuyos batientes permiten servicio de quienes ofertan redencio- asomarse a los lugares donde la reali- nes sociales. Reto necesario para una GDG KXPDQD PDQLÀHVWD VXV KDPEUHV literatura que busca los ámbitos lustra- GHVLJQLÀFDGRVSDUDODYLGD les de su tiempo. No debemos olvidar Y, en medio de los óxidos y de los re- cómo las palabras esclarecen lo que torcimientos donde la ciudad se ape- nombran, siendo origen de resurrec- WHFH\KDUWDHQHOGHOLULRGHVXVÀHEUHV ción, piedra que toca donde se abre la usureras, encontramos el poema “En vida una y otra vez. los yarumos la sangre seca” (14), de En el poema “A salvo” (16), de Cristi- Carmenza Arango: na Toro, encontramos una instantánea “Luna que azotas la montaña con todos los riesgos y retos que imcon tu mirar de hielo plica sigue siendo posible: la sangre seca “Aquí estamos los sobrevivientes como hoja de otoño” -los que logramos escabullirnosConmueve la brevedad y la nitidez de De nada sirve esconderte. este poema, su decir y su silencio. El peligro llega a tu pieza, En 1985 publiqué Relatos del mundo a tus sueños. o la mariposa incendiada y en 1987 Hay que saberlo retar cada día, Informe, libros de poemas tocados volver la vida de nuestro bando”. y en ella, la constancia de que la vida y cada día la ciudad martilla. lidades vividas durante esos años en Instantánea inscrita en una pared de Medellín, realidades que no han ce- la ciudad como la oración de quien sado, más bien han sido encubiertas, sobrevivió a una catástrofe íntima y ORJUDQGR XQD VRÀVWLFDGD HÀFLHQFLD FRP~Q KDFLHQGR GH OD KLVWRULD XQ correlato aprehensible para los usos diarios que nutren los imaginarios rea- les e irreales de la vida. En este Romance de Medellín también es necesario señalar las novelas Gan- ]~D   GH /XLV )HUQDQGR0DFtDV \ Los derrotados (18), de Pablo Monto- \D\HOOLEURGHSRHPDV+LMRGHFLXGDG   GH -RVp /LEDUGR 3RUUDV FX\RV contenidos son tocados por las tra- mas usureras y violentas que vivimos en esas décadas de 1980, 1990 y 2000, tramas de las que hoy, un día de sep- tiembre de 2019, seguimos viviendo sus aciagos y encubrimientos.

Bibliografía

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Elkin Holguín En las Tablas de Medellín...

Hablamos con Elkin Holguín, artista que es alma y nervio de SíTeatro, una apuesta potente, disruptiva y periférica al ´canon local´. El, que hace del Parque de Bolívar un crisol para leer la ciudad, para FRQÀJXUDUVHFRPRVHU\ artista. Aquí un relato y parte de sus trabajos HVFULWRV\JUiÀFRVTXHQRV muestran un ser que, como muchos, habita el centro y lo re-crea con sus propuestas estéticas lejanas de la farándula cultural y cerFDQDDOÁkQHDXUTXHQRV evoca Baudelaire...

Por: Napoleón Bermúdez García

Son las 4:00 p.m. del viernes, el parTXH %ROtYDU HVWi HQ REUDV URGHDGR \ escondido, oculto hasta que esté de nuevo disponible, hasta que esté “listo”, el encuentro será en un bar frente al parque, las obras llegan a la acera del bar, pero se puede transitar, se puede ver el parque, al menos sus árboles se pueden ver. Entra la luz dura del poniente por las ventanas de “La Polonesa”, Elkin Holguín está sentado con un tinto servido en un pocillo mucho más grande de lo habitual, al llegar a su encuentro pide un trago de ron y un tinto para mí, dice que la charla OD DFRPSDxHPRVFRQXQ´FDUDMLOORµ\ comienza a hablarme de algunos bares que existían alrededor, el bar Macos en ORV DxRV « 8QD FKLFD SDVD SRU OD acera en obras y dirige la mirada hacia adentro del bar, Elkin reacciona con un gesto cómplice. ´¢9LVWH FyPR VH VRQULy" <R OH GLMH Venga, Yo nunca hago eso, en el parque no, en el parque detrás de una sardina de estas siempre viene el patrón, esta fue que miró muy directamente” … Sigue contándome del bar Macos y la P~VLFD GH FDQFLyQ VRFLDO TXH VRQDED en este sitio, me habla de la amabilidad de su dueño y entiendo entonces que ese fue uno de sus primeros espacios que usó para ver el parque desde afuera, un espacio desde dónde ver cómo pasaban los diferentes grupos humanos que allí habitaban, me habla de un

Elkin Holguín

grupo de metaleros que solían estar en el atrio de la iglesia, hasta los noventa, yo le digo que a inicios de los 2000 D~QHVWDEDQSRUDKtVREUHWRGRHQGtDV GH6DQ$OHMRPHDVDOWDXQDGXGD¢TXp VHUi GH ORV URFNHURV GH 6DQ $OHMR" Elkin es un hombre maduro, de carác- WHUDPDEOH\JHVWRÀUPHHPSH]DPRV a hablar del centro, de todo y de nada, él no quería una entrevista, así que de- bía buscar en la charla algo sobre su relación con el Parque y el centro, en- tre anécdotas me contó cómo fue su primer encuentro con estos espacios. “Desde muy pelado me gustaba el parque porque aquí venían anteriormente los libreros, hace muchos años, cuando yo estaba estudiando en el bachillerato y casi en la universidad, se hacían en el parque los libreros; entonces yo venía a comprar libros y mirar libros y me gustaba ver pasar gente y fuera de eso, cuando yo tenía ocho o nueve años, la primera vez que oí hablar del

Ejercicios de admiración SDUTXH%ROtYDU IXH FXDQGRPH GLMHron, “vamos a ver agüita de colores”, la agüita de colores era la fuente, SRUTXH WHQtD ERPELOODV UHÁHFWRUDV de colores, cuando uno estaba niño creía que el agua era de colores, ese acercamiento casual termina en que con la primera novia uno se venía al SDUTXH%ROtYDUµ Quise separar al observador del crea- GRUSHURDHVWDDOWXUDVHPHGLÀFXOWD continuar con la conversación sin ha- blar también con el artista, la relación que se crea entre este espacio y Elkin está bastante marcada por la creación también, así que indago un poco por ese lado, ese Elkin que se nutre de WRGRVHVRVSHUVRQDMHVFDVLGH IDQWD- sía que habitan el centro de Medellín. Elkin lleva más de 30 años escribien- do su obra desde los “muritos” del parque, desde los bares y cafés que hay alrededor, siempre como un es- pectador, un observador que analiza cuidadosamente las dinámicas socia- les del parque, de los pequeños territorios que lo conforman, territorios ... \SHUVRQDMHVTXHGHXQDXRWUDKDFHQ parte de sus obras de teatro. Elkin lleva más de 30 La tarde avanza, aprovecho la luz de poniente para tomar algunas fotos del años escribiendo su obra espacio, hay mucho movimiento en las aceras, la gente se desplaza, busca salir desde los “muritos” del del centro, algunos otros apenas llegan, los obreros guardan sus herramientas parque, desde los bares y puedo tomar un par de fotos desde la calle en obra, regreso a la mesa y prue- cafés que hay alrededor, ER HO FDUDMLOOR VDEHPX\ ELHQ HQWUDQ SDUHMDVMyYHQHVD´/D3RORQHVDµPLHQ- siempre como un espectatras se escucha Corazón Prisionero de %RZHQ \9LOODIXHQWH +R\PH HQWHUR dor, un observador que de cómo se llaman los interpretes), la conversación gira hacia el habitar del analiza cuidadosamente centro. “Hay gente que hacen charlas ya y las dinámicas sociales del yo sé que esta gente no ha vivido el centro, vive en el centro tal vez, pero parque, de los pequeños no lo han vivido, no lo conocen, esto WLHQH XQ WHMLGR PX\ GLVWLQWR \ HV LQ- territorios que lo conforcreíble porque hay mucha gente que del sur al norte no conoce el centro man, territorios y perso¿Qué es vivir en el centro, estar en el FHQWUR"8QRSRGUtDGDUOHVQRPEUHV\ najes que de una u otra apellidos a los rincones, a las sombras, saber uno que esta ciudad cuando está forman hacen parte de cambiando, cuando va saliendo la luna y el sol se oculta ¿desde donde se mira sus obras de teatro. la ciudad? ¿Desde qué punto se marca el territorio? O sea, dónde comienza el es del centro sino de una parte del cen- centro y dónde termina, hay un mon- tro de la ciudad y esos guías no se van tón de guías turísticos que lo que co- DPHWHU SRUORV SDVDMHVPiV UHFyQGL- nocen es una historia, que ni siquiera tos. Ahora ¿qué es lo primero que uno

siente cuando no conoce el centro y se le menciona? Temor, eso es lo que la gente tiene en la cabeza”. Puedo notar que hay diferentes for- mas de apropiación del territorio, desde la propiedad privada, la identi- ÀFDFLyQFRQODKLVWRULDODVHJPHQWD- ción por grupo social y esos usos del territorio son horarios, lo que le da un carácter casi de organismo vivo al centro y cada uno de sus territorios y micro-territorios componentes, en- WRQFHV PH KDEOD GHO SDUTXH %ROtYDU de nuevo, ahí me entero de cuáles son esos usos, esos habitantes y los micro-territorios que lo componen, escucho atento y fascinado. 0H FXHQWD GH HMHUFLFLRV GH REVHU- vación que lleva a cabo con sus es- tudiantes en el parque, los invita a encontrar el simulacro, la mimesis y la imitación, los horarios de estos fenómenos y las pequeñas fragmen- WDFLRQHV GHO HVSDFLR TXH FRQÀJXUDQ el territorio de cada grupo, de las pu- WDVORV+DUH.ULVKQDORVMtEDURVORV borrachitos, los pastores y los curas, los travestis y los venteros de tinto, todos tienen su espacio, su territorio, cada quien está seguro donde está y no EXVFDRWUROXJDULQWHUDFW~DQSHURQR se mezclan, son vecinos con sospecha. 0LHQWUDV VHHVFXFKD -XOLR -DUDPLOOROD antigua silla de madera y cuero de vaca atrapa el pantalón de Elkin, un rema- che se clavó en la tela, una situación LQFyPRGDPLFRPSDxHURGHFDUDMLOORV VH FRUWD XQ GHGR IRUFHMHDQGR FRQ OD silla, lo ayudé a liberarse y en la barra atienden su herida con aguardiente y servilletas, es entonces que decidimos salir del bar que ya está casi lleno. Al hacer un corto recorrido por los alre- dedores del parque me cuenta sobre la exótica oferta de servicios sexuales que se comercian en las bancas del parque, discreta, frente a todos y a la vez en secreto, al caminar me dice que QRFUHHTXHYD\DQDGHMDUPXFKRHVSD- cio para plantas, cada vez más cemen- to me dice. “¿Sabes por qué me llama la atención HO SDUTXH %ROtYDU" 0H JXVWD SRUTXH es el lugar más diáfano y honesto del mundo, ahí nadie miente, ahí la gen- te es lo que es, ahí nadie aparenta, el que tiene la pata podrida, tiene la pata podrida, el borracho está borracho, el cagado huele a mierda y el miado a orín, nadie aparenta, es que no hay forma de disfrazar eso, no hay cómo, o sea no hay forma de disimularlo; vos te vas a un centro comercial y es el GHVÀOH GH OD YDQLGDG HV RWUR FXHQWR

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