Es un placer darles la bienvenida a una nueva edición de nuestra revista, donde la creatividad y el conocimiento se entrelazan para ofrecerles lo mejor en cultura e historia. Cada página está pensada para inspirar, provocar reflexiones y, sobre todo, generar diálogos significativos. En cada número, nos esforzamos por ofrecerles un vistazo profundo y reflexivo a los eventos, personajes y procesos que han moldeado nuestra identidad nacional.
Les invitamos a sumergirse en las páginas que siguen, donde encontrarán relatos que resaltan la diversidad de voces y experiencias que conforman nuestro país. Agradecemos su interés y apoyo continuo en esta travesía por la memoria histórica.
Agradecemos su lealtad y apoyo continuo. Los invitamos a explorar cada artículo, a dejarse llevar por las historias y a compartir sus impresiones con nosotros. Juntos, podemos seguir construyendo una comunidad vibrante y consciente.
Juntos, sigamos valorando y aprendiendo de nuestra herencia.
¡Disfruten la lectura!
Atentamente,
DURARÁN Staff
Director editorial
Secretario de redacción
Editor Jefe de arte
Editor de fotografía
Jefe de corrección
Daniel Flores
Sebastián Ramos
Brian Szejkia
Alejandro Mella
Ignacio Arnedo
Carlos Martínez
Escritores en este número
Alan Arnette, Facundo Arroyo, María Bergés, Sebastián Álvaro, Eugrnio Mazzini
Gerente general
Director de contenidos
Directora editorial de revistas Francisco Seghezzo
Un montón de fragmentos para mostrar a un personaje que se trasluce, justamente, en esas fracciones, siempre alejadas de la grandilocuencia. Porque cuanto más extraordinaria es la victoria (un Mundial, sin ir más lejos), más pequeño se hace Bilardo: los jugadores que brindan su testimonio en los cuatro episodios de la serie documental lo describen sentado en un rincón del vestuario de México ‘86 después de la final pensando en los dos cabezazos que su equipo se comió adentro del área.
Los ladrones: La verdadera historia del robo del siglo
Los protagonistas son los cuatro elementos claves de esta producción: Fernando Araujo, Mario Vitette Sellanes, Rubén Beto de la Torre y Sebastián García Bolster, pero hay más: uno de los negociadores de la policía, Miguel Sileo, un empleado del banco y la interesante perspectiva del director que se dio el lujo de crear una atmósfera particular para cada uno de los que relataban esta historia.
Algo habrán hecho
Como buen divulgador, Felipe Pigna, junto a Mario Pergolini tiene acá una misión que parece simple pero no lo es: buscar acercarnos la historia de Argentina de una manera que no nos haga temblar ante la idea de memorizar fechas imposibles. En su lugar, se enfoca en las relaciones de poder que se han tejido a lo largo de los años, como si estuviera tirando de los hilos de una maraña histórica que llega hasta el presente.
¡Nos invadieron los ingleses!
Imágenes: Héctor Arenales Solís
La Independencia de nuestro país se declaró el 9 de julio de 1816. Pasaron ya más de 200 años: imaginar la Argentina de hace tanto tiempo no es fácil. De aquella época a la actualidad, todo cambió sustancialmente. Muchos fueron los que lucharon para que nuestro país fuera libre.
Hace mucho mucho tiempo, antes de que nacieran tus abuelos y hasta tus bisabuelos, la gente de Buenos Aires vivía de un modo muy distinto a como se vive hoy. Había un rey que estaba en España y desde allí daba todas las órdenes. Aquí vivían españoles, criollos, mestizos, negros, indios y gauchos, y todos obedecían al rey, quien en estas tierras gobernaba a través de un virrey, es decir un funcionario que daba órdenes en su nombre.
Un día pasó algo extraño: llegaron a Buenos Aires hombres que venían del otro lado del mar, con uniformes rojos, armas, cañones. Eran de un país muy lejano llamado Inglaterra y desembarcaron en nuestras costas. Pero... ¿Qué buscaban? Querían ser los dueños de Buenos Aires
Textos: Marcela Feuerschvenger
y mandar a toda la gente que allí vivía. Durante muchos días mantuvieron su bandera bien en alto para mostrar todo su poder y se paseaban por la ciudad como si fueran sus nuevos dueños. Y ustedes dirán “¿Y el virrey no defendía la ciudad?”. No, el virrey se asustó y se fue, pero hubo otros hombres valientes que se defendieron con todo lo que tenían: armas, piedras, palos, agua caliente, aceite, y lograron que los ingleses se volvieran a su país con las manos vacías. Luego vino otro virrey de España, pero ya las cosas habían comenzado a cambiar.
El camino hacia nuestra libertad llevó tiempo, luchas, esfuerzo y el deseo de dejar de depender de España. Hubo muchos hombres y mujeres valientes que dedicaron su vida para lograrlo.
Rememorando próceres
Por Facundo Arroyo
Güemes
Líder revolucionario
Líder de las guerras gauchas, defensor de la frontera norte. Con su ejército de Infernales repelió invasiones españolas y desplegó al máximo sus habilidades políticas y militares en búsqueda de la unidad nacional.
Nacido el 8 de febrero de 1785 en lo que hoy conocemos como el norte argentino, Salta específicamente, rodeado de privilegios, desde muy joven se incorporó a la carrera militar. A los catorce años ingresó al Regimiento Fijo de Buenos Aires que tenía asiento en Salta y con ellos participó en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas de 1806. Al tiempo, fallece su padre y el joven Güemes vuelve a Salta y lo sorprende la Revolución de Mayo. El Cabildo de Salta fue el único Cabildo en adherirse a la revolución y Güemes va a recibir la orden por parte de la Primera Junta patriota de cerrar las comunicaciones entre el Virreinato del Río de La Plata y el Virreinato del Perú, y cumple esa tarea con éxito.
Después de la Revolución de Mayo se incorporó al ejército destinado al Alto Perú al mando de Manuel Belgrano. En 1814, José de San Martín se va a hacer cargo del ejército de Belgrano y designa a Güemes como jefe de las avanzadas sobre el río Juramento, donde el salteño desempeña un rol militar estratégico, se había puesto al frente de una partida cada vez más nutrida de gauchos guerrilleros que les hacía literalmente la vida imposible a los invasores.
Al año siguiente se convirtió en el primer gobernador de Salta elegido por asamblea popular, sin intervención de las autoridades de Buenos Aires. Como gobernador, le otorga rango militar a los milicianos que lo venían acompañando, suma mas adeptos y crea su propio ejército: la División Infernal de Gauchos de Línea , una tropa de aguerridos soldados que defendieron la frontera norte cuando el ejército de San Martín fue a liberar Chile y Perú.
Güemes fue un gran colaborador en el proyecto emancipador de San Martín y un innovador estratega militar. Su descomunal valentía provocó la admiración y el odio de muchos.
Vivió tan solo 36 años. Su muerte fue producto de un complot; una emboscada organizada por sectores de poder disconformes con el poderío de Güemes, lo hirieron de muerte un 7 de junio de 1821 y tras 10 días de agonía, murió un 17 de junio en la quebrada de la Horqueta, bajo el calor del abrazo de su ejército y de sus gauchos leales.
“Voy a dejarlos, pero me voy tranquilo, porque sé que tras de mi quedan ustedes, que sabrán defender la patria con el valor del que han dado pruebas”
“Yo no tengo más que gauchos honrados y valientes. No son asesinos sino de los tiranos que quieren esclavizarlos. Convénzanse Uds. que jamás lograrán seducir no a oficiales, sino ni al más infeliz gaucho”.
Los infernales
En 1815, cuando fue elegido gobernador, organizó al pueblo de Salta y militarizó la provincia. Martín Miguel conquistó al guachaje y creó la División Infernal de Gauchos de Línea, un regimiento vestido de rojo punzó y a regla con todas las jerarquías militares. Fueron imprescindibles para José de San Martín, quien tendrá permanentes expresiones de elogio y gratitud para con Güemes y sus gauchos. Su vital tarea de contención y distracción de las tropas españolas resultó imprescindible para encarar el cruce de los Andes y desarrollar con éxito la campaña libertador. Los Infernales frenaron en el norte nueve invasiones realistas usando la táctica que fue conocida como “guerra de guerrillas”, atacaban sorpresivamente y se dispersaban en el monte. Güemes los llamo “los Infernales” para hacerle la contra a un cura que peleaba a favor de los realistas en la zona de la Puna y que había armado, de su propio bolsillo, un regimiento al que llamó “los angélicos”.
La División Infernal de Gauchos de Línea se creó como un cuerpo reglado militar que tenía un jefe, una plana mayor, oficiales, suboficiales, cuerpo médico y hasta banda militar. Fueron un Cuerpo de Caballería al estilo de los húsares, o sea, que combatían a caballo pero una vez que ataca la Caballería, el hombre descendía del caballo y actuaba como Infantería porque lleva un fusil en la espalda. Güemes pide permiso a Buenos Aires para crear la División y Buenos Aires, que ya le tenía temor porque pensaba que se iba a transformar en un Artigas norteño, no le autoriza la creación argumentando que no había plata en las cajas del Ejército. Pese a todo, Güemes utiliza los recursos de la provincia de Salta sostiene esa división militar que va a combatir incluso hasta después de su muerte.
Junto a Güemes además peleaban los milicianos gauchos, que eran paisanos que tomaban las armas en defensa del territorio pero no tenían una formación militar. Arrieros, artesanos, indios que dejaban a sus familias, sus hijos, sus padres, sus animales y montaban a caballo, con su lanza, su puñal, su lazo y salían a combatir bajo las órdenes de estos comandantes unificados todos en la División Infernal de Gauchos de Línea. La capacidad y los conocimientos que estos hombres tenían de su territorio puestos al servicio de la emancipación fueron decisivas para controlar la frontera norte.
Nadie conocía como ellos las quebradas, los ríos, los cañadones y los pasos entre los valles.
Sus combates
Durante la primera invasión inglesa, el Justina, un buque de 26 cañones se ocupaba de bombardear Buenos Aires. El 12 de agosto de 1806 por la mañana, Santiago de Liniers ordenó neutralizarlo. Al mando de un pelotón de Húsares, un joven de 21 años lo obligó a rendirse, aprovechando que una bajante de las aguas lo mantenía inmovilizado. Fue así como un barco inglés fue tomado por un grupo de jinetes. Ese joven era Güemes.
Cuando estalló la revolución de Mayo, le habían dado la misión de patrullar la quebrada de Humahuaca. Como una suerte de estímulo, fue ascendido a capitán. Tuvo un papel determinante en la victoria patriota en Suipacha el 7 de noviembre de 1810, aunque curiosamente no fue mencionado en el parte de batalla, posiblemente por haber insistido en perseguir a los españoles y terminar con ellos, cosa que no se hizo, lo que generó un roce que los jefes no dejaron pasar.
Convivía con una mujer casada y, aparentemente, vivían junto al esposo que decía que el salteño lo había amenazado de muerte si denunciaba la situación. Fue acusado por Manuel Belgrano de llevar una vida licenciosa y enviado a Buenos Aires. En la ciudad conoció a José de San Martín, y ambos armarían una dupla perfecta; con el tiempo con Belgrano (que reconocería la dureza de la sanción impuesta) también terminarían como grandes amigos.
Cuando San Martín se hizo cargo del Ejército del Norte, lo reconoció como General en jefe y lo puso a cargo de las avanzadas del Río Pasaje. El 29 de marzo de 1814 el futuro Libertador lo llamó “benemérito” cuando derrotó a los realistas en la ciudad de Salta.
Tuvo a maltraer a los españoles comandados por Joaquín de la Pezuela, a quienes atacó en distintos puntos de las provincias de Salta y Jujuy. El Directorio lo ascendió a coronel graduado del Ejército y jefe militar en Tucumán y Tarija.
El fin
Los disparos en la plaza fueron escuchados por Güemes, quien creyó que se estaba desencadenando una revolución. Con sus hombres fue a ver qué era lo que ocurría. Al llegar a una bocacalle le preguntaron “quién vive” y
“Querían patria sin gastar y teniendo que gastar renunciaron a la patria” (Joaquín Castellano)
Güemes, comprendiendo la situación, gritó “la Patria”, escapó al galope, salvándose de milagro de los disparos que le hicieron.
Al llegar al viejo puente de piedra que cruzaba el Tagarete de Tineo, se topó con un grupo de fusileros del rey y los enfrentó con los pocos hombres que lo acompañaban, ya que algunos habían caído y otros habían sido hecho prisioneros.
En la descarga que le hicieron, un proyectil ingresó por su cadera derecha y se alojó en su ingle izquierda.
Aferrado al pescuezo del caballo para no caerse de la silla, galopó en la oscuridad. Al cruzar el río Arias, se encontró con una de sus partidas: “Vengo herido”, les dijo. Lo bajaron del caballo, armaron una camilla con ramas y ponchos y por el camino de El Chamical, a unas cuatro leguas al sudeste de la ciudad, fueron hasta su finca en La Cruz. Pero como sus hombres consideraron que no era un lugar seguro, decidieron internarse en las sierras y quedarse en la Quebrada de la Horqueta.
Hasta allí fueron llegando paisanos de distintos puntos de la provincia, a medida que se enteraban sobre lo que había ocurrido. Sabía que se moría, por eso fue despidiéndose de todos, haciéndoles prometer que debían seguir la lucha contra los españoles.
Cuando Olañeta, que estaba en Jujuy, se enteró de que estaba herido le envió emisarios. Si se rendía, le abrirían el camino a Buenos Aires para que pudiera ser atendido por los mejores médicos.
El salteño, tendido en un catre que le había armado Mateo Ríos, hizo llamar al coronel Vidt, jefe de su estado mayor:
“Yo no pretendo ni gloria, ni homenajes, yo solo trabajo por la libertad de la patria”
- Martín Miguel de Güemes
En presencia de los emisarios españoles, le ordenó que marchase con sus fuerzas a poner sitio a la capital, haciéndole jurar que continuaría la lucha hasta que no quedase en la tierra un solo argentino o un solo español.
José Redhead, obtuvo el permiso de los españoles para ir a atenderlo, a quien ya le había adelantado que cualquier herida que recibiera sería mortal, ya que se suponía que sufría de hemofilia.
Pero los intentos tanto de Redhead, como su colega Castellanos, fueron inútiles. Según la tradición oral de la familia Güemes, sus últimas palabras fueron para su esposa Carmen Puch. “Mi Carmen no tardará en seguirme; morirá de mi muerte así como vivió de mi vida”. El padre Francisco Fernández fue el que lo reconfortó espiritualmente en sus últimos momentos.
El 17 de junio de 1821 los pobres de Salta y sus alrededores se quedaron sin padre. Moría Martín Miguel de Güemes el hombre que había rechazado con sus infernales nueve invasiones españolas. Todo aquel pueblo que lo había acompañado en las buenas y en las malas, concurrió en masa a su entierro en la Capilla de Chamical. En la actualidad sus restos yacen en la Catedral de Salta, ubicada en la antigua Iglesia de los Jesuitas
Mientras tanto, la Gaceta de Buenos Aires, muy lejos de los ideales de su fundador, Mariano Moreno, informaba feliz y desvergonzadamente a sus escasos pero influyentes lectores: “Murió el abominable Güemes al huir de la sorpresa que le hicieron los enemigos. ¡Ya tenemos un cacique menos!”.
Los Infernales hoy
A fines del siglo XIX se produce una mimetización de un regimiento del Ejército Argentino que es autorizado a utilizar los uniformes de la antigua División Infernal de Gauchos de Líneas creada por Güemes. En la actualidad, es el Regimiento de Caballería de Exploración de Montaña 5 “General Güemes” el que tiene el honor de portar los uniformes colorados de los Infernales y de regirse por el mismo código de honor. Ellos son los encargados de hacer la guardia en el Panteón de las Glorias del Norte desde el día 7 de junio, y el día 17 de junio participan en el gran desfile donde se hacen presentes mas de 6000 gauchos de todas las fuerzas de seguridad.
El legado de Güemes
No pudo concretar su obra independentista pero tiene una vida plagada de ejemplo para los argentinos. Él nunca fusiló a nadie, perdonó a sus enemigos en su lecho de muerte. Fue un hombre común como cualquier de nosotros, con sus pasiones, con sus enojos, con sus tristezas. Cada cien años o más surgen hombres así, destinados por la providencia o por el destino a realizar grandes hazañas. Güemes nos dejó una huella tan profunda que nos hace sentir orgullosos a los salteños y cuando estamos en problemas en nuestra provincia siempre recurrimos a los valores de Güemes que parecen darnos un poco más de aire todavía para seguir adelante. Ese espíritu de lucha y resistencia lo podés encontrar desde el tipo más preparado hasta el más humilde de los valles, el tipo que vive en la ciudad o al que vive en medio de las montañas cuidando sus cabras o trabajando en las minas.
Todos los 17 de junio el Museo Histórico Nacional del Cabildo y la Revolución de Mayo junto a la Casa de la Provincia de Salta en Buenos Aires conmemoran la figura del general Martín Miguel de Güemes héroe de la lucha por la independencia de nuestro país, con actividades con entrada libre y gratuita.
“Hizo una guerra porfiada y tuvo la gloria de morir por la causa de su elección”
- José María Paz
Naturaleza histórica
El hombre al que le debemos la Patagonia
Moreno, el perito “a secas” para todas las generaciones argentinas, es un gigante cuya obra alcanzó una dimensión extraordinaria, tanto por sus servicios patrióticos, como por sus logros científicos, sus acciones altruistas y su constante preocupación por sus conciudadanos, desde la infancia hasta la ancianidad. Vayan estas líneas en homenaje a un argentino que fue olvidado en su tiempo y espera aún el reconocimiento nacional que le corresponde.
Por Sebastián Álvaro
Sus inicios
Francisco Pascasio Moreno nació el 31 de mayo de 1852. Su pasión precoz por la naturaleza hizo que el director del Museo de Buenos Aires, el sabio alemán German Burmeister, se entrevistara con él y lo orientara en la búsqueda de lo que Moreno llamaría desde entonces “huesitos y piedritas”
A los quince años, le pidió a su padre autorización para crear un museo en la chacra familiar ubicada en el sitio donde hoy se levanta el Instituto “Félix Bernasconi”, sobre la calle Catamarca en Parque Patricios. En junio de 1872, con sólo veinte años, fue uno de los fundadores de la Sociedad Científica Argentina, enviando por primera vez a Europa cráneos humanos antiguos que descubriera enterrados en las pampas.
Las expediciones
En 1873, emprendió la primera de sus grandes expediciones y partió rumbo al río Negro, viaje que repetiría dos veces en los años siguientes. Moreno llegó al río Limay y fue el primer hombre que llegó al lago Nahuel Huapí desde el Atlántico.
A fines de 1876, hizo su viaje más célebre al río Santa Cruz, al que navegó contra la corriente hasta sus nacientes, siendo Moreno quien bautizó a ese gigantesco lago como Argentino el 15 de febrero de 1877, lo mismo que al cerro Fitz Roy y al lago San Martín. Durante esa expedición lo hirió un puma hembra, aunque pudo salvar su vida, y en un rapto de humor bautizó “La Leona” al río en cuya orilla se produjo el ataque animal. Fue recibido como un héroe a su arribo a Buenos Aires.
Esos viajes por la Patagonia le permitieron esbozar las tesis que debía utilizar la Argentina en su disputa territorial con Chile para establecer los límites. A él se debe el criterio de las altas cumbres divisorias de aguas, que permitieron establecer el 90% de la tercera frontera más larga del mundo. En esa década de 1870, comenzó su tarea más impresionante: recorrió la cordillera de los Andes desde el estrecho de Magallanes hasta la Puna de Atacama durante más de 20 años.
Delimitando la patagonia
Sus conocimientos geográficos fueron la base científica para la firma del tratado de límites con Chile en 1881,
para forzar una negociación con la nación trasandina que incorporó para el patrimonio nacional toda la Patagonia. Las tareas posteriores para la delimitación del límite a lo largo de la cordillera de los Andes contaron con la permanente participación de Moreno.
Entre 1892 y 1897, se tensan las relaciones entre los países por las dificultades para fijar los límites en algunos rincones cordilleranos, por lo cual en 1899 Moreno es nombrado “perito en límites”.
En el encuentro de los presidentes Roca y Federico Errázuriz en el estrecho de Magallanes, se estableció una comisión formada por tres peritos para resolver el trazado de fronteras pendientes. La Argentina nombra a Moreno, Chile a Diego Barros Arana, y la reina Victoria de Inglaterra, envía a Thomas Holdich.
Moreno desplegó toda su astucia y su fervor patriótico acercándose amigablemente al perito inglés, que era atacado por el chileno. Holdich fue simpatizando con las posiciones de Moreno, lo que permitió obtener la soberanía en la zona de San Martín de los Andes, a pesar de que el lago Lácar desagua en el océano Pacífico, debido a que en una mesa de arena, Moreno lo convenció sobre “errores” en el desplazamiento de las montañas.
En 1902, Holdich pidió un plebiscito en la zona chubutense de Trevelin y Esquel, donde criollos, indios y galeses votaron en una escuela que aún existe seguir perteneciendo a la Argentina. En la zona del lago Buenos Aires, el dique de piedras que Moreno había construido tres décadas antes para cambiar el curso del río Fénix hacia el Atlántico fue considerado natural por el perito inglés, estableciendo la soberanía argentina sobre esas tierras.
¡Cuánto quisiera hacer, cuánto hay que hacer por la patria! Pero ¿cómo, cómo? ¡Tengo sesenta y seis años y ni un centavo!.. ¡Yo que he dado mil ochocientas leguas a mi patria y el Parque Nacional, donde los hombres de mañana, reposando, adquieran nuevas fuerzas para servirla, no dejo a mis hijos un metro de tierra donde sepultar mis cenizas!”
Mujeres en la historia
Juana Manso
La gran maestra argentina
En 1859 su amigo, el escritor José Mármol, le presentó a Domingo Faustino Sarmiento, con quien compartió sus ideas sobre la educación como vehículo de la alfabetización y la necesidad de una educación para toda la población.
Sarmiento la nombró directora de la Escuela Normal Mixta N° 1, primera escuela en que ambos sexos compartían las aulas, por lo que Manso fue muy criticada y resistida por los sectores más conservadores. Desde 1865, Juana estuvo, además, a cargo de la revista Anales de la Educación Común, desde la que promovió sus ideas sobre educación popular, sobre la importancia de la creación de jardín de infantes, la profesionalización de la tarea docente y la difusión de sus ideas republicanas.
Juana promovió un fuerte impulso a las bibliotecas públicas y fundó la primera biblioteca popular en Chivilcoy en el año 1866. Ante la ausencia de textos para utilizar en el ámbito educativo, Manso redactó y publicó el Compendio de la Historia de Las Provincias Unidas del Río de la Plata. Y en 1868, con la llegada de Sarmiento a la presidencia, pudo insertarse mucho mejor en el ámbito educativo y formó parte de la Comisión Nacional de Escuelas. Desde allí impulsó la creación de cooperadoras escolares y promovió el fin de las pedagogías basadas en el castigo de los niños, además de colaborar en la fundación de treinta escuelas.
"Juana Manso gloria de la educación. Sin ella, nosotras seríamos sumisas, analfabetas, postergadas, desairadas. Ella es el ejemplo, la virtud y el honor que ensalza la valentía de la mujer. Ella es, sin duda, LA mujer"