DE SUR A SUR ANDALUCÍA
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Nº 33 abril 2014
Las raíces invisibles de la inmigración 15 muertos en Ceuta provenientes del África subsahariana. Entradillas que hablan de «avalancha». Propagandas de tinte xenófobo de fuentes policiales-gubernamentales que se reverberan en medios como El País: «30.000 inmigrantes aguardan en Marruecos para saltar a Ceuta y Melilla». Noticias acompañadas de gráficos sobre el «cerco» a Ceuta y Melilla. Como si se tratase de una operación logística militar, donde organizaciones criminales asediasen con clandestinos nuestra fortaleza europea. Comprender el drama de la inmigración exige mucho más que la información sesgada y descontextualizada que ofrecen, por lo general, los medios hegemónicos. Hay que preguntar por las causas que inducen a seres humanos a cruzar, a veces a pie, miles de kilómetros y a abandonar sus hogares -si los tienen. Sobre todo, ¿cuál es la responsabilidad del primer mundo en estas diásporas de la vergüenza? Las regiones subsaharianas se hallan bajo el azote del hambre, el SIDA y la guerra. La extrema pobreza está en la raíz. Casi la mitad de la población vive con menos de 1,25 dólares al día, según datos del Banco Mundial. 19 de los 25 países más pobres del mundo pertenecen al África subsahariana. De los más de 800 millones de personas subalimentadas en el mundo, 223 son del África subsahariana, con datos de la FAO. Y no se trata de hambres inevitables, sino del resultado de las opciones políticas como advierte el informe Acabar con el hambre está al alcance de nuestras manos, de Intermón Oxfam. Los recursos alimenticios y naturales son sistemáticamente expoliados por países del primer mundo. Por ejemplo, países europeos con España a la cabeza - 47 % de cuota en pesca - agotan los recursos pesqueros de Senegal, reduciendo a mínimos la pesca artesanal que contribuye a disminuir la pobreza alimentaria. Se ceden miles de hectáreas en Uganda a corporaciones de café alemanas, terrenos que no podrán utilizarse para el autoabastecimiento de las poblaciones. 63 millones de hectáreas acaparadas por los grandes capitales en un continente que se muere de hambre. Y un tercio de las tierras se dedica a la producción de agro-combustibles para la UE: 9100 litros de agua para producir un litro de biodiesel, lo que contribuye a su vez a la desertificación. Un continente golpeado por guerras civiles y genocidios, cuyos conflictos repercuten directamente en el agravamiento del hambre. Por ejemplo, el conflicto en Malí que generó una agudísima crisis alimentaria en todo el Sahel. En fechas recientes, el