Boletín de sur a sur, nº 21

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DE SUR A SUR ANDALUCÍA

www.aspa-andalucia.org Nº 21 octubre 2013 Lampedusa: vidas no contadas

Si no fuera porque el número de los refugiados fallecidos en la costa italiana ha superado el techo de la “normalidad” que ronda sobre 280 personas, la tragedia de los tripulantes de esta patera hubiera pasado desapercibida. Hace dos años 61 refugiados – incluidos varios niños-, naufragaron en este mismo lugar al quedarse sin alimentos y combustible, mientras un portaaviones de la OTAN les miraba sin pestañear. Sin nombre, ni historias de amor o de intriga, ninguna canción eternizará su viaje a la muerte, ni nadie hará una película de esos hombres y mujeres valientes capaces de arriesgar su vida no solo para cumplir su sueño, sino para ayudar a su familia y empujar de paso el carro de la civilización humana. “Deshumanizar al otro” es la estrategia política que legitima el trato que se les da. Pero esos cuerpos en el mar han puesto a prueba, una vez más, nuestra capacidad de no sentir vergüenza de votar a individuos que aprueban leyes antinaturales como la de castigar a quien ayuda al prójimo. Aún así, varios pescadores italianos siguiendo su instinto salvaron la vida de decenas de aquellas personas desesperadas, escupiendo a la cara de demonios disfrazados que hemos colocado en los sofás de los palacios u los sillones de los Congresos. Vidas no contadas. Entre las historias de vida de esos centenares de personas ahogadas en Lampedusa, de esas vida no contadas miles, podemos conocer las siguientes: -Fátima, mujer somalí de 26 años que viajaba junto con su hijo Ahmed de 5 años. Su país, ubicado sobre un lago de petróleo no explotado, ha sido declarado por Occidente como “Estado fallido” – contraseña del “país poseedor de recursos naturales o ruta de su tránsito, ya apto para ser dominado”-, desfallece de hambre sobre inmensas reservas de uranio, oro, petróleo, gas, bauxita y cobre. - Ahmed, niño de ojos grandes de 10 años, otra víctima, era huérfano al igual que varios millones de pequeños somalíes. No quería convertirse en uno de los 500.000 niños que viven en las calles del país, o verse obligado a trabajar jornadas interminables a cambio de un plato de comida, con palizas y abusos sexuales de postre, o convertirse en soldado o esclavo en el “mercado libre” del capitalismo global. - Abeba, mujer de la tierra del café, Etiopía, había conseguido junto con otras activistas que la Constitución prohibiera la ablación. Todo un logro. Para la luchadora de las batallas imposibles era más difícil, sin embargo, derrotar el sistema económico, político y social capitalista que bendice una violencia patriarcal estructurada. Su espalda, destrozada por llevar cargas pesadas durante horas de camino, ya no aguantaba. Se echó a esta aventura llevando consigo a su sobrina Hakima, de 7 años, una de los cuatro millones de niños huérfanos etíopes. El sueño de Abeba era salvarle de la desnutrición severa que mata a miles de pequeños en este país.


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