FIESTA 1279

Page 22

DÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS La cabeza coronada de espinas. Agotado, el Señor llega a la colina. A medida que la hora se aproxima, el silencio crece y la multitud curiosa, sedienta de muerte, espera imágenes irrepetibles. Silencio. Ningún ruido, ni siquiera el viento se deja sentir. ¡En pie! ¡Levántate! ¡Rápido! El Señor se levanta grandioso, lentamente, y contempla la cruz. Su cruz. Es el pecado lo que mata, no los hombres. Alguien se aproxima, algún soldado que, bruscamente le retira su túnica sin costuras. El rey esté desnudo. Desnudo, frágil y pobre como cuando vino al mundo en Belén, aunque ahora sin que vayan a adorarlo los pastores y los Magos. Desnudo como en el día de su bautismo en aguas del Jordán, aunque ahora sin ser iluminado por la voz del Padre: “Este es mi hijo muy amado”. Ahora en la colina, es odiado por los hombres. Rechazado, como rey proscrito, Hijo desnudo, derrocado del amor humano y privado del Amor del Padre. Desnudo, herido, terriblemente herido, el rey se viste con la piel del hombre que sufre.

Le quitan todo: su libertad, sus amigos, su dignidad... Le dejan preparado para su coronación. El Espíritu de santidad, el Espíritu de libertad, el Espíritu de todas las gracias, como quien detiene el aliento, en el que el mundo pierde su equilibro ante el eclipse del Amor. Desnudo, frágil como un hombre, el Señor fija sus ojos en el cielo azul.

ÚNDECIMA ESTACIÓN. JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ El Señor ya no le pide al Padre que le libre del tormento, ¡sino que nos perdone! La pesada cruz yace por tierra. Va a ser revestida. El madero seco, antiguo instrumento de infamia y de castigo va a convertirse en Árbol de la Vida.

Con cada golpe los pecados penetran en el alma del Señor: los pecados ya perpetrados, los que yo tenga intención de cometer, los que no conseguí llevar a cabo, los ya olvidados, los que no quisiera recordar, los que expulsé de mi memoria...

Un temblor atraviesa el cuerpo de María cuando su Hijo es llevado junto a la cruz. El se acuesta sobre ella, con un solo movimiento, como si siempre hubiera dormido allí. El Señor se desposa con su cruz. Un soldado con duros golpes, ensarta un clavo en su carne viva. Se oye un terrible grito. El Verbo sufre en su humanidad. Se cumple la profecía del siervo sufriente.

Carga con todos los pecados como si los hubiese cometido él mismo. No ofrece solamente su cuerpo, sino todo su ser con todo su horror. Horror que no permite ahora arrepentimiento. El arrepentimiento y la confesión forman parte de un todo que nace después de la cruz. ¡La madera seca y estéril se convierte en Árbol de Vida!

Otro clavo se ensarta. Esta vez en silencio. Las lágrimas recorren el rostro del Señor.

En la cruz el Señor sufre hasta el conocimiento del horror del pecado. Pero más que por los clavos de hierro, es por el Amor por lo que el Señor permanece sujeto a la cruz.

Luego clavan los pies, juntos, atravesados. El cuerpo del Señor ha sido maltratado como el de un animal. Cordero inmolado. Hay sangre por todas partes. Sangre que corre por la madera, por las manos de los soldados y por la boca del Mesías. Al clavar al Señor, se clavaban y se perdonaban los pecados de los hombres. Según se crucificaba el cuerpo, el hombre antiguo quedaba crucificado.

22

Una vez más se deshacen los lazos de sangre para que circule con toda libertad la energía del Amor. Confía su Madre a su amigo; y su amigo a su Madre. Colocando la cruz en el mundo y elevando hacia el único Padre al hombre perdido, y ellos no saben siquiera lo que hacen.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.