FIESTA 1279

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14 de abril de 2019 Nº 1279 • AÑO XXVII

SEMANA DE PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

HORARIOS LITÚRGICOS EN LA CATEDRAL “EL CAMINO DE LA SANTIFICACIÓN”

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Semanario de las Iglesias de Granada y Guadix


vozdelPapa

“¡Oh, Padre, ten piedad de todos nosotros!” “Padrenuestro, perdona nuestras ofensas” Continuando con sus catequesis sobre el Padrenuestro, Francisco ha dedicado su Audiencia de esta semana a “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. El cristiano que reza pide a Dios ante todo que le perdone sus ofensas, es decir, sus pecados, el mal que hace. Esta es la primera verdad de cada oración: aunque fuéramos personas perfectas, aunque fuéramos santos cristalinos que no se desvían nunca de una vida de bien, somos siempre hijos que le deben todo al Padre. (…) Hay pecados que se ven y pecados que no se ven. Hay pecados flagrantes que hacen ruido, pero también hay pecados tortuosos, que se anidan en el corazón sin que nos demos cuenta. (…) El pecado divide la fraternidad, el pecado nos hace suponer que somos mejores que los demás, el pecado nos hace creer que somos similares a Dios. Y, en cambio, ante Dios, todos somos pecadores, y tenemos razones para darnos golpes de pecho -¡todos!- como el publicano en el templo. San Juan, en su Primera Carta, escribe: “Si decimos no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros” (1 Jon 1: 8). Si quieres engañarte, di que no tienes pecados: así te engañas. Somos deudores sobre todo porque en esta vida hemos recibido mucho: la existencia, un padre y una

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madre, la amistad, las maravillas de la creación… Incluso si a todos nos toca pasar días difíciles, siempre debemos recordar que la vida es una gracia, es el milagro que Dios ha sacado de la nada. En segundo lugar, somos deudores porque, aunque consigamos amar, ninguno de nosotros puede hacerlo solamente con sus propias fuerzas. El amor verdadero es cuando podemos amar, pero con la gracia de Dios. Ninguno de nosotros brilla con luz propia. Es lo que los antiguos teólogos llamaban un “mysterium lunae”, no sólo en la identidad de la Iglesia, sino también en la historia de cada uno de nosotros. ¿Qué significa este mysterium lunae“? Que es como la luna, que no tiene luz propia: refleja la luz del sol. Tampoco nosotros tenemos luz propia: nuestra luz es un reflejo de la gracia de Dios, de la luz de Dios. Si amas es porque alguien, que no eras tú, te sonrió cuando eras un niño, enseñándote a responder con una sonrisa. Si amas es porque alguien a tu lado te despertó al amor, haciendo que entendieras que en él reside el sentido de la existencia. (…) Y este es el misterio de la luna: amamos, ante todo, porque hemos sido amados, perdonamos porque hemos sido perdonados. Y si alguien no ha sido iluminado por la luz solar, se vuelve tan frío como la tierra en invierno. (…) Recemos, pues: Señor, incluso el más santo de nosotros no deja de ser deudor tuyo. Oh Padre, ¡ten piedad de todos nosotros!


Editorial

“Gracias, Señor, por tu Misericordia” La Iglesia no tiene ninguna cualidad que la haga merecedora de las promesas que Jesús ha hecho, de la promesa de la vida eterna, del don de su vida divina, comunicada a nosotros en cada Eucaristía. Nadie somos dignos de ella. Y si hemos conocido al Señor y tenemos conciencia de su Alianza, de su amor por nosotros, todos somos adúlteros. Adúlteros con respecto al amor de Dios, con respecto al primer de los Mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu ser, con todas tus fuerzas, con todo tu corazón”. (…) Jesús no le pide a la adúltera que se convierta o que cambie: “Primero demuestra que quieres convertirte y luego Yo te doy mi Gracia”. Y sin embargo, nosotros entendemos la conversión así. Participamos de esa herejía pelagiana, que ya sólo la Iglesia en los siglos IV y V, combatía san Agustín. Pensamos que convertirnos es algo que tenemos que hacer nosotros y luego la Gracia de Dios es como un premio que viene al esfuerzo que nosotros hemos hecho. No. Jesús hace un signo precioso delante de aquella mujer pecadora y simplemente dice: “Vete y no peques más”. (…) Es ese gesto de Gracia. Juan Pablo II decía: “O recuperamos la primacía de la Gracia sobre nuestras obras o no habrá evangelización en el tercer milenio”. Y el Papa Francisco nos insiste: “La Gracia nos primerea constantemente”. Se adelanta a nosotros. No es un premio o una consecuencia de nuestras buenas obras. Se adelanta a nosotros. Tampoco a la samaritana le preguntó el Señor, “vete, arregla tus matrimonios, pon aquello en orden y cuando esté eso en orden, ven y hablas conmigo”.

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No. Le reveló la profundidad del agua de la que Él era portador y eso cambió la vida de aquella mujer. (…) Es siempre la Gracia que nos precede, como es siempre en la experiencia humana el amor y la experiencia del amor la que suscita la libertad. Mis queridos hermanos, nos acercamos a la Pascua, la gran fiesta del Amor de Dios, que se adelanta a nosotros y que se da a nosotros y que se ofrece a nosotros, y que nos abre la posibilidad de una vida nueva. Sean cuales sean nuestros pecados, sea cual sea nuestra traición, nuestras pobrezas, nuestras miserias. (…) Mis queridos hermanos, supliquemos al Señor con fuerza, con gracia (…). Que el amor de Dios cambie nuestro corazón como los torrentes del Negueb y que el don divino que el Señor nos hace de su Vida y de su Gracia en cada Eucaristía sea capaz de hacer que nuestro corazón se parezca más al de Dios. “Vete y no peques más. Yo tampoco te condeno”. Gracias, Señor, por tu Misericordia. + Javier Martínez Arzobispo de Granada 7 de abril de 2019 S.I Catedral Palabras disponibles en www.arzobispodegranada.es y en www.archidiocesisgranada.es


Sumario Edita: ARZOBISPADO DE GRANADA Plaza Alonso Cano, s/n 18001 GRANADA tel.: 958 215 675 e-mail: mcsgranada@archidiocesisgranada.es www.archidiocesisgranada.es Facebook: Archidiócesis Granada / Secretariado Mcs Granada Twitter: @Archigranada

Directora: Paqui Pallarés Redacción: María José Aguilar Ignacio Álvarez Colaboradores: Antonio Gómez (Guadix) Ignacio Fernández

Diseño y maquetación: Secretariado de Medios de Comunicación de la Archidiócesis de Granada

Sumario 02. Voz del Papa “¡Oh, Padre, ten piedad de nosotros!” “Padre Nuestro, perdona nuestras ofensas” 03. Editorial “Gracias, Señor, por tu Misericordia”

• Textos inéditos de Georges Bernanos sobre la Guerra civil española • Agenda 14. Textos La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos Benedicto XVI

05. Mirada • Horarios litúrgicos de Semana Santa en la Catedral de Granada y Guadix • La CEE solicita a la Santa Sede un decreto general sobre protección de menores • HOAC lanza un proyecto multimedia de formación en la Doctrina Social de la Iglesia • La CEE crea la Congregación para el Rito Hispano-Mozárabe • Procesión infantil en La Zubia • Lanteira representará la Pasión el Domingo de Ramos • “Teología del pueblo” y religiosidad popular en la VIII Jornada de Teología • Mons. Orozco se adscribe al Departamento de Juventud de la CEE • Novedades editoriales AF Faldon 210x74,25.pdf

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17. A fondo Camino de la Cruz Meditaciones de las Estaciones 25. Cultura “El camino de la santificación” El Sacramento del Perdón de los pecados 28. Testimonio Se abrazó al rigor de la clausura carmelita Santa Teresa de los Andes 30. Signo y Gracia Bautismo, Confirmación y Eucaristía Sacramentos 31. Luz de la Palabra “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!” Domingo de Ramos

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Mirada

Pasión, muerte y Resurrección del Señor Horarios litúrgicos de Semana Santa en la S.I Catedral Comienzan las celebraciones con la bendición de los ramos el domingo, pasando por el Triduo Pascual y la alegría de la Resurrección del Señor, en comunión con la Iglesia universal. Con la bendición de los ramos y las palmas, recordando la entrada de Jesús en Jerusalén, comienza la Semana Santa, que un año más viviremos en Granada con las distintas procesiones y estaciones de penitencia de las 33 Hermandades y Cofradías de Semana Santa de la Ciudad de Granada, y especialmente con las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual. Estas celebraciones litúrgicas se desarrollarán en comunión con toda la Iglesia universal en las iglesias, templos y parroquias de la Archidiócesis, y presididas por nuestro Arzobispo D. Javier Martínez en la S.I Catedral Metropolitana de La Encarnación de Granada.

IGLESIA DE SAN ANDRÉS La bendición de los ramos en la celebración litúrgica de la S.I Catedral comenzará a las 12 horas, en la iglesia de San Andrés, sede de la Hermandad de la Entrada de Jesús en Jerusalén y Nuestra Señora de la Paz, conocida como la Borriquilla, con el que comienza la semana de Pasión, muerte y Resurrección del Señor. Posteriormente, el pueblo de Dios caminará desde el templo de San Andrés hacia el templo catedralicio, donde comenzará la Santa Misa presidida por nuestro Arzobispo a las 12:30 horas. TRIDUO PASCUAL Las celebraciones litúrgicas más profundas se vivirán en los Oficios del Jueves y Viernes Santo. En concreto, en la S.I Catedral, la celebración de la Cena del Señor será a las 19 horas, y la de la Pasión y muerte del Señor el Viernes Santo será a las 17 horas. Las

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colectas del Jueves Santo, que es el día del Amor Fraterno, van destinadas a Cáritas, y las del Viernes Santo van destinadas al sostenimiento de los Santos Lugares en Tierra Santa. Asimismo, el Jueves Santo, a las 10 horas, se celebrará en la Catedral granadina la Misa Crismal, en la que se bendicen los santos óleos, como el Santo Crisma, que después se utilizan para los sacramentos como las ordenaciones, confirmaciones, bautismos y consagraciones de altares e iglesias, así como los óleos que se utilizan para catecúmenos y enfermos. El Sábado Santo, día de espera para la Resurrección de Cristo, celebramos la alegría pascual en la Catedral, a las 23 horas. La explosión de alegría en el Domingo de Resurrección llegará a todas los rincones del mundo donde se celebre una Eucaristía, que, en el caso de la

S.I Catedral, serán a las 10 y 12:30 horas. LITURGIA DE LAS HORAS Durante la Semana Santa, la Catedral acogerá la liturgia de las horas el Lunes, Martes y Miércoles Santo a las 8:45 horas, con el rezo de Laudes y posterior celebración de la Eucaristía a las 9 horas; el Jueves Santo, a las 9 horas y, después, a las 10 horas, la Misa Crismal, concelebrada por el clero diocesano, que renovará sus promesas sacerdotales ante el Pueblo de Dios; y, finalmente, el Viernes y Sábado Santo esta liturgia de las Horas en la Catedral será a las 9:30 horas. Paqui Pallarés

Cultos en la Catedral de Guadix La Catedral de la diócesis de Guadix ya tiene igualmente preparado su horario de cultos para esta Semana Santa. El Domingo de Ramos, la bendición de los ramos será a las 10:00 en la Iglesia de la Concepción, situada en la calle Concepción 14. Desde allí, se partirá para la procesión de ramos en dirección al templo Catedral, en donde ser celebrará la Eucaristía. La Misa Crismal se llevará a cabo el Martes Santo a las 12:00, presidida por el obispo accitano, Mons. Francisco Jesús Orozco. El obispo de Guadix se unirá al clero en la renovación de sus promesas sacerdotales y presidirá los actos de bendición del Santo Crisma y de los santos óleos, destinados a la bendición de los catecúmenos y a la administración del sacramento de la Unción de Enfermos. La Misa de la Última Cena del Señor será el Jueves Santo a las 17:00. En esta misa se llevará a cabo el gesto del Lavatorio de pies a los fieles y se llevará a cabo una procesión al monumento. El Viernes Santo la celebración litúrgica de la Pasión del Señor y la adoración de la Cruz se harán en la

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Catedral de Guadix a las 18:00. Tras ello, la conclusión del Triduo Pascual empezará con la celebración de la Vigilia Pascual el Sábado Santo a las 23:00, comenzando a la entrada del templo catedralicio. Por último, para la celebración de la Resurrección del Señor el Domingo de Resurrección, se celebrará la solemne Eucaristía de la Resurrección a las 12:00, se dará la bendición Papal y se terminará con una procesión con el Santísimo en un recorrido por el interior del templo. Ignacio Álvarez


Mirada La CEE solicita a la Santa Sede un decreto general sobre protección de menores La Asamblea Plenaria de la CEE ha aprobado solicitar a la Santa Sede un mandato especial para promulgar un decreto general, para toda la Iglesia en España, sobre los procesos en materia de abusos sexuales a menores. Así se informó en la rueda de prensa que tuvo lugar recientemente en la sede de la Conferencia Episcopal Española, al concluir su 113 Asamblea Plenaria. Desde el inicio de la actividad de la Conferencia hace 52 años, este sería el sexto decreto general. Esta solicitud a la Santa Sede ha sido propuesta por la Comisión creada ad hoc para la actualización de los protocolos en los casos de abusos a menores. Asimismo, tam-bién ha dado el visto bueno a la elaboración, por parte de esta Comisión, de un

Directorio donde se den orientaciones precisas para la prevención de los abusos y el acompañamiento pastoral de las víctimas. El íter ahora es recibir el mandato solicitado a la Santa Sede de elaboración de este decreto general, su aprobación en Asamblea Plenaria y su posterior reconocimiento por parte de la Santa Sede.

La HOAC lanza un proyecto multimedia de formación siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) ofrece un programa formativo audiovisual que gira en torno a las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia. La iniciativa se encuentra disponible en la web https://www.hoac.es/dsi. Cada uno de esos 23 vídeos, cuya duración va de los dos hasta los cinco minutos, puede ser reproducidos en cualquier medio técnico multimedia. Todos presentan una misma estructura en la que primero se trata de “ver” una serie de realidades cotidianas que nos susciten preguntas, de forma que después se pueda “juzgar” dichos acontecimientos según la visión de la Doctrina Social de la Iglesia. Por último, se invita a “actuar”, enumerando claves o suscitando preguntas para el compromiso. Desde la HOAC han manifestado que la temática de estos vídeos están centrados sobre “la dignidad de la persona y el bien común, para contribuir mediante esta iniciativa a la construcción de una nueva cultura política, capaz de abordar integralmente los problemas económicos,

sociales, políticos y ambientales, especialmente aquellos que afectan a las familias trabajadoras de todo el mundo”. El seguimiento y estudio de la Doctrina Social de la Iglesia es una de las herramientas claves que el Papa Francisco ha recomendado vivamente a la hora de abordar la realidad política, económica y socioambiental contemporáneas.

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La CEE crea la Congregación para el Rito Hispano-Mozárabe

La Asamblea Plenaria aprobó en su última reunión, celebrada del 1 al 5 de abril, la creación de una Congregación para el Rito HispanoMozárabe y sus estatutos. El texto ha sido remitido al Prefecto de la Congregación para el Culto Divino (CCD) y la Disciplina de los Sacramentos para su debida aprobación.

La Santa Sede, desde finales del siglo XI, ha reconocido la existencia del Rito y la dependencia del Arzobispo de Toledo (distintas intervenciones: Cisneros, Lorenzana, Alameda, etc.). En 1975, la Santa Sede pidió al Arzobispo de Toledo que acometiera la revisión del Rito, conforme a las directrices del Concilio Vaticano II.

Mons. Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo, es Superior Responsable del Rito HispanoMozárabe y ha sido el encargado de presentar el tema en la Plenaria, junto al obispo de Albacete, Mons. Ángel Fernández Collado, miembro de la Comisión de Estudio que, a instancias de la Congregación para el Culto Divino, se ha encargado de elaborar los estatutos.

Entre los años 1988 y 1994, la Santa Sede aprobó el Misal Hispano-Mozárabe que ya había sido aprobado por el Arzobispo de Toledo y la Conferencia Episcopal Española, que lo presentó ante la Congregación para el Culto Divino.

HISTORIA DEL RITO HISPANO-MOZÁRABE

En los Prenotandos del Misal se prevé las celebraciones ordinarias y extraordinarias en el Rito, con permiso del Obispo del lugar donde se celebra. Así se ha realizado en estos años, en distintos lugares de España.

Desde la supresión del Rito (s. XI) se ha conservado en Toledo (6 parroquias y Catedral) y en Salamanca (Catedral, desde el s. XVI hasta hoy). También otros lugares, en determinados momentos, ha tenido o tienen celebraciones en el Rito.

La CCD ha considerado que era oportuno coordinar, aclarar y establecer criterios para velar por la pervivencia del Rito y su adecuada celebración. Con este fin se han elaborado los «Estatutos de la Congregación para el Rito Hispano-Mozárabe”

Los feligreses de las parroquias Mozárabes están vinculados a Toledo y se ha considerado al Arzobispo de Toledo como Superior Responsable del Rito.

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Mirada Procesión infantil en La Zubia

Hace unos años, un grupo de catequistas creó la tradición de hacer, con sus niños, una procesión en Semana Santa. Este año, por primera vez, se les han unido los otros dos grupos.

Estaciones de Penitencia para rezar oraciones, recitar poesías y cantar canciones. La gente llenó las calles por donde pasaban nuestros queridos “Pasos”, compartiendo con los niños la fe y devoción.

Todos se están preparando para recibir el Sacramento de la Eucaristía en la Parroquia de La Asunción de Nuestra Señora de La Zubia.

Después de un recorrido, no muy corto, volvimos a entrar en el templo llevando hasta el Altar las imágenes procesionadas para que pudiesen presidir desde ahí nuestro último acto. Después de unas palabras de agradecimiento a todos los participantes, Blanca recitó una emotiva poesía a la Virgen y cantamos todos juntos la Saeta a Jesús Crucificado. No podía faltar la canción a nuestra querida y preciosa Madre, la Virgen de los Dolores. Todo se hizo con mucho respeto, amor y fe.

El miércoles 11 de abril hicieron la catequesis en la calle. Inició la procesión la Cruz de Guía, le siguieron los pasos de La Borriquita, El Crucificado y Nuestra Madre la Santísima Virgen de los Dolores. Le acompañaron el párroco, catequistas, penitentes y mantillas, acompañaron con su música Javier y su prima, antiguos alumnos del Instituto Isabel la Católica. También pudimos contar gracias a Reme, una catequista, con la Banda de Cornetas y Tambores de Purchil. No podía faltar el sol, que quiso asomarse en el cielo para estar con todos nosotros.

Maribel Catequista Parroquia Nuestra Señora de la Asunción de La Zubia

En el transcurso de la procesión, hicimos nuestras

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Mirada Lanteira representará la Pasión este Domingo de Ramos

Este año toca Pasión en Lanteira. Desde hace meses, los lanteiranos vienen ensayando la Pasión para representarla el próximo 14 de abril, Domingo de Ramos. Será a las 16:30 horas, en la plaza del pueblo, para los propios pero, también, para todos los que asistan desde los pueblos de la comarca. En el ambiente se nota que ya se acerca el día y que hay ganas de volver a representar un texto que forma parte de la tradición y la identidad lanteirana. La representación de la Pasión de este año hace la número 23 desde que se comenzara a poner en escena allá por el año 1888. Desde entonces, los lanteiranos vienen representándola cada vez que “el cuerpo les pide Pasión”, como dicen ellos. Tras el telón habrá casi 100 personas, de las que 65 son actores: un 20% de la población, pues Lanteira tiene poco más de 500 habitantes. La plaza de la iglesia ya es testigo del escenario montado y de las sillas que darán descanso a los espectadores. Muchos hombres se han dejado barba, desde hace ya semanas, para parecer más auténticos en al representación. Y, poco a poco, se van sacando los trajes que se conservan de años anteriores y que, en ocasiones, han sido heredados de padres, madres o hermanos. Porque esto de la pasión, para muchos, ya es cosa de familia.

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La Pasión de Lanteira es un texto en verso, anónimo, que tiene ya varios siglos y que se lleva a escena con muchísima ilusión por los habitantes del pueblo: agricultores, ganaderos, albañiles, amas de casa, estudiantes,… Durante varios meses han sacado tiempo de los fines de semana y de la noche –el único momento en el que todos podían ensayarpara perfilar los papeles y repetir, una y otra vez, las distintas escenas. Han sido semanas de ensayo y de convivencia, porque a los ensayos no sólo van los actores sino también buena parte del resto de habitantes del pueblo. Y es que se podría decir que Lanteira no hace La Pasión, sino que La Pasión hace a Lanteira, porque la sienten suya, parte de su historia y de su identidad. No en vano, La Pasión habla de esa otra “gran pasión” de los lanteiranos que es el Santo Cristo de las Penas, el patrón. Este 14 de abril se va a vivir con mucha Pasión en Lanteira: “La mejor manera -dice Juan Corral, que hace de Caifás- de iniciar estos días grandes de Semana Santa”. Comenzará a las 16:30 horas, aunque el paseo de los actores por las calles del pueblo dará comienzo un poco antes. Esta es la única Pasión que se representa en los pueblos de la comarca accitana. Por eso, conviene no perdérsela. Estamos invitados. Antonio Gómez


Mirada “Teología del pueblo” y religiosidad popular en la VIII Jornada de Teología

El Instituto Lumen Gentium acogió en la jornada de ayer, día 8, la VIII Jornada de Teología que contó con la participación del profesor Rocco Buttiglione junto al sacerdote Ricardo Aldana y Marcelo López, docente del Instituto de Filosofía Edith Stein.

definir nuestra propia identidad sin los otros, no podemos ser felices si los otros no lo son. La cultura depende de la relación que tenemos con nosotros mismos, con Dios y con los demás”, destacó el filósofo italiano. INTELIGENCIA TEOLÓGICA

En la jornada de ayer, lunes, tuvo lugar en el Intituto “Lumen Gentium” la celebración de la VIII Jornada de Teología, organizada con la colaboración de la Delegación Episcopal para el clero diocesano, que en esta ocasión contó con la ponencia central del profesor italiano Rocco Buttiglione que impartió una charla titulada Teología del pueblo: de Puebla a Aparecida en la que estuvo acompañado por Enrique Rico, rector del Seminario Mayor San Cecilio, y por Blas Gordo, delegado episcopal para el clero. SER PUEBLO Durante su intervención, Rocco Buttiglione abordó desde el contexto de la Iglesia Latinoamericana la corriente teológica denominada Teología del pueblo, corriente nacida en Argentina tras el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín, y su influencia en la comprensión teológica actual de Papa Francisco. Esta teología se expandió desde Argentina a toda América Latina, forjada en su cultura popular con “raíces indias e hispanas”, afirmó Rocco Buttiglione. “Este concepto de ser pueblo hace que no podamos

La VIII Jornada de Teología también contó con la celebración de una mesa redonda en la que participaron como ponentes el sacerdote Ricardo Aldana, que abordó en su intervención la inteligencia teológica del Santo Padre y la centralidad del servicio en la misión, y el profesor Marcelo López que impartió una ponencia sobre la religiosidad popular en la Teología del Pueblo del Papa. “La inteligencia teológica surge de confrontarse directamente y constantemente con el Evangelio, fe y razón van unidas. La inteligencia teológica no es algo exclusivo de los teólogos, como es ejemplo el Papa, que sin ser experto en esa materia posee una gran experiencia teológica. Esta inteligencia es un comprender para creer”, destacó Ricardo Aldana en su intervención. La Jornada culminó al final de la mañana y después de un turno de preguntas y debate con la celebración de un almuerzo fraterno entre todos los presentes que tuvo lugar en el Seminario Mayor. María José Aguilar

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Mirada Mons. Orozco se adscribe al Departamento de Juventud durante la última Asamblea Plenaria de la CEE en Madrid El obispo de Guadix, D. Francisco Jesús Orozco, ha asistido de pleno derecho en su Primera Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, que se ha celebrado del 1 al 5 de abril. En esta asamblea, además de participar en las sesiones de trabajo, el obispo accitano, como prelado nuevo incorporado a la CEE, ha sido adscrito al Departamento de Juventud, dentro de la Comisión de Apostolado Seglar. D. Francisco Jesús Orozco es el obispo titular más joven del episcopado español. Su juventud y su paso por la Delegación de Juventud de la diócesis de Córdoba, seguramente, habrán tenido que ver en esta adscripción de Mons. Orozco al Departamento de Juventud de la CEE. En Córdoba aún se recuerda su paso por esa delegación y las iniciativas emprendidas entonces, algunas de las cuales aún se mantienen.

Como ya pudimos saber, esta asamblea ha servido, además, para poder ver juntos a los dos últimos obispos de Guadix, D. Francisco Jesús Orozco y D. Ginés García, los dos últimos eslabones de la larga cadena del episcopologio accitano, que se remonta al siglo I.

Antonio Gómez

Meditaciones con el evangelio de Juan” y “En compañía de Thomas Merton” Novedades editoriales de San Pablo. El evangelio de san Juan sigue siendo hoy tema de profundos estudios y debates. Esta obra se propone como una ayuda para rezar con él sin saltarse ningún versículo del mismo. A partir de su experiencia con grupos de oración, el autor ha elaborado fichas con meditaciones e indicaciones prácticas inspiradas en el método de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Cada una de las meditaciones se articula a partir del texto del evangelio, seguido de un comentario introductorio, algunas sugerencias metodológicas para la oración y otras preguntas motivadoras. “Para Juan, el núcleo de nuestra vida como discípulos radica en el amor. A esa tarea quisieran servir estas meditaciones”. THOMAS MERTON. Asimismo, en una edición de Isabel Martínez Moreno, la Editorial San Pablo publica En compañía de Thomas Merton, un pequeño volumen con una selección de pensamientos, oraciones y poemas

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pertenecientes a diferentes títulos de la bibliografía de Merton, místico estadounidense. “El pensamiento de Merton ofrece una esperanza renovada a la humanidad. Con motivo de los 50 años de su muerte, nos acercamos a su legado intelectual y espiritual de sencillez, silencio, compasión y fe; pero, sobre todo, de amor a Dios y a los hombres, para que su compañía ilumine nuestra existencia”, explica la Editorial.


Mirada Textos inéditos de Georges Bernanos sobre la Guerra civil española La obra Escritos inéditos en torno a la Guerra civil española, editado por a Editorial Nuevo Inicio, contiene tres textos inéditos de Georges Bernanos en una nuevo libro que forma parte de la colección Profetas. El presente volumen contiene tres textos de Georges Bernanos, inéditos en español, relacionados con España y con la guerra civil española: La desgracia de las revoluciones: homenaje a Ramiro de Maeztu (1936), Diario de la guerra en España(1936-1937) y el Escándalo de la verdad (1939). Como observa Mons. Javier Martínez, arzobispo de Granada, en su introducción al libro, es bueno que estos textos se publiquen por una editorial de la Iglesia “no sólo por facilitar una purificación en profundidad de la conciencia y de la memoria de la Iglesia en España, algo que a mi juicio sigue siendo imprescindible hoy para el bien de la gente en general y de la Iglesia, por más resistencias que encuentre —¡todavía hoy!—, en amplios círculos católicos y en algunas poderosas organizaciones eclesiásticas. Mientras esa purificación no se dé, difícilmente, a mi juicio, podremos hablar de reconciliación y de paz, en ningún sentido profundo o cristiano de ambos términos, ni en nuestra sociedad ni en nuestra Iglesia. Y difícilmente podremos ofrecer el cristianismo con alguna frescura y pretensión de verdad al mundo que viene. Pero también quiero que sea la Iglesia quien publique los ensayos de Bernanos, por muy duras que resulten algunas de sus páginas, porque no es justo que un cristiano tan grande, y que ha tenido una influencia tan positiva en la vida de la Iglesia a lo largo del siglo veinte, y también en el Papa actual, siga siendo prácticamente un desconocido entre nosotros” (pp. XIX-XX). “Más allá, en efecto, de la ocasión concreta que ha servido para la publicación de estas obras de Bernanos […], todas ellas constituyen una espléndida reflexión sobre la condición de los católicos en el mundo contemporáneo —era lo que a él verdaderamente le importaba—, y una crítica implacable al catolicismo ideológico, tanto de izquierdas como de derechas, reflexión de la que, al menos nosotros, católicos españoles, tenemos a mi

juicio muchísimo que aprender. Pero quizás no sólo podemos aprender de él los católicos españoles, sino también los latinoamericanos, y también el catolicismo norteamericano” (p. xx). Georges Bernanos termina el Escándalo de la verdad con estas palabras, tan actuales también hoy: “Espero que unos jóvenes cristianos franceses hagan entre ellos, de una vez para siempre, el juramento de no mentir jamás, incluso y sobre todo de no mentir al adversario, de no mentir nunca, bajo ningún pretexto, y menos aún, si es posible, bajo el pretexto de servir a unos prestigios a los que nada compromete tanto como la mentira. A eso hemos llegado. No basta ya con decir: “Soy cristiano”. Hay que decir: “Soy un cristiano que no miente”, ni siquiera por omisión, que da la verdad toda entera, sin mutilarla” (p. 145). Editorial Nuevo Inicio

AGENDA • Parroquia Sagrario-Catedral. La capilla de Adoración del Santísimo de la parroquia del Sagrario-Catedral estará abierta en Semana Santa de Lunes a Miércoles Santo de lunes, de 17:30 a 19:30 horas, y martes y miércoles, de 10 a 13 horas y de 17:30 a 19:30 horas. La capilla de Adoración volverá a su horario habitual el lunes después del Domingo de Resurrección.

• MCS Granada. En www.archidiocesisgranada.es y en las redes sociales Archidiócesis Granada en Facebook y @Archigranada en Twitter hay más contenidos e informaciones de la Iglesia diocesana de Granada.

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Textos

La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos Benedicto XVI Ofrecemos la reflexión del Papa emérito Benedicto XVI sobre “La oración de Jesús en el monte de los Olivos en la Carta a los Hebreos”, en su obra Jesús de Nazaret, Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. “Finalmente debemos ocuparnos del texto de la Carta a los Hebreos que se refiere a la oración en el Monte de los Olivos. En él leemos: “Cristo, en los días de su Vida mortal, a gritos y con lágrimas, presenté oraciones y suplicas a1 que podía salvarlo de la muerte, y por su actitud reverente fue escuchado”(5,7). En este texto se puede reconocer una tradición autónoma del acontecimiento en Getsemaní, pues los Evangelios no hablan de gritos y lágrimas. Ciertamente hemos de tener presente que el autor no se refiere, como es obvio, sólo a la noche de Getsemaní, sino a todo el recorrido de la Pasión de Jesús hasta la crucifixión, hasta el momento, por tanto, en el que Mateo y Marcos nos dicen que Jesús

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pronuncié “con gran voz” las palabras iniciales del Salmo 22. Ambos dicen también que Jesfls expiré con un fuerte grito; Mateo utiliza explícitamente la palabra “grito” (27,50). Juan habla de las lágrimas de Jesús con ocasión de la muerte de Lázaro, y esto en relación con la “turbación” de Jesús, expresada con la misma palabra utilizada en la narración del Monte de los Olivos para describir su angustia, de la cual habla Juan en el contexto del “Domingo de Ramos”. Se trata siempre del encuentro de Jesús con el poder de la muerte, cuyo abismo, como el Santo de Dios, percibe en toda su profundidad y terror. La Carta a los Hebreos ve así toda la Pasión de Jesús, desde el Monte de los Olivos hasta el último grito en la cruz, impregnada de la oración, como una mica Súplica ardiente a Dios por la Vida, en contra del poder de la muerte. La Carta a los Hebreos, al considerar el conjunto de la Pasión de Jesús como un forcejeo en la


Textos

oración, con Dios Padre y al mismo tiempo con la naturaleza humana, manifiesta con ello de un modo nuevo la profundidad teológica de la oración en el Monte de los Olivos. Para la Carta, este gritar y suplicar es el ejercicio del sumo sacerdocio de Jesús. Precisamente en su gritar, llorar y orar, Jesús hace lo que es propio del sumo sacerdote. El lleva la zozobra del ser hombre hacia lo alto, hacia Dios. Lleva al hombre ante Dios. El autor de la Carta a los Hebreos ha puesto de manifiesto este aspecto de la oración de Jesús con dos palabras. La palabra “llevar” (prosphérein: llevar ante Dios, llevar hacia lo alto; cf. Hb 5,1) es una expresión de la terminología del culto sacrificial. Con esto, Jesús hace lo que en lo más hondo acontece en el acto del sacrificio. “El se ofreció para hacer la voluntad del Padre”, dice Albert Vanhoye (Accogliamo Cristo, p. 71). La segunda palabra importante aquí dice que Jesús aprendió la obediencia con lo que sufrió, y así ha sido hecho “perfecto” (cf. Hb 5,85). Vanhoye hace notar que la expresión “hacer perfecto” (teleiûin) es utilizada en el Pentateuco, en los cinco libros de Moisés, exclusivamente con el significado de “consagrar Sacerdote” (p. 75). La Carta a los Hebreos hace suya esta terminología (cf. 7,11.19.28). Así pues, este pasaje dice que la

obediencia de Cristo, el extremo “sí” al Padre, al que llega combatiendo interiormente en el Monte de los Olivos, por decirlo así, lo ha “consagrado sacerdote”; precisamente en esto, en su autodonación, en el llevar a la humanidad hacia lo alto, a Dios, Cristo se ha convertido en sacerdote en el verdadero sentido, “según el rito de Melquisedec” (cf. H19 5,98; Vanhoye, p. 743). Pero ahora tenemos que adentrarnos aún en la afirmación central de la Carta a los Hebreos en lo que se refiere a la oración del Señor afligido. El texto dice que Jesús suplicó a quien podía salvarlo de la muerte y, “por su actitud reverente fue escuchado” (5,7). Mas, ¿fue realmente escuchado? De hecho, ¡murió en la cruz! Por eso, Harnack ha sostenido que en este caso debería haberse puesto un “no” -no fue escuchado-, y Bultmann dice lo mismo. Pero una explicación que convierte el texto en su contrario no es una explicación. Debemos tratar más bien de entender esta forma misteriosa de “ser escuchado” para acercarnos así también al misterio de nuestra salvación. Se pueden identificar distintas dimensiones de esta escucha. Una posible traducción de este texto es: “Fue escuchado y liberado de su angustia”. Esto se correspondería con el texto de Lucas, según el

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cual vino un ángel que le confortaba (cf. 22,43). En ese caso, se trataría de la fuerza interior que se había dado a Jesús en la oración, de modo que fuera capaz de afrontar con decisión el arresto y la Pasión. Pero el texto significa claramente algo más: el Padre lo ha levantado de la noche de la muerte; en la resurrección lo ha salvado definitivamente y para siempre de la muerte: Jesús ya no muere más (cf. Vanhoye, p. 713). Y, probablemente, el texto significa todavía más. La resurrección no es solo un salvar personalmente a Jesús de la muerte. En efecto, esta muerte no le incumbía solamente a Él. La suya fue una muerte “por los otros”, fue la superación de la muerte en cuanto tal. Así puede entenderse ciertamente este ser escuchado partiendo también del texto paralelo en Juan 12,273, en el que a la oración de Jesús –“Padre, glorifica tu nombre”-, responde la voz del cielo, que dice: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. La cruz misma se ha convertido en la glorificación de Dios, una manifestación de la gloria de Dios en el Hijo. Esta gloria va más allá del momento e impregna toda la amplitud de la historia. Esta gloria es Vida. En la cruz misma aparece, de manera velada y sin embargo insistente, la gloria de Dios, la transformación de la muerte en Vida.

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Desde la cruz viene a los hombres una Vida nueva. En la cruz, Jesús se convierte en fuente de vida para sí y para todos. En la cruz, la muerte queda vencida. El que Jesús fuera escuchado afecta a la humanidad en su conjunto: su obediencia se convierte en vida para todos. Y, así, este pasaje de la Carta a los Hebreos concluye coherentemente con las palabras: “Se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamado por Dios Sumo Sacerdote según el rito de Melquisedec” (5,9; cf. Sal 110,4). Benedicto XVI


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Camino de la Cruz Meditaciones de las Estaciones PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

en relación con aquellos que le esperaban, por la imposibilidad de confiarse en ellos.

Sangre. Sangre en el rostro, en el cabello, en las manos, en la túnica inconsútil. El Señor está de pie frente a Pilato, en silencio, en el mismo silencio que acogió todas las acusaciones de aquel día funesto. La justicia está muerta, la condenación proclamada. ¿Es el Hijo de Dios vivo, el rey de los judíos, el que está allí, inmóvil en silencio? Pecadores, víctimas que consienten que la Ley se siga al pie de la letra, firman la muerte de Dios, ante un tribunal de soldados y doctores. La fuerza de un sistema instalado se ha aliado con un medio intelectual hecho de mentiras. ¿Cuál de las dos traiciones es más dolorosa?

Sufre por estar aislado de ellos, de nosotros y de mi. Sufre por la aparente simpatía de Pilato, que no le ha encontrado falta alguna a lo largo de su interrogatorio, optando por su tranquilidad y rechazando cualquier responsabilidad. Todo se acentúa por la crueldad del manto de púrpura que le echaron sobre los hombros y de las espinas que coronan su cabeza. “Rey de los judíos” es un título que oscila entre la divinidad y la humanidad. Es el título propio del Señor en virtud de una misión divina... El Señor sabe su significado, el pueblo debería saberlo, y Pilato podría saberlo debido a su experiencia. ¿Y nosotros? ¿Y yo?

Vencerán aquellos que pretenden defender al Padre contra el Hijo en esta fracasada expedición de la Encarnación. Ante el silencio del Verbo, que el Padre escucha sufriente por amor al Hijo, Pilato no puede más que sorprenderse. “Como cordero ante el esquilador enmudeceré y no abriré la boca”, a lo que las gentes contraponen con gritos: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. El Señor vive una soledad creciente. Soledad por la imposibilidad de entrar

Por detrás del rostro del Señor está el rostro de todos los hombres desfigurados, heridos, deficientes, sufrientes. Ecce homo, “he aquí al hombre”, dignifica a todo hombre. Es el sello de la alianza entre Dios y los hombres: ¡Todo lo que afecta al hombre, afecta a Dios! Después de proclamar la sentencia, un hilo de agua corre sobre las manos cobardes: el hombre va a morir, pero nada retendré al Verbo. El Amor puede avanzar.

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SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CARGA LA CRUZ La sentencia ha sido dictada. El Señor la escucha en silencio cae en la cruz, que el condenado ha de llevar hasta el lugar del suplicio. El Señor recibe el madero. Lo toma decidido, ni impuesto ni resignado. La cruz es una misión del Padre para nuestra salvación; comienza el camino que le ha de llevar al Calvario. Las injurias, blasfemias y vejaciones contrastan con la eternidad de Dios, imperturbable. Cuando contemplamos a quien sigue el cortejo infernal con los ojos penetrantes del amor se puede adivinar, por debajo del horror, el poder de Dios y su juventud eterna. ¿Consigue mi mirada sobre los dramas vitales revestirse de amor para adivinar, más allá del sufrimiento y de la injusticia, la Infinitud intacta de Dios? La cruz y la confesión: la cruz son los pecados que deliberadamente me negué a confesar, los que hábilmente disfracé para camuflarlos entre las bondades o para diluirlos.

Cuando no nos confesamos debidamente, damos el primer paso para no tomar en serio nuestra vida como cristianos. El abandono de la confesión llevará pronto o tarde al cómodo relativismo, al abandono de la Iglesia y a la ruptura de nuestra relación con el Señor. A través de la confesión el Señor crea, en mi relación con Él, una tensión que se torna más fuerte y al mismo tiempo más próxima. Sentimos su grandeza, o su infinito, cuando nos atrae a su lado, llevados por ese absoluto que es la absolución. Ser cristiano, seguidor del Señor, implica conseguir que mi yo salga de mi camino, aceptando aquello que verdaderamente soy, sin máscara alguna, abandonándome o perdiéndome, preparado para recibir con fortaleza y coraje todo el querer del Padre. El Señor tomó con todas sus fuerzas la cruz, la puso sobre sus hombros como carga de nuestros pecados que solo Él podía llevar.

TERCERA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Cansado. Terriblemente cansado. Sin dormir y sin comer. Sus cabellos están empapados en sangre, tiene el rostro tumefacto, la túnica sucia y los pies agrietados y ennegrecidos por el polvo. La cruz pesa demasiado. El Señor aprieta su cuerpo contra la cruz, el hombro y las costillas se doblan con el peso de la madera, la mano le duele al tacto con la madera... Aquella madera muerta que el carpintero moldeó durante los años de contemplación, y ahora con otra oración. Oración de obediencia al Padre. El árbol profanado cuando comimos de su fruto, y que ahora ha sido consagrado de nuevo para ser la cruz. Si el primer Adán lo dejó estéril, el segundo le devolvió a la vida.

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El Señor camina con el madero. Lo lleva porque el Padre así lo ha querido. Por nosotros. Por mi. ¡Avanza! ¡Más deprisa! ¡Avanza! Las heridas reflejan el tórrido sol. El Señor se cae. Cae por primera vez en este camino hacia el lugar donde derramará el Amor. Su

cuerpo yace sobre el polvo del suelo. Se desposa con nuestra miseria. Cae por nosotros. Sobre nosotros. El hombre está hecho del polvo de la tierra y de espíritu. Abrazando ese trozo de tierra, el Señor se une a todos los que pasan su vida arrastrándose por el suelo. Viene a traernos la esperanza cuando esta vacila ante la muerte y la vida. Su respiración herida será la respiración de todo aquel que se salve.


Templo, sin domicilio concreto, poco ligado a lazos de sangre, superpone el Amor a la Ley. Es serial de contradicción. Ahora, por tierra, con las manos trémulas sobre su pecho que arde de amor, María ya no entiende nada. Dolorosa, aguarda a su Hijo, a su rey desfigurado que arrastra una cruz. Su alma está traspasada y su espíritu tiembla afligido y vacío de Dios que le trae este suplicio. Simón lo había profetizado, y este es el momento. A lo lejos, unos ruidos desordenados se convierten en gritos, blasfemias e injurias de los soldados. Una procesión terrorífica se acerca. Hay gentes entusiasmadas junto a otras más serias y silenciosas. Aparece el rostro. Es él, es su Hijo. El Señor levanta la cabeza y sus miradas se encuentran, se funden entre sí. CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE Ella es la Madre. Su madre. Aquella mujer que, siendo aún una niña, fue fecundada por la más luminosa de las sombras. Su hijo lo fue aun antes de madurar en su vientre. iSu hijo es el rey! Aclamaron tras su nacimiento los ángeles, los pastores y los reyes que vinieron de lejos. También lo aclamaron Simón y Ana. Pero María sabe también que es un rey extravío, con una comitiva de miserables y pecadores; pobre, pero que da la vida a los afligidos, a los que toca. Es un rey de insolente libertad. Perdido en el

QUINTA ESTACIÓN: SIMÓN DE CIRENE AYUDA A JESÚS Está agotado. Enlentecido. Solo. El Señor avanza con dificultad. Largo es el camino que hay que recorrer, y no hay tiempo que perder. Simón, hombre Cirene, ciudad de África, viene del campo. Echan mano de él, cual animal de carga, para llevar la cruz. Simón ejecuta la orden de soldado y ocupa el lugar del reo. Tal vez no sabe a quién estaba sustituyendo, solamente que es un hombre a quien le arrebatarán la vida en breve... Para Simón, hombre robusto y nada frágil, no es difícil llevar la cruz. La toma y se pone en marcha... Para el Hombre-Dios, aunque durante algunos pasos se ve aliviado de la cruz, el peso es cada vez mayor a medida que pasa el tiempo. Pesada. Cada vez más pesada es la carga de los pecados consentidos en acciones irreflexivas, en desvíos justificados de las flaquezas sin fundamento.

Ella lo sabe: “el Señor me ama”. Eso es más fuerte que todo lo demás, atraviesa el dolor, las injurias, los ruidos... y, en el silencio interior, le lleva a vivir el Amor que lo llena todo. En el silencio de las dos miradas: “Fiat”. La eternidad del Amor ha penetrado en el momento del sufrimiento. La mirada de María, una madre, la Madre, continuará siempre brillando en el camino de nuestras vidas, incluso cuando todo parece oscuro y el Padre esté ausente. Para el que sufre, el camino que conduce al Padre pasa por el rostro de María. María que, con su mirada silenciosa, nos dedica un “te amo” eterno.

Una complicidad se ha establecido, una hermandad en la carne. Como si Dios necesitase un hombre frágil y flaco... Dios necesita al hombre porque Dios es Amor, y el Amor es relación. El Amor desciende, sirve, se hace pobre y vulnerable. El Señor se pone en marcha de nuevo ante un cireneo sorprendido y vuelve a tomar su cruz. Carga de nuevo con el madero del aparente fracaso, el instrumento del Amor más grande. Ya que cuando, en el seno de la Trinidad, el Hijo vio la cruz, entre el Padre y el Espíritu Santo, la historia se escindió en dos partes. Lo que Simón hizo, siendo consciente de ello o no, fue ofrecer sus fuerzas al Señor. Simón no rehusó prestar su ayuda, y al mismo tiempo que ofrece su apoyo, el Espíritu Santo se hizo cargo de su corazón. Y en virtud de ese título de nobleza, veinte años más tarde, durante las persecuciones, Alejandro y Rufo, testigos valerosos, serían célebres solo porque su padre puso sus manos en el Árbol de la Vida.

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aFondo SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS Abandonado. Envuelto en odios, groserías, apatía, La cruz pesa terriblemente. El calor es sofocante, la respiración ardua y todo gira ante sus ojos. Sus pies heridos se arrastran sobre las piedras y el polvo. No hacía mucho que una mujer había lavado aquellos pies con sus lágrimas, para enjugarlos después con sus cabellos y con un perfume precioso. ¡No hacía mucho y ya hace tanto! Los gestos de las mujeres parecen el don especial y propio de una delicada inteligencia. Una mujer, anónima, con su velo grande, de un blanco inmaculado, se separa de la multitud para penetrar en el terrible cortejo. Con un gesto seguro y rápido retira su velo y se acerca al Señor. Plegando con sus manos el patio blanco, le limpia delicadamente el rostro. Le llamaron Verónica, vera icon, imagen verdadera. Como ejemplo de caridad permanecerá para siempre. Mostró ante todos su amor con un gesto loco de confianza, simple, inmenso e intenso. Ella, Verónica, es verdadera imagen del Señor porque semeja aquel amor al que nada detiene. Se ponen frente a frente. Ella, Verónica, enjuga delicadamente el rostro herido y ensangrentado del Señor con su velo blanco. El, el

Señor, limpia el rostro repleto de lágrimas de Verónica con su mirada compasiva. En el movimiento de la odiosa marcha, la mujer tropieza y cae. La multitud pasa y la mujer se queda sola, tirada en el suelo, en medio de la calle. Todo queda extrañamente en calma. El cortejo ha pasado. Los brazos de Verónica abrazan con fuerza el pan embebido por la Gracia.

SÉPTIMA ESTACIÓN. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ Su cuerpo está malherido. Herido por los azotes, las espinas, por la caída, por las piedras afiladas del suelo... Sufre. Desde la cabeza a los pies todo el cuerpo es objeto de violencia y dolor. El Señor es su cuerpo: huesos, músculos, nervios, respiración, pulsación, ojos, piel... “Dame un cuerpo”. En la víspera se había arrodillado a lavarles los pies a sus discípulos, manifestándoles su amistad. Hermanos en la humanidad y en la divinidad. Uno le volvió la espalda para entregarlo. Ocurrió ayer, y parece tan lejano... Ahora, solo y terriblemente cansado, en medio de aquella multitud ruidosa, grosera e insolente, el Señor continua su camino. “Vengo para hacer tu voluntad”. El Señor se cae. Es la segunda vez. El corazón del Señor late por nosotros, por mi, con un ritmo sin fin. Como acostumbramos a pretender retirar

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los calvarios de nuestra vida, intentando evitarlos en nuestro camino, ¿no acabamos así con el más simple y puro deseo de amar?


jeres! Aquel que casi no abrió la boca ante Pilato o ante Caifás, que ni una palabra dijo a quienes le juzgaron, les habla ahora a aquellas mujeres que lloran por él. ¿Privilegio del amor femenino? El Señor no se esconde en las lágrimas, ni es un desgraciado que padece por su culpa o contra su voluntad, sino que lo hace para obedecer al Padre y para salvarnos. Una vez más el Maestro nos instruye... Se apenaba de las mujeres cuya esperanza se ve ofuscada por las lágrimas. Y los hombres son iguales. Allí en Jerusalén hoy en día: culpados, adoradores del poder y de los poderosos, llenos de los mismos, esclavos del pecado y contrarios al Amor. En veinte siglos un sinnúmero de seres inocentes han sido asesinados como pasatiempo de los juegos del poder. OCTAVA ESTACIÓN. JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN Con el cuerpo herido. Con la cabeza terriblemente dolorida por las espinas de la corona y por el sol abrasador. Respira dificultosamente. El odio y el sarcasmo le rodean. Y el peso. El peso cada vez mayor. Algunas mujeres lloran. ¿Serán algunas de las que le acompañaban en los últimos tiempos? ¿O las que lo aclamaron cuando subió a Jerusalén? Lloran ahora. Lloran ajenas a todo ese proceso que respira violencia masculina. Lloran con el corazón lleno de lágrimas de compasión. A pesar de estar envuelto en sufrimiento atroz, el corazón del Señor esté libre y resignado. ¡Sorprendentemente el Señor levanta la cabeza y les habla a las mu-

NOVENA ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ Camina sobre la tierra. Tierra dura, sólida. Tierra sobre la que los hombres caminan, siembran, construyen, trabajan, guerrean, se destrozan y se autodestruyen. La calle es estrecha y sombría. Los verdugos, cansados, ya no dicen nada. Pesa la indiferencia. Le pesa mucho al Señor, envuelto en angustia y tristeza. Ningún hombre caído en desgracia puede sufrir tanto sin recibir la visita del Padre. Padre que ve y que escucha los gritos de quien esté en las tinieblas y en la sombras de la muerte. “¡Es que no existe un lugar en la tierra donde Dios no pueda entrar! El Señor viene a visitar a todos los que gritan... Llegó el momento de que su Hijo se lanzase al más profundo vacío de la vida, junto a la muerte que viene del pecado. Pecado del que él está exento.

Y, más recientemente, un ateísmo en expansión hizo que se amontonaran millares de cuerpos quemados por el fuego o por el hielo, de Birkenau a Kolymá; hace caer a muchos jóvenes en el adormecimiento de la droga o arrancar a seres inocentes y desprotegidos del vientre de sus madres. “Llorad por vosotras y por vuestros hijos”. Todos lloramos y aún no hemos acabado... Pero a cada lágrima, a cada grito, el Señor responde que no lloremos. No porque todo vaya a ir mejor, sino porque tras el tercer día el Señor estaré con nosotros en cada instante, vivo, y enjugará todas las lágrimas. Se enfrentará a la expulsión del paraíso del primer Adán. ¡Estará con nosotros!, “Enmanuel”, como expresa uno de los títulos mesiánicos.

No es posible ir más lejos y Dios acompaña a la criatura. La divinidad acepta las afrentas. La bondad se entrega a los azotes. Los huesos del Cordero se hacen visibles entre las heridas. Su cuerpo ya no puede más. Roto, se tambalea y se cae al suelo. Es la tercera vez. También por tercera vez se yergue y prosigue, fiel al Padre. Tres veces. Tantas como llamó al profeta... Si entre el Padre y el Hijo la palabra es el silencio, y la luz es un soplo de vida pura, en este instante aparecen el vacío y las tinieblas. ¿Dónde esté el Padre? En todas partes y en ningún sitio. Esté aquí. Aquí en lo más sensible del cuerpo del Hijo, en su más profunda intimidad, en su espíritu entregado al abandono. “El Padre y yo somos uno... El Padre está presente en mi y yo en el Padre”. El Padre cuando cae y cuando el Hijo se levanta, diciéndose el uno al otro: “Aquí estoy”. También a mi me dice ese: “¡aquí estoy”. Seremos felices cuando los hombres nos odien, nos insulten y nos rechacen. ¡Alegrémonos en ese día!

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DÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS La cabeza coronada de espinas. Agotado, el Señor llega a la colina. A medida que la hora se aproxima, el silencio crece y la multitud curiosa, sedienta de muerte, espera imágenes irrepetibles. Silencio. Ningún ruido, ni siquiera el viento se deja sentir. ¡En pie! ¡Levántate! ¡Rápido! El Señor se levanta grandioso, lentamente, y contempla la cruz. Su cruz. Es el pecado lo que mata, no los hombres. Alguien se aproxima, algún soldado que, bruscamente le retira su túnica sin costuras. El rey esté desnudo. Desnudo, frágil y pobre como cuando vino al mundo en Belén, aunque ahora sin que vayan a adorarlo los pastores y los Magos. Desnudo como en el día de su bautismo en aguas del Jordán, aunque ahora sin ser iluminado por la voz del Padre: “Este es mi hijo muy amado”. Ahora en la colina, es odiado por los hombres. Rechazado, como rey proscrito, Hijo desnudo, derrocado del amor humano y privado del Amor del Padre. Desnudo, herido, terriblemente herido, el rey se viste con la piel del hombre que sufre.

Le quitan todo: su libertad, sus amigos, su dignidad... Le dejan preparado para su coronación. El Espíritu de santidad, el Espíritu de libertad, el Espíritu de todas las gracias, como quien detiene el aliento, en el que el mundo pierde su equilibro ante el eclipse del Amor. Desnudo, frágil como un hombre, el Señor fija sus ojos en el cielo azul.

ÚNDECIMA ESTACIÓN. JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ El Señor ya no le pide al Padre que le libre del tormento, ¡sino que nos perdone! La pesada cruz yace por tierra. Va a ser revestida. El madero seco, antiguo instrumento de infamia y de castigo va a convertirse en Árbol de la Vida.

Con cada golpe los pecados penetran en el alma del Señor: los pecados ya perpetrados, los que yo tenga intención de cometer, los que no conseguí llevar a cabo, los ya olvidados, los que no quisiera recordar, los que expulsé de mi memoria...

Un temblor atraviesa el cuerpo de María cuando su Hijo es llevado junto a la cruz. El se acuesta sobre ella, con un solo movimiento, como si siempre hubiera dormido allí. El Señor se desposa con su cruz. Un soldado con duros golpes, ensarta un clavo en su carne viva. Se oye un terrible grito. El Verbo sufre en su humanidad. Se cumple la profecía del siervo sufriente.

Carga con todos los pecados como si los hubiese cometido él mismo. No ofrece solamente su cuerpo, sino todo su ser con todo su horror. Horror que no permite ahora arrepentimiento. El arrepentimiento y la confesión forman parte de un todo que nace después de la cruz. ¡La madera seca y estéril se convierte en Árbol de Vida!

Otro clavo se ensarta. Esta vez en silencio. Las lágrimas recorren el rostro del Señor.

En la cruz el Señor sufre hasta el conocimiento del horror del pecado. Pero más que por los clavos de hierro, es por el Amor por lo que el Señor permanece sujeto a la cruz.

Luego clavan los pies, juntos, atravesados. El cuerpo del Señor ha sido maltratado como el de un animal. Cordero inmolado. Hay sangre por todas partes. Sangre que corre por la madera, por las manos de los soldados y por la boca del Mesías. Al clavar al Señor, se clavaban y se perdonaban los pecados de los hombres. Según se crucificaba el cuerpo, el hombre antiguo quedaba crucificado.

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Una vez más se deshacen los lazos de sangre para que circule con toda libertad la energía del Amor. Confía su Madre a su amigo; y su amigo a su Madre. Colocando la cruz en el mundo y elevando hacia el único Padre al hombre perdido, y ellos no saben siquiera lo que hacen.


aFondo DÉCIMOSEGUNDA ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ Con la cara pálida, el cuerpo cubierto de sangre, suspendido en el trono, con los brazos bien abiertos, en silencio, su respiración va convirtiéndose en estertor pesado. Siempre sin parar de amar, con los ojos ensangrentados, el Señor ofrece el perdón al buen hombre que, desfalleciendo a su lado mendiga el Reino. El precio del pecado es la muerte. La muerte del Hijo en la cruz representa ahora ese precio, pues es el resultado de mi pecado. Si a veces la muerte es la consecuencia del pecado, también es posible morir “dignamente”, pero habiendo muerto ya por el pecado. Es una muerte doble. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. El Señor entrega al Padre todo su espíritu inocente, y se guarda para sí todo nuestro espíritu. ¿Seré que el Padre nos perdona? ¿Cómo es posible que yo asesinase a su Hijo? Entre el Hijo y nosotros no hay frontera. El esté en el árbol de nuestro pecado. Entregó al Padre toda su divinidad, y todo su espíritu humano. Vive sin conocer el pecado, a no ser por los de los demás. Pero como quiere ser el Hijo del hombre, debe poder tener conciencia de cada pecado, sin dejar fuera ninguno de ellos. Obedece totalmente la voluntad del Padre, abriéndonos el camino del arrepentimiento y de la confesión. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. En el último acto de amor, con toda la confianza, entrega su espíritu a los brazos de su Padre, de nuestro Padre. El sacrificio se aproxima en silencio a su final. El frío comienza a apoderarse de sus miembros, con los pulmones en apnea, y el corazón va a lanzar, ante la angustia terrible de la destrucción, un grito impensable: “Elí, Elí, ¿lemé sabactani?”; y de nuevo el silencio. Desnudo y solo, abandonado por todos, en aquel momento hasta por el Padre, carga con nuestros pecados, siguiendo fielmente su misión, revestido por su inconcebible amor por nosotros. El Señor se agota en ese amor hasta que todo sea consumado: consumatum est. Cesa su respiración, su cabeza se inclina y reposa sobre el hombro. En tres horas la muerte se extiende sobre toda la Tierra.

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aFondo DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN. JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ

ben en sus brazos y ellos también se manchan de sangre y agua. Lo colocan en brazos de su Madre.

En las tinieblas oscuras, con el sol escondido, la tierra tiembla, se abre una brecha en la roca en la que estuvo hendida la cruz y el velo del templo se rasga de arriba debajo. El templo se queda vacío, y el culto de la antigua Ley caducó. La Verdad esta al frente a todos. Desnuda. El corazón callado y atravesado por la lanza. El Señor de todas las cosas se ofrece a Sí mismo, totalmente. El Amor se ha consumado hasta at final.

El corazón de María palpita fuertemente como el día en que recibió a su Hijo en Belén, pero ahora está muerto, traspasado por el dolor. Pero es un corazón que tiene esperanza de vida, mucho más fuerte que la muerte.

Bruscamente, se levanta el día. El Padre reconcilia al mundo consigo mismo, en el Hijo, y ya no nos imputa nuestros pecados. En una de las mayores pruebas de amor hacia el Señor, José, hombre rico de Arimatea y discípulo escondido, pide y consigue que Pilato le entregue su cuerpo. José y Nicodemo empiezan a quitar los clavos, el cuerpo del Señor cae pesado y ensangrentado sobre ellos. Le reci-

Siempre que la muerte pase cerca, que puedan mis ojos volverse hacia esta Madre, Su Madre, nuestra Madre. ¿Por qué sufrir? Si el lenguaje de la cruz es una locura para los que se pierden, para nosotros, los cristianos, es la fuerza de Dios. Debo aceptar el sufrimiento y volverlo santo. ¡Atribuirse el sufrimiento es orgullo, pero sufrir atribuyéndoselo a Dios es humildad! No es mi sufrimiento lo que debo ofrecer a Dios sino mi propio ser. A los ojos del Padre solamente el sufrimiento del Hijo tiene valor. El infinito valor de la muerte del Señor en la cruz no viene de la muerte, sino de la muerte del Hijo de Dios.

DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN. JESÚS ES DEPUESTO EN EL SEPULCRO No hay tiempo. El Sabbaht va a comenzar. Después de lavarlo y perfumarlo, envuelven el cuerpo del Señor en un lienzo inmaculado. Después lo amortajan y José y Nicodemo lo depositan en el túmulo de piedra. El túmulo se cierra. En esta noche, de la muerte va a surgir la vida. El rey está tumbado en la roca fría. Desciende hasta la oscuridad de la tierra, en las profundidades del tiempo. Visita los confines de su Reino, abre los sepulcros y llama a los muertos. Libera a los cautivos. Los que le aman le siguen. Volveré después brevemente para iluminar a la humanidad, su hermana, y darle un corazón y un espíritu nuevos. María es la única luz encendida sobre la tierra. Madre sin temor, amable, dulce, de buen consejo, prudente, virgen fuerte y fiel, nuestra alegría y nuestra esperanza, refugio de los pecadores. Mi madre. María, estrella de la mañana, radiante de alegría, ve a otra María ir camino del sepulcro todavía “de madrugada, siendo aún oscuro”. ¡Ahora, la Esperanza comienza! Paulo Pereira da Silva Texto extraído del libro Vía Crucis para creyentes y no creyentes Editorial San Pablo

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Cultura

“El camino de la santificación” El Sacramento del Perdón de los pecados El Papa exhorta a los “jóvenes sacerdotes, futuros sacerdotes y queridos penitenciarios, a escuchar siempre con gran generosidad las confesiones de los fieles —hace falta paciencia, pero siempre con el corazón abierto, con espíritu de padre—, os exhorto a recorrer con ellos el camino de la santificación que es el sacramento, a contemplar los ‘milagros’ de la conversión que la gracia obra en el secreto del confesionario, milagros de los que solo vosotros y los ángeles seréis testigos”. Por su interés, reproducimos el discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en el XXX Curso sobre el Foro Interno organizado por la Penitenciaría Apostólica, que tuvo lugar el pasado 29 de marzo en Roma.

Y me gustaría agregar, fuera del texto, una palabra sobre el término “foro interno”. No es una tontería ¡es algo serio! El foro interno es foro interno y no puede salir al exterior. Y lo digo porque me he dado cuenta de que en algunos grupos de la Iglesia, los encargados, los superiores —digamos así— mezclan las dos cosas y sacan del foro interno cosas para las decisiones externas y viceversa. Por favor, ¡esto es un pecado! Es un pecado contra la dignidad de la persona que se fía del sacerdote, que pone de manifiesto su realidad para pedir perdón, y luego esto se utiliza para arreglar las cosas de un grupo o un movimiento, tal vez —no lo sé, invento— , tal vez incluso de una nueva congregación, no lo sé. Pero el foro interno es el foro interno. Es una cosa sagrada. Quería decir esto porque me preocupa.

Queridos hermanos, buenos días:

Dirijo un cordial saludo al cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Con él saludo a toda la familia de la Penitenciaría Apostólica.

Os doy la bienvenida en este tiempo de Cuaresma, con motivo del Curso sobre el Foro Interno, que este año ha alcanzado su trigésima edición.

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Cultura

La importancia del “ministerio de misericordia” justifica, requiere y casi siempre nos impone una formación adecuada, para que el encuentro con los fieles que piden el perdón de Dios sea siempre un verdadero encuentro de salvación, en el cual el abrazo del Señor se perciba en toda su fuerza, capaz de cambiar, convertir, sanar y perdonar. Treinta años de experiencia de vuestro Curso sobre el Foro Interno sacramental no son muchos en comparación con la larga historia de la Iglesia y la antigüedad de la Penitenciaría Apostólica, que es el Tribunal más antiguo al servicio del Papa: ¡un tribunal de la misericordia! Y me gusta mucho que sea así. Sin embargo, treinta años, en esta época nuestra, que corre con tanta velocidad, es un tiempo suficientemente largo para poder hacer reflexiones y balances. Además, el elevado número de participantes —¡más de setecientos este año!—. El cardenal ha dicho que ha tenido que cerrar la inscripción por motivos logísticos. Parece una broma que no haya sitio en el Vaticano. ¡Parece una broma! Indica cuán aguda es la necesidad de formación y seguridad, con respecto a materias tan importantes para la vida de la Iglesia y el cumplimiento de la misión que el Señor Jesús le encomendó. Si muchos sostienen que la Confesión, y con ella el sentido del pecado, están en crisis, y no podemos dejar de reconocer una cierta dificultad del hombre contemporáneo al respecto, esta numerosa participación

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de sacerdotes, recién ordenados y a punto de serlo, testimonia el interés permanente en trabajar juntos para enfrentar y superar la crisis, ante todo con las “armas de la fe”, ofreciendo un servicio cada vez más calificado y capaz de manifestar realmente la belleza de la Misericordia divina. Jesús vino a salvarnos, revelándonos el rostro misericordioso de Dios y acercándonos a Él con su sacrificio de amor. De ahí que siempre debamos recordar que el Sacramento de la Reconciliación es un verdadero y propio camino de santificación; es la señal efectiva que Jesús dejó a la Iglesia para que la puerta de la casa del Padre estuviera siempre abierta y para que así fuera siempre posible el regreso de los hombres a Él. La confesión sacramental es el camino de la santificación tanto para el penitente como para el confesor. Y vosotros, queridos jóvenes confesores, lo experimentaréis pronto. Para el penitente es claramente un camino de santificación, porque, como se subrayó repetidamente durante el reciente Jubileo de la Misericordia, la absolución sacramental, celebrada válidamente, restablece la inocencia bautismal, la comunión plena con Dios. Esa comunión que Dios nunca interrumpe con el hombre, pero de la que el hombre a veces escapa al usar mal el estupendo don de la libertad. Para el encuentro con los sacerdotes de mi diócesis,


Cultura

Un instante del Foro Interno organizado por la Penitenciaría Apostólica.

este año han elegido como lema “Reconciliación, hermana del Bautismo”. El sacramento de la Penitencia es “hermano” del Bautismo. Para nosotros, sacerdotes, el cuarto sacramento es camino de la santificación ante todo cuando, humildemente, como todos los pecadores, nos arrodillamos ante el confesor e imploramos para nosotros mismos la divina Misericordia. Recordemos siempre —y esto nos ayudará mucho— antes de ir al confesionario que primero somos pecadores perdonados y, solo después, ministros del perdón. Además —y este es uno de los muchos dones que el amor de predilección de Cristo nos reserva—, como confesores tenemos el privilegio de contemplar constantemente los “milagros” de las conversiones. Siempre debemos reconocer la poderosa acción de la gracia, que es capaz de transformar el corazón de piedra en corazón de carne (cf. Ez 11,19), de transformar a un pecador que huyó lejos en un hijo arrepentido que regresa a la casa de su padre (cf. Lc 15, 11-32). Por esa razón, la Penitenciaría, con este Curso sobre el Foro interno, ofrece un servicio eclesial, favoreciendo la formación necesaria para una celebración correcta y eficaz del sacramento de la Reconciliación, presupuesto indispensable para que sea fructuoso. Y esto porque cada Confesión es siempre un paso nuevo y definitivo hacia una santificación más perfecta; un abrazo tierno, lleno de misericordia, que contribuye a dilatar el Reino de Dios, Reino de amor, de verdad y de paz.

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La Reconciliación, en sí misma, es un bien que la sabiduría de la Iglesia ha salvaguardado siempre con toda su fuerza moral y jurídica con el sello sacramental. Aunque este hecho no sea siempre entendido por la mentalidad moderna, es indispensable para la santidad del sacramento y para la libertad de conciencia del penitente, que debe estar seguro, en cualquier momento, de que el coloquio sacramental permanecerá en el secreto del confesionario, entre su conciencia que se abre a la gracia y Dios, con la mediación necesaria del sacerdote. El sello sacramental es indispensable y ningún poder humano tiene jurisdicción, ni puede reclamarla, sobre él. Queridos jóvenes sacerdotes, futuros sacerdotes y queridos penitenciarios, os exhorto a escuchar siempre con gran generosidad las confesiones de los fieles —hace falta paciencia, pero siempre con el corazón abierto, con espíritu de padre—, os exhorto a recorrer con ellos el camino de la santificación que es el sacramento, a contemplar los “milagros” de la conversión que la gracia obra en el secreto del confesionario, milagros de los que solo vosotros y los ángeles seréis testigos. Y que os santifiquéis sobre todo vosotros, en el ejercicio humilde y fiel del ministerio de la Reconciliación. ¡Gracias por vuestro servicio! Y acordaos siempre de rezar también por mí. Gracias.


Testimonio

Se abrazó al rigor de la clausura carmelita Santa Teresa de Jesús de los Andes Cristo: la única ambición que tuvo esta bella mujer chilena, que, gozando de un estatus privilegiado, no dudó en abrazarse al rigor de la clausura carmelita. Se curtió en la santidad a la que aspiraba y entregó su vida a los 20 años. EBelleza y virtud, junto a un carácter extremadamente sensible y apasionado que orientó hacia Cristo, fueron rasgos de Juanita Fernández Solar, primera chilena canonizada. Ebria de amor por Él, decía: “Cristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca”. Pertenecía a una respetable familia de Santiago de Chile, donde nació el 13 de julio de 1900. De un estatus acomodado habían descendido a una clase social menos elevada. Pero cariño no le faltó: “Jesús no quiso que naciese como Él, pobre. Y nací en medio de las riquezas, regalona de todos”. Apegada a la familia, bien cuando tenía que separarse de ella por cualquier motivo o por razones de vida, como la pérdida de su abuelo, no podía evitar que le embargase hondo pesar. Se formó con las teresianas y en el colegio del Sagrado Corazón. Después de una intervención de apendicitis en 1914, parece que por

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causa de la anestesia tuvo un arranque de mal genio que fue cercenado de raíz por Lucía, su madre. En 1915 la matriculó interna en el colegio y esta decisión surtió el efecto deseado. La adolescente modificó su comportamiento, aunque hubo alguna otra salida de tono como la reseñada, pero fue puntual. Creció siendo una niña bondadosa, devota de la Eucaristía y de María, piedad acrecentada después de recibir la primera comunión. A los 14 años sintió que Dios le invitaba a una entrega total. Aunque la economía familiar no fuera boyante, cultivó aficiones reservadas entonces a personas de alta posición. Equitación, tenis y natación fueron deportes que practicó y en los que destacó pese a que su salud era endeble. Especialmente sufría de pertinaces y molestas jaquecas que soportaba con entereza. Tocaba el piano, el órgano y la guitarra. Era catequista y estaba involucrada en acciones solidarias. Dispuesta a seguir a Cristo, la vocación carmelita se afianzó en su corazón alentada por la lectura de las biografías de Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Isabel


Testimonio de la Trinidad y Teresa de Lisieux. “Estoy leyendo la VIDA de Santa Teresa. ¡Cuánto me enseña! ¡Cuántos horizontes me descubre!”. Si iba a compartir con ellos las mieles del Carmelo tenía que comenzar a imitarles en gestos sencillos, cotidianos, en los que está amasada la santidad: “Hoy me he vencido mucho para no rabiar. Dios mío, tú me has ayudado. Gracias te doy. En los arreglos y recreos he sido perfecta por ellos. Pero no tanto en las clases”. Los compromisos sociales, como su ingreso en sociedad en 1918, le incomodaban por lo inoportunos que eran para el camino emprendido: “Muchas veces no puedo ni hacer oración. En esto consiste mi mayor pena, pues paso constantemente con todos, porque no me dejan un momento. Pero mi vida, puedo decir, es una oración continuada, pues todo lo que hago, lo hago por amor a mi Jesús”. En mayo de 1919 ingresó en el convento carmelita de los Andes. Allí tomó el nombre de Teresa de Jesús. Su único afán: Cristo. “Amarte y servirte con fidelidad; parecerme y asemejarme en todo a Ti. En eso consistirá toda mi ambición”. Se despidió de los suyos con cierta aflicción, pero le acompañaba la certeza de que este sacrificio gozosamente ofrecido a Cristo repercutiría en bendiciones para ellos. Cada uno de los miembros de la familia tenía sus problemas, unos más serios que otros, incluidas crisis de fe. Y desde el claustro les alentaba en bellísimas y profundas cartas que rezumaban un gozo impropio de este mundo. Por encima de dificultades comunitarias, como la que tuvo con la responsable de su formación, nada pudo ensombrecer su felicidad al saberse esposa de Cristo. Seguro que la experiencia de Teresa de Lisieux, doctora en las lides convivenciales con algunas hermanas de difícil carácter, ayudó a la santa chilena a sobrellevar con dignidad la situación, amando el silencio que María nos enseñó al guardar las cosas en su corazón. Vivía los matices de la caridad paulina, soportando deslices ajenos con paciencia, disculpándolo todo. Además, contaba con el afecto y ternura de la priora. En el exterior sus allegados podían respirar tranquilos. En su correspondencia iba desgranando cuánta era su alegría: “Amanecí muy cantora. Hice la celda cantando (pero porque era día de recreo). Formábamos dúo con otra hermanita novicia… Después, en el recreo, todas nos embromaban. Así pasamos la vida, hermanita querida, orando, trabajando y riéndonos… Dios es amor y alegría y Él nos la comunica. Cómo quisiera, desde que tuve uso de razón, haberme aplicado a conocer a este Dios tan bueno. Ámale…”. “Todo es sencillez

y alegría en el Carmen. Cada una se esmera en poner de su parte cuanto pueda para alegrar a sus hermanas. Verdaderamente es un encanto vivir en medio de santas hermanas, pues todas no forman sino un corazón”. Iba labrando su santidad. En su diario había escrito: “La historia de mi alma se resume en dos palabras: ‘sufrir y amar’”… “El sufrimiento no me es desconocido. En él encuentro mi alegría, pues en la cruz se encuentra Jesús y Él es amor. Y, ¿qué importa sufrir cuando se ama?”. En 1920 confió a su confesor la íntima persuasión de su inminente deceso. Unos meses atrás en una misiva que envió a su familia había aludido a lo que supone el fin de la vida para una persona de fe: “Para una carmelita la muerte no tiene nada de espantable. Va a vivir la vida verdadera. Va a caer en brazos del que amó aquí en la tierra sobre todas las cosas. Se va a sumergir eternamente en el amor”. Pero sin motivos aparentes, puesto que no había ningún indicio de enfermedad, y siendo tan joven –le faltaban tres meses para cumplir 20 años–, se comprende que el sacerdote no diese mayor importancia al comentario que hizo. Con su sencillez y humildad se había revelado como una gran promesa para el Carmelo. No llevaba ni un año en el convento. ¿Quién iba a pensar en tan pronta desaparición? Pero contrajo el tifus el 2 de abril de ese año. Cuatro días más tarde profesó in articulo mortis y el 12 falleció. Juan Pablo II la beatificó el 3 de abril de 1987. Él mismo la canonizó el 21 de marzo de 1993

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SignoyGracia

Bautismo, Confirmación y Eucaristía Sacramentos Los sacramentos entendidos como encuentro entre Dios y la humanidad tienen en la categoría del símbolo esa mediación necesaria para unir ambos extremos. Esto significa afirmar que en los sacramentos se da como elemento primario e interno la fe, pero también que se incorporan elementos humanos. Sin bautismo, confirmación y eucaristía no hay persona cristiana ni vida cristiana. Se trata, pues, de los sacramentos necesarios, que permanecen activos en todo momento, de modo que abren la puerta a todos los demás. Estos sacramentos son la base de la experiencia de vida cristiana. Se trata de tres pasos o momentos del mismo dinamismo, de modo que hay que acentuar su unidad y progresión. La expresión iniciación cristiana era clásica en la antigüedad y ha sido recuperada en el lenguaje teológico de hoy. Con ello se indica que estos tres sacramentos forman un gran sacramento, que se despliega en diversos ritos recibidos en una ceremonia solemne. También la expresión alude a la comprensión de la vida cristiana como un proceso continuado. Ese modo de hablar hacía referencia al gran momento del ingreso en la comunidad cristiana. En realidad más que de tres sacramentos hay que hablar de tres momentos de un mismo proceso, cuyo objetivo global es incorporar al misterio de Cristo, lo cual significa un cambio de vida. Al recuperar esta expresión hay que tener presente que esto afecta a

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la Iglesia, a la catequesis y a la misma comprensión de la existencia cristiana. La palabra iniciación deriva de myein iniciar a los misterios, consagrar, descubrir una verdad nueva. En este sentido religioso era usado en las religiones mistéricas. En sentido profano significa cerrar la boca y los labios, secreto íntimo y familiar. Un secreto que se comunica a un amigo que no debe decirlo. Con ello se acentúa y recupera la condición reveladora de los sacramentos. En efecto, el sacramento cristiano incorpora el significado de mysterion secreto, doctrina secreta, culto secreto, sacramento. Sacramentum traduce el griego mysterion, que los LXX usan ya en el Antiguo Testamento. En la Biblia el mysterion va unido a una revelación: descubrir, anunciar, dar a conocer, expresar, comunicar. Pero los sacramentos cristianos se inscriben en la revelación. Hoy día estos tres sacramentos se encuentran separados e incluso está alterado el orden antiguo. En ello ha influido la generalización del bautismo de los niños y las variaciones a las que ha estado sometida la confirmación. La situación actual es diversa: para los católicos se presentan separados y sin percibir su íntima conexión, mientras que para los ortodoxos se dan los tres en la misma ceremonia, incluso cuando se bautizan los niños. Ignacio Fernández González Sacerdote Diócesis Granada


luzdelaPalabra

“¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor!” - Lc 19, 28-40 Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: ¿Por qué lo desatáis?, le diréis así: El Señor lo necesita”. Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el pollino, los

Domingo de Ramos

dueños les dijeron: “¿Por qué desatáis el pollino?”. Ellos dijeron: “El Señor lo necesita». Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él. Mientras él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas. Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Y respondiendo, dijo: Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras”.

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laPuntada Reflexiones para náufragos

La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz —en el fondo la única— que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo. Benedicto XVI Deus caritas est (n. 39)


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